ROJO
Arturo
Geografía Sentimental
Arturo Rojo
Geografía Sentimental
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Arturo Rojo . 1936 - 2007
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Lustro es una Fundación cultural que define y ejecuta
taller, cerrado durante once años, para rescatar los
proyectos de excelencia y calidad para contribuir a la
objetos y situaciones olvidados, que daban cuenta de su
consolidación del patrimonio cultural, social y educativo
particular proceso artístico. Todo esto formó parte de
de nuestro país. La misión del programa “Rescate”, es
la primera muestra retrospectiva individual de Rojo en
relevar a nuestros artistas y su obra desde lo local y poner
Chile, a trece años de su muerte, realizada en el Teatro
en valor su legado a nivel nacional. Creemos en ellos.
de Zapallar en enero del 2019.
La publicación de este libro es, entre otras cosas,
Nuestra misión en este proyecto fue rescatar la obra y
el primer testimonio tangible producido en Chile que
valor de Arturo Rojo desde el ámbito local, para proyec-
reconoce el valor patrimonial de la obra de Arturo Rojo,
tarla y visibilizarla, a través de este libro, a nivel nacional.
pintor zapallarino exponente del arte Naif de nuestro
Queremos agradecer especialmente a la Universidad
país, quien ha sido destacado como un representante
Adolfo Ibáñez y su Centro de Estudios del Patrimonio
chileno de este estilo, más allá de nuestras fronteras.
CEPA y, muy particularmente a sus investigadoras
Este libro es el resultado de más de dos años de investigación sobre la vida y obra de este artista
Macarena Roca, Alessandra Caputo y Martina Bortignon. También reconocer a la Ilustre Municipalidad de
local, liderados por Lustro y el Centro de Estudios del
Zapallar y su Fundación Municipal de Cultura, quien nos
Patrimonio de la Universidad Adolfo Ibáñez. Refleja
ha apoyado permanentemente en cumplir con nuestro
más de cuarenta de producción artística de Arturo Rojo
propósito de rescate y puesta en valor de este y otros
quien, sin haber tenido estudios formales, pintó una y
artistas locales, así como destacar nuestra alianza con
otra vez el paisaje de Zapallar, dejando un importante
la Corporación del Patrimonio Cultural que nos permite
registro del paso del tiempo, como así también de la
tender puentes entre el mundo de la cultura y el sector
evolución de la geografía del lugar que es, precisamente,
privado para, a través de alianzas colaborativas, hacer
donde su legado adquiere un valor patrimonial.
realidad proyectos tan relevantes como este.
Uno de los desafíos que debimos enfrentar fue
Finalmente, una especial mención a la familia Rojo
recabar información no escrita ni documentada de
quien nos abrió las puertas de su historia familiar y su
este pintor y pescador local. Para ello, entramos en los
mundo privado, lo que fue clave para poder reconstruir
hogares y recuerdos de quienes lo conocieron. Con ese
su biografía no solo desde lo artístico, sino también su
fin, organizamos encuentros comunitarios y así, a través
estrecha relación sentimental con el pueblo de Zapallar.
de un diálogo íntimo y distendido, logramos reconstruir
Esperamos que este libro sea un aporte a la
y documentar la memoria colectiva sobre este querido y
historia del arte de nuestro país y que, a través de él,
singular personaje de la comuna de Zapallar.
reconozcamos y valoremos nuestro patrimonio artístico
A partir de estas actividades Fundación Lustro logró
y cultural.
elaborar un catastro de sus obras, todas hoy en manos de privados, lo que implicó un levantamiento casa a casa
Elena Díaz-Valdés y Javiera Zañartu
para acceder a ellas. El primer hito fue el ingreso a su
LUSTRO GESTIÓN CULTURAL
Detalle (ver en página 98). Zapallar 1999. Óleo sobre tela. 75 cm x 55 cm. Colección privada Gross Ossa.
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Introducción a la vida de un artista En mayo del 2018, Gabriel Rojo nos abre el taller de pintura de su padre, que se mantuvo cerrado por más de diez años. Desde ese momento, el tiempo hizo lo suyo: pinceles endurecidos, pomos secos, trementinas revenidas y esa intensa humedad con que el cerro fue horadando sus paredes. La ventana, clausurada hace años, aún tenía las huellas aceitadas de la mano de Arturo Rojo. Álbumes fotográficos, decenas de cassettes de tonadas, cumbias y mexicanas…el taller de Arturo estaba tal como el pintor lo dejó: su delantal, las telas sin terminar, la correspondencia sin abrir. Su silla enjuncada, la misma que usaba para sobreposar chombas y paños de limpieza, se encuentra atesorando entre sus patas los últimos zapatos del pintor, esos que se calzaba al terminar el día, cuando las tareas estaban hechas y la guitarra comenzaba a cantar. Sobre la mesa de trabajo, levemente inclinada como un tablero arquitectónico, decenas de cuadernos en los que desfilaban pedidos, recuerdos y agradecimientos de aquí y de por allá. Cómo se nota que ese taller era un refugio, un lugar de creación, pero también un atalaya desde donde el pintor veía el andar cotidiano del pueblo: desde señoras con chofer hasta vecinas con bolsas de feria, absolutamente todo entraba por el obturador pictórico de Rojo.
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Un tesoro en espera de su valor Macarena Roca
El primer sentimiento estético frente a un paisaje, lo recuerdo en Petrarca, quien narra su ascenso en 1136 al Monte Ventoux en Avignon. Para el poeta estar a esa altura fue la absoluta revelación de un paisaje que movilizó en él una emoción no antes experimentada: el placer estético ante la geografía. Kenneth White, poeta francés contemporáneo, utiliza el concepto geopoética como un método de acercamiento a la geografía, un movimiento del pensar integral que lleva al hombre al conocimiento del lugar. La elaboración del paradigma geopoético se sustenta, para White, en la necesidad actual de religar al hombre al espacio del habitar. Este es un campo de convergencias que atiende al encuentro del hombre con la tierra. Archipiélagos, extremos polares, planicies desérticas eran, en otros tiempos, los espacios de lo desconocido. Hoy lo desconocido está en lo que, por generaciones, se ha ido olvidando: lar, terruño, espacio familiar, incluso las modificaciones urbanas y arquitectónicas de la zona habitada a lo largo del tiempo. La pintura de Arturo Rojo atiende a un patrimonio regional que configura su particular proyecto en donde el bordemar y el balneario da cuenta de la experiencia cotidiana e histórica de la observación. Rojo es el sujeto inmerso en la cultura de la provincia, pero con clara conciencia de los gustos estéticos hegemónicos. En la pintura del artista zapallarino encontramos una significante producción de lugar, una simbiosis entre el ambiente natural (geografía), cultural (arquitectura, jardines, Zapallar 1990. Óleo sobre tela. 70 cm x 46 cm.
ordenación urbana), y su producción pictórica. Estamos
Colección privada Roberto Fuenzalida.
ante un pintor constituido por el lugar.
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John Dewey, referente actual de la geocultura mundial,
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transmitida por el pintor nos muestra el Zapallar que
vuelve una y otra vez sobre la significancia de la experien-
conocemos? En la geografía cultural se solapan per-
cia en el sujeto. Nos dice que la relación perceptiva que
cepciones, valorizaciones y actitudes que construyen
existe entre el ser humano y el territorio natural redunda
la cosmovisión territorial siguiendo a la psicogeografía
siempre en una marcación recíproca. Es decir, pintor y
y su simbolismo, por ejemplo, los espacios cerrados
territorio se vinculan y modifican mutuamente. En el caso
y abiertos generan diferentes emociones. El espacio
de Arturo Rojo, la vivencia encarnada del espacio zapalla-
abierto simboliza libertad, promesa de aventura, luz,
rino configura un paisaje artístico que solo responde a él
belleza inalterable y eterna. Los cerrados, encarnan la
ya que su topología artística o invención del lugar, hace
acogedora seguridad del útero, así como privacidad
que la naturaleza se transforme en paisaje. Se crea una
y vida temporal. Las pinturas de Rojo presentan una
descripción íntima de la experiencia vivida donde el lugar,
coextencia entre estos tipos de espacios, un enmarque
debido a su paisaje y sus representaciones, produce
con amplio ángulo, deteniéndose en múltiples detalles
un vínculo amatorio en el ser humano, permitiendo al
inmersos en microespacios que configuran la vista de
hombre observarse y comprenderse a través del espacio
la zona.
que habita. Sobre topofilia, Gastón Bachelard, Yi-Fu-Tuan y otros
Hoy presentamos la culminación de un trabajo iniciado el 2018 que mediante entrevistas a familiares, pinto-
grandes pensadores del espacio geográfico han dicho
res y habitantes de Zapallar, logramos realizar encuen-
que es el lazo afectivo indisociable entre las personas y
tros sociales que finalizaron con un conversatorio y una
el lugar que habitan, incluso cuando ya no viven en él.
exposición retrospectiva de su obra en enero de 2019.
Este concepto experiencial ha tenido cierta detracción
Este documento visual posiciona la producción artís-
por los estudiosos de la geografía física, ya que no es
tica de Arturo Rojo desde ejes discursivos mundiales:
objetivo ni cuantificable; sin embargo, todos somos tes-
geopoética, neoprimitivismo, estética del paisaje. Junto
tigos de cómo el lugar donde vivimos nuestra infancia o
a las investigadoras Martina Bortignon y Alessandra
alguna etapa significativa de nuestras vidas, está teñido
Caputto postulamos estos acercamientos a la obra del
por nuestros sentimientos y recuerdos.
pintor con la proyección de que otros estudiosos del
¿Cuál es la visión que el arte de Arturo Rojo nos entrega sobre Zapallar? ¿Hasta qué punto la topofilia
arte encuentren líneas de reflexión y análisis que incrementen el acervo cultural de la obra de Arturo Rojo.
Zapallar. 1976. Óleo sobre cholguán. 55,5 cm x 40 cm. Colección privada familia Gross Ossa.
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Zapallar 1978. Óleo sobre cholguán. 50 cm x 30 cm. Colección privada Juan Carlos Fabres.
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Zapallar 1977. Óleo sobre cholguán. 59 cm x 39 cm. Colección privada Gracia Aristia.
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Zapallar 1978. Óleo sobre cholguán. 87,5 cm x 49 cm. Colección privada Gardeweg Stuven.
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Rojo y lo naif: una vida y un arte fronterizos Alessandra Caputo
Vistas del mar, botes de pescadores, gaviotas, playas con bañistas, lujosas quintas de veraneo, colinas verdes y viandantes en paseos marítimos, son algunas de las temáticas que encontramos en la obra del artista Arturo Rojo, quien dedicó parte de su multifacética vida a retratar los paisajes de la vida zapallarina. En una primera mirada las pinturas de Rojo son retratos de estilo naif realizados para los dueños de las casas de verano de Zapallar. No obstante, el lenguaje visual utilizado –el estilo, la factura, el formato– así como las temáticas escogidas, en conjunto con la trayectoria biográfica de Rojo, hacen de esta una obra única que refleja una compleja realidad cultural en la que conviven mundos diferentes. Sus obras terminan por descifrar, asimismo, el rol de puente o intermediario que jugaba Arturo Rojo entre estos dos mundos zapallarinos: el de un pueblo costero (de pescadores y balneario) y el del mundo de la metrópoli, cuyos habitantes buscan sosiego del frenesí urbano un par de veces al año en el plácido paisaje veraniego. Arturo Rojo en sí mismo, simboliza en cierta manera un puente entre ciudad y periferia: pescador, jardinero, picapedrero, artista, un hombre de pueblo que por el enclave particular que representa Zapallar trabajó frecuentemente como empleado en las quintas de verano de los santiaguinos, lo que le permitió un contacto directo e íntimo con un ambiente más cosmopolita. Rojo no perteneció como tal a ninguna corriente de Detalle (ver en página 22). Zapallar 1978.
arte moderno o contemporáneo –no formó parte de las
Óleo sobre cholguán. 50 cm x 30 cm.
élites intelectuales ni provenía de formación académi-
Colección privada Juan Carlos Fabres.
ca–ni tampoco fue un artista que retomaba lenguajes
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tradicionales, propios de su región o su entorno cultural.
misma tranquilidad que la pesca: “[La pesca] Es algo que
académico, pero por otro, pertenece al complejo ámbito
lógica visual que logra plasmar el mundo de una manera
Su maestría la encontró ya a una edad madura, desde la
me encanta, y todavía estaría en la mar si no me hubie-
del arte popular –o al menos, los que han sido atribuidos
completamente diferente.
práctica, la propia experiencia, la intuición; desde lo que
ra tenido que decidir por la pintura. Aunque en las dos
a tales espacios–, acercándose así a la naturaleza misma
iba aprendiendo de colegas artistas y de su alrededor.
actividades hay gran tranquilidad; me relajo totalmente”
del arte naif.
ción no-académica (o al menos no de élite), siendo ésta
La trayectoria vital de Rojo, las personas que conoció
(entrevista en De la Vega Prat 1987). La pintura sustituyó
más bien autodidacta e intuitiva y que comienza ya a una
a lo largo de su vida y, sobre todo, su particular sensibili-
de alguna manera la tranquilidad que le confería antes la
Espacios de indeterminación en la obra de Arturo
dad, hicieron que encontrara en la pintura una fuente de
pesca y en dicho sentido, es representativo que confe-
creación donde pudo observar y representar su entorno
sara en la mencionada entrevista cómo había “tenido
desde una óptica muy particular. La pintura no parece
que decidirse” por la pintura; como si hubiese tenido que
haber sido para Rojo una manera más de subsistencia
sacrificar algo tan preciado como la pesca por la necesi-
sino una necesidad vital, una pasión intuitiva que le ser-
dad imperante de plasmar en pintura el mundo que había
vía de catalizador para encontrarse a sí mismo en
estado contemplando desde el mar.
Arturo Rojo solía llamarse a sí mismo “artista naif” y ese mismo término –o su traducción en español, arte “ingenuo”– fue utilizado para referirse a su arte en las exhibiciones que se organizaron del artista en vida. Y es que
edad madura –como el caso de Arturo Rojo, quien comenzaría a incursionar en la pintura ya de mayor (entrado en sus 40 años), como un pasatiempo, una vocación paralela a su profesión original–. Otro elemento característico del artista naif (y que se distingue del artista
Arturo Rojo fue un pintor prácticamente autodidacta, que
primitivista) es que, incluso en el caso de haber nacido
descubrió este arte ayudando a su hijo en sus deberes
en grandes centros urbanos europeos, provienen de una
para la escuela y que luego sus amigos veraneantes de
clase más popular y, aunque existe un contacto con la
ca abandonó el punto de vista marino, ya que situó la
Zapallar, más conocedores del mundo artístico, lo ani-
élite intelectual, mantienen una vida al margen de esta¹.
que parecieran ser relevantes para comprender mejor el
mayoría de sus perspectivas desde el Cerro la Cruz, el
maron a que perfeccionara su técnica y su estilo utilizan-
significado de su pintura: por un lado, fue jardinero –oficio
cual se forma como una suerte de península al extremo
que heredó de su padre– lo que le permitió conocer al
sur de la caleta de Zapallar, que le permitía contemplar
mundo de las familias aristocráticas de Santiago que cons-
lo que sucedía en su pueblo natal como si estuviese en el
tracto, en la medida en que no domina del todo la pro-
como desde lo urbano hasta lo rural o periférico. Mientras
truyeron sus casas de veraneo en Zapallar. Por otro lado,
agua, aunque desde una perspectiva cenital y por tanto
porción de los objetos en el espacio ni tampoco pretende
que artistas como Rousseau representaban un mundo
por medio de la familia de su esposa, comenzó a pescar,
más alta. De esta manera, Rojo se ubica en un espacio
representar de manera naturalista la realidad de las
ajeno al propio y mostraban con mirada exótica un mundo
actividad primordial por la que se funda en un inicio la
siempre contemplativo: lo suficientemente alejado de su
cosas que retrata. Por la inconsistencia o lejanía (volun-
desconocido, Arturo Rojo pintaba su propia realidad, tal
población de este balneario. A través de ambas activida-
realidad y la de los veraneantes del poblado, le permite
taria o involuntaria) de las normas “canónicas” del arte
como sólo él podía hacerlo. El artista “exotizó” su propia
des se conectan las antípodas de la vida zapallarina: por
observar lo que sucede, cual cronista o explorador visual.
figurativo y naturalista, puede entenderse en parte su
mirada, para mostrársela a aquel otro mundo de la ciudad
asociación con el arte naif.
que se asentaba en Zapallar durante las temporadas
el mundo. Hay dos oficios (aparte del de pintor) que ejerció Rojo y
un lado, la vida de los del pueblo pescador, por otro la
Pareciera, de hecho, que en sus pinturas Rojo nun-
Rojo: su obra en el contexto artístico
El artista naif proviene generalmente de una forma-
La obra de Arturo Rojo no sólo se encuentra en un
do materiales más “nobles” como la pintura al óleo. Su estilo es en cierta forma tosco, estilizado y abs-
Entre el arte catalogado como naif encontramos por tanto un amplio abanico de obras y de artistas, que oscilan de lo más académico hasta lo autodidacta y popular, así
vida de jardinero de familias acomodadas y en donde la
espacio limítrofe desde el punto de vista de las temáticas
Ahora bien, el arte naif y –si lo englobamos en un
pintura se convirtió en una suerte de catalizador entre los
que abordaba pictóricamente y desde lo que significa el
ámbito más amplio– también el arte popular, no escon-
esta mirada naif, caracterizada por ser distinta a la de los
dos mundos en los que Rojo convivía.
mismo artista como figura emblemática en la comunidad
den tras de sí solamente estas características: no se
dueños de las casas que retrataba; una mirada que para
La pesca, más allá de lo riesgoso de la actividad en sí y
de Zapallar. También desde el punto de vista artístico su
definen por su “incapacidad” de representar visualmen-
estos dueños es en sí misma exótica, ya que pertenece a
la rudeza del mar, ofrece también un espacio de contem-
obra se ubica en una zona de intermediación, ya que, por
te el mundo de manera naturalista, sino que sus formas
un poblador con el que comparten hábitat durante ciertos
plación. El mismo artista confesó que la pintura le traía la
un lado, asume ciertas características propias de un arte
de representación albergan también toda una compleja
períodos, pero cuyo mundo es muy ajeno al suyo.
de veraneo. En los paisajes de Rojo se puede reconocer
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Zoológico de Santiago. 1995. Óleo sobre tela. 50 cm x 40,5 cm. Colección privada Benjamín Lira.
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Arte naif y arte popular en el
lo hará respondiendo a las exigencias de sus clientes,
contexto latinoamericano
quienes deseaban atesorar con su obra un trozo de la
pintura para Rojo era una vía de expresión genuina de su
neario predilecto de las familias aristócratas de Santia-
Otro elemento característico del arte naif, es que logra
memoria regional.
propia visión de la realidad, así como una suerte de inter-
go. Estas otras casas son grandes, distintas de aquellas
comulgar muy bien con el arte popular latinoamericano,
Un quiasmo entre dos mundos
con el encuentro con las raíces regionales apartadas de las principales corrientes intelectuales y artísticas cosmopolitas. Esto encaja por tanto a la perfección con artistas como Arturo Rojo, quienes representan, no sólo en su arte sino en toda su vida– una insignia de regionalismo y estilo autóctono. Cabe destacar, además, que el principal consumidor de estos regionalismos autóctonos proviene precisamente de la metrópolis, lo cual explica la ideal relación que tuvo Arturo Rojo como intercesor entre su terruño y la capital. Lo cierto es que cuando tratamos de lo popular no podemos separarnos de los contextos geográficos, históri-
Hay dos perspectivas principales que retrata Arturo Rojo en sus paisajes. Por un lado, está observando y creando impresiones de su propio hogar: el mar las gaviotas, las olas, las barcazas de los pescadores, y su propio taller de arte. Por otro lado, retrataba desde una perspectiva cenital y más alejada los paisajes de su terruño, principalmente, la caleta de Zapallar con sus fastuosas casas de veraneantes y sus colinas; o bien, individualmente, realizaba “retratos” de las grandes quintas de Zapallar con sus jardines. La insistente repetición de estos paisajes –sobre todo las perspectivas desde el Cerro la Cruz– hacen de Rojo un
cos y culturales inmediatos en los que nos encontramos
observador casi obsesivo del devenir de su región; plasma
según cada caso de estudio. Arturo Rojo puede califi-
una y otra vez las mismas vistas, aunque con distintos
carse como un artista popular en la medida en que no
matices, como si tuviera que inmortalizar constantemente
pertenece a una élite cultural y cosmopolita que adopta
aquella realidad que con el paso del tiempo va modulán-
lenguajes globalizados. Asimismo, su obra se sitúa como intermediaria entre dos mundos que, si bien conviven en
dose poco a poco. Rojo produjo, además, un interesante repertorio de te-
A partir de su obra podemos darnos cuenta de que la
nacimiento de Rojo, convirtiendo esta caleta en el bal-
cesora entre él, el mundo y las circunstancias que lo ro-
de los oriundos de Zapallar que podemos apreciarlas en
deaban; un ejercicio catártico para resolver sus angustias,
escenas más amplias de la bahía o bien individualmente,
penas, curiosidades, impresiones, pero, sobre todo, para
en aquellas obras dibujadas por encargo de sus dueños o
reafirmar su lugar en Zapallar. La variedad de temáticas
que él las pintó para luego ofrecérselas.
que escoge Rojo para las pinturas que no estaban destina-
Dichas obras mantienen aquel carácter propio, que
das para la venta demuestran la curiosidad del artista por
muestran la perspectiva un tanto distante que tenía
abordar distintas temáticas. La pintura le serviría en este
Arturo Rojo de aquellos parajes y monumentos. Llama la
sentido como un soporte a la memoria, aquella más senti-
atención que muchas de estas perspectivas que ofrece el
mental, así como de momentos, circunstancias y escenas
artista hacia la caleta y las lujosas quintas sean realizadas
de su mundo. Pareciera, pues, que a partir de sus pinturas
desde una perspectiva cenital desde el mar (muchas de
hubiera querido dejar para la posteridad aquellos elemen-
ellas, como ya se destacó anteriormente, se realizaron
tos que dejaban una indeleble impresión en él.
desde el Cerro la Cruz). Pareciera que con estas perspec-
Sin embargo, a pesar de que demostró su capacidad
tivas el artista quisiera mostrarles a los veraneantes cómo
de incursionar en otros temas, el paisaje prevaleció
están siendo observados por él, por un habitante oriundo
como su gran tema principal, lo cual adquiere particular
del pueblo, por un pescador, un jardinero, picapedrero, en
sentido en cuanto arte naif, ya que una de sus caracte-
fin, por aquel otro habitante de Zapallar.
rísticas particulares es mostrar un quiasmo: un punto
Sin embargo, ambos lugares –el mundo de Arturo
de encuentro entre dos mundos o conceptos inversos
Rojo y el mundo del citadino que pasa temporadas en
y distintos. De esta manera, los paisajes realizados por
Zapallar– conviven en un mismo paraje: son hogares que se encuentran en la misma belleza de la sencillez de la
un mismo espacio, forman parte de contextos y dinámi-
mas aislados, como una escena sacra de la pesca de San
Rojo se convierten en esta suerte de puente entre dos
cas culturales muy diferentes.
Pedro, una espléndida imagen de un gallo, una escena
realidades diferentes que conviven sincrónicamente en
región, lejos del caos de la metrópoli. Se trata de un en-
de una feria, la perspectiva del zoológico de Santiago (la
un mismo lugar.
cuentro en un lugar onírico visto desde dos perspectivas
El arte popular encuentra por tanto una íntima relación
En esta parte de su obra, la más conocida, la más
diferentes mas no contrariadas, la del lugareño y la del
como la tumba de su fallecido hijo. Esta parte de su obra
prolífica y la que fue realizada también con fines comer-
santiaguino, como un quiasmo entre dos mundos que,
ya que el paisaje zapallarino se convierte en el principal
refleja un mundo interior e íntimo, ya que muchos de estos
ciales, observamos las vistas y los hogares de aquellos
sin embargo, permanecen claramente delimitados
tema trabajado por este artista, quien lo moldeará, lo re-
cuadros los mantuvo guardados en su taller y otros fueron
otros habitantes de Zapallar, quienes provienen de la
y diferenciados.
estructurará visualmente a su modo y, en algunos casos,
realizados para los miembros cercanos de su familia.
metrópoli y que fueron asentándose en el lugar de
con lo regional y de este modo, la obra de Arturo Rojo no
única vez que hará una pintura tan alejado de su tierra), así
puede ser disociada de ningún modo de su lugar de origen
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Arturo Rojo . 35
Arturo Rojo parece observar ese otro de la metrópoli
–caracterizada por su estilo colorido, rústico e intuiti-
con ardiente curiosidad; está dispuesto a adaptarse a las
vo–demuestra ser todo lo contrario, puesto que logra
nuevas formas de vida que se imponen desde la urbe, a las
observar y representar, haciéndose pasar por desaperci-
modas que traen, adoptando incluso sus mismas formas
bido y sin ser sometido al estricto escrutinio académico,
de expresión artística, más académicas, como la pintura al
a un mundo ajeno al suyo.
óleo. Rojo adopta estos estilos de vida y estas idiosincrasias
A fin de cuentas, el arte naif, al contrario de lo que indica su
haciéndolas sin embargo suyas, convirtiéndolas en algo
nombre, termina ofreciendo un reflejo muy atento y eficaz
nuevo y propio.
de las realidades sociales, de los matices regionales y las
Ahí es donde los veraneantes zapallarinos encuentran
relaciones entre centro-periferia, cultura popular y cultura
quizás el carácter más interesante de sus pinturas: en ver
“alta”. A través de su estilo “cándido”, Rojo termina siendo
cómo ellos mismos han sido observados por los habitantes
un tenaz observador de su realidad, desvelando al obser-
oriundos del pueblo, por aquellos que son propiamente de
vador más perspicaz los matices sociales de su entorno,
la región y que observan el ir y venir de las familias santia-
la modificación del espacio a partir de la intervención de
guinas por temporadas. Rojo retrata por tanto a través de
distintos grupos sociales, las tradiciones propias de los
su estilo y sus temáticas el encuentro entre estos mundos,
lugareños y la influencia cultural que ejerce la llegada de
ese doble reflejo espejismo de quien mira y quien a la vez es
los veraneantes.
mirado por el otro. Podemos también descubrir en las pinturas de las
Arturo Rojo pertenece a una parte de la sociedad que en la historiografía de Zapallar parece haber quedado en el
casas de Zapallar realizadas por Rojo los retratos de los
olvido: la de los del pueblo, quienes, silentes, han ido ob-
espacios de la memoria de quienes las habitaron. Arturo
servando cómo su terruño ha sido modificado con el tiempo
Rojo se sitúa como copartícipe y cómplice de esos espa-
por la llegada de otras personas que convirtieron a Zapallar
cios de la memoria al presentarlos a través de su propio
en un balneario de la clase alta. Las pinturas de Rojo, no sólo
estilo que logra plasmar un sentimiento asociado al lugar
muestran la perspectiva de uno de estos pobladores, sino
donde se encuentra, a su frescura, la simpleza del hogar
que además se convierten en documentos históricos que
veraniego, del pueblo de costa, del mundo de la periferia
retratan el acontecer de los cambios que vive su entorno.
apartado justamente de toda pretensión academicista y de las complejidades de la gran urbe. Finalmente, uno de los elementos más característicos de Rojo, y en general del arte naif, es precisamente el de posicionarse como un espectador “inocente” ante los Zapallar 1984. Óleo sobre cholguán. 34,5 cm x 25 cms. Colección privada Francisca Sutil
sujetos que el observa. Pero con esta aparente inocencia
Notas ¹ Si bien Arturo Rojo siempre mantuvo relaciones con las élites santiaguinas que poblaron Zapallar, quienes incluso lo asesoraban artísticamente, nunca perteneció socialmente a dichas esferas.
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Archivo Raúl Lorca
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Archivo Raúl Lorca
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Sin título. Óleo sobre aglomerado. 21,5 cm x 36 cm. Colección privada Familia Rojo Tapia.
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Zapallar 1979. Óleo sobre cholguán. 40 cm x 30 cm. Colección privada familia Rojo Tapia.
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“Cuando niño Arturo Rojo se enamoró de Zapallar, un amor ingenuo y desinteresado; y conservó ese amor como una joya, nunca perdiendo el sentimiento y la emoción de esa intensa conexión que sintió por primera vez (…) absorbía los paisajes del lugar que amaba, filtraba la esencia (la fuente de su entusiasmo) y la devolvía convertida en belleza pura”. La Rambla, 2018.
Sin título 1980. Óleo sobre cholguán. 54,5 cm x 37,5 cm. Colección Privada Marta Rojo.
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Zapallar 1988. Óleo sobre cholguán. 50 cm x 32,5 cm. Colección privada Claudia Contreras.
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Óleo encontrado en el taller del pintor.
Obra encontrada en el taller del pintor.
Recuerdo de mi hijo Juan 1997. Óleo sobre tela. 23 cm x 34 cm. Colección privada familia Rojo Tapia.
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Zapallar 1976. Óleo sobre tela. 55 cm x 45 cm. Colección privada familia Figueroa Ossandón.
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Zapallar 1975. Óleo sobre cholguán. 51 cm x 35 cm. Colección privada Josefina Servoin.
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Sin título 2003. Óleo sobre tela. 50 cm x 27 cm. Colección privada Marianela Ponce.
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Zapallar 1983. Óleo sobre cholguán. 70 cm x 60 cm. Colección privada familia Casanova Larraín.
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Fachada casa vista poniente
Fachada casa vista oriente
Zapallar 1983. Óleo sobre cholguán. 70 cm x 60 cm. Colección privada Casanova Larraín.
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Sin título. Sin año. Óleo sobre cholguán. 30 cm x 22 cm. Colección privada familia Ringeling Vicuña.
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Sin título. Sin año. Técnica mixta sobre papel. 41 cm x 34 cm. Colección privada familia Gardeweg Stuven.
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El paisaje-lugar en la pintura de Arturo Rojo Martina Bortignon
Lo que salta a la vista en la pintura de Arturo Rojo es su insistencia en representar un lugar específico: la bahía y los alrededores de Zapallar, con sus playas, sus cerros y sus casas, así como las presencias que lo pueblan recurrentemente, como los botes, las gaviotas, los turistas. Dentro del abanico de perspectivas sobre dicho lugar que nos presenta la obra, el ángulo de observación, la luz y el encuadre van cambiando levemente, dando la impresión de que el artista ha moldeado su relación con el paisaje desde una temporalidad cíclica de ires y venires a los puntos de observación predilectos. La serialidad de las obras está parcialmente vinculada a quienes eran los compradores de las pinturas de Rojo: los habitantes de Zapallar y de los turistas o veraneantes de la zona. Para algunos, las vistas del balneario condensarán la atmósfera de un verano; para otros, simbolizarán el reconocerse en la vida del pueblo, como en las pinturas por encargo de las casas de algunos vecinos. Es significativo precisar que este ha sido el primer y principal “puerto de llegada” de las pinturas de este artista autodidacta porque sienta el ámbito de una circulación más bien íntima, apegada a la experiencia del habitar o veranear en un lugar, que se nutre de la interacción directa entre personas y de estas últimas con un entorno específico. La inspiración artística de Rojo, de manera acorde, parece brotar de la contigüidad y familiaridad del artista con un territorio amorosamente delimitado por los recorridos habituales y las rutinas cotidianas. Se visibiliza Detalle (ver en página 71). Cachagua 1986.
así una dinámica basada en vinculaciones afectivas que
Óleo sobre tela. 64,5 cm x 45 cm.
no solamente involucra al paisaje y al artista, sino que se
Colección privada Jorge Vega.
ensancha hasta abrazar a los compradores de las obras
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que en ellas ven reflejada su propia forma de integrarse a los lugares e irradian este sentimiento hacia pintor.
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La caricia (re)creadora
de las olas, la curvatura de los botes, los tejados de las
ritmos de olas o la textura de la playa siendo rediseñada
El filósofo australiano Jeff Malpas comenta que el afama-
casas, equivale a una caricia que confirma y recrea la
por el pedrisco! Pinturas como esta son pruebas de la
do pintor francés Paul Cézanne no se ponía en la posi-
presencia de todas esas cosas en el horizonte cotidia-
sensibilidad estética de Rojo por la dimensión temporal
encuadrar una obra que insiste en el lazo entre un sujeto,
ción de un espectador externo frente al paisaje, sino que
no del lugar, en su significado vital tanto para el sujeto
del lugar, ya que éste se conforma a partir de factores at-
una comunidad y un territorio específicos. No nos parece
se involucraba profundamente en el lugar que pintaba,
como para la comunidad.
mosféricos, pero también de ciclos que difieren respecto
Nos preguntamos desde qué mirada podríamos
satisfactoria la categoría de paisaje en su sentido con-
recogiendo la intensidad transmitida por los sentidos
vencional, ya que esta implica una mirada de espectador
Refiriéndonos a la metáfora marina anteriormente
a los de los seres humanos. Como recuerda el estudioso
y atesorada en la memoria a lo largo de su vida en ese
mencionada, desde la cual proponemos entender a la
David Reason, el paisaje es una composición polirítmica
frente al entorno que termina funcionando más como una
lugar. Junto con la conexión física y existencial del pintor
obra de Rojo, estaríamos aquí en presencia de la ola que
de distintos movimientos temporales, desde el vibrar de
separación que como una unión. Pero, por el contrario,
con su paisaje natal, se hace bastante clara, a los ojos de
avanza hacia la playa o de la marea que sube: el pintor
las hojas en la brisa hasta el lento deslizarse de las placas
si pensamos al paisaje como un “lugar” concreto, vivido
Malpas, la dimensión temporal de un perdurar y reite-
reitera, en su gesto, el cuidado por lo que ama y lo que
tectónicas (1987). Existe entonces una temporalidad
y sentido, además que representado, estaríamos siendo
rarse de ese acoplamiento desde la juventud hacia un
lo funda en su ser, en su sentirse en casa. En algunas
implícita en el paisaje-lugar que el pintor transcribe en sus
más fieles al gesto del pintor zapallarino. Valiéndonos
presente e incluso futuro del artista (2011). La entrada del
pinturas que representan al pueblo de Zapallar, se nota
pinturas, haciéndonos sentir que el lugar es tal porque
de una metáfora relacionada con Zapallar y la costa,
continuamente “tiene lugar”, “acaece” en el tiempo.
pintor al paisaje se produce en un ejercicio constante de
cómo cada piedra del malecón, de los muros a borde
podemos imaginar el acto creativo del pintor como el ir y
acercamiento pictórico al lugar que instala en su memo-
camino y de partes de las casas, es delineada con pintura
venir de la ola del mar o de la marea dentro de un paisa-
Por otro lado, la reiteración de algunas vistas específi-
ria corporal, emocional y creativa una variedad de visio-
blanca sobre fondo gris o negro. Si bien se trata de una
cas de las playas de Zapallar nos hace percibir una tem-
je-lugar. El agua es contenida por la playa y se ajusta a
nes y percepciones, dentro de una rutina de repetición y
simplificación (no parece estar en el interés del pintor
poralidad que habita el sujeto mismo como una burbuja
sus accidentes, pero a la vez moldea su morfología con
reafirmación de la simbiosis del artista con lo visible.
darle identidad fotográfica propia a cada piedra), sí llama
que aflora desde sus memorias más profundas. Quizás es
la atención el efecto de detalle que esto conlleva. No nos
una percepción común a las personas que vuelven a los
refrendar, en la re-presentación –valga realzar en el
parece ajeno a este cuidado el hecho de que Rojo cons-
lugares donde crecieron después de vivir durante años en
prefijo su acepción temporal– de las vistas de Zapallar y
truía muros en Zapallar, de manera que pintarlos con esa
el extranjero, el sentir que, en un paisaje o rincón deter-
sus ires y venires; además, agua y playa se implican la una a la otra, ya que en el enlazarse y desenlazarse de sus abrazos nunca se separan realmente.
De la misma manera, podría afirmarse que Rojo busca
otras playas del sector, una sincronía de sujeto y paisaje
minuciosidad y realce implicaría de alguna manera volver
minado, aparecen las memorias corpóreas y emocionales
dad tal con el paisaje que le permita a él y al público de
que posibilita, en virtud de su misma repetición, un acto
a manipular y colocar las piedras, aunque en pintura. Así,
sumergidas que se habían ido acumulando en la rutina, no
su obra tomar nota sensible y existencial de su situarse
de positivo cuidado del paisaje real.
la obra de Rojo custodiaría en un doble gesto la morfolo-
necesariamente consciente, a lo largo de los años en que
gía de Zapallar, acariciando y de esta manera volviendo
ellos vivieron allí, y se manifiestan con gran intensidad en ese reconocimiento puntual.
La finura de Rojo reside en instalarse en una proximi-
y estar en un lugar. En sus pinturas, tal como la ola o la
Con el término de cuidado nos referimos, como lo manifestaría Martin Heidegger, al gesto de rodear
a reafirmar en su espacialidad y su temporalidad los
mientos complementarios que se repiten: por un lado, el
algo con las manos con ademán protector, lo que trae
elementos y las líneas que lo componen.
acercarse del sujeto al paisaje –su lugar– para recorrerlo
consigo una dimensión táctil (2015). El hecho de que
con el pincel, y el tacto de una caricia protectora y amorosa que se extiende e insiste en el tiempo; por el otro, el
marea que avanza y retrocede, se perciben dos movi-
Especulamos que Rojo, siendo un artista, disponía
Desde luego, la caricia dirigida a las cosas parece
naturalmente de esa capacidad perceptiva sin tener que
Rojo fuera pescador y artesano y antes de dedicarse a
también mantenerse alerta respecto de las variaciones
separarse por largo tiempo de su Zapallar. El antropólogo
la pintura expresara su talento artístico en la creación
en textura, color, luminosidad de los elementos. Una de
Tim Ingold propone la idea de que percibir un paisaje es
aflorar del lugar en tanto entidad autónoma respecto al
de miniaturas de pesebres y otros objetos pequeños, da
las pinturas que retrata botes en la playa da cuenta de
percibir su temporalidad, es habitar un entorno que está
gesto que lo transpondrá a la tela, en el límite esfumado
un énfasis especial al tocar, al moldear con las manos:
los guijarros de distinto grosor en el suelo y de una leve
embebido de pasado; más específicamente, Ingold utiliza
de una atmósfera o tono que engloba tanto el paisaje
en una palabra, a la dimensión manual de la creación. Es
brisa que encrespa la superficie marina. ¡Cuántas veces
la expresión “estar embarazado de pasado”, con implican-
como al artista.
así como el acto de trazar el perfil de los cerros, la línea
el artista habrá observado el mar tomando diferentes
cias que nos parecen particularmente sugerentes. Se trata
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de una concepción temporal acumulativa y germinativa,
la mitad de la hoja está cubierta de firmas del pintor. La
no progresiva y puntiforme (2002).
escritura “Luis Arturo Rojo F.” está repetida dieciocho
En las pinturas hechas con lápiz sobre hoja que repre-
veces con un trazo algo incierto y tembloroso, como si
sentan la playa Las Cujas, por ejemplo, casi no varían el
–debido al grave accidente cerebrovascular que afectó a
punto de vista y la cantidad de elementos incluidos. Lo
Rojo en los últimos años de su vida y lo obligó a tener que
que las diferencia las unas de las otras, más que nada, es
volver a aprender a escribir –, la delineación fatigosa de
la luminosidad de los colores seleccionados y, posible-
las letras se dejara influir no solamente por la dificultad
mente, el tiempo de ejecución, ya que la segunda parece
intrínseca de trazar las letras, sino también por el proce-
realizada más cuidadosamente que la primera. Son, sin
so lento y trabajoso de recuperación de la subjetividad
lugar a dudas, dos momentos distintos pero relaciona-
artística. La individualidad del pintor se va codificando
dos, y no solamente por el sujeto que retratan, sino que
a medida que pinta, la pintura se conforma a medida
por la malla temporal que los reúne. Al visualizarlas en
que el pintor entra al paisaje: sujeto, arte y paisaje están
conjunto, estas pinturas vuelven perceptible la burbuja de tiempo en que se funda la sintonización de Rojo con el paisaje-lugar. La percepción de una temporalidad en el y del paisaje se refleja también en la identidad del pintor. Dijimos que Rojo, como la marea que sube o la ola que se extiende
vinculados en su nacimiento y evolución –recordemos la expresión “embarazado de pasado” de Ingold– por la curvatura temporal que los quiere coexistentes. El emerger del paisaje y la atmósfera En nuestra metáfora del acto creativo de Rojo, el movimiento complementario de la ola o la marea que sube co-
en la playa, busca activamente un contacto perceptivo
rresponde al recogerse del mar. La subjetividad del artista
y de cuidado con el lugar. Su caricia estética refrenda y
se auto-limita para dejar aflorar el paisaje como entidad
reinstala los elementos en el paisaje afectivo. Nos parece
autónoma, en el enigma de su independencia respecto a
que la reiteración temporal que exploramos recién es
la mirada humana. Este proceso, sin embargo, se lleva a
parte de un movimiento que confirma también el rol de la
cabo en la ejecución pictórica misma, donde la presencia
subjetividad de Rojo en su paisaje y su comunidad.
del artista y de su técnica no puede evitarse. Nos parece
No nos referimos solamente a la pintura que tiene por sujeto el taller de Rojo, donde es claro el gesto de querer señalarse como el pintor de Zapallar por antonomasia por
interesante proponer una suerte de paradoja que, a bien mirar, lo es solo aparentemente. El aparecer del paisaje se produciría como el de la línea
medio de una suerte de cameo (cerca del taller aparece
en el registro de los movimientos telúricos por parte de un
una figurita en vestimentas de trabajo señalada con la
sismógrafo analógico: la mano del artista equivaldría a la
escritura “-tata-”, la que se entiende referida al pintor
aguja o punzón y la tela del cuadro sería el tambor rotativo
mismo por el detalle de la dedicatoria a su nieto). Lo que
con papel de tal aparato. El sismógrafo mide los efectos
queremos evidenciar es la presencia del nombre de Artu-
de oscilación en la superficie terrestre provocados por
ro Rojo en un boceto de botes, donde aproximadamente
los movimientos de la corteza terrestre. De esta manera,
Zapallar 1989. Óleo sobre tela. 50 cm x 40,5 cm. Colección privada Paz Llona.
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comprendemos que lo que se mide es un fenómeno de
momento específico sigue siendo exacta incluso desde la
solo a través de la experiencia podemos acercarnos a un
ocupa? ¿Qué vivencias se han desplazado para dar lugar
alguna manera intermedio entre el temblor y el instrumen-
reclusión y la limitación de los movimientos o, quizás, se
entendimiento de tal enigma. A su vez, el gesticular es
a esa conformación urbanística en particular? ¿Cuál es
to; algo que implica las dos cosas, sin asimilarse tampoco
exacerba justamente gracias a eso.
una de las maneras como estamos en el mundo y como
el precio que pagan la población y el ambiente frente a
con ellas. Por medio de esta imagen ejemplificadora, la
Por otro lado, el cielo, el mar, los cerros, captados en la
el mundo habla a través de nosotros (2014). Los colores
las amenazas de privatización de los accesos a cerros,
idea a la que nos referimos es la de atmósfera. El filóso-
variabilidad de atmósferas mutables que se transfieren al
de los cerros y la superficie marina de las pinturas men-
bordes costeros y lagos? En el mismo Zapallar, la sobre-
fo italiano Tonino Griffero define la atmósfera como un
papel con movimientos del pulso distintos, conservan su
cionadas son gesticulaciones por medio de las que el
valoración de los terrenos ha tenido como consecuencia
estado que caracteriza una situación ambiental de manera
enigmática soledad espejada, no revelada al ser humano:
mar y los cerros conversan, utilizando al gesto del pintor
la gentrificación de la zona. La población residente, en
autónoma respecto al ser humano, aunque esté abierto a
en una pintura que retrata dos botes en el mar, la super-
como la aguja de un instrumento de medición ultra-pre-
muchos casos, ha vendido sus casas y se ha mudado a
su percepción y valoración. Una atmósfera puede valerse
ficie dura y reflectante del agua, similar a la del acero, lo
cisa para dar cuentas de las condiciones atmosféricas de
otros pueblos más al interior, desarraigándose (Monte-
de un fenómeno atmosférico como una tormenta inminen-
manifiesta muy bien.
su acontecer.
ro, 2018). Además, como nos comentaba una residente,
¿Quién habita el lugar?
la expansión de la zona edificable sustrae espacio a la
te o un sol radiante, que influyen en cómo se ve el paisaje,
Otro ejemplo interesante es el del color que toman los
pero también en cómo reaccionamos los humanos y cómo
cerros en las pinturas de Rojo. En varios casos, su super-
percibimos el ambiente (2016).
ficie se observa subdividida en áreas de colores distin-
Además del lazo entre pintor, comunidad y lugar, las pinturas de Rojo reflejan la evolución paisajística y
flora y fauna local, verificándose en la actualidad un problema de supervivencia para especies nativas como el zorro o la culebra.
Las pinturas de Rojo realizadas en lápiz de color sobre
tos, sin esfumado entre uno y otro, obteniendo un efecto
papel ejemplifican el rol de mediación de la atmósfera en el
similar al de la pintura sobre vidrio. Esta simplificación no
emerger del paisaje. Cabe señalar que estas obras fueron
corresponde a una exteriorización de colores interiores
realizadas a posteriori del ya mencionado accidente cere-
presentes en el ánimo del artista, sino a una exploración
brovascular que dejó a Rojo sin el uso de una pierna y por
del color puro que se intuye en sectores de la montaña
ende lo limitó en sus movimientos. En consecuencia, las
boscosa dependiendo de la estación y de la variación de
con el poeta italiano Andrea Zanzotto, si estamos en
pinturas a lápiz fueron realizadas en vivo desde una silla
la luz diurna. Nuevamente, el elemento mediador es la
presencia de un “asentamiento floreciente”, a través del
en que lo transportaban a ciertos miradores, o bien, de
atmósfera, con la que el artista se sintoniza y por medio de
cual el hombre se inserta en el lugar y lo complementa,
memoria desde la cama en su pieza. En algunos dibujos el
la que los cerros van emergiendo como figuras autónomas
potenciando y enriqueciendo el territorio (2013). Eso
trazo es homogéneo y horizontal, sugiriendo una atmós-
con coloraciones sorprendentes.
equivale a preguntarse: ¿la belleza estética de un lugar
de la memoria comunitaria acerca de esa contigüidad
está relacionada exclusivamente con su línea arquitec-
fundamental con la tierra que es el estar en el mundo, y,
fera calmada y apacible; en otros el lápiz deja una marca
La recíproca implicación de todos estos elementos,
urbanística de Zapallar: en muchas, se pueden observar las casas de los veraneantes que visitan el balneario durante las vacaciones, así como las casas de los residentes y los espacios públicos. No faltan los autos, los turistas, los perros. Podríamos interrogarnos, junto
Las preguntas que nos dirigen las pinturas de Rojo, debajo del color festivo y jocoso de su estilo naïf y de sus intenciones manifiestas (“Quiero transmitir un mundo bueno y feliz”, afirmaría en alguna ocasión), son de fundamental importancia para entender nuestra forma de conectarnos con los lugares en que vivimos o por los que pasamos, nuestra pertenencia a los paisajes, nuestros procesos de sedimentación y revitalización
más profunda, áspera e irregular. La mano del pintor es
aun cuando es la otredad del paisaje respecto a lo hu-
tónica y paisajística o, más bien, con la expresión visible
por último, la equidad, libertad y conciencia con las que
sensible a la variación de su entonación emocional con la
mano la que prima, queda explicada en el gesto mismo
de las conexiones que se establecen entre el lugar y los
nos movemos en el territorio. Las pinturas de Rojo son
atmósfera –percibida o recordada– y la incide en el papel.
del pintar. Como afirma el filósofo Vilém Flusser, el gesto
habitantes que residen en él? ¿Cómo influye en iden-
un excepcional electrocardiograma del lazo amoroso
En este sentido, estos dibujos podrían ser pensados como
de pintar es un enigma porque involucra en sí la expe-
tidad de un pueblo la fuerte dependencia de la fuente
de un sujeto con su tierra, pero también una radiografía
el registro de una afinación tan intensa del artista con el
riencia, que siempre tiene un resto o exceso de inexpli-
económica del turismo y la presión de las inmobiliarias?
que expone las falencias y los desvíos de un proyecto
objeto de su arte que la captación de la atmósfera en un
cabilidad para la racionalidad y la verbalización, pero
¿Quién habita realmente el lugar? ¿Para qué y cómo lo
comunitario de vivencia en el paisaje-lugar.
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Municipalidad de Zapallar 1975. 102 cm x 41 cm. Colección privada Posta de Zapallar.
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“Rojo (…) nunca se cansó de expresar su amor por Zapallar. No le interesaban otros lugares. Se casó con Zapallar, y pasó a ser parte de su historia. Sus cuadros cuelgan de los muros de las casas que pintaba, su punto de vista pasó a formar parte de todo lo que lo rodeaba, su obra fundiéndose con el patrimonio, la identidad y la belleza de la comuna. Su espíritu habitando para siempre el paisaje de Zapallar. La Rambla, 2018.
Zapallar 1979. Óleo sobre cholguán. 40 cm x 30 cm. Colección privada familia Rojo Tapia.
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Zapallar 1982. Óleo sobre cholguán. 100 cm x 50 cm. Colección privada Eliana Núñez.
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Zapallar 1983. Óleo sobre cholguán. 118,5 cm x 67,5 cm. Colección privada Castaño Alomar.
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“Su primera exposición formal, gestionada por la artista Francisca Sutil, fue en enero de 1976 en la Municipalidad de Zapallar. Para él fue un gran salto. De vender un par de cuadros en la caleta a hacer una exposición oficial, apadrinado por artistas reconocidos, fue como asumirse como pintor frente a la sociedad de manera seria”. La Rambla, 2018.
Cachagua 1985. Óleo sobre tela. 65 cm x 54,5 cm. Colección privada Jorge Vega.
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Zapallar 1987. Óleo sobre tela. 66 cm x 46 cm. Colección privada Pablo Vicuña.
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Cachagua 1986. Óleo sobre tela. 64,5 cm x 45 cm. Colección privada Jorge Vega.
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Zapallar 1980. Óleo sobre tela. 105 cm x 50 cm. Colección privada Leonor Prieto.
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Sobre la construcción simbólica de Zapallar Macarena Roca
Un zapallarino de corazón “Yo copio al pueblo y al paisaje” Arturo Rojo
Arturo Rojo Figueroa (1936-2007), permaneció en Zapallar durante toda su vida. Desde allí se movilizó, en contadas ocasiones, para encuentros, exposiciones o breves entrevistas en la capital. Las invitaciones eran muchas, incluso a conocer y exponer en otros países como Brasil, Argentina, Perú, pero nunca las aceptó. Orgulloso de ellas, como lo muestran las paredes de su taller -repleto de fotografías y recuerdos de prensa-, sentía el reconocimiento de sus pares y amigos. Cursó sus estudios básicos en la Escuela Parroquial de Zapallar hasta sexto grado y se dedicó, desde su juventud, al inmemorial oficio de la pesca. Por años se adentró en su bote a remos, cubrió sus piernas con cuero de oveja y extrajo escurridizos congrios de entre los roqueríos. También trabajó como albañil y picapedrero durante décadas, construyendo muchas de las casas y amurallados del pueblo, y se ocupó de jardinero, arreglando y manteniendo los espacios privados de las casas tradicionales del balneario. Sin embargo, este zapallarino de tercera generación y hombre de oficios artesanales, también fue conocido por sus tonadas, guitarreos, participaciones en peñas y uno que otro malentendido. A Rojo se le recuerda como un hombre versátil, alegre Zapallar 1984. Óleo sobre aglomerado. 33 cm x 25 cm.
y un artesano de tiempo completo. Su pintura, hasta
Colección privada Antonia Desbordes.
ahora nunca reunida en un catálogo y exposición, nos
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revela un patrimonio que requiere de una revisión biobibliográfica y una lectura crítica y sugerente.
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En esta ruta, también lo apoya el pintor Diego Fontecilla Sutil (1936-2003) recordado por sus amigos zapallarinos como el más excepcional y extravagante de
Influjos y reconocimientos
los artistas del balneario. Fontecilla lo ayudó a transi-
Fueron Marjorie Agosin y Graciela Romero quienes dedi-
tar tempranamente de la acuarela al óleo, mostrándole
caron los primeros esfuerzos en la difusión de la obra de
los beneficios y alcances técnicos en la plasmación del
Rojo. Sus artículos en periódicos y revistas de moda nos
objeto. Francisca Sutil, Carlos Aldunate y Benjamín Lira
entregan datos biográficos del pintor, así como las prime-
fueron otros intelectuales y artistas que reconocieron la
ras observaciones impresionistas sobre su obra. Junto
obra de Rojo y lo apoyaron con contactos, observacio-
a ellas, las notas de José María Palacios – crítico de arte
nes técnicas y acceso a materiales.
de la Revista PEC y un comprometido defensor del valor
A través de esta investigación encontramos cartas
artístico de la Generación del 13 o del Centenario - nos
y notas que se cruzan con los cuadros hallados en su
refiere valiosos comentarios sociales sobre el compositor
casa de los artistas José Santos Guerra, Paz Sarrat, y
de esta geografía sentimental.
Beatriz Lawrence. Con estos amigos y compañeros de
El año 1976, Rojo inicia un desplazamiento topológico.
estilo realizó intercambios de obras, gesto que connota
Desde el mar y lontananza, retratando los botes pesca-
una necesidad de pertenencia y explicación del trabajo
dores y el movimiento de las olas y boyas, gira su mirada
pictórico. Una verdadera fraternidad de artistas naïf.
hacia el oriente, deteniéndose en la geografía cultural: playa, calles, veraneantes, residentes, constituyen la
En cada casa una pintura
fascinación que no abandonó durante su producción de
Rojo construyó, a lo largo de treinta años, una nume-
cuarenta años. Ese curioso sentido de la miniatura va
rosa producción pictórica. Algunos cuadros realizados
poblando un universo simbólico de personajes y objetos
sobre tela y bastidor, otros sobre planchas enlucidas de
retratados que dan cuenta de la vida diaria del pueblo y
cholguán. Unos, con materiales de pintura de bajo valor,
la escena veraniega de la zona.
otros – cuando se los regalaban – con óleos alemanes o
Los primeros acercamientos a la pintura fueron motivados por Juan Casanova Vicuña (1894-1976), gran
franceses y delicados pinceles de pelo de camello. Rojo palpita en todo Zapallar. Está en los recuerdos
músico y acertado pintor, como señaló más de una vez
de sus habitantes sin diferenciar clase social u oficios,
el diario El Mercurio. Casanova fue alumno de su padre,
desde la gente del pueblo hasta las familias fundado-
Álvaro Casanova Zenteno, quien fue, a la vez, alumno
ras y tradicionales: todos, de un modo u otro, conocen
de Onofre Jarpa y Thomas Somerscales. Desde esta
el trabajo y obra de Arturo Rojo y tienen en sus casas
escuela, le entregó a Rojo el gusto y la pasión por la
reproducciones de la playa, los cerros y las casas del
pintura, así como la severidad en la realización de los
balneario realizadas por el artista zapallarino.
trabajos. Arturo Rojo lo conoció cuando trabajó como
Sus cuadros, en sus coloridas y diminutas existen-
jardinero de su casa y fue quien vio sus primeros traba-
cias, configuran un singular universo capturado en todas
jos y lo instó a continuar en su camino de aprendizaje.
sus dimensiones. La geografía a escala presente en su
Zapallar 1999. Óleo sobre tela. 40 cm x 30,5 cm. Colección privada familia Gross Ossa.
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Zapallar 1987. Óleo sobre cholguán. 51,5 cm x 25,5 cm. Colección privada familia Ringeling Vicuña.
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producción nos muestra, -en términos tan naïf como
su bolso de cuero al hombro, pañuelo al cuello y gafas
caricaturizados- una apropiación estética de la zona, una
oscuras, dejando atrás suspiros y miradas.
experiencia visual y testimonial de un sujeto que ha sido transformado por el lugar que (lo) habita.
El año 2004, Arturo Rojo sufre un accidente vascular y, desde ese momento, su taller quedó a la espera de su habitante. Ese que por las tardes abría la única
El urbanismo en pincel
ventana de la cabaña, dejando entrar el viento costero y
“Llegaban a su taller y le decían qué vista querían
el sonido del pueblo. Así estaba su taller. Esperándolo.
de la playa o cuáles casas no querían que aparecieran
Con una paleta preparada para terminar la pintura sobre
en el cuadro y siempre les daba en el gusto”
el mesón, con los pinceles empastados y secos, con el
Gabriel Rojo
En el encuentro Memoria colectiva, realizado en septiembre del 2018, muchos zapallarinos – familiares, amigos y vecinos de Arturo Rojo – nos contaron historias sobre los pedidos de obras al pintor, los cuales se sumaban a las pinturas que Rojo hacía a libre voluntad entre Zapallar y Cachagua. Rojo dejó la pesca a mediados de los setenta, dedicándose exclusivamente a la pintura. De un oficio a otro – siempre artesanal, siempre manual – se mantuvo a permanencia en Zapallar, reuniéndose con sus amigos pescadores y viviendo su vida de pueblo. Estos zapallares a pedido, nos exhiben una doble
calendario del año tras de la puerta. Desde el accidente, Arturo quedó en casa, acostado frente al mar, flotando frente a su horizonte. Pero los hábitos permanecían: abría la ventana de la habitación y pintaba a lápiz color. Su hija Marta, recuerda cuando encontró una carpeta en donde había más de veinte dibujos en formato carta realizados por Arturo durante sus últimos años. Esos registros pictóricos nos hablan de un espacio perdido, de un memorial. Así eran las imágenes de Rojo: vistas en altura del pueblo, miradas omniscientes de la playa, encuadres internalizados por años de observación geográfica. Encargos y pedidos especiales fueron parte de la
situación: primero, el objeto representado más solicitado
producción de Rojo donde sus cuadros eran verdaderas
al pintor y, segundo, las acomodaciones clienticias frente
artesanías, modelos particulares de la geografía zonal.
al objeto. Estos son hoy interesantes elementos de análi-
Ciertas vistas, calles y construcciones arquitectónicas
sis sociológico que dan cuenta de la conformación de un
eran las solicitadas, dando cuenta de qué paisaje quería
gusto artístico topológico.
el comprador. Él, con parsimonia y buena voluntad,
Rojo era un hombre austero. Nunca se dio ínfulas ni renombres que solo el tiempo y el peso de la obra puede otorgar. Sin embargo, desarrolló un particular gusto por
acogía los singulares pedidos de las familias zapallarinas configurando paisajes ideales y a medida. Entre los objetos solicitados a Rojo se encuentran
lo estético que muchos notaban: Le interesaba particu-
numerosos trabajos sobre fachadas y frontis de las casas
larmente la gente linda, las telas de moda, los lentes de
tradicionales, lo cual nos habla de una inscripción eco-
Zapallar 1995. Óleo sobre tela. 51 cm x 40 cm.
sol. Se transformó en un personaje sacado del neorrea-
nómica-social de la familia solicitante, de un testimonio
Colección privada familia Figueroa Ossandón.
lismo italiano, montado en su moto por Zapallar, con
de la existencia del apellido en el pueblo y balneario. Las
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Arturo Rojo . 83
viviendas retratadas – artefactos culturales hoy para la
incluso en sus tarjetas de presentación encontradas en
hace preguntarnos si estamos solo ante una mirada naïf.
todo: espacio, tiempo, materialidad y mutualidad, los
sociología - representan como ha estudiado Milani, una
el taller. Todo en Rojo nos habla de la configuración de
Zapallar es, tradicionalmente para los chilenos, un
cuatro elementos esenciales para constituir un paisaje.
inscripción espacial en la geografía cultural, un docu-
un mundo neoprimitivo, sin embargo, este rótulo parece
referente sociocultural en la geografía costera del país
Frente a esta geografía, ¿cuál es el paisaje de Arturo
mento social y estético de las costumbres y formas de
mezquino al momento de reflexionar sobre su iconología
donde año tras año, revistas de moda y sociedad -
Rojo? De Zapallar a Cachagua, sus objetos muestran
vida del siglo XX, un hábito cultural sofisticado cuyos
y composición.
nacionales e internacionales - fotografían a la juventud
estar siempre en tiempos de primavera y verano, en la
orígenes se encuentran en el retrato fotográfico burgués
El arte instintivo ha sido altamente caracterizado a partir
santiaguina en sus cotidianos encuentros, desde los
playa, frente al Teatro, a la salida de misa, en las calles,
del siglo XIX.
de indicadores técnicos. Sin embargo, lo naïf genera,
restaurantes César y Chiringuito como escenografías,
pero siempre bajo el sol del medio día, ese que no oculta
entre académicos y estudiosos, una problemática más
hasta el escarpado y poético sendero hacia su cemente-
nada, que hace invisible lo que se quiere ver. Todos los
moderno y lo tradicional. Primero, por las solicitudes de
de análisis y valor artístico que de gusto y valor estético.
rio, en donde descansan figuras insignes de la aristocra-
habitantes del Zapallar de Rojo muestran una reciproci-
los clientes de no incorporar arquitectura contemporá-
¿Es suficiente decir que Arturo Rojo es un pintor naïf?
cia del siglo. Zapallar es el balneario de la metrópolis y
dad en este tiempo y espacio: lo evidencia las posiciones
nea en las vistas de zapallar en sus pedidos y, segundo,
¿Hasta qué punto esta marca artística nos entrega la
eso Arturo Rojo siempre lo comprendió dando cuenta en
de los cuerpos, los saludos entre ellos a la distancia, las
por la decisión personal de no retratar construccio-
lectura adecuada de su producción pictórica? El arte
su obra de esta geografía central- extendida, como diría
sonrisas en sus diminutos rostros, la comodidad que
nes modernas en sus trabajos, sino solo arquitectura
inocente denota una falsa simplicidad que nos conecta
el sociólogo Pierre Bourdieu. Y es esta visión metropoli-
muestran en sus actividades diarias.
tradicional historicista, en donde se encuentran influjos
con las biografías e historias de sus autores: sujetos sin
tana de la provincia la que nos ratifica que Rojo es un su-
Pocos sabían de la visión monocular del pintor: Arturo
ingleses, franceses e italianos.
formación académica, de orígenes humildes e incluso,
jeto de su tiempo, un sujeto local que retrata la provincia
Rojo perdió su ojo derecho en un accidente de infancia
en ciertos casos, un arte terapéutico.
en su universalización.
y aprendió todos sus oficios con una vista mermada.
En este urbanismo a pincel, existe una tensión entre lo
Sin embargo, hay una introducción de la modernidad en los objetos representados de Rojo que tiene que ver
Sin embargo, las perspectivas de las obras de Rojo no
Un artista no nace, se hace y esta antigua máxima
con la integración social de Zapallar. En su pintura no hay
se condice con la biografía de Rojo. En treinta años de
Sensación de paisaje
evidencian un conflicto en la aprehensión del mundo,
distinciones sociales: sus personajes son parte de un
trabajo pictórico, sin conocimientos técnicos ni experien-
Muchos artistas, filósofos y escritores han crecido frente
y su plano esquemático de la pintura naïf no revela un
único balneario, donde todos viven un momento común.
cia volcada de maestros, Arturo se hizo a sí mismo y, esa
a su mar y herradura, dando cuenta de un mundo sofis-
problema en la proporción, más allá de lo esperable en
En el mundo de Rojo, todos cohabitan, sin distinción, los
falta de instrucción, nos entrega un arte naïf e imagi-
ticado y europeizante desde la llegada de las primeras
una obra imaginista.
espacios geográficos de la provincia.
nista que supera su clasificación iconográfica. Tal vez
familias fundadoras. Los textos Orígenes de Zapallar de
La composición del encuadre en sus obras nos muestra
los aspectos formales de su obra - línea, color, volumen
Andrés Bello, Zapallar, rincones y recuerdos de Edgardo
un marco amplio, el cual abarca una gran porción de pai-
El pintor sui generis
– dan cuenta de esta categoría, pero la semiótica de su
von Schroeders y Josefina Sutil, hasta Los convidados
saje, como la playa de Zapallar, el Cerro La Cruz, Las Cu-
“Cuando sea famoso voy a aparecer en un diario”
mundo representado, genera, sin duda, puentes con la
de piedra de Jorge Edwards, nos permiten reflexio-
jas, Cachagua. Este ángulo de visión abierto nos entrega
narratología, sociología y psicogeografía. Pensar Zapallar
nar sobre cómo la zona ha sido vivida y ficcionalizada
el entorno retratado con un fuerte sentido descriptivo al
Arturo Rojo
y la obra de Rojo es una myse en abime en que realidad y
durante doscientos años. El mar frente a esa hermosa
aparecer en él numerosos objetos pintados: bañistas,
Tempranamente, Rojo se define como pintor naïf. Tal
representación pictórica están atadas, como las antiguas
combinatoria de playa y bosque, muestra una naturaleza
veraneantes, locatarios, caminantes y todos ellos entre
vez sus amigos e impulsores a la tarea de la pintura le
y secretas cajas chinas o muñecas rusas. Zapallar te lleva
acogedora y domeñada, donde los conflictos del mundo
la playa, el bosque, los senderos y las casas. Un paisaje
entregan esta clasificación, la cual resulta bastante
a su pintura y su pintura te devuelve a Zapallar.
parecen quedar muy lejos.El filósofo Theodore Schatzki
atomizado de la vida zapallarina (o del Zapallar que Artu-
precisa y elocuente.
nos dice que un paisaje es siempre una escena visible,
ro Rojo deseaba). La pintura de Rojo describe el ambien-
Esta etiqueta se encuentra en las invitaciones de los
brillante y satinada que llena de vivacidad sus objetos
una conjunción de objetos o individuos en un determina-
te, todos sus objetos o modelos pictóricos son parte del
galeristas, en la publicidad de sus exposiciones, en las
retratados, entregando una curiosa poética en sus traba-
do espacio y tiempo. Por esto, no es solo una experiencia
conjunto que constituye la obra paisajística. En su arte se
cartas de sus amigos, en los artículos de periódicos e
jos. La aparente inocencia y el aspecto caricaturesco nos
visual sino una porción de tierra, un lugar físico, ante
comunica por sobre todo, una sensación de paisaje.
Sus cuadros están bajo el sol del mediodía, una luz
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Sin título. 1991. Óleo sobre tela. 35 cm x 27 cm. Colección privada Pilar Correa.
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Zapallar 1989. Óleo sobre tela. 80 cm x 55,5 cm. Colección privada Elías Sánchez.
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“Arturo Rojo y su obra pictórica son claramente un patrimonio zonal. Hoy, en medio de nuevas propuestas teóricas y revisiones de las estéticas contemporáneas, en un tiempo en que lo multidisciplinario es el eje nutritivo que permite pensar las otrora producciones cercadas por sus áreas, su pintura nos da nuevas luces sobre la modernidad y su proyecto en nuestra identidad regional y nacional”. Macarena Roca
Sin título 1993. Óleo sobre tela. 20 cm x 25 cm. Colección privada Pilar Correa.
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Zapallar 1985. Óleo sobre cholguán. 61 cm x 34,5 cm. Colección privada Marta Rojo.
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Sin título. 1985. Óleo sobre tela. 49,5 cm x 35 cm. Colección privada Pablo Vicuña. (detalle página siguiente)
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Zapallar 2003. Óleo sobre tela. 70 cm x 50 cm. Colección privada Claudia Contreras.
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Zapallar 1999. Óleo sobre tela. 100 cm x 59 cm. Colección privada Patricia Vicuña. (detalle página siguiente)
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Zapallar 1994. Óleo sobre tela. 69 cm x 48 cm. Colección privada Elías Sánchez.
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Zapallar 1999. Óleo sobre tela. 80 cm x 55 cm. Colección privada familia Azócar Schlack.
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Zapallar 1999. Óleo sobre tela. 75 cm x 55 cm. Colección privada familia Gross Ossa.
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Cachagua 2001. Óleo sobre tela 64 cm x 54 cm. Colección privada Maraniela Ponce.
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Cachagua 2004. Óleo sobre tela. 50 cm x 40 cm. Colección privada Catalina García de la Huerta.
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“Yo nunca estudie pintura o alguna cosa relacionada con arte.Tampoco conocí a otros pintores o veía pinturas de otras personas. Yo lo único que sé es que nací pintor, así como nací pescador y jardinero.” Entrevista a Arturo Rojo. La Estrella, 1994.
Zapallar 1997. Óleo sobre tela. 59,5 cm x 49 cm. Colección privada familia Prieto Vicuña.
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Sin título. 2001. Óleo sobre tela. 37 cm x 30 cm. Colección privada Marianela Ponce.
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Zapallar 2003. Óleo sobre tela. 32 cm x 30 cm. Colección privada Claudia Contreras.
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Sin título. Sin año. Lápiz grafito sobre aglomerado 33 cm x 25 cm. Coleccion privada familia Rojo Tapia.
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Sin título 2013. Óleo sobre tela. 49 cm x 39 cm. Colección privada familia Gross Ossa.
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Cachagua 2003. Óleo sobre tela. 32 cm x 30 cm. Colección privada Marianela Ponce.
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Zapallar 1996. Óleo sobre cholguán. 48 cm x 35 cm. Colección privada Lizardo Guajardo.
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Zapallar 2001. Óleo sobre cholguán. 62 cm x 48 cm. Colección privada Gabriel Rojo. (detalle página siguiente)
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Zapallar 2004. Óleo sobre cholguán. 44 cm x 41,5 cm. Colección privada Gabriel Rojo.
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Zapallar 2004. Óleo sobre tela. 120 cm x 90 cm. Colección privada Claudia Contreras.
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Sin título. 2002. Óleo sobre tela. 30 cm x 40 cm. Colección privada Marta Rojo.
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Zapallar 1999. Óleo sobre trupan. 30 cm x 40 cm. Colección privada Claudia Contreras.
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Insistencia de paisaje In-sistere Def et. Valor intensivo de detenerse y clavarse en un lugar.
Arnold Böcklin, pintor del simbolismo suizo, se empeña
Estas dos obras, como muchos otros objetos privados,
durante diez años en recrear e ir alterando en pequeños
fueron entregados a la familia Rojo y, algunos de ellos, faci-
detalles su obra La isla de los muertos (1883). Pintó con
litados para la reconstrucción de su taller en la exposición
pequeñas variaciones escenográficas la misma imagen
Geografía Sentimental (2018). En medio del Teatro de Za-
que insistía en su mente, todas intentando llegar a la que
pallar, rodeado de sus propias obras, la instalación de esta
mejor materializaba esa atmósfera que él imaginaba y
mesada de trabajo con sus lentes, oleos, pinceles y boce-
proyectaba.
tos, terminó de dar forma a la curaduría que María Trinidad
La insistencia de un artista nos habla de búsqueda, de pregunta, pero también de arribo, de hogar. Toda la producción de Rojo es insistencia en el paisaje zapallarino y
Estay realizó con sutileza y dedicación. La experiencia fue testimonial y antropológica. En la reconstrucción de esta narración pictórica, las fa-
de sus alrrededores. Como si quisiera recalcar y fijar en la
milias que nos facilitaron las obras y nos trajeron recuerdos
memoria de otros lo que él observa en la geografía y habi-
y semblanzas, no dejaban de notar la atención que Arturo
tantes del balneario.
Rojo entregaba a las relaciones humanas. Edith Larraín del
Esta reiteración sobre el lugar y la cotidianeidad nos
Campo nos contó que en 1983 le encargó una pintura de la
revela un artista que es amante de su paisaje, de un es-
fachada de su casa. Cuando Arturo la entregó, se encontró
pacio habitado por él, sus amigos, su familia, sus oficios.
la sorpresa que había integrado a su esposo en la obra,
Esto lo pudimos corroborar al entrar en su taller de trabajo
Juan Casanova Vicuña e incluso a su mascota Marfíl, quien
ubicado en el centro del pueblo y de la vida zapallarina.
había muerto mucho antes en la década del ‘60 (pp. 48-9).
Ese taller quedó suspendido – de un momento a otro –
Así era Rojo. Desde su obra naif y su insistencia del paisaje
esperando que Rojo volviera por la tarde, con su termo de
y habitantes, realizaba estos gestos históricos. Incluía ele-
agua caliente, materiales nuevos y encontrados, su cua-
mentos anacrónicos en sus relatos pictóricos, signos solo
derno de anotaciones. Así pasaron meses y años, sin que
conocidos por la familia, por los amigos.
Arturo apareciera. Su accidente cerebrovascular nunca más le permitió retomar sus oficios y su amada libertad. La naturaleza fue ganando territorio. Desvencijó la
Mientras su taller lo esperaba, Arturo continuaba observando el mar de Zapallar desde la altura de su casa. Desde la ventana de su habitación dibujaba y pintaba a
puerta y humedeció los recuerdos y objetos, dejando
lápiz e insistía en sus recuerdos de la playa y en la recupe-
incluso algunos irreconocibles. En ese lugar pausado
ración de su autonomía. Para Raffaele Milani el saber mirar
encontramos obras terminadas y enbaladas, listas para
vincula los ámbitos estético, gnoseológico y moral para
su entrega; como la pintura del gallito rojo dedicada a su
traducirse en una contemplación interior, en una imagen
nieta Carmen Eliana (p.42). Entre esos tesoros, también
que me refleja.
hallamos una obra muy especial: el cuadro que realizó
Arturo Rojo está en su obra con todo su carácter de ha-
para su hijo Juan Rojo, fallecido en 1997 (p.43). Una pintu-
bitante, de hombre de oficios, de hombre de pueblo, y cada
ra sentida y sensible, pero que aún así mantuvo la paleta
obra es una insistencia de felicidad, una insistencia
colorida y el sol en su cenit.
de humanidad.
Detalle (ver en página. 92). Zapallar 2003. Óleo sobre tela. 70 cm x 50 cm. Colección privada Claudia Contreras.
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Sin título. Sin año. Óleo sobre cholguán. 50 cm x 23,5 cm. Colección familia Rojo Tapia.
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Sin titulo. sin año. Óleo sobre aglomerado. 46 cm x 40 cm. Colección privada familia Rojo Tapia.
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Al abrir su taller, después de 11 años de haber estado cerrado, se encuentra este boceto de la playa de Cachagua.
Sin título. sin año. Lápiz grafito sobre aglomerado. 62,5 cm x 40 cm. Colección privada familia Rojo Tapia.
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Notas * Este artículo es un producto del proyecto de investigación Anid Fondecyt Iniciación n. 11170077 titulado “Sentir la tierra. Un estudio comparado de la relación entre ser humano y territorio natural desde una dimensión sensorial y de sentido en obras italianas, chilenas y estadounidenses”, del que soy investigadora responsable. Adicionalmente, se inscribe en las líneas de investigación del Centro de Estudios Americanos de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Créditos ARTISTA Arturo Rojo Figueroa (1936-2007) EDITORA Macarena Roca TEXTOS Macarena Roca Alessandra Caputo Martina Bortignon DISEÑO Y DIRECCIÓN DE ARTE Paola Irazabal – ESTUDIO PI ASISTENTE DE DISEÑO Camila Valencia – ESTUDIO PI FOTÓGRAFOS Tomás Rodriguez: p.p 4, 5, 8, 18-122, 129 José Urcullu: p.p 10 -13, 16, 17 Raúl Lorca: p.p 2, 6, 7, 14, 36, 37, 124, 125 CORRECCIÓN Eugenia Estay IMPRESIÓN Ograma Impresores PUBLICADO POR Elena Díaz-Valdés, Javiera Zañartu – Fundación LUSTRO Gestión Cultural ISBN 978-956-09209-1-1 Registro de Propiedad Intelectual 2021-A-3472 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS Prohibida cualquier forma de reproducción, total o parcial, de este libro y su contenido, en cualquier medio, sin permiso por escrito de la LUSTRO Gestión Cultural. Santiago de Chile, 2021
Detalle (ver en página 115). Zapallar 2004. Óleo sobre tela. 120 cm x 90 cm. Colección privada Claudia Contreras.
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