ELOY CALOCA LAFONT SOBRE EL ESCRITOR Con la publicación del libro Muerte en las Alturas y otros Relatos (Consejo Estatal, 2003) Osvaldo Fernández (1977) se incorpora de forma inmediata al panorama narrativo queretano. Osvaldo, delatando una sensibilidad tan genuina como siniestra, va condicionando a sus personajes mediante andamiajes orientados por el peso de la inteligencia y los virajes que derivan del relato clásico. Sus personajes, obligados a narrar de forma súbita, como deportados al final de la noche, buscan no sólo explicarse la naturaleza de su soledad sino acondicionarse y sentirse plenos en sus dominios, ocupar ese otoño inesperado imponiendo sus talentos de supervivencia a la adversidad planeada en cada relato.
ÍNDICE
Emergente Aceite para dos Molusco Tierra sucia de mis mejores días La rebelión de las cochinillas El sueño del guerrero Aqua
El contenido de estos textos es propiedad y responsabilidad del autor, Par Tres Editores, S.A. de C.V. transmite estos textos de manera gratuita a través de su proyecto de difusión cultural y literaria denominada Biblioteca Digital de Escritores Queretanos. Los autores han seleccionado sus textos para permanecer en dicha biblioteca para su uso única y exclusivamente como difusión literaria, por lo que se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito del autor, quien es el titular de los derechos patrimoniales de los mismos.
ESCRITOR QUERETANO: OSVALDO FERNÁNDEZ
Emergente A Patricio Rebollar Pato no entiende o no quiere entender que yo soy su maestro y que las palabras son rosas ebrias: abren zanjas con fuego; pero él no perdona, nunca perdona. Ay, Pato, si tú supieras cuánto tiempo he sufrido, acallando en puertos del aire. No, no me argumentes nada. Sal ahora y busca la palabra en los instrumentos de la muerte. Si encuentras un llanto incoloro, calla. ¿No sabes que el silencio se quiebra a veces y que de pronto todo se inunda de alas? Prefiere siempre lo eterno. Qué te puedo decir, amigo, Patricio. O soy un pésimo poeta o aprendí sólo cosas que no se pueden traducir jamás. Para el caso es lo mismo. Démosle vuelta a la hoja. Y que los ciegos se las arreglen con su tiniebla; que ya bastante luz es la que me ciega, en noches leves como ésta. Mientras el honor se hace trizas, detrás de lo que digo.
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ESCRITOR QUERETANO: OSVALDO FERNÁNDEZ
Aceite para dos Hace dos semanas me encontré conmigo en plena calle. Él venía de la cantina. Chorreaba alcohol y detergente agrio. Olía a cloro. ¿Me creéis? En plena calle. Así como lo platico. Yo, en cambio, iba limpio y perfumado; listo para el asesinato. Nada nos dijimos. Fue la primera impresión del espejo. Y corrió la lumbre. A plomazos. ¿O si no? Pues con la cacha. Duro y en la cabeza. Sí, a ese fantasma. Pero los fantasmas no comen lumbre, más bien se meten en los sueños de los niños. Hace muchos inviernos que traspasé la verja de la infancia. Pero aún recuerdo que vivía en una casa grande, grande. Y con árbol. Luego, entender la manera de romperte la sintaxis, tercero entrometido. Buscalíos. A más de esto, sólo la mustia cara de un ángel desvaído. Por eso quise entrar en la refriega, nada más. Y también. Hay que reconocer los signos de la noche. Sin embargo, seguiremos peleando entera, y eternamente. Estamos metidos en el mismo cuerpo. A mí ya no me importa. ¿A él? Estampada estampida. No. Pero el títere se movió por sí solo. Algo más. Insoslayable. La mirada de un cuajo de sombra. Hacia mí. En plena calle: fuego. Los augurios, los augurios... la voz de la vieja loca que vivió aterrada. No más. ¿A quién le atribuiremos los árboles que danzan? Y si no danzan: vuelan. y pero mi globo hoy llegó a la Luna. Por eso no te amo. Mero, somos neutros. Vivimos al tope. Danzamos ante el espejo, no ante el otro. He aquí lo bruto. Lo que para mí ha sido el brillante, para ti es sólo estiércol. No, no te maté. Con todo y detergente y cloro y semen borbotones. Mejor dame la mano. Inventemos algo. ‘’.
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Molusco al flaco Flaco está dibujando un mural en su apartamento es un complejo universo ultramarino él anda ahora escondido entre las piernas de una estrella podría morir ahogado. Eso no importa, se arregla con una bocanada de humo blanco Tanto él como yo somos delfines, expertos en nombrar el infinito. Mover la lengua, suave, como un pez espada. Las mujeres nos aman. Claro: quién le va a decir no a semejante mordedura. Por lo demás, su mural es bello como un ojo.
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Tierra sucia de mis mejores días Hace no mucho tiempo, sentado en este café, imagino una historia que no acaba nunca. Cierto: dejé mis mejores días aquí. Respirando el humo sucio que los cuervos exhalan. Después, sólo una gran tristeza. Y la violencia de esa mala hora. Ahora vete a la mierda, escritor de mierda, a darle de comer a tu locura.
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La rebelión de las cochinillas Cierto día de cierto verano, me dio por matar cochinillas. Tenía razón al matarlas; se habían metido a mi casa. Ignoro qué causó la plaga pero recuerdo vagamente que las pisaba con alevosía, ventaja y traición. Tres de los cuatro agravantes que la ley impone, pues el primero, la premeditación, no lo tenía, ya que aquél era un acto espontáneo. Mi mujer dormía, como siempre, cansada de hacer el amor si es que lo que ella y yo hacemos es hacer el amor. Yo había salido a refrescarme un poco. En ese momento que algunos llaman el después, improvisé una historia que acaso, por sí sola, tiene sentido: ...de pronto las vi: eran muchas, de verdad muchas. Entonces fue que me dio por aplastarlas como un loco, con mis botines de rockero, pues en ese tiempo era yo un rockero. No sé cuántas maté. Recuerdo que algunas se hacían bolita antes de su último suspiro, si es que suspiran las cochinillas. Lo que más me gustó fue que las maté. Sencillamente. Imaginaos: para ellas tal vez yo era un enorme monstruo y simplemente acabé con su vivienda, sin importar el dolor que les podía causar; tal vez había madres, quiero decir, cochinillas madres que veían morir a sus hijos desesperadas e impotentes ante mi locura. Pues mi locura es lo que me llevó a matarlas. Meses más tarde sucedió algo inesperado. Yo escribía un poema a mi mujer, pues ella es lo que más amo, cuando escuché un grito en el traspatio. Eran las cochinillas... se habían organizado en ejércitos. Entraron como una alfombra negra, rabiosas, inexorables, enredando a mi esposa entre sus patas, y entonces supe que todo acto tiene consecuencias. Las cochinillas estaban locas, furiosas. Pienso que pienso: Retrocedí hasta la recámara, pero ellas subieron por las escaleras. Me encerré en el baño; también fue inútil. No había ya nada que hacer. Eran millones de millones. Como las estrellas. Lo último que se me ocurrió fue correr hacía la cuna, ya vacía, de mi hijo Andrés. Antes de morir, enredado entre los millones de patitas de estas feroces enemigas, pensé que las palabras también son cochinillas. Y por un momento casi logré aborrecerlas.
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ESCRITOR QUERETANO: OSVALDO FERNÁNDEZ
El sueño del guerrero Quietud, silencio, paz, tristeza y gozo Son en la galería de mis sueño De lo que se alimenta mi reposo Hambre de ser por una vez valiente Antes que sea demasiado tarde Aquí mi corazón, aquí doliente Y salvaje en espera de la noche Que por anticipada travesura Fortuna me regala en tal derroche Sea bendito el camino de los santos Que eligen el vía crucis pedregoso Y ofrendan solamente dulces cantos Por suerte en el viraje de mi alfombra Eludiré el misterio y obediente Prefiero el día de luz, que no la sombra Finalmente me siento bendecido Pues en estos tercetos tan aciagos Más dicha que infortunio he recibido Y si alguien lo dudare preguntad A Quien todo lo hizo antes del antes Que por mi sacrificio celebrad Dulce sueño me espera prontamente Y mañana al albor del nuevo día ¿Ya para qué temer la ciega muerte? 8
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Aqua no es el océano de tus ojos grises esa llama que buscó trinchera detrás de mis palabras no es la luna del idiota el mar su cólera encendida su bravura de toro de cuerpo ensangrentado es solamente flujo no te preocupes amada sé que estos días te son ardua bandera No conozco la vida fuera de mi cuarto estrecho No sé lo que son las palabras y su fruto inocente Aunque las uso todo el tiempo Y sé que los poemas son vertederos de luz Constelaciones Estrellas moribundas que me caen en las manos Pero yo no sé qué hacer con tanto fuego blanco Sólo sé que una palabra equivocada Podría aplastarme igual que una bomba De hormigas estrambóticas Y para qué seguir El tedio confirma lo que hierve en la sangre Todo poeta es una carta con sello inviolable Nada más elocuente que unos ojos muertos Nada como la muerte Nada. Nada. Nada. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos
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