MÓNICA BARRÓN SOBRE EL ESCRITOR Mónica Barrón nació en la Ciudad de México en 1976 y cambió su lugar de residencia a la Ciudad de Santiago de Querétaro en el año de 1987. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por el Tecnológico de Monterrey. Se diplomó en la Escuela de Escritores (SOGEM) de Querétaro con El libro de las transformaciones (2005). Estudió la maestría en Psicoterapia Gestalt (2009) y un diplomado en Semiología en Arte y Educación (2009). Cursó el taller Periodismo en la era digital, por el ITESM, CCM. Ha participado en el Taller de Poesía Luis Cernuda, impartido por Miguel Aguilar Carrillo y en el Taller de Creación Literaria impartido por Luis Alberto Arellano. Correctora editorial Magazine de Querétaro, ha impartido el módulo de Poesía en la Escuela de Escritores de Querétaro (SOGEM), es catedrática en el Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro. Realizó la corrección y diseño editorial del libro Mujeres en comunidades transnacionales: el impacto de la migración desde un enfoque legal, IMUMI, 2011.
ÍNDICE
El mar a causa de su arribo Personas como cebras como rayas como rejas La realidad se desliza Eco La cena [A mí, con Caarl] Imaginario
El contenido de estos textos es propiedad y responsabilidad del autor, Par Tres Editores, S.A. de C.V. transmite estos textos de manera gratuita a través de su proyecto de difusión cultural y literaria denominada Biblioteca Digital de Escritores Queretanos. Los autores han seleccionado sus textos para permanecer en dicha biblioteca para su uso única y exclusivamente como difusión literaria, por lo que se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del autor, quien es el titular de los derechos patrimoniales de los mismos.
ESCRITOR QUERETANO: MÓNICA BARRÓN
El mar a causa de su arribo si fuera cierto que el viento humedece la mirada, que el alma de pies planos se cansa, que las nubes estrangulan la luz del sol. si fuera cierto que el calor es el origen de los dioses, que los ojos hablan sin perder el tiempo, que las palabras son demasiadamente innecesarias. si todo origen tiene su propio intento, si la fuerza oculta es la única que importa, si el entrecruce de los lados es el filo que rebana los criterios. puede ser cierto que lo dicho en el pasado sea la mentira del presente, y si me entrego a esta tortura próxima de las ideas, cada idea como un gérmen que perdura al olocausto de un fragmento; cada dedo que indica la errata, una figura paterna; cada pie elegido para habitar en un zapato, una forma de destino inevitablemente necesario: libertad. el pie se queja con olor perpetuo; no hay camisa que cure el mal aspecto. ¿y si la vida es un cobarde intento de morir despreocupadamente?, cada elección, un huir de las infinitas posibilidades. falacia que los centros nunca encuentran la perifiria y que los amantes jamás se aman a sí mismos, ¿los labios dicen más verdades que el cerebro? el mar a causa de su arribo oculta tanta ola en su llegada. la espuma es ola fracturada. las rocas aman. los amantes se destruyen en la playa. los andantes que se atreven a continuar sobre las olas son los únicos que avanzan. el mar da miedo si se le espera, es tumba de peces, cementerio del rechazo, anhelo.
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Personas como cebras como rayas como rejas Me gusta visitar a los excompañeros de celda; sus caras ocupadas y nunca serenas. sonrisas que prometen bajar la guardia. cada cual con su juicio. condenas. Personas como cebras, con rayas en la mirada. miradas embotadas, compulsivas, intranquilas. Rayas inclinadas. Una sucesión de amigos invisibles y temas sintomáticos. Excluida, ahora, mi ánimo viaja. Palabras externas, ramilletes de ocultamientos. Nada nuevo, Nada. Todo es igual: pasa nada. Intenso el día, abraza; el tiempo se desliza quemándose las patas, cebras como celdas. Tiempo, Tiempo, tiempo. Rejas, rayas, miradas. Allá, nada. hoy. febrero. nada. mañana, marzo, nada. Igualnada. Igualtampoco. Patrones repitiéndose como las ondas en el agua. Rayas cumplidoras de condenas enfrascadas. Rejas inventivas de horizontes imposibles. Límites precisos, cotizados, vibrantes. Horas que arrinconan los rayos de la luna. Formas en la almohada, cebras que se mueven: bailan, vuelan, cantan. Rejas que terminan donde el muro las levanta. Síntomas compartidos como se comparte la locura. Líneas en el piso, ritmos centrífugos que el alma encona. Lemas, lexemas y connotaciones. Símbolos estrictos sin límites concordantes. Integrales divididas, reglas, pautas, patrones, animales trirrayados. Manos mordidas. Agua compilada, resolución abstracta. Verdades periféricas, calladas como esferas. Esferas, esferas, Esfedoras. Salir para entrar. Dentro, los órganos; fuera, el universo. Piel rayada como cebras enrejadas. Rejas libres como letras enojadas. Morder, mmmmorder, morder. El terciopelo miente al tacto. Si viajo soy sola, si me quedo soy nada. El muro que me acoge, me separa.
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La realidad se desliza siempre creí. siempre intenté. siempre. siempre. me absorbía la luz derramada sobre las paredes al atardecer, creía. creía en la luz, en el sol, en la luna, todo era certeza. sabía con el corazón. el tiempo era inevitable y rotundo; certero y afortunado. el estar siendo era fortuito, sólo podía ser parte de un no azar que se levantaba sobre la ciudad, el mar, el mundo. el caer de la noche solía gritar la imposible soledad. padecía de fe absoluta. mi conciencia era tan simple, tan humilde, tan inocente; todo el mundo parecía irse labrando evolutivamente, dialécticamente, hacia arriba. hacia abajo no existía, todo era circular. no había dicotomías, todo era parte de lo mismo. la fantasía era tan real como el amor. los sueños eran tan posibles que se llamaban espejos del futuro. el verano era caliente, el invierno era frío, el otoño era cadencioso, la primavera sonreía como si supiera de la eternidad. cada fecha renacía y se moría, y no había dolor en ello. la muerte era tan simple y tan bienvenida como cualquier principio. la luz era tan hermosa que hacía que le temiera a la oscuridad total. tenía miedo al ogro atrás de la puerta. las pesadillas eran un recurso. los amigos simplemente eran amigos, los enemigos eran simplemente amigos que ya no eran amigos; no había medias tintas. sabía lo que sentía. pero la realidad se desliza hacia mundos diferentes, lo circular se vuelve infinito, lo cuadrado comienza a formar prisiones. los amigos se vuelven intermitentes, los amantes se vuelven pecados. los padres se vuelven enemigos, los ogros se transforman en cicatrices, las caricias se vuelven anhelos. el dolor se hermetiza en las glándulas, el rencor se vuelve maridos. las palomas se hacen terrestres, la noche se vuelve cielo raso. los hermanos se dislocan. el cuerpo se vuelve hortaliza, la lengua que solía ser hechicera, se vuelve serpiente malévola. el sexo se vuelve una cavidad insensible. los maestros se vuelven rotafolios. la verdad se amontona incontrolable en la garganta. los átomos gritan al caos insensible del cínico. el alma, el alma, el alma se vuelve un sueño superfluo, un insulto. el invierno se hace oscuridad infinita. la nada se vuelve el más grande anhelo. los sueños sólo se sueñan dormido. la oscuridad se Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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vuelve aliada. las costras se vuelven piel. entonces, la realidad se desliza hacia el interior y corta como una aguja sus hilos. hablar del puente es andar descalzo caminar es un acto de voluntad. voluntad, esperar que el amor se nos prescriba para sanar; ahogarse en la autocompasión. deslizarse, crear la realidad. realidad, creo. Las creencias vacías se llenan con miedo; utencilios del suicidio. la realidad se desliza al sinsentido. no hay superficie, no hay yo: única. no toco playa. elevándose como un siniestro designio, el destino es simple: efímero.
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Eco Si la mirada oculta tras el empeñado espejo buscara signos encallados en corazón de niña estrella, ella, a quien las palabras le ocurrieron temprano, sin aviso, ocultas y brillantes, la que ha crecido con la verdad del espejo empañado por el vaho del aliento paternal, por el dolor que corre en las raíces del árbol de donde se descolgaron sus labios de manzana y sus ojos de avellana; si buscara la resolución del mal contenido en el recipiente almado, de cabellos largos e ideas insensatas, entonces las palabras, las hechas de tinta, delatarán, infames, la materia espiritual del lado oscuro. El árbol crece bajo sus plantas blancas, fruto del conjuro lanzado por la mujer serena de voz salvaje que se levanta contra paradigmas y tormentas espirituales. Las que callan, hacen silencio, poderosa esfinge, arma mortal contra el necio; los sabios callan, los intelectuales escriben, los necios hablan con palabras tan secas como el vientre de la anciana. Pero tú, niña, brillas en lo alto del silencio, como luz entre la niebla de la mente loca; velados los auténticos intentos, se tropiezan con espejos que tachonan el cielo sobre las cabezas de la duda, que espera ser decapitada para dar a luz cinco nuevas cabezas. Las lágrimas hacen sendero en donde era la alcoba de la risa. Las interrupciones son un milagro que ejecutamos todos, una vez cada rato. Me toma de la mano, fría. Ya quiero ser larga, pero me ando pequeña, no tengo tacón tan alto para volverme mujer, y mi inocensia me asesina. De puntas, las narices andan por lo bajo; arriba es abajo, y por lo bajo, silencio; cabellos cenicientos atizados por el viento de otro tiempo; el tiempo se sabe impaciente cuando se le vigila; crecer es cuestión de empaque; mujer, trama de flores, espinas, savia: sabia. Mujer, somos tus manos y mejillas, tus muelas fracturadas, tu corazón aserbo de fatigas. videntes las manos con sus líneas, no hace falta hablar. La vida corretea por entre las plantas, la costilla es más elocuente que mil hombres. una columna que sobrevie de las ruinas; un cántico que sube como un salmo hasta el oído del dios ciego en el que nos adoramos. Punto ciego, el destino al que llegamos. Abierto frente al mar que nunca cesa de arribar. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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La cena [A mí, con Caarl] Sin darme cuenta comencé a perderme. A sumir la laringe en las profundidades del lago de la quietud. Comencé a valorar secretamente el silencio que se desliza por la boca abierta. Irrigué con la sangre nueva del corazón dormido, como en un arrullo que mece arboledas de soledad, la ansiedad que el temor alimenta cada día y se levanta sobre mí como una bestia que me doma la esperanza. Comencé a perderme en las entrañas de las horas que caminan lentas y preñadas de los días, iguales todos, idénticos a los mismos días, de las mismas semanas, de cada mes con sus años. Comencé a desear que llegara el final de los días. Comencé a perderme en la resolución que nunca llega, que nunca tomo, que nunca espera. Aliada de la metáfora, mi mente actúa primero, se estira como un gato, resuelve atar y desatar en el cielo y bajo la tierra. Hay un costal colgado en el patio de mi casa a donde acudo a desbocar las causas perdidas. Hay una cuerda atada al techo que me reta a entrar viva en la cuenta de las cosas. Hay una flor marchita en mi mesa que exuda olor de muerte, la muerte resoluta que atraviesa las formas de la vida con la delicadeza de un poeta. Un espejo me espera cada día a la entrada de mi casa, y no sé qué decir sobre eso... cuando me le acerco descubro una bestia que me acecha oculta en la humedad de mis ojos, fijos en el futuro que no existe. Tengo una sombrilla colgada tras la puerta, aguarda la salida a la avenida, aguarda días de lluvia, aguarda el día en que la olvide en el taxi de regreso y se escape al fin de su suerte tras la puerta. Hay un silencio asesino que habita bajo mi cama, cuando me acuesto y miro el techo, el silencio sale de debajo de la cama y trepa a las paredes en forma de sombras que cambian de apariencias; el silencio que juega a ser animales, y monstruos, y manos, y nubes, y tormentas. Cuando escucho un ruido tengo miedo, sé que el ruido provoca el instinto asesino del silencio, ya sea de día o de noche, el ruido lo despierta y lo pone a tramar la suerte de las horas que se sientan a mi lado, en la cena... él las mata a todas y me deja a mí la tarea de deshacerme de sus cadáveres. Hay un closet que me espera siempre al fondo de mi habitación, en él guardo los disfraces, algunos vuelven con el tiempo, otros se encogen, otros 8
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se vuelven recuerdos... pero siempre vuelven todos, y los cadáveres de las horas me esperan sentados a la mesa.
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Imaginario Me imaginé tibia, menguante como la luz de una estrella, apaciguada como las ráfagas últimas de la tormenta, desbocada como una yegua liberada. Me imaginé entera, sembrada entre los pliegues de la tierra, entrelazada al ego del planeta, unida a la suerte del convicto, clavada a la humedad de su cueva. Me imaginé afortunada, preñada de alegrías pasajeras, gestante de amores venideros, llena de hatos de conciencia. Me imaginé perfeccionada, casada, separada y enviudada; amada, odiada y olvidada; elevada, ultrajada, malherida... Me imaginé diosa, alabada, abusada y sobreexpuesta; exigida, vituperada y perdurable; oculta, tótem, niña... Me imaginé castigada, culpable, tolerante, asfixiada; comprendida, conocida, saludada; mujer, mujer, mujer. Me imaginé temida. Oh, qué sensación la de temérsele a una misma, la elevación de la pelvis invitante, y no seder... y no caer en el deseable abrazo de la niebla, en las manos satinadas de un amante, y querer tanto al aire, y querer tanto la penetración, y abandonarlo todo para huir de la pasión, y tanto huye el corazón en alas que olvida... y la pasión... se olvida. Me imaginé preñada, inconclusa y espectante; exhibida, inhabitable, idealizada; útera, etérea, efervecente. Me imeginé dragón, volátil, poderosa y elevada; mitológica, feroz, embriagante: hambrienta de una piel. Me imaginé tanto y tantas veces cómo; y daría a luz a mí misma, y sería tantas veces yo misma, y tanto tiempo desperdiciado, y tantas décadas preparando el día, y tanto dolor tratando de emerger, y tanto deseo suplicando ser saciado, y tanta duda por todas partes de mi cuerpo caprichoso de miradas, culpable y visible; visible: culpable. Esta tarde, cuando se vayan las horas, me quedaré como de costumbre: un momento, volando; y mi mente, libre de madrugadas, por fin quedará silenciosa.
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