de Lector vidas
miercolees
Almas muertas, vida La terrible venganza de Gogol
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leer más allá Rus de Kiev
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Nikolai Gogol
No. 21 Marzo 2017 Año II
Santiago de Querétaro, Querétaro OTRAS ARTES escritores queretanos Teatro y un loco Leslie Dolejal
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Estimado Lector de L. Para este número elegimos a otro escritor ruso, quien nació en las tierras de Bolshíe de Poltava (actualmente Ucrania), en el imperio ruso: Nikolai Gogol, considerado por sus contemporáneos uno de los más prominentes figuras de la escuela naturalista del realismo literario ruso. De su obra, la más conocida es Almas muertas, que es considerada como la primera novela rusa moderna; lamentablemente, envuelto en la locura, quema el manuscrito completo de la segunda parte y, nueve días más tarde, muere en agonía el 4 de marzo de 1852. En el MiercoLees encontrarás el cuento La terrible venganza, uno de los mejores relatos de terror en la literatura rusa, publicado en la colección de cuentos de terror Veladas en un caserío de Dikanka (1832). En este cuento, Gogol presenta al Anticristo desde un ángulo gótico en el que explora su creencia en la omnipotencia del mal en la vida cotidiana. En Leer Más Allá, Valeria García explica los orígenes de la región Bolshíe de Poltava, y el cómo Gogol fue influenciado en su literatura por los años vividos en dicha región. En Otras Artes, Addy Melba nos cuenta sobre la adaptación de “Diario de un loco” en el Teatro Reforma, dirigida por Alejandro Jodorowsky. En Escritores Queretanos, presentamos a Leslie Dolejal, autor con mucha trayectoria en el Estado de Querétaro. En Recomendaciones, podrás disfrutar de un descuento en el libro Los pilares de la tierra, de Ken Follet. Ve a la librería Sancho Panza por él. Hasta abril. PRT
Marzo 2017 Santiago de Querétaro, Querétaro Dirección editorial Patricio Rebollar
Vidas
ALMAS MUERTAS, vida de gogol Patricio Rebollar
MiercoLees
LA TERRIBLE VENGANZA Nikolai Gogol
Leer más allá
RUS DE KIEV Valeria García Origel
Otras artes
TEATRO Y UN LOCO Addy Melba
Escritores Queretanos
ciruelo doméstico Leslie Dolejal
Asistencia editorial Valeria García Origel Relaciones Públicas Diana Pesquera Circulación y promoción Librerías Nuevos Horizontes, Librería Sancho Panza, Amadeus, Punta del Cielo, La Charamusca, Dipac, Moser Kafé. Colaboradores Patricio Rebollar, Diana Pesquera, Ricardo Rabell, Librería Sancho Panza, Valeria García Origel, Addy Melba Espinosa, Leslie Dolejal.
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L de Lector. Marzo 2017, año II, No. 21. Publicación mensual editada por Par Tres Editores, S.A. de C.V., Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués, 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro. Sitio web: www. par-tres.com, blogpartres@gmail.com. Editor Responsable: Patricio Rebollar. ISSN: 2448-5586 tramitado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor. Impreso por Hear Industria Gráfica, ubicado en Calle 1, No. 101, Zona Industrial Benito Juárez, 76120, Santiago de Querétaro, Querétaro, este número se terminó de imprimir el 28 de febrero de 2017 con un tiraje de 1000 ejemplares.
Se permite la reproducción parcial de esta obra en lo concerniente al texto del Autor del Mes en virtud de encontrarse libre de Derechos de Autor, en cuanto a las demás secciones de la publicación, se prohíbe su reproducción parcial o total, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes.
vidas Almas muertas, vida de Gogol Nikolai Vasilevich Gogol nació en Sorochintsi, la actual Ucrania, el 20 de marzo de 1809, en la familia de un pequeño terrateniente de nombre Vasily Gogol-Yanovsky, descendiente de cosacos ucranianos, quien murió cuando Nikolai cumplió los quince años. Su madre tenía profundas creencias religiosas que sin duda debieron influir en la visión del mundo de Gogol. En 1828 se traslada a San Petersburgo, buscando un futuro en la burocracia zarista. Entre 1831 y 1835 impartió clases de historia medieval en la Universidad de San Petersburgo, donde conocería al escritor Aleksandr Pushkin, quien influyó en el inicio de su carrera como escritor. Como profesor de historia, inició una colaboración regular con distintas publicaciones en las que nacieron la Veladas en la finca de Dikaka (1831-1832), consideradas un éxito y ayudándolo a dejar la universidad y centrarse en la literatura. Ese mismo año publicó Mirgorod y Arabescos, que suponían su paso al realismo crítico. Mirgorod es una continuación de las Veladas y contiene cuatro relatos, entre ellos el poema épico Taras Bulba. En 1836 publicó la comedia El inspector, una sátira de la corrupción de la burocracia rusa que lo obligó a abandonar temporalmente el país, por lo que durante cinco años viajó entre Italia, Alemania, Suiza y Francia, escribiendo su obra más importante: Almas muertas, narrando sarcásticamente a la Rusia feudal, y de la que su primera parte su publicó en 1842. En su estructura, Almas muertas es semejante al Don Quijote de Cervantes. Sin embargo, su extraordinaria vena humorística se deriva de una concepción única, extremadamente sardónica: el consejero colegial
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Pável Ivanovich Chichikov, un aventurero ambicioso, astuto y falto de escrúpulos, va de un lugar a otro comprando, robando y estafando para conseguir los títulos de propiedad de los sirvientes que aparecen en los censos anteriores pero que han muerto recientemente, por lo cual se les llamaba ‘almas muertas’. Ese mismo año, publicó El abrigo (también traducido como El capote), que ejercería más adelante una fuerte influencia en la literatura rusa. Tras un viaje a Moscú y posterior regreso a Roma, tuvo una crisis espiritual que le llevaría a peregrinar a Jerusalén en 1848. La noche del 24 de febrero de 1852, al borde de la locura, quemó diversos de sus manuscritos, entre ellos se encontraba la segunda parte de Almas muertas. Lo explicó posteriormente como un error, “prácticamente el diablo me jugó una broma”. Ese día se fue a la cama, sin cenar y murió con un gran dolor nueve días después. Sus últimos cuatro años los pasó viviendo en una cómoda casa de dos plantas ubicada en el boulvard Nikitsi, en Moscú. Actualmente su residencia se conserva como museo, guardando casi todos los muebles y objetos personales de Gogol, incluyendo su escritorio, en el que trabajaba de pie y coronado con una imagen de Pushkin. Gogol fue velado en la iglesia de Santa Tatiana en la Universidad de Moscú antes de su entierro en el Monasterio de Danilov. Su tumba fue marcada con una Golgotha, una larga piedra con una cruz de la Rusia Ortodoxa. En 1931, las autoridades moscovitas decidieron demoler el monasterio e hicieron que los restos de Gogol fueran transladados al cementerio Novodevichy.
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La terrible venganza En el oscuro sótano de la casa del amo Danilo, y bajo tres candados, yace el brujo, preso entre cadenas de hierro; más allá, a orillas del Dnieper, arde su diabólico castillo, y olas rojas como la sangre baten, lamiéndolas, sus viejas murallas. El brujo está encerrado en el profundo sótano no por delito de hechicería, ni por sus actos sacrílegos: todo ello que lo juzgue Dios. Él está preso por traición secreta, por ciertos convenios realizados con los enemigos de la tierra rusa y por vender el pueblo ucranio a los polacos y quemar iglesias ortodoxas. El brujo tiene aspecto sombrío. Sus pensamientos, negros como la noche, se amontonan en su cabeza. Un solo día le queda de vida. Al día siguiente tendrá que despedirse del mundo. Al siguiente lo espera el cadalso. Y no sería una ejecución piadosa: sería un acto de gracia si lo hirvieran vivo en una olla o le arrancaran su pecaminosa piel. Estaba huraño y cabizbajo el brujo. Tal vez se arrepienta antes del momento de su muerte, ¡pero sus pecados son demasiado graves como para merecer el perdón de Dios! En lo alto del muro hay una angosta ventana enrejada. Haciendo resonar sus cadenas se acerca para ver si pasaba su hija. Ella no es rencorosa, es dulce como una paloma, tal vez se apiade de su padre… Pero no se ve a nadie. Allí abajo se extiende el camino; nadie pasa por él. Más abajo aún se regocija el Dnieper, pero ¡qué puede importarle al Dnieper! Se ve un bote… Pero ¿quién se mece? Y el encadenado escucha con angustia su monótono retumbar. De pronto alguien aparece en el camino: ¡es un cosaco! Y el preso suspira dolorosamente. De nuevo todo está desierto… Al rato ve que alguien baja a lo
Por Nikolai Gogol
lejos... El viento agita su manto verde, una cofia dorada arde en su cabeza... ¡Es ella! Él se aprieta aún más contra los barrotes de la ventana. Ella, entretanto, ya se acerca... –Katerina, hija mía, ¡ten piedad! ¡Dame una limosna! Ella permanece muda, no quiere escucharlo. Tampoco levanta sus ojos hacia la prisión, ya pasa de largo, ya no se la ve. El mundo está vacío; el Dnieper sigue con su melancólica canción y la tristeza vacía el alma. Pero, ¿conocerá el brujo la tristeza? El día está por terminar. Ya se puso el sol, ya ni se lo ve. Ya llega la noche: está refrescando. En alguna parte muge un buey, llegan voces. Seguramente es la gente que vuelve de sus faenas y está alegre; sobre el Dnieper se ve un bote... Pero, ¿quién se acordará del preso? Brilla en el cielo el cuerpo de plata de la luna nueva. Alguien viene del lado opuesto del camino pero es difícil distinguir las cosas en la penumbra..., ¡pero sí!... Es Katerina que está volviendo. –¡Hija, por el amor de Cristo! Ni los feroces lobeznos despedazan a su madre. ¡Hija mía!..., ¡mira al menos a este criminal padre tuyo! Ella no lo escucha y sigue su camino. –¡Hija!... ¡En el nombre de tu desdichada madre! Ella se detuvo. –¡Ven, ven a escuchar mis últimas palabras! –¿Para qué me llamas, apóstata? ¡No me llames hija! Ningún parentesco puede existir entre nosotros. ¿Qué pretendes de mí en nombre de mi desdichada madre? –¡Katerina! Se acerca mi fin. Sé que tu marido me atará a la cola de una yegua y luego la hará galopar por el campo…
¡Y quién sabe si no elegirá una ejecución más terrible! –¿Acaso hay en el mundo una pena que se iguale a tus pecados? Espérala, nadie intercederá por ti. –¡Hija! No temo el castigo, más temo los suplicios en el otro mundo... Tú eres inocente, Katerina, tu alma volará al paraíso, al reino de Dios. Mientras, el alma de tu sacrílego padre arderá en el fuego eterno, un fuego que nunca se apagará. Arderá cada vez más fuerte; ni una gota de rocío caerá sobre mí, ni soplará la más leve brisa... –No está en mi poder aplacar aquel castigo –dijo Katerina, volviendo la cabeza. –¡Katerina! ¡Una palabra más, tú puedes salvar mi alma!. Tú no te imaginas qué bueno y misericordioso es Dios. Habrás oído la historia del apóstol Pablo, un gran pecador que luego se arrepintió y se convirtió en un santo. –¿Qué puedo hacer yo para salvarte? –respondió Katerina–. ¿Acaso yo, una débil mujer, puede pensar en ello? –Si pudiese salir de aquí, renunciaría a todo y me arrepentiría. Confesaría mis pecados, me iría a una cueva, aplicaría ásperos cilicios sobre mi cuerpo y, día y noche, rogaría a Dios. No sólo no comería carne, ¡ni siquiera pescado comería! No cubriría con ningún manto la tierra sobre la que me echara a dormir. ¡Y rezaría, rezaría sin descanso! Y si después de todo esto la bondad divina no me perdona aunque sólo sea la décima parte de mis pecados, me enterraría hasta el cuello en la tierra y me amuraría dentro de una muralla de piedra. No tomaría alimento, no bebería agua. Dejaría todos mis bienes a los monjes para que durante cuarenta días con sus noches rezaran por mí… Katerina se quedó pensativa. –Aunque yo abriese la puerta –dijo–, no podría quitarte las cadenas... –No son las cadenas lo que yo temo –dijo él–. ¿Crees que han encadenado mis manos y mis pies? No. Yo eché bruma en sus ojos y en lugar de mis brazos les tendí madera seca. ¡Mírame!… Nin-
guna cadena hay sobre mis huesos –añadió, surgiendo entre las sombras del sótano–. Tampoco temería estos muros y pasaría a través de ellos, pero tu marido no se imagina qué muros son éstos: los construyó un santo ermitaño y ninguna fuerza impura puede hacer salir a un prisionero, pues la puerta tiene que abrirse con la misma llave con que el santo cerraba su celda. ¡Una celda así cavaré para mí, pecador, el mayor de los pecadores! –Escucha… yo te pondré en libertad, pero ¿y si me estás engañando? –dijo Katerina, deteniéndose junto a la puerta–. ¿Y si en lugar de arrepentirte sigues hermanado con el diablo? –No, Katerina, ya me queda poca vida. Ya, aunque no fuera a ser ejecutado, mi fin estaría cerca. ¿Es posible que me creas capaz de exponerme al castigo eterno? –sonaron los candados–. ¡Adiós! ¡Que Dios todo misericordioso te ampare, hija mía! –dijo el hechicero, besándola en la frente. –¡No me toques, horrendo pecador! ¡Vete, pronto! –decía Katerina. Pero él ya había desaparecido. –Lo he puesto en libertad –se dijo ella, asustada y mirando con ojos enloquecidos las paredes–. ¿Qué le diré a mi marido? Estoy perdida. Lo único que me queda es enterrarme viva –y sollozando se dejó caer en el tronco que servía de silla al prisionero–. Pero salvé un alma –dijo ella, quedamente–, hice una obra grata a Dios; ¿y mi marido?… Es la primera vez que lo engaño. ¡Oh, qué horrible! ¿Cómo podré guardar mi mentira? Alguien viene. ¡Y es él, mi marido! ¡Es él, mi marido! –gritó desesperadamente, y cayó a tierra desvanecida. –Soy yo, mi niña. ¡Soy yo, mi corazón! –oyó decir Katerina, recobrándose y viendo ante sí a la vieja sirvienta. La mujer, inclinada sobre ella, parecía susurrar ciertas palabras y con su seca mano la salpicaba con gotas de agua fría. –¿Dónde estoy? –decía Katerina, incorporándose a medias y mirando a su alrededor–. Ante mí se agita el Dnieper, y detrás de mí se alzan las montañas.
¿Adónde me has traído, mujer? –Te he sacado en brazos de aquel sótano sofocante y luego cerré la puerta con la llave para que el amo Danilo no te castigue. –¿Y dónde está la llave? –dijo Katerina, mirando su cinturón–. No la veo. –La desanudó tu marido, hija mía, para ir a ver al brujo. –¿Para verlo?… ¡Ay, mujer, estoy perdida! –exclamó Katerina. –Dios nos libre de eso, mi niña. Tú debes permanecer callada, mi niña, nadie sabrá nada. –¿Has oído, Katerina? –exclamó Danilo, acercándose a su mujer. Sus ojos llameaban, mientras el sable, tintineando, se balanceaba en su cinturón. La mujer quedó muerta de espanto–. ¡Él se escapó, el maldito Anticristo! –¿Acaso alguien lo ha dejado huir, amado mío? –dijo ella, temblando. –Seguramente lo dejaron salir, pero fue el diablo. Mira, en su lugar hay un tronco encadenado. ¡Por qué habrá hecho Dios que el diablo no tema las garras cosacas! Si sólo se me cruzara por la cabeza la idea de que alguno de mis muchachos me ha traicionado, y, si llegara a saber… ¡Ah!, no encontraría un castigo digno de su culpa… –¿Y si hubiera sido yo? –dijo involuntariamente Katerina, pero enseguida se calló. –Si tal cosa fuese verdad, no serías mi esposa. Te cosería dentro de una bolsa y te arrojaría al Dnieper. Katerina se sintió desvanecer, le pareció que sus cabellos se separaban de su cabeza. En la taberna del camino fronterizo se juntaron los polacos y hace dos días están de gran juerga. Hay bastante de toda esta chusma. Se habrán juntado probablemente para una incursión; algunos de ellos hasta llevan mosquete. Se oyen sonar las espuelas y tintinear los sables. Los nobles polacos beben, gritan y se vanaglorian de sus extraordinarias hazañas, se burlan de los cristianos ortodoxos, llaman a los ucranianos sus siervos, retuer-
cen con aire digno sus mostachos y se repantigan en los bancos con las cabezas erguidas. Está con ellos el cura polaco, pero ese cura tiene la misma traza de sus compatriotas; ni por su aspecto perece un sacerdote: bebe y festeja como todos y con su impía lengua pronuncia palabras repugnantes. Tampoco los sirvientes se quedan atrás: arremangándose sus rotas casacas como si fueran hombres de bien, juegan a los naipes y pegan con ellos en las narices de los perdedores… Y se llevan mujeres ajenas… ¡Gritos, peleas!… Los señorones parecen poseídos y hacen bromas pesadas: tiran de la barba al judío tabernero y pintan, sobre su frente impura, una cruz; luego disparan contra las mujeres con balas de fogueo y bailan el krakoviak con su inmundo cura. Nunca se vio tal desvergüenza ni siquiera durante las incursiones tártaras: es posible que Dios haya querido, permitiendo estas atrocidades, castigar los pecados de la tierra rusa… Y entre el endemoniado rumor se oye mencionar la chacra del amo Danilo y de su hermosa mujer, allá, en la otra orilla del Dnieper. Para nada bueno se ha juntado esta pandilla. El amo Danilo se halla sentado en su habitación, acodado sobre la mesa. Parece meditar. Desde el banco el ama Katerina canta una canción. –¡Estoy muy triste, querida mía! –dijo el amo Danilo–. Me duele la cabeza, me duele el corazón. Algo me oprime… Se ve que la muerte anda rondando mi alma. «¡Oh, mi amado Danilo! Apoya tu cabeza en mi pecho. ¿Por qué acaricias en tu corazón pensamientos nefastos?», pensó Katerina, pero no se atrevió a decirlo en voz alta. Se sentía culpable y le resultaba imposible recibir caricias de su esposo. –Escucha, querida –dijo Danilo–. No abandones jamás a nuestro hijo cuando yo deje esta vida. Dios no te daría felicidad si lo abandonaras, ni en este mundo ni en el otro. ¡Sufrirán mis huesos al pudrirse en la tierra, pero más, mucho más, sufrirá mi alma! –¿Qué dices, esposo mío? ¿No eras tú quien se burlaba de las débiles mujeres,
tú, que ahora hablas como una de ellas? Aún has de vivir mucho tiempo. –No, Katerina, mi alma presiente su próximo fin. Se vuelve triste la vida en esta tierra; se acercan tiempos aciagos. ¡Ah, cuántos recuerdos! ¡Aquellos años que ya no volverán! Aún vivía Konashevich, gloria y honor de nuestro ejército. Veo pasar ante mis ojos los regimientos cosacos. ¡Aquélla sí fue una época de oro, Katerina! El viejo hetmán montaba en su caballo moro, en sus manos refulgía el bastón, mientras a su alrededor se agitaba la infantería cosaca… ¡Ah, cómo se movía el rojo mar de jinetes de Zaporozhie. El hetmán hablaba y todos quedaban como petrificados. Y el viejo lloraba cuando recordaba nuestras antiguas hazañas, aquellas luchas cuerpo a cuerpo. ¡Ah, Katerina, si supieras cómo peleábamos con los turcos! En mi cabeza conservo una profunda cicatriz. Cuatro balas me han atravesado y ninguna de estas heridas ha terminado de curarse, ¡Cuánto oro arrebatamos entonces! Los cosacos traían sus gorras llenas de piedras preciosas. ¡Y qué caballos, Katerina, si supieras qué caballos apresábamos entonces! No, ya no podré pelear como entonces. Parece que no estoy viejo, mi cuerpo se mantiene ágil; pero la espada cosaca se cae de mis manos, vivo sin hacer nada y yo mismo ya no sé para qué vivo. No hay orden en Ucrania. Los coroneles y los esaúles1 riñen entre sí como los perros; no hay guía que los dirija. Nuestras familias de abolengo adoptaron las costumbres polacas, aprendieron su hipócrita astucia… Vendieron sus almas al aceptar la unia. Los judíos explotan al pobre. ¡Oh tiempos, tiempos pasados! ¿Dónde han quedado mis años juveniles? ¡Anda, muchacho! Tráeme de la bodega un jarro de hidromiel. Beberé por nuestra suerte de antaño, por los tiempos idos. –¿Con qué vamos a convidar a las visitas, mi amo? ¡Por el lado de las llanuras se acercan los polacos! –dijo Stetzko, entrando en la jata –¡Sé muy bien a qué vienen! –exclamó Danilo, levantándose de su asiento–.
¡Ensillen los caballos, mis servidores. ¡Colóquenles sus guarniciones! ¡Todos los sables fuera de las vainas! ¡Ah, y a no olvidarse de la avena de plomo: recibiremos con honra a los visitantes! Los cosacos aún no habían tenido tiempo de montar sus caballos y cargar sus mosquetes cuando los polacos, cuál ocres hojas cayendo de los árboles en otoño, cubrieron totalmente la falda de la montaña. –¡Bueno, bueno! ¡Aquí hay con quién charlar a gusto! –dijo Danilo, mirando a los gordos señores que muy orondos se balanceaban en sus cabalgaduras con arneses de oro–. ¡Por lo que veo nos está esperando una fiesta hermosa! ¡Goza, pues, tu última hora, alma de cosaco! Ha llegado nuestro día: ¡a festejarlo, pues, muchachos! Y comenzó la orgía de las montañas. Comenzó el gran festín: ya se pasean las espadas, vuelan los proyectiles, relinchan los corceles. Los gritos enloquecen la mente, el humo enceguece los ojos. Todo se mezcla; pero el cosaco siente dónde está el amigo y dónde el enemigo. Y cuando estalla una bala, cae del caballo un bravo jinete; cuando silba el sable, una cabeza rueda por tierra murmurando palabras confusas. Pero en medio de la multitud siempre sobresale el rojo tope de un gorro cosaco. Es el amo Danilo: brilla el cinto de oro de su casaca azul, vuela como un torbellino la crin de su caballo moro. Está en todas partes, parece un pájaro. Grita y agita su sable de Damasco y pega golpes a diestra y siniestra... –¡Pega, asesta tus sablazos, cosaco! ¡Date el gusto, diviértete, cosaco! Goza con tu corazón de valiente!, pero no vayas a distraerte con los arneses de oro y las ricas casacas. ¡Pisa con herraduras de tu corcel el oro y las piedras preciosas! ¡Clava tu lanza, cosaco! Goza, goza, pero mira hacia atrás, los impíos polacos están prendiendo fuego a las viviendas y se llevan el asustado ganado. Y el amo Danilo, como un torbellino, vuelve grupas, y ya se ve su gorro con el
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más de GOGOL Por la editorial
tope rojo cerca de las jatas, y mengua la muchedumbre de los enemigos. Varias horas duró la pelea entre cosacos y polacos. El número de éstos era cada vez menor, pero el amo Danilo parecía incansable. Con su larga lanza abatía a los jinetes enemigos, y su bravo caballo picoteaba a los que estaban de pie. Ya queda libre de invasores el patio, ya huyen los polacos, ya los cosacos se abalanzan sobre los enemigos muertos para arrancar sus casacas adornada de oro y los ricos arneses. Y el amo Danilo se disponía a reunir a su gente para iniciar la persecución, cuando… de pronto, se estremeció… Creyó ver al padre de Katerina. Estaba ahí, sobre la loma, apuntánDatos Curiosos dole con un mosquete. Danilo fustigó su Cuando trasladaron sus restos al cecaballo hacia donde se hallaba el otro… menterio de Novodevichy, se dice que –¡Cosaco, estás ideando tu perdición! I su cuerpo yacía boca abajo en el ataúd, Retumba el mosquete y el brujo desagenerando una leyenda de que fue enteparece detrás de la loma. Sólo el fiel Stetrrado vivo. zko ve cómo desaparece la vestidura roja y el extraño gorro. Pero el cosaco vacila, cae a tierra. Ya se lanza el fiel Stetzko, En 1952, los Soviéticos removieron la para ayudar a su amo, tendido en tierra, II Cruz Ortodoxa que yacía en su tumba y lo reemplazaron con un busto de Gocerrados sus claros ojos. Pero ya Danilo gol. ha percibido la presencia de su fiel servidor. ¡Adiós, Stetzko! Dile a Katerina que no abandone a su hijo y no lo abandonen Su casa de Moscú, que actualmente es ustedes, mis fieles servidores –dijo, y lueun museo, mantiene la chimenea en go calló. III dónde Gogol quemó su manuscrito de Ya vuela el alma del cosaco de su cuerla segunda parte de Almas muertas. po, morados están sus labios… Duerme el cosaco y ya nadie podrá despertarlo. Gogol apareció en diversas ocasiones en las estampillas postales, tanto de RuIV sia como de la Unión Soviética, igualmente ha sido representado en estampillas en diversas naciones. El Banco Nacional de Ucrania, emitió
V una moneda conmemoriativa dedicada a Gogol.
leer más allá Rus de Kiev
En el siglo XX, un grupo eslavo oriental, minoritario, no adoptó la identidad étnica ucraniana: se les llama rutenos. En otra definición, ucranianos occidentales que en ciertos casos, pueden también pertenecer a la Iglesia católica rutena o a la Iglesia greco-católica ucraniana, dos Iglesias orientales católicas presentes en la actual Ucrania, en lugar de seguir la fe de la Iglesia ortodoxa. Este grupo étnico habla una lengua eslava, un dialecto conocido como rusino, son reconocidos oficialmente como una minoría étnica por seis países europeos y tienen, tradicionalmente, origen o antepasados de la región este de los Cárpatos. La palabra tiene su origen, aparentemente, en la antigua región de Rus de Kiev, formada en el presente por Ucrania, Bielorrusia, la Rusia europea, una parte del noreste de Eslovaquia y una franja de Polonia oriental. Rus de Kiev es un estado eslavo antiguo que se encontraba bajo el reinado de la dinastía Rúrika. Se extendía desde el mar Báltico hasta el mar Negro y desde el Vístula hasta la península de Tamán por lo que la mayoría de las tribus eslavas orientales se unían. Después de tres gobernantes en el reinado, en el año 980 llegó al poder Vladímir “el Grande”, quien introdujo la cristiandad con su propio bautismo a todos los habitantes de Kiev, siendo este su mayor logro pues la incorporación a la iglesia ortodoxa oriental tuvo grandes consecuencias políticas y culturales. Se deslindaron del latín y los eslavos orientales desarrollaron su propia literatura y bellas artes esencialmente distintas a las de otros países ortodoxos. Se iniciaron en la filosofía griega, la ciencia
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y la historiografía. Con el alfabeto cirílico la literatura rusa escrita empezó a desarrollarse y los libros fueron un medio de propagar la fe y servir en los oficios religiosos. Nikolái Gogol, nació en el seno de una familia de la baja nobleza rutena, en lo que hoy en día es Ucrania, sin embargo, el escritor estuvo profundamente influenciado por las creencias religiosas de su madre por lo que, en 1848, Gogol realizó una peregrinación a Jerusalén. A su regresó decidió abandonar la literatura y se dedicó a la religión cristiana ortodoxa. Días antes de su muerte, quemó lo que llevaba escrito de la segunda parte de Almas muertas, su obra más conocida y considerada por muchos como la primera novela rusa moderna, sobreviviendo sólo algunos fragmentos que actualmente han sido publicados. No podemos llamarle ruteno, sin embargo sus orígenes y su educación temprana influyen de manera significativa en su obra donde reflejaba un ansia de reformar Rusia, algo muy característico de los escritores rusos. A pesar de estar muy cercano a la religión y ser juzgado por algunos críticos por ello, clasificando sus obras como producto del fanatismo religioso, Gogol mezclaba humor con realismo social, elementos fantásticos, y formas de prosa no convencionales. Reflejaba una reforma moral disfrazada con fantasía pues se encontraba en una época de censura política. Su literatura tuvo un gran impacto para las siguientes generaciones y para la segunda mitad del siglo de oro de Rusia en la que otros grandes como Tolstói y Dostoievski hacían una crítica social más evidente en sus obras.
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OTRAS ARTES Teatro y un loco Diario de un loco, forma parte de la serie Historias de San Petersburgo de Nikolai Gogol. En estas historias se cuenta la vida en la ciudad y las dificultades que esto representa para sus personajes: el amor, el trabajo, las relaciones sociales y la presión para encajar en el mundo. De esta serie, Diario de un loco se distingue por su estilo, por la temática y por la fama mundial que tiene también en el mundo del teatro. La obra de Gogol se publicó en 1835, y habla de la vida de un funcionario en la Rusia zarista. Este hombre, Aksenti Ivanovich, vive la vida de cualquier Godínez ruso: la rutina y sentir que su jefe no lo valora y que él merece algo mejor, lo van llevando a enfrentarse a los juegos de su mente, a adentrarse en ellos y al final, a perder la cordura. En México, la adaptación de “Diario de un loco” se ha representado en diversos foros, siendo uno de los más famosos el Teatro Reforma, donde la adaptación dirigida por Alejandro Jodorowsky se presentó durante 25 años con el actor Carlos Ancira en el estelar. La adaptación teatral se maneja en forma de monologo, coincidiendo así con la narración en primera persona que nos presenta Gogol. Para ello es necesario que el actor cuente con la capacidad histriónica para arrastrarnos al mundo de emociones que explotan dentro de alguien que está atrapado en la monotonía del trabajo cotidiano y la frustración ante su realidad. Frustración tan grande, que lo lleva a dejar dicha realidad y crear un mundo que podremos ver solo a través de sus ojos. Hay ocasiones en que lo que nos impi-
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de acercarnos a escritores como Gogol, es la idea de que algo que se escribió hace tantos años y en un lugar tan lejano y diferente, no va a tener nada que ver con nosotros. Diario de un loco es la prueba de que la humanidad es una sola y nuestros demonios se convierten en universales cuando somos capaces de ver más allá de nosotros mismos. Hoy día estamos en un mundo de locos. Todo se trata de vivir más rápido, vernos como nos debemos ver, tener lo que debemos tener y disfrutar lo que debemos disfrutar. En un mundo donde “convivir” es subir a las redes sociales fotos en las que parecemos perritos. Donde los amigos se cuentan en Facebook y las anécdotas en Snapchat, el loco parece ser el hombre moderno y no el personaje de Gogol. Esta historia es una crítica social y tantos años después, parece que los alumnos no aprendemos la lección. Tenemos que repasarla una y otra vez, porque nos parece fácil burlarnos de aquellos que consideramos locos, de los que viven en su propia realidad y no nos damos cuenta de que tal vez, la locura sea permanecer en el mundo que nos impusieron. Este cuento corto, adaptado al teatro, se sigue presentando con éxito constantemente y la misma, se puede disfrutar en las diversas plataformas digitales que ya forman parte de nuestra locura cotidiana. Es una ventana que nos deja con la incógnita de si realmente será tan loco crear una realidad donde podamos ser los reyes de nuestro destino o si la locura tal vez, es permanecer como esclavos de nuestro tiempo.
Una colección de la A a la Z con las obras más reconocidas de la literatura clásica. 27 autores consagrados y cuidadosamente seleccionados para que vivas en cada letra una aventura. Te invitamos a que seas parte de esta colección y te sumerjas en el abecédario más exclusivo uniendo tus letras favoritas y fomentando la lectura y cultura de nuestro país.
FRANCISCO DE QUEVEDO HISTORIA DE LA VIDA DEL BUSCÓN
Hijo de un barbero y una mujer encantadora, o mejor dicho, de un ladrón y una bruja, Pablos decide no seguir el ejemplo de sus padres y se aventura en el constante esfuerzo y la difícil tarea del ascenso social. Tras ingresar al colegio se encuentra con el hijo de un noble, Diego Coronel, al cual debe servir tras ser burla de cada compañero por su procedencia social. Su ahora amo es puesto bajo tutela de un clérigo avaro que los maltrata y por poco los mata de hambre. El padre de Coronel decide separar a su hijo de Pablos mientras que éste, ahora solo, recibe una carta de su tío quien lo invita a visitarlo pues su madre ha sido condenada a la hoguera y su padre a ejecución. Tras decidir ponerse en marcha, Pablos se encuentra con una cantidad de personajes inolvidables, y un simple regreso a casa, se convierte en un cambio de identidad, una buena paliza y un romance fugaz.
HERMAN MELVILLE - BARTLEBY - BENITO CERENO En la oficina de un importante abogado en Nueva York, las tareas aumentan con rapidez y los dos escribientes que laboran allí no son suficientes, por lo que se solicita un empleado nuevo. El puesto es prontamente ocupado por Bartleby, un sujeto extraño que en un principio parece prometedor pues sus habilidades como copista son asombrosas, pero la ilusión se desvanece cuando al pedirle una tarea se niega con un apacible “preferiría no hacerlo”. Una frase que es tan sólo el comienzo de una tortuosa lucha entre el abogado y el singular personaje. Anclado en una isla en la costa de Chile, el barco ballenero norteamericano, Bachelor’s Delight, al mando del capitán Amasa Delano, se encuentra con el San Dominick, una enigmática nave de aspecto fantasmal. El capitán Delano intuye que se encuentran en problemas y decide acercarse para ayudar. El velero, liderado por el capitán español, Benito Cereno, un joven extraño de aspecto enfermizo, guarda un misterio intrigante que poco a poco irá descubriendo, un poco asustado y confundido por la rareza que hay en la atmósfera del barco, el comandante americano.
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escritores Queretanos Ciruelo doméstico
Por Leslie Dolejal Leslie Dolejal nació en el puerto de Tampico, Tamaulipas, México, el domingo 17 de mayo de 1970, en la Beneficencia Española, a las 10:30 de la mañana. Es músico y escritor autodidacta. Tiene escritos los libros Café del funky (año 2006), Ciruelo doméstico (año 2006), entre otros. Llamó la mar desde su verde algarabía. Del tramo de amapolas verdes cosechado por los dioses. En la ribera, como una sola frase silenciosa manaba. Lo vi descalzo porque me sentí descalzo. Era un caballo relinchando entre la espuma. En esa memoria coseché los dones. Trastabillando fuimos cruzando la colina hacia la enorme extensión. Todo era instrumento. La complejidad iba radiante en el pico de los pájaros. Mañana inmensa, galopante, me cubrí de signos. Es probable que la música, sí, la música, se revelara, pues nadie estaba dispuesto para el día. Dentro de todo sublime, hecho arcada entre la sombra fui estimando los sucesos. Nacía el mundo cada día, cada vez más se contemplaba la extensión del pilotaje. Y al surgir de pronto el silencio se rompía, fauna de sueño sin vertientes. Realidad, olfato. La luz cubría de empeño los sentidos porque existir era un pedazo. Afuera se colmaba de sensaciones el misterio. Uno era el filtro del mundo. ¿Qué hacías tú en esas horas? ¿Dónde estabas? Porque extasiado miraba la maravilla redecorar mi rostro. Me sentía confundido con las piedras. Era sólo una especie en el camino. Me recorrí completo de madrugada hasta quedar de pie en este instante.
Soberbio. Hecho a imagen y semejanza de ese todo. El dolor me revivía. Quizás de pronto la sensación se convertía, tomaba sueños, cada cual era sin verse. Mas yo nacía sin rostro acostumbrado al peso del oleaje al golpear contra los flancos. ¿Era esto diferente? El mar desde su verde jerarquía manaba, cubría de viento los sentidos. Como el oscuro ramalaje de los cuerpos tendidos indiferentes en la campiña, cosechando, la hora en esa fragua me vertía. ** ¿Llamarías tú desde esa hora en su sonata de emociones? ¿Llamarías desde el complejo del mar? ¿Llamarías? ¡Llamarías! Llamarías desde tu isla, bajo el secreto, en la rotura, como un penacho de palomas lúgubres quebrando la ensenada. Como un despojo de sucesos, en la inmensidad, como el desmesurado brote de la ola sanguinaria. Los griegos veníamos de la mar. Pero quizás todas las culturas vinieron de la mar. Quizás, en lo más ínfimo del ojo, ese reflejo de la inmensidad lo daba el mar de los ancestros. Bestia brutal que había que cruzar y que a través del tiempo se había vuelto un símbolo. Era un infinito revolcadero donde los absurdos encajaban a lo largo de mi vida. También el sol, también la luna, también
los planetas conocidos eran nuestra inmensidad, los dioses habían muerto. Mi madre hilaba en la rueca el pelambre de las ovejas y mis hermanas platicaban en la escalera entretenidas por lo curioso de unas nubes que tenían el aspecto de unos patos. ** Las ruedas resonaron al dar la vuelta en una esquina y en el camino pude observar que en la oscuridad las estrellas parecen más. Faltaba cruzar unas montañas, tendríamos qué descansar en el trayecto. Decidido a romper con el silencio dije a Néstor que parara pero me indicó que estaba próximo el puerto de Chalkida. Efectivamente, unas luces se miraban ya en el horizonte y la vereda se aclaraba. Creo que durante mucho tiempo vine pensando en sensaciones hasta que la colección de los recuerdos se hizo hermosamente primitiva guardando un sentimiento muy precario. Vivir se resumía en lo hecho al final de nuestra vida y en todo caso esto era lo humano del asunto. Habíamos entrado al caserío, las calles del poblado eran un laberinto en reducidas dimensiones. En medio de la noche no dábamos con el lugar donde parar. Por fin, después de unos intentos, descubrimos un par de lámparas brillando en el aceite y una escalera de mármol franqueada por dos gárgolas. La escalera desprendió unas piedras al transportar el equipaje que el encargado, un individuo jorobado, de cabello castaño, que parecía tocaba la guitarra a nuestro encuentro, transportó con un silencio tan eventual que daban ganas de callarlo. En fin. Nos cuestionó con saña antes de dejarnos en las habitaciones y regresar con el importe. Las paredes de papel tapiz se desprendían húmedas hasta el piso. El colchón era un grupo de resortes oxidados para la noche. Los ladridos de los perros transportaban
el taconeo de gente merodeando por las calles. Y los tapetes del sillón estaban cubiertos por una ligera capa de polvo. Como si el tiempo hubiera tramado para ellos el olvido y al final de todo el desvencijo. Abrí la cortina para encontrarme con un jardín hermoso. Una mujer miraba en el goteo de la fuente su reflejo. ** Me sentía llano cuando miraba la miseria. Por momentos exageraba el don del equilibrio con vagos planes para el futuro donde con mucha seguridad no había futuro. Algunas cosas me parecían tan absurdas que evitaba nombrarlas y las dejaba andando con singular distancia de la vida en un ámbito que ahora temo recordar por placentero. Por ser tan parecido a la total indiferencia que entonces ubicaba como olvido. Por momentos era evidentemente parte de un sueño que me habían creado los vagones fríos y el contraste jubiloso de una patria en medio del mar ubicada por siglos de contienda con los turcos. Mezcla de patriotismo y ufana costumbre los griegos de Troya eran aún soldados. Los veía estallar en medio del campo de batalla. Rociar con sus negras entrañas la tierra. Y la muerte aún se buscaba en mí, como si en esa forma de vivir, de estar siempre en guardia, me hubiera prometido no dejarme nunca. El coche avanzaba entre los macizos de roca volcánica que hay al centro de las islas y las laderas desfilaban por fin hacia mi pueblo donde esperaba encontrar un poco de trabajo y alegría. Biblioteca Digital de Escritores Queretanos Más textos de Leslie Sextante El sol sobre la verga de trinquete
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Recomendaciones Cuando cansado de bregar en el reposo Odiseo miró sus años viejos con la transparencia del recuerdo supo, y solo ahí pudo entender, que su destino era el aire de otras tierras, la sombra oculta del mar entre los framboyanes y la vereda de otros pies calzados en la arena. Supo, aunque a cierta edad nunca es demasiado tarde, que era el momento de partir dejando atrás el viento populoso de Ítaca, las trenzas relucientes de Penélope, la grata compañía de Néstor y Telémaco. Y cobijado por los sueños echó suerte en un batido de ceniza bajo un ancho muro levantado entre los andurriales, y así, al cobrar conciencia, separó los límites y regresó por la vereda en búsqueda de sus amigos, quienes fastidiados miraban la luna pastar sobre los campos de jazmines.
LOS PILARES DE LA TIERRA Ken Follet
El gran maestro de la narrativa de acción y suspenso nos transporta a la edad media, a un fascinante mundo de reyes, damas, caballeros, pugnas feudales, castillos y ciudades amuralladas. El amor y la muerte se entrecruzan vibrantemente en este magistral tapiz cuyo centro es la construcción de una catedral gótica. La historia se inicia con el ahorcamiento público de un inocente y finaliza con la humillación de un rey. Los pilares de la tierra es la obra maestra de Ken Follett y constituye una excepcional evocación de una época de violentas pasiones. Fantástico desde todos los puntos de vista.
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