MAURICIO CAUDILLO SOBRE EL ESCRITOR Mauricio Caudillo (México DF. 1982) Poeta y narrador. Estudió la licenciatura en Estudios Literarios por la UAQ. En 2011 aparece en Besar de lengua: muestra de poetas de Querétaro nacidos entre 1980 y 1993 editado por el IQCA. En 2012 publica la plaquette de poesía Instrucciones de Ulysses a su perro Argos, editado por Herring Publishers. Fue beneficiario de la beca PECDA Jóvenes Creadores 2013 – 2014 por el proyecto de narrativa El poeta perseguido y otros delirios. En 2014 publica el libro de poesía Zyrano, editado por Ediciones el Humo. Fue director del fanzine literario La Charola y sus textos aparecen en revistas impresas y digitales como RADIADOR y PROSVET. Actualmente forma parte de la edición de la revista de poesía y fotografía REVARENA.
ÍNDICE
Cinco poemas del cíclope [fragmento] Instrucciones de Ulysses a su perro Argos Tríptico de mujer fumando Me he visto por telescopio Zyrano [fragmento] Carta boreal La sangre ajena
El contenido de estos textos es propiedad y responsabilidad del autor, Par Tres Editores, S.A. de C.V. transmite estos textos de manera gratuita a través de su proyecto de difusión cultural y literaria denominada Biblioteca Digital de Escritores Queretanos. Los autores han seleccionado sus textos para permanecer en dicha biblioteca para su uso única y exclusivamente como difusión literaria, por lo que se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del autor, quien es el titular de los derechos patrimoniales de los mismos.
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Cinco poemas del Cíclope (Fragmentos) I Para decir adiós a mi ojo, Perla de rojo mar, Es necesario recordar las tardes en llamas Y la muerte del sediento a orillas de la playa.. Para decir adiós a esta hormiga africana, A mi pupila de faro o de cerillo, Es necesario recordar la soledad oceánica Y las luces prendidas de un barco A mitad de la noche dormida. II Con esta costra de sol pegada a mi ojo, Con esta lagaña incandescente Hecha tarde o braza o ceniza de cigarro, Con esta linterna de sangre, Con mi parpadeo de semáforo en rojo En medio de la noche desierta; Veo circular el calcio de tus huesos, Veo el traje que llevas puesto en el espíritu, Veo un abismo de palabras al borde de tu lengua. III Verifico. Examino a simple vista Microscópica jauría De células flotando La frontera de tu carne. Escarbo. Escaneo tu hueso carcomido Por jóvenes inviernos Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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Con mi lupa enrojecida. Capturo. Retrato tu alma de eléctricos pixeles Con el diafragma y el flashazo Incrustados en mi ojo de luciérnaga. Y como Tiresias adivino tu destino y veo tu corazón radiografiado en la pantalla deslumbrante de tu pecho.
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Instrucciones de Ulysses a su perro Argos Y recorrí pálidos muros, solares, tatuados; quemé pupilas en pirotécnicas noches, amanecí con los pies marinos, atravesé ciego incendiados bosques de luciérnagas, calles de cigarros eléctricos y pájaros acróbatas; dejé mi piel colgada en cósmicos tendederos, sumergí mis pulmones en tempestades, usé mi disfraz de incrustaciones nocturnas, puse mi cara de horizonte o de mar abierto, doné mi mirada a la humeante locomotora, fumé un cerro en la punta de la noche, aventé mi garganta a la pared, agité volcanes como versos, estallé un poema nuclear en la computadora, enmarqué poemas instantáneos, me limpié los poemas de la boca, Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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bebí la espuma del poema, inventé una raza de metáforas, medí poemas en kilómetros, estrellé mis ojos contra el mundo, tropecé con una nube, escupí atardeceres a las ventanas, cabalgué noches como gatos, le eché cloro a la palabra, me tallé las palabras de los dedos, tosí un terremoto, caminé con los zapatos llenos de universos, espié las huellas del mundo, usé de anteojos edificios y escribí el poema interminable. El poema tiene abejas y espinas sangrando en la punta de la lengua. Tus manos hablan solas porque hay palabras desnudas en la página de una galaxia. Tu pecho volcánico, tu diente de estrella, tu saliva infinita. Tus ojos aéreos, Crepusculares de tantas venas alto voltaje, de tanto incendio de pájaros, de tanto corazón eléctrico que se prende y apaga. Vuelve a ser polvo, calle, raudal. Haz corto circuito con el mundo. Haz de tu garganta cañón, 6
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parvada, puñalada. Porque amanecer no es llaga ni tatuaje ni derrame ocular ni la noche trozo de piel quemada o color de ahorcado. Derrítete en relámpago, rumea praderas, cicatriza nubes abiertas, desgarra cartílagos y piedras. Dilata tus pulmones porque a todas horas hay lenguas de fuera sacudiendo las aletas en el lodo, porque la palabra frontera se mide en centímetros y alientos, porque el poeta se quema los dedos a pesar de las hogueras, porque el cuerpo explota en cada esquina, porque aullar no sólo es artificio de gatos invisibles, porque el cuervo se come a besos las pupilas, porque el ciego canto del cisne suena estrangulado, porque el poema tiene abejas y espinas sangrando en la punta de la lengua. Hermano: Aún te quedan 1000 escupitajos en la boca por explotar. Aún hay vagabundos que sangran por canonizarte. Aún te quedan puentes catedrales para colgar tus estrellas, para salpicar constelaciones y prenderte fuego en la garganta, para radiografiarte el fantasma y el aliento, Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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para congestionarte las ojeras hasta el delirio, para hacer de tu pecho ladrido enjaulado y amanecer con el saco embarrado de palabras en medio de la noche kilométrica. Tienes tantas venas recorriendo por el mundo que te sangran los versos de la piel. Ciego flotas precipicios, Te inflamas el espíritu, gritan tus zapatos de soles enterrados, de volcánicas palabras derramadas, de tanto perro convertido ceniza en el camino, de tanto hueso y cartílago que han quedado rezagados. Tienes las manos llenas de ficciones y de páginas interminables que se te han hecho neones las pupilas. Tienes desecho el diafragma de conversaciones corrosivas, de elocuentes lanzallamas, de poemas vomitados, de tanto tumor en la yema de los dedos.
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Tríptico de mujer fumando “Me gustan los cafés tan negros como una noche sin luna” Agente Dale Cooper. “Twin peaks” I Algún tipo del bar le dijo que empezara por Lost Highway y no por Mulholland Drive. Betty White olvidó la justificación o la advertencia del porqué comenzar por una y no por la otra. Incluso, ya no recordaba a la persona que se lo había dicho. Luego de este aparente pensamiento intrascendente o falto de importancia, Betty quita las sábanas de su cuerpo y automáticamente estira la mano hacía el buró en busca de cigarros y encendedor. Exhala una bocanada. Betty se queda observando el techo por un rato. Da otra calada y tira la ceniza. Da un sorbo al café de la noche anterior. Un gato salta a la cama y ronronea. Betty lo acaricia y comienza a estirarse y a clavar las uñas en las sábanas. Suena el teléfono. No contesta. Suspira y recuerda que hoy es martes y que seguramente la necesitan para que cubra la barra. Avienta la colilla. Estira la mano y busca otro cigarro. La caja está vacía. El gato se baja de la cama y rasguña la puerta. Betty hace un esfuerzo y se sienta al borde de la cama. Fija la mirada a la alfombra y palpa el bello crecido de sus piernas. Alza la mirada. Sus calzones están sobre el cesto de basura, sus discos encima del DVD, sus películas regadas en la alfombra, sus libros apilados en cajas de huevo. Bosteza y simultáneamente se lleva la mano a la boca. Su aliento huele a moneda oxidada. De un impulso se levanta y le abre la puerta al gato. Entra al baño. Orina. Intenta leer una revista de cine. Sale. Se rasca la ingle y se pone calzones. Siente un calambre en las tetas. Se las aprieta. Se pone la blusa que está sobre el perchero. Observa la habitación en penumbras. Las cortinas son rojas y apenas entra un halo de luz. Hay fotografías pegadas a la pared. No parecen ser sus amigos, sino artistas o cineastas, quizá pintores o poetas. Hay montones de ropa en las esquinas de la habitación, platos sucios y envases vacíos encima de los libros. La oscuridad hace que los muebles se deformen. Se escucha la vibración de la instalación eléctrica. Los apagadores se tornan de un color azulado. Betty se acerca al buró y enciende la lámpara. Da un último sorbo al café. Hurga en el cenicero. Apaga la lámpara. Prende una colilla y su rostro se ilumina por instantes. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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II En el escenario un saxofonista improvisa. La luz de neón apenas le deja ver el rostro extasiado y el sudor escurriéndole por la piel. El saxofón resplandece a cada movimiento. Es lunes y el bar está lleno. Algunas personas conversan y piden tragos, otras beben y escuchan la música. Betty fuma y bebe sola. Alguien le pide un cigarro y luego la invita a sentarse a su mesa. Un grupo de personas hablan de cine y literatura. Una pareja escucha la música y de vez en cuando dicen comentarios y ambos mueven la cabeza en señal de aprobación. El bar tiene algunas luces tenues en las esquinas y una de neón iluminando el escenario. Betty no alcanza a distinguir a las personas ni ellos a ella. Los ojos de la mujer de enfrente brillan eléctricamente. Ella observa al saxofonista con una mirada provocadora. El saxofonista no quita la mirada del rostro de Betty y ella se queda perpleja ante los ojos de la mujer de enfrente. El mesero llega con bebidas y todos chocan sus vasos, excepto Betty, que enciende otro cigarro y de reojo observa a la mujer. Un hombre se acerca a la mujer y le quita el saco. Le besa el cuello y le susurra. Ambos ríen. La mujer saca un labial rojo de su bolsa. Sus labios húmedos y rojizos se distinguen a pesar de la oscuridad. El hombre pasa su mano por el rostro de la mujer y le acomoda el pelo atrás de la oreja. Se besan. Betty da un trago a su bebida sin quitar la vista de la mujer. Betty tiembla al encender un cigarro. Intenta desviar la mirada. Escucha la risa de las personas. Se talla los ojos. Alguien de la mesa le pregunta algo. Betty responde que no, pero que le gustaría. La misma persona le dice algo y Betty asiente. Vuelve a mirar a la mujer. Ella mira al saxofonista mientras besa al hombre. El saxofonista sigue tocando. La vena del cuello le resalta. Extiende las notas y cuando parece terminar vuelve a otro ritmo. La gente grita. El saxofonista toma aire y alcanza un tono muy alto. La gente aplaude. El saxofonista hace una reverencia y dice gracias por el micrófono. Un mesero le lleva una bebida. Da un sorbo y vuelve a mirar a Betty. Ella escucha comentarios del hombre y la mujer, incluso, la mujer se levanta del asiento y le hace señas al saxofonista para que se acerque. Sólo se percibe el color rojo de los cigarros encendidos y en medio de la penumbra la mujer presenta al saxofonista. Por primera vez se entrelazan las miradas de Betty, la mujer y el saxofonista. III Tocan la puerta. En la habitación hay una lámpara encendida que deja ver el color rojo de las cortinas. La luz es tenue. La cama está sin hacer. Por la radio se escucha un saxofón a bajo volumen. No se sabe si es de día o de noche, aunque posiblemente sea de noche porque no entra luz por la ventana. Sobre el buró hay una taza de café con la marca de unos labios pin10
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tados de rojo y un cigarro encendido también con la marca de unos labios pintados de rojo. Dos mujeres entran a la habitación. Conversan por un momento. Una de las mujeres se quita la bata y besa a la otra mujer. Ambas se desnudan y se tumban en la cama. Cuando terminan de hacer el amor una de las mujeres dice que deben terminar. Hay un silencio. La otra mujer comienza a llorar y a pedir explicaciones. Una de las mujeres se viste y sale de la habitación. La otra mujer se queda llorando y gritando sobre la cama. Después de un tiempo se queda dormida y tiene un sueño. Hay una mujer con el rostro casi invisible besando a un hombre de rostro casi invisible. En el lugar hay neblina y se escucha música. La mujer aparece desnuda en medio del hombre y de la mujer que se besan. La música se escucha mucho más fuerte, casi ensordecedora. También hay voces y risas que perturban a la mujer, rostros desfigurados que vuelan alrededor. La mujer despierta sobresaltada y busca el arma en el cajón. Se escucha un disparo. Betty se queda observando la pantalla sobre la cama. Enciende un cigarro. Sólo está el resplandor de la televisión y el foco encendido del DVD iluminando la habitación. Intenta levantarse de la cama para apagar la televisión y dormir un poco. Por lo pronto fuma y de vez en cuando da sorbos al café y se queda observando el techo.
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Me he visto por telescopio Soy hombre: duro poco y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: las estrellas escriben. Sin entender comprendo: también soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea. Octavio Paz. Mi primera célula es oceánica. De mi garganta saltan peces fatuos y azucenas cercenadas. No he conocido volcán más radiante que mis fonemas pirotécnicos ni electrificada púa que mi corazón punzocortante. Gimo nubarrones, escupo a mares, mis poemas son lunáticos, mis palabras se resumen en galaxias. También es cierto que mi esqueleto es de fuego, que de un sólo guiño pongo en órbita mis helicópteros y que mis parajes preferidos son los cerros estrellados. Siempre me verán en mi sexto menguante: polárico y humeante, espiritual e icárico a más no poder y cuando mi piel torna transparente 12
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sangro mis rosales y opaco mis estrellas. Nunca carcomido como mazorca: atroz como gélido gato, gutural como bengala escupiendo la noche. Tartamudean mis telescopios, escribo telepatías, corroboro rítmicas mis venas, lunas navegan mis neuronas. Ciegamente escribo la noche. En la sorda ciudad mi voz será anuncio luminoso. Leo estratósferas, descifro poemas fuera de órbita, transcribo estrellas años luz, continentales vocablos quemándome los dedos.
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Zyrano (Fragmento) “El sol es el pasado, la tierra el presente, la luna el futuro” Paul Auster Sigues buscando el poema intravenoso, cáustico lisérgico en parquedades de calles sin nombre, en abismos sanguíneos, en sinestesia corazón manzana, en pupilas de vacas otoñales, en lo acuoso y retorcido de los sueños. Detrás del cosmos los poemas se tornan invisibles. Balbuceas relámpagos, babeas todo el tiempo mantarrayas, vomitas un árbol, un edifico demolido, dibujas elefantes con tus dedos en el humo y coloreas infinitos hoyos espaciales. Pasas la noche en el sistema solar de las ventanas. Apagas estrellas con la lengua y descubres planetas debajo de la almohada. 14
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Inhalas toda luna posible, toda barbitúrica galaxia, todo cuerpo celeste que nuble tus pulmones. Tienes 1000 años queriendo ser cometa para tatuarte constelaciones, para amanecer en rojos continentes, para soñar con civilizaciones de fuego, para estrangular tormentas en medio de la noche. Vienes a gatas desde el milenio pasado, tus rodillas flotan en no sé qué escupitajos fluorescentes, tus ojos ceniza poblados de solsticios, tu cerebro embarrado de alcantarillas, tus células iluminando catedrales. Consideras poema toda sonaja o garganta o sonido intestinal, todo eructo madrugada y blanquecino. Consideras poema todo dinosaurio neón pegado a las paredes o mutilando nubes plastilina. Amaneces abrazado a un cocodrilo, se posan rojas guacamayas en tu rostro, tus caballos pastan eléctricamente, te atragantas de focas y leopardos, acaricias escorpiones y mandriles; sobre tus manos nadan tiburones. IV Estridente, tu cuerpo pipa se consume. Tus manos planetarias se hacen cascada, tu corazón explota continentes, Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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tus marismas oculares, te fumas 1000 cohetes, tus poemas son tan radiantes. ¿Por qué hay pegasos revoloteando tu cerebro? Dime si hay abejas en la lengua de los niños y si tienen ojos fotogramas en vez de atardeceres. Zyrano, ¿te conmueve el escorpión que alumbra la noche y los roncos fonemas futuristas? Tu chamarra de fuego, penacho astral, camarón neón… Tu manglar sanguíneo, inyéctate un lirio. Tu lluvia de meteoros, tu gutural tormenta, tu magnetismo espiritual, tu beso tungsteno. ¿Será un cuervo masticando tu hueso, tu sistema solar, tu corto circuito? ¿Cuántas prótesis mentales llevas al día? ¿Cuánto dura tu pila? ¡Bébete praderas!¡ ¡Destílate un desierto!
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Carta boreal Con todos los pensamientos me fui fuera del mundo: allí estabas tú, mi sosegada, mi abierta y nos recibiste. Paul Celan Para Julia
Te dejaré iluminando crepúsculos, danzando la danza de tus sueños. Tengo incrustadas tus luciérnagas en cada córnea por si acaso mis neuronas se perdieran en el limbo. Ayer dejé mi pecho en tus jardines y tatué mi aliento en los muros de tu cuarto. Me dolerá no verte en bicicleta entre nubes y relámpagos, con tu sonrisa en el granizo y la lluvia macerando tu cabello. Te imagino sumergida en los mares coleccionando prehistóricos anfibios, te imagino contemplando la muerte Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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de los lirios en invierno, te imagino alucinando las tormentas con tu rostro de azucena enraizado a la neblina. Me perderé tus oleajes vespertinos,
tu escarchada voz cayendo en mi cerebro como una nocturna sesión de sicoanálisis.
Me perderé tus conversaciones ficticias, de las lunas plateadas que salen de tu boca. Me perderé de tus corolas adictivas, de tu escultura montada en el aire más puro, de tus canciones escritas en esos días floreados y metálicos. Llevaré conmigo tus primeros fonemas como diarias letanías, los álbumes fotográficos para recrearte desde el vientre de tu madre, 18
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la turbulencia de tus barcos en una taza de café. Robaré la noche que cuelga en tu ventana para soñar con tu sueño, para delirar tu rostro en la penumbra, para eternizar el insomnio con tus historias mudas, para hacer de mis ojeras verdaderas lagunas negras, inflamadas y absortas bajo tu lienzo pálido y terrestre. ¿Qué pasará cuando la tarde muera en tus ojos y mi voz ya no diga tu nombre? ¿Qué pasará cuando la noche turbia irrumpa tu sueño y a tientas tu llanto no pueda encontrarme? Escucharás historias sobre mi nombre: ficticias, poco probables, exorbitantes, incongruentes, nada convincentes, estratosféricas. Señalarás la estrella más titilante y la más le ja na. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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Tú y tus amigos abrirán enciclopedias y verán planetas de nombre impronunciable. Yo estaré impreso, mudo, mirándote y tú sin saber tocarás mi rostro. Dirán que fui un astronauta extraviado en el limbo, o que fui una absurda invención o que mi nombre nunca fue escrito y te darás cuenta que soy literatura. Mi garganta es un virus que atraviesa los corazones más puros, 20
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las almas más sensibles, los hombres más sublimes, las mentes más trastornadas. En otra galaxia un poema será vida, civilización, cura, órgano, célula, instinto. Explotaré cada milenio. Escribiré un poema cada equinoccio y así sabrás de mi próxima llegada.
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La sangre ajena Mi país es voluble estrella que pese a todo resulta oscuro manjar para gusanos. Ni mi corazón que sangra por los poros ni mi mudo clavecín podrán reverdecer los pastizales. Me derramo en otras lágrimas que gimen entre niebla más parda, reinvento mi carne en los huesos que titilan las florestas, que mastican vacas invisibles. Mi país es una oscura claraboya en donde no nacen los ocasos. Mi país es la costra más radiante de Latinoamérica. Creo en los hombres que caminan con el fuego, creo 22
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en los hombres que nacieron en los cerros estrellados, creo en la mirada pura y en el fervor sanguĂneo de mi hija. Creo en el poeta, en su turbia garganta cristalina, creo en el delirio y en las fragatas que navegan en su lengua. Vislumbro ciego la llovizna y a lo lejos humearan las catedrales. Beberemos el fulgor de la sangre ajena y cantaremos roncos nuestras nupcias.
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