En el corazón del P. José Kentenich ardió el fuego de un gran amor que fue afirmándose y madurando en las pruebas de la historia y de la vida. Él mismo expresará que “amó a la Iglesia, porque amó a María”; y amó a María porque Dios lo amó a él primero. Este amor se tradujo en un “sí” pronunciado con la vida misma a la misión confiada, a la que se entregó con todas sus fuerzas hasta el final.