KIRIL KRAVCHENKO SOBRE EL ESCRITOR Cuando mis padres abrieron la puerta aquella mañana, se encontraron con unas pieles de conejo que envolvían, para proteger de la brutal ventisca, a un osezno. Su pelaje, blanco como la Luna, era muy corto aún y evidenciaba sus pocos días de vida. A lo lejos, doblando la esquina, dicen mis padres que alcanzaron a ver la silueta de la madre de aquella criatura. Así comenzó mi letraje humano. Para los cuatro años, empecé a perder mi pelaje. Plastas y plastas de pelo blanco que tapaban las coladeras, cubrían los muebles, y salían flotando de las páginas cada vez que alguien abría mi libro de Kharms. Desde antes de perder la cola, ya hablaba un ruso bastante decente, y mis gruñidos de oso puberto perdían lentamente lo animal para convertirse en mi voz de ahora. En cuanto mis oídos lograron sostener un par de audífonos, comenzó mi entrenamiento musical. La lectura de los hermanos Strugatski, Bolaño y Tolstoy moldearon mi cosmovisión de manera brutal.
ÍNDICE
Apunte de viaje #1 Apunte de viaje #2 Apunte de viaje #3 Lyúber 2048 Todos los malditos días.
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ESCRITOR QUERETANO: KIRIL KRAVCHENKO
Apunte de viaje #1
Armação de Pêra
El sonido del foco me recuerda a una mosca atrapada en un vaso de cristal bocabajo. Una de las cosas que se hace cuando se es pequeño. Atrapo a una mosca y la pongo en un vaso volteado sobre la mesa, viendo cómo lucha por escapar, por sobrevivir. Cómo pelea por su propia vida. Aunque tal vez la mosca no luche por nada y sólo siga una especie de instinto que le fue dado con su propia aparición, como parte de su génesis, para tratar de mostrar su descontento con las acciones de un niño sádico como todo niño. Ahora el foco se apagó, por fin, dando término a la vida de la mosca imaginaria. Al final, todo esto es un vaso de cristal y la mosca soy yo. Filosofía barata, sí. Pero también una prueba del juego, ese ente indescriptible de cuya existencia traté de convencerte tantas veces, en medio de tus lágrimas y tus sollozos, y tu desesperación y no me entiendes. El cigarro que ahora muere entre mis dedos y en mis pulmones es también fruto del trabajo amoroso de dos partes, que morirá por culpa de algo que no puede controlar, pero se esfuerza. El cigarrillo respira oxígeno y exhala dióxido, como tú y yo, pero no vive anhelando una vida mejor. Sólo vive para ser ingerido por algo superior, como nosotros. Todo tiene un principio y un fin, pero rara vez hay algo que renazca, como se dice del Ave Fénix, de sus propias cenizas. Estamos todos acostumbrados ya a que lo que existe es finito, pero hay tantas cosas que no deberían. Las cervezas y las frutas exóticas, los cigarrillos cubanos y las noches sin sueño, la gasolina en el tanque y las pláticas amenas. Así tampoco quisiera que te me acabaras tú. Pero como ya acabaste, quiero verte nacer de tus cenizas, sonriendo una vez más, coqueta, cuando te hablo de nimiedades. Las asoleadas en las playas imaginarias de España y las naranjas que aún hay que recoger. Quiero que renazcan las caricias en los lugares prohibidos por las cámaras de circuito cerrado y los guardias de seguridad. Quiero que reaparezcan los andares sin rumbo por caminos empedrados. Y aunque alumbres ahora en otros parajes, quiero verte gritar, en el mástil más alto, tierra en el horizonte desde el horizonte. Junio 2011 Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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Apunte de viaje #2 Faro, Portugal El aire, como dicen, no es lo necesario para el que se anhela escritor, sino el tabaco. Y así, las cenizas caen como piedra sobre la telaraña de la esquina y forman dibujos mágicos, que lejos de relatar fábulas con moraleja, hablan más bien de la desdicha que sí existe. La decidía del momento deprimente, de la condescendencia hacia uno mismo. Tratan de contestar a la pregunta clásica de la literatura clásica de la Rusia Imperial clásica; ¿qué hacer? Pero, como pasa a menudo con cualquier intento, fallan miserablemente. Así mismo fallo yo en mis intentos por mantener el statu quo en la felicidad. Es un arma de dos filos, ese sentimiento de plenitud total, de balance kármico y un bienestar total. Por un lado, todos queremos estar satisfechos en la vida, felices de levantarnos cada mañana y bostezar al lado del ser querido justo antes de plantarle un beso en los labios y ducharnos, listos para ir a trabajar en algo que nos apasione. Pero por otro lado, también, al mantener ese preciso estado de plenitud por un tiempo prolongado, nos cansamos. Nos falta la adrenalina del exhaustivo luto espiritual y rompemos relaciones diplomáticas con todo aquello que nos era tan cómodo durante tantos meses, sino años. Y luego, en nuestra nueva búsqueda de la felicidad, en medio de un choque psicológico interno y una explosión masiva de creatividad, añoramos los días del status quo, en que las cosas eran más fáciles, más delicadas y simples. Las horas que pasábamos sin tener que pensar en cómo cambiar el pasado. Julio 2011
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Apunte de viaje #3 Köln, Deutschland Enhorabuena, tío, que una nueva musa negra me ha nacido. Otra vez, como antes, me retuerzo en lo más profundo, lo oscuro, como una larva exótica buscando la luz. Como, tal vez, el potencial gusano que se mueve y me pica bajo la piel de mi labio superior, que se infló hace unos días bajo mi bigote y que, rompiendo la piel a patadas, trata de escapar de esa prisión de sangre y vísceras. No tengo idea de lo que pueda estar escondiéndose en ese laberinto de tejidos vivos, pues descubrirlo implicaría afeitarme el bigote y yo, desde que nació la musa, me prometí no afeitarme más. Tal vez muera, engullido de adentro por un ser que la ciencia no ha visto aún, o que mantiene en secreto para que no cunda el pánico, explicando la anómala muerte por cavidad interior con un simple asesino serial y una aspiradora de titánica fuerza, como la que recomienda el barbudo puñal de la televisión. Y como la televisión nunca miente, ni siquiera cuando habla de los extraterrestres, del chupacabras, de los marineros perdidos 9 meses en alta mar -con vida aún-, la gente sabrá que fue, en realidad, un asesino y se sentirá incómoda cada vez que suene el motor de una aspiradora en algún lugar cercano. Pensarán, nerviosamente, que tal vez es hora de irse a casa, o, si están en la calle, tal vez sea hora de entrar corriendo a alguna casa, no importa cuál, con tal de no estar cerca de la Súper-Ultra-Híper-Sucker 10500, con un precio especial de tan sólo 56 pagos de 799 pesos. Pero algún día, cuando la musa negra muera conmigo, ingerido por el parásito que vive en mi labio superior, tal vez ella, que lo sabe todo, alcance a trazar unas palabras en la tira de papel que moriré mordiendo, que desmientan los mitos terrenales. Y sé bien que será incinerada, la tira digo, por los mismos que mantengan el secreto, que me cambien el nombre incluso, pero dirá la verdad. Las musas no mienten. Julio 2011
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Lyúber Köln, Deutschland Hans está sentado ahora, en medio de la enorme calle comercial, Schildergasse, debajo de un farol. Es un punto estratégico por muchas razones, pero lo eligió solamente por el hecho de ser, ahí, más visible para los transeúntes que en cualquier otro lugar de la cuadra. La cuadra misma, claro, tampoco la tomó por casualidad, sino porque las tiendas más visitadas, las mejores, se encuentran alrededor de ese mismo farol. Hace años que Hans no se mueve de su lugar si no es para cumplir con sus necesidades fisiológicas más básicas y eso, no sin antes pensarlo. Como dice el dicho ruso, mide siete veces, corta una vez. Hans no siempre ha sido el hombre de mirada perdida que aparenta ser ahora. Sus ojos, lúcidos y brillantes, repasaban las líneas más difíciles del Ulises de Joyce o de la Rayuela de Cortázar de la manera más racional, esforzándose por comprender a la perfección la forma y el fondo de las oraciones, todas las sutilezas que el autor tenía en mente al trazarlas. Pero es hace años que el entonces joven austriaco perdió la luz de su vida, todo por culpa de un cuento de no más de unas cuantas páginas, que insistió en acabar de corrido para no pausar la experiencia literaria. El café en el que estaba con Klara, estaba en una de las calles que cruzan la principal, a tan solo media cuadra. Ella le dijo que deberá alcanzarla en la gran zapatería de cristal que hay a la vuelta de la esquina y él le prometió que en cuanto acabara de leer, le daría el último gran trago a su café y la alcanzaría ahí con más fuerzas de continuar con el frenesí consumista. Así, la vio por última vez, alejándose rápidamente, con su peculiar forma de caminar, moviendo los hombros y las caderas al mismo tiempo, un poco masculina, pero también suave y hasta un poco frágil. La perfección hansiana. Al terminar el cuento, el hombre sonrió y decidió, después del trago último de café y de pagar la cuenta, que lo primero que le diría a Klara al verla sería cuanto gustó del texto. Comenzó incluso a imaginarse las palabras exactas con las que se lo diría, la mirada dulce que recibiría a cambio al contarle que el cuento trataba de un tipo que vomitaba conejos, y que el autor era argentino y era una carta para París, un cuento epistolar, y que estaba fascinado por la levitud del narrador. Caminó al cruce y miró a sus lados sólo para percatarse de que, 6
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en realidad, todas las tiendas podrían llamarse de cristal, todas y cada una eran grandes, y la mitad zapaterías. Recordaba que ella le mencionó algo de una tienda específica, que estaba a su mano izquierda y que era en donde siempre compraba sus zapatos. Hans entró a todas las tiendas en su camino. Primero tranquilo, seguro de que el destino, de una u otra forma, lo llevaría a su amada. Luego desesperó, corriendo de un lado a otro de la cuadra y pensando que ella no pudo alejarse tanto, que debía estar por aquí cerca. Las violinistas, dos estudiantes del conservatorio que tocaban en la acera para hacerse de unos euros, ya lo miraban con ojos inquisidores, ya lo reconocían perfectamente en su frenética búsqueda. Cansado, Hans decidió que se sentaría en mitad de la calle a esperarla pasar y eligió el lugar más visible, a los pies del farol más céntrico de por ahí, rodeado de zapaterías grandes y cristalinas. El hambre que comenzaba a sentir no fue un impedimento, pues los cigarrillos sobraban por ahora y tenía miedo de que si se alejaba, Klara podría pasar buscándolo sin siquiera pensar que él estaba sentado hace sólo unos momentos en ese preciso farol. Así pasó la primera semana, sin comer ni pasar a un baño, sucio, sentado en el aro de luz amarillenta, como un ángel caído, iluminado aún por los últimos rayos celestiales, de los que su reciente amo olvido despojarlo. Y aunque hubo gente que se le acercó tras ver su mirada maniática que buscaba hambrienta a Klara entre las filas de compradores, a preguntar si se encontraba bien, él sólo meneaba la cabeza y decía que perdió al amor de su vida, que es algo que la mayoría interpretaba como un hecho trágico, pero sin relación alguna con la calle transitada en la que se encontraban. Buscando se pasó los meses. Los ahorros de su vida malgastándose poco a poco en salchichas calientes del kiosko de al lado y el mantenimiento de un cartel gigante que decía Klara, heirate mich. Un día se le ocurrió que debía hacer ruido, para tener más presencia entre la gente, así que consiguió dos botellas de vidrio y una de plástico y comenzó a golpetearlas rítmicamente, llamando la atención de los que no le interesaban. Ahora, Hans es un músico callejero. La melodía de La mbada, que aprendió a tocar con botellas medio llenas, medio vacías de agua, se reconoce en el mundo entero como un himno al amor perdido entre los conocedores de su historia, y como una ocurrencia curiosa entre todos los demás y Klara, la culpable, se convirtió en una leyenda urbana, que rondaba en harapos por entre los turistas y las jardineras de Frankenwerft, en el Rhein, a unas cuadras de las grandes zapaterías. Pero Hans no lo sabía y decírselo hubiera sido fatal para ambos, tan acostumbrados a saber muerto al otro. En todos esos años, se convirtieron en seres distintos a los simples mortales, a los humanos. Sus vidas dejaron de depender de necesidades mundanas, y se centraron en la búsqueda interminable del otro y así, fueron purificados por su esfuerzo. Encontrarse Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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de nuevo, después de los años de inmundicia callejera y la locura constante los destruiría, así que decidí no entrometerme en los planes de nuestro Señor, pues es Él quien nos ha creado y Él quien nos rige, y tengo fe en que, pronto, el destino que guían sus manos reunirá a los dos amados y serán ellos, por su amor tan puro, los agraciados, los responsables de darle al mundo a un nuevo profeta, al Jesús de los nuevos días. Será Él, quien nos salve a todos de la miseria de este mundo y nos permita escalar la pirámide kármica y llegar a la reencarnación buena en la vida próxima, tal y como lo ha prometido el primer Jesús, el Jesús de Nazaret, tan brutalmente asesinado en sus años de Gloria. Y se abrirán los Cielos, a su nacimiento, y del firmamento se extenderá la mano amorosa de Dios, Nuestro Señor, con un regalo de luz para todos nosotros, los creyentes, y castigará con un mazo de hierro y una espada de fuego a todos aquellos que han osado desobedecer, y se abrirá la Tierra, mostrando sus entrañas de fuego y gritos de dolor, y caerán los pecadores en las manos putrefactas del Señor de las Tinieblas, Lucifer, y pagarán sus pecados en sangre. Créanme, damas y caballeros, que Dios no me deja mentir y de dejarme, ejecutará sobre mí grandes venganzas con terribles represiones y sabré que Él es el Señor cuando haga venir su venganza sobre mí, ante todos ustedes, Amén. Periódico Viento Inconstante Septiembre 2011
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2048 Te imaginas, sentarnos aquí en 2048 con otra botella de Old Parr, más canas, mirando esa misma chica, mirando la Luna, sí,la misma puta luna, si es que todavía existe en 2048. Seremos millonarios, seguro pero fuera de eso nada. Las mujeres seguirán siendo inalcanzables, seres de otro mundo, del otro lado del otro mundo. ¿Quién morirá después, mi amigo? El que muera antes será el primero en ver el Esqueleto Debes prometerlo, quien muera antes esperará en puertoCaronte antes de cruzar, en algún Starbucks, o en el Italian, en ningún lugar común, en donde tienes que golpear al cantinero cada vez que quieres un vaso limpio, en donde Ulyanov y Marx se beben el día entero para tratar de comprenderlo, o de olvidarlo. Pendejos. Esqueleto los despeina, se parte de la risa, Ulyanov y Marx arreglan sus pelucas. No hay putas en Palacio. Y cuando esperes lo suficiente, Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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prometelo, el primer muerto verá al segundo. Nos saludaremos como si ayer nos hubieramos visto, como si nos hubiéramos subido al bote con la misma moneda. Al cruzar el adiós será de civiles.
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Todos los malditos dĂas. La ciudad es un estruendo de aceite humo, tabaco, mezcal dulce luces que pellizcan amargas. Las calles para reir hacen que a ratos las maldiga. Libros viejos hambre esquinas lluvias negras sobre charcos que destilan arcoiris. Y por encima de todo: cientos, miles, pilas enteras, de mujeres, muertas.
Octubre 2011
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