LIBRO CHS ESPAÑOL

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CLUB HÍPICO DE SANTIAGO 150 AÑOS © 2019, Club Hípico de Santiago RPI: 300.433 ISBN: 978-956-335-496-6 Edición, diseño y producción: Ocho Libros SpA Textos y edición general: Javier Badal Dirección editorial: Gonzalo Badal Dirección de arte y diseño: Carlos Altamirano Diseño: Michel Contreras Corrección de textos: Edison Pérez Fotografías: Gabriel Pérez Mardones Textos adicionales: “El trauma de la renovación”, Roberto Merino “El Club Hípico de Santiago y su arquitectura”, Jaime Pérez de Arce “Miss Therese y los lugares sagrados”, Agustín Squella Archivos fotograficos (páginas): • Museo de Historia Nacional: 4 / 8 / 15 / 17 / 32 / 34 / 35 / 36 / 37 / 38 / 40 41 / 43 / 56a / 57 / 58 / 59a / 80a / 146 • Archivos CHS y CENFoto Universidad Diego Portales: 14 / 16 / 28 / 46 / 48 49 / 50 / 51 / 52 / 53 / 54 / 55 / 56b / 60 / 66 / 68 / 69b / 69c / 74 / 76 / 77 80b / 81 / 126 / 128 / 136 / 164 • Juan Vicente Vergara, Juan Manuel Vergara y Jaime Cortés Piccardo (fotos carreras y caballos): 62 / 70 / 96 / 101 / 129 / 130 / 131 / 134 / 135 138 149 / 150 / 151 / 152 / 162 / 163 / 164 / 165 / 166 / 168 / 169 • Cristián Larraín: 83b / 84 / 86 / 105 / 113 / 132 / 170 / 172 • Julio Cervellino: 114 / 115 (haras Paso Nevado) • WickieCharlie: 59b / 67 • Museo de Bellas Artes: 22 (cuadro de Francisco González) • Familia Cousiño: 27 (imágenes de Isidora Goyenechea de Cousiño y Luis Cousiño, correspondientes al retrato hecho por Joseph-Désiré Court) • Haras Carioca: 139 (foto Ballistic) Impreso por Ograma Impresores, febrero de 2019 Publicación acogida a la Ley de Donaciones Culturales Prohibida su venta / Distribución gratuita


Club Hípico de Santiago

150 años (1869-2019)


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Agradecimientos

Agustín Squella, Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales de Chile, profesor de derecho y filosofía, autor de varias publicaciones, pero en nuestro caso amigo entrañable de la hípica, asistente frecuente al Valparaíso Sporting Club y autor de un hermoso artículo que aparece en este libro.

Los editores agradecen la valiosa colaboración en este libro de: Roberto Allende Urrutia, ex presidente y director honorario del Club Hípico de Santiago, por su apoyo brindado durante todo el proceso editorial que implicó la realización de este libro. Roberto Palumbo Miranda, encargado del Stud Book, quien aportó y cotejó muchos de los datos que contiene el presente texto y contribuyó significativamente en su elaboración; Enrique Yuraszeck Baeza, ex gerente del área hípica del Club Hípico de Santiago, quien entregó valiosa información respecto a la organización de las carreras de caballos en Chile; Jaime Díaz de Valdés Vergara, ex encargado del Stud Book, cuyo conocimiento de los criadores de caballos fina sangre en Chile y de sus principales padrillos y yeguas de cría a lo largo de los años se refleja en la información que en esta materia contiene este libro; Óscar Vargas Iconomos, jefe de Marketing del Club Hípico de Santiago, por la recopilación de fotos de archivo y su diligencia en esta materia; y

Especial reconocimiento a dos personas que no están: Luis E. Soto, periodista en la primera mitad del siglo XX y autor del único libro que existe en Chile acerca de los inicios de la hípica en el país y de la creación del Club Hípico de Santiago, Valparaíso Sporting Club e Hipódromo Chile. Parte de este libro se le debe a él. José Salinas Castillo, el periodista hípico más importante que ha tenido Chile, reconocido mundialmente por sus amplios conocimientos hípicos, autor de varios títulos al respecto, y cuyos libros Historia de El Ensayo y Miradas al turf fueron de vital importancia en la elaboración de los textos referidos a los grandes campeones de la hípica chilena.

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Índice

Presentación 11

El mejor hipódromo para disfrutar de las carreras de caballos

Introducción 13

Miss Therese y los lugares sagrados

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Inicios en Chile de las carreras de caballos a la inglesa

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Las grandes carreras del Club Hípico de Santiago

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El trauma de la renovación

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Grandes campeones

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Primeros años del Club Hípico de Santiago

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Preparadores

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Tierra derecha

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Jinetes

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El Club Hípico de Santiago y su arquitectura

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Caballos

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Presentación Estimados amigos:

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lub Hípico de Santiago es parte de la historia de la ciudad y del país. Desde su fundación en 1869, o desde su primera carrera el 20 de septiembre de 1870; o las múltiples oportunidades en que sus pistas fueron usadas por los próceres de la aviación chilena para que probaran sus modelos; o en la visita de Theodore Roosevelt, o la reina Isabel II de Inglaterra; o el 28 de octubre de 1990 cuando Wolf selló su paso a la historia ganando El Ensayo; o cuando 27 años más tarde Robert Bruce triunfó en el citado clásico y dejó a todos preguntándose cuál de los dos mulatos era el más grande de la historia. En todas estas fechas el Club Hípico ha marcado el ritmo de la historia de Santiago y de Chile. Es por todo esto y mucho más, que esta celebración es especial. Ya que pese a que cumplimos siglo y medio, tenemos la convicción de que quedan muchas páginas que llenar en esta historia. Una historia plagada de memorables jornadas de carreras, emoción, adrenalina y las ganas de seguir desarrollando un deporte arraigado a la idiosincrasia nacional y que ha entregado alegrías, penas y anécdotas, pero que además ha forjado el destino y otorgado el apoyo a cientos de familias y miles de personas a lo largo de los años. Encaramos esta celebración de los 150 años como un hito singular y muy relevante, preparándonos para estar a la altura. Somos los anfitriones del XXXV Longines Gran Premio Latinoamericano, máxima prueba de la hípica continental y que por cuarta vez se disputará en nuestra institución. Para esta ocasión, pero además para entregar a nuestro público el mejor espectáculo de la hípica nacional, hemos invertido y actualizado la tecnología e instalaciones de nuestra sesquicentenaria institución. Así, cambiamos las pantallas de la cancha, con un total de 400 metros cuadrados de LED para entregar más y mejor información; modernizamos el sistema de regadío de la pista, para que la calidad del césped esté a la altura; adquirimos nuevos partidores de última generación, para mejorar la confiabilidad y seguridad de la operación de las jornadas. Además intensificamos la mantención y renovación de nuestras instalaciones y seguimos preservando sus salones, torres, patrimonio e historia. Como Directorio, nos enorgullece enormemente conmemorar las ideas y el espíritu de ese grupo de jóvenes santiaguinos que en 1869 fundaron nuestra institución con la idea de innovar, profesionalizar la actividad y ser un polo de atracción y entretención para la ciudad y el país. Innovación, profesionalismo y entretención siguen siendo nuestro norte que hoy se proyecta en busca de una nueva generación de aficionados. Finalmente es todo un honor y desafío encabezar esta gran fiesta hípica que coincide con los 150 años de Club Hípico de Santiago, un siglo y medio de historia que el presente libro revela en una edición dedicada especialmente a quienes tomarán parte del evento más importante del turf latinoamericano. Marzo 2019

Carlos A. Heller Solari Presidente Club Hípico de Santiago S.A.

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Introducción

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cantidad anual de nacimientos de estos ejemplares que permitiera abastecer al hipódromo del elemento esencial, y que en términos formales se expresó en el objeto de la sociedad, a saber:

i en los inicios del Club Hípico de Santiago (CHS) las crónicas lo señalaron como el lugar de encuentro obligado para un sector de la sociedad, hoy este hipódromo mantiene su calidad de imprescindible, aun cuando las razones para asistir a él radiquen en que sus pistas y todo el entorno arquitectónico y paisajístico que las acogen ofrecen el escenario perfecto para disfrutar de un día de carreras.

Fomentar, por los medios que estén a su alcance, la mejora de las razas caballares del país, formar uno o más campos adecuados para carreras de caballos, la comercialización de caballos de carrera; organizar y realizar exhibiciones, concursos y carreras de caballos, con o sin apuestas; asignar premios a los vencedores de dichas carreras y concursos, y adquirir tipo de reproductores.

El Club Hípico de Santiago fue fundado en 1869 por un grupo de personalidades pertenecientes al sector acomodado de la sociedad chilena de la época, la mayoría jóvenes conocedores y aficionados del turf, varios de ellos educados en Europa. Conocían las falencias operacionales que presentaba la Sociedad Hípica, entidad privada conformada por un grupo de entusiastas hípicos que venía organizando carreras a la inglesa en primavera desde hacía dos años, en Campo de Marte, en un improvisado hipódromo de modestas instalaciones, y que pese a la escasez de recursos de que disponía logró plasmar meetings hípicos que concitaron la admiración de una numerosa concurrencia. Esta asociación, de la cual algunos de los fundadores del CHS habían formado parte, fue la primera en promover y fomentar la actividad hípica en la capital, pero se encontró con serias dificultades para seguir desarrollando sus reuniones de carreras, siendo el principal obstáculo carecer de los recursos y gestión necesaria para adquirir un predio y construir allí un hipódromo.

El hipódromo se emplazó aledaño al actual Parque O’Higgins –Pampilla, Campo de Marte, Parque Cousiño, como se le llamó sucesivamente– y contiguo al barrio República, y a partir de sucesivas compras de terrenos fue extendiéndose hasta las 80 hectáreas que hoy posee, donde se construyó una pista de carrera de cerradas curvas y rectas que no superaban los 360 metros y se emplazaron tribunas al estilo inglés –de madera noble y cristal–, terrazas, jardines y otros recintos propios de la operación hípica como el paddok. Tanto el Parque Cousiño como el Club Hípico de Santiago –levantado en el Callejón de Padura– incidieron en la valorización de los terrenos del sur de la Alameda y generaron, junto a otras edificaciones de la época, una verdadera revolución urbana y arquitectónica de la ciudad.

El CHS se funda entonces con la idea de continuar la tarea emprendida por sus antecesores, pero sobre pilares más sólidos y que permitieran la proyección de la hípica en el tiempo, lo que implicaba, por cierto, la compra de terrenos para construir un hipódromo dotado con los recintos necesarios. La sociedad estableció como objetivo prioritario la importación de potros y yeguas fina sangre de carrera como una forma de ampliar el plantel de estos ejemplares que existía en reducido número en el país; asunto clave, pues si se pretendía impulsar la actividad de manera coherente era necesario contar con caballos pura sangre de carrera en las competencias y, más importante aún, una

El primer hipódromo del país realizó al año siguiente tres reuniones de carreras y en poco tiempo logró sistematizar sus jornadas hípicas en dos temporadas: Otoño, que tenía lugar en abril y mayo, y Primavera, efectuada entre los meses de agosto y octubre, la que congregaba más gente. Los programas no consideraban más de cinco pruebas de diversas distancias y en las que tomaban parte finasangre –importados desde Inglaterra, Francia y Argentina– y caballos mestizos, productos de la cruza de los primeros con yeguas chilenas. Respecto a los jinetes, los había de

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En esta foto de los años cuarenta se aprecia a un gran número de aficionados colmando las tribunas generales y preferenciales del CHS, seguramente con motivo de la disputa de El Ensayo, la máxima prueba del turf nacional.

dos tipos: jóvenes semiprofesionales y gentleman riders, la mayoría de estos últimos propietarios de los caballos que montaban o amigos de sus dueños. Las carreras en el CHS concitaron de inmediato la atención de la alta sociedad santiaguina y transcurrió poco tiempo para que sus tribunas principales fuesen el punto obligado de encuentro entre sus pares, un segmento social que ya manifestaba notorios rasgos de afrancesamiento en sus prácticas y costumbres. Los grupos sociales más populares tampoco quedaron ajenos a la entretención que generaban las carreras en el CHS y comenzaron a acudir con asiduidad a este hipódromo los domingos, en vista de las emocionantes alternativas que ofrecían las pruebas y el distendido ambiente que propiciaba su generoso predio.

cantidad de reuniones hípicas. Se construyeron corrales en el lado oriente que poco a poco fueron copando este sector –hoy presenta sesenta corrales que se extienden paralelamente por la Av. Club Hípico– y la pista de carrera fue progresivamente ampliándose y mejorando sus características hasta ser transformada en una acorde a las exigencias de la hípica mundial. Además del incendio de 1892 que transformó sus tribunas en cenizas, dos grandes hitos marcaron el desarrollo del CHS a inicios del nuevo siglo. El primero fue la promulgación en 1902 de la Ley 1.528 sobre apuestas mutuas que le otorgó a los hipódromos nacionales competencia exclusiva en la venta de apuestas en torno

A finales del siglo XIX y principios del siguiente el CHS siguió implementando avances, incorporando nuevos recintos, ampliando los existentes y ofreciendo mayor

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a las carreras de caballos, facultad sin la cual el CHS no habría podido continuar sus operaciones por mucho tiempo, puesto que la recaudación de los hipódromos por este concepto es el principal factor de ingresos.

modelo el elegante hipódromo parisino de Longchamps, plasmó una obra magnífica de tres cuerpos y seis niveles de altura levantados con hierro, hormigón armado y cristal. Su edificio principal –un hermoso pabellón de amplias tribunas y salones, las primeras abiertas generosamente hacia la cordillera y cubiertas por una soberbia marquesina, y los segundos, elegantemente resueltos con arcos y bóvedas rebajadas de crucería– presentó por el poniente una fachada palaciega, tratada con estucos de excelente calidad que dan forma a molduras, columnas y ornamentaciones varias y donde resaltan las torres y las pérgolas de coronación superior. Inmediatamente antecediéndolo se emplazó un jardín central, hundido, con una fuente iluminada en su centro, trazado simétricamente a la manera barroca.

El segundo fue la construcción, entre 1918 y 1923, del nuevo edificio del CHS. El incendio aludido curiosamente no implicó la suspensión de las jornadas hípicas, que siguieron efectuándose con regularidad, pero las improvisadas instalaciones que fueron levantándose para suplir las consumidas por el voraz fuego lejos estaban de acoger al público con suficiencia, que pese a los inconvenientes continuaba creciendo en la medida que las pruebas disputadas en sus pistas se le hacían cada vez más familiares. Fue entonces que el Directorio del CHS, a través de su presidente Ricardo Lyon Pérez, decide en 1917 invertir en su reconstrucción y para ello encarga al arquitecto Josué Smith Solar su diseño y construcción.

Este magnífico conjunto dio pábulo a que se catalogara el nuevo rostro del CHS como el palacio de la hípica chilena, otorgándole evidentes ventajas escenográficas respecto de

La elección de Smith Solar no pudo ser más feliz, pues el arquitecto, a su modo, aplicando diversos estilos arquitectónicos –en virtud del objetivo que cumpliría cada espacio y recinto y optando por soluciones a medida que la obra avanzaba– y principalmente tomando como

Imagen de 1909 de las tribunas y jardines del CHS, en la primera época del hipódromo, cuando estas eran de madera y diseñadas de acuerdo al estilo inglés.

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Clásico Centenario (1910). El ganador, Altanero II, rodeado por sus propietarios, señores Alberto Vial Infante, quien sería presidente de la institución en el periodo 1925-1927, Roberto Vial S. y Manuel Hurtado V.

otras locaciones que reunían a la elite santiaguina, asunto que se reflejó en las frecuentes y suntuosas recepciones realizadas a conspicuos personajes extranjeros y que tuvieron lugar en sus salones, terrazas y jardines.

presencia del público que observa a menos de dos metros el prodigioso, galano y atlético físico de los competidores. Más al fondo, hacia el poniente, se emplaza un conjunto curvo y armonioso de dieciocho boxes donde los ejemplares son ensillados. Hacia el lado sur se ubican la sala de peso de los jinetes y el camerino donde estos se visten con las chaquetillas correspondientes a los colores de los studs de los caballos que conducirán.

Este espacio, con algunas modificaciones y adelantos tecnológicos propios de estos tiempos, es el que recibe hoy, todos los viernes y lunes por medio y un domingo al mes, al aficionado hípico en extensas jornadas de carreras de diecinueve competencias y en las que toman parte 226 ejemplares como promedio. En este escenario el espectáculo hípico se presenta en forma perfecta y que podríamos resumir en tres instancias: la operación previa a la carrera realizada en el recinto llamado paddock, la salida a la cancha de los ejemplares y el desarrollo de la carrera. Todas ellas tienen la particularidad de fusionar en un todo la belleza del caballo fina sangre de carrera, la elegancia arquitectónica del CHS y su generoso paisajismo.

La segunda exhibición que realizan los competidores es la que hacen frente a las tribunas. Antes de entrar a la pista y montados por sus respectivos jockeys, se dirigen a la vista de los asistentes por un camino de tierra que corre paralelo a las tribunas y la recta de la pista principal, donde lucen sus privilegiados físicos teniendo como telón de fondo el gran macizo cordillerano de los Andes, que en los días primaverales o en invierno, luego que la lluvia haya limpiado los cielos capitalinos, exhibe todos sus atributos y contribuye significativamente a embellecer el desfile de estos ejemplares.

El paddock, al costado sur del jardín hundido y circundado por una reja de hierro en la que el aficionado se apoya para observar atentamente la exhibición de los finasangre antes de ser montados, tiene en su centro un jardín redondo de pasto decorado con flores de intensos colores, área llamada troya, donde jinetes, preparadores y dueños de los finasangre charlan respecto a la estrategia a emplear en la carrera. Ello mientras sus pupilos se pasean por el exterior del jardín tirados por sus respectivos cuidadores y ante la

Como entorno de este paseo el público puede apreciar, rodeando el predio del hipódromo y cubriendo de sombra sus adoquinadas avenidas interiores, frondosos y elevados plátanos orientales, obra del paisajista Guillermo

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Próximo a darse inicio a la carrera, el espectador observará un contingente no menor de apostadores levantarse de sus asientos, dirigirse a las cajas más cercanas y realizar sus últimas apuestas. Al momento de abrirse las puertas del partidor, mirará por la pantalla del televisor – independientemente de donde esté instalado, siempre tendrá un monitor a la vista– a los caballos participantes salir raudamente en pos de alcanzar posiciones de avanzada. Observará a algunos de ellos tomar la línea interior de la pista –pegados a los palos, como se dice– y sacar ventajas en los primeros metros como, asimismo, ejemplares que intentan no perderles pisadas, sometiéndolos a su persecución, sin despegarse de ellos, y otros que se ubican a la expectativa, como si sus jinetes estuvieran pacientemente reservándoles sus energías para que en el momento oportuno la desplieguen en tierra derecha y, especialmente, en los metros decisivos, esos que se encuentran precisamente frente a las tribunas preferenciales. En ese momento los aficionados ya han dejado de ver la carrera por los monitores, pues esta se les impone directamente a sus sentidos: cuatro, cinco, seis o más caballos

Renner, quien emprende en la primera década del siglo pasado una prolífica labor de paisajismo del CHS y cuyo elemento central fue precisamente este árbol. Lo anterior, aprovechando la ampliación del hipódromo tras la adquisición del terreno El Espino en 1906, gestión realizada por el presidente de la época, Julio Subercaseaux. Mientras los ejemplares toman el trayecto que los acerca al sector donde está instalado el partidor, quienes se ubican en las tribunas preferenciales pueden observar el desfile de otro conjunto de finasangre. Llevados por sus cuidadores, transitan por un camino de tierra cubierto de plátanos orientales pertenecientes a la arbolada de la avenida interior norte del CHS. Son los caballos que tomarán parte en la siguiente carrera y que antes de dirigirse al recinto de paddok se muestran al público. Turfman en el Club Hípico de Santiago en la primera década del siglo pasado. La pista era más estrecha y las barandas de madera. Por el interior del óvalo se aprecia un carruaje, frecuente en esa época.

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en encarnizada, plástica y vertiginosa lucha, desprendidos del resto de los rivales, con sus jinetes estirados horizontalmente sobre ellos y exigiéndoles, con movimientos resueltos, enérgicos y a rigor de látigo, el esfuerzo final, en un desenlace que propicia el estruendo de las tribunas –el aliento del apostador a su escogido–, sonido que únicamente se escucha en los hipódromos y sus alrededores y que en los últimos 200 metros se intensifica al máximo y solo se apaga en el instante en que uno de los competidores cruza primero el disco. La carrera más importante del CHS es el Ensayo. Creado en 1873, es el segundo clásico más antiguo del continente luego del Belmont Stakes, prueba G1 destinada a consagrar al mejor ejemplar de tres años y que desde 1926 se corre en distancia de 2.400 metros. Esta prueba, primera etapa de la Triple Corona Nacional y considerada la máxima cita de la hípica chilena, congrega no solo a la afición hípica sino a las familias con sus niños en un día de fiesta, colorido y alegre, en el que las tribunas se repletan al igual que los jardines que rodean el edificio y aquellos que están al interior de la cancha.

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En 2019, este hipódromo, uno de los más antiguos del continente, cumple 150 años de existencia y hoy mantiene su noble presencia que lo distingue como lugar patrimonial. En 2002 fue declarado Zona Típica (Decreto 523) en consideración a que junto a su vecino, el Parque O’Higgins, “[…] constituye un interesante conjunto arquitectónico urbano paisajístico que caracterizó a la sociedad chilena en el desarrollo urbano y la arquitectura de la sociedad de Santiago a comienzo del siglo XX”. Este decreto también le estableció la categoría de Monumento Histórico, en virtud de que “[…] es el primer edificio del destacado arquitecto Josué Smith Solar […] siendo reconocido desde siempre, como una gran obra arquitectónica, que logra conformar una unidad de imagen y de diseño paisajístico, junto a otros edificios del sector y algunos de ellos declarados Monumento Histórico, como lo son la ex Escuela Militar y los Arsenales de Guerra”. Posteriormente, el 2008, el Club Hípico de Santiago recibiría el reconocimiento de una comisión de expertos que le otorgaría el Premio Obra Bicentenario. Hoy sigue siendo un lugar imprescindible de visitar y, sin duda, uno de los hipódromos más hermosos del mundo para disfrutar de las carreras de caballos.

Vista panorámica del CHS con todos los elementos que lo caracterizan: la cordillera de los Andes como horizonte, los árboles al fondo, los caballos disputando los últimos metros de una carrera y un numeroso público observando el hermoso espectáculo.

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Inicios en Chile de las carreras de caballos a la inglesa

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a prevalencia del pensamiento liberal en Chile se manifiesta a partir de la década del sesenta del siglo XIX, época que marca una sucesión de gobiernos liberales que tienden a romper con el conservadurismo que aún imperaba en la sociedad chilena y cuyas instituciones no se condecían con el auge de la economía chilena, principalmente por el desarrollo de la minería, el comercio y la banca, y la necesidad de insertar el país dentro de un capitalismo moderno, propio de los países más desarrollados de Europa y cuyo paradigma lo constituía Inglaterra. Esta visión no solo se reflejó en el ámbito político a través de las reformas constitucionales –encaminadas, entre otras cosas, a reforzar el parlamentarismo en desmedro del régimen presidencial y velar por las garantías individuales, como el derecho de reunión y asociación y la libertad de enseñanza y culto–, sino en todas las esferas, principalmente en el aspecto social, cultural y urbano. Más allá de las vicisitudes de esta visión modernizadora y su real alcance en la política, economía y la sociedad chilena,1 lo cierto es que esta se expresó casi exclusivamente en las dos principales ciudades del país, Valparaíso y Santiago, y en la capital a partir de una verdadera revolución urbana que, por un lado, inició su expansión desde el centro hacia la periferia con la apertura de calles y avenidas que fueron atravesando los terrenos agrícolas emplazados al oriente y el sur y, por otro, cambió gran parte de su rostro provinciano con la creación de obras públicas tendientes a “civilizar” y embellecer el espacio público –entre las principales, el Parque Cousiño, los cerros

Aun cuando la Sociedad Hípica fue la primera en organizar carreras a la inglesa en la capital en el segundo lustro de la década del sesenta del siglo XIX, lo cierto es que estas tuvieron su inicio en Valparaíso, en Placilla, en 1864, cuando un grupo de aficionados ingleses del turf, reunidos en torno a una sociedad llamada Valparaíso Spring Meeting, comenzó a realizar allí las primeras carreras de las que existen registros en Chile. En la foto, cuadro de Juan Francisco González y precisamente de una carrera en Placilla.

1 Al respecto hay visiones encontradas, para muchos el pensamiento liberal hegemónico no generó a nivel de la cultura cotidiana de la elite oligárquica, salvo en casos puntuales, una visión que se tradujera en progreso y modernidad, sino más bien se expresaría en signos exteriores de refinamiento, lujo y comodidades, y que la presencia, especialmente inglesa en el país, en la vida social se habría de constituir en un espejo.

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Santa Lucía y San Cristóbal, la Quinta Normal y el Teatro Municipal– y la edificación de lujosas casonas diseñadas de acuerdo a patrones europeos.

al entretenimiento y bienestar físico y espiritual, fue el deporte: varias de las principales disciplinas deportivas del país –tenis, box, atletismo, entre otras– tienen su raíz a finales del siglo XIX gracias a la fundación de clubes ingleses formados para que su comunidad las practicaran a diario y que en pocos años fueron también incorporadas por la sociedad chilena.

Desde la perspectiva del sector acomodado, esta visión liberal se trasuntó también en cambios en el modo de vida, en prácticas sociales y culturales que tuvieron como espejo aquellas latamente arraigadas en la alta burguesía europea, principalmente de Francia e Inglaterra, este último con una importante comunidad de ciudadanos en Chile, la mayoría comerciantes y representantes de casas comerciales británicas.2 Una de estas prácticas, asociada

Sin embargo, dentro de los pasatiempos relacionados con la actividad deportiva, las carreras de caballos

inglesas– y que se instalaron en los principales puertos del país y rápidamente tomaron el control del comercio exterior y las áreas más dinámicas de la economía. Surgió así una próspera comunidad británica en el puerto de Valparaíso, en el norte salitrero y en Magallanes. Otros grupos se instalaron en Santiago y Concepción. Según datos censales en 1854, había dos mil británicos en Chile y más de diez mil al comenzar el siglo XX.

2 A inicios del siglo XIX, con el surgimiento de la República y el establecimiento del libre comercio, llegó a Chile un número importante de viajeros ingleses, unos pocos atraídos por asuntos científicos o afanes aventureros, y la mayoría por intereses económicos –comerciantes y representantes de casas de comercio

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Primer Directorio del Club Hípico de Santiago (1869). De izquierda a derecha: Emilio Larraín Urriola, Nicolás Barros Luco, Lisímaco Jaraquemada, Francisco Baeza Sotomayor (presidente), Domingo de Toro Herrera (secretario), Victorino Garrido Falcón, José Luis Larraín y José Agustín Salas.

tuvieron un lugar destacado y más significativo que cualquier otro, especialmente porque se conjugaron dos factores: la antiquísima afición de los ingleses por el turf3 y el gusto de algunos hacendados chilenos por el

3 Las carreras de caballos existen desde tiempos inmemoriales, pero las competencias organizadas como las que conocemos hoy fueron iniciadas por los británicos y por esta razón se les llama “carreras a la inglesa”. Ya a fines del siglo XI llegaron a Inglaterra potros árabes, cuya velocidad y resistencia eran muy superiores respecto de los pesados ejemplares germanos o romanos, la base de la caballería de Occidente. Poco a poco fue cundiendo entre los nobles la afición por las competencias hípicas, que en un principio consistían en “cross countries” de largos recorridos y en las que los propios reyes tomaban parte, de ahí su denominación “deporte de reyes”. El pueblo acudía en gran número a disfrutar del espectáculo que se desarrollaba a campo abierto, sobre el pasto (turf, en inglés) y las competencias comenzaron a ser cada vez más numerosas. Ello motivó que reyes, príncipes y nobles formaran sus propias caballerizas e iniciaran el arte de la crianza y entrenamiento del animal, en virtud de superar a sus adversarios. Muchos fueron los buenos reproductores adquiridos por los británicos, pero tres de ellos han sido inmortalizados gracias a sus descendientes: Godolphin Arabian, antepasado directo de Matchem; Byerley Turk, que lo fue

caballo y su conocimiento respecto de las competencias hípicas existentes en torno a este animal. Varios jóvenes entusiastas de la actividad hípica comenzaron, en el segundo lustro de la década del sesenta, a organizar carreras de caballos y con tal objeto crearon, en 1867, lo que se llamaría Sociedad Hípica, entidad que además de

del magnífico Herod, y Darley Arabian, que fue el antepasado del invicto Eclipse. Matchem (1748), Herod (1758) y Eclipse (1764) no solamente fueron los mejores en sus respectivas épocas, sino también notables reproductores y se constituyeron en los patriarcas fundadores del caballo fina sangre de carrera ( José Salinas Castillo. Miradas al turf. Noviembre, 1984).

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Si alguien preguntara cuál ha sido el sitio de mayor importancia para Santiago, es posible que obtuviera por respuesta el Parque Cousiño. […] En el “Parque Cousiño” de hoy, “El Campo Marte” de ayer y “La Pampa” de antes, aun la novedad suele decaer, mas siempre hay quienes le dan prestigio con su presencia multiforme y contrastada. La Pampa fue y es –ahora un poco menos– el campo emocional de Santiago. En ella florecían los juegos populares, de los cuales muchos se han cobijado en el folklore, dejando una presencia de añoranza para los viejos y de avidez para los jóvenes. Allí iban, como al Huelén, los perezosos del estudio y los precoces del amor, los que buscaban un descanso, o los que nada podían hacer con sus brazos, que nadie quería utilizar. A ese Campo de Marte acudía el Santiago suntuoso y señorial, a pasearse en sus leves carruajes o en sus hermosos caballos de raza; brotaban como versos eternos las palabras de seducción y las miradas definitivas, y en los árboles, las flores y las rutas quedaban marcadas las sonrisas del anhelo que nunca deja de crecer. Antes de esta etapa asistían domingo a domingo los Guardias Cívicos, a ejercitarse en el manejo de las armas y en el juego de la guerra. […] ¡Y las fiestas septembrinas, con sus banderas agitándose como flores, y las músicas de los bronces, y los tambores animadores de los desfiles vivían en placer y en Patria.

Más allá de ser el primer presidente honorario del CHS y fundar junto a su esposa, Isidora Goyenechea, el haras Macul, uno de los primeros en el país, Luis Cousiño fue un ‘hombre de mundo’, culto y gran emprendedor. Entre sus muchos emprendimientos, transformó en un gran y hermoso pulmón verde el parque que llevó su nombre, desarrolló el sector vitivinícola, incentivó la cría del salmón en Valdivia como, asimismo, la industria de la seda en el país.

Allí los Presidentes y Ministros, los grandes hombres de una época grande, y el Cuerpo Diplomático, y todo lo suntuoso, todo estaba en el Parque Cousiño […] El parque se colmaba de ruidos y de redes de mirada, de cantos y quimeras, discordancias y remansos, mientras las cantoras hacían cabalgar sobre las cuerdas tensas de sus guitarras a las tonadas y cuecas inacabables en esa feria de amores, bizarría y raza. Allí el hacendado, sobre su caballo brioso, y por brioso, regalón, nielado en plata, con sus mantas isleñas –de Isla de Maipo– tan finas como los suspiros de las tejedoras enamoradas. Y en ese Parque Cousiño, donde nació en Santiago el fútbol y el atletismo, y se dio la vida arborescente, también nacieron las “carreras a la inglesa”.

difundir en la sociedad capitalina las carreras a la inglesa tuvo como fin fomentar y mejorar la raza caballar chilena. El lugar escogido para desarrollar las carreras no pudo ser otro que Campo de Marte, que el escritor Antonio Acevedo Hernández, ya entrado el nuevo siglo, retrata así en la revista Nueva Zig-Zag:

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Caballerizas del criadero Hacienda Macul, construidas en 1883 por iniciativa de Isidora Goyenechea de Cousiño. Este criadero de productos finasangre, fundado en 1867 por Luis Cousiño y su esposa, fue junto a los de José Ramón Echeverría, Vicente Subercaseaux, Arturo de Toro Herrera y Calixto Ovalle, el primero en Chile. Tuvo como máximo representante al ilustre Fanfarrón, el potro más importante de la hípica chilena en el siglo XIX, traído a Chile desde Inglaterra en 1865 por Luis Cousiño, y contó, entre otras yeguas de cría importadas desde Francia, con Promenade, Moonlight, Baby, Lady Grant, Elizabeth Tilton y Tilly Watson. En rigor Isidora Goyenechea fue la pionera en Chile de la crianza de caballos fina sangre de carrera, dado que su marido Luis Cousiño murió muy joven y en ella recayó la dirección de Macul, uno de los criaderos que en mayor escala contribuyó a proporcionar elementos para las pistas.

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instalaron unas tribunas de madera, destinadas a los socios y sus familias, circundadas por una cadena de fierro para impedir el acceso a gente venida en carruaje y a caballo que no había pagado la entrada. La primera reunión de carreras –20 de septiembre de 1867– concitó un gran interés en la sociedad santiaguina que desbordó las instalaciones del improvisado hipódromo. La jornada contó con la asistencia de altas autoridades, distinguidas personalidades y de un público entusiasta que hicieron de esta una verdadera fiesta social. En la única prueba que se desarrolló participaron seis ejemplares que debieron recorrer una distancia de 1.750 metros, es decir, dos vueltas a la pista. Las incidencias a que dio lugar la reunión las describe un cronista de la época en estos términos: Isidora Goyenechea de Cousiño

Por millares se contaban los espectadores que concurrieron al Campo de Marte a presenciar las carreras. El hipódromo estaba perfectamente arreglado y de cada uno de sus postes pendía un gallardete con los colores nacionales. El anfiteatro fue ocupado por los miembros de la Sociedad Hípica y por muchas personas respetables, a quienes se había distribuido boletos. A las cuatro de la tarde se dio a los jinetes la señal de partida. Los caballos que corrían, eran seis: Telégrafo, Relámpago, Timón, Duende, Chispa y Gladiador. Partieron como una exhalación, siendo muy difícil por mucho tiempo, ver cuál sería el vencedor, pues, tan luego era dejado atrás el que iba adelante, como ganaba terreno, sobre los anteriores el que marchaba atrás. Estas expectativas tuvieron suspensos a los espectadores hasta el fin de la carrera. En medio de los estruendosos aplausos del inmenso concurso, se adjudicaron a los vencedores los premios ofrecidos.

Luis Cousiño

Fanfarrón

Efectivamente, el 20 de septiembre de 1866 se realiza en la Pampa la primera carrera a la inglesa en Santiago, en la que participaron ocho ejemplares sobre una distancia de la que no hay información y que, según el diario El Ferrocarril, fue ganada por El Valiente, caballo colorado de propiedad de Nicolás Luco. La Sociedad Hípica se formó al año siguiente a iniciativa de los señores Enrique Cood y Carlos de Monery, quienes tenían un amplio conocimiento del turf inglés y francés y que junto a otros aficionados santiaguinos, entre ellos Juan Agustín Alcalde, Vicente Subercaseaux y Estanislao Izquierdo, iniciaron las actividades correspondientes para emplazar en Campo de Marte un modesto hipódromo. Este consistió en una pista en forma de ocho, extendida de oriente a poniente, en una distancia de 875 metros, sin palizada, y cuyo recorrido fue señalado por un simple cordel. A un costado de la pista se

…Ha sido bien satisfactorio el éxito de las carreras y notamos, con gusto, que va despertándose en nuestra sociedad la afición por estos espectáculos, que hacen la delicia de los ingleses. Esperamos que los jóvenes de la Sociedad Hípica, que han tomado a su cargo la tarea de popularizar las carreras, no desmayen en su entusiasmo, ya que han logrado el arreglo de un buen hipódromo y obtenido un resultado bien satisfactorio, atrayendo numerosa concurrencia a las carreras. Estos espectáculos son dignos de todo pueblo culto y sería de desear se generalizaran más.

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La clásica partida a inicios del siglo XX: los ejemplares detrás de la huincha, sencillo procedimiento y que el CHS reemplazaría en la década del sesenta con la adquisición de un partidor profesional.

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Al día subsiguiente, la Sociedad Hípica volvería a organizar una carrera que al igual que para la inauguración atrajo al Campo de Marte una numerosa concurrencia, incluidos el ministro del Interior, el encargado de negocios de Inglaterra y el ministro plenipotenciario de Brasil. En los cuatro años siguientes seguirían desarrollándose reuniones de carreras durante la primavera y con más de una competencia de por medio, pruebas que atraían cada vez más público y se desenvolvían en un ambiente alegre, donde también se cruzaban apuestas.

primeros, sería Glotón, de Jorge Garland, lo que constituyó un duro golpe en el orgullo de los santiaguinos, quienes además habían caído derrotados por sus pares viñamarinos en la anterior competencia, el Gran Premio 500 pesos, también ganado por un caballo procedente del puerto. Sin embargo, no fue la capital la que acogió por primera vez las carreras a la inglesa, pues tres años antes de la fundación de la Sociedad Hípica y dos con anterioridad a la primera prueba realizada en el Campo de Marte, el 8 de septiembre de 1864, en Placilla, Valparaíso, un grupo de turfman ingleses organizó un meeting hípico que contempló dos pruebas, que daría paso, al año siguiente, a la creación de una sociedad llamada Valparaíso Spring Meeting, cuyos directores fueron los señores Morris, Rapp, Muir y Atkins. Esta asociación hípica se mantuvo por más de un decenio y organizó regularmente, en primavera, jornadas de carreras en Placilla que generaron gran entusiasmo en la población, como señala El Mercurio en la víspera de la reunión efectuada el 6 de octubre de 1866:

La más destacada, sin duda, ocurrió el 10 de octubre de 1869, en una jornada lluviosa y no exenta de incidentes como la caída de las tribunas debido al fuerte viento que botó uno de los pilares que la sostenían. Ese día se corrieron cuatro carreras, la principal denominada La Copa –donada por las señoras santiaguinas–, que reunió caballos de la capital y Valparaíso, ejemplares conducidos por jinetes cuyo peso quedó estipulado en 55 kilos. No se trataba de una competencia cualquiera, pues la marcada rivalidad entre los aficionados locales y los turfman ingleses del puerto se resolvería en ese recorrido de 1.605 metros, y cuyo ganador –por pescuezo–, para decepción de los

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El año 1907 fue el último en que se corrió en el sentido contrario a los punteros del reloj en el CHS. En la foto el ejemplar Pehuenco imponiéndose en El Ensayo de ese año y disputado en distancia de 1.900 metros.

Todo ya está preparado para las carreras mañana en la Placilla. Los caballos corredores, con su media ración, se encuentran como unas harpas; los jockeys tienen lista su vistosa chaquetilla, el gorro, las botas y también el cuero, por lo que pueda suceder. Muchos carruajes y caballos de paseo ya están contratados a buen precio y tal vez ya sea tarde para los que no se hayan asegurado con tiempo […].

150 El Valparaíso Spring Meeeting, que a fines de 1881 contaba con 69 socios y continuaba como una asociación deportiva enteramente privada y sin base jurídica, al año siguiente daría paso a la fundación del actual hipódromo Valparaíso Sporting Club (VSC), que se emplazaría en el potrero denominado Las Rosas, perteneciente a la hacienda que poseía en Viña del Mar José Francisco Vergara, sociedad cuya mesa directiva quedaría conformada por los señores Hugo Plunket Bourchier (presidente), Juan Stewart II Jackson (secretario) y Guillermo Lazonby (tesorero) y entre cuyos accionistas se contaron los señores Agustín R. Edwards, Arturo E. Price, Tomás Eastman, Arturo S. Jackson, Andrés G. Scott y Atilio Álamos González.

Mañana, Valparaíso va a estar durante algunas horas como en los silenciosos días consagrados al santo recogimiento. Una novedad será encontrar a esas horas un inglés por esas calles y no será mucho que inglesa alguna. La Inglaterra va a estar en La Placilla. Esto no quiere decir que sean únicamente los ingleses los que vayan a las carreras, porque, tratándose de esta diversión, nuestros compatriotas, los huasos, caen a la cancha como llovidos.

Por su parte, en la capital, la Sociedad Hípica continuó desarrollando reuniones hasta octubre de 1871, fecha en la que se realiza la última jornada de carreras en un improvisado hipódromo del barrio de Chuchunco, pues por razones que se desconocen esta no se disputó en el tradicional Campo de Marte. Una serie de problemas económicos, divergencias entre sus miembros y principalmente la fundación, dos años antes, de una nueva sociedad, el Club Hípico de Santiago, determinarán su desaparición definitiva.

A pesar de efectuarse en un día laboral, las crónicas de la época indican que alrededor de seis mil personas presenciaron las tres competencias contempladas en la jornada, quienes vieron vencer a Sebastopol, Adventure y Melbourne, este último importado desde Inglaterra y cuyo propietario y jinete fue el mismo Jorge Garland. Respecto a los jinetes, la información señala que varios de ellos eran marinos de los buques ingleses al ancla en Valparaíso, como el capitán Swinburn, de la corbeta Muture.

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El trauma de la renovación Roberto Merino

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El problema de los cementerios, que marcó la presidencia del liberal Domingo Santa María, vino a remecer al final del periodo la convivencia local con episodios a veces inverosímiles por lo macabros (raptos de cadáveres de prohombres católicos por parte de la policía).

a segunda mitad del siglo XIX fue en Chile una época de transformaciones severas, impensadas, sobre todo en Santiago, centro del poder político y económico. Si bien la riqueza –particularmente agrícola y minera– se generaba en las provincias, era Santiago el lugar donde primero se manifestaban sus efectos visibles. Se trató de una época interesante y movida en todos los aspectos. Hubo revoluciones de diverso calibre –1851, 1859, 1891– y un par de guerras que alentaron la sensación de identidad común de los habitantes del país. La más importante, por cierto, fue la del Pacífico, que se prolongó cuatro años. La otra, breve y absurda, se libró contra la flota española que sitió y bombardeó Valparaíso en 1865, y que culminó con el suicidio en altamar del almirante Pareja, a cargo de la fallida misión de reconquista.

Por otra parte, el país vivía un afianzamiento institucional acelerado particularmente desde el gobierno de Manuel Montt, decenio en el cual se fundaron las bases del estudio y práctica de la pintura y la arquitectura a cargo de profesores extranjeros expresamente contratados para ese efecto y que incidieron también en las modas arquitectónicas que transformaron Santiago. En el decenio anterior Andrés Bello había proyectado los cimientos de nuestro sistema constitucional y universitario. Además había agitado las polémicas literarias y se dio el tiempo incluso para dejar una gramática cuya vigencia se prolongó hasta entrado el siglo XX. Igualmente significativos en la consolidación de la cultura nacional habían sido los sabios europeos traídos por el gobierno –Gay, Domeyko y el general Beaucheff– y los ilustrados exiliados argentinos que huían de la tiranía de Rozas: Sarmiento, Alberdi, Mitre.

A causa de esta bochornosa iniciativa se renovó en Santiago el odio a lo español, que ya era para la elite intelectual un factor identificado con el atraso y la superstición coloniales. Doña Martina Barros –autora de unas valiosas memorias, fuente recurrente para informar la vida puertas adentro de esos años– recuerda haber visto en la Alameda a un huaso a caballo arrastrando a toda velocidad a un “godo” aterrorizado, amarrado con cuerdas. La misma señora Barros recuerda la noche – tormentosa, lúgubre– en que se supo en Santiago la noticia del hundimiento de la Esmeralda y posterior victoria de Condell. En una de las calles del centro, según ella deficientemente iluminada, se vio avanzar la figura de un hombre mayor –Jorge Huneeus– que gritando ¡viva Chile! lanzaba su sombrero en un gesto que aunaba la alegría y la congoja: uno de sus hijos era tripulante de la Esmeralda y se lo suponía muerto.

En cuanto a la afición por los caballos, puede decirse que esta estaba afianzada desde antiguo en el alma nacional. Las llamadas “carreras a la chilena”, realizadas en línea recta por dos competidores, se efectuaban desde el siglo XVIII en los campos y en sitios apartados de la ciudad (se seguirían practicando en Providencia hasta muy entrado el siglo XIX). Según los archivos, las primeras carreras “a la inglesa” se verificaron en Valparaíso en 1864. Dos años después esta modalidad había llegado a Santiago. Se supo de una carrera de esta índole en lo que se conocía como el hipódromo del Campo de Marte. Fue el mismo año de la formación de la Sociedad Hípica, por iniciativa de los señores Cood y De Monery. La primera pista trazada en el Campo de Marte describía forma de 8, tenía unos 800 metros y sus límites estaban fijados con cadenas. El podio para los jueces de llegada no era más que unos leños con un latón encima.

Pocos días después entró Condell a la ciudad por la Alameda, sobre el techo de un tranvía, aclamado por la multitud. La Alameda, la vieja Cañada construida sobre uno de los brazos del Mapocho, se instituyó como la vía de ingreso de las celebridades de todo rango: por ella llegaron a recibir el aplauso y la admiración desde el general Baquedano hasta Sara Bernhard, cuyo carruaje por lo demás –como es sabido– fue tirado por sus incondicionales a manera de caballos percherones.

El primer evento oficial de la Sociedad Hípica se largó el 20 de septiembre de 1867. Los organizadores se dieron maña

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reforzados, y con ellos se vino abajo la tribuna. Otro periodista del momento nos da los detalles de un desborde de público ocurrido ese mismo año:

para poner cadenas en las inmediaciones del recinto, a fin de evitar que la gente de a caballo y la que andaba en carruaje se colara sin pagar la entrada. Las señoras, los militares y los cadetes (siempre que anduvieran de uniforme) tenían derecho a entrar gratis.

“La confusión se debió a que muchas personas a caballo y en carruaje forzaron la entrada sin pagar, lo que solo se permite a los socios que contribuyen con la módica suma de diez pesos anuales. Y no puede ser de otro modo. No es posible dar premios de 300 y 500 pesos y hacer gastos considerables para divertir al pueblo, si los hombres pudientes, que ostentan briosos tiros y suntuosas libreas, rehúsan pagar una suscripción insignificante.

Estas nuevas actividades fueron una bomba en la capital. El público se desbordó en masa para ocupar las febles instalaciones del Campo de Marte, incluidas autoridades de gobierno. Un diario de la época describe así el acontecimiento: “Por millares se contaban los espectadores que concurrieron al Campo de Marte a presenciar las carreras. El hipódromo estaba perfectamente arreglado y de cada uno de sus postes pendía un gallardete con los colores nacionales”. Y agrega: “Ha sido bien satisfactorio el éxito de las carreras y notamos, con gusto, que va despertándose en nuestra sociedad la afición por estos espectáculos, que hacen la delicia de los ingleses”. Dos días después hubo una segunda carrera antecedida de competencias de volantín y palo ensebado, todo acompañado por una banda de música. Es curioso que las carreras centrales muchas veces estuvieron complementadas con carreras de burros al “gana pierde”.

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“Sabemos que la Sociedad tiene apuntados los nombres de los caballeros que se introdujeron con las señoras de sus familias al pabellón, sin haberse dignado pagar la suscripción y aun después de haberse negado redondamente a suscribirse. Aconsejamos al directorio que publique estos nombres”. En una de las últimas carreras organizadas por la Sociedad Hípica se enfrentaron jinetes de Santiago con sus equivalentes de Valparaíso, todos británicos. Como ganaron las visitas,

En 1869, prácticamente el último de la Sociedad Hípica, se verificaron dos hechos peculiares: en las carreras de octubre, un fuerte viento derribó unos postes recientemente

Aparte de las carreras de caballos, el CHS se caracterizó desde su fundación por acoger numerosos y variados eventos como, por ejemplo, el que muestra esta foto de 1910: desfile de carruajes. En la parte inferior de la imagen se puede observar a un vendedor.

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formas y colores! Chile se parece a Andalucía, no solo en la belleza de sus mujeres, en el perfume y brillo de sus flores y en la profundidad y en el azul de su cielo, sino también en la magnificencia de los corceles que produce”. El turf ya había calado en la afición general de los santiaguinos. Se trataba de una novedad: la de un espectáculo colorido, en parte glamoroso, con amplias perspectivas de paisaje y elegantes tribunas, y además con una carga de adrenalina importante. “Las carreras de caballos”, señala el diario El Ferrocarril, “han despertado un entusiasmo general entre nosotros. Nuestro público se está aficionando notoriamente a esta clase de espectáculos, en las carreras que tuvieron lugar el 20 en la cancha del Club Hípico, el hermoso edificio de este Club estaba ocupado por una concurrencia que, si hemos de juzgar por las numerosas apuestas que se hicieron, era esencialmente hípica”. En los años de la fundación del Club Hípico, Santiago tenía cerca de 130 mil habitantes y era una ciudad decidida a cambiar la “somnolencia colonial” por la adrenalina de la modernidad. Quería parecerse –rápidamente, casi como un mandato de urgencia– a una ciudad europea esplendente. El reemplazo de las viejas construcciones de tres patios, que a la ciudad no entregaban más que sus austeros murallones con pequeñas ventanas y portones claveteados, fue cuestión de asombro para los santiaguinos viejos. En 1872, el año en que Benjamín Vicuña Mackenna se hizo cargo de la Intendencia por amistosa imposición del Presidente Errázuriz Zañartu, en el segmento ilustrado de la ciudad –conocido también como “la ciudad propia”– se constataban al menos 340 nuevas edificaciones, signadas todas ellas por el lujo o al menos por cierta rangosidad de recursos. La ostentación, el mal de la época, era a la vez una forma de hacer ciudad. La vida un poco conventual de los antiguos tiempos, verificada en los espacios interiores de las casas, se trastocaba en una forma más expresiva de edificación, volcada al exterior.

Benjamín Vicuña Mackenna (en la foto de la portadilla junto a otras personalidades) convirtió la deforestada elevación rocosa del cerro Santa Lucía, situada junto al centro histórico de Santiago, en un hermoso paseo con jardines, estatuas, fuentes y monumentos. Fue un hombre clave en la modernización de Santiago y creó muchos hitos urbanos, entre otros, el Camino de Cintura y emprendió la búsqueda de fuentes de agua para abastecer a la capital.

llevándose una copa de plata, los santiaguinos, heridos en su orgullo, lanzaron un desafío de revancha a los ingleses. La respuesta de estos da clara muestra de dos mentalidades opuestas. “Mi no entiende”. La Sociedad fue progresivamente extinguiéndose desde entonces. Sus últimas reuniones hípicas, ya sin demasiado público, las realizaron en una cancha de Chuchunco.

Es importante señalar que si bien Vicuña Mackenna no tuvo incidencia directa en la fundación del Club Hípico, el espíritu que animó al Club en sus inicios funcionaba en perfecta armonía con el que llevó al intendente a la modernización radical de la ciudad.

Las primeras carreras del nuevo Club Hípico se registraron en septiembre de 1870. La ocasión fue cubierta con entusiasmo por la prensa, ya que se trataba de un acontecimiento de importancia para la sociedad santiaguina:

Vicuña Mackenna, historiador profuso, político liberal, agitador, propagandista, urbanista y agricultor, sin duda fue depositario de una personalidad excepcional. Con un gasto de energía que aún en nuestros acelerados tiempos consideraríamos excesiva, se hizo espacio entre las extenuantes obligaciones de la investigación histórica para llevar a cabo un plan de transformaciones de la ciudad nunca antes visto. La historia de Santiago le reserva a Vicuña un sitio bastante

“Numerosísimos coches”, escribió un cronista, “ocupados por las más notables familias de la capital, se dirigieron, formando una complicada y no interrumpida red, al campo de las carreras. La impresión que sacamos después de observar ese estrepitoso tráfico fue que esta es la tierra natal de los hermosos caballos. ¡Cuántas lindas parejas, de las más variadas

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Como señalan los cronistas de la época, uno de los pasatiempos imprescindibles de la sociedad capitalina era asistir al Club Hípico de Santiago, lugar que ofrecía todas las condiciones para disfrutar del espectáculo hípico y del encuentro social.

egregio, solo comparable simbólicamente al que en un momento pudieron ostentar Pedro de Valdivia, el corregidor Zañartu y Ambrosio O’Higgins. Vicuña Mackenna regresó a Chile desde Europa en 1871.Tuvo oportunidad de conocer las principales ciudades de Italia, de Alemania y de Inglaterra. Pero fue el París de Haussman el motivo de su deslumbramiento, acrecentando entre nosotros la fantasía de contar con una ciudad a la medida del Segundo Imperio.

La ciudad contenida por estos caminos limítrofes correspondía a lo que se conoció como “ciudad ilustrada”: el centro de la vida civilizada propiamente tal. Fuera de su radio quedaba el oscuro Santiago de extramuros, con hacinamiento de ranchos que constituían, en palabras de Vicuña, “un zoco africano”, túmulo de las pestes y de la degradación humana.

En 1872, al poco tiempo de su nominación Vicuña había presentado un plan que consideraba la canalización del Mapocho, la cobertura de canales abiertos (el que se extendía por la calle Diez de Julio, por ejemplo), la apertura de las “calles tapadas” o sin salida (el caso de Moneda en su extremo oriente), la construcción de un matadero en la zona norte. Las propuestas más relevantes de su programa fueron el proyecto de remodelación del cerro Santa Lucía y el levantamiento de los “caminos de cintura”, con los que pretendía poner una frontera entre el suelo urbano y el rural. Se trataba de frenar la expansión indiscriminada del radio urbano hacia zonas agrícolas “de primera calidad” y de neutralizar los bolsones agrícolas atrapados en medio de las zonas urbanas.

Curiosamente, la ciudad ilustrada mantenía en el trazado de sus calles la cuadrícula original de la época de la fundación. Al otro lado del río, en La Chimba, cuna de artesanos informales, de pícaros, de excluidos y de negros, se verificaban calles caprichosas que no obedecían a la obsesión geométrica de Pedro de Valdivia. La principal preocupación de Vicuña Mackenna fue, como se sabe, el hermoseamiento del peñón de Santa Lucía y su transformación en un “parque aéreo”. Se demoró tres años en la realización de esta especie de sueño, luchando frecuentemente con la oposición de los vecinos de las calles de Bretón y del

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A fines del siglo XIX e inicios del siguiente, Santiago experimentó una notable modernización urbanística y arquitectónica, que se tradujo, entre otras cosas, en la ampliación de calles y veredas y en la materialización de una arquitectura de mayor dimensión y altura, edificada con materiales industrializados llegados al país en las últimas décadas del siglo XIX: hormigón, acero y vidrio. En la foto, calle Estado en 1907.

en el interior, al pie de los Andes, una ciudad de alrededor de 160 mil almas con edificios públicos tan magníficos, mansiones particulares tan imponentes y paseos tan excepcionalmente bellos. Quizás lo que más impresiona a un extranjero, después de la situación realmente admirable de la ciudad, es la atmósfera de holgura aristocrática y de reserva que reina allí. Largas calles tranquilas, flanqueadas de viviendas particulares, la mayor parte construida sobre el modelo de las mansiones parisinas, y algunas en estilo mucho más pretencioso, su apariencia somnolente, de tiempo en tiempo reanimadas por el rodar de un elegante brougham o de un barouche con buenos caballos, carruajes que figurarían con ventaja en el bosque de Boulogne (siendo franceses todos los modelos de la elegancia chilena); las mujeres bien puestas y de apariencia distinguida, que pasan conversando por las veredas; las numerosas veredas y los muros blancos, bajos y alargados de los conventos; la completa ausencia de barullo, la concentración de todo el comercio en algunas calles principales del centro; todo lleva a preguntarse si no es ése el lugar de una corte de ensueño y tranquilidad, ortodoxa y amante del lujo, más que la capital de un Estado democrático, activo y laborioso”.

Cerro (actuales Victoria Subercaseaux y Santa Lucía), que trataron de detener los molestos dinamitazos con los que se pretendía convertir las rocas en jardines. Vicuña Mackenna llegó a desobedecer en su empeño las disposiciones legales que apoyaban los reclamos de los vecinos y terminó financiando los trabajos con dinero de su propio peculio ante la carencia de fondos municipales. Es interesante conocer la impresión que podía causarle la ciudad a los extranjeros. Horace Rumbold, diplomático inglés, la describe en un libro sobre Chile publicado en 1877: “Una primera visita a la ciudad de Santiago no deja de ser un motivo de agradable sorpresa para un europeo inteligente, pero después de una permanencia prolongada, el desenvolvimiento ambicioso y el lujo de la ciudad le parecerá fuera de proporción con el poder y los recursos del país del que es capital. En verdad uno no espera encontrar a 30 leguas

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Lo significativo para el tema que nos convoca es el hecho de que el Santa Lucía se constituyó en lo que Ricardo Astaburuaga llama “monumento”, es decir, en un hito urbano capaz de generar, por su propia presencia, modificaciones radicales en la dinámica de crecimiento de la ciudad. El Santa Lucía no solo quedó para nosotros como un parque peculiar, misterioso, evocador, sino que además permitió romper con la frontera que impedía la expansión de Santiago hacia el oriente. El mismo inexpugnable peñón fomentaba este estancamiento, al igual que el convento de las monjas Claras, que ubicado en Alameda y MacIver ocupaba dos manzanas con sus interminables murallones. Vicuña Mackenna aprovechó además de demoler las casas y de erradicar los ranchos construidos en las laderas del cerro, y de abrir la actual calle Santa Lucía, que en su fondo –hacia el sur– aparecía tapada por el edificio de la Guardia Nacional, tanto o más asfixiante por su envergadura que el de las monjas.

El Parque Cousiño, inaugurado en 1873 y construido gracias a la iniciativa de Luis Cousiño, convirtió lo que antes era una simple explanada de tierra –conocida como la Pampilla y luego denominada Campo de Marte– en una magnífica área verde de hermoso y delicado paisajismo, esto último a cargo del paisajista español Manuel Arana.

Otro hito de esta naturaleza fue el Parque Cousiño, levantado en el Campo de Marte, o Pampa, o Pampilla, por el mejor amigo de Vicuña: el hombre de mundo, millonario y tempranamente extinto Luis Cousiño (primer presidente honorario del Club Hípico).

(embrión del Club de la Unión) se multiplicó en sus pocos años de vida para dejar una huella perdurable en la ciudad. Fue heredero de la fortuna que su padre, Matías Cousiño, logró acuñar en la proximidad de su suegro, el magnate de las minas de plata Ignacio Goyenechea, padre de Isidora. Se trataba de fortunas relámpago, que abundaron en esa época de violento recambio social. Es clarificador en este sentido el episodio narrado por Vicente Pérez Rosales en sus célebres memorias: cuando unas tres décadas antes Pérez Rosales administraba un fundo sureño, llegó hasta él un jinete necesitado de ayuda. Era un hombre de porte confiable, sumido en la pobreza. Pérez Rosales le dio ropa y alimentos. Mucho después, en Santiago, el joven se presentó en su oficina para agradecerle el antiguo gesto de desprendimiento: era Matías Cousiño, ya millonario y famoso en todo Chile.

Cousiño fue lo que podríamos denominar un hombre de su tiempo. Árbitro de la elegancia, fundador del Club de Santiago

El hecho es que tanto el Parque Cousiño como el Club Hípico –levantado en el Callejón de Padura, en el límite de la ciudad

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no habían abandonado del todo los cumplidos y requiebros coloniales a la hora de las visitas.

ilustrada– incidieron en la valorización de los terrenos del sur de la Alameda: el barrio de los nuevos palacios, el símbolo de la riqueza renovada procedente en gran parte de los yacimientos de plata de Caracoles.

Para los setenta todo había cambiado demasiado rápido. El mobiliario y la arquitectura de las casas, el lenguaje, las fiestas, la ropa, las tendencias gastronómicas. El renovador principal del gusto culinario santiaguino fue François Gage, llegado en 1870, dueño del célebre restaurante Papá Gage en Huérfanos entre Ahumada y Bandera. Según el historiador de la cocina chilena Hernán Eyzaguirre Lyon, Gage “nos enseñó a comer el foie gras. Aprovechó las bondades de nuestros mariscos y pescados, ofreciendo la langosta a la indiana, los erizos en cajones de pan frito, el pastel de jaiba en su caparazón, el lenguado a la Normandía y la corvina Marguery”. También introdujo los riñones a la brocheta, el pollo a las brasas, los vol-au-vents de ostras, el arroz al curry, la salsa de alcaparras y el tomillo, e impuso el bistec a lo pobre, de origen francés, que quedó para siempre como plato local emblemático.

No solo en este sector surgieron esplendentes edificaciones. Más hacia el centro también las viejas casas cedieron espacio a fantasiosas mansiones. José Santos Ossa construyó el Palacio de La Alhambra, una réplica a escala del original morisco; José Tomás Urmeneta –también minero, aunque anglófilo– levantó el solemne y gótico Palacio Urmeneta en Monjitas, entre San Antonio y MacIver. Otro afortunado, Díaz Gana, hizo en la Alameda, al poniente de Brasil, su famosa residencia de estilo inclasificable, una suerte de atiborramiento oriental de ojivas, lunetas y espigas. Hubo un momento en que en la ciudad se estaban construyendo más de trescientas nuevas casas. El antiguo “aldeón colonial” se había sacudido del todo. De París llegaron sastres (uno de ellos directamente de la corte de Napoleón III), peluqueros, chefs, que se sumaban a esta inusitada renovación de las costumbres. Luis Cousiño contrató como cocinero de su palacio de la calle Dieciocho a Henry Boutegourd –que posteriormente se independizaría para fundar el restaurante Chez Henry– como también a Arana Bórica, paisajista catalán que al poco tiempo sería el responsable de los jardines del Santa Lucía.

Aquellos que habían alcanzado a vivir los tiempos anteriores, los de las siestas, el rosario, la templadera de plata, el sereno, no podían sino sentirse confundidos ante la profusión del lujo, el estruendo de los ferrocarriles, el repiqueteo del telégrafo y la iluminación –a giorno– de las lámparas a gas, como las que se estrenaron en el Teatro Municipal con motivo de su reconstrucción tras un incendio (1873). Cronológicamente se veía muy cercana la época en que las mujeres de las familias principales fabricaban ellas mismas su vestimenta y lucían (según el viajero Lafond de Lurcy) dentaduras desastrosas, pero en la experiencia aquella era una franja primitiva y remota.

En la década anterior Ramón Subercaseaux ya había observado los rasgos de afrancesamiento que estaban permeando las antiguas costumbres. En la vida social, según el memorialista, comenzó a rechazarse todo lo que pareciera natural o espontáneo y se optaba más bien por las posturas hieráticas, prescritas. Los afrancesados célebres de ese momento fueron el almirante Blanco Encalada (todos sus hijos se quedaron en París) y Juan Enrique Rosales, tío del gran aventurero Vicente Pérez Rosales.

Uno de estos testigos, el arzobispo Crescente Errázuriz, reflexiona en sus memorias: “En lugar de modestos y espaciosos edificios, levántanse ahora o soberbios palacios o hermosas casas de varios pisos: doquiera el brillo, el lujo y a las veces… ¡la falta de aire y de luz!

Fueron días de transición, el preludio antes de los “locos años setenta”. Los viajes a Europa –que muy luego se convertirían casi en una iniciación social obligatoria– estaban siendo facilitados por el establecimiento en Valparaíso de la Pacific Steam Navigation Company, cuyas embarcaciones conectaban con Liverpool con escala en La Paisse (desde donde era fácil tomar el camino de París).

“Uno es extraño en la ciudad que lo vio nacer. Digo mal, porque no es esta la ciudad en que yo nací. ¿Qué queda en ella de lo que entonces tenía? Si hubiese pasado años fuera de Santiago y me pusiesen hoy en cualquiera parte de la ciudad, ¿sabría dónde estaba, conocería una calle, una casa, algo de lo que diariamente veía y a lo cual conserva tan tierno afecto mi corazón? “No intento decir que aquello era mejor que esto; que se transitaban más fácilmente las angostas y fangosas calles, con sus acequias por el centro y a las cuales llevaban las vertientes de ambas aceras las aguas, aguas que los crudos inviernos solían convertirlas en torrentes; esas calles por las que apenas las carretas transitaban, con dificultad los birlochos y uno que otro coche,

Si bien recibir baúles con ropa desde París era el non plus ultra de los deseos femeninos, en la calle producían sorna aquellas mujeres que por enfatizar la procedencia de sus prendas no las planchaban, exhibiendo las arrugas como huellas del viaje. Igualmente, las mismas mujeres que empezaban a posar según los protocolos sociales europeos

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precursor audaz de los que en años posteriores constituirían el lujo, y a los que convierten hoy los autos en modesta medianía. “No comparo con la actual aquella pequeña ciudad, a la que casi servían de límites por el oriente el Carmen de San José; por el poniente San Lázaro; que por el sur, pasada la Alameda –la Cañada, como acostumbrábamos llamarla– tenía algunas calles, San Isidro, Santa Rosa, San Diego y otras, con casas muy semejantes a las de un pobre villorrio de provincia, y que por el norte podía creerse terminada en el río”.

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El Club Hípico fue fruto de esta mudanza espiritual. Su fundación, consecuente de la anterior Sociedad Hípica, fue vista como un bien necesario en una ciudad que quería parecerse a las principales del mundo occidental. Además, la actividad hípica parecía retomar de otra forma la afición vernácula de la sociedad local por los caballos, en la que muchos habían sido iniciados desde niños. La prensa y el público celebraron el glamour, el despliegue de recursos, los magníficos premios que ofrecía el Club. Leemos signos: uno de los adelantos del Club, a unos años de su creación, fue la construcción de una tribuna “para señoras” y luego una “popular”. La segmentación de las clases era por entonces una imposición proveniente de las cúpulas sociales, pero a la vez una separación casi espontánea, instaurada en la médula de la convivencia. En la Alameda, donde todos andaban juntos pero no revueltos, bastaba la irrupción de cualquier murga para que el pueblo –el roto, en términos técnicos– se alejara voluntariamente dejándole la primera fila a los alegres representantes de la oligarquía. Lo mismo pasaba en el Santa Lucía –de inspiración democrática–: las clases se discriminaban prácticamente solas. Llama la atención, en tal sentido, que en las carreras del Club Hípico se distinguiera entre carreras propiamente tales –en las que participaban jockeys semiprofesionales– y aquellas reservadas a los “jinetes caballeros” (gentlemen riders).

El edificio Krauss, una de las tiendas de juguetes más importantes y populares de la época y emplazado en su segunda etapa en Catedral con Puente. Tenía cuatro pisos llenos de hileras de juguetes de todo tipo y origen, además de otros novedosos productos para el hogar, casi todos importados desde Europa.

extensa carta destinada al Presidente Pedro Montt en la que hace un registro alarmante de la situación del país. Uno de los últimos personajes herederos del impulso tardío de los años setenta fue Julio Subercaseaux Browne, autor a su vez de un libro notable, Reminiscencias. Había nacido en una de las viejas casonas céntricas, de propiedad de su abuela, en la cual se utilizaban alfombras ya que el parquet era desconocido en Santiago (para limpiarlas se esparcían hojas de té humedecidas). Subercaseaux terminó construyendo en tiempo récord un palacio francés de extrema ostentación que aún subsiste en Pirque, en el campo familiar de Las Majadas. Aún en los años finales del siglo, cuando se había hecho sentir la crisis económica, pensaba que “todo el mundo tenía plata”. Subercaseaux fue en todos los aspectos un hijo de su tiempo. Pasó su juventud en París y en la adultez manejaba una red de negocios que cubría desde la agricultura a la especulación bursátil.

El Santiago civilizado, lujoso, volcado a lo que Manuel Vicuña llama “el gasto conspicuo”, que había aprendido a apreciar el caviar y el champagne (siempre francés, ya que en Chile aún no se fabricaba), estaba rodeado por cordones de miseria y mortalidad. Y más allá de los suburbios, en los campos, prosperaban los vagabundos y los temibles asaltantes de caminos como Ciriaco Contreras, uno de los forajidos de los Cerrillos de Teno. Hubo por aquel tiempo voces de alerta. La sociedad chilena parecía trizada en sus cimientos por una irreconciliable sensación de injusticia que iría a dar en el famoso diagnóstico de Enrique MacIver en 1900 (“no somos felices”). Pocos años más tarde, el profesor Alejandro Venegas publicó con el pseudónimo de Doctor Valdés Cange su libro Sinceridad, una

Fue presidente del Club Hípico y como tal le tocó crear el sistema de apuestas mutuas. Cuenta en su libro que una vez

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El palacio Arrieta, ubicado en la calle Agustinas, en pleno centro de la capital, fue construido en 1875 por el arquitecto Paul Lathoud y se caracterizó por reunir en sus salones a personalidades vinculadas al mundo intelectual, artístico y político.

Es posible que la cohesión de la vida social santiaguina –el ajuste de la ciudad a su modelo europeo– haya sido una ilusión momentánea, cuestión de unos cuantos años. La división urbanística de Santiago realizada por Vicuña Mackenna se basaba en la fórmula civilización versus barbarie, y allá afuera, más allá de la frontera trazada por el Camino de Cintura, se reproducía un mundo problemático, el de la miseria, en sordos hacinamientos de casuchas. La ciudad luminosa de la sociabilidad conspicua –la ciudad del turf, de los parques y sus aglomeraciones de carruajes, de la ópera, de los viajes, del afrancesamiento de las costumbres, la ciudad que fascinó (y aterró) a Rubén Darío– siempre tuvo su contraparte sombría, que en cierto modo nadie quería mirar, si no fuera por algunas excepciones vinculadas más que nada a la beneficencia (las Creches, la Gota de Leche), articulada por las señoras de la sociedad y algunas jóvenes rebeldes e impetuosas como Esther Huneeus (la futura autora de Papelucho).

que se encontró con el Presidente Montt este le confesó que de haber estado en el poder hubiera detenido por todos los medios el sistema de apuestas. “Las clases dirigentes aborrecían el juego”, sigue Subercaseaux; “el Banco de Chile despedía a aquellos de sus empleados que fueran a la hípica, e incluso llegó a cerrar la cuenta que tenía el Club por la risible suma de diez mil pesos”. Ya sabemos que las distancias son un fenómeno relativo. En el siglo XVIII la iglesia de Santa Ana y la de San Isidro eran consideradas parroquias de campo (y por lo tanto los prófugos de la justicia tenían la posibilidad de refugiarse en ellas). Cuando, años más tarde, se instaló una cañería para llevar agua al pilón de la plazuela de San Isidro –contigua a la mencionada iglesia, a cinco cuadras de la Alameda–, el hecho fue celebrado como una hazaña. A fines de siglo aún la calle Salvador se percibía como extremadamente lejana: cuando se propuso fundar ahí el hospital y trasladar la escuela de medicina, a través de los diarios se filtró una inquietud: cómo iban a hacer los estudiantes para desplazarse todos los días desde los barrios céntricos a un lugar tan remoto.

La llegada del siglo XX –justamente bautizado como “problemático y febril” por el tango– correspondió a un brusco declive hacia el cambio. Ya lo había advertido Valdés Cange en

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Quien ofrece detalles no muy conocidos de estas fiestas es el abogado José Miguel Varela, quien en su libro Un veterano de tres guerras (parcialmente redactado por él, parcialmente dictado a partir de sus apuntes) reconstituye todo el periodo que nos ocupa y lo hace de manera peculiar. Contábamos con muchos documentos sobre el cambio de siglo pero nadie había dejado un registro parecido al de una cámara en movimiento. Esto vale, en el caso de Varela, para todos los acontecimientos de los que fue testigo, entre ellos la Guerra del Pacífico, la Pacificación de la Araucanía y la Revolución de 1891. Para 1910 Varela estaba en Santiago, era ya un hombre mayor y en su texto se revela como extasiado por la ciudad. Iba de un lado a otro, de la mañana a la noche, y se sabe a través de sus palabras que se trató de una celebración simultánea en distintos puntos de la ciudad, destacando, por cierto, la Alameda con sus puestos de comida y –atracción en el momento– arriendo de bicicletas en la cuadra que va de Teatinos a Amunátegui. Al atardecer, en la calle Maestranza (Portugal), en Independencia y otros sectores se montaron proyectores de cine y se dieron películas gratis.

sus cartas al Presidente Pedro Montt: el cimiento social crujía por los cuatro costados, y la fiesta permanente en que parecía vivir la elite era inconsciente a la proximidad de un naufragio. Fue así en todo el planeta, jugado en 1914 en la guerra más destructiva de la historia. Da la impresión de que 1914 marcó en todas partes el fin de una manera de entender el mundo. En París, el “modelo absoluto”, la declinación de la belle époque fue especialmente notoria. Esa sensación está en las crónicas de Joaquín Edwards Bello y en novelas como El filo de la navaja, del inglés Somerset Maugham. La alegre confianza en las convenciones civilizadas y en las bondades intrínsecas del capital ya no funcionaban. En Chile hubo anticipos que marcaban el quiebre social, revelado en la violencia. No solo los saqueos de 1891 fueron un indicio de que no contábamos con una sociedad homogénea, sino también, particularmente, los sucesos de 1905 y 1906: la huelga de la carne y la matanza de la Escuela Santa María, en Iquique, cuyo responsable, el militar Silva Renard, fue apuñalado tiempo después en Santiago, en una de las calles cercanas al Club Hípico, por un anarquista español cuyo hermano se contaba entre las víctimas de Iquique.

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Hubo algo que ensombreció los festejos: el Presidente Montt enfermó en esos días severamente y fue trasladado a Alemania para encontrar una cura a su afección. Al recalar el barco en Nueva York, habiendo subido a bordo el alcalde de esa ciudad, fue baleado en presencia de Montt. Del viaje a Alemania, en todo caso, Montt no volvió vivo. Lo reemplazó Emiliano Figueroa Larraín, quien fue el anfitrión de una figura que produjo atracción masiva: Figueroa Alcorta, el presidente argentino, a quien le decían el Jettatore.

La huelga de la carne dejó, por vez primera, la ciudad ilustrada entregada a sus invasores provenientes de más allá de la frontera. Lo que nació como protesta ante un gravamen a las importaciones de carne desde Argentina, terminó con incendios, apedreamientos y saqueos de tiendas, sin policía que diera abasto y con el Presidente Germán Riesco absolutamente inubicable. Estos desmanes se fijaron al rojo en la memoria de la clase alta santiaguina, de una manera psicológica, fantasmal, de modo que dos décadas más tarde su recuerdo incidiría en el éxodo que afectó a los barrios elegantes y en el cambio de modelo de ciudad que sus habitantes adoptaron en las nuevas zonas del oriente.

En 1917, cuando aún no terminaba la Gran Guerra, Eliodoro Yáñez fundó, en una casa de la calle Teatinos, el diario La Nación, que trajo a la sociedad chilena una renovación de ideas políticas y de estilo periodístico. Fue en ese diario donde Edwards Bello escribió sus famosas crónicas desde el año 21 y hasta entrados los años sesenta.

Las fiestas del Centenario parecieron haberse desarrollado como el revés de la situación mencionada, como un catalizador –acaso el último de la época– de integración social. Debe entenderse que en un mundo anterior a la radio –en el cual los gramófonos eran novedad y privilegio de pocos– los espectáculos públicos callejeros constituían hitos biográficos, tanto como las catástrofes naturales (el terremoto de 1906 es una referencia del periodo para la memoria colectiva). Por tanto, los fuegos artificiales, los nuevos monumentos, los desfiles militares, los arcos de triunfo, las carreras de lo que fuera, la profusión de puestos de comida y orquestas en todos los barrios generaron un volcamiento popular, una alegría masiva y un espíritu general de patriotismo celebratorio.

El diario había nacido con un cierto concepto de la agilidad periodística. Se privilegiaba la escritura fulminante, directa, reforzada en su efecto por la fotografía, que por fin podía ser reproducida en miles de copias sin pasar por los complicados procesos de grabado que se utilizaban hasta hacía poco. La Nación puso un sello democrático que poco después –en los tiempos del Cielito lindo y del “mi querida chusma”– sería la nota dominante y cambiaría para siempre la impronta existencial del país. Por esos días, Edwards Bello (que había provocado un terremoto social con la aparición de El inútil, una novela escandalosa escrita con la gramática de Andrés Bello, su

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En septiembre de 1900 la empresa Chilean Electric Company puso en marcha el primer tranvía eléctrico en Santiago. En pocos años la capital ya contaba con 275 carros y 97 kilómetros de líneas férreas que cubrían la parte más densamente poblada de la ciudad. Hacia 1918 este transporte tranviario tuvo su mayor auge y poseía más de cuarenta recorridos que incorporaban barrios como Estación Central, Recoleta, Ñuñoa y Quinta Normal. Por cierto, uno de ellos dejaba a los aficionados del turf a las puertas del Club Hípico de Santiago.

bisabuelo) se asomó con El roto a partes de la ciudad no consideradas por la narrativa chilena anterior, las calles traseras de la Estación Central y sus meandros sórdidos, Exposición, Borja, la zona prostibularia, mezclada con el comercio agrícola, con las cantinas populares, donde predominaba la cueca por las noches con una especie de somnolencia diurna bajo las pesadas techumbres de las viejas casas deterioradas, hundidas. Juan Luis Sanfuentes fue el último presidente perteneciente a la trenza oligárquica, que con la figura del parlamentarismo venía gobernando desde la Revolución del 91 pero que, en cuanto a origen social, remontaba su poder más allá de la Independencia.

anterior, algunas excepciones, como siempre las hay, entre ellas Abdón Cifuentes y el ministro Antonio Varas). En los años veinte la idea de que vivíamos en un mundo vertiginoso fue de total vigencia. Una película de la época nos muestra las construcciones en el centro, y el montaje realza el efecto de una velocidad imparable. Máquinas y esfuerzo humano en medio de multitudes que se agolpan en ese centro que fue alguna vez el espejo de la elegancia y ahora era más bien el lugar público, el lugar del hombre común, que aspiraba –mediante leyes y lucha política– a algunas de las granjerías que halagaron por tanto tiempo la vida de la clase dirigente.

No es extraño que las memorias de Eduardo Balmaceda Valdés –hombre de mundo, árbitro de la elegancia-, escritas en los años cuarenta, llevaran por título Un mundo que se fue. Cualquier observador podría haber constatado que las cosas ya no eran las mismas antes y después de 1920. Le tocó a Arturo Alessandri, “agitador y demoledor”, encarnar el nuevo espíritu de los tiempos, en los que por vez primera algo semejante a la clase media ocupaba puestos de poder (hubo, en el siglo

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Primeros años del Club Hípico de Santiago

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nueva sociedad hípica sobre la base de una organización más sólida y con proyecciones más amplias respecto a la existente y acordaron, entre otras cosas, la importación de potros y yeguas fina sangre de carrera con el objeto de mejorar la raza caballar en el país y ampliar el reducido plantel que había entonces.

a breve y fugaz existencia de la Sociedad Hípica no solo dio inicio a lo que se podría llamar la infancia de la hípica chilena, sino también se constituyó en el antecedente inmediato de la fundación del Club Hípico de Santiago. Mientras la primera entraba en una etapa incierta y con no pocos problemas organizacionales, en la primavera de 1869 corría el rumor en la capital de una nueva sociedad de carreras en ciernes, y que el diario El Ferrocarril anunciaba, el 19 de octubre de ese año, de la siguiente forma:

En una segunda reunión, a la que concurrieron los miembros más representativos de la sociedad, se designa el primer Directorio, que quedó conformado por Francisco Baeza Sotomayor, Nicolás Barros Luco, Domingo de Toro Herrera, Victorino Garrido, Lisímaco Jaraquemada y Emilio Larraín Urriola. El primero de noviembre se celebra la primera sesión del Directorio, eligiéndose como presidente y secretario a los señores Francisco Baeza y Domingo de Toro Herrera, respectivamente. Como objetivo fundamental, la sociedad define dentro de sus estatutos el mejorar las razas corredoras, contribuyendo a la importación de potros fina sangre de carrera.

En estos días ha circulado un proyecto para la organización de una sociedad de carreras. Ha tenido buena acogida y aseguran que se establecerá pronto. La idea partió de don Domingo II de Toro Herrera y son suscriptores a ella los señores Cousiño, Escobar, Balmaceda, Larraín Dávila, Subercaseaux, Baeza, Concha, Vergara, Figueroa, Ortúzar, Sotomayor, Freire, Masenlli, Vicuña y muchas otras personas, cuyos nombres no hemos podido proporcionar. La Sociedad tenderá a mejorar las razas corredoras, proporcionándose, al efecto, potros ingleses de pura sangre.

En la segunda sesión del Directorio se designó a Luis Cousiño como primer presidente honorario, en reconocimiento de su entusiasmo y apoyo a la actividad y por sus servicios prestados al país, y se determinó una comisión encargada de la compra de los terrenos donde se emplazaría el hipódromo y cuyo presupuesto era de 20 mil pesos. Días más tarde, el 8 de noviembre, se extendió en la notaría del señor Daniel Álvarez la escritura de la constitución de la sociedad, firmada por setenta personas, quienes en rigor son los fundadores del Club Hípico de Santiago. Cuatro días después el gobierno aprobó sus estatutos, que consideraban en uno de sus puntos un fondo de 2.500 pesos con que la sociedad debía dar inicio a sus operaciones.

Efectivamente el diario estaba en lo correcto, pues dos días antes de la publicación de la noticia –17 de octubre de 1869–, se reunían en la casa perteneciente al padre del primero de los nombrados los hermanos Domingo y Arturo de Toro Herrera, Rafael Sotomayor, Vicente y Juan Domingo Dávila Larraín, Lisímaco Jaraquemada, Nicolás Barros Luco, José Agustín Salas, Victorino Garrido Falcón, Francisco Subercaseaux Vicuña, Francisco Baeza, Pedro Soulés, José Toribio y José Luis Larraín, Eusebio Larraín Urriola, Emilio Concha y Toro, Enrique Campino y Rafael Echeverría. En la oportunidad convergieron en crear una

Luego de diversas y dificultosas gestiones, la nueva sociedad adquiere los terrenos para la construcción del hipódromo a través de la compra sucesiva de propiedades: chacra

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Para quien esté interesado en estudiar la historia de la moda en Chile, no sería mal consejo que revisara imágenes de archivos del público asistente al CHS en sus distintas épocas, como las que se muestran en esta página. Desde su fundación este hipódromo fue un lugar importante para el encuentro social.

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El contraste de las primeras tribunas del CHS –en la foto– con el edificio que se levantaría luego de su incendio, es evidente. Las antiguas tribunas, de madera y cristal, se hicieron siguiendo un estilo inglés propio de la tradición turfística británica y presentó significativas diferencias entre las de socios y aquellas destinadas al público general.

en el callejón de Padura (1870), terreno en el callejón de Padura (1870), sitio y casas de Av. Campo de Marte (1903), El Espino (1906) terreno en Av. Club Hípico (1912), Lote 3 de chacra El Mirador (1929) y El Mirador del Gallo, a la Junta de Beneficencia de Santiago en 1929; terrenos contiguos a Campo de Marte y aledaños del 4

barrio República4 y que en su conjunto comprenden una superficie de 80 hectáreas. En mayo de 1870 la sociedad inicia las gestiones para construir la pista de carrera, trazada de acuerdo a los planos presentados por el arquitecto Lucien Henault. Se trataba de una pista estrecha, con curvas violentísimas y rectas que no superaban los 360 metros. Las tribunas, diseñadas por Roberto Trait, de 53 metros de largo, fueron construidas en madera. De aspecto sobrio y sencillo, miraban hacia el oriente, donde se emplazó la cancha, y tenían como gran telón de fondo la cordillera de los Andes. Diferentes fueron aquellas de primera clase, una réplica de los hipódromos británicos, edificadas en madera noble y cristal, con columnas victorianas y puertas de hierro. El hipódromo fue cerrado con las cadenas que existían en el Campo de Marte y facilitadas por el Ministerio de Guerra.

4 Estos sitios eran contiguos a esa amplia explanada de terrenos llamada Pampilla, que alguna vez había sido objeto de cultivos, pero que a principios del siglo XIX solo era un inmenso llano donde la población acudía para disfrutar la llegada de la primavera, encumbrar volantines y celebrar las fiestas patrias, ocasión en que el pueblo descarriaba a gusto, bebía chicha y bailaba cueca en improvisadas ramadas. También era utilizado para preparar el cuerpo de la milicia de la ciudad y posteriormente para la instrucción militar de los soldados, razón por la cual se le denominó Campo de Marte. En 1870, durante la presidencia de José Joaquín Pérez, gran parte de este terreno fue entregado a Luis Cousiño Squella, hijo del empresario Matías Cousiño, educado en Europa, culto, admirador de la cultura del Viejo Continente, entre otras cosas, de sus hermosos parques, en los cuales se inspiró para realizar un gran pulmón verde para la ciudad –con más de sesenta mil árboles de diversas especies– de un hermoso y delicado paisajismo y que sería llamado en su honor Parque Cousiño, hoy Parque O’Higgins. Los sitios adquiridos por el Club Hípico también eran próximos al barrio que se conoce como República, que antes de 1873 era un conjunto de quintas pertenecientes al magnate del ferrocarril Henry Meiggs, quien en esa fecha lo lotea con hermosos sitios que luego serían adquiridos por un número importante de familias acomodadas que emplazarían allí lujosas mansiones.

Ese año la sociedad se abocó a atender diversas materias, entre otras, un empréstito con el Banco Mobiliario, puesto que la adquisición de los terrenos demandó gastos que no alcanzaron a cubrirse con la venta de acciones, y se abrió una cuenta corriente por la suma de 26 mil pesos. También

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Antigua sala de jinetes ubicada en el recinto de paddock. Como curiosidad se puede observar al costado derecho una peluquería, seguramente para los jockeys.

se redactó el Reglamento de Carreras, preparado por Francisco Baeza, quien tomó como referencia los existentes en Inglaterra y Francia, adaptándolos y modificándolos de acuerdo a las necesidades locales. Por su parte, el reglamento interno del hipódromo fue encargado a Carlos de Monery.

finalmente consistiría en tres reuniones a realizarse los días 20 y 25 de septiembre y 9 de octubre, y que a sugerencia de Luis Cousiño los valores de las entradas serían: Asiento de tribunas: 1 peso; Carruajes de cuatro ruedas: 4 pesos; Carruajes de dos ruedas: 2 pesos; Personas a caballo: 50 centavos; Personas de a pie: 10 centavos.

Las reuniones del Directorio realizadas desde junio en adelante también consideraron otros asuntos tales como la emisión de acciones; la creación de una galería de imágenes a partir de las tomas fotográficas a los caballos vencedores, especialmente de los hijos del reproductor Fanfarrón, que disputarían el premio La Copa; el acuerdo de invitar a altas autoridades para el día de la inauguración del hipódromo; la importación desde Europa de un cronómetro de carrera para “tomar el tiempo de las corridas hechas por los caballos”; la definición de la temporada de carreras, que

El primer programa de carreras se efectuó entonces el 20 de septiembre de 1870, día en que se realizaron tres carreras. Las condiciones fueron las siguientes: Primera carrera: caballos y yeguas nacidas en Sudamérica; distancia 804 metros (media milla); peso 55 kilos; premios de 200 y 100 pesos al primero y segundo respectivamente. Se

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Santiago y 200 pesos, premio del Club; y al tercero una medalla de plata, premio de la Ilustre Municipalidad de Santiago y 100 pesos, premio del Club. La inauguración del Club Hípico de Santiago concitó mucha atención y atrajo gran concurrencia, tal como lo manifiesta una serie de crónicas de la época: Las carreras que tuvieron lugar en el hipódromo del Club Hípico atrajeron un público inmenso. Las elegantes tribunas construidas para presenciar el espectáculo estaban completamente ocupadas, faltando espacio para la concurrencia, que vio las carreras desde sus coches. El hipódromo está convenientemente arreglado para espectáculos de esta especie. No se puede pedir más (El Independiente). Las carreras de caballos han despertado un entusiasmo general entre nosotros. Nuestro público se está aficionando notablemente a esta clase de espectáculos. En las carreras que tuvieron lugar el 20 en la cancha del Club Hípico, el hermoso edificio de este Club estaba ocupado por una concurrencia que, si hemos de juzgar por las numerosas apuestas que se hicieron, era esencialmente hípica. Dos bandas de músicos, colocadas en el piso bajo del edificio, entretuvieron a los asistentes con sus alegres melodías, mientras llegaba la hora en que debía correrse la primera carrera (El Ferrocarril).

Como se puede apreciar en este programa del año 1907, el CHS realizaba una variedad de carreras, tanto por las distancias como por la condición y premios a repartir. En el programa se señala la Polla de Potrillos y de Potrancas, pruebas que se corrieron por primera vez ese año y que fueron ganadas por Gallardete y Graciela, respectivamente.

inscribieron en ella ocho ejemplares.5 Segunda carrera: mismas condiciones pero en distancia de una milla. Participaron en esta once ejemplares. Para la tercera carrera, en la que compitieron ocho caballos y fue “corrida por caballeros”, el anuncio fue el siguiente:

Las carreras del Club Hípico eran una fiesta nueva entre nosotros, a lo menos en la forma en que se hicieron en el hipódromo de la calle Padura. El concurso fue presenciado por lo más escogido de nuestro mundo elegante. Un pintoresco golpe de vista presentaba el campo, lo mismo que el interior del hipódromo y el bonito pabellón destinado al público. Las tribunas estaban atestadas de gente. El éxito de la carrera de los hijos de Fanfarrón, cuyo premio consistía en una Copa de oro regalada por don Luis Cousiño, ha quedado indeciso para algunos y, para otros ha sido adjudicado injustamente a un caballo de este señor y no a Longotoma, que según la generalidad de los que presenciaron la carrera, fue el que obtuvo el triunfo (La República).

TERCERA CARRERA, en que solo toman parte hijos de Fanfarrón de tres a cuatro años de edad. Distancia: 804 metros (media milla). Peso: 60 kilogramos. Premios: al primero la magnífica Copa de oro, valor de 1.500 pesos, obsequiada por el señor Luis Cousiño, propietario de Fanfarrón, al Club Hípico; al segundo, una medalla de oro, premio de la Ilustre Municipalidad de

5 La prueba fue ganada por Flaneur, de Marcial Recart, el primer ejemplar en ganar una carrera en el Club Hípico de Santiago.

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Seguramente una de las fotos más antiguas del CHS antes del siglo XX y que muestra, aunque con escasa nitidez, las tribunas del hipódromo. Se puede observar la sencillez de las tribunas generales.

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sostenían sus haras y studs6 sin reparar en los altos gastos que ello implicaba, hacían que las reuniones adquirieran cada vez mayor atractivo, aun cuando el reducido plantel de caballos existentes en el país hacía muy poco probable que las pruebas contaran con más de ocho ejemplares inscritos en ellas.

La curiosa última parte del artículo del diario La República hace alusión al estrecho final entre Pengueco y Longotoma en la prueba principal y que el juez de llegada determinó favorable al primero de los nombrados, lo que motivó el reclamo de Calixto Ovalle, propietario de Longotoma, quien pedía su revocatoria, asunto que el presidente de la institución, Francisco Baeza, desechó en términos tajantes señalando que “la resolución del juez era clara, precisa y determinante” y ajustada al Reglamento de Carreras, que hace inapelable el fallo del juez de llegada, “puesto que dicho juez procedía por delegación de los señores comisarios” y su fallo debía tenerse como la última palabra en todas las cuestiones entregadas a su criterio.

En esa época no solo los ejemplares de pura sangre eran escasos, sino que las pruebas incluían también caballos mestizos, nacidos de la cruza de los finasangre con yeguas criollas. Los purasangre eran importados desde Inglaterra, Francia y Argentina,7 que luego de desempeñarse en las pistas nacionales eran destinados a tareas reproductivas.

6 En términos hípicos, stud es el nombre, generalmente de fantasía, que un propietario de uno o varios caballos fina sangre de carrera define para la identificación de los ejemplares de su propiedad. Cada stud debe inscribir su nombre y sus colores ante el Registro de Propietarios, instancia dependiente del Stud Book, organismo encargado del registro de los productos de carrera nacidos en el país o el extranjero. 7 La hípica argentina tuvo un desarrollo anterior respecto a su par chilena. En 1849 ya se había fundado en Belgrano la Foreign Amateur Racing Society, la primera sociedad hípica creada en ese país, y en los años sesenta existían numerosas asociaciones hípicas, varias de ellas fundadas por estancieros de origen irlandés que debido al auge de la economía lanar pudieron importar caballos de pura sangre. En principio la diferencia entre estos, los mestizos y criollos, no quedó reflejada en las competencias, seguramente porque los caballos importados no fueron de los mejores. Sin embargo, ya en la década del setenta los purasangre evidenciaron notoria superioridad y una década después los criadores del país trasandino importaban una gran cantidad de finasangre. Entre 1882 y 1888, unos 440 reproductores importados arribaron a ese país, y otros 400 solo en 1889 (Roy Hora: Historia del turf argentino, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI, 2014).

La inauguración del Club Hípico resultó ser todo un suceso en la capital; la impresión que dejó entre los asistentes monopolizó la conversación de los encuentros sociales y reuniones familiares, que versó sobre las espléndidas dependencias del nuevo hipódromo, su hermosa pista y cómodas tribunas, como asimismo de sus emocionantes carreras. Tal como había sido determinado en las primeras sesiones del Directorio, ese año se celebrarían dos jornadas más –el 25 de septiembre y el 9 de octubre– y que darían término a la primera temporada de carreras del nuevo hipódromo. Durante los años que siguieron a su inauguración, el Club Hípico mantuvo sus programas con regularidad. El interés creciente del público por asistir a ellos y el entusiasmo de los criadores y propietarios de caballos de carrera, que

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Sea ganó todas las pruebas en las que participó en Chile, pero su mayor mérito estuvo en su labor reproductiva, pues sus hijos se adueñaron de gran parte de las carreras más importantes de los últimos dos decenios del siglo XIX. Respecto a los jinetes, los había de dos tipos: aquellos que ejercían el oficio de modo semiprofesional, generalmente jóvenes de entre 15 y 20 años y hombres “cuya madurez podía calcularse por el largo de sus bigotes y hasta de la patilla que solían llevar”; y los llamados gentleman riders, que tomaban parte de las carreras montando sus propios ejemplares o los de sus pares criadores y dueños de caballos, y que en rigor hacían de esta actividad un pasatiempo. Entre ellos destacaban los señores Samuel Chifney, José Manuel Ortúzar y Arturo de Toro Herrera, todos muy competentes al decir de las crónicas de la época. El último de los nombrados era además el administrador de la cancha, por tal razón el Directorio del hipódromo tuvo que concederle un permiso especial para montar los caballos “en vista de que los jinetes caballeros daban mucho interés a las carreras”. Dos eran las temporadas de carreras: Otoño, que tenía lugar en abril y mayo, y Primavera, realizada entre los meses de agosto y octubre, la que congregaba más público. En principio ambas temporadas consistían en solo cuatro reuniones y en las que se disputaban tres o cuatro pruebas, aparte de los “desafíos”, carreras no incluidas en el programa, comunes en la época, y que enfrentaban a caballos cuyos propietarios acordaban medirlos en lides que tenían como premio el honor de ver victorioso a su ejemplar y, en ciertos casos, la recompensa monetaria derivada de las apuestas en torno a estas y que también se extendían al público.

Imagen de los años cuarenta que muestra al público transitando por el sector del jardín central, caracterizado por su simetría y fuente de agua.

En estos primeros años del CHS los premios eran bastante modestos, en el decenio 1874-1884 fluctuaban entre los 200 y 500 pesos, aunque en ocasiones ciertas pruebas eran recompensadas con montos mayores. No obstante, el poco estímulo que en esta materia ofrecía el Club Hípico era suplido en buena parte por iniciativa de los dueños de caballos, quienes organizaban pruebas particulares con apreciables apuestas y bajo el patrocinio de la institución. Entre 1894 y 1901 los programas de carrera se complementaron con otras pruebas, tales como las de saltos (steeplechase), las competencias para jinetes caballeros, las de militares montando caballos del Ejército y las corridas por mampatos.

Sus representantes más conspicuos fueron Fanfarrón –potro alazán nacido en Inglaterra en 1860, hijo de Fandango y First Rate, ganador en ese país de cinco pruebas en diversos hipódromos, importado por Luis Cousiño e instalado como reproductor en la hacienda Macul, considerado el primer gran criadero de caballos fina sangre de carrera en Chile. Allí se produjeron corredores que ganaron la mayoría de los grandes premios del Club Hípico de esos años, incluido seis veces el clásico El Ensayo– y By The Sea, que poseía una extraordinaria línea sanguínea, pues era hijo de Thormanby, ganador del Derby de Epsom, y de la yegua Bernice, cuyo padre era el magnífico Stockwell, que aparte de haber salido victorioso en las Dos Mil Guineas y el St. Leger fue durante siete años consecutivos líder de la estadística inglesa de reproductores. De acuerdo a crónicas de la época, By The

Una vez al año, al aproximarse la temporada de primavera, el Directorio designaba a las personas que debían ocupar los puestos de comisarios, jueces (de partida, llegada, peso,

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A principios del siglo XX no fueron pocas las exhibiciones aéreas realizadas en el CHS por pilotos que volaban aparatos bastante rudimentarios. En la foto derecha, Luis Alberto Acevedo, uno de los pioneros de la aviación chilena.

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carrera reglamentaria denominada La Final –que al igual que La Prueba y El Ensayo tenía como premio 500 pesos– quedó estipulada en 4.824 metros, una distancia sideral considerando que el máximo recorrido actual, incluidos los cuatro hipódromos vigentes, es precisamente la mitad, 2.400 metros.

paddock y cancha) y cargos administrativos. A su vez, se nombraba una comisión para que revisara los reglamentos de carrera, introduciendo en ellos las reformas que aconsejara la práctica.

Por esos años el Club Hípico albergaba además de las carreras una serie de eventos que constituían la entretención de un numeroso público y facilitaba su recinto para que se realizaran múltiples actividades de carácter deportivo, social y cultural. No pocos fueron los concursos y exhibiciones aéreas, como la elevación en globo, el 20 de septiembre de 1898, del aeronauta francés Eduardo Laiselle, que tuvo un desenlace inesperado y sirvió para que un periódico de la época desplegara su sentido del humor: “El señor Laiselle se elevó a gran altura y fue a caer, un rato después, sobre la casa del señor Juan Ignacio Vergara, quien recibió una visita inesperada”; 8 la exhibición ese mismo año del aviador italiano Bartolomé Cattaneo –quien aseguraba que había volado ante el zar de Rusia a bordo de un biplano Biériot de 50 HP–, replicada, en 1912, por el francés Marcel Paillette y el chileno Luis Alberto Acevedo –considerado uno de los pioneros de la aeronáutica nacional– y, dos años más tarde, por el paraguayo Silvio Pettirossi y el chileno Luis Page, “aquel que en el año 1913, cuando en Europa la aviación estaba en pañales, volaba en Chile en unos aparatos elementales, rudimentarios y realizaba en el aire las más arriesgadas acrobacias. Page, el mismo que una noche se elevó en el ‘aeroplano iluminado’, como se llamó a su aparato;

En sus inicios el hipódromo tuvo como las competencias más importantes, y que serían parte permanente de la temporada de carreras, las denominadas El Ensayo, La Copa y La Prueba. El Ensayo, corrido por primera vez el domingo 2 de noviembre de 1873, en distancia de 1.200 metros y reservado para caballos de tres años de todas las razas y sin distinción de sexo, no solo sigue vigente hasta el día de hoy, sino que es considerado la máxima prueba de la hípica nacional y desde 1926 su recorrido quedó determinado en 2.400 metros. La Copa surgió de dos pruebas para caballos de todas las razas, sexo y edades disputadas en 1872. La primera en distancia de 1.000 metros y cuyo premio –una copa estimada en 300 pesos– fue ofrecido por el Directorio del hipódromo. La segunda, en distancia de 1.800 metros, correspondía a una copa entregada por la Municipalidad de Santiago y fue llamada Copa Municipal. Dos años más tarde se mantendría solo la Copa del Club (así se le denominó), clásico que hoy sigue disputándose bajo el nombre La Copa, prueba G3 para ejemplares de tres años y más y cuya distancia es de 2.400 metros. Por su parte, La Prueba, también destinada a caballos de toda condición salvo por la edad, que debía ser cuatro años, tenía el interesante recorrido de 2.400 metros y tuvo lugar por primera vez el 5 de octubre de 1873. En 1884 esta competencia se fijó en 3.216 metros. También ese año, la

8 Citado en: María Jesús Larraín, “Club Hípico: tesoro nacional”, revista Caras, 3 de octubre de 2014.

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Muchísimo público accediendo al CHS por la entrada poniente, en una foto de los años cuarenta que además muestra, en la parte superior derecha, los boxes originales donde hoy se sigue ensillando a los competidores que toman parte de las carreras.

modelos que lo regían en los países que contaban con una hípica más desarrollada. El Reglamento de Carreras, muchas de cuyas disposiciones con los años quedaron en desuso, fue objeto de numerosas reformas que mejoraron la organización de la competencia. Se estableció, por otra parte, un Calendario de Carreras que contenía la información de todas ellas y varios otros datos sobre el acontecer hípico nacional.

el mismo que una vez en Valparaíso, creyendo que no había hecho bastantes locuras, raptó en su avión a una bailarina española”.9 Entre 1874 y comienzo del nuevo siglo el Club Hípico de Santiago se esmeró en consolidar el espectáculo hípico a través de una serie de iniciativas que significaron mejoras tanto desde el punto de vista operativo de la competencia como asimismo de infraestructura y equipamiento. Considerando lo primero, destaca la formalización del Registro Permanente de caballos, que comenzó a funcionar adecuadamente a las exigencias de la competencia en 1875. Luego, en 1895, el Directorio dispuso que para participar en las carreras de caballo los animales debían estar necesariamente inscritos en el mencionado registro.

Uno de los hechos fundamentales que hasta el día de hoy marca el desarrollo de la hípica en Chile fue la implementación en 1897 del servicio de apuestas mutuas. En el hipódromo se instalaron cinco ventanillas de boletos a ganador al precio de 2 pesos la unidad. Algunos meses después se abrió la venta de boletos de 10 pesos, aumentándose a ocho el número de ventanillas para expender boletos de 2 pesos. Comentando el resultado de esta iniciativa, un diario de la época señaló lo siguiente:

Pocos años más tarde las autoridades hípicas de aquel entonces decidieron crear el Stud Book de acuerdo a

La instalación de las apuestas mutuas ha venido de esta manera a demostrar cuánto más interesante se hace este espectáculo, mediante una pequeña apuesta y a la vez la perfecta corrección del procedimiento que se emplea.

9 El texto entre comillas es parte del artículo de Luis Enrique Délano sobre el aviador, publicado en la desaparecida revista Zig-Zag, de la cual el escritor chileno era corresponsal en Europa.

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El Club Hípico de Santiago se caracterizó por reunir en él a la elite santiaguina y también en acoger la visita de importantes personajes públicos y altas autoridades. En las imágenes, mujeres disfrutando de la sociedad y el presidente de la época, Arturo Alessandri, junto a su esposa Rosa Ester Rodríguez Velasco, a la entrada del recinto.

Sin embargo, las apuestas en torno a la competencia hípica que organizaba el hipódromo, con todos los costos operativos implicados y premios a otorgar, eran de competencia libre, existiendo una serie de agentes privados que se beneficiaban de ellas. No solo dentro del recinto se podían efectuar las apuestas, sino que también muchos privados habilitaron lugares para este efecto. Las consecuencias negativas de esta práctica, sin que los hipódromos10 tuvieran ganancia alguna, eran evidentes. Hasta la fecha que anotamos, el Club Hípico había dado cumplimiento a los fines primordiales de su constitución, en lo que al fomento de la raza caballar se refiere, en

condiciones muy restringidas: la escasez de recursos no le permitía ofrecer los premios que constituyeran un aliciente para los criadores de caballos que en número reducido había en esa época. Como medio de despertar el interés por las carreras y de proporcionar al mismo tiempo los fondos necesarios para el mejoramiento de los premios que ofrecía, la institución estimó conveniente vincular a estas aspiraciones la realización de las apuestas. Para lograr este objetivo, se adoptó el sistema de apuestas mutuas que, ideado y puesto en vigencia en Francia hacía más de 50 años, estaba acreditado como el más lógico y el que mejor respondía a los fines perseguidos.

10 Se destaca el término en plural, pues en esos años el hipódromo Valparaíso Sporting Club, emplazado en Viña del Mar, estaba vigente desde 1882. Años después, en 1904, se fundaría en Santiago el Hipódromo Chile, que tuvo a Pedro del Río Talavera como su principal promotor. Este comenzaría sus operaciones en un terreno ubicado entre las actuales calles San Diego y San Ignacio. Sin embargo la nueva sociedad adquiriría, dos años más tarde, un sitio de 22 cuadras de extensión localizado en el barrio La Palma –hoy comuna de Independencia– donde se emplazaría el hipódromo definitivo y que quedó habilitado en 1906. Se le conoce popularmente como La Palma o hipódromo palmeño en alusión al barrio que lo acogió. A diferencia del Club Hípico de Santiago, su única pista de carrera es de arena y se corre en el sentido inverso de los punteros del reloj. Este hipódromo, junto al Valparaíso Sporting Club, Club Hípico de Santiago y el Club Hípico de Concepción –fundado en la ciudad sureña a fines de 1918 y emplazado en un sector denominado La Pampa, actualmente Barrio Norte, conocido también con el nombre Mediocamino– son los cuatro hipódromos chilenos vigentes.

Fue solo a través de la promulgación, en 1902, de la Ley 1.528 sobre apuestas mutuas, que los deseos de concretar una legislación que protegiera los intereses de los hipódromos comienza a tener forma. En su artículo 1º señala: Solamente en los hipódromos establecidos con autorización del Presidente de la República, y que pertenezcan a sociedades fundadas con el primordial objeto de mejor ar las razas caballares y que obtengan personería jurídica

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¿Dónde ir el domingo? Al Club Hípico de Santiago, por supuesto. Así al menos era en los años cuarenta.

de conformidad con las leyes, podrían dichas sociedades organizar y mantener el sistema de apuestas mutuas con arreglo a los reglamentos que se expidan por el Presidente de la República.

Durante este periodo el Club Hípico de Santiago realizó numerosas obras benéficas a diversas organizaciones de carácter social y educacional y otras relacionadas con la salud; aportó al desarrollo urbano del barrio donde estaba emplazado a través del financiamiento de una serie de obras de pavimentación, ensanche e iluminación de calles y veredas, y puso a disposición sus dependencias para instalar en 1879 un improvisado hospital de campaña para atender a los heridos de la Guerra del Pacífico.

Esta ley, que fue modificada paulatinamente en una serie de aspectos, implicó en definitiva la competencia exclusiva de los hipódromos en la administración de las apuestas y el establecimiento de un fondo de premios que permitiera alentar la participación cada vez más numerosa de caballos fina sangre de carrera.11

11 Hasta el año 1902 no existía prohibición específica legal alguna para la organización de apuestas hípicas ni para explotarlas. En este sentido la mencionada ley tuvo por objeto otorgarle competencia exclusiva a los hipódromos en esta materia, y se fundamentó en las siguientes razones: Para evitar que particulares ajenos al Club Hípico de Santiago explotaran apuestas hípicas, sin que constara el destino de esos fondos a fines distintos del enriquecimiento personal; para garantizar a los apostadores la seriedad de la apuesta

y evitar que niños apuesten a las carreras de caballos; para asegurar que las apuestas hípicas destinaran algunos fondos a fines estimados beneficiosos socialmente; y por último, secundariamente, para resolver las discusiones sobre la legalidad de las apuestas mutuas. (Arturo Fermandois V. “La organización de apuestas hípicas: ¿una actividad económica amparada en la Constitución?” Revista Chilena de Derecho, vol. 28, núm. 3, pp. 573-591, 2001).

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Toma aérea del hipódromo en 1931. Se aprecia también, al fondo, el Parque Cousiño, vecino del CHS por el oriente. Ambos son de la misma época y representaron importantes hitos urbanísticos para la ciudad de Santiago.

Desde el punto de vista de infraestructura y equipamiento, el Club Hípico de Santiago fue desarrollando progresivamente una serie de obras. En 1875 las tribunas fueron agrandadas; en 1885 experimentaron nuevas transformaciones, habilitándose además tribunas llamadas de segunda clase que, en virtud de la creciente demanda de público por asistir a las carreras, debieron ser ampliadas tres años más tarde. Por su parte, en 1889 la pista de carrera fue extendida a una milla y casi 20 años después, gracias a la adquisición de la chacra El Espino, aledaña al hipódromo por el lado sur, fue reconstruida completamente alcanzando un desarrollo de 2.036 metros y un ancho de 30 metros y que con algunas variaciones es la que hoy –pista 1– sigue vigente.

que en la actualidad todo el frente oriente del Club Hípico. Pocos años antes se habían construido las canchas de tenis en el lado norte del hipódromo, entregadas en concesión al Santiago Lawn Tennis Club en 1910, año que entra en operaciones la primera clínica veterinaria del Club Hípico bajo la dirección del veterinario inglés William J. Moody, quien vino al país especialmente para ocupar este cargo. También con la compra del terreno El Espino, el CHS inicia en 1907, bajo la presidencia de Julio Subercaseaux Browne, un importante desarrollo paisajístico del hipódromo a cargo de Ramón Herrera Lira y que hoy se refleja principalmente en el parque de añosos plátanos orientales que rodean todo el predio.

La adquisición de este terreno también significó en 1907 la construcción de nuevos corrales, dotados cada uno de diez pesebreras, además de habitaciones para preparadores y empleados, y piezas destinadas al forraje, aperos y guarniciones. Los corrales se ubicaron en el lado oriente del hipódromo, paralelos a la calle que lleva su nombre, y su número fue paulatinamente creciendo de tal manera

El sostenido desarrollo del Club Hípico de Santiago se vio interrumpido dramáticamente el 11 de noviembre de 1892, cuando un aterrador incendio redujo a escombros sus dependencias y que un periódico de la época relató así:

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Ejemplar ganador de El Ensayo de 1963 dirigiéndose al recinto de paddock. En la foto superior la magnífica marquesina que caracteriza las tribunas preferenciales del CHS cuando se encontraba en plena obra. Durante la construcción del nuevo edificio el CHS siguió desarrollando sus programas de carreras con regularidad.

Sin embargo, este desgraciado hecho daría paso, casi 25 años después, no solo a la construcción de uno de los hipódromos más hermosos del mundo, a una obra arquitectónica magnífica para la ciudad de Santiago. Encomendado por Ricardo Lyon Pérez a Josué Smith Solar, el destacado arquitecto comienza a construir en 1918 un nuevo edificio para el hipódromo, que a grandes rasgos siguió el modelo del elegante Longchamp parisino. Aplicando una diversidad de estilos de la época, Smith Solar logró plasmar una unidad arquitectónica perfecta: el edificio principal, con una magnífica fachada palaciega por el poniente, elegantes y sofisticados salones, cómodas y generosas tribunas que miran hacia la pista de carrera y la cordillera, cubiertas de una espectacular marquesina; un jardín central, hundido a la manera barroca, con una fuente en su centro y emplazada simétricamente respecto a la entrada del recinto principal, el conjunto de caballerizas hacia el norte y el paddock hacia el sur, estos últimos recintos construidos siguiendo estrictamente la tradición hípica inglesa.

El hermoso Edificio del Club Hípico, que en los días de carrera era el punto obligado de reunión de la sociedad de Santiago, ha desaparecido anoche en cortos momentos, destruido por un voraz incendio. De esa elegante construcción de dos pisos y de más de una cuadra de extensión, que en los últimos tiempos había recibido importantes reformas, pudiendo dar cómodo albergue a miles de paseantes, solo queda ahora un recuerdo: las espaciosas tribunas y las galerías y departamentos interiores, todo fue consumido anoche en llamas. La enorme cantidad de madera empleada en la construcción del edificio, hizo que el fuego se propagase con increíble rapidez, formándose en pocos momentos una colosal hoguera, que iluminaba con sus siniestros resplandores la espaciosa cancha del Club y todos los edificios y campos vecinos.

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Imagen del paddock en los años sesenta. En primer plano la troya y al fondo los boxes donde los caballos se ensillan.

El nuevo edificio, de tres cuerpos y seis niveles de altura levantados con hierro, hormigón armado y cristal, fue terminado en 1923.12 Es necesario señalar aquí que el emplazamiento del Club Hípico de Santiago en el sector sur de la capital, aledaño al barrio República y contiguo al Parque O’Higgins –Pampilla, Campo de Marte y Parque

Cousiño como fue sucesivamente llamado antes de recibir su nombre actual–, y que luego de varias compras de terrenos se tornó en una superficie de 80 hectáreas de hermoso paisajismo y donde se ubican múltiples instalaciones (tribunas, salones, corrales, caballerizas, pistas de carreras y de entrenamiento, paddock, boxes, una casa de administración, jardines, avenidas rodeadas de grandes árboles, clínica veterinaria, canchas de tenis, piscina, etc.), constituyó un aporte en extremo significativo para la ciudad.

12 La construcción del nuevo edificio del CHS coincide con una serie de obras arquitectónicas propias de una época que marca la modernización urbana y arquitectónica de la capital de Chile. Entre otras: la Estación Central con una estructura metálica proyectada y construida por la industria Schneider y Co. Creusot en 1900; los puentes metálicos sobre el río Mapocho de la misma industria, entre los años 1889 y 1893; el Palacio de Bellas Artes, inaugurado el 18 de septiembre de 1910 y la Estación Mapocho inaugurada en 1913, ambas obras del arquitecto chileno Emile Jecquier, y numerosos palacios privados, todo lo cual le otorga a la ciudad una atmósfera europea.

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Tanto el Parque Cousiño como el Club Hípico de Santiago repercutieron significativamente en la valorización de los terrenos del sur de la Alameda y generaron, junto a otras edificaciones de la época, una profunda transformación urbana y arquitectónica; pero, principalmente, fueron la expresión formal y material de una nueva mentalidad de la burguesía, que agotada de provincianismo se propuso modernizar la ciudad a partir de patrones europeos.

y maravilloso. La elegancia que llevaban las damas es el más simpático sello de distinción, la música magnífica del baile, el bullicio de la charla reidora…13 Por su parte, El Mercurio, más en su estilo, señalaría: No cabe duda del valor y la belleza de estas construcciones que se alzan frente al Hipódromo. Soberbia iluminación que hace resaltar en rayas de fuego el detalle arquitectónico de líneas impecables.14

La inauguración del nuevo edificio marca un hito en el desarrollo del Club Hípico, pero sería poco riguroso afirmar que su construcción fue la que hizo habitual la asistencia de la elite santiaguina a este hipódromo, tal como lo fue frecuentar el teatro, la ópera y a reunirse en torno a manifestaciones sociales propias de la época. Efectivamente el Club Hípico se constituyó con la nueva edificación en un recinto de excelencia y en uno de los lugares más nobles para que conspicuos personajes extranjeros lo visitaran. Pero antes de ello, diríase desde su inauguración, el Club Hípico concitó la atención de la sociedad acomodada y tuvo, a la entrada del nuevo siglo, ilustres visitantes extranjeros, entre otros, al presidente de los Estados Unidos Teodoro Roosevelt (23 de noviembre de 1913), al famoso explorador inglés Edward Shackleton (8 de octubre de 1916) y al Príncipe Fernando de Baviera (noviembre de 1920).

En la primera mitad del siglo XX la dimensión social del Club Hípico de Santiago, en el sentido de ser el punto de encuentro de la elite santiaguina, corre paralela con el prestigio de la actividad hípica, como lo ilustra en 1930 la opinión del cronista Daniel de la Vega, quien sostenía que para poder pasearse con “decencia” los domingos por la tarde por Santiago había que tener conocimientos de hípica: “Si usted no los posee, se pone en ridículo, no puede charlar con nadie y parecerá un monstruo caído de alguna constelación”.15 Lo sorprendente fue que tras el incendio y durante los cinco años que duró la construcción del nuevo edificio e instalaciones complementarias, el CHS continuó efectuando las jornadas de carreras con toda regularidad. Luego del incendio el hipódromo comenzó a suplir sus tribunas con instalaciones provisorias y que en 1907 el Directorio determinó insuficientes para acoger al público. Por tal motivo decide realizar su mayor inversión en la historia y reconstruirlo completamente; sin embargo todo este proceso transcurrió mientras los aficionados seguían asistiendo a sus jornadas hípicas, varios de ellos transportándose en el tranvía que tenía un paradero especialmente habilitado en el CHS para que la gente accediera fácilmente al recinto. Las carreras de caballos en el CHS ya estaban incorporadas a sus rutinas y pasatiempos y pese a los inconvenientes no había motivo para no seguir disfrutándolas, tal como hoy miles de personas gozan del espectáculo hípico que ofrece uno de los hipódromos más atractivos del mundo.

La nueva y elegante fisonomía del Club Hípico de Santiago le representó una gran ventaja respecto a otros espacios públicos santiaguinos de la época, y por tal razón no fue extraño que continuara con la tradición de acoger a reputados visitantes y los atendiera con espléndidos festejos, como lo fueron, por ejemplo, los realizados al Príncipe Humberto de Saboya (agosto de 1924, “garden party” para cuatro mil personas y carreras en su honor); al Príncipe de Gales Eduardo de Windsor (septiembre de 1925, almuerzo de 150 cubiertos y carreras en su honor) y varios años más tarde, en noviembre de 1968, a la reina Isabel II, quien fue objeto de un magnífico y sofisticado banquete que constituyó la delicia de la prensa que cubría los eventos de sociedad. La inauguración a toda pompa del palacio de la hípica nacional, como algunos llamaron al CHS luego de su nuevo rostro, dio paso a entusiastas crónicas de prensa, algunas francamente empalagosas: Fue una noche de hadas, una fantasía de las Mil y una noches. Intentar describirlo es algo tan difícil que resulta superior a las fuerzas humanas. Fue un idealismo, en todo sentido, algo grande

13 Citado en: María Jesús Larraín, “Club Hípico: tesoro nacional”, revista Caras, 3 de octubre de 2014. 14 Ibídem. 15 Ibídem.

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Tierra derecha

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y de la propia capacidad de la institución para ofrecer anualmente jornadas hípicas atractivas, competitivas, siguiendo los estándares más altos de la hípica mundial y, por sobre todas las cosas, en una escenografía espectacular y que muy pocos hipódromos en el mundo poseen.

e reconoce en la incorporación y selección de selectas líneas sanguíneas; en la existencia de centros de crianza de buen nivel; en el número de nacimientos anuales de finasangre; en el mercado de compradores de estos productos; en la existencia de hipódromos dotados de infraestructura, equipamiento y capacidad organizacional y de gestión para desarrollar en sus pistas atractivas jornadas de carreras; en la cantidad y calidad de pruebas que ofrecen y el número de participantes que toman parte de ellas; en el monto de apuestas que venden; en los premios en dinero proporcionados a los propietarios de los caballos ganadores según el tipo de carrera; en la calidad del espectáculo que brindan, y en la inserción de la hípica local en los principales circuitos del turf mundial las variables clave para definir el desarrollo de la hípica de un país.

En este acápite se ofrece al lector una breve panorámica del desarrollo del Club Hípico de Santiago desde el inicio del siglo XX hasta el presente a partir de los valores que han tenido algunas de estas variables en el transcurso del tiempo y que de cierta manera reflejan su crecimiento sostenido a lo largo de su prolífica historia. Entre el año 1865 y fin de siglo se registró en Chile 91 importaciones de finasangre. La mayoría potros, que tomarían parte de las competencias desarrolladas en el CHS y el VSC para luego ser derivados a tareas reproductivas. Entre los más destacados figuran Fanfarrón, potro importado por Luis Cousiño en 1865, hijo de Fandango y First Rate, por Melbourne, considerado el semental de más alto valer en esa época y cuyos descendientes, entre otros, Dinorah (la primera ganadora de El Ensayo), Gladiador, Danubio, Gavilán II, fueron durante los primeros años del Club Hípico de Santiago los reyes de la pista. Fanfarrón prestó servicio en el haras Macul, establecimiento que durante muchos años fue uno de los que en mayor escala contribuyó a proporcionar caballos fina sangre de carrera para las pistas.

Estos son los principales aspectos que definen la fisonomía y el carácter de la hípica de un país, y si sus valores coinciden positivamente se puede hablar sin temor a equivocarse de una hípica desarrollada y que tiene su reflejo en las pistas de carrera de los hipódromos. En el caso del Club Hípico de Santiago, durante el transcurso de su historia ha ido consolidando el espectáculo hípico sobre la base del esfuerzo y reconocida competencia de los distintos haras nacionales en la crianza del caballo fina sangre de carrera e incorporación de selectas líneas sanguíneas,16

By The Sea fue otro ejemplar que marcó la época con sus descendientes. El potro alazán, hijo de Thormanby y Berenice, por Stockwell, importado a Chile en 1874 por José Ramón Echeverría,17 no solo brilló en las canchas

16 El desarrollo de la industria hípica se despliega en las pistas de carrera de los hipódromos, pero sin duda tiene su base en la crianza del caballo fina sangre de carrera, aspecto clave para medir la calidad de la hípica de un país. El nivel de desarrollo científico alcanzado en la crianza, reflejado, entre otras cosas, en la correcta selección genética de los reproductores, en el manejo eficiente de la reproducción mediante la aplicación de biotecnología moderna, en la alimentación apropiada basada en tablas de requerimientos internacionales y en el óptimo acondicionamiento físico de los productos nacidos en cada temporada, constituye el meollo de la industria. En este sentido la historia de la hípica de un país está íntimamente ligada a la historia que ha tenido en él la crianza del finasangre, asunto que pone en relieve la calidad de los haras nacionales y su aporte al progreso de la hípica en el transcurso de

los años. Materia que requeriría de un voluminoso libro dada la prolífica historia de la mayoría de ellos, algunos lamentablemente desaparecidos. 17 José Ramón Echeverría es considerado uno de los pilares del turf nacional gracias a su labor en la crianza de caballos fina sangre de carrera. Desde 1865 hasta su muerte (1885), en el fundo El Olivo, Quillota, crió a los hijos de Fanfarrón y alcanzó su mayor éxito con Bye The Sea y sus descendientes. Estuvo a cargo también del

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Foto clásica de los grandes clásicos de la generación: los jinetes y autoridades retratados antes de la carrera que consagrará al campeón de tres años. En este caso a propósito de uno de los clásicos El Ensayo efectuados en la década del cincuenta.

ganando innumerables carreras, sino que fue el mejor semental que hubo en el país: seis de sus descendientes ganaron El Ensayo, la misma cantidad lo hizo en La Prueba, ocho de ellos vencieron en La Final y dos en El Derby, las principales pruebas de la época. La yegua colorada Lady Washington, hija de Woodburn y Peggy Ringgold, por Ringgold, también dejó una descendencia extraordinaria con varios de sus hijos adjudicándose las competencias más relevantes del calendario nacional. Sin embargo el éxito de estos reproductores junto a otros como el excelente Palmy,18 habría que aquilatarlo de acuerdo al número de

ejemplares que competían en esos años, un contingente más bien reducido y que además de los purasangre presentaba en las pistas caballos mestizos, producto de la cruza de los primeros con yeguas criollas. Esta época de pubertad de la hípica chilena fue paulatinamente superada en la medida que, por una parte, fue creciendo el plantel de caballos fina sangre importados, la cantidad de haras establecidos en las distintas regiones de Chile y el número de nacimientos anuales de purasangre; por otra parte, debido a la mejora de la organización de

criadero La Peña, perteneciente a Agustín R. Edwards, quien fue gran impulsor del mejoramiento de la raza caballar de la época y que contó en su establecimiento con padrillos de la talla de Thormanby, Doncaster II, Wanderer y excelentes yeguas madres como Panic, Princes II y Palmleaf. 18 Palmy (1877, The Palmer y Henrriette, por Newminster), importado al país por Tomás Eastman en 1882, ejerció una marcada influencia en el elevage nacional, que desgraciadamente se vio restringida en su continuidad porque el stock de yeguas finas era por aquel entonces –1885-1905– muy reducido, y la mayoría de sus descendientes

fueron concebidos en yeguas mestizas. Sus hijos fueron ganadores de las principales pruebas de la época –El Ensayo, El Derby, La Copa, La Prueba, Las Oaks– y fue líder de padrillos en los años 1886-97, 1897-98 y 1903-04.

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No se tiene la información del fotógrafo que captó esta imagen de 1939, sin embargo debió haber sido un profesional de excelencia por la claridad conceptual y técnica de la misma. La foto es simplemente un retrato perfecto del CHS en todas sus dimensiones: su panorámica hacia la cordillera, la frondosa arbolada emplazada en su oriente, los jardines interiores del óvalo y la laguna, la carrera en los metros finales y el público.

El año 1900 el CHS realizó 29 reuniones hípicas y en ellas se disputaron 121 carreras (un promedio de cuatro pruebas por reunión), cuyo fondo de premios fue de 699 mil pesos. Diez años más tarde las jornadas se ampliarían a 36 y las 230 pruebas realizadas anualmente (un promedio de seis pruebas por reunión) casi duplicaron las disputadas en la década anterior, como ocurrió también con el fondo de premios que el año 1910 llegó a 1.312.912 pesos. En esa fecha el país registró 435 nacimientos, 115 finasangre importados y doce centros de crianza. Las carreras clásicas –que hoy podríamos traducir como G1– eran cinco, al igual que a inicios de siglo: Las Oaks, El Tanteo, El Ensayo, La Prueba y La Copa.

las carreras en los hipódromos, principalmente respecto a la cantidad de reuniones realizadas en el año como asimismo el número de competencias y ejemplares que participaban en ellas. También, por cierto, al incremento de los premios asignados a los ganadores. La realización de apuestas en torno a las carreras sin duda fue un factor clave en esta ecuación, pues permitieron disponer de un fondo de premios acorde a la inversión realizada por los criadores y propietarios de los finasangre y solventar la operación hípica de los hipódromos, que requiere de mucha gente, elevadas inversiones en equipamiento y disponer de recursos para cubrir los altos costos fijos que implica, en el caso de Club Hípico, la mantención de un predio de 80 hectáreas con una cantidad enorme de recintos.

En las décadas del veinte y treinta las variables mencionadas sufrirían leves modificaciones, salvo el fondo de premios, que registró en 1920 la cifra de 4.902.758 pesos y diez años más tarde se amplió considerablemente a 10.013.042 pesos. También en 1930 hubo un notorio aumento de haras (22). En esta época el CHS seguía realizando sus jornadas hípicas en dos temporadas, la de Otoño, en los meses de abril, mayo y junio, y la de

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Primavera, en septiembre, octubre y noviembre, ambas los días domingo.19 Asimismo, en 1925 la participación de caballos mestizos comenzó a descender y en 1958, fecha en que corrió por última vez un mestizo en el CHS, el hipódromo estableció para sus pruebas la inscripción de ejemplares cien por ciento pura sangre.

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En el decenio del cuarenta el Club Hípico de Santiago tendría un desarrollo significativo en todos los aspectos mencionados, como lo sugieren las cifras de 1940: 60 reuniones en el año, 550 carreras disputadas y un fondo de premios de 47.104.468 pesos. Ese año hubo en el país 680 nacimientos de finasangre y el Stud Book registró 47 haras y la importación de 195 finasangre. En esta época el hipódromo ya realizaba sus jornadas hípicas durante las cuatro estaciones del año, lo que explica el aumento de carreras disputadas y el fondo de premios. Desde el punto de vista de la operación hípica, la incorporación en 1941 del fotofinish constituyó una inversión relevante. Significó una medición objetiva y precisa de los finales estrechos y liberó al juez de llegada de dirimir en esta materia; también puso fin a las numerosas polémicas suscitadas entre los dueños de caballos y los apostadores cuando dos o más ejemplares llegaban separados a la meta por mínimas diferencias. Sin embargo, fue a mediados del siglo pasado cuando este hipódromo logró un crecimiento espectacular, registrando en 1950 cifras muy por encima respecto a su desarrollo anterior: la cantidad de carreras disputadas en sus pistas fue de 665, con un promedio de diez pruebas por reunión, y el fondo de premio se disparó a 721.463.922 pesos. Relevante también fue el aumento de nacimientos (1.296), número que duplicó los ocurridos en 1940, como asimismo el incremento de los centros de crianza, que ese año alcanzó ochenta haras. En esta época se disputaban en el CHS nueve clásicos considerados actualmente G1, número que se ha mantenido con leves variaciones hasta hoy.

El jinete Rogelio Parodi desensillando a Liberty, el ejemplar ganador de El Ensayo de 1951, para luego ir a la sala de pesaje. Su sonrisa devela la satisfacción por este logro, que se repetiría diez años después montando a la excelente Miss Therese.

En la década del sesenta la cantidad de carreras corridas en este hipódromo continuó creciendo, con un promedio anual de más de doce pruebas por reunión, y además de

las jornadas hípicas de los domingos el CHS comenzó a programar carreras dos miércoles al mes, alternados. También se caracterizó por incorporar importantes mejoras en la competencia como fue la adquisición en 1961 de un totalizador electrónico, que permitió mostrar el movimiento de las apuestas en torno a las carreras, señalando los dividendos de cada ejemplar y sus variaciones, además de la información respecto a su peso físico, el peso del jinete y el nombre de este. Asimismo, en 1968, el CHS incorporó el partidor automático, estructura metálica dividida en varios compartimentos numerados, adecuadamente acolchados, donde los caballos son

19 Terminada la temporada de Primavera, en la que se disputaban las principales carreras, los caballos, preparadores y jinetes se trasladaban a Viña del Mar para tomar parte de la temporada de Verano de carreras del VSC (enero, febrero y marzo), que a partir de 1910 era la única desarrollada por el hipódromo viñamarino y cuyas principales pruebas eran El Derby (1885), St. Leger (1886), Juan S. Jackson (1908), Copa El Mercurio (1909), Premio Valparaíso Sporting Club y el clásico Casino Municipal Viña del Mar (1932), este último, el mejor remunerado después de El Derby.

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La foto superior muestra el recinto de paddock en la década del sesenta y es de la famosa revista Life . Más abajo la llegada y partida de dos versiones de El Ensayo. Esta prueba junto con La Copa son las únicas en el que el partidor se ubica en diagonal hacia las tribunas, en el sector donde está el poste que señala los 2.400 metros.

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La pista de arena, al interior de la cancha principal de pasto e inaugurada en 2013, fue un gran aporte para los propietarios y preparadores de los finasangre y constituyó un desafío para los apostadores. A los primeros les ofreció una superficie que en ciertos casos beneficia a algunos de sus pupilos, y a los segundos les implicó otro factor más a considerar en el ‘estudio de las carreras’.

En la década del setenta el Club Hípico amplió sus jornadas de carreras a números similares al presente. En 1970 se registraron 85 reuniones y en ellas se corrieron 1.033 pruebas. El número de nacimientos en el país creció a 1.627 y se contaron 96 haras, cifras que desde el punto de vista de la crianza de los caballos fina sangre de carrera en Chile representaron lo máximo alcanzado hasta ese momento.

ubicados. El compartimento número 1 es el más próximo a la baranda interior de la pista y los restantes se ubican sucesivamente hacia el exterior de la cancha. Este partidor –compuesto de dos estructura idénticas que se enganchan y que en su conjunto permite 18 ejemplares– reemplazó el sistema de huinchas, la cuales eran cortadas al momento que el juez de partida daba la orden de salida, y que en muchos casos implicaba partidas falsas, principalmente debido a ejemplares indóciles y renuentes a estar quietos en el punto de largada. Estas inversiones fueron realizadas durante el periodo en que Pedro García de la Huerta fue presidente (1943-1969), quien ha sido la persona que por más tiempo ha presidido la institución.

La década del ochenta no mostró variaciones significativas como sí lo hizo la siguiente. En 1990 el CHS realizó 82 jornadas y 1.430 pruebas al año, con un promedio de 17 carreras por reunión. En ese tiempo se produjo un gran número de nacimientos de finasangre, y en 1994 se registraron 2.440.20 Respecto al fondo de premios, su cifra

20 En 1986 se verificaron alrededor de 2.600 nacimientos, lo máximo alcanzado en esta materia en la hípica chilena.

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Los competidores saliendo del recinto del paddock en dirección hacia la pista y ante la presencia de numerosos aficionados que se ubican en este sector para apreciar el físico de los finasangre.

llegó a 2.956.441.900 pesos. Es importante destacar en estos años la incorporación del sistema Teletrak, creado en 1986 y administrado en conjunto por el CHS y el Hipódromo Chile, que permitió ver y apostar a las carreras en una red de agencias distribuidas a lo largo del país, dotadas de monitores, que recibían directamente la transmisión televisiva de ambos hipódromos, y provistas de máquinas Mark 2 para la venta de boletos. Este hecho significó a lo largo de los años que un buen porcentaje de las apuestas se realizaran fuera de los hipódromos,21 facilitándole a los apostadores puntos cercanos a sus lugares de residencia o trabajo para que viesen en directo las distintas competencias y, por cierto, apostaran en ellas. Hoy la red Teletrak alcanza 195 agencias.

El año 2000 el CHS registró 86 reuniones de carrera, la misma cifra que se mantiene hasta hoy. Como referencia diremos que ese año se disputaron 1.521 carreras, con la participación de 2.309 ejemplares que corrieron en total 19.905 veces, lo que dio un promedio de 13,08 ejemplares por carrera. En las dos primeras décadas del presente siglo el CHS fue incorporando importantes mejoras a la operación hípica. La principal inversión hecha en este periodo fue la construcción, entre fines del 2012 y principio de 2013, de la pista 2 de arena, que se hizo sobre la superficie que anteriormente ocupaba la pista 2 de pasto. Fue inaugurada

21 Actualmente el 62% de la venta de apuestas se realiza en las sucursales; el 11% vía internet; el 7% a través de Fonotrack y el 20% en el mismo hipódromo.

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La partida es uno de los momentos más emocionantes de una carrera por toda la adrenalina que se siente en los momentos previos de la largada y el raudo accionar que los ejemplares imprimen un vez que se abren las puertas. En la foto enfrentada, el partidor nuevo del CHS, adquirido a una empresa australiana el año 2018. La imagen de esta página muestra la central televisiva del CHS, área que cubre las carreras y la operación hípica en todos sus detalles.

metros de la meta, esta pantalla de 247 metros cuadrados (21,5 x 11,5 m) permite seguir el desarrollo de las carreras en una amplia dimensión y detalles, resultando un recurso visual clave para ver las alternativas de las carreras en todas sus instancias, principalmente en los metros iniciales e intermedios, en los que los ejemplares están lejos de la vista del espectador.

el 14 de abril de ese año con motivo de disputarse el clásico Copa de Oro, prueba G2 en distancia de 1.800 metros. Esta pista le permitió al CHS diversificar sus pruebas en dos superficies distintas y a los preparadores de caballos les ofreció una alternativa que en muchos casos favorece a ejemplares que se desempeñan de mejor forma en arena. También facilitó la mantención de la pista 1 de pasto, puesto que a su intenso trajín durante el año se sumaban en la temporada de invierno las lluvias que impedían su adecuada mantención.

La compra el año 2018 de un totalizador nuevo, digital, también representó un importante aporte para el aficionado hípico, pues permitió entregar la información de las carreras de manera legible desde cualquier punto donde este estuviera apostado. El Club Hípico de Santiago cuenta con transmisión televisiva que progresivamente ha ido alcanzando un nivel de excelencia. Hoy dispone de cámaras que cubren todas las instancias de cada carrera: el paseo de los caballos por la troya, la salida de estos a la cancha, su exhibición frente a las tribunas, su trayecto hacia el punto de partida, sus movimientos antes de entrar al partidor, la partida y todo el desarrollo de la carrera, además de la gráfica que

La adquisición el año 2010 de una pantalla gigante LED, que en 2017 sería agrandada, fue otro aporte significativo al espectáculo hípico. Ubicada frente a las tribunas, a 20

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Un empate entre dos caballos es muy infrecuente, pero entre tres ejemplares (página izquierda) es ¡una locura! Sin embargo, el CHS registra en su historia cinco casos como el que revela el fotofinish del año 1949. Hoy el hipódromo cuenta con un fotofinish de última generación como asimismo de una pantalla LED gigante, inversiones realizadas en los últimos años y tendientes a optimizar los aspectos operacionales de la competencia y brindar las mayores comodidades al público.

muestra los dividendos de los competidores, su peso físico, los dividendos de los ejemplares que tomarán parte de las próximas tres carreras, etcétera. Todo ello a partir de la transmisión en HD que ocupa once cámaras, con diversos planos, y que el año 2017 se enriqueció con el sistema Trakus, tecnología digital que va entregando las posiciones exactas de los caballos y sus alternancias durante la carrera a través de una gráfica ubicada en la parte inferior de la pantalla, adelanto que el CHS fue el primer hipódromo en implementar en Latinoamérica.

operación hípica, como asimismo lo fue la compra también el 2018 del nuevo partidor, Simtrack, adquirido a una empresa australiana y que es el que utilizan los principales hipódromos del mundo.

La adquisición el 2018 de un nuevo fotofinish, marca Finishlynxs, que entrega diez mil imágenes por segundo, también constituyó un importante hito en materia de

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Eventos La elegante arquitectura del Club Hípico de Santiago, reflejada en sus diversos salones y jardines, y el amplio predio de que dispone permiten que en él se realicen eventos de diversa naturaleza, desde sofisticadas fiestas de matrimonio hasta conciertos y festivales masivos. Un lugar privilegiado para desarrollar todo tipo de actividades sociales, culturales y artísticas y cuyos espacios son adaptados para que en ellos los asistentes disfruten a plenitud de estas manifestaciones.

Entre los conciertos y festivales que se han efectuado allí destacan, entre otros, Creamfields (fotos de la página siguiente), uno de los eventos más importantes de música electrónica; Open Blondie, la fiesta más grande de noche de Halloween que se realiza en Chile; los conciertos de Depeche Mode, Metallica, Los Fabulosos Cadillacs y The Jonas Brothers. Tanto el arriendo de sus salones como de sus espacios al aire libre le reportan al Club Hípico de Santiago importantes ingresos.

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El Club Hípico de Santiago y su arquitectura Mario Pérez de Arce

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El arquitecto Josué Smith permanecerá durante largos años a cargo de cada uno de los proyectos del conjunto, primero trabajando solo y posteriormente en sociedad con su hijo José, con quien formó la importante oficina, Smith Solar y Smith Miller Arquitectos.

as antiguas tribunas del Club Hípico de Santiago, que habían sido utilizadas como hospital provisorio durante la guerra de 1879, son presas de un incendio que acaba totalmente con ellas en 1892. Cuando se aproxima la celebración del Centenario de la República, Santiago se embarca en un proceso de renovación encabezado por su intendente Benjamín Vicuña Mackenna, al cual quiere incorporarse también el Club Hípico.

Primeros edificios del club En 1918 el arquitecto Josué Smith inicia los trabajos encomendados por el Club Hípico, comenzando con el plan general del recinto, recientemente extendido, lo que permitiría un nuevo diseño de las pistas. Allí seguramente ha debido trabajar en íntimo contacto con el paisajista Guillermo Renner y con otros profesionales o expertos.

En 1907, gracias a una gestión de don Julio Subercaseaux, se extiende la propiedad del Club Hípico de Santiago con la compra de nuevos terrenos hacia el sur, lo que posibilita alargar las pistas. Se aprovecha ese momento para encomendar el tratamiento paisajístico del club al paisajista Guillermo Renner, quien, en acuerdo con Subercaseaux, propone la plantación de las avenidas de plátanos orientales en el contorno de la propiedad. El Club Hípico se remodelará según el modelo del Hipódromo de Longchamp en París, a tono con un acentuado afrancesamiento en los gustos de la sociedad de la época.

El amplio recinto del Club Hípico de Santiago tiene distribuidos en su interior varios edificios, todos diseñados por Smith, los que al ser hechos en distintas épocas, representan también las variaciones arquitectónicas que el mismo arquitecto experimentó con el correr del tiempo. El plan general adoptado consistió en disponer el conjunto de tribunas al costado poniente de las pistas, de modo que todas se abren hacia el oriente, enfrentando el espectáculo único de la cordillera. Todo el conjunto está rodeado por generosas avenidas de plátanos orientales que conectan los diferentes accesos con los distintos edificios y programas del conjunto. Hacia el poniente de las tribunas principales se ubican jardines formales en torno a los cuales están los pabellones complementarios menores.

La materialización de los nuevos edificios del CHS tendrá que esperar todavía algunos años, hasta 1918, durante la presidencia de Ricardo Lyon Pérez, quien emprende el nuevo proyecto. Los trabajos de arquitectura de las nuevas edificaciones son encomendados al ya famoso arquitecto Josué Smith Solar, a esa fecha de 41 años. Es el encargo más grande e importante que haya recibido hasta ese momento.

La construcción de las tribunas de socios, edificio principal del conjunto, comienza el año 1921; dos años más tarde, en 1923, son oficialmente inauguradas. La ceremonia se lleva a efecto con una concurrida celebración a la que asistieron unas tres mil personas. El edificio y los jardines con sus fuentes se iluminaron con miles de bujías que maravillaron y asombraron a la multitud.

El arquitecto es conocido en el ambiente santiaguino por su acuciosidad y afición al detalle como por su desbordante imaginación y “buen gusto”, características que se expresan en las múltiples grandes casas que a la fecha había proyectado y construido, tanto en la capital como en los balnearios de Papudo, Zapallar, Las Cruces y Viña del Mar.

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La foto de la izquierda exhibe el aspecto original de la fachada poniente del edificio principal y su reflejo en las aguas de la fuente que está en el centro del jardín que lo precede. La imagen de arriba muestra la escalinata sur del jardín y, en primer plano, las esculturas ornamentales que aún se conservan.

simétricos. Las pérgolas de remate superior entre las torres, que hoy desgraciadamente han desaparecido, son elementos arquitectónicos que frecuentemente aparecieron en la arquitectura de Smith, como es el caso de las pérgolas que rodean la piscina.

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Por su cara oriente, cubriendo las tribunas, está la imponente marquesina, símbolo de modernidad en su momento. Resuelta como un enorme voladizo de hormigón, estructurado en elegantes vigas en consola, también de hormigón, es una demostración de la libertad con que Smith administra sus soluciones, desprendiéndose de cualquier obligación estilística cuando aparece una oportunidad de exhibir nuevas técnicas. Se dice que sorprendió a los santiaguinos, muchos de los cuales temían que al descimbrarse no se pudiera sostener.

El edificio de tribunas de socios El edificio principal del conjunto es el imponente pabellón de las tribunas y salones de socios, con las tribunas abiertas a la magnífica vista hacia la cordillera, por el oriente, y con una fachada palaciega hacia el poniente en que resaltan las torres y las pérgolas de coronación superior. Las fachadas están tratadas con estucos de excelente calidad, que van dando forma a molduras, columnas y ornamentaciones varias. Presidiendo esta fachada, se extienden importantes jardines, tratados como un jardín hundido, con una fuente central.

En el primer piso del edificio, los salones de socios están elegantemente resueltos con arcos y bóvedas rebajadas de crucería, en sintonía con la arquitectura de un primer renacimiento italiano. Es interesante como estos mismos arcos sufren una deformación en la zona bajo la losa inclinada de las tribunas, muestra otra vez de la libertad del actuar del arquitecto.

El pabellón de tribunas de socios tiene aires renacentistas italianos, aunque su arquitectura es eminentemente ecléctica. Destacan las cuatro torres que contienen las escalas y que dan un ritmo a la fachada dividiéndola en tres sectores, uno central y dos laterales perfectamente

El edificio de tribunas de socios, a pesar de haber sufrido modificaciones especialmente en los últimos pisos, mantiene su calidad y su prestancia después de transcurridos casi 100 años de su inauguración.

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El contraste estilístico entre el edificio principal y el de las tribunas generales es notorio. Mientras el primero fue una combinación ecléctica y elegante de diversos estilos históricos, en el segundo se propuso un diseño funcional, limpio, sin ornamentaciones y propio de una arquitectura moderna.

Las tribunas generales Los pabellones de las tribunas generales, mucho más sencillos que el importante pabellón de socios, tienen una arquitectura funcional en la que destacan las bellas torres coronadas con una fina carpintería de las estructuras de madera que soportan generosos techos, las que, formalmente, están en sintonía con la mejor arquitectura de la época arts & crafts de Smith. En ellas se observan las uniones y ensamblajes de piezas de madera que caracterizaron esa expresión arquitectónica. Son estos los únicos elementos decorativos del conjunto; no hay otra ornamentación, ni tallados en madera ni bajorrelieves en estuco, como ocurre en el pabellón de socios. Las estructuras de hormigón de las marquesinas, pilares y losas obedecen a criterios funcionales que anuncian una arquitectura moderna.

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Los jardines Antecediendo la importante fachada del edificio de tribunas de socios, se extiende un espléndido jardín con trazado simétrico a la manera barroca. Los jardines se proyectaron para ser escenario de los más lucidos eventos sociales de la capital. Al centro, en una superficie hundida se ubica una fuente con poderosos surtidores que crean un primer plano en la perspectiva simétrica del acceso, mucho más impresionante aún durante la noche, cuando las columnas de agua son iluminadas.

árboles que se suman a la arboleda perimetral del predio. En el centro de ellos está ubicada la concha acústica, de un diseño limpiamente neoclásico, que acogía la banda musical a cargo de las retretas durante las carreras y eventos.

Despejado de árboles en su interior, este jardín está alhajado con graderías que salvan el desnivel y columnatas en la proximidad del edificio. A ello se suman esculturas, rejas y ricos amoblados en obra. En su contorno se disponen otros edificios del conjunto acompañados de grandes árboles.

Las magníficas avenidas de plátanos orientales, especie que domina en la arborización del conjunto, lo rodea. Hoy con árboles de 90 años de antigüedad, son un valioso patrimonio del club y de la ciudad.

Los pabellones de caballerizas y aperos del polo se emplazan al nororiente de la manzana, dispuestos como si fueran pabellones de jardín en el medio de un parque arbolado, con una plazoleta anexa adornada con una pila central con función de abrevadero para los caballos.

Las importantes puertas de acceso al recinto, con trabajadas rejas y columnas ornamentales con faroles, completan el conjunto.

Hacia el norte del edificio de tribunas de socios se extiende otro jardín, concebido a la manera inglesa, con masas de

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En la página izquierda los torreones de las tribunas generales. Sencillos pero a la vez imponentes, y que le otorgan al hipódromo un sello especial.

La Casablanca

Detalle del jardín hundido, diseñado al estilo neobarroco y cuyo principal concepto fue la simetría, tanto en sí mismo como con respecto al área donde se emplazó, entre la entrada poniente del CHS y la del edificio principal, y a sus costados norte y sur, los respectivos boxes.

Aun cuando se trata de un elemento secundario del importante programa que el Club Hípico había encomendado, la casa de la administración merece una mención especial como un muy buen ejemplo de su arquitectura doméstica. Josué Smith fue un arquitecto de grandes casas, y esta es un ejemplo destacado. En esta obra es posible encontrar un especial nivel de calidad expresiva y de diseño arquitectónico. Es presumible que en este caso particular Smith se haya visto libre de los requerimientos propios de clientes “dueños de casa”, pudiendo el profesional desarrollar libremente sus propias ideas arquitectónicas. Esta circunstancia le atribuye a esta obra un significado especial, transformándola en testimonio de los más preciados valores del arquitecto. Es de pensar que la atención de sus clientes del Club Hípico estaba puesta en los grandes

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La Casablanca se ubica en el sector poniente y hacia el sur de las tribunas y fue diseñada en un estilo sobrio para que en ella se instalara el administrador del CHS. Para la realización de esta obra Smith Solar se desprendió de las alusiones arquitectónicas historicistas y plasmó una construcción basada en un ecuánime y funcional equilibrio de volúmenes, luces y sombras.

edificios principales de la actividad hípica y social, y no en una construcción secundaria como la vivienda del administrador, en cuya edificación –así lo suponemos– depositaron absoluta confianza en el responsable del conjunto. La arquitectura de la vivienda de administración está desprovista casi enteramente de decoración, se ha desprendido de alusiones historicistas, y ha conquistado su calidad arquitectónica solamente con recursos elementales y de mucho contenido, como son la proporción de los volúmenes, las luces y sombras, la relación entre muro y vano y las distintas texturas, en este caso, el estuco blanco en oposición a la textura escamada de la tejuela de madera. Todo ello sin descuidar la funcionalidad de la vivienda, el adecuado asoleamiento de los recintos y su buena proporción.

el programa reducido como el que seguramente se le ha impuesto. Para ello se vale del cuerpo central, especie de larga sala, que conecta dos sectores de la vivienda. Este cuerpo es “estirado” al máximo posible y acompañado de un generoso pórtico abierto, dando como resultado la bella composición volumétrica. El volumen es de un equilibrio armónico poco común, con una disposición en ángulo respecto del terreno y una silueta alargada y quebrada, que separan la vida en el jardín interior de un antejardín abierto a las circulaciones interiores del Club Hípico.

Smith seguramente quiere aprovechar esta oportunidad que se le brinda y para ello se propone alcanzar de cualquier forma un buen porte para esta casa, aun con

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El club de tenis se ubica en el sector norte del CHS, en la avenida cubierta de plátanos orientales donde hoy se estacionan los vehículos. Cuenta con cuatro canchas y un restorán que ocupa el recinto original, y que tiene en su lado sur una hermosa piscina rodeada por una terraza cubierta de pérgolas. En este recinto también se pueden ver las carreras por televisión y obviamente efectuar apuestas.

El club de tenis Hacia el nororiente del predio se encuentra otro bello conjunto formado por el casino del club de tenis y piscina, rodeada esta última de pérgolas. El edificio del casino es francamente de un estilo “inglés” e incluso su techumbre de tejuela de madera está tratada con doble corrida cada seis hiladas, de manera de asemejarse a los techos de paja de cierta arquitectura tradicional rural inglesa.

La geometría de las intersecciones y encajes de los volúmenes en ángulos especiales está trabajada con exactitud y precisión. A otra escala, la misma precisión se advierte en el diseño de los ensambles de madera que terminan siendo los verdaderos motivos decorativos de la arquitectura.

Esta construcción es evidentemente posterior a los edificios de las tribunas y al proyecto de la casa de administración. En su fachada figura la firma de Smith Solar y Smith Miller indicando que este último ya había ingresado a la sociedad al momento de realizarse el proyecto (1923).

Nos encontramos frente a un excelente ejemplo de sobriedad y calidad arquitectónica que podríamos decir que representa la más pura y alta aspiración de Josué Smith en este sentido. Tal vez se trate del más depurado ejemplo arquitectónico de esta primera época de su vida.

Con la llegada de su hijo José en calidad de socio a su oficina, Josué retoma la arquitectura “de estilo”, abandonando una búsqueda arquitectónica con acento “modernista” de la corriente anglosajona del movimiento arts & crafts, como es el caso de la casa de administración

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El edificio principal del CHS cuenta en su primer piso con tres salones como el que muestra la foto de la página izquierda. Salones de bóvedas cruzadas, rebajadas a semejanza del renacimiento italiano. Por su parte, la fachada del edificio está tratada con estucos de excelente calidad que otorgan forma a una variedad de molduras, columnas y ornamentaciones diversas.

Diversos estilos arquitectónicos En el conjunto arquitectónico del CHS conviven formas que van desde un escrupuloso neoclásico académico – como es el caso de la concha acústica o las columnatas del jardín– hasta soluciones de corte funcional, como el quiosco del paddock que incluye soluciones francamente barrocas, o estilísticamente inclasificables. Ello es una demostración del espíritu ecléctico y libre del arquitecto. También es un testimonio de la búsqueda expresiva que experimentaba en una época confusa en que ciertamente convivían todos estos estilos y formas de encarar la arquitectura.

del mismo club. El proyecto para el club de tenis corresponde a este momento. Aunque la arquitectura es menos novedosa que en los casos anteriores, no disminuye en calidad. Su rica volumetría, la bella forma de incorporar la piscina, de relacionarse con las canchas de juego y con el espectáculo de las carreras, así lo muestran. Un pabellón lineal enfrenta un patio simétrico rodeado de pérgolas, recurso habitual en la arquitectura de Smith, en cuyo centro está la piscina. A ambos costados están las canchas de tenis. Todo ello alineado con el eje de la pista de carrera, cuyo espectáculo sigue siendo el tema central del club. Desde las pérgolas laterales se tiene un completo dominio de las canchas de tenis.

Entremedio de los ejemplos citados, la casa de administración y los edificios de tribunas generales son ejemplos de una arquitectura cercana al movimiento modernista de principios de siglo, al que se llamó arts & crafts en los países de la órbita británica y los Estados

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Unidos de Norteamérica. Recordemos que Josué Smith, hijo de norteamericano y graduado en ese país, alcanzó también a trabajar en él.

La imagen de la página derecha –como asimismo la que viene a continuación– permite apreciar la importancia de las áreas verdes del CHS. Las fotos muestran la avenida interior norte, caracterizada por sus plátanos orientales, sello paisajístico del CHS, y el sector donde está la cancha de polo, también rodeado de frondosos árboles y que presenta un conjunto de boxes empleados para ensillar a los caballos.

La confusión estilística reinante no impide, sin embargo, que domine la calidad y la coherencia de la composición general del conjunto. El resultado es una suerte de exposición de opciones arquitectónicas del momento y la mejor muestra de la diversidad de la obra de Smith, materializada en un solo predio.

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mitad del siglo XX, en particular en la costa este de los Estados Unidos, donde se le conoció como “mission style”. Las rejas forjadas, el uso de la teja y los ornamentos de estuco lo caracterizan. Josué Smith sostenía que este estilo en particular le interesaba, pero curiosamente sus obras donde lo utilizó no fueron reconocidas como exponentes de él, sino muchas veces se identificaron con el estilo inglés, como es el caso del Santiago College, donde actualmente funciona una universidad privada.

También hay ejemplos de una arquitectura casi funcional a la manera moderna, como el quiosco emplazado frente a las tribunas generales o el pabellón en que hoy funciona la administración. En ambos casos, la decoración desaparece dando paso a una estructura desnuda que solamente se valora por los muros, los vanos, los espacios y los elementos estructurales. Este mismo espíritu anima el diseño de la estructura de la magnífica marquesina de las tribunas de socios, obra pionera del hormigón armado en Chile.

El conjunto general del Club Hípico de Santiago, a pesar de las sucesivas transformaciones que ha sufrido, conserva su imponente prestancia original.

En otros pabellones es posible descubrir un dejo de arquitectura hispanizante, muy en boga en la primera

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El gusto por los detalles

administración, a las cuales se les incluyó un pequeño motivo decorativo con vidrios de color. Todos estos están inscritos en una única forma geométrica, pero cada uno de los cientos de motivos utilizados es diferente al resto.

Josué Smith Solar se distinguió como arquitecto por la calidad de los detalles de sus proyectos. Intervenía directamente en su solución, a diferencia de profesionales que encomendaban estas responsabilidades a otros dentro del estudio. Para Smith Solar los detalles fueron una oportunidad de agregar valor estético a sus edificios, más allá de resolver un objetivo constructivo.

Los tallados en madera de algunos elementos como el pórtico y capiteles del pabellón en el que funciona la dirección, son muy propios de la arquitectura de Smith, y se encuentran similares en el acceso de su casa en Av. República y en las casas de la Hacienda San Isidro en Quillota.

Un despliegue de buenos detalles está incluido en los múltiples portales del recinto. Majestuosos pilares coronados por luminarias decorativas y rejas de fino y elaborado diseño, bajorrelieves de estuco y copones de fierro fundido se articulan con arte en cada uno de ellos.

Tal como ocurre en general en la arquitectura de Smith, en los detalles hay un contraste entre aquellos de gran decorativismo como los anteriormente descritos, con otros, nacidos de una sensibilidad ascética y purista vinculada al movimiento arts & crafts. Es el caso de muchas ornamentaciones de la casa blanca como la ventana en mansarda o la carpintería de los torreones de tribunas generales.

Destacan detalles como las ventanas utilizadas en el edificio de tribunas de socios y en la casa de

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El mejor hipódromo para disfrutar de las carreras de caballos Organización de las carreras

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n la actualidad el Club Hípico de Santiago realiza sus jornadas hípicas todos los días viernes y lunes por medio, además de algunos domingos en los que se corren importantes clásicos que congregan a un público no necesariamente vinculado a la hípica, principalmente familias y niños, que tiene la oportunidad de disfrutar de un espectáculo único y cuyo principal hito es El Ensayo, la máxima prueba del turf chileno.

La organización de las pruebas es facultativa de cada hipódromo y en este sentido el Club Hípico de Santiago elabora sus propios programas trimestrales de carreras. En ellos esta entidad determina las condiciones, distancias y particularidades de las pruebas que se disputarán en ese lapso. La programación de las carreras más importantes y mejor recompensadas, denominadas clásicos, se efectúa para periodos anuales. Para que un ejemplar participe en una carrera, su preparador –o propietario– debe inscribirlo en ella con una semana de anticipación y a través de una boleta de inscripción entregada a las autoridades del área hípica de la institución. Posteriormente los preparadores deben presentar el “compromiso de monta”, contrato que estos profesionales celebran con un determinado jinete para conducir cada ejemplar. Con estos antecedentes más la información del número de partida de los ejemplares y los kilos asignados a cada uno –peso del jinete, más los aperos y las planchas de plomo que en algunos casos son necesarias para completar el peso asignado–, el Club Hípico de Santiago publica las inscripciones de todas las carreras de la reunión, indicando el monto de los premios que recibirán los propietarios de los caballos que ocupen los cuatro primeros lugares y el tipo de apuestas que se pueden realizar en torno a ellas.

Las jornadas de carreras incluyen por lo general 19 competencias. Se inician a las dos y media de la tarde y finalizan aproximadamente a las diez y media de la noche. En la última década la institución ha realizado 86 reuniones por año, y para tener una referencia de las carreras disputadas anualmente diremos que en 2017 se realizaron 1.669 carreras. En ellas participaron 2.363 ejemplares que en su conjunto corrieron 19.572 veces, lo que implicó un promedio de 226 caballos por jornada. Las pruebas contemplan diversas distancias, desde 1.000 hasta 2.400 metros. La hípica se rige en los diversos países bajo las normas establecidas por instituciones que generalmente adoptan el nombre de Jockey Club, las que velan por el desarrollo y organización de las carreras de caballos y por el perfeccionamiento de la pureza de la raza. Estas instituciones operan en forma autónoma y están constituidas como sociedades anónimas, sin embargo deben regirse por el Código de Carreras, órgano que en el caso de Chile fue creado por decreto del Ministerio de Hacienda en 1932 y de cuya aplicación es responsable el Consejo Superior de la Hípica Nacional, entidad creada por decreto supremo que constituye la autoridad hípica en Chile y cuyo máximo representante es nombrado por el Presidente de la República.

El día de carrera el ejemplar inscrito debe estar en el hipódromo con más de una hora de antelación a la prueba que disputará, tiempo que le permite ser examinado por uno de los veterinarios de turno y controlar su peso, el cual se da a conocer al público pues constituye un indicador de su estado físico. En esta instancia se efectúa además la revisión del herraje. Esta operación se realiza en el sector oriente del Club Hípico, frente a la calle Tupper, en un recinto que está al inicio,

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por el lado norte, de la avenida donde se emplazan los corrales. 22

inmediatamente hacia el sur del jardín hundido, que es lo primero que una persona observa cuando entra por el lado poniente del CHS. Consiste en un recinto semicircular circundado por una reja, que contiene hacia el fondo un conjunto de dieciocho boxes donde los ejemplares son ensillados. Inmediatamente delante de este se encuentra un jardín redondo de pasto y flores, por cuyo exterior los caballos se pasean tirados por sus cuidadores con el objeto de que el público aprecie sus físicos antes de salir a la cancha. A esta área del paddok se le denomina troya y en ella, mientras los caballos se exhiben a los aficionados, los preparadores y propietarios de los finasangre dan a los jockeys las últimas instrucciones respecto a las estrategias a seguir en la carrera. Hacia su costado sur, se encuentran la sala de peso de los jinetes y la sala donde estos se visten con las chaquetillas correspondientes a los colores de los studs de los ejemplares que monten. El paddok está a cargo del

Sorteado este primer paso, los caballos tirados por sus respectivos cuidadores se dirigen en fila por un camino de tierra cubierto de añosos plátanos orientales –pertenecientes al parquecillo que se extiende por la avenida adoquinada norte del CHS– hacia el sector donde está ubicado el recinto de paddok, no sin antes pasar por delante de las tribunas principales del hipódromo y exhibirse al público apostado en ellas. El paddock se emplaza en el sector poniente del CHS, detrás de las tribunas del edificio principal e

22 Esta avenida corre hacia el sur en paralelo a la Av. Club Hípico y termina en la calle Rondizzoni. Ahí se encuentran aproximadamente sesenta corrales donde se albergan los finasangre. Estos recintos son de propiedad del CHS y son arrendados a los preparadores.

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A la izquierda, la troya. La secuencia de esta página muestra cómo el ejemplar que va en punta (gorra negra) se abre de línea interrumpiendo la línea de su rival (amarillo y azul) y además lo carga. El caballo ganaría la carrera, pero sería distanciado por la Junta de Comisarios al segundo lugar debido a esta infracción.

juez que lleva el nombre de este recinto, quien, entre otras obligaciones, es el encargado de dar la orden de montar. Al salir a la pista, y antes de dirigirse al sector de la partida, los ejemplares montados por sus respectivos jinetes se pasean frente a las tribunas, de manera de exhibirse por última vez frente al público, y de allí emprenden rumbo hacia el punto donde está instalado el partidor. Una vez en la pista, jinetes y caballos quedan bajo la responsabilidad del juez de partida quien, secundado por algunos operarios y paradores –cuya labor consiste en facilitar la entrada al partidor a cada caballo–, dispone todo lo necesario para proceder a dar la partida de la carrera. Finalizada la prueba, los miembros de la Junta de Comisarios –autoridad máxima el día de carreras– determinan, antes de dar la orden de pago de las apuestas, si su desarrollo fue correcto y ajustado al reglamento. Esta instancia es clave para la transparencia de la competencia, pues no son pocas las ocasiones que en virtud de aplicar el reglamento de carrera el orden de llegada de los competidores es modificado debido a alguna infracción de uno o más ejemplares y que incidiera en el resultado de la prueba. Es lo que se llama distanciamiento: si entre competidores que han ocupado posiciones sucesivas –primer y segundo lugar, por ejemplo– hubo infracción del primero sobre el segundo, el orden de llegada se cambia a favor de este último. Mientras tanto, el juez de peso verifica si el peso de los jinetes (incluido los aperos y la montura) de los caballos que han ocupado las cinco primeras posiciones corresponde al asignado al momento de su inscripción en la carrera. Si ello no ocurre, el o los ejemplares que no ratificaron su peso quedan relegados al último lugar.23 En resumen, la orden de pago de las apuestas es de exclusiva competencia de la Junta de Comisarios y se hace en función de los siguientes procesos: ratificación del juez de partida de que no hubo anomalías en ella; verificación del juez de llegada de los primeros cinco lugares; verificación del peso de los jinetes que ocuparon las cinco

23 Esta situación es muy infrecuente y se da casi únicamente cuando el peso agregado al jinete (barras de plomo en los aperos) se ha caído durante el transcurso de la carrera.

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Los ejemplares mostrándose frente a las tribunas preferenciales por última vez antes de emprender rumbo al punto de partida. La exhibición de los ejemplares es casi permanente, comienza desde que son llevados al recinto de paddock, continúa con el paseo por la troya y luego con el desfile frente a las tribunas.

primeras ubicaciones; toma nota de los reclamos de los jinetes –realizado por el asistente del juez de llegada– contra el o los ejemplares que según ellos perjudicaron con infracción el cometido de sus conducidos; evaluación de estos reclamos por la Junta de Comisarios24 a partir de la revisión de la carrera, principalmente con la ayuda de la toma de frente de la prueba, y ratificación o cambio de orden según la decisión de la Junta de Comisarios en esta materia.

drogas o medicamentos prohibidos antes de la carrera.25 Completada esta labor, el caballo regresa a su establo a gozar de un reparador descanso, para volver al día siguiente a la rutina de caminatas y ejercicios precompetitivos que determine su preparador.

Por su parte, los cuidadores de los ejemplares que ocuparon los cinco primeros lugares y los que designe la Junta de Comisarios deben presentarlos al recinto de control de doping, donde se les extrae la muestra de orina, que en los días posteriores será examinada en un laboratorio para comprobar que el caballo no haya sido inyectado con

El CHS realiza diversos tipos de carreras: condicionales, a peso de reglamento y hándicap. Algunas de ellas, las más importantes, se denominan carreras de Grupo o clásicos.

25 En el caso de los clásicos Black-Type (carreras de Grupo y listadas, de las cuales el CHS cuenta con 41), las muestras se envían al laboratorio Rossi, en Melbourne, Australia, uno de los cinco acreditados en todo el mundo por la IFHA (International Federation of Horseracing Authorities).

24 La Junta de Comisarios, independientemente de si hay o no reclamo por parte de los jinetes, puede actuar de oficio.

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Los competidores en la curva, instancia estratégica de la carrera en la que algunos jinetes apresuran el cometido de sus conducidos en búsqueda de posicionarlos en la vanguardia y otros todavía reservan las energías de sus caballos para los metros finales.

y guardan similitud respecto a lo que en esta materia aplican los principales hipódromos del mundo. Las carreras de hándicap son aquellas en las que a cada caballo se le asigna un peso determinado, con el objeto de equiparar la opción, al menos teóricamente, de todos los competidores de una carrera. Antiguamente, la asignación de los pesos debía hacerla el “handicaper”, funcionario del área hípica que se basaba en su impresión personal sobre la calidad de cada participante para determinar el hándicap, voz inglesa que significa equiparar mediante el otorgamiento de una ventaja.

Condicionales son aquellas en las que a los participantes se les exige que reúnan una o más condiciones comunes dadas por la edad, sexo y carreras ganadas. Por ejemplo, carreras en las que solo pueden intervenir hembras de tres años no ganadoras, o machos de tres años ganadores de no más de dos carreras, o algunas en que el peso será asignado de acuerdo al número de carreras ganadas o al monto de los premios acumulados por cada ejemplar. En fin, hay una diversidad de condiciones que se pueden exigir a los participantes para confeccionar programas atractivos.

En la actualidad, en Chile existe una tabla de hándicap que establece las variaciones en el peso que debe cargar un caballo de acuerdo a la ubicación que este ocupó en su actuación anterior y la distancia que separó entre sí a los ejemplares que ocuparon los tres primeros lugares. Para facilitar esta labor se atribuyó un índice a cada ejemplar, por lo que el handicaper no tiene más que aplicar la tabla para determinar la variación de dicho índice de una carrera a otra y, en consecuencia, proceder a establecer el peso que el caballo deberá cargar en su próxima presentación.

Las carreras a peso de reglamento son aquellas competencias en las que el peso asignado a cada caballo depende de su edad, distancia y mes en que se corre. Para ello se ha establecido una tabla de pesos que determina las ventajas que los caballos mayores deben otorgar a los más jóvenes para equiparar sus opciones en la carrera. A estas cifras se ha llegado luego de largos periodos de observación

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Dos instancias totalmente opuestas de una prueba; mientras en esta página se aprecia a un competidor dirigiéndose al sector donde está instalado el partidor, en la página enfrentada se observan ejemplares que vienen de terminar la carrera y por un camino de tierra pegado al sector norte del CHS. Por cierto sin suerte, pues el ganador va directo al área denominada la pelousse donde es retratado junto a sus responsables.

A modo de ejemplo, diremos que en una carrera que agrupe a ejemplares entre los índices 20 y 15, el caballo de índice 20 debe cargar 5 kilos más que el de índice 15. El principio deportivo de este tipo de clasificación radica en equiparar las opciones de los caballos en función de compensar el mayor índice de un caballo con la menor carga de kilos del ejemplar de menor índice. En Chile el índice menor es 1 y el mayor puede ser superior a 56, y los ejemplares subirán o bajarán de índice en función de sus resultados. El índice que sube el caballo ganador está determinado por la distancia que estableció con respecto al segundo; si lo aventaja por menos de un pescuezo subirá 2 puntos, si esta distancia es superior a tres cuerpos subirá 4 puntos. Los caballos que llegan en segundo y tercer lugar

suben un punto, y los que lo hacen en quinta posición o más atrás bajan un punto en el índice. Sin perjuicio del empleo de la tabla de hándicap, se reconoce en el área hípica del Club Hípico un especial talento para programar carreras mediante este sistema y que reúnen ejemplares con similares opciones de ganar; asunto que muchas veces queda reflejado en las apuestas

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en el hecho de no haber claros favoritos y se manifiesta en la pistas de carreras en desenlaces dramáticos, con seis o más ejemplares arribando a la meta con menos de medio cuerpo de distancia entre ellos. Es preciso destacar aquí la labor de Enrique Yurazeck, ex gerente del área hípica, quien se desempeñó con singular eficiencia y capacidad profesional en su ámbito durante 57 años. Ciertamente las carreras de Grupo, aquellas que reúnen a los mejores ejemplares, son las que le otorgan el glamour a la hípica, pero sería imprudente desconocer el atractivo que tienen las pruebas de series menores, puesto que en general ofrecen al público, y principalmente a los apostadores, disputas muy reñidas y espectaculares y con numerosos caballos involucrados en el fotofinish.

Pistas

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El Club Hípico de Santiago tiene cuatro pistas. Dos de ellas son utilizadas para las competencias oficiales y las restantes están destinadas a la preparación y entrenamiento de los caballos, actividad que se realiza desde muy temprano todos los días de la semana. La cancha principal es de césped, tiene una extensión de 2.480 metros y un ancho de 42 metros, lo que permite la participación de dieciocho ejemplares. Consiste en un enorme óvalo cuyo eje longitudinal va de norte a sur. Hacia el sur de este óvalo se ubica el sector más ancho de la pista. Formado por dos partes curvas, una a continuación de la otra, cubre una distancia aproximada de 600 metros. Esta curva –bastante suave– desemboca en una recta final cercana a los 600 metros de longitud. La recta denominada “tierra derecha” por la mayoría de los relatores –a pesar de que se corra en césped, como el caso del Club Hípico de Santiago– se extiende paralela a las tribunas, unos 200 metros antes de las tribunas populares, para finalizar en aquellas correspondientes a los socios y donde se encuentra el fotofinish. En 2018 se le aplicó un nuevo sistema de riego por aspersión, con treinta y seis aspersores, de procedencia italiana, ubicados entre los 600 metros y la meta. Esta tecnología de manejo automático, basada en decodificadores, permitió un óptimo control del riego de la cancha, asunto que también se vio favorecido con la mejora en el sistema de impulsión de bombas y la incorporación para la distribución del agua de tuberías de última generación, todo lo cual permite un manejo uniforme y altamente eficiente del riego de la pista.

Esquemas de la pista 1 (pasto) y 2 (arena) del Club Hípico de Santiago y que dan cuenta del punto de partida y el recorrido según las distancias.

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También para los apostadores implicó un mayor desafío en el estudio de las carreras, puesto que no siempre los ejemplares se desempeñan de la misma forma en pasto que en arena.

Hacia su interior se ubica la pista 2, de arena. Esta se construyó sobre el terreno que ocupaba la antigua cancha 2 del CHS, de pasto. La nueva cancha de arena se comenzó a construir a finales de 2012 y se inauguró el 14 de abril de 2013. Posee una extensión de 2.000 metros, su ancho es de 30 metros y la recta final tiene unos 500 metros. Esta nueva pista permitió darle mayor versatilidad a la competencia hípica, principalmente porque su superficie de arena facilita a los trainers optar por un terreno alternativo al césped y que en ciertos casos favorece las condiciones de sus pupilos.

Tanto la pista 1 como la 2 cuentan con modernas barandas y en ellas se corre en el sentido de los punteros del reloj. La pista 3, de 1.860 de extensión, como asimismo la pista 4, ambas de arena, son empleadas para la preparación de los caballos en training y efectuar los ejercicios precompetitivos –aprontes, en términos hípicos– que sus responsables estimen convenientes.

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Sala de la gerencia del Club Hípico de Santiago. Al fondo, El sitio de Rancagua , óleo de fray Pedro Subercaseaux.

Recintos La infraestructura del Club Hípico ofrece todo tipo de comodidades para ver y disfrutar de las carreras. Tanto los recintos del edificio principal como los que se encuentran en las tribunas generales poseen una amplia panorámica de la pista de carrera y una hermosa vista hacia la cordillera. En el primero de ellos se encuentran los siguientes espacios:

marquesina que ofrece una panorámica extraordinaria de la cordillera de los Andes, las pistas de carrera y el entorno paisajístico del CHS. En el sexto piso se ubica el salón principal destinado al Directorio y visitas especiales. Esta ala del edificio se encuentra a la altura de la meta.

Old Boy. Ubicado en la torre norte del edificio principal, de frente a la meta, tiene acceso directo a los jardines que se emplazan entre las tribunas y la pista de césped y ofrece una amplia panorámica de todo el desarrollo de la carrera.

Salones y palcos de arriendo. En el tercer piso del edificio principal se habilitó en el año 2012 un conjunto de catorce salones con sus respectivos palcos,26 ubicados de frente a los metros decisivos de la pista. Estos salones se arriendan anualmente y cuentan con las máximas comodidades para ver las carreras, apostar en ellas y servicio de comida y bebestibles.

Recinto de Socios. Contiguo al anterior, tiene seis pisos de los cuales el primero, tercero y quinto cuentan con amplios y elegantes salones para disfrutar la jornada de la carrera. Están dotados de servicio restorán, cómodas mesas, cajas de apuestas y todo lo necesario para vivir a plenitud la reunión hípica. El quinto piso posee además una terraza con

26 Actualmente hay más en construcción.

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Apuestas

Paddock Sur. Ubicado a 50 metros de la meta, tiene acceso a público en el primer y tercer piso. Cuenta con cómodas butacas, servicio restorán y completo equipamiento para realizar las apuestas.

El Club Hípico de Santiago tiene tres tipos de apuestas. El más sencillo corresponde a los juegos simples, como el tradicional “ganador”, en que basta acertar al ejemplar que llega en primer lugar para cobrar el premio. El monto a recibir depende del dividendo que paga el caballo cuando las apuestas ya se han cerrado. Para cada carrera esto ocurre en el momento en que se abre el partidor –donde salen los competidores–, instante en que las apuestas automáticamente se cierran.

Tribunas generales. Ubicadas entre los 150 y 250 metros de la meta, tienen habilitado el primer y tercer piso para el acceso al público y cuentan con servicio restorán. La galería, a su vez, se ubica entre los 350 y 450 metros de la meta. Inmediatamente a la entrada norte del CHS –acceso de los socios e invitados– y adyacente al conjunto de caballerizas hoy desocupadas, se encuentra un restorán que cuenta con un amplio espacio en su interior, cómodas mesas, excelentes platos y una grata terraza cubierta de árboles. Funciona también los días que no hay carreras.

El segundo tipo de juego son las denominadas apuestas “de fantasía” o “combinadas”, las cuales se cobran si se acierta a los caballos que ocupan los primeros lugares de acuerdo a ciertas exigencias. Tienen distintas dificultades, la de menor complejidad es la “quinela”, que consiste en acertar en una carrera a los caballos que llegan en primer y segundo lugar, no importando el orden. La “exacta” es similar, pero para cobrar el apostador debe acertar el orden preciso en

Todos los recintos del CHS están dotados de numerosas cajas de apuestas y monitores por doquier. Independientemente de donde el público se instale, tendrá siempre al frente de sus ojos una pantalla de televisión que le ofrece todas las alternativas de las carreras y con la información hípica correspondiente.

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La apuesta hípica no es un asunto de simple azar, por el contrario, requiere, como todo pálpito que se realiza sobre factores deportivos, de un conocimiento de las principales variables de la competencia hípica, pues en el fondo se está apostando a caballos, que en el caso de los purasangre son atletas de alto rendimiento y raza destinada desde su origen a correr. Por eso se reconoce en el juego en torno a las carreras de caballos un mayor atractivo y disfrute respecto de cualquier otro tipo de apuestas.

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que llegaron estos ejemplares. Más difícil es la “trifecta”, donde el apostador debe acertar, en orden exacto, los ejemplares que arribaron en las tres primeras posiciones. La “superfecta” es igual a la anterior con la diferencia que hay que acertar además al ejemplar que ocupó la cuarta posición. Estas apuestas van incrementando su valor en la medida que se hacen más combinaciones y en ellas se pueden hacer las que el apostador desee.

ejemplares han sido reunidos correlativamente de acuerdo al número que tienen en la carrera. Por ejemplo, en una carrera de doce ejemplares, a los del número 1 al 4 les corresponderá el Grupo 1; los del 5 al 8, el Grupo 2; y los del 9 al 12, el Grupo 3. A diferencia de la triple, en la que en cada etapa se canjean los vales, esta apuesta tiene que hacerse en su totalidad antes de la primera etapa.

El tercer tipo de apuestas corresponde a los juegos que se realizan por etapas. La apuesta más tradicional es la “triple”, que consiste en acertar al ganador en tres carreras consecutivas. El juego se hace a través de vales que se distribuyen a uno o más ejemplares en cada etapa. Si hay acierto en la primera etapa el apostador canjea los vales acertados por otros correspondientes a la segunda etapa y así hasta la tercera etapa. También aquí hay que mencionar el juego más difícil de acertar, pero que a su vez entrega elevadas recompensas: Pollón de Oro. Consiste en acertar 14 carreras consecutivas. El juego en este caso se hace sobre grupos (Grupo 1, Grupo 2 y Grupo 3) en los cuales los

En las apuestas combinadas y aquellas por etapas el dividendo que entregan está dado por el número de boletos acertados respecto al total del monto jugado, sin perjuicio del dinero que el apostador haya invertido en la apuesta. Por ejemplo, si un jugador invirtió en la trifecta ganadora 1.200 pesos cobra lo mismo que aquel que invirtió en ella 10 mil pesos.

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últimos pestañeos de sueño que un milagro repentino haya suspendido las clases y mientras las calles comienzan a aglomerarse de vehículos y bocinazos; allí, en esta avenida, en cuyo lado oriente se ubican unos tras otros los corrales y, por el poniente, las dos pistas de carrera y otras dos de entrenamiento, comienza bajo la luz tenue del amanecer un maravilloso tránsito equino, cargado de aroma a caballerizas y poblado de numerosos personajes en alegre charla matinal y ocupados en diversas faenas, todas ellas asociadas al purasangre.

El trabajo matinal Muy temprano, desde antes de las siete de la mañana, en el sector oriente del CHS, en una hermosa y ancha avenida de tierra cubierta de añosos plátanos orientales y espigados álamos se inicia una actividad que difícilmente alguien que desconozca la hípica considera plausible en una metrópolis como Santiago, pues a esa hora, mientras la ciudad poco a poco se prepara para entrar en la febril agitación que la caracteriza y muchos de sus habitantes emprenden con resignación y estoicismo el engorroso trayecto que los lleva al trabajo, mientras los escolares ruegan en sus

En esta avenida, de aproximadamente un kilómetro de extensión, que corre paralela a la calle Club Hípico, convergen todas las mañanas caballos fina sangre de

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por sus jinetes de turno a las pistas de entrenamiento; los galopes suaves que realizan algunos; el raudo accionar de otros que están siendo exigidos al máximo; la evaluación cronómetro en mano que hace el preparador de su pupilo mientras recorre los últimos metros; la charla distendida entre jinetes, cuidadores y preparadores mientras esperan la salida de la pesebrera del caballo que irá a ejercitar.

carrera, cuidadores, capataces, preparadores, jockeys, aprendices, secretarios de jinetes, cronometradores, encargados de pistas, además de algunos propietarios de caballos y otros personajes cuya función no queda clara pero que también aportan al ambiente ese sello especial, único, que se vive en este sector y cuya belleza radica en la dinámica que hay en torno al animal: la salida de los finasangre de los corrales tirados o montados por sus cuidadores; el paseo que emprenden por la sombreada avenida; las instrucciones del preparador al jockey antes de que este lo monte; la entrada de los ejemplares conducidos

Todo ello en armónica disposición, en un fluir constante, aparentemente en desorden, pero que si una cámara de video pudiese captar este accionar en una sola secuencia lograría un resultado extraordinario, un gran registro que

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Ambas fotos muestran escenas recurrentes del trabajo diario de los finasangre en training. Tanto los ejercicios en las pistas de entrenamiento como el paseo de los caballos por la avenida son parte de una hermosa rutina realizada todos los días desde muy temprano.

El purasangre es un atleta de alto rendimiento y como tal requiere de ejercicios precompetitivos personalizados y diferenciados de acuerdo a la evaluación que el preparador hace de él diariamente, en función de potenciar sus atributos y minimizar sus falencias y, principalmente, en consonancia con las distancias que deberá cubrir en las carreras en que está inscrito. Por tal razón el trabajo matinal de estos animales es muy diverso, y quien se instale en este sector podrá observar aprontes muy cortos, por ejemplo de 400 metros, y otros que se extienden en distancias sobre los 1.000 metros y que son cronometrados por trayectos, siendo el más sugerente aquel que mide el tiempo realizado por el caballo en los metros finales.27

sin necesidad de edición mostraría lo que es la hípica en su esencia. “El trabajo matinal”, así se le llama a esta actividad. Algunos ejemplares simplemente pasean por el predio tirados o montados por sus cuidadores, generalmente aquellos que vienen de haber corrido el día anterior una de las pruebas del CHS. Otros entran a las pistas de entrenamiento solo para realizar galopes suaves. Mientras unos ya montados por sus respectivos jockeys son sometidos a ejercicios más serios y despliegan su capacidad locomotora en distancias acotadas, otros son objeto de exigencias mayores y su velocidad y resistencia son medidas en distancias más largas y acordes con la carrera que disputarán.

27 El diseño de un programa de entrenamiento del finasangre depende de varios factores asociados a la aplicación de los conceptos fundamentales de este arte. El preparador tiene a su cargo una variedad de ejemplares, tanto en edad, sexo, temperamento y capacidades. Un caballo netamente velocista requerirá de un sistema de entrenamiento distinto a otro que participa en pruebas de fondo. Por ejemplo, se puede ejercitar a dos ejemplares de la misma forma

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Este corral, hoy ocupado por el trainer Alejandro Aguado, es el más antiguo del Club Hípico de Santiago y fue diseñado originalmente por Josué Smith Solar.

Si bien los aprontes son ejercicios fundamentales para todos los caballos en training, los realizados por potrillos y potrancas que aún no han hecho sus primeras armas en las pistas de carrera cobran una dimensión particular, pues sus primeros aprontes reflejarán de algún modo de qué están hechos.28 Independientemente del pedigrí que ostenten y

el palmarés de sus progenitores –factores clave a la hora de adquirir un ejemplar y tasar su precio en los remates–,29 es en las pistas de entrenamiento de los hipódromos donde estos novatos tendrán que confirmar su valía. Por esta razón los primeros aprontes de un ejemplar que recién inicia su vida precompetitiva tienen una carga emotiva especial para sus responsables –criador, dueño y preparador–; representan los primeros indicios de su velocidad y resistencia y si estas se confirman favorablemente en el cronómetro, el sueño de

en una distancia de 600 metros, iniciando el recorrido a mediana intensidad y terminando a máxima velocidad. Sin embargo, si uno de estos ejemplares participa en carreras de fondo, este tipo de entrenamiento no le será útil, pues requiere de un trabajo aeróbico prolongado y sesiones muy específicas de trabajos cortos de alta intensidad. Para más detalles del entrenamiento del finasangre ver: Javier Badal. El espectáculo de la hípica en Chile. Ocho Libros Editores, Santiago, 2001, pp. 54-57. 28 Los caballos comienzan su etapa competitiva a los dos años y son los encargados de animar las competencias para potrillos y potrancas de esa edad, competencias que tienen como inicio de temporada el mes de diciembre continuando hasta el 1 de julio del siguiente año, cuando cumplen tres años. Por reglamento, los finasangre nacidos en Chile cumplen años el 1 de julio independientemente del mes de su nacimiento.

29 El punto culminante del proceso de crianza del finasangre es la oferta al mercado de los productos criados en los diferentes haras del país, lo que se denomina temporada de subastas, que generalmente se inicia en mayo y termina en octubre, meses durante los cuales se ofrecen al mercado los productos de un año y medio y dos años.

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Fundamental en el éxito de los diversos centros de crianza de purasangre que existen en el país es la selección de padrillos y yeguas de cría que posean excelentes líneas sanguíneas. En la foto Golden Voyager, importante reproductor de fines del siglo pasado del haras Matancilla y que dio múltiples ganadores clásicos, entre ellos, Crystal House.

magnífica vista abarca la totalidad del hipódromo. Es el lugar ideal para tomar desayuno, sin duda alguna, y en él se puede observar a diversos grupos charlando animadamente en torno a las mesas de madera cubiertas por sencillos manteles. Conversan de caballos, de carreras. Tienen el programa de carreras sobre la mesa y hacia el frente las pistas de entrenamiento o la avenida donde se pasean los caballos, según dónde estén sentados. Lejos, hacia el fondo, se ven las tribunas del hipódromo. Están desocupadas, a la espera de que varios de los caballos que ese día aprontaron las hagan vibrar el día de carreras.

tener a un gran campeón comienza a adquirir los primeros tintes de realidad. A mediodía la actividad comienza a decaer, los caballos han pasado por las duchas y sus cuidadores los resgresan a sus pesebreras, sin embargo se observan unos pocos que continúan con el paseo por la avenida y un grupo muy reducido que recién entra a la cancha de entrenamiento. Algunos jinetes, apoyados en las barandas que separan la avenida de los corrales y el sector de las pistas, conversan con algunos preparadores, seguramente respecto a cómo ‘sintieron’ a los ejemplares que aprontaron u otro tópico relacionado con el purasangre.

Stud Book El Stud Book de Chile es la organización básica en todo lo relacionado con la producción de caballos fina sangre de carrera en nuestro país. Sin él, no se habría podido mantener la pureza de la raza ni lograr su mejoramiento, ni menos mantener al turf chileno inserto en el ámbito internacional.

En la mitad de la avenida se emplaza el Mirador, acogedor recinto de madera sostenido a modo de palafito y cuya

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En 2018 nacieron en los distintos haras del país 1.732 productos, 848 machos y 884 hembras. Fueron servidas 2.398 yeguas por 129 padrillos. En los últimos años se ha hecho recurrente el servicio de monta de reputados reproductores internacionales que prestan sus servicios en los planteles de yeguas de cría seleccionadas por los distintos haras para este efecto.

El Stud Book fue precedido en Chile por el Registro Permanente de Reproductores, abierto por el Club Hípico de Santiago pocos años después de su fundación. En él debieron inscribirse todos los caballos de carrera del país, para lo que bastaba en un comienzo la declaración de las características de cada ejemplar por parte de su propietario. Pero en 1875 se agregó la obligación de acompañar a la solicitud de inscripción en el Registro la declaración de dos testigos –efectuada ante el subdelegado–, en que constara la fecha exacta del nacimiento de cada caballo, su color y nombre de sus padres.

En 1883 se publicó la primera edición del Registro de Reproductores, y en 1895 la última, en la que aparecían los caballos importados, los importados de otras razas, los nacidos en el país, las yeguas madres y los reproductores de pura sangre chilena. El Directorio del Club Hípico de Santiago dispuso que para participar en las carreras de caballos que se efectuasen en su hipódromo, a partir de

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compuesta por representantes de diversas instituciones hípicas (lo que se ratifica en el actual Reglamento de Carreras).

1895, los animales debían estar necesariamente inscritos en el Registro. Pocos años más tarde las autoridades hípicas de aquel entonces decidieron crear el Stud Book de acuerdo a modelos que ya regían en los países en que la hípica estaba más desarrollada, y para ello se reunieron el Valparaíso Sporting Club, el Club Hípico de Santiago y el Club Hípico de Concepción, acordando que la primera de estas instituciones se hiciera cargo de concretar dicha labor. Juan Stewart Jackson asumió la responsabilidad de esta misión y en 1900 apareció publicado el primer intento de un Stud Book chileno. Un segundo volumen fue editado por el CHS en 1907, obra de la que estuvo a cargo Julio Subercaseaux Browne.

Toda la labor del Stud Book está encaminada a velar por la pureza y el perfeccionamiento de la raza, y ella se inicia en el momento en que el propietario de una yegua decide cruzarla con un padrillo determinado. Para eso debe quedar constancia en una lista de montas de cada reproductor, que el propietario de este debe hacer llegar a la oficina del Stud Book a más tardar el 15 de enero del año siguiente, en la que aparecen las fechas en que el potro cubrió cada una de las yeguas que figuran en la lista. Una vez nacido el producto de cada yegua, el propietario de esta debe informar del hecho al Stud Book e inscribir el producto mediante un formulario que contiene todos los informes respecto al padre, madre, abuelo materno, fecha de nacimiento, sexo, color, marcas del cuerpo y del pelaje. Una vez realizado este trámite, el Stud Book envía un inspector a cada criadero, quien debe verificar todos los antecedentes del producto y procede a su filiación definitiva.

Aun así, pasaron algunos años antes de que se oficializara el Stud Book de Chile, tal como lo concebimos hoy en día. En 1911 el Valparaíso Sporting Club y el Club Hípico de Santiago acordaron que este último lo elaborara, de acuerdo a las normas internacionales que ya regían. Tres años más tarde se publicó el primer volumen de tan trascendental obra. En ella aparecen 349 reproductores nacidos en Argentina, Australia, Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Uruguay y Chile. En el primer volumen aparecen en seguida los potros anglo-árabes, potros árabes, yeguas inglesas y sus crías, yeguas árabes y angloárabes y un índice adicional de yeguas agrupadas por sus padres.

La filiación es revisada en las posteriores visitas que efectúan a los haras los inspectores de criaderos, cuando los productos son presentados en subastas públicas y antes que corran por primera vez en hipódromos reconocidos. En la entrada del presente siglo la verificación de la filiación, que con anterioridad se hacía a través de la tipificación sanguínea, se hizo a partir del perfil genético de cada ejemplar. Hoy en día, la sección de “Inspección de Criaderos” revisa durante el verano las más de 1.700 crías que nacen año a año, extrayendo muestras de pelo e implantando un microchip de identificación. Posteriormente se envían todas estas muestras al Laboratorio de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de California, en Davis, entidad que luego de realizar el perfil genético del ejemplar lo compara con los de sus padres y corrobora que las crías son efectivamente el producto de la cruza de los reproductores que los criadores afirman.

Naturalmente, ha sufrido modificaciones. Desde luego, ya no está autorizada la presencia de ejemplares que no sean puros de carrera, y al mismo tiempo, desde hace ya muchos años aparecen en el Stud Book nuevas aportaciones, como los antecedentes de los ejemplares importados y exportados, la nómina de los productos inscritos agrupados de acuerdo a sus padres, los cambios de nombre, las yeguas de crías muertas y eliminadas y algunos datos estadísticos sobre la producción de caballos en Chile. Hasta la fecha se han publicado treinta volúmenes, el último en 2018. Decíamos al inicio que el Stud Book es la organización básica del elevage del país. En efecto, no hay caballos de carrera aparte de los inscritos en el Stud Book, que es el ‘Registro Civil’ de la raza de caballos de carrera, institución reconocida en Chile por el Reglamento de Carreras, cuyo origen emana del Decreto 1.342, de 1932, del Ministerio de Hacienda. Este establece, en su parte pertinente, que la oficina de Stud Book y Estadística será administrada por el Club Hípico de Santiago y su dirección técnica estará a cargo de la Comisión de Stud Book y Estadística,

Por otra parte, el Stud Book también es el encargado de autorizar la importación y exportación de caballos de carrera, mediante la extensión de documentos que comprueben la veracidad de los datos referidos a cada ejemplar; para ello existe una estrecha relación con las instituciones congéneres de otros países, las que están organizadas en una institución internacional de Stud Book denominada International Stud Book Committee.

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que muestra en la actualidad y que lo convierte en una actividad de gran trascendencia social, cultural y económica en muchos países del mundo, donde multitudes gozan del espectáculo hípico, al mismo tiempo que cientos de miles de personas encuentran la fuente de sus ingresos en tan apasionante actividad. Destacada labor han tenido a cargo del Stud Book los señores Hernán Braun P., Jaime Díaz de Valdés V. y Enrique Gundelach S.

En Chile y en el hemisferio sur las montas o cruzamientos se realizan entre los meses de agosto y diciembre, a partir de una planificación previa de las yeguas que serán servidas por un determinado padrillo. La mayor actividad ovárica de la yegua en condiciones naturales se produce en los meses de noviembre, diciembre y enero, coincidente con una mayor cantidad de horas luz día.

Todas las transferencias de caballos de carrera deben ser aprobadas por el Stud Book, como igualmente los cambios de nombre, el informe de las campañas de los ejemplares que sean exportados y sus respectivos pedigrís.

Clínica veterinaria

La Oficina de Stud Book y Estadística lleva un registro de las carreras y sumas ganadas en premios por los propietarios, preparadores, jinetes, caballos, padrillos y abuelos maternos; estadísticas que se publican anualmente en el Calendario de Carreras de Chile, obra que contiene muchos otros antecedentes relacionados con lo ocurrido cada año en el turf chileno. También es misión del Stud Book velar por el registro de haras y criadores; por el de propietarios, colores y seudónimos; por el de preparadores, jinetes, capataces y cuidadores.

La Clínica Veterinaria del Club Hípico de Santiago fue fundada en 1910, año en que el presidente de la institución, Carlos Campino Larraín, en vista de las falencias existentes en el país respecto de la atención médica de los finasangre –y equina en general–, determinó la creación de un recinto que otorgase en esta materia un servicio de primer nivel. Para hacerse cargo de estas nuevas instalaciones contrató al reconocido médico veterinario inglés William J. Moody, quien luego sería sucedido por su colega francés Roberto Varichon.

Como se comprenderá, sería imposible concebir una raza cosmopolita de caballos fina sangre de carrera sin la existencia del Stud Book, como tampoco confrontaciones internacionales, y el turf no habría alcanzado el desarrollo

Desde 1951 la clínica se ubica en el sector sur del Club Hípico de Santiago, al costado poniente de la villa hípica y de los picaderos que se emplazan allí para la amansa de

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150 años

El Centro de Diagnóstico está conformado por cuatro áreas: Laboratorio Clínico, donde se realizan diversos exámenes (entre otros, bioquímica, microbiología, análisis hormonales, examen de líquidos orgánicos y examen parasicológico); Diagnóstico por Imágenes, orientado a las lesiones traumáticas; Endoscopia (endoscópico de vías respiratorias altas, urogenital, larascopia y gastroscopia) y Cardiología, que incluye estudio y evaluación electrocardiográfica.

los caballos nuevos. Su entrada es por la Av. Rondizzoni, consta de un edificio central de estilo inglés, rodeado de un hermoso jardín y frondosos árboles y en él trabaja una plantilla de quince veterinarios. El objetivo de la clínica es la atención integral de los finasangre a todo nivel: control de enfermedades, control de los caballos en training y mantención del caballo sano. Para ello ofrece cuatro tipos de servicios: Policlínico y Hospital, Cirugía, Diagnóstico y Examen Clínico en días de carrera. La clínica está disponible las 24 horas de los 365 días del año y se encuentra abierta a todos los finasangre, como también a cualquier caballo deportivo que requiera hacer uso de su infraestructura y equipamiento.

El día de carreras el Servicio de Examen Clínico es el encargado de realizar el chequeo médico a todos los caballos que participarán en las competencias en virtud de asegurar su integridad y la de sus respectivos jinetes. También es el encargado de realizar los controles de doping a los ganadores de la jornada, a quienes hayan figurado en las pruebas clásicas y a los ejemplares que solicite la Junta de Comisarios previo un sorteo en presencia de los preparadores. Cuenta además con un camión-ambulancia utilizado en casos de urgencias durante el desarrollo de la jornada hípica.

En el Servicio Policlínico y Hospital trabajan veterinarios internistas, cuyo propósito es atender a todos los pacientes que requieran atención de urgencia. El Servicio de Cirugía, inaugurado en abril de 1988, consta de un pabellón quirúrgico de última generación. Trabajan allí cirujanos, anestesistas, enfermeros y arsenaleros, quienes realizan más de 150 operaciones al año.

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Carreras de Grupo y listadas año 2019 Grupo 1 FECHA

10 / 03 26 / 05 21 / 06 28 / 06 02 / 08 04 / 08 29 / 09 01 / 11 30 / 12

NOMBRE

DISTANCIA

Gran Premio Latinoamericano Club Hípico de Santiago Arturo Lyon Peña Alberto Vial Infante Polla de Potrancas Polla de Potrillos Nacional Ricardo Lyon El Ensayo Las Oaks

2.000 2.000 1.600 1.600 1.700 1.700 2.000 2.400 2.000

CONDICIÓN

3 años y más 3 años y más 2 años hembras 2 años machos 3 años hembras 3 años machos 3 años machos y hembras 3 años machos y hembras 3 años hembras

Grupo 2 FECHA

08 / 02 10 / 03 18 / 04 31 / 05 31 / 05 21 / 06 25 / 10 25 / 10 08 / 12

NOMBRE

DISTANCIA

Verano-Arturo Cousiño L. Carlos Campino L. Otoño Pedro García de la Huerta Criadores Machos Marcel Zarour A. Criadores Hembras Carlos Hirmas A. Francisco Baeza S. Velocidad Copa de Oro María Luisa Solari F. Gran Clásico Coronación Pablo Barahona U.

2.000 1.800 2.000 1.600 1.600 2.000 1.000 2.000 2.000

CONDICIÓN

3 años y más 3 años y más hembras 3 años y más 2 años machos 2 años hembras 3 años y más hembras 3 años y más 3 años y más 3 años machos y hembras

Grupo 3 FECHA

18 / 04 18 / 04 10 / 05 10 / 05 12 / 07 15 / 07 26 / 07 30 / 08 01 / 11 29 / 11 27 / 12

NOMBRE

DISTANCIA

Cotejo de Potrillos Cotejo de Potrancas Álvaro Covarrubias P. Julio Subercaseaux B. Carlos Valdés I Raimundo Valdés C. Invierno Sergio del Sante Preparación Luis Cousiño S. Paddock Stakes Primavera Hernán Braun P. La Copa

1.300 1.300 1.600 1.600 1.600 1.600 2.000 2.000 1.800 2.000 2.400

118

CONDICIÓN

2 años machos 2 años hembras 2 años machos 2 años hembras 3 años hembras 3 años machos 3 años y más 3 años machos y hembras 3 años machos y hembras 3 años y más 3 años y más


Listadas FECHA

11 / 01 08 / 02 29 / 03 29 / 03 03 / 06 16 / 08 16 / 08 30 / 08 30 / 08 06 / 09 27 / 09 18 / 11 18 / 11

NOMBRE

DISTANCIA

Luis Aldunate C. Geoffrey Bushell W. Luis Subercaseaux E. Carlos Cousiño G. Ismael Tocornal Luis Larraín P. Luis Dávila L. Agustín Edwards R. Lisímaco Jaraquemada I. Municipalidad de Santiago Carreras del 20 Ignacio Urrutia de la Sotta Jorge Barahona P.

CONDICIÓN

2.000 1.600 1.200 1.200 1.600 1.300 1.300 2.000 1.600 1.700 2.000 1.700 1.700

3 años y más 3 años y más hembras 2 años machos 2 años hembras 3 años y más 3 años machos 3 años hembras 3 años y más 3 años hembras 3 años y más 3 años y más 3 años machos 3 años hembras

Récords vigentes hasta el año 2018 (pista 1 de pasto) DISTANCIA

1.000 1.100 1.200 1.300 1.400 1.500 1.600 1.700 1.800 2.000 2.200 2.400

EJEMPLAR

Paquita Coqueta Compromiso Genial Boy Hurrican Lover La Sinforosa Teseo Kitcat Stacatto Il Campione Daddy Yankee Crystal House Prince Albert II Wolf

119

EDAD

PESO

TIEMPO

AÑO

3 6 5 4 6 4 3 6 3 3 3 4 3

57 61 61 61 51 58 57 60 54 56 53 56 56

0.54.94 1.01.30 1.06.17 1.12.32 1.20.43 1.26.00 1.31.58 1.37.59 1.37.59 1.44.37 1.55.32 2.10.84 2.23.21

2015 2009 2014 2013 2009 1962 2016 2009 2014 2012 1999 1998 1990


Ganadores de El Ensayo (1873-2018) AÑO

NOMBRE

PADRILLO

DISTANCIA GANADA POR

TIEMPO

1873 1874 1875 1876 1877 1878 1879 1880 1881 1882 1883 1884 1885

Dinorah Pensamiento Gavilán II Reina Mora Danubio Pilpilco Moro Godolphin Liguria Pisco Miraflores Esperanza III* Cachapoal (TC)

Fanfarrón Fanfarrón Fanfarrón King Christian Fanfarrón Fanfarrón King Christian Fanfarrón By the Sea By the Sea By the Sea Saunterer II Nobility

1.200 m 1.200 m 1.200 m 1.200 m 1.200 m 1.200 m 1.200 m 1.200 m 1.500 m 1.500 m 1.500 m 1.600 m 1.600 m

1 cpo. 1 cpo. fácil 6 cpos. pescuezo 2 cpos. fácil ----------------Dist. -----

1’ 26” 1’ 23” 3/4 1’ 21” 1/4 1’ 22” 1’ 23” 1’ 26” 1’ 23” 1’ 22” 1’ 48” 1’ 44” 1’ 44” 1’ 51” 1’ 51”

JINETE

L. Jaraquemada Calixto Ovalle V. J.M. Zavala T.J. Bayter Salustio Barros Francisco L. Álvarez C.M. Zavala C.M. Zavala C.M. Zavala J. Frogart C.M. Zavala

1886 1887 1888 1889 1890 1891 1892 1893 1894 1895 1896 1897 1898 1899 1900 1901 1902 1903 1904 1905 1906 1907 1908 1909 1910 1911 1912 1913

Genovés (D) Wanderer (TC) Querelema Orompello (D) Rosicler Sky Floriana Thunder II (D) Triunfo (D) Toldería (D) Gibelet Oro (SL) Orbetello Game (D) Paulette Nanette Rebeca (D) Yolanda Nutmeg Petrarque (D) Hasard Pehuenco Jongleur Turín (D) Jaque Mate Belle Etoile Iscariote Sándalo

By the Sea Saunterer II Carlyle By the Sea Carlyle Doncaster II By the Sea Jeneral Wilson Baltimore Saint Mirin Saumur Palmy Wanderer Saint Blaise Wanderer Palmy Royal Oak Palmy Genovés Wanderer Rodilard Doncaster II Le Samaritain Genovés Trefle Orán Mead Mahometano

1.600 m 1.600 m 1.600 m 1.600 m 1.600 m 1.600 m 1.600 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.800 m 1.900 m 1.900 m 1.900 m 1.800 m 1.900 m 2.300 m 2.300 m 2.300 m 2.300 m

fácil 2 1/2 cpos. 1 1/2 cpo. ----3 1/2 cpos. --------2 1/2 cpos. 1 1/2 cpo. ----1 cpo. pescuezo 1 1/2 cpo. 1 cpo. 1/2 cpo. cabeza 2 cpos. cabeza 1/2 cpo. pescuezo 4 cpos. 2 cpos. 1 1/2 cpo. 3/4 cpo. 1/2 cpo. 1 cpo. 1 cpo. 1/2 cpo.

1’47” 1/2 1’ 51” 1/2 1’ 50” 1/2 1’ 52” 1/2 1’ 47” 1/2 1’ 50” 1’ 50” 2’ 2” 1’ 59” 1/2 2’ 3” 1/2 2’ 3” 3/5 2’ 4” 2’ 2” 2’ 1” 2/5 2’ 7” 4/5 1’ 58” 4/5 1’ 57” 1’ 58” 2/5 1’ 56” 1/5 2’ 3” 4/5 2’ 3” 2/5 2’ 3” 3/5 1’ 57” 2’ 4” 2’ 31” 4/5 2’ 30” 2’ 30” 2’ 29”

G. Cubillos C.M. Zavala S. Ramírez E. Zárate J.D. Escobar C.M. Zavala M. Maldonado F. Cubillos S. Ibarra C.M. Zavala J. González F. Cerda J. Pérez G. Pérez S. Fuentes L. Espinoza A. Toon P. Rebolledo P.P. Cancino H. Mockridge P. Rebolledo M. Michaels C. Gray M. Soto R. Cerda M. Michaels P. Rebolledo G. Valenzuela

CRIADOR

Juan D. Dávila Macul Ramón Jara Ugarte Macul Arturo de Toro H. José R. Echeverría José R. Echeverría Tomás Eastman G.S. Porter y A. Möller José R. Echeverría Agustín R. Edwards Eugenio R. Ossa -----Pedro N. Polloni Agustín R. Edwards -----Agustín R. Edwards José R. Echeverría San Jacinto (Arg.) (Argentina) José R. Echeverría ------------------Luis A. Salinas Macul Agustín R. Edwards V. y E. Vargas Salcedo H. Anselme Pirque Limited Pirque Juan E. Concha S. G. y Carlos Aguiar Limited Manuel Hurtado V. Enrique N. Cox


AÑO

NOMBRE

PADRILLO

DISTANCIA GANADA POR

TIEMPO

JINETE

CRIADOR

1914 1915 1916 1917 1918 1919 1920 1921 1922 1923 1924 1925 1926 1927 1928 1929 1930 1931 1932 1933 1934 1935 1936 1937 1938

pescuezo 5 cpos. 2 cpos. 1 1/2 cpo. 2 cpos. 1 1/2 cpo. 3/4 cpo. cabeza 1 cpo. 2 1/2 cpos. 1 cpo. 3 cpos. cabeza 4 cpos. 1/2 pescuezo 1/2 cabeza 5 cpos. pescuezo 1 cpo. cabeza 4 cpos. 1 cpo. pescuezo 1 cpo. empate

2’ 29” 2’ 25” 2/5 2’ 25” 2/5 2´26” 2’ 26” 2’ 25” 2’ 26” 3/5 2’ 8” 2’ 4” 2/5 2’ 4” 1/5 2’ 4” 3/5 2’ 11” 2’ 35” 2’ 30” 4/5 2’ 32” 3/5 2’ 32” 2/5 2’ 41” 2/5 2’ 28” 2/5 2’ 32” 2’ 33” 2/5 2’ 31” 4/5 2’ 30” 2/5 2’ 28” 2/5 2’ 29” 4/5 2’ 28” 4/5

2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m

cabeza 3 1/2 cpos. 3/4 cpo. 1/2 cpo. 1/2 pescuezo 3/4 cpo. 2 1/2 cpos. 3/4 cpo. 1 cpo. 2 cpos. pescuezo 1 cpo. 2 1/4 cpos. 1 cpo. 2 1/2 cpos. 1 cpo. 5 cpos. 2 cpos. 1/2 cpo.

2’ 28” 1/5 2’ 28” 1/5 2’ 30” 2/5 2’ 28” 2’ 28” 2’ 30” 4/5 2’ 31” 2’ 28” 2/5 2’ 30” 3/5 2’ 29” 2/5 2’ 30” 2’ 28” 1/5 2’ 30” 2’ 28” 4/5 2’ 29” 3/5 2’ 28” 3/5 2’ 28” 2/5 2’ 28” 1/5 2’ 28”

G. Valenzuela J.M. Baeza J. Salfate J. Salfate J. Salfate V. Jara J. Vergara A. Molina A. Silva A. Molina A. Molina A. Molina V. Jara E. Rebolledo J.M. Baeza L.A. Morgado E. Cáceres J. Zúñiga O. Ulloa J. Zúñiga R. Olguín A. Gutiérrez A. Gutiérrez R. Donoso J. Carrasco A. Gutiérrez A. Gutiérrez M. Quezada O. Ulloa R. Donoso E. Castillo R. Morales J.F. Marchant J. Araya A. Gutiérrez H. Caballero A. Marchessini J.F. Marchant R. Parodi J. Ortiz G. Silva A. Poblete L. Espinoza A. Salazar E. Araya

Valdés Hnos. Samuel Larraín B. Corral Kangaroo Eduardo Íñiguez T. Index Pirque Valdés Hnos. Index Suc. S. A. Williamson E. Serrano y Cía. Pirque Abraham Gatica Pirque Santa Isabel Limited Pirque Los Cipreses Santa Isabel O. y G. Tejeda L. Pirque Los Cipreses Los Cipreses O. y G. Tejeda L. O. y G. Tejeda L. San Juan Los Cipreses Los Cipreses Los Cipreses La Isla Trapiche Santa Isabel Chile Luis Álamos B. Las Quemas José y A. Planella San José de Bío Bío El Bosque La Candelaria Nebuco San José de Bío Bío Renaico La Isla Chile San Juan La Candelaria

1958 1959

Tolpán (SL) Maritain

Rolando II Celso Fío Eclair II Pioneer Mead Marte II Olascoaga Eclair II Mustafá Mustafá Buñuelo Olascoaga Salpicón Old Boy Citoyen El Tango Salpicón Tagore Citoyen Henry Lee Henry Lee Tagore Sin Sabor Poor Chap Isabelino Henry Lee Isabelino Iturbide Blandonian Disarmament Brick Orégano Fouché Trelawny Filibustero The Font Bloque Treble Crown Captain Hook Orégano El Gaucho Brick Forest Row Scottish Meridian Espace Vital Nasr-ed-Din

2.300 m 2.300 m 2.300 m 2.300 m 2.300 m 2.300 m 2.300 m 2.000 m 2.000 m 2.000 m 2.000 m 2.000 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m

1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951 1952 1953 1954 1955 1956 1957

Rochela Dorama (TC) Captain (SL) Epsom (D) Cervantes Ugolín Auvernia Flapper Greenock Almodóvar (D) Urbión (D) El Ocho Decurión Tutti Frutti (TC) Melchor (SL) Pierre Loti Freire (TC) Trampiato Kashmir Chansonnier Quemazón Rokof El Mago Rosarina Grimsby (TC) Valeriano Fouché (SL) Filibustero (SL) Rival (D) Fígaro Quemarropa (SL) Barranco (SL) Tábano (TC) Florete (SL) Parral Taimado (SL) Olimpo (SL) Empire (TC)** Liberty (SL) Antar Saint Oregon Provita Eugenia (TC) Aysha Babú

2.400 m 2.400 m

pescuezo 1 1/2 cpo.

2’ 27” 2/5 O. Olivares 2’ 30” 3/5 P. Ulloa

Curiche Los Cóndores


AÑO

NOMBRE

PADRILLO

DISTANCIA GANADA POR

TIEMPO

JINETE

CRIADOR

1960 1961 1962 1963 1964 1965 1966 1967 1968 1969 1970 1971 1972 1973 1974 1975

La Sexta (D) Miss Therese Curiche Par de Ases (SL) Maporal Prólogo (TC) Rayita (D) Quilche Zenith Vagabundo Naspur El Tirón Protectora Espadaña Strong Royal Champion (D) Galeno Clear Song Person Songe Bleu Premio Nobel (D) Saint Mesme Chesterton Lonquimay Punch Lamentado Monroe Warrior Charlatán Chango (D) Wolf (TC) Porta Pía

Roi d´Atout Lucky Lord Espace Vital Paresa Calificado Paresa Avro Scelto Ghirlandaio Scelto Bristol Silver Moon III Prólogo Bristol Straight Die April Fool

2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m

1 1/4 cpo. 8 cpos. 1/2 cabeza 3/4 cpo. 1 cpo. 1 3/4 cpo. 3/4 cpo. 2 cpos. v. p. 1 cpo. 1 cpo. 3 cpos. 2 1/2 cpos. 1 1/4 cpo. 1 cpo. 1 1/4 cpo.

2’ 26” 2’ 27” 2’ 27” 2’ 28” 2’ 28” 3/5 2’ 27” 4/5 2’ 26” 2’ 26” 4/5 2’ 28” 1/5 2’ 26” 1/5 2’ 26” 4/5 2’ 27” 2’ 26” 2/5 2’ 28” 2/5 2’ 28” 3/5 2’ 28” 1/5

E. Araya R. Parodi L. Espinoza E. Araya S. Vera C. Astorga A. Núñez H. Pilar A. Núñez C. Astorga C. Sepúlveda C. Pezoa V. Ubilla C. Rivera J.M. Aravena J.M. Aravena

Curiche Los Ángeles Curiche Santa Isabel El Sauce Santa Isabel José Abogabir G. Los Lagos Santa Amelia Dadinco El Bosque Santa Amelia Santa Isabel Arturo Cousiño L. Santa Isabel Santa Eladia

Par de Ases Mediatore Prólogo Señor Flors Balconaje Saint Ange II Mr. Long Jayán Palm Island El Morgon Mr. Long Worldwatch Clásico Balconaje Domineau Roy

2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m

cabeza cabeza 1 1/2 cpo. 1 1/4 cpo. 3/4 cpo. 1 1/4 cpo. nariz pescuezo 1/2 cpo. pescuezo 7 cpos. 1/2 cpo. 6 1/4 cpos. 3/4 cpo. 7 1/4 cpos. 1/2 cabeza

2’ 29” 2’ 27” 2/5 2’ 26” 3/5 2’ 30” 2’ 25” 1/5 2’ 25” 2’ 25” 3/5 2’ 24” 2’ 25” 4/5 2’ 26” 2/5 2’ 23” 2/5 2’ 25” 2’ 25” 4/5 2’ 24” 2/5 2’ 23” 1/5 2’ 26”

R. Cea A. Poblete A. Poblete C. Leighton E. Silva C. Leighton S. Vásquez S. Vásquez R. Pérez G. Barrera J. Barraza O. Escobar S. Vásquez S. Vásquez L. Muñoz H. Salazar

Matancilla Santa Cecilia Santa Isabel Palmilla Matancilla La Capilla Santa Amelia Matancilla Pucudegua Picoltué Villa Rosa Blackie Blackie Matancilla Santa Amelia Figurón

1976 1977 1978 1979 1980 1981 1982 1983 1984 1985 1986 1987 1988 1989 1990 1991


AÑO

NOMBRE

PADRILLO

DISTANCIA GANADA POR

TIEMPO

1992 1993 1994

Penumbra Early Gray (SL) Pradilla (D)

2.400 m 2.400 m 2.400 m

1 1/4 cpo. 1/2 cabeza 1/2 cpo.

2’ 28” 3/5 L. Muñoz 2’ 25” 1/5 H. Salazar 2’ 26” P. Santos

Matancilla Figurón Don Alberto

1995 1996 1997

Húsares Dancing Place Pompeyo

2.400 m 2.400 m 2.400 m

cabeza 3/4 cpo. 1/2 cpo.

2’ 27” 3/5 L. Torres 2’ 25” 3/5 L. Muñoz 2’ 24” 1/5 H. Barrera

Villa Rosa Santa Amelia Santa Amelia

1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012

Perssonet Crystal House Penamacor Crisantemo Veedor Pel Pecoiquén Pórfido Eres Mágica Paloma Infiel (D) Stolen Heart Belle Watling El Farrero Dime Qué Giant’s Steps

2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m

1 1/4 cpo. 1 1/2 cpo. 2 1/4 cpos. 2 1/4 cpos. 2 1/2 cpos. nariz 1 3/4 cpos. 1/2 pesc. 1/2 cpo. 1 1/2 cpo. nariz 3 1/2 cpos. 2 cpos. 1/2 cpo. 2 cpos.

2’ 27” 2’ 26” 1/5 2’ 26” 2’ 26” 2’ 27” 3/5 2.26.40 2.24.94 2.26.09 2.24.95 2.26.73 2.27.33 2.24.50 2.25.60 2.25.03 2.27.11

J. Albornoz L. Torres L. Torres G. Barrera G. Ulloa L. Torres C. Acevedo L. Torres F. Díaz R. Cisternas V. Miranda H. I. Berríos F. Díaz E. Toledo H. I. Berríos

De Pirque Matancilla De Pirque Matancilla Paso Nevado Casablanca Santa Amelia Trafalgar Don Alberto El Sheik Don Alberto Matancilla Paso Nevado Porta Pía Puerta de Hierro

2013 2014 2015 2016 2017 2018

Spósito Il Campione (D) Wapi Color Rosa Robert Bruce Cambridge

Lake Erie Roy Manos de Piedra Sam M. Dancing Groom Nureyev Dancer Hussonet Golden Voyager Hussonet Fappavalley Seeker’s Reward Multiengine Hussonet Mash One Stuka II Auguri Stuka II Dushyantor Powerscourt Ocean Terrace Giant’s Causeway Tumblebrutus Dushyantor Scat Daddy Seeking The Dia Fast Company Mastercraftsman

2.400 m 2.400 2.400 m 2.400 m 2.400 m 2.400 m

1 1/2 cpos. 4 1/2 cpos. 3 1/4 cpos. 1 3/4 cpos. 2 cpos. 3/4 cpos.

2.26.31 2.23.56 2.24.22 2.25.64 2.26.14 2.26.48

L. Torres H. I. Berríos G. Ulloa H. E. Ulloa J. A. González P. Robles

Curiche Paso Nevado Paso Nevado Don Alberto Convento Viejo Don Alberto

(D) Ganó también El Derby. (SL) Ganó también el St. Leger. (TC) Ganó la Triple Corona Nacional. *Ganó Stockwell pero fue distanciado al tercer lugar. **Ganó Combatiente pero fue distanciado al último lugar. Desde el año 2003 se cronometra con centésimas.

JINETE

CRIADOR


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Miss Therese y los lugares sagrados Agustín Squella

A

unque me desempeño como Juez Árbitro en uno de los hipódromos del país, mi relación principal con la hípica, y en particular con el Valparaíso Sporting Club, es la de un aficionado al que le gusta ir a ver las carreras de caballos y compartir allí todas las semanas en una mesa a la que suelen sentarse siempre los mismos, personas a las que muchas veces se conoce solo por sus apodos, y eso durante años, y con las que llega a formarse una sólida y feliz camaradería. Como solía decir Charles Bukowski, el viejo escritor que se desplazaba por los hipódromos de California, “tener amigos es saber que siempre serás salvado de la boca del tiburón y hace las pequeñas y discretas cosas humanas mucho más milagrosas que las catedrales”.

educación secundaria. Tenía en el colegio un diario mural que renovaba todas las semanas, y con ocasión de esa carrera dediqué todas las secciones del diario, completas, a reproducir fotografías y comentarios aparecidos con motivo de esa formidable yegua, de propiedad de mi tío más querido, Mariano Squella Guzmán, y de su socio Agustín Larraín. Los curas del colegio me llamaron la atención. Afirmaron que estaba promoviendo las apuestas entre mis compañeros y me obligaron a sacar la edición de la pared en que fijábamos el diario. Les respondí que había perdido las llaves y fue gracias a ese percance, completamente falso, que la edición pudo estar a la vista durante unos cuantos días más. El escritor español Fernando Savater, a quien debemos un par de libros notables sobre la hípica, afirma que hay tres tipos de apostadores: el que solo busca dinero y confunde la hípica con una lotería de animales galopantes, olvidando que el que juega por necesidad pierde por obligación; el que lo hace para lucir sus aciertos ante los demás y esperar que lo reconozcan como un sabio del oficio; y aquel que juega para comprobar si está o no en estado de gracia y sentir que en la fuerza jubilosa de su corazón late la secreta armonía de todas las cosas. Creo contarme entre estos últimos y ese es también el tipo de apostador con el que me gusta estar en un hipódromo. La gloriosa incertidumbre del turf, según gusta decir a los hípicos, puede ser tan adictiva como lo mejor de nuestras vidas. El amor, la amistad, la lectura son también adictivas, y nadie levanta la voz contra estas actividades. En los hipódromos hay eso que Savater llama “el turbio y misterioso romanticismo de las carreras”.

Para mí los hipódromos forman parte de lo que considero mis lugares sagrados, donde “sagrados” quiere decir habituales, indispensables, intocables, insustituibles, irrenunciables. Lugares sagrados en los que hay eso que el filósofo Immanuel Kant refería como la “amabilidad moral que ata los corazones de los hombres”. Lugares sagrados porque se vuelve a ellos una y otra vez, por amor, por necesidad, por obstinación, y porque nunca sacian del todo la sed que nos lleva a visitarlos, quizás porque en ellos hay algo que no se muestra en una sola vez. Lugares en los que se tiene la seguridad de encontrar un refugio temporal del ruido y fragor de la existencia y en los que se tiene también la certeza de que nada malo podrá ocurrirnos nunca en ellos. Lugares en los que nuestros sentidos se encienden y volvemos a saber algo que creíamos olvidado. Rutinas, si se quiere, aunque esta palabra, que ha ganado una cierta mala prensa, debería ser reivindicada en toda la capacidad apaciguadora que tienen nuestros hábitos más queridos.

Un hipódromo que cumple 150 años, uno y medio siglo de existencia, tiene que haber prestado grandes servicios a la patria, al menos a quienes llegan a él una o dos veces por semana para pensar de manera distinta, para ver las cosas de otro modo, y para hablar unos con otros en una jerga que solo dominan los auténticos iniciados.

Con el Club Hípico de Santiago tengo una vieja anécdota. Cuando se corrió El Ensayo que ganó Miss Therese con las sedas azul gorra blanca del stud Capri, yo era un estudiante de humanidades, eso que hoy se llama

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Las grandes carreras del Club Hípico de Santiago

L

generación de tres años. Pronto a cumplir 150 años, este clásico es el segundo más antiguo del continente y el más antiguo de Latinoamérica.

as carreras de Grupo son las más importantes y representan en toda su expresión el interés por reunir los mejores exponentes en la competencia hípica. En 1981 se fundó el International Cataloguing Standards Committee (ICSC), organismo integrado por las máximas autoridades de los hipódromos, organizaciones de criadores y establecimientos de ventas de Inglaterra, Francia, Irlanda y Estados Unidos, que prácticamente oficializó el sistema de carreras de Grupo que se había iniciado en 1971 en Inglaterra, Francia, Alemania, Irlanda e Italia, países a los que se sumaron en 1973 Estados Unidos y Canadá. Se otorga la categoría de pruebas de Grupo a las carreras más importantes, de acuerdo a su trayectoria y al monto de sus premios.

A continuación, las principales pruebas clásicas del Club Hípico de Santiago.

Alberto Vial Infante Este clásico lleva el nombre del senador de la República por Valparaíso en el periodo 1926-1934, quien tuvo un destacado papel como director del CHS entre los años 1909 y 1917 y del cual ocupó el cargo de presidente entre 1924 y 1927. Se corrió por primera vez el domingo 18 de julio de 1937, ocasión en que Hacha y Tiza se impuso en el recorrido de 1.600 metros, distancia que aún se mantiene. La carrera en su origen estaba reservada para potrillos de tres años, sin embargo en 1989 esta condición se modificó y la prueba pasó a constituirse en la que pone fin a la temporada de potrillos de dos años en el CHS, corriéndose generalmente a finales de junio.

Existe el International Pattern Race Committee para Inglaterra, Francia, Irlanda e Italia (Europa); en Estados Unidos y Canadá está la Thoroughbred Owners and Breeders Association y el North American Graded Stakes Committee; para Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, la vigilancia de las carreras de Grupo está a cargo de Pedigree Associates; y para Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay, la definición de las listas de carreras de Grupo ha sido encargada a la OSAF.

Como toda prueba selectiva que se precie de tal, este clásico ha sido el impulso inicial de muchos ejemplares que luego se consagraron en alguna etapa de la Triple Corona Nacional,30 como fue el caso de Taimado, Lonquimay,

Las carreras de Grupo o grandes clásicos constituyen el alma de la hípica y concitan una atención especial, pues en ellas se definen los mejores caballos fina sangre de carrera. Se enmarcan dentro de un ambiente festivo, los hipódromos se visten de gala para recibir una numerosa concurrencia dispuesta a disfrutar del encuentro entre ejemplares de excelencia y ser testigo de la consagración de uno de ellos, en esa lucha plástica, vertiginosa, armónica y llena de emoción que estos despliegan en la pista de carrera en pos de cruzar en primer lugar el disco y quedar en los registros históricos de la hípica.

30 La Triple Corona Nacional está conformada por El Ensayo, el St. Leger y El Derby, pruebas destinadas a consagrar a los mejores ejemplares –machos y hembras– de la generación de tres años, circuito que tiene su símil, por ejemplo, en la Triple Corona estadounidense, que incluye el Derby de Kentucky, el Preakness Stakes y el Belmont Stakes. El Ensayo se corre en el CHS en distancia de 2.400 metros. El St. Leger, corrido por primera vez en 1886, se realizó hasta 1968 en el Valparaíso Sporting Club y en un recorrido de 3.000 metros. Un año después comenzó a disputarse en el Hipódromo Chile y desde 1983 en su distancia actual, 2.200 metros. La última etapa del circuito es El Derby, en el VSC, prueba

El Club Hípico de Santiago cuenta con varias pruebas de esta categoría, la principal El Ensayo, carrera Grupo 1 disputada en primavera y que define al mejor de la

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El 6 de agosto de 1964 Maporal se impuso a veinte ejemplares en el Alberto Vial Infante, clásico que en esos años estaba reservado para machos de tres años. En septiembre derrotaría a sus rivales de la generación en los 2.000 metros del Nacional Ricardo Lyon. Finalmente, en octubre, ratificaría en El Ensayo que era el mejor de todos venciendo por un cuerpo a Yumbel, el crack del Hipódromo Chile, que luego se tomaría su revancha al derrotarlo en el clásico que lleva el nombre del hipódromo palmeño.

Maporal y Crisantemo en El Ensayo; Bristol y Bromazo en El Derby; Pórfido en ambas pruebas; el magnífico Wolf, triple coronado nacional, y Robert Bruce, último en ganar la Cuádruple Corona del Club Hípico de Santiago y de gran campaña internacional. Siguiendo la tendencia de los últimos años, Patricio Baeza, con ocho triunfos, ha sido el preparador con más celebraciones en esta prueba, como asimismo el haras Paso Nevado, criadero que con sus potrillos ha obtenido seis victorias, cuatro de ellas en forma consecutiva.

año 1913 y senador por Aconcagua en 1921, periodo tras el cual culmina su carrera política. Durante los periodos 1907-1908 y 1927-1928 asumió como director del Club Hípico de Santiago y entre los años 1937 y 1938 ejerció el cargo de presidente de la institución.

Arturo Lyon Peña

El clásico que lleva su nombre se corrió por primera vez el domingo 11 de agosto de 1940, en distancia de 1.600 metros, prueba ganada por Ladybird. Fue concebido exclusivamente para hembras de tres años y el peso exigido consideraba 52 kilos, con recargo de 2 kilos a las ganadoras clásicas. En 1989, al igual que ocurrió con los machos en el Alberto Vial Infante, la prueba continuó en la misma distancia pero se reservó para potrancas de dos años, y el peso exigido fue de 56 kilos. En la ocasión el triunfo correspondió a la excelente Moscona, del stud El Sheik, conducida por Sergio Vásquez y preparada por Jorge Inda, victoria que la catapultó como la mejor hembra de su generación tanto en pasto como en

Arturo Lyon Peña nació en París y fue en la capital francesa donde realizó gran parte de sus estudios. En Chile se dedicó a la agricultura en el valle de Aconcagua. Fue diputado por Melipilla en el año 1905, regidor por Santiago en el

que se corrió por primera vez en 1886, en distancia de 2.400 metros, la misma que hoy ostenta. Al ejemplar que gana las tres etapas se le denomina triple coronado nacional. Hasta la fecha solo once ejemplares han alcanzado esta hazaña. El último en lograrla fue Wolf, que en la primavera de 1990 venció a sus rivales en El Ensayo y St. Leger, y en febrero del siguiente año hizo lo propio en El Derby.

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arena y que meses más tarde refrendaría al imponerse en la Polla de Potrancas. En la actualidad esta prueba G1 se corre a fines de junio y es la que pone fin al proceso generacional de las hembras de dos años en el Club Hípico de Santiago. Como la mayoría de las pruebas selectivas, el clásico Arturo Lyon Peña ha sido el punto de partida de ejemplares de notables campañas en el turf nacional, entre los más renombrados, las yeguas Solaria, ganadora de El Derby (2014), y Dacita, de gran desempeño internacional, ambas criadas en el haras Paso Nevado. Entre los profesionales destaca Patricio Baeza, preparador que ha conseguido con sus pupilas once triunfos en este clásico que marca la culminación del proceso selectivo de la generación de hembras de dos años en el CHS.

Polla de Potrillos y Polla de Potrancas La Polla de Potrillos y Polla de Potrancas tienen una tradición de más de 110 años en el turf nacional. Ambas se corrieron por primera vez el 1 de septiembre de 1907 y desde ese año se han desarrollado ininterrumpidamente hasta la fecha. La primera en ganar la prueba reservada para las hembras fue Graciela, mientras en la destinada a los machos el triunfo correspondió a Gallardete, potrillo que meses más tarde se adjudicaría El Derby en la pista del VSC. Los clásicos, en distancia de 1.700 metros y reservados para productos de tres años, tuvieron por objeto enfrentar a los ejemplares más capacitados para continuar su campaña en recorridos de fondo, tal como en la actualidad, pues constituyen el inicio del proceso selectivo de la generación de tres años, que continúa con el clásico Nacional Ricardo Lyon y culmina con El Ensayo, y en el caso de las hembras también con el clásico Las Oaks. Hoy ambas pollas se corren a inicios de agosto. Entre los profesionales que más veces han obtenido estos clásicos destaca el preparador Juan Cavieres Acevedo, quien ganó la prueba de las potrancas en ocho ocasiones (Guardiola, 1986; Doña Tato, 1988; Quilma, 1990; Val Gardena, 1998; Washington City, 1999; Lhiz, 2001; Nonthue, 2005; Spontaneous, 2006), y en cuatro oportunidades sus pupilos cruzaron primero la meta en la Polla de Potrillos: Lonquimay (1983), Sidón (1997), Penamacor (2000) y We Can Seek (2004). Entre los jockeys, Luis Torres, con siete triunfos, ha sido el más exitoso considerando ambas pollas.

Arriba: Dafonda, del stud Vendaval, obteniendo el clásico Arturo Lyon Peña disputado el año 2018. Al centro: Devenir, del haras Picoltué y stud Nilahue, ganando la Polla de Potrillos del año 2008 en violenta atropellada y aprovechando la pista pesada de ese día. Fue preparado por Domingo Matte, trainer que había conseguido esta prueba dos años antes con el ejemplar Bamboche y que también celebró el 2009 con Hoy Sí. Abajo: Quilma, vencedora de la Polla de Potrancas en la versión del año 1990.

Para los criadores de los finasangre ganar alguna de estas pruebas es motivo de gran satisfacción, pero más aún si sus

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años, y seguramente esa fue la razón para que en 1927 Ricardo Lyon Pérez, en su segundo periodo de presidente, haya instaurado el Gran Premio Nacional, clásico G1 que posteriormente, en 1939 y bajo la presidencia de Luis Subercaseaux, sería oficialmente renombrado como Nacional Ricardo Lyon en honor a su creador. Desde su inicio esta prueba concitó gran atención en la afición hípica, no solo porque representaba el antecedente directo de El Ensayo, sino por ser la primera competencia en la que se veían las caras potrancas y potrillos de tres años y en distancia de 2.000 metros, condiciones que en el transcurso de su historia han permanecido inalteradas. La prueba actualmente se corre a fines de septiembre o la primera semana de octubre y establece como peso para los machos 56 kilos, dos más que el asignado a las hembras. Grandes campeones han obtenido esta cita generacional entre hembras y machos; entre los más reputados: Filibustero (1940), Eugenia (1955), Marímbula (1981), Lonquimay (1983), María Candela (1988), Wolf (1990), Patio de Naranjos (1994),31 Rue Cambon (1995), Penamacor (2000),32 Belle Watling (2009), Il Campione (2014) y Robert Bruce (2017). Sin embargo, merece atención especial Crystal House, potranca que obtuvo la versión del año 1999 con un tiempo espectacular para el doble kilómetro, 1.55.1/5, récord que sigue vigente hasta el día de hoy en el CHS y que en su momento constituyó el mejor registro mundial.

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Arriba: El Pícaro, obteniendo con facilidad el premio Nacional Ricardo Lyon disputado el año 2018. Abajo: Old Spice (amarillo y gorra verde) venciendo en la versión corrida en 1993.

31 Patio de Naranjos también ganó el Gran Premio Latinoamericano celebrado en el CHS el año 1995. El hijo de Gallantsky fue criado en el haras Santa Olga, del destacado criador Eugenio Zegers León. Entre otros grandes campeones este establecimiento crió a Puerto Madero (1994, Gallantsky y Paty Game, por Saratoga Game), Campeón Dos Años y Tres Años y mejor caballo del año en el Hipódromo Chile, ganador de tres clásicos G1 en Chile y en Miami del Donn Handicap, también G1, y cuarto en la Copa Mundial de Dubai del año 2000; los ganadores del St. Leger Golden Tribute (1996), Feliz de la Vida (2005) y Cuán Linda (2009), el primero de ellos con tiempo récord para esta carrera (2.13.1/5); y los ganadores de El Derby Mete Bulla (1997) y Mocito Frescolín (2004). 32 Hijo del padrillo Hussonet (a. 1991, EUA, Mr. Prospector y Sacahuista, por Raja Baba), destacado reproductor del haras De Pirque a finales del siglo pasado y principios del presente. Además de Penamacor, que obtuvo El Ensayo el año 2000, fue padre de Perssonet, que dos años antes había hecho lo propio, y de muchos ejemplares vencedores de pruebas G1, entre otros, Printemps, Campeona Tres Años en Arena, ganadora de la Triple Corona de Potrancas en el Hipódromo Chile y destacada ganadora clásica en Estados Unidos. Hussonet encabezó los años 2000 y 2001 la estadística general de reproductores y la de productos de la generación.

ejemplares obtienen ambas el mismo año, como es el caso del haras Paso Nevado, establecimiento que a la fecha ha logrado tres veces este notable registro, con Il Campione y Dacita (2014), Flyer y Kitcat (2015) y El Pícaro y Dafonda (2018). Los haras Figurón (Campo Marzio y Fortíssima, 1991), Trafalgar (Rollan Bar y Washington City, 1999), Matancilla (Hoy Sí y Belle Watling, 2009) y Don Alberto (Admiral y Cascada Sureña, 2016) también han ratificado la calidad de su crianza en la pista principal del Club Hípico de Santiago gracias a sendas victorias de sus potrillos y potrancas en estos clásicos G1.

Nacional Ricardo Lyon En la hípica internacional generalmente existe una prueba que sirve de antesala de aquella que marca el máximo desafío de los productos –machos y hembras– de tres

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Penumbra, ganadora de El Ensayo del año 1992. Conducida por Luis Muñoz, le dio el quinto triunfo de los ocho alcanzados por el haras Matancilla en esta prueba. En las fotos de la derecha, otros ejemplares que salieron airosos en la principal cita del turf nacional: Pompeyo (1997), Veedor (2002) y Paloma Infiel (2007).

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Entre los preparadores sobresalen Juan Cavieres Acevedo y Patricio Baeza, con once y seis victorias respectivamente, mientras que Luis Torres y Fernando Díaz, ambos con seis triunfos, David Sánchez, con cinco –cuatro de ellos consecutivamente– y Héctor Berríos (cuatro) han sido los jinetes que más veces han cruzado la meta con sus conducidos en primer lugar. En cuanto a los criadores, Matancilla y Paso Nevado son los que más veces se han adjudicado esta prueba.

años

El Ensayo Las grandes carreras, esas que consagran a los mejores, son las que proveen del elemento sustancial a la historia del turf. El Derby de Epsom en Inglaterra; el Derby de Kentucky, Preakness Stakes y Belmont Stakes en Estados Unidos; el Arco de Triunfo en París y el Gran Premio Carlos Pellegrini en Argentina, entre otros tradicionales clásicos de Grupo 1, representan la instancia culminante de la fiesta hípica. El Club Hípico de Santiago mantiene desde el año 1873 una de estas emblemáticas pruebas, El Ensayo, la carrera clásica para caballos de tres años más antigua del

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continente –a excepción del Belmont Stakes– que define, en su recorrido de 2.400 metros, al mejor ejemplar de la generación y se constituye como la primera etapa de la Triple Corona Nacional.

Stolen Heart, del haras y stud Don Alberto, arremetiendo por los palos se impone en dramático final en El Ensayo disputado el año 2008, donde la diferencia entre el primero y el cuarto fue solo de medio pescuezo.

Este clásico, catalogado como la “máxima cita de la hípica nacional”, tuvo por primer ganador a la yegua Dinorah, que se impuso en un recorrido de 1.200 metros, distancia que en el transcurso del tiempo fue progresivamente aumentando: en 1881, a 1.500 metros; tres años más tarde a una milla (en la oportunidad con un polémico desenlace, puesto que el ganador, Stockwell, sería distanciado a favor de la yegua Esperanza III); en 1893 se extendió a 1.800 metros; entrado el nuevo siglo, en 1905, la prueba alcanzó el recorrido de 1.900 metros (fue ganada por Petrarque, que luego se impondría en El Derby); cinco años después se le agregaron 400 metros, y en 1926, versión que ganaría el ejemplar Decurión, la carrera contó con los actuales 2.400 metros, distancia que hoy en Chile solo ostentan El Derby –clásico G1 que se realiza en el VSC y es la tercera etapa de la Triple Corona Nacional– y La Copa, prueba G3, que reúne a ejemplares de tres años y más.

Como toda gran prueba de la hípica mundial, El Ensayo no solo congrega a los aficionados hípicos, sino que concita un interés masivo que convierte ese día en una fiesta primaveral, colorida, alegre, populosa –también elegante– y en la que se reúne una diversidad de gente. Las tribunas del recinto se repletan como asimismo los salones, jardines y el sector interior de la cancha, en una jornada extensa de carreras que se inicia antes del mediodía y termina más allá de las once de la noche, y ofrece variadas atracciones para los niños y las familias, siendo, por cierto, El Ensayo el clímax de la fiesta, no solo por el desarrollo mismo de la carrera, sino por la estética e incertidumbre que se puede apreciar en las instancias previas a ella, como la actividad desplegada en la troya o la salida de los ejemplares a la cancha montados por jockeys de coloridas chaquetillas, dirigiéndose al punto de partida bajo la escenificación espectacular del gran macizo cordillerano de los Andes,

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que lo hicieron gracias a atropelladas fulminantes, de triunfos obtenidos en virtud de conducciones brillantes y derrotas como consecuencia de yerros de los jockeys en la toma de decisiones, de competidores que se sobrepusieron a numerosos contratiempos y cruzaron primero el disco y otros que sucumbieron por detalles nimios… Así es la hípica, como se dice, y El Ensayo está lleno de estas historias, como el dominio absoluto que establecieron a finales del siglo XIX los hijos de Fanfarrón33 y Bye The Sea, los reproductores más importantes en el inicio de la hípica chilena y que entre ambos obtuvieron con sus descendientes directos doce veces esta prueba; el empate protagonizado en 1938 por Grimsby y Valeriano; el batacazo de Parral en 1947 que le permitió a quienes creyeron en él cobrar 104 veces lo apostado; lo mismo en la versión de 2018, cuando Cambridge, hijo de Mastercraftsam, criado en el haras Don Alberto y del stud Doña Eliana, corriendo de atrás y arremetiendo violentamente por el lado interior de la pista sorprendió al puntero y amplio favorito El Pícaro y le arruinó la celebración a pocos metros del disco, golpe a la cátedra que le permitió a los escasos apostadores que confiaron en el tordillo, conducido por Pedro Robles y preparado por Jorge Inda D. (ambos ganaron por primera vez El Ensayo), cobrar ¡98 veces lo apostado!; el festín de las potrancas, cuando en la versión de 1999 los cuatro primeros lugares correspondieron a hembras (Crystal House, Washington City, Deborah y Babae, en ese orden); la desilusión del avezado trainer Wilson Robles, quien todavía sostiene que en la edición de 1993 un inoportuno flash de la cámara de

Arriba, Monroe, criado en el haras Villa Rosa, masacró por siete cuerpos a sus rivales en El Ensayo de 1986 y estableció el segundo mejor tiempo que registra esta prueba: 2.23.2/5. Abajo, Porta Pía, hija del magnífico Roy, ganadora de esta carrera en 1991.

33 Fanfarrón, cuyos hijos ganaron seis de las primeras ocho versiones de El Ensayo, perteneció al criadero y stud Macul, de Luis Cousiño. Este haras fue uno de los pioneros de la hípica chilena y tuvo una enorme gravitación en el desarrollo de esta en sus primeros años. Junto a este establecimiento, destacan también en ese tiempo los haras Limited y Cunaco. El primero de ellos, fundado en 1900 por Ricardo Lyon Pérez y Carlos Cousiño Goyenechea, emplazado en Santiago en lo que hoy en día es la comuna de Providencia, contó con padrillos que marcarían época en el turf nacional, tales como Doncaster II (1884, Doncaster y Fame, por Trumpeter) cuyos descendientes ganarían dos El Ensayo y tres El Derby, y principalmente Orán (Orbit y Irish Jewell, por Barcaldine), padre de Old Boy, para muchos el mejor caballo de la historia de la hípica chilena. Por su parte, Cunaco, creado en 1906 por los hermanos Ignacio y Carlos Valdés Ortúzar, tuvo una gran influencia en las primeras décadas del siglo XX y con el padrillo Nid d’Or (Faucher y Nid de Pie, por Ossian) –reproductor que obtuvo cinco estadísticas entre los años 1937 y 1944 y padre del excelente Palais Royal, ganador en 1936 de El Derby y el St. Leger– se constituiría en uno de los mejores criaderos de caballos fina sangre de carrera.

y que poco a poco van accediendo al sector donde está el poste de los 2.400 metros y el partidor que, por única vez en el año –exceptuando el día que se corre La Copa–, mira en diagonal hacia las tribunas. Ahí, en el área donde se ubica el partidor, los caballos hacen sus últimos movimientos precompetitivos en un ambiente impregnado de una suerte de efluvio adrenalínico, como si supieran que están a pocos minutos de disputar una brega especial, distinta, y que cubrirá de gloria al ganador. En sus 145 años de historia El Ensayo tiene mucho que contar, una amplia narrativa de éxitos y fracasos, de consagraciones y decepciones, de triunfos holgados y victorias estrechas, de caballos que refrendaron en esta prueba su favoritismo y outsiders que dieron el gran golpe, de ejemplares que se impusieron de punta a punta y otros

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Saint Oregon, vencedor de la versión disputada en 1953.

a sus rivales estableciendo el récord para la prueba de 2.23.1/5. El hijo de Domineau y Luna Fría, criado en el haras Santa Amelia, ganó las ocho carreras que corrió en Chile, incluyendo los clásicos Alberto Vial Infante, Raimundo Valdés, Nacional Ricardo Lyon, Coronación y, por supuesto, el St. Leger y El Derby.

un fotógrafo fue el responsable de que su pupila Perhaps Love se retacara a metros de la sentencia, permitiendo que Early Gray la superara en la misma meta. Pero más allá de los múltiples pormenores que han acompañado a la principal prueba del calendario hípico chileno, lo cierto es que esta ha consagrado a muchos caballos que hicieron historia en el turf nacional. Es el caso de la yegua Dorama que venció en 1915; Filibustero que se impuso en 1940 y solo perdió tres carreras en veinte actuaciones; Eugenia, la hija de Brick, ganadora en 1955 que además derrotó a sus rivales en el St. Leger y El Derby, adjudicándose la Triple Corona Nacional; Prólogo, otro triple coronado, vencedor en 1965; Belle Watling, ganadora de la versión 2009 y triple coronada en el Club Hípico de Santiago, como asimismo ilustres ganadores recientes: Il Campione (2014) y Robert Bruce (2017).

En esta breve síntesis no se puede dejar de mencionar a grandes jinetes que han hecho historia en esta prueba: C. M. Zavala, quien a finales del siglo XIX la obtuvo en siete ocasiones; el eximio Andrés Molina, cuatro veces ganador de este clásico en la década del veinte del siglo pasado; Agustín Gutiérrez, gran jockey que en las décadas del treinta y cuarenta cruzó con sus conducidos la meta en primer lugar en cinco oportunidades; Sergio Vásquez, “El Rey”, quien en los ochenta celebró con cuatro de sus conducidos y Luis “Mágico” Torres, absoluto dominador en materia de jockeys a finales de siglo y principio del presente y que logró seis versiones de El Ensayo. Respecto a los criadores, notables han sido los registros en esta prueba de José Ramón Echeverría, quien a finales

Sin embargo, el caballo más emblemático de todos fue el magnífico Wolf, que venció en 1990 en forma aplastante

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¡Gran golpe! Tal como El Parrón sorprendió a sus rivales en El Ensayo de 1947, Cambridge, hijo de Mastercraftsman y con los colores de Doña Eliana, le arruinó la fiesta al favorito El Pícaro en la versión de 2018, y también a los aficionados, que dejaron abandonado en las apuestas al tordillo, que ofreció un dividendo de 98 veces lo apostado.

del siglo XIX la consiguió en cinco ocasiones; Pirque,34 reputado centro de crianza que en los tres primeros decenios del siglo XX obtuvo con sus productos siete victorias; Los Cipreses, haras que en la década del treinta logró seis triunfos con sus ejemplares, uno de ellos triple coronado (Freire, 1930), y otro, Filibustero (1940), considerado uno de los caballos más relevantes de la historia de la hípica nacional; Don Alberto, fundado en 1987 por Liliana Solari y uno de los haras más prestigiosos del país, ganador de cuatro versiones, la primera con la excelente Pradilla (1994), que luego se impondría en El

Derby; Paso Nevado, con igual número de triunfos; Santa Amelia, creado por Carlos Allende Navarro en la primera mitad del siglo pasado y emplazado en Renaico, Biobío, y continuado por su hijo Alberto Allende Urrutia, haras de gran tradición y que ha logrado esta prueba en siete oportunidades, la primera en 1968 (Zenith) y la última en 2004 (Pecoiquén), además de ser el establecimiento que crió al mencionado Wolf.

34 Uno de los primeros criaderos de caballos fina sangre de carrera en Chile fue Pirque, fundado en 1891 por los hermanos Eugenio y Julio Subercaseaux Browne y emplazado en la precordillera frente a Santiago. Este haras, conocido en la época como “la catedral del turf ”, se mantuvo por mucho tiempo como el más acreditado centro de crianza de caballos finos de carrera gracias al acertado criterio de los hermanos Subercaseaux en la importación de padrillos y yeguas inglesas de notable calidad. Entre los padrillos más destacados y que dejaron profunda huella en el elevage chileno se encuentran Gonin, Citoyen, pero especialmente Palmy y Olascoaga.

Pero sin duda quienes se llevan los premios en esta materia son Santa Isabel y Matancilla. El primero de ellos obtuvo, entre 1927 y 1978, ocho victorias, igual número alcanzado por Matancilla, haras fundado por Carlos y Víctor Hirmas en 1956 y considerado el más exitoso de la hípica nacional dado que ningún otro tiene más clásicos G1 que el que ostenta este criadero.

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Hush Money, defensora del stud La Pacita, preparada por Guillermo Aguirre y conducida por Hernán E. Ulloa, derrotando con comodidad a sus rivales en el clásico Las Oaks del año 2006.

Inglaterra desde 1779 en la pista de Epsom, clásico que en la actualidad se corre con dos días de diferencia respecto al famoso Epsom Derby. También tiene su paralelo en el Preis del Diana en Düsseldorf, el Irish Oaks en Irlanda y el Prix de Dianne en el hipódromo parisino Longchamp, competencias G1 que ponen término al circuito destinado a refrendar a la mejor hembra de la generación. El clásico Las Oaks inicia su historia en nuestro país en 1905, en un recorrido de 2.200 metros reservado para yeguas de tres años y más, y fue obtenido por Miraflores, hija de By The Sea y de la legendaria Lady Washington, una de las yeguas de cría más influyentes en los inicios de la hípica nacional. Dos años más tarde la distancia quedó en 2.400 metros, pero se mantuvo la condición “para yeguas de tres años y más” con recargos y descargos. Esto permitió que algunas hembras, como la extraordinaria Mesalina, anotaran su nombre tres veces en la lista de ganadoras (1906, 1907, 1909).

Las Oaks Esta tradicional carrera que actualmente consagra en nuestro medio a la mejor potranca de tres años está inspirada en la célebre prueba Oaks Stakes, considerada el Derby35 de las potrancas y que se lleva a cabo en

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El 2006, versión ganada por la yegua Hush Money, la prueba cambió de condiciones: por una parte se reservó exclusivamente para potrancas de tres años y, por otra, su recorrido se estipuló en 2.000 metros. En la actualidad Las Oaks representa no solo el término del proceso selectivo de hembras sino que también constituye el cierre de la temporada de clásicos G1 en el Club Hípico de Santiago. Año a año este clásico incrementa su relevancia en el calendario hípico nacional y para los haras se hace indispensable –en pos de refrendar la calidad de su crianza– contar en su plantel con yeguas de cría que lo hayan ganado.

35 El término derby, empleado en diversas disciplinas deportivas para señalar una disputa entre rivales que se merecen, y que es el nombre del Derby de Epsom como asimismo de la principal prueba del VSC, tiene su origen en la segunda mitad del siglo XVIII, específicamente en 1779, cuando se celebró la boda del décimo segundo Lord Derby, de la Casa Stanley, y que congregó a gran parte de la nobleza. Como de costumbre, la fiesta, además de los bailes y banquetes, incluía la disputa de carreras de caballos. Lord Derby era dueño de la heredad ubicada en Epsom, conocida como “Las Oaks” por los bosques de encinas que allí había, propiedad donde desde hacía bastante tiempo se realizaban carreras de caballos, incluso con la presencia del rey Carlos II, quien en más de una oportunidad asistió a esos eventos. Así, pues, como parte de la celebración de la boda, se corrió una prueba reservada para hembras de tres años a la que se denominó “Oaks Stakes”, en referencia al escenario donde se disputó. Esta carrera, ganada por la yegua Bridget de propiedad de lord Derby, generó gran entusiasmo en las altas esferas de la nobleza y motivó a los asistentes a programar una nueva carrera para el año siguiente. Se habló de llamarla Bunbury Stakes en alusión a sir Charles Bunbury –destacado y noble hípico de su tiempo–, pero finalmente se optó por denominarla Derby Stakes en homenaje al anfitrión, aun cuando hay versiones que señalan que ello se debió a una simple moneda echada al aire, y otras que indican que el nombre fue elegido por determinación de la mayoría. Sea como fuere, el hecho histórico es que el 4 de mayo de 1780 se corrió por primera vez el Derby de Epsom, prueba que fue reservada a potrillos y potrancas de tres años y en la que compitieron nueve ejemplares en distancia de una milla (cinco años más tarde se correría en 2.413 m, como invariablemente se ha hecho hasta hoy). El ganador fue Diomed, luciendo los colores rojo y plata listados, gorra negra de sir Charles Bunbury, que logró

Club Hípico de Santiago El clásico Club Hípico de Santiago se corrió por vez primera en el año 1903, en distancia de 1.300 metros y bajo el sistema hándicap, siendo el rango de peso de los jinetes 65 y 48 kilos. En su inicio esta competencia estuvo lejos de ser una prueba que midiera caballos de fondo, sin embargo cinco años más tarde la prueba se extendería a

así una satisfactoria compensación ( José Castillo Salinas. Una mirada al turf. Santiago, s/editorial, 1984).

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Ballistic, criado en el haras Carioca de Jorge Cardemil y defensor del stud El Cedro, no solo obtuvo el premio Club Hípico de Santiago del 2002 sino que ganó diez clásicos consecutivos en este hipódromo y jamás salió de tabla. Su atropellada fulminante lo catapultó como el rey del fondismo del CHS en esos años. Un verdadero crack.

1.800 metros, distancia que al año siguiente se reduciría a la milla y continuaría así hasta 1941, fecha en que se volvería a alargar el recorrido a 1.800 metros. En el transcurso del tiempo este clásico fue cobrando mayor relevancia, pues las pruebas de fondo para caballos mayores de tres años comenzaron a ser escasas, asunto que reducía las opciones de estos ejemplares de mostrar sus capacidades en el largo aliento, más todavía cuando varios de ellos, por una u otra razón, no habían desarrollado su máximo potencial en las pruebas reservadas para su generación. Era necesario entonces poner de relieve una prueba que reuniera a los mejores ejemplares en tiro de fondo, independientemente de su edad y sexo. Tanto el clásico Gran Premio Hipódromo Chile, que se corre en la pista palmeña en distancia de 2.200 metros, como el Club Hípico de Santiago fueron entonces las instancias indicadas para poner enfrente a los mejores fondistas del momento y hacer justicia con ellos.

han anotado sus nombres varios ilustres caballos de la historia de la hípica nacional, entre otros, Old Boy, Grimsby, Filibustero y Prólogo, como asimismo ejemplares de destacada trayectoria, entre ellos, Oro Viejo, Patio de Naranjos, Ballistic, Crisantemo, Staccato y Last Impact. Pero si hay que destacar un caballo que precisamente se lo identifica con esta prueba, este es el alazán Papelón: el hijo de Monthir y Encubierta, por Edgy Diplomat, criado en el haras San Patricio, obtuvo cuatro veces este clásico (2010, 2012, 2013, 2014) y en ese lustro fue el gran protagonista de las pruebas de fondo realizadas en los tres hipódromos centrales. Un crack que dejó su huella en el aficionado hípico.

Actualmente este primer clásico G1 del año –disputado en mayo– se corre en distancia de 2.000 metros. En él

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Grandes campeones

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Cavieres, Breque y Castro Ruiz, tres grandes preparadores de la hípica chilena y responsables de reconocidos campeones como Grimsby, Freire, Tábano, Cencerro, Bristol y El Gomero, entre otros ejemplares que ganaron las máximas pruebas del turf nacional, y cuya capacidad también se vio reflejada en numerosas estadísticas.

Preparadores Juan Cavieres Mella Apodado “El Mago”, Juan Cavieres Mella fue por lejos el mejor preparador de caballos fina sangre de carrera entre los años veinte y cincuenta del siglo pasado. Su carrera en el turf se inició como cuidador en la caballeriza de Benjamín Bernstein y su primer logro significativo como preparador lo obtuvo en la Polla de Potrancas de 1921 con la yegua Flapper, que en octubre de ese año se adjudicaría El Ensayo, el primero de los ocho alcanzados por Cavieres.36 Según el cronista hípico José Salinas, “con Flapper se abrieron las puertas de la fama para Cavieres”, campaña que se extendería con sonados éxitos hasta principios de

los sesenta y que exhibió impresionantes registros: once estadísticas generales, doce clásicos El Derby, ocho El Ensayo, diez Pollas de Potrancas, nueve Pollas de Potrillos y una cantidad innumerable de otras pruebas de fuste, destacando las tres veces que obtuvo la Triple Corona Nacional con los ejemplares Freire, Grimsby y Tábano. Un preparador de excelencia, caracterizado, según palabras de Salinas, por su cautela, serenidad, habilidad, precisión y profundo conocimiento de las virtudes y defectos de los ejemplares a su cargo, cuestión que se reflejaba en saber inscribir a los caballos en las pruebas en que más podían rendir.

36 Las estadísticas oficiales señalan que Cavieres obtuvo en siete y no en ocho ocasiones El Ensayo: Greenock (1922); Freire (1930); Quemazón (1934); Grimsby (1938); Tábano (1945); Provita (1954) y La Sexta (1960). Ello se debe a que en la victoria en 1941 de Rival –ejemplar preparado por Cavieres– el trainer estaba suspendido y su lugar lo ocupó el capataz del corral, Samuel Reveco. Pero más allá de los aspectos reglamentarios, el mérito fue, sin duda, de Juan Cavieres Mella.

Augusto Breque Espinoza Nacido en la ciudad de Los Ángeles, llegó a la capital a los 15 años y comenzó a trabajar como cuidador en el corral de Daniel Sandoval. Siete años después partió a probar

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suerte como jinete a Concepción; sin embargo, no tuvo el rendimiento que esperaba y retornó a la capital para desempeñarse como capataz en diversas caballerizas. A poco andar se convirtió en entrenador, alcanzando las primeras satisfacciones con la yegua Pérfida, aunque no comparables con las que tuvo gracias a Cencerro, el mejor caballo fina sangre de carrera que pasó por su corral, que le permitió obtener el Gran Premio Brasil en 1963, provocando que su fama se extendiera más allá de Chile. Norton, Bristol y Rokof fueron otros de sus grandes ejemplares. Dejó su impronta en tres estadísticas nacionales: 1951, 1952 y 1956. Su hijo Álvaro Breque también fue un gran preparador y ganó todas las pruebas clásicas del calendario hípico nacional.

Julio Castro Ruiz “El Mariscal”, como se le conoció en Chile y en Venezuela, fue un entrenador que desarrolló espectaculares campañas en ambos países logrando más de 350 clásicos con sus pupilos. Comenzó su carrera en el VSC, y de ahí inició una carrera ascendente de triunfos que lo llevó, en 1949, a ser contratado por Henrique Otero Vizcarrondo, destacado personaje de la sociedad venezolana y del turf de ese país, para preparar los ejemplares de su stud. Ese año ganaría la estadística de preparadores, cuestión que repetiría al año siguiente, con 87 victorias.

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Juan Cavieres Acevedo, sin duda una de las grandes figuras en la historia de la hípica chilena, trainer cercano a las cinco mil carreras ganadas, victorioso en todas las pruebas de Grupo 1 y ganador de veintidós estadísticas generales, once de ellas en forma consecutiva.

Logró 1.752 triunfos en los hipódromos nacionales y otros 1.350 en Venezuela, sumó dos estadísticas generales en Chile (1965 y 1966) y estuvo a cargo de notables ejemplares como Saint Oregon (ganador de El Ensayo en 1953), Fabbiani, Joliment y El Gomero. Con este último se adueñó de 22 clásicos, incluyendo la doblona en el Gran Premio Hipódromo Chile (1977 y 1978), un hito que demoró 19 años en ser superado por otro crack de las pistas: Gran Ducato.

obtener dos mil, tres mil y cuatro mil victorias, además de lograr todos los clásicos G1 que se disputan en Chile. Un maestro, al decir de sus pares, quienes reconocen no solo sus logros sino también su gran capacidad de trabajo y conocimientos para sacar lo mejor de sus pupilos. Su carrera como trainer se ha nutrido de éxitos y al igual que su padre ha refrendado el arte de preparar finasangre en las principales pruebas del calendario hípico nacional. Ganador de seis El Ensayo (Chesterton, 1982; Lonquimay, 1983; Húsares, 1995; Crystal House, 1999; Penamacor, 2000; Pecoiquén, 2004), tres El Derby (Marímbula, 1982; Val Gardena, 1999; Showbiz, 2003) y un St. Leger (Auguri, 1995) y preparador de otros grandes ejemplares del turf nacional, entre ellos, Ballistic (ganador de diez clásicos consecutivos en el CHS, ejemplar que obtuvo 21 victorias en sus 27 actuaciones, que jamás salió de tabla y que en el primer lustro del presente siglo se constituyó en

Juan Cavieres Acevedo Hijo de Juan Cavieres Mella, quien lo estimuló para ejercer su mismo oficio, estableció durante las décadas del setenta, ochenta, noventa e inicios del nuevo siglo un abrumador dominio en materia de preparación de caballos fina sangre de carrera, reflejado en 22 estadísticas generales, once de ellas logradas en años consecutivos, y un total de 4.954 carreras hasta la fecha. Obtuvo la patente de preparador el año 1958 y desde el inicio de su carrera comenzó a mostrar su talento en esta profesión, que se tradujo en ser el primer trainer chileno en

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Patricio Baeza junto a su hijo Juan Pablo. Ambos han conformado una dupla que ha roto todos los récords de carreras ganadas y victorias en clásicos de Grupo 1, erigiéndose por varios cuerpos como los mejores preparadores del presente siglo.

Patricio Baeza Álamos

el indiscutido rey de las pruebas de fondo del CHS), Derby Lodge (doble campeón en el Gran Premio Hipódromo Chile, 2002, 2003), High Master (primer caballo chileno en ganar el Gran Premio Latinoamericano, 1984, Hipódromo Chile) y Salinidad, yegua que llegó segunda en este clásico, en la versión disputada el año 1983 en el césped del hipódromo Cidade Jardim, Sao Paulo.

Si durante las últimas tres décadas del siglo XX el dominador absoluto en materia de preparación de caballos fina sangre de carrera fue Juan Cavieres Acevedo, este privilegiado sitial, con la llegada del nuevo siglo, pasó a ostentarlo Patricio Baeza, quien en las dos primeras décadas del nuevo siglo estableció una sólida hegemonía al respecto y se erigió en el trainer más ganador de la historia de la hípica chilena, sobre 5.100 carreras ganadas. Número impresionante, más todavía considerando que un buen porcentaje de ellas corresponden a clásicos y pruebas de Grupo. Para muestra un botón: durante el año 2007 se disputaron en el Club Hípico de Santiago, Hipódromo Chile y

Currículum impresionante que lo catapulta como uno de los mejores preparadores chilenos de todos los tiempos y que Cavieres confirma a diario con su acostumbrada eficiencia. “El Mago” fue elegido el 2001 el mejor preparador de la era moderna de la hípica nacional por la Asociación de Periodistas Hípicos.

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Valparaíso Sporting Club 306 clásicos, entre 1.000 y 2.400 metros, de los cuales 67 fueron logrados por ejemplares a cargo de Baeza. Bisnieto de uno de los fundadores del CHS, Francisco Baeza, agricultor de profesión y encargado del criadero de su padre, localizado en Pailahueque (región de La Araucanía), Patricio Baeza comenzó relativamente tarde en el arte de preparar caballos (40 años) y con un reducido plantel de ejemplares albergados en el corral 52, ubicado hacia el suroriente del CHS y contiguo al de Juan Cavieres, de quien obtuvo un valioso aprendizaje. Sin embargo, este trainer, literalmente metido en las patas de los caballos desde niño, no tardó demasiado en destacar entre sus pares y comenzar a adueñarse no solo de las estadísticas generales de carreras ganadas, sino también de las grandes pruebas de Grupo.

Jorge Andrés Inda

Esta hegemonía se asentó aún más con la llegada al corral en el año 2001 de su hijo Juan Pablo, veterinario de profesión, con quien conformaría una dupla de oro –conocida como el Team Baeza– y acrecentaría su exitosa campaña y notables registros, que incluyen numerosas victorias en El Ensayo, El Derby, St. Leger y Gran Premio Latinoamericano, y la preparación de ejemplares que marcaron grandes hitos en la historia de la hípica chilena como, entre varios otros, el magnífico Gran Ducato (para muchos hípicos “el caballo del pueblo”, denominación otorgada no solo por su notable campaña en pistas nacionales e internacionales, sino también por el inmenso corazón que demostró tener en cada prueba que disputó); Quick Casablanca (único ejemplar chileno en ganar en el extranjero el Gran Premio Latinoamericano; magistralmente conducido por Gonzalo Ulloa, el hijo de Until Sundown y criado en el haras Matancilla superó por medio cuerpo al crédito local y favorito de la prueba, Expressive Halo, en la versión del año 2012, corrida en la arena del Hipódromo de Palermo, Buenos Aires, en distancia de 2.100 metros, rompiendo además el invicto en casa de los argentinos en esta prueba); Belle Watling (yegua que se impuso en esta cita internacional el 2010 en la grama del CHS, y que a los tres años había logrado Cuádruple Corona del Club Hípico de Santiago), y Robert Bruce (invicto en sus seis presentaciones en Chile, también galardonado con la cuádruple corona de ese hipódromo y de exitosa campaña en pistas norteamericanas).

José Ignacio Inda

La familia Inda Para graficar el significado del apellido Inda en la hípica chilena bastaría remitirse a El Derby del año 2002, prueba en que se impuso Mister Acpen montado por el experimentado jockey Anyelo Rivera, quien lograría su segundo triunfo de los cuatro consecutivos que obtuvo en ese lustro. Sin embargo, lo más significativo de esta versión de la tradicional fiesta del turf viñamarino radicó, sin lugar a duda, en la participación en ella de tres generaciones de preparadores de apellido Inda: Jorge Inda Guzmán (con Mister Acpen), su hijo Jorge Inda Meyer (Marzuk) y su nieto José Ignacio Inda de la Cerda (British Open). Un hecho quizás inédito en la hípica mundial y que tuvo como desenlace el triunfo del ejemplar criado en Matancilla, preparado precisamente por uno de los Inda, el abuelo, conocido como “El Tío” por su gran calidad humana –personaje que más allá de sus logros recibió siempre el cariño de la gente que trabajó con él y de todos los que lo conocieron– y que obtuvo a los 86 años su cuarta victoria en pruebas correspondientes a la Triple Corona Nacional. Tal como para leer algunas novelas de William Faulkner, el magnífico escritor norteamericano y Premio Nobel de Literatura, se requiere de un apéndice con el árbol

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clásicos de Grupo y preparador de Color Rosa, ganadora de El Ensayo el año 2016, y el segundo, ganador de esta prueba el año 2018 con Cambridge, como asimismo su primo Sergio Inda M., uno de los preparadores más exitosos del último tiempo y trainer de Il Campione, ganador de El Ensayo de 2014.37

genealógico de las familias que protagonizan por más de un siglo la densa historia del sur de los Estados Unidos, para seguir la trascendencia de los Inda en la hípica chilena se requeriría de algo similar, puesto que desde que el patriarca de la familia en materia de preparación –Eduardo Inda Guzmán, considerado como el iniciador y maestro de los Inda en el arte de la preparación de caballos de carrera– y sus hermanos Ernesto, Pedro y Jorge comenzaron con esta actividad en la tercera década del siglo pasado, este apellido ha ido prolongando su pasión por los finasangre y conseguido éxitos en las pistas a través de una numerosa descendencia que a pulso del aprendizaje obtenido de sus predecesores y propio talento sigue elevando el apellido Inda en lo más alto del turf nacional. Así lo demuestran a diario los más jóvenes, los hermanos José Ignacio y Jorge Andrés Inda de la Cerda, hijos de Jorge Inda Meyer – ganador de varias pruebas correspondientes a la Triple Corona–, el primero de ellos protagonista permanente de

37 Lo limitado de este espacio no permitió incluir otros Inda de destacada trayectoria en el turf, asunto que requeriría de una crónica especial dado la prolífica historia de este apellido en la hípica nacional. Entre ellos, Eduardo Inda Meyer, quien desarrolló su carrera en California, EUA, primero como asistente del afamado trainer Ron Mc Anally, con quien participó en la preparación de ejemplares como Bayakoa y Paseana, ambas ganadoras de la Breeders’ Cup Distaffs en 1989 y 1992, respectivamente. Luego continuaría su carrera en forma independiente y con éxitos que lo catapultan como uno de los mejores trainers chilenos en el extranjero.

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Jinetes

Andrés Molina

Agustín Gutiérrez

Juan Zúñiga

Andrés Molina

sus conducidos. Su calidad lo llevó a correr en Brasil, país donde siguió desempeñándose de gran forma y, de paso, abrió las puertas de ese mercado a otros destacados jinetes nacionales.

En la década del veinte del siglo pasado los hípicos chilenos pudieron disfrutar de un jockey de excelencia, Andrés Molina, sucesor de José Salfate, quien una década antes era el jockey más ganador de las grandes pruebas correspondientes a la Triple Corona Nacional y que en esta materia era el continuador del primer jinete de la hípica chilena en obtener logros reiterados, el peruano Carlos M. Zavala, quien dominó a fines del siglo XIX y condujo victorioso a varios hijos del célebre padrillo By The Sea.

Agustín Gutiérrez Junto con su colega José Carrasco protagonizaron el único empate que registra El Ensayo conduciendo en 1938 a Valeriano y Grimsby, respectivamente. Gutiérrez fue un jinete de gran rendimiento en los años treinta y cuarenta, ganó cinco clásicos El Ensayo, dos de ellos con hijos del destacado reproductor de la época Henry Lee38 –Rokof (1935) y Fouché (1939)–; con este último también en dramático final, pues solo una cabeza lo distanció de

Entre 1920 y 1925 Andrés Molina obtuvo cinco estadísticas generales y cuatro clásicos El Ensayo, tres en forma consecutiva montando a los ejemplares Almodóvar (1923), Urbión (1924) y El Ocho (1925). Con la yegua Flapper consiguó su primer El Ensayo (1921), carrera que según El Diario Ilustrado “no la ganó Flapper, la ganó su jinete Molina que la lanzó por un hueco imposible en la recta y aprovechando todos sus recursos, en la misma sentencia dio caza a Falkland”. Molina, de quien se decía sabía elegir muy bien las montas, también logró tres triunfos en El Derby (Bambalina, 1921; Almodóvar, 1924; Urbión, 1925) además de una victoria en el St. Leger con Isabelino (1923), ejemplar que compartió el primer lugar con Inflexible. Jinete de gran eficiencia, en dos ocasiones alcanzó un rendimiento del cien por ciento con

38 Henry Lee (Your Majesty y Enérgica, por Cyllene) llegó en 1929 al haras Los Cipreses, de Héctor Anguita, precedido de un buen pedigrí, asunto que plasmó en su labor reproductiva a través de ocho generaciones (murió joven, a los 13 años) de grandes campeones. Encabezó la estadística de reproductores en 1935 y cuatro veces fue segundo. Sus hijos Quemazón, Rokof y Fouché ganaron El Ensayo; Mister Lee e Iturbe hicieron lo propio en El Derby, y Fouché se adjudicó el St. Leger. Como abuelo materno, sus nietos le otorgaron 490 victorias, muchas correspondientes a las principales pruebas del calendario nacional.

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de este, y así fue. Cuando se aparearon los dos caballos, le vimos a Legui descomponerse. Se puso nervioso. Parecía un aprendiz de escuela… Porque Legui sabe que Zúñiga no es Luján ni Carreño. Y así fue que el chileno, sonriendo, le puso el pescuezo de Impulsivo delante de Kabul… ¡Qué manera de ‘muñequearlo’ al maestro!”. “El Pequeño Maestro”, como se le conoció cariñosamente, ganó en el transcurso de los años treinta seis veces la estadística general de jinetes y fue el primero en Chile en superar las cien victorias en un año. Una de sus virtudes era la costumbre de estudiar a fondo el programa de carreras para conocer a cada uno de los rivales y no equivocar las estrategias a seguir. Su bitácora de éxitos es contundente, comenzando por ser el único jockey nacional en adjudicarse consecutivamente seis clásicos St. Leger: Duraznito (1932), Heidelberg (1933), Tiranía (1934), Sahri (1935), Palais Royal (1936) y Bamboa (1937). También mostró sus credenciales en el clásico El Ensayo, en 1931 con el hijo del notable Salpicón,39 Trampiato, y dos años más tarde con Chansonnier. En El Derby se impuso con Palais Royal (1936). El prestigio alcanzado en las pistas nacionales despertó el interés de la hípica argentina por hacerse de sus servicios, donde su calidad fue unánimemente reconocida. Una vez retirado se convirtió en preparador.

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Juan Francisco Marchant “El Jinete Maravilla”, como le decían los aficionados hípicos brasileños durante su exitosa campaña en Brasil, rompió todas las marcas de la época en las pistas nacionales al obtener cinco estadísticas generales consecutivas (1941-1945) y establecer, con 139 triunfos, un nuevo récord de carreras ganadas en una sola

Juan Francisco Marchant

Espartano, montado por otro gran jinete de la época, Ruperto Donoso. También logró tres clásicos El Derby (Statuto, 1932; Maratón, 1937; Bufón, 1945).

39 Hijo de Val d’Or y Carbonada y descendiente de Flying Fox y Orme, que lo entroncaban con el extraordinario jefe de raza Bend Or, Salpicón, alazán nacido en Argentina en 1916, fue en Chile un magnífico corredor y padrillo. En la primera condición ganó con los colores de Daniel J. Lyon, entre los años 1919 y 1922, 24 de las 33 carreras que disputó, de ellas 23 clásicos, y que incluyeron El Derby y los premios Honor, la Internacional, Club Hípico y La Copa. Como padrillo, sirviendo en el haras Santa Isabel, no fue en zaga y dio números ganadores de las principales pruebas del turf nacional, entre otros, los ganadores de El Ensayo Trampiato y Tutti Fruti, este último triple coronado merced a sus triunfos en los clásicos El Derby y el St. Leger, el primero de ellos también adjudicados por Rococó y Pillería; Salpresa, ganadora de Las Oaks, y Duraznito, ganador del St. Leger y La Prueba. Lideró la estadística de reproductores en 1935 y 1936.

Juan Zúñiga El principal periodista de la hípica chilena, José Salinas Castillo, se sirve de un recorte de prensa de los años cuarenta de un diario bonaerense para destacar las bondades de Juanito Zúñiga. En el artículo aparece la foto del jockey junto al título “Fue ovacionado Zúñiga” y continúa de la siguiente forma: “La primera carrera del domingo en San Isidro fue un match… Kabul con Leguisamo e Impulsivo con Zúñiga. Palpitamos el triunfo

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temporada. Luego continuó su campaña en Brasil, donde obtuvo 1.292 victorias.40 En 1950 volvió a liderar la estadística de jinetes y ese mismo año ganó El Ensayo con el ejemplar Empire (beneficiado por el distanciamiento de Combatiente), clásico en el que cinco años antes había cruzado victorioso con Tábano, ganador de la Triple Corona Nacional pero que en El Derby no fue montado por Marchant. Sin embargo donde mejor impuso sus condiciones fue en el St. Leger –que en esos años se disputaba en el Valparaíso Sporting Club y en una distancia de 3.000 metros–, prueba que ganó siete veces, conduciendo a Fouché (1940), Wellington (1943), Barranco (1945), Tábano (1946) Mahometano (1948), Olimpo (1950) y Empire (1951). Con este último conseguiría la Triple Corona Nacional.

Enrique Araya Como otros destacados jinetes chilenos, desarrolló su carrera tanto en pistas nacionales como brasileñas, y en ambas el aficionado hípico tuvo el privilegio de observar a un jinete de excelencia. En Chile obtuvo tres estadísticas generales (1954, 1955 y 1958) y un total de 921 carreras y en Brasil se desempeñó de gran forma, ganando varios clásicos importantes y siendo prenda de garantía para los propietarios y preparadores que requirieron de sus servicios. Justamente en Sao Paulo, en 1962, ganó el Gran Premio local al vencer de atropellada montando al ejemplar chileno Trenzado.

Enrique Araya

En el CHS ganó El Ensayo con los ejemplares Babú (1957), La Sexta (1960) y Par de Ases (1963). Con La Sexta también se impondría en El Derby (1961), prueba

40 Marchant fue uno de los varios jinetes que continuaron su exitosa carrera en Brasil, que tuvo como punto de partida la llegada a ese país, en la década del veinte, de Andrés Molina y José Salfate, quienes generarían una verdadera escuela de jinetes. Salfate obtendría en esas tierras más de mil victorias. Posteriormente arribará una segunda oleada en los años cuarenta, entre ellos Juan Zúñiga, Osvaldo Ulloa, Luis Alberto Díaz (que también correrá en Perú, Argentina, entre otros) y Francisco Irigoyen (que en la década del cincuenta irá a Argentina). En los años cincuenta llega Juan Francisco Marchant, que fue apodado “las muñecas de América” y siempre comparado con el jinete uruguayo Irineo Leguizamo, el cual fue inmortalizado por Carlos Gardel. Para finalmente en la década del sesenta recibir a Enrique Araya, Gabriel Meneses, Sergio Vera (que pasó antes por Perú) y Juan Amestelly. Todos ellos multiganadores de las más importantes carreras del turf brasileño y que recorrerán toda Latinoamérica con finasangre nacidos en Brasil y otros lugares del continente (Manuel Rodríguez, 100 páginas del Turf Sudamericano).

Héctor Pilar

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Carlos Rivera, con Espadaña, ganadora de El Ensayo de 1973 y sostenida de la brida por su propietario Arturo Cousiño Lyon.

años

St. Leger, en las que obtuvo victorias con Quilche (1967) y Malhoa (1965), respectivamente.

Fernando Toro

En Chile ganó la estadística de jinetes en 1960 y 1963 y alcanzó 871 victorias. A finales de los años sesenta emprendió viaje a Estados Unidos, donde gracias a su buen rendimiento pudo hacerse de un nombre en el turf más exigente del orbe, y en el que terminaría su campaña.

que lograría en otras cinco oportunidades: Bristol (1957), Victory (1959), Kuriñanco (1964), Malhoa (1965) y Contratodos (1968). El St. Leger también lo vería luciendo las chaquetillas de los vencedores, en 1957 con Bristol y un año más tarde con Gleeful.

Fernando Toro Héctor Pilar

A los 13 años Toro se desempeñaba como cuidador en el corral de Roberto Maggi Sáez, trainer que rápidamente descubrió su talento en el arte de montar. Transcurrieron solo dos años para que el joven se vistiera de jockey y demostrara en la pista de qué estaba hecho. En 1956 lograría su primer éxito con la yegua Marne, que fue el inicio de una fructífera campaña que lo llevó a ser considerado como el “rey del pasto” en Estados Unidos.

A Pilar se le asocia con Cencerro, uno de los mejores caballos de todos los tiempos de la hípica nacional, ganador por paliza del Gran Premio de Brasil efectuado en el Hipódromo La Gávea en 1963 –primer triunfo relevante de un ejemplar chileno en el Atlántico– y catalogado ese año como el Mejor Caballo de Sudamérica. Sin embargo, más allá de ser el jinete habitual del crack que se impuso en El Derby y el St. Leger de 1963 y constituir junto al trainer Augusto Breque Espinoza una dupla letal, lo cierto es que Pilar brilló con luces propias y su talento también se manifestó en pruebas de la categoría de El Ensayo y el

Antes de asentarse en el turf más competitivo del mundo, los aficionados chilenos gozaron por 10 largos años de su calidad. En ese lapso sumó 929 triunfos, incluyendo dos internacionales en Perú, un St. Leger (1964) con Par de

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Sergio Vázquez, con Charlatán, ejemplar que se impuso por más de seis cuerpos en el Ensayo de 1988.

Ases, dos Pollas de Potrillos, un Nacional Ricardo Lyon y varios otros clásicos de relevancia, sin olvidar las dos estadísticas generales que acumuló en 1962 y 1964.

aficionados hípicos, sabedores de que “El Monstruo”, como le apodaban, defendía a muerte los boletos jugados a los ejemplares conducidos por él.

En Norteamérica, pese a un difícil comienzo, logró paulatinamente conseguir los triunfos deseados. Primero en Miami y después en California, donde prevaleció en incontables clásicos de alcurnia, aunque el más recordado tiene un nombre imborrable: la Breeders’ Cup Mile, con la yegua irlandesa Royal Heroine, en 1984.

Oriundo de Concepción, cuna de grandes jinetes como José Santos, Gustavo Barrera y Luis Torres, llegó a Santiago en 1972 y no tardó en imponer su energía en los hipódromos capitalinos y que tradujo de manera contundente en el segundo lustro de los años setenta, ganando cinco estadísticas y estableciendo en años consecutivos el récord de victorias en una temporada, 241 y 244. No fue un jinete muy ganador de las pruebas correspondientes a la Triple Corona Nacional, pues solo logró una victoria en El Ensayo con la yegua Espadaña en 1973 y lo mismo con Hall Wallis en el St. Leger de 1976. Su capacidad, sin duda, la exponía en cada jornada hípica; no requería de los grandes meetings para ser reconocido, lo suyo era luchar endemoniadamente por el primer lugar en cualquier carrera, asunto que lo hizo acreedor del cariño del público. Murió en su ley, en 1978, en la pista principal del CHS, en una rodada montando a la yegua Tanita. Ocho días luchó por su vida, sin embargo al final perdió esa prueba, la más dura que le impuso el destino.

Fueron 25 años de campaña impecable en las pistas estadounidenses, con un total de 3.571 victorias, entre las que se cuentan 212 pruebas de jerarquía.

Carlos Rivera No es extraño que los funerales de Carlos Rivera tuvieran una concurrencia desbordada y sean recordados como uno de los más masivos y sentidos efectuados a un personaje público chileno, pues en vida fue “el jinete del pueblo”. Sin un estilo depurado, pero de una energía y entrega extraordinarias que le permitían ganar carreras imposibles, rápidamente pasó a ser el favorito indiscutido de los

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1978) y el descendiente de Domineau, vencedor el año 1988, en el CHS, del Gran Premio Latinoamericano,41 el segundo ejemplar chileno en ganar la máxima cita del turf sudamericano. En su bitácora también ocupan un lugar destacado otros grandes triunfos en las máximas pruebas del turf chileno para los caballos de la generación: en el St. Leger con Melonero (1977), Geólogo (1984), Puro Toro (1987) y Crisol (1994); en El Ensayo con Chesterton (1982),42 Lonquimay (1983), Charlatán (1988), Chango (1989),43 y en El Derby con Moduño (1979), El Barril (1980), Premio Nobel (1981), Marímbula (1982), Dorticós (1988), Chango (1990) y Falling (1992).

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41 El Gran Premio Latinoamericano (ex Gran Premio Asociación Latinoamericana de Jockey Clubes e Hipódromos) es una prueba G1 del turf sudamericano que reúne a los mejores ejemplares de los distintos hipódromos de la región y cuya sede va cambiando cada año. Es la carrera emblemática de la Organización Sudamericana de Fomento del Pura Sangre de Carrera (OSAF), organismo creado en 1958 y que representa activamente a las entidades de turf de toda Sudamérica en los foros internacionales. Es una carrera para caballos de tres años y más y por lo general se corre en distancia de 2.000 metros. La primera versión se corrió en 1981, en el hipódromo de Maroñas, Uruguay, ocasión en que se impuso el ejemplar brasileño Dark Brown. Chile ha sido el anfitrión en nueve ocasiones, cinco de sus versiones se han corrido en el Hipódromo Chile (1984, 1990, 1997, 2004 y 2013), tres en el Club Hípico de Santiago (1988, 1995 y 2010) y una en el Valparaíso Sporting Club (2017), la única en la que el ganador no fue un ejemplar chileno. Al cierre de este libro, en marzo de 2019, el Club Hípico de Santiago realizaría por cuarta vez esta clásica prueba que congrega a los mejores exponentes de Argentina, Brasil, Chile, Panamá, Perú y Uruguay y que tiene como bolsa de premios 500 mil dólares. 42 Hijo del brillante reproductor Mr. Long (m. 1969, EUA, Sea Bird y Kessette, por Chamossaire), padrillo del haras Santa Amelia, ganador de la estadística nacional de padrillos entre 1982 y 1986 y cuyo éxito traspasó nuestras fronteras, lo que motivó su exportación a Estados Unidos en 1983. Entre sus hijos no se pueden omitir los nombres de Monroe, ganador de El Ensayo en 1986; el aludido Chesterton, que además de adjudicarse la máxima prueba del CHS fue ganador en Estados Unidos; Salinidad, vencedora en nueve clásicos y segunda en el Gran Premio Asociación Latinoamericana de Jockey Clubs realizado en el hipódromo Cidade Jardim (Brasil, 1983), y muchos otros excelentes ganadores clásicos. 43 Hijo del argentino Balconaje (m. 1968, Argentina, Pronto y Calpurnia, por Black Out), uno de los padrillos más notables en la historia del turf chileno y que prestó sus servicios en el haras Matancilla. La primera producción de Balconaje debutó en 1978, y desde entonces el hijo de Pronto no cesó de producir campeones de la talla de Fiestero, ganador de la Polla de Potrillos (G1) y en Estados Unidos del San Marino Handicap (CL); Premio Nobel; Marímbula y María Candela. Balconaje encabezó la estadística de reproductores en 1980, 1981 y 1989, y en la de abuelos ocupó dos veces el primer lugar.

Luis Torres, con Húsares, ganador por cabeza de El Ensayo disputado en 1995. Jinete oriundo de Concepción, al igual que José Santos y Gustavo Barrera. Apodado El Ciclón, Barrera fue otro gran jinete de la generación y obtuvo 4.488 carreras, la mayoría en el Hipódromo Chile, donde fue el favorito del público palmeño.

Sergio Vásquez Apodado “El Rey” por los aficionados hípicos, Vásquez –considerado un jinete cerebral y gran calculador de los ritmos de las carreras de fondo– es uno de los jinetes chilenos con mayor cantidad de carreras ganadas (3.570) y fue un destacado protagonista de la fusta en los hipódromos centrales en los años setenta y ochenta, asunto que se refleja en las cinco estadísticas generales ganadas entre 1979 y 1984 (cuatro en forma consecutiva) y en las dieciséis victorias alcanzadas en pruebas correspondientes a la Triple Corona Nacional, la primera de ellas, curiosamente, con el ejemplar llamado El Rey, que se impuso por largos diez cuerpos a El Tirón en el St. Leger celebrado en la pista del Hipódromo Chile en 1972. Fue el inicio de una impecable campaña en las competencias estelares de la hípica chilena y que no se detuvo sino hasta 1994. Entre sus conducidos destacaron El Gomero y Dorticós, el primero de ellos ganador en forma consecutiva del Gran Premio Hipódromo Chile (1977 y

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José Santos prácticamente no corrió en el Club Hípico de Santiago, salvo en ocasiones especiales, por ejemplo, cuando montó a Lido Palace en El Ensayo del año 2000 (foto página siguiente). Su gran talento lo desplegó en los hipódromos estadounidenses, donde se erigió en genio y figura y en un ídolo para la ciudad de Nueva York.

Luis Torres A los 16 años Luis Torres había ganado veinte carreras en el Hipódromo de Concepción, un año más tarde alcanzaría otras 41 y se convertiría en jinete de primera categoría. En esa condición emigró a la capital al año siguiente (1990) y solo le bastó una semana para conseguir su primer clásico con el ejemplar Stone Cutter. Desde ese momento nada ni nadie detuvo su andar demoledor. En 1991 se adjudicó noventa competencias y en 1992 se adueñó, con 270 victorias, de la estadística general de jinetes, la primera de todas las obtenidas consecutivamente hasta el año 2001 y que lo convirtieron en el jockey más ganador de todos los tiempos. Un crack con letras mayúsculas.

Sea (2002) y Kurbat (2007), y El Derby con Val Gardena (1999) y Pórfido (2006). “El Mágico”, como lo apodan los aficionados debido a su reconocido talento para ganar carreras, tiene a su haber más de 4 mil carreras ganadas.

José Santos José Santos no solo fue el mejor jinete chileno en toda la historia del turf nacional, sino uno de los deportistas más exitosos que ha tenido Chile considerando todas las disciplinas. Difícilmente un deportista nacional de alto rendimiento luzca el palmarés de este jockey, quien obtuvo ganancias estimadas en 187 millones de dólares y en 2007 ingresó al Salón de la Fama de la Hípica de Estados Unidos.

También es poseedor de otros dos récords: el de pruebas ganadas en un solo día, lo que consiguió con ocho triunfos en dos ocasiones, y el de victorias en una temporada, que plasmó en 1996 con 315 celebraciones. Hasta la fecha suma once festejos en etapas de la Triple Corona Nacional, a saber: El Ensayo con Húsares (1995), Crystal House (1999), Penamacor (2000), Pel (2003), Pórfido (2005) y Spósito (2013); el St. Leger con Cremcaramel (1999), Blue

Nació en Concepción en 1961, en el seno de una familia muy humilde, y creció en un barrio cercano al hipódromo

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como uno de los jinetes más importantes de la década. Sin duda, un currículum deportivo extraordinario y plasmado en la hípica más exigente del orbe. Su inmenso talento lo desplegó durante toda su carrera en el país del norte, aunque destacan con luces propias los siete triunfos en las Breeder’s Cup44 (Breeders’ Cup Turf, 1986, 1997; Breeders’ Cup Juvenile, 1987, 1990; Breeders’ Cup Mile, 1989; Breeders’ Cup Juvenile Fillies, 1990 y Breeders’ Cup Classic, 2002), la victoria obtenida con Lemon Drop Kid en el Belmont Stakes de 1999 y los triunfos con Funny Cide en el Kentucky Derby y el Preakness Stakes del año 2003, las dos primeras etapas de la Triple Corona estadounidense y que lamentablemente no pudo cristalizar en el Belmont Stakes –última etapa–, pues remató tercero con el ejemplar mencionado.45

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44 La Breeders’ Cup es uno de los máximos eventos de la hípica mundial, reúne a final de temporada a un selecto grupo de ejemplares de todo el mundo con el objeto de enfrentarlos en diversas pruebas clásicas G1. Tiene su origen en 1982, cuando un grupo de criadores de Kentucky, liderados por el visionario John Gaines, tuvo la idea de crear un meeting hípico que congregara a los mejores caballos del año alrededor del mundo. La Breeders’ Cup –Copa de Criadores, en español– se ha realizado en diversos hipódromos estadounidenses (Santa Anita Park, Del Mar, Keeneland, Churchill Downs, Monmuth Park, Belmont Park, Lone Star Park, Arlington Park, Gulfstream Park, Hollywood Park, Woodbine Racetrack, Aqueduct Racetrack) y cambia anualmente su sede. Comenzó a disputarse en 1984, año en que se realizaron siete competencias en el hipódromo californiano Hollywood Park. En el transcurso del tiempo se agregaron nuevas pruebas y hoy el evento cuenta con 14 clásicos G1 que se disputan en dos días. Los mejores rentados son la Breeders’ Cup Classic, prueba en distancia de 2.000 metros, para caballos de tres años y más, y que ofreció el 2018 la cifra de 6 millones de dólares en premios, y la Breeders’ Cup Turf, para caballos de tres años y más en tiro de 2.400 metros, y que ese año repartió 4 millones de dólares en premios. La Breeder’s Cup tiene un programa llamado “Win & You’re In”, una serie de carreras realizadas en el mundo para clasificar a las Breeder’s. El Club Hípico de Santiago forma parte de este programa, en el que el ganador del Clásico Club Hípico de Santiago obtiene un bono de 40 mil dólares y clasifica automáticamente a la Breeder’s Cup Mile Turf (G1). 45 Esta carrera generó gran expectación en el ambiente hípico norteamericano, pues el último ejemplar en ganar la Triple Corona, Affirmed, lo había hecho hacía mucho tiempo, en 1978, y el neoyorkino Funny Cide fue apuntado como el caballo que podía romper con la “maldición”, más todavía corriendo en casa. Pasarían varios años más para que finalmente la hípica norteamericana rompiera con la sequía de triple coronados, cuando el año 2015 American Pharoah se impuso en el Belmont Stakes. Tres años más tarde, en 2018, Justify realizaría la misma hazaña y anotaría su nombre entre los trece ejemplares que han obtenido hasta la fecha la Triple Corona de Estados Unidos, circuito que consagra al mejor caballo de la generación de tres años y que se inició en 1875.

de la ciudad penquista, lo que seguramente motivó su afición por los caballos de carrera. En el hipódromo de Mediocamino, en 1976, debutó como jinete y le bastó una semana para ganar su primera carrera. Al año siguiente emprendió rumbo a Colombia, donde demostró su capacidad al imponerse en varias pruebas, aun cuando nada presagiaba lo que sería su exitosa campaña en Estados Unidos, país al que arribó en 1983 y que lo consagró como uno de los mejores jinetes del medio. En la hípica más desarrollada del mundo inició su campaña en Miami, ciudad en la que refrendó sus excelentes dotes y le permitió continuar su carrera en Nueva York, uno de los centros más gravitantes de la hípica de ese país. Durante cuatro años consecutivos, entre 1986 y 1989, lideró el ranking de jinetes por concepto de ganancias en dinero en una temporada (United States Champion Jockey by earnings); en 1988 obtuvo el premio al jinete con más carreras ganadas en la temporada (Eclipse Award for Outstanding Jockey); en 1999 fue reconocido con el George Woolf Memorial Jockey Award, premio otorgado al jinete de mayor calidad humana y dedicación en las pistas; fue portada de revistas que lo consignaron dentro de los deportistas más exitosos del mundo; recibió el reconocimiento de la prensa neoyorquina, que lo nombró rey de Nueva York, ciudad que también lo declararía Hijo Ilustre, y en 1990 la publicación The Blood Horse lo eligió

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en fin, un atleta que vive del riesgo, y por ello se afirma que este oficio no está hecho para los débiles.

Tres de sus hermanos también fueron jinetes, Manuel, Luis Alberto y el recordado Pedro Santos, ganador de tres versiones consecutivas de El Derby con los ejemplares Enfático (1994), Pradilla (1995) y Rue Cambon (1996), y con la yegua del haras Don Alberto también obtuvo El Ensayo de 1994.

En la jornada del Club Hípico de Santiago desarrollada el día 5 de marzo de 2018, en la décimo quinta carrera –prueba de serie muy baja, realizada en la pista 2, en tiro de 1.000 metros y en la cual tomaron parte trece ejemplares– cruzaron la meta en primer y segundo lugar, separados por tres cuartos de cuerpo, los ejemplares La Guapachosa y Aroma de Dama. Considerando que se trataba de una carrera que reunía caballos bastante discretos y que anualmente el Club Hípico de Santiago ofrece aproximadamente 1.720 carreras, esta prueba, salvo quizás para los apostadores que eventualmente la acertaron, no tendría ningún motivo para ser reseñada y bajo ningún pretexto. Pero un hípico avezado, de esos que han entablado una vieja y fiel amistad con las carreras de caballos, seguramente habría reparado en el desenlace de esta modesta competencia algo especial y acaso único. Pues si su curiosidad lo hubiese llevado a rastrear la edad de los jinetes involucrados en el primer y segundo lugar, Marcos Aranda (60 años) y Emeterio Guzmán (72), respectivamente, se habría encontrado con que la suma de ambas, 132 años, representa un hecho insólito en cualquier deporte de alta competencia.

Un hecho insólito Se equivocan quienes sostienen que en la actualidad los pilotos de autos de carrera son quienes más probabilidades tienen de sufrir accidentes fatales, afirmación que quizás años atrás –cuando no existía la tecnología que hoy los blinda en una especie de cubículo inexpugnable– sí era valedera, como lo demuestran las trágicas muertes de grandes pilotos de Fórmula 1 y otras categorías del automovilismo mundial. Pero si hablamos de pilotos, aun cuando la velocidad que desarrollan los caballos fina sangre de carrera es un poco más de 60 km/h, muy por debajo de los 400 km/h que hoy en día alcanza un bólido tuerca, la verdad es que en la actualidad el jinete de caballos de carrera está más expuesto que ningún otro a sufrir accidentes, que en ocasiones pueden costar graves lesiones y, en otras, simplemente la vida.

En este caso la expresión “llevar una vida completamente dedicada” a cualquier disciplina deportiva cobra una realidad sustancial y extraordinaria. Seguramente ninguno de ellos entre en la sección destinada a los jinetes que marcaron la historia del turf nacional, aun cuando ambos desarrollaron una carrera exitosa (Guzmán logró 952 victorias) y no exenta de importantes triunfos en clásicos G1, pero estarán presentes en la memoria de todo hípico de corazón. Lamentablemente, meses más tarde el jockey Emeterio Guzmán sufriría una rodada mientras aprontaba un caballo y que lo llevaría a su muerte. En su ley, por cierto.

El jinete, aquel que luce una suave chaquetilla de seda con los colores representativos del dueño del purasangre, además de un gorro protector, generalmente de fibra de vidrio, unas botas livianas, unas anteojeras y la respectiva fusta; que conduce el caballo sin tener contacto con su lomo, elevado apenas sobre la montura, sostenido y equilibrado por una estribación corta, con su cuerpo coincidiendo con el centro de gravedad del animal, extendido hacia adelante y horizontalmente sobre él, en una posición que no solo ofrece menor resistencia al viento sino que también le permite a los cuartos traseros del caballo una mayor libertad de acción; que evalúa a su conducido en todo el transcurso de la prueba, manteniendo, apurando o bajando su ritmo y velocidad según dicte el desarrollo de la carrera y “como vaya sintiendo” a su ejemplar; que guarda la energía del caballo con paciencia y aplomo y la explota al máximo en los metros decisivos a partir de movimientos resueltos e incisivos, a veces a rigor de látigo; que toma decisiones en fracciones de segundo sabiendo que de ello depende la suerte de su conducido; que está expuesto a numerosos contratiempos y de quien, según los entendidos, depende el diez por ciento del éxito de un caballo en una carrera, es,

El Círculo de Periodistas Deportivos de Chile premió de forma póstuma a Emeterio Guzmán como el mejor jinete del 2018, reconocimiento que se sumó al premio que le otorgó en mayo de ese año la Asociación de Periodistas y Técnicos Hípicos en virtud de su trayectoria. Por su parte, Marcos Aranda continúa obteniendo triunfos en los hipódromos capitalinos, que por ahora llegan a 1.553 victorias.

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Caballos Old Boy (1909) Hijo de Orán y Skylark, por Palmy. Criado en el haras Limited, de Ricardo Lyon Pérez.

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Cuesta creer que un caballo pueda lograr 33 triunfos sobre 36 carreras disputadas, y que 31 de estas victorias correspondan a pruebas clásicas, logros que más bien están para ser vistos en una película de ficción que admitidos como una realidad, como de hecho lo es, pues ese es el palmarés del magnífico tordillo Old Boy, para la mayoría de los conocedores de la hípica chilena el mejor caballo de carrera de todos los tiempos que ha tenido el turf nacional. Ejemplar imbatible y cuya única mancha en su extraordinaria campaña fue no haber podido tomar parte en El Ensayo y El Derby debido a una pulmonía. Sin embargo pudo reaparecer con éxito en el St. Leger de 1913. En su espléndido currículum se anotan también cuatro victorias en el clásico Internacional (2.600 metros), tres en el Gran Premio de Honor (3.600 metros), La Copa (3.200 metros), Valparaíso Sporting Club (3.200 metros) y Definición (1.800 metros). En su condición de reproductor produjo como mejor descendiente a Melchor, ganador de El Ensayo y el St. Leger.

Old Boy

Se cuentan muchas anécdotas del tordillo súper campeón, entre ellas un diálogo entre su criador y propietario, Ricardo Lyon Pérez, y el dueño de la yegua Chulita, el destacado criador Benjamín Bernstein, con motivo de la disputa el 12 de septiembre de 1915 del clásico Club Hípico, sobre una milla. Este último le habría dicho a Lyon antes de la disputa de la carrera: “Mi yegua está tan buena, que para ganarla habría que batir récord”. La respuesta fue: “Old Boy lo hará”, y enseguida le dijo al jinete que la conduciría: “¡Hágalo correr! Y así fue, no solo ganó por 50 metros de ventaja sino que también estableció 1.35 3/5 para la distancia, récord que se mantuvo por 16 años.

Dorama

Dorama (1912) Hija de Celso y Neva, por Sargento. Criada en el haras Llay-Llay, de Samuel Larraín Bulnes.

La hija de Celso y Neva fue la primera hembra en ganar la Triple Corona Nacional, aunque su hoja de vida registra altibajos en el transcurso de la mayor parte de su campaña. A los dos años, por ejemplo, disputó ocho carreras y ganó solo dos, figurando en todas las restantes. Y cuando debutó como tresañera siguió por el mismo rumbo al ser tercera

Oakland

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presenta al lector, en su libro Historia de El Ensayo, al alazán Freire, invicto en sus diez presentaciones, ganador de la Triple Corona Nacional y que desarrolló su corta pero exitosa campaña durante 1930 y 1931. Hijo de El Tango –el mejor descendiente del destacado semental Olascoaga y el mejor caballo de su generación–, Freire no tuvo rivales que pudieran con él, puesto que desde que debutó en el Valparaíso Sporting Club, en febrero de 1930, nunca fue batido. Ganó todo lo que corrió, incluyendo, por cierto, los clásicos del Club Hípico de Santiago para la generación –Polla de Potrillos, Gran Premio Nacional y El Ensayo– y en Viña del Mar hizo lo propio en El Derby y el St. Leger,46 la última carrera que disputó antes de ser destinado a la reproducción, labor que poco y nada estuvo a la altura de lo que el alazán realizó en las pistas. Para Juan Cavieres Mella, trainer entre otros del triple coronado Grimsby, Freire fue el mejor caballo que tuvo el privilegio de preparar.

Freire

Oakland (1928) Hijo de Marryatt y Gladiadora, por Le Samaritain. Criado en el haras San José de Pocochay, por Geo C. Kenrick y Eduardo Condon.

“El Fenómeno Blanco”, así los aficionados hípicos se expresaban de este tordillo que en la década del treinta ganó 26 carreras de 42 disputadas. Pero lo importante de este registro es que todas las victorias, salvo una, correspondieron a pruebas clásicas y desarrolladas en todas las distancias, registro que lo emparenta con Old Boy, curiosamente otro tordillo, y que lo eleva como uno de los grandes cracks de la hípica chilena. Terminó su sobresaliente campaña a los siete años, cuando fue retirado de las pistas y destinado a reproductor. En esta condición encabezó la estadística de padrillos y dio una docena de ejemplares ganadores clásicos, entre ellos, Alcatraz, un millero espectacular.

Grimsby

en una milla, pero de ahí en adelante vino su consagración y se adueñó de siete competencias consecutivas. Fue en ese lapso que anotó su nombre en la Polla de Potrancas, El Ensayo, El Derby, la Copa Jackson, el St. Leger y el Gran Premio de Honor. Pero a los cuatro años se desmoronó totalmente y comenzó su debacle, rematando incluso última en algunos clásicos. Fue retirada en abril de 1918 y destinada a la reproducción. Tuvo diez crías, aunque ninguna alcanzó un gran rendimiento.

46 Esta prueba la corrió solo por el retiro de Tantahue, único ejemplar inscrito junto a Freire. En esa época no era extraña la reducida inscripción de caballos en el St. Leger, clásico que no tuvo en sus primeros años la necesaria regularidad debido precisamente a la escasez de caballos que se inscribieran para correrlo. Como dato ilustrativo diremos que en 1886, cuando lo ganó Cachapoal II, solo había 19 caballos de tres años corriendo. En Santiago las carreras eran más cortas y los premios mejores. El riesgo del viaje y los 3.000 metros eran cosa seria, de modo que –durante el siglo XIX– en once oportunidades no hubo St. Leger. Desde 1900 en adelante, su continuidad se regularizó y en la nómina de vencedores encontramos, las más de las veces, caballos que figuran entre los mejores de sus respectivos años o que contribuyeron en la cría a elevar el estándar de nuestros finasangre ( José Salinas Castillo: 100 años del Clásico St. Leger. Noviembre, 1987).

Freire (1927) Hijo de El Tango y Filibus, por Eclair II. Criado por Héctor Anguita, haras Los Cipreses.

“De tarde en tarde, en la constelación del turf, aparecen caballos excepcionales que cruzan el firmamento de la hípica como astros refulgentes, dejando tras de sí la estela luminosa de la fama”. De esta manera José Salinas Castillo

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Palais Royal (1932) Hijo de Nid d’Or y Croacia, por Marte II. Criado en el haras Cunaco.

A pesar de ganar en 1936 El Derby y el St. Leger en el Valparaíso Sporting Club, este poderoso y corpulento colorado, al que los aficionados llamaban “El Toro”, comenzó a establecer un abrumador dominio en las pistas centrales solo al cumplir cuatro años, cuando en 1937 ganó siete de los ocho clásicos que disputó, cayendo solo en la Internacional debido a la lluvia, pues se trataba de un ejemplar cuyo rendimiento bajaba ostensiblemente en las pistas barrosas. En febrero venció fácilmente en el clásico que lleva el nombre del hipódromo viñamarino (2.400 metros), luego en el Club Hípico de Santiago caería derrotado en la prueba aludida, para de ahí en adelante vapulear a sus rivales en las seis competencias clásicas en las que tomó parte.

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Palais Royal

media cabeza y el cuarto (Dalcahue) a pescuezo. ¡Una locura!

Al año siguiente, Palais Royal reaparecería en el clásico Casino Municipal de Viña –en distancia de 1.900 metros y el mejor rentado en esa época– obteniendo un cuarto puesto, debido principalmente a la ventaja en peso que le otorgó a sus rivales, nada menos que nueve kilos respecto al ganador, Adam Lux. Se desquitó en la Internacional, aventajando por seis cuerpos a su más cercano competidor, lo mismo en el García Mieres y en la milla del clásico Club Hípico. El hijo de Nid d’Or47 cumplió su última actuación en Chile imponiéndose cómodamente por seis y diez cuerpos sobre el segundo y el tercero en los 3.600 metros del Ricardo Lyon. Fue vendido a Estados Unidos donde obtuvo nueve triunfos.

El empate les significó a ambos su quinta victoria ese año, pero la temporada siguiente el destino les depararía derroteros absolutamente contrastados; mientras Valeriano tendría que abandonar el training por lesión, el hijo de Poor Chap alcanzaría la gloria, obteniendo diez clásicos de once disputados y erigiéndose, por lejos, el mejor caballo de la hípica nacional en esos años. Entre otros logros, ganó de punta a punta El Derby y destrozó a sus rivales en el St. Leger, obteniendo así la Triple Corona Nacional. En 1940 disputó solo dos pruebas (Copa Mercurio, 1.600 metros y Valparaíso Sporting Club, 2.400 metros) y ambas las ganó con facilidad. Una lesión en un tendón determinó su retiro de las pistas. Fue un muy mal reproductor.

Grimsby (1935)

Filibustero (1937)

Hijo de Poor Chap y La Gitana, por Le Temps. Criado en el haras San Juan.

Hijo de Isabelino y Filibus, por Eclair II. Criado en el haras Los Cipreses, de Héctor Anguita.

“La línea de grandes corceles que arranca del Jefe de Raza Olascoaga,48 puso de relieve en 1940, a un caballo excepcional. Fue el crack Filibustero”. Así parte el capítulo referido a este magnífico tordillo en el libro La historia de

El domingo 6 de noviembre de 1938 se produjo el único empate que registra El Ensayo hasta la fecha. En la ocasión los ejemplares Grimsby y Valeriano no pudieron sacarse ventaja y el juez de llegada (en la época no había fotofinish) determinó el empate, en una carrera que, para mayor dramatismo, el tercero (Adraste) llegó a

48 Olascoaga –potro colorado nacido en Argentina en 1904, hijo de Orbit e Isolina, por Acheron– es considerado jefe de raza por su extraordinaria influencia como reproductor. Durante el periodo en que corrieron sus hijos (1913-1937) dio ganadores de 891 carreras, de ellas 47 clásicos, entre los cuales destacan El Ensayo, la Polla de Potrancas, la Polla de Potrillos, Las Oaks, La Prueba y el St. Leger. Fue padre de ganadores de El Ensayo, tales como Flapper (1921) y Decurión (1926), y del ejemplar El Tango, progenitor del triple coronado Freire. Como abuelo tuvo una notable perfomance, sus nietos ganaron 1.185 carreras.

47 Hijo de Faucheur y Nid de Pie, Nid d’Or ganó en Francia el Prix du Conseil Municipal y en Chile fue un excelente reproductor del haras Cunaco. Ganó cinco veces la estadística de reproductores (1937, 38, 42, 43 y 44) y tuvo una gran influencia en el elevage nacional a través de hijos, nietos y bisnietos. Aparte de Palais Royal, produjo numerosos ganadores clásicos, entre ellos, Maratón, también ganador de El Derby, y muchos otros ejemplares que lograron las principales pruebas del calendario hípico nacional.

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En los años cuarenta el nombre Filibustero no solo era familiar para los aficionados hípicos, sino que estaba en boca de todos, incluso de los niños. El tordillo fue prácticamente imbatible y sobre él se escribieron muchas crónicas, pues poseía una clase excepcional que lo hizo ganar 17 carreras sobre 20 disputadas, y solo una de ellas no tuvo condición de clásico.

El tordillo, criado en el haras Los Cipreses,49 inició su periplo por las pistas el 7 de julio de 1940 con un cuarto lugar, pero casi dos meses después salió de perdedor por seis cuerpos de ventaja. Luego se impondrá consecutivamente en la Polla de Potrillos, Nacional Ricardo Lyon y El Ensayo. 49

El Ensayo, del periodista José Salinas Castillo. Se incluye a Filibustero en esa edición debido a que ganó esta prueba en 1940, pero la verdad es que el hijo de Isabelino y Filibus, por Eclair II, debería estar en cualquier publicación de la historia del turf nacional que se precie de tal (de hecho el periodista lo alude permanentemente en todos sus escritos), puesto que este ejemplar estableció una campaña, junto a Old Boy, sin parangón y que se resume en diecisiete triunfos sobre veinte actuaciones, y solo uno de ellos carente de la condición de clásico. Un monstruo.

49 Haras fundado en Cautín el año 1912 por Héctor Anguita. Fue uno de los más exitosos durante la primera mitad del siglo XX gracias al conocimiento de su propietario en materia de crianza y principalmente a su acertada selección del plantel de cría. Destacan con luces propias los excelentes padrillos El Tango (Olascoaga y Delice, por Saint Mirin), progenitor del triple coronado Freire; Henry Lee (Your Majesty y Enérgica, por Cyllene), ganador con sus hijos tres veces de El Ensayo y dos de El Derby, e Isabelino (El Tango e Isabela, por Rodilard), nada menos que el padre del súper crack Filibustero.

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El segundo de ellos en forma excepcional, puesto que superó todos los contratiempos que le generaron sus rivales y que Salinas, en el libro aludido, narra así: “Los jinetes de sus competidores se habían puesto de acuerdo para darle una ‘encerrona’ en la recta, y cuando venía atropellando por los palos, Ulloa que conducía a Fragata lanzó el grito: ¡Que se nos pasa el tordillo! y, acto seguido, se cerró sobre él, mientras Emigdio Castillo que conducía a Nogueral lo bloqueaba por delante. Faltaban doscientos cincuenta metros para la sentencia y la derrota parecía inminente. Pero Manuel Quezada que montaba al favorito –en una maniobra instantánea y desesperada– prácticamente lo paró; lo sacó por detrás de todo el lote y lo lanzó como un rayo por el lado exterior. Pareció que sus enemigos se habían clavado en la tierra. En un rush fabuloso, dio alcance a Nogueral en la última zancada y en la misma sentencia lo superó por pescuezo”.

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Eugenia

Su gran campaña se acrecentaría en 1941: ocho triunfos en igual número de competencias, incluidos los clásicos St. Leger, Gran Premio Hipódromo Chile, la Internacional, La Prueba y el clásico Cuarto Centenario de la ciudad de Santiago. En 1942 obtuvo cinco triunfos clásicos y solo perdió la Internacional debido a un imprevisto. Luego de ganar en agosto el clásico Príncipe de Gales (una milla), en noviembre el clásico Club Hípico (1.800 m) y apabullar a sus rivales en los 3.000 metros de La Copa, en febrero de 1943 caería derrotado en el Premio Valparaíso Sporting Club, prueba que corrió lesionado y que sería la última del crack.

Eugenia (1952) Hija de Brick y Eos, por Strip the Willow. Criada en el haras Chile, de Germán Reckman.

La Sexta

que bien pudieron ser diez si el jinete, Luis Espinoza, la deja correr– y Sociedad de Criadores.

Debutó en el Valparaíso Sporting Club el 30 de enero de 1955 en una prueba reservada para productos de dos años y en la que la potranca ocupó el tercer lugar, la misma posición que llegaría en su segunda presentación, en una competencia de 1.000 metros. Siempre en la pista viñamarina, en su tercer intento salió de perdedora y luego, en el premio El Estreno, en distancia de 1.300 metros, fue superada estrechamente por Nopal. Pero en el Club Hípico de Santiago el asunto sería distinto, ese año ganaría por amplio margen dos clásicos antes de caer inesperadamente en el Tanteo de Potrancas, que sería su última derrota ese año, pues a continuación se impondría consecutivamente en cinco grandes clásicos: Arturo Lyon Peña, Polla de Potrancas, Nacional Ricardo Lyon, El Ensayo –lo ganó a lo crack, de punta a punta y con extrema comodidad, sacándole cinco cuerpos al segundo,

En enero de 1956 reapareció en Viña del Mar para disputar la Copa Jackson (1.900 metros), prueba en la que remató segunda. Pero en febrero tuvo su desquite, y nada menos que en El Derby, el que se adjudicaría por amplios tres cuerpos. Días más tarde vencería por doce cuerpos a su único rival –Talón– en los 3.000 metros del St. Leger, obteniendo de esta manera la Triple Corona Nacional e igualando el logro que 40 años antes había alcanzado Dorama, la única hembra triple coronada hasta esa fecha. Con este historial fue vendida a Estados Unidos, donde alcanzó importantes triunfos, como los 2.600 metros del clásico Canadian Championship, ocasión en que además estableció récord.

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hembra de la generación. Sin duda fue una actuación falsa, asunto que la tordilla confirmaría en enero del año siguiente cuando se impuso al galope en El Derby, su última carrera en Chile antes de ser vendida a Estados Unidos.

Eugenia, en palabras de José Salinas Castillo, era una delgada potranca alazana clara, con una mancha blanca en la frente que semejaba un número 1. Y bueno, fue el ejemplar número 1 de su generación, sin duda, y una de las mejores yeguas que ha dado la hípica chilena.

Cencerro (1959)

La Sexta (1957)

Hijo de Forest Row y C’est si Bon, por Vicinity. Nacido en el haras San Juan, completó su crianza en el haras Matancilla de los señores Hirmas Atala.

Hija de Roi d’Atout y La Quinta, por Filibustero. Criada en el haras Curiche.

Las primeras actuaciones en arena y césped de Cencerro –hijo de Forest Row, padrillo que dio ganadores de más de 500 carreras, entre ellas muchas de las más importantes que se realizan en Chile– fueron decepcionantes y estuvieron muy lejos de satisfacer las expectativas de sus responsables. Recién al séptimo intento salió de perdedor, en un tiro de 1.500 metros en el Hipódromo Chile, pero a continuación su campaña siguió siendo discreta, hasta que volvió a ganar en una serie modesta y en la misma distancia. Desde ahí la historia del mulato cambió rotundamente, y el pupilo de Augusto Breque Espinoza comenzaría a exhibir en las

La hija de Roi d’Atout –padrillo francés que en la época dio buenos fondistas– ganó en el primer semestre de 1960 sus tres primeras salidas a la pista y en agosto remató segunda en el clásico Arturo Lyon Peña, superada en la milla por Fausta. Sin embargo, ese mismo mes, se desquitó de su rival en la Polla de Potrancas, aventajándola por dos cuerpos y medio. Luego, el 30 de octubre, se adjudicó El Ensayo por cuerpo y cuarto, otorgándole al preparador Juan Cavieres Mella su octavo triunfo en la cita más importante del Club Hípico de Santiago. Al mes siguiente cruzó el Mapocho para imponerse en el Gran Premio Hipódromo Chile. En diciembre, siendo favorita, no respondió a esta condición y fue superada por Miss Suzy, que la aventajó por tres cuerpos y medio en Las Oaks, tradicional prueba del Club Hípico de Santiago que consagra a la mejor

Luego del aplastante triunfo obtenido en el Gran Premio de Brasil, el crack Cencerro vuelve al pesaje junto a sus propietarios Víctor y Carlos Hirmas Atala, a quienes acompañan numerosos hípicos chilenos que asistieron al máximo evento del turf brasileño.

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pistas su inmensa calidad. En enero de 1963 ganó la Copa Jackson y ese mismo mes se impuso en El Derby y con récord para la distancia: 2 minutos y 26 segundos clavados para los 2.400 metros. En febrero hizo lo propio en el St. Leger, venciendo por más de tres cuerpos. Un mes más tarde se adueñó del Gran Premio Internacional de Chile, prueba realizada también en el Valparaíso Sporting Club y donde tomaron parte calificados rivales argentinos, uruguayos y peruanos. Precisamente esta celebración sobre connotados ejemplares extranjeros le sirvieron para ser invitado a correr el Gran Premio Brasil, realizado en el Hipódromo La Gávea el 4 de agosto de 1963, ocasión en que prevaleció por seis cuerpos sobre el argentino Fresh Air, estableciendo la extraordinaria marca de 3.3 1/5 para 3.000 metros, a solo un quinto de segundo del récord mundial, que a la fecha ostentaba Narvic. Disputó su última carrera tres meses después, imponiéndose sin sobresaltos en el Clásico Primavera corrido en el Hipódromo Chile, en distancia de 2.200 metros.

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Prólogo (1962) Hijo de Paresa y Despejada, por Jardiniere. Criado en el haras Santa Isabel, de la Suc. Carmela Lyon de Bushell.

De buen porte, elegante y bien equilibrado según quienes lo conocieron, este mulato, criado en el haras Santa Isabel50 y preparado por César Covarrubias, desde que comenzó a correr –febrero de 1965– los aficionados hípicos

50 Fundado en la década del veinte del siglo pasado por Geoffrey Bushell Watson, en San Roque, Aconcagua, este haras ha sido uno de los más importantes de la hípica chilena y uno de los más influyentes en la mejora del elevage nacional. Contó con extraordinarios ejemplares de cría, como Salpicón (1916, Val d’Or y Carbonada, por Hackler), padre de numerosos ganadores clásicos, entre ellos el triple coronado Tutti Frutti; y Disarmament (1928, Beresford y Shimmer, por Saint Angelo), padre de varios buenos ganadores, como Quemarropa, ganador de El Ensayo en 1943, el más destacado. En la segunda mitad del siglo pasado este establecimiento siguió incorporando líneas sanguíneas que contribuirían notablemente en el elevage nacional, como el caso de Jardiniere (1952, por Sandjar y Snowberry), progenitor de machos y hembras que alcanzaron importantes éxitos, entre otros, Rosaleen, ganadora de Las Oaks y El Derby; Justiciero, ganador del Gran Premio Hipódromo Chile, y Despejada, que no corrió pero fue madre del triple coronado Prólogo. Otro gran padrillo fue Paresa (1955, Pardal y Solesa, por Solario), padre de los ganadores de El Ensayo Par de Ases (1963) y Prólogo (1965), ambos también importantes reproductores. El primero de ellos produjo a Galeno, ganador de El Ensayo en 1976, y el segundo a Person, vencedor de esta prueba dos años más tarde.

Prólogo

constataron que estaban frente a un campeón, condición que exhibiría el primer semestre de ese año pero que, sin duda, quedaría mucho más manifiesta el segundo semestre y al año siguiente. En la temporada de primavera del Club Hípico de Santiago se impuso en la Polla de Potrillos, remató segundo de Invisible en el Nacional Ricardo Lyon y venció, el 31 de octubre, a este mismo ejemplar en El Ensayo. Luego, en enero del año siguiente, en Viña del Mar, le sacó tres cuerpos de ventaja al propio Invisible –su enconado rival– en ocasión de disputarse El Derby. Un mes más tarde

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En la década del setenta Cougar logró en Estados Unidos quince victorias –varias de ellas en importantes clásicos de Grupo, como el Santa Anita Handicap–, siete segundos y doce terceros puestos. Acumuló en el país del norte 1.151.476 dólares en premios, un récord para la hípica chilena de esos años, y en su tercera temporada fue elegido Campeón en Pista de Césped.

obtendría la Triple Corona Nacional al imponerse en el St. Leger, el décimo ejemplar hasta esa fecha en conseguir la principal hazaña de la hípica nacional. Reapareció en el Club Hípico de Santiago en la Internacional, prueba disputada en abril y única carrera en toda su campaña en Chile en la que no llegó en tabla; un mes más tarde tampoco tendría suerte en un clásico disputado en el Hipódromo Chile y donde remató tercero. Pero se desquitaría rápidamente venciendo en los últimos tres clásicos que corrió en Chile. Prólogo fue invitado a correr ese año el Gran Premio Carlos Pellegrini donde defraudó completamente, para muchos, debido a la lluvia: lo suyo no eran las pistas barrosas.

y en El Derby solo ocupó el tercer lugar, registros que difícilmente podían presagiar lo que este ejemplar haría en la hípica norteamericana, donde simplemente se destapó, recaudando en la década del setenta 1.151.476 dólares en premios –la mayor cifra obtenida por un caballo chileno hasta ese momento– gracias a sus quince victorias, siete segundos y doce terceros lugares en 38 presentaciones. En sus cuatro temporadas en el país del norte, donde estuvo al cuidado del gran preparador Charles Whittingham, el hijo de Tale of Two Cities y Cindy Lou II se impuso en varios clásicos, entre otros, Santa Anita Handicap, Century Handicap (dos veces), Oak Tree Invitational y California Stakes. Por eso no fue extraño que se lo eligiera en una oportunidad Campeón en Pista de Césped de todo el país. Su fama se prolongó como reproductor al engendrar a Gato del Sol, ganador del Derby de Kentucky en 1982.

Cougar (1966) Hijo de Tale of two Cities y Cindy Lou II, por Madara. Criado en el haras General Cruz, de Mauricio Serrano Palma.

La campaña en Chile de Cougar no tuvo nada de especial, ganó cinco carreras en doce salidas a la pista, de las cuales tres fueron clásicos (Thompson Matthews, Municipalidad de Viña del Mar y República del Paraguay)

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Wolf ganó fácilmente El Ensayo de 1990 y además con un tiempo récord para la distancia, 2.23.1/5, registro que hasta la fecha nadie ha superado. Fue un súper campeón, invicto, triple coronado, quizás el caballo más emblemático de la hípica chilena y uno de los más queridos por la afición.

Santa Amelia dio cátedra en las tres pistas centrales: ganó las ocho pruebas que disputó, seis de ellas G1, se hizo acreedor de la Triple Corona Nacional y fue elegido el Caballo del Año en 1990 y 1991. Es, por cierto, el ejemplar sobre el cual la memoria del hípico siempre está dispuesta a recaer, y cómo no, si en todas las carreras, salvo en el St. Leger, masacró a sus rivales, imponiéndose con elegancia y holgura.

Wolf (1987) Hijo de Domineau y Luna Fría, por Rigel II. Criado en el haras Santa Amelia, de Alberto Allende Urrutia.

Wolf fue un caballo excepcional. El poderoso mulato de más de 500 kilos, hijo de Domineau51 y criado en el haras

Inició su exitosa e invicta campaña en el CHS en una prueba condicional de 1.300 metros disputada el 19 de abril de 1990, en la que se impuso por cinco cuerpos y medio. Luego, el 27 de mayo, ganó el clásico G3 Raimundo Valdés, superando a Maorí en la milla. En la misma distancia, el 24 de junio, ganó el clásico Alberto Vial Infante. El 30 de septiembre, derrotó por ocho cuerpos a sus rivales en el Nacional Ricardo Lyon. El domingo 28 de octubre, respondiendo a su inmenso favoritismo en El Ensayo, venció por siete cuerpos y cuarto a Valerio y de paso estableció una nueva marca para los 2.400 metros: 2.23.1/5.

51 Domineau (m. 1976, EUA, Never Bend y Pop’s Pick, por Ways and Means) ganó tres carreras en Estados Unidos y fue importado a Chile por Alberto Allende en 1982. Su labor reproductiva en el haras Santa Amelia fue excelente y encabezó la estadística de reproductores en 1988 y 1990. Como abuelo materno tuvo un sobresaliente desempeño, ganó la estadística de 1997 y fue segundo en 1988 y 2000. Entre sus hijos más destacados, además del triple coronado Wolf, se puede mencionar a Dórticos, ganador de los clásicos Asociación Latinoamericana de Jockey Clubs, El Derby, Polla de Potrillos, Copa de Plata, todos de G1.

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El sábado 1 de diciembre se estrenó en el Hipódromo Chile para competir en el St. Leger y ofrecer, junto al campeón palmeño Memo, uno de los espectáculos más recordados de la hípica chilena, la encarnizada lucha cabeza a cabeza entre ambos cracks durante toda la tierra derecha, y en el que Memo cedería en los metros finales para caer por un cuerpo tres cuartos. Basta decir que el tercero llegó a ¡17 cuerpos! Esta carrera está en la memoria del aficionado hípico, pues los días previos la conversación que monopolizó el ambiente del turf fue precisamente el duelo que sostendrían ambos cracks, el campeón local Memo, dominador absoluto en la pista palmeña, y el invicto Wolf, que no tenía rivales en el Club Hípico y que por primera vez corría fuera de su feudo. Ello recreado por la rivalidad entre los aficionados de uno y otro hipódromo, cuyo cariño por sus respectivos campeones y el deseo que superaran a su oponente fue similar al de los hinchas de clubes archirrivales de fútbol que se enfrentan por el título decisivo.

cinco cuerpos y medio a Memo en El Derby, disputado el domingo 3 de febrero de 1991. Su siguiente destino fue Estados Unidos, donde no pudo refrendar su extraordinaria campaña en Chile. En su segunda carrera batió en el hipódromo de Santa Anita a Golden Pheasant, que un mes más tarde se quedaría con el clásico Japan Cup (G1), la carrera más importante de Asia. En el país del norte llegó tercero en el clásico Citation Handicap (G2) y logró un cuarto puesto en el Rothmans International, para luego ser retirado del training debido a una lesión. En 1996 fue adquirido para servir como reproductor en Turquía, donde obtuvo el reconocimiento de Padrillo del Año en 2002. Wolf fue preparado por José Tomás Allende, quien volvería a ganar El Ensayo en 1996 y 1997 con los ejemplares Dancing Place y Pompeyo, respectivamente. Sobre su lomo siempre estuvo el experimentado y eficiente jockey Luis Muñoz, ganador de El Ensayo en otras dos ocasiones, con Penumbra en 1992 y el aludido Dancing Place en 1996, y que antes de ganar El Derby con Wolf, ya lo había hecho con Par Ten (1987).

Wolf regresó al CHS para adjudicarse el clásico Coronación, derrotando a su más cercano rival por nueve cuerpos. Obtuvo la Triple Corona Nacional al vencer por

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Gran Ducato (1991)

Uno de ellos fue Gran Ducato, que, a diferencia de varios de sus hermanos que ganaron las principales pruebas de la generación, tuvo su mejor desempeño ya maduro,

Hijo de Roy y Regolita, por Mr. Long. Criado en el haras Figurón, de la Sociedad Agrícola Haras Figurón Ltda.

La hípica chilena, en la última década del siglo pasado, tuvo a tres grandes protagonistas que dominaron sin contrapeso las estadísticas generales en sus respectivas materias. En la preparación, Juan Cavieres Acevedo no tuvo rivales, lo mismo que Luis “Mágico” Torres entre los jinetes. El tercero fue Roy, el reproductor que durante sus servicios en Chile en el haras Figurón (1991-1999) estableció una rotunda hegemonía, no solo por la cantidad de carreras que ganaron sus descendientes sino por la calidad de las mismas, que se refleja en las ocho victorias que consiguieron sus hijos en las pruebas correspondientes a la Triple Corona Nacional.52

que corrió su primera producción) y 1999, periodo en el que, en forma consecutiva, se adjudicó la estadística general de padrillos y la de reproductores padres de ejemplares de dos años. Roy fue exportado a Estados Unidos en 1995, donde se reprodujo, además de prestar sus servicios en Brasil y Argentina, países en los que siguió proyectando su extraordinaria capacidad de semental, como lo avala su hijo Freddy, que se impuso en Buenos Aires en el Gran Premio Nacional (G1) del año 2002, y muchos otros ganadores clásicos en Estados Unidos, Brasil y Argentina. En Chile el hijo de Fappiano engendró a los campeones Gran Ducato, Vía Sixtina, Barrio Chino, Early Gray, Campo Marzio, Porta Pía, Rue Cambon, Castelnuovo, Gattinara, Giulietta, Normality, Tuscolana, Bella di Notte, Gonfalone, Rolland Bar, Fontanella Borghese, Cremcaramel, Donna Karan, Ghirlanda, y a un gran número de ganadores de clásicos de Grupo 1. Más de doscientos clásicos obtenidos por alrededor de setenta ganadores clásicos hijos de Roy, son cifras inéditas en la historia del turf chileno.

52 Roy (c. 1983, EUA, Fappiano y Adlibber, por Never Bend) fue un sobresaliente padrillo del desaparecido haras Figurón, que dominó el escenario de las pistas nacionales entre 1991 (año en

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Página izquierda: Gran Ducato, el excepcional hijo de Roy y perteneciente al stud Komosar, ganador tres veces seguidas del Gran Premio Hipódromo Chile, ilustre representante chileno en las máximas pruebas sudamericanas, se ganó el cariño de la afición cada vez que el alazán entró a las pistas. Arriba: Crystal House, yegua que aún mantiene el tiempo récord para el doble kilómetro y que logró El Ensayo en 1999.

en una campaña que lo consagró como el Caballo del Año y Campeón Mayor en 1995 y 1996, años que en la grama del CHS y en la arena del Hipódromo Chile como, asimismo, en las principales pistas de Sudamérica, deleitó a los aficionados hípicos con actuaciones brillantes, destacando las tres veces consecutivas que ganó el Gran Premio Hipódromo Chile, sus dos Copas de Oro, el Gran Premio de Honor, la Copa Jackson, y otros festejos de jerarquía. También hay que recordar las seis incursiones que cumplió por pistas sudamericanas y que por uno u otro motivo, a pesar de su lucha, no pudieron concretarse en triunfos. A saber: segundo y tercero en el Gran Premio

Carlos Pellegrini (1995 y 1996), dos veces tercero en el Gran Premio Brasil (1995 y 1996), segundo en el Gran Premio Latinoamericano celebrado en Brasil el año 1996, mismo puesto que ocupó en el Gran Premio Jockey Club del Perú, también en ese año. Su repentino deceso, a horas de cumplir una nueva presentación, fue muy sentido entre los miles de aficionados que lo seguían.

Crystal House (1996) Hija de Golden Voyager y Cristalline, por Northair. Criada en el haras Matancilla.

Luego de debutar ganando por más de ocho cuerpos en una prueba disputada en el CHS a principios de 1999 y tras cuatro meses de inactividad competitiva, la colorada, perteneciente al stud El Cedro, reapareció a finales de mayo en una carrera en la que alcanzó el segundo lugar para después, tres meses más tarde, obtener esa misma posición en la Polla de Potrancas ganada por Washington

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Belle Watling (blanco y gorra naranja), quizás la yegua más exitosa de la historia del turf chileno, cuádruple coronada del CHS, titular de ocho clásicos consecutivos, invicta en el Hipódromo Chile, incluido el triunfo en el clásico institucional del hipódromo palmeño y ganadora del Gran Premio Latinoamericano (en la foto). ¡Magnífica!

fue preparada por Juan Cavieres Acevedo y sobre su lomo siempre estuvo Luis Torres, quien la condujo ese año cuando llegó tercera en el Gran Premio Carlos Pellegrini –el clásico más importante del calendario hípico argentino y el más prestigioso de Sudamérica, disputado en el césped del Hipódromo San Isidro, sobre la distancia de 2.400 metros–, en un desenlace espectacular, que tuvo como ganador al crack argentino Asidero, que venció por cabeza a Litigado, quien, a su vez, le sacó media cabeza de ventaja a la yegua chilena. En la ocasión los tres ejemplares rompieron el récord vigente de la distancia. Al año siguiente Crystal House fue exportada a Estados Unidos donde cumplió una discreta campaña.

City. Esa fue su última derrota en pistas nacionales, puesto que ese año se adjudicaría el clásico Nacional Ricardo Lyon con el extraordinario tiempo de 1.55.2 para el doble kilómetro –récord aún no superado–, y a continuación, el domingo 7 noviembre, El Ensayo, prueba en la que superó por un cuerpo y cuarto a la que la había derrotado en la Polla. La hija de Golden Voyager, criada en Matancilla,53

Belle Watling (2006)

53 Hoy desaparecido, el haras Matancilla, de propiedad del gran turfman Carlos Hirmas y su hermano Víctor, es sin duda el más exitoso de la hípica chilena. La calidad de su crianza, iniciada en 1956 en unos terrenos de Longaví, se reflejó no solo en las múltiples estadísticas logradas en esta materia sino en ser el haras con más triunfos conseguidos en los clásicos correspondientes a la Triple Corona Nacional (16), además de los tres obtenidos en el Gran Premio Latinoamericano.

Hija de Dushyantor y Biala, por The Great Shark. Criada en el haras Matancilla.

El 17 de septiembre de 2010 la mulata Belle Watling, amplia favorita del público y conducida por el jinete Héctor Berríos, ganó en dramático final la versión número

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26 del Gran Premio Latinoamericano celebrada en el Club Hípico de Santiago, prueba que estaba programada para marzo de ese año pero que tuvo que postergarse para el mes patrio debido al terremoto en Chile ocurrido en febrero. Los últimos metros de la carrera fueron sencillamente espectaculares, con tres ejemplares disputando frenéticamente y a rigor de látigo el primer lugar, resuelto a favor de la yegua solo en la línea de sentencia, que superó por media cabeza al brasileño Sal Grosso y por cabeza al sorprendente Shackleton. Cuarto, a medio cuerpo y en tardía atropellada, llegó Papelón.

de su generación, asunto que refrendó con creces galopando a sus rivales en los clásicos G1 Polla de Potrillos, Nacional Ricardo Lyon, El Ensayo y El Derby; en los G2 Criadores Machos y Copa Jackson (VSC, 1900 m), y en el G3 Cotejo de Potrillos. Campaña que le significó ser el Caballo del Año, Campeón Dos Años y Campeón Tres Años en 2014 y que solo tuvo dos grietas, el segundo puesto en el Alberto Vial Infante, ganado por Fantasmagórico, y su fatídica presentación en el aludido St. Leger. En el extranjero corrió una sola carrera antes de ser retirado de las pistas y destinado a la reproducción. En la ocasión llegó tercero en el clásico G3 Poker Stakes, realizado en el Belmont Park el 13 de junio de 2015.

Triunfo más reñido de lo pronosticado pero que confirmó la calidad de la hija de Dushyantor,54 que llegó a la prueba que congrega a los mejores ejemplares sudamericanos con el antecedente de ser la primera vencedora de la Cuádruple Corona de la Generación en el Club Hípico de Santiago –circuito que otorgó 500 mil dólares–, merced a sus victorias en la Polla de Potrancas, Nacional Ricardo Lyon, El Ensayo y el clásico Coronación el año 2009. Su invicto también lo mantuvo en el Hipódromo Chile, donde se impuso en el clásico Julio Prado Amor y en el clásico G1 que lleva el nombre del hipódromo palmeño. Fue criada en el haras Matancilla y perteneció al stud Don Theo. En su excursión por la hípica norteamericana no tuvo los éxitos esperados.

Il Campione –criado en el haras Paso Nevado57– siempre pareció que corría solo debido a la extrema facilidad con que se desprendía de sus rivales, dando la impresión a los espectadores de que las carreras disputadas por el colorado terminaban muchos metros antes de la línea de sentencia, al grado de facilitarle la tarea al relator, quien solo tenía 56

la selección nacional de fútbol que obtuvo consecutivamente dos Copa América (2015 y 2016) y mediocampista –o volante mixto, si se quiere– de gran campaña en Europa, donde alcanzó tres títulos de liga con la Juventus (Italia) y lo mismo con el Bayern Munich (Alemania). Hoy integra el plantel del club Barcelona, uno de los más exitosos del mundo. De origen socioeconómico muy humilde, además de su talento innato en el balompié, desde niño estableció un gran cariño por los finasangre y el ambiente que los rodea, merced a observar y compartir las labores de quienes cuidan a estos animales en los corrales del CHS. Estando en la cima de su carrera futbolística, no dudó entonces en crear su stud, siendo, por cierto, Il Campione, su mejor representante. 56 El haras Paso Nevado, ubicado a 57 km hacia el oriente de la ciudad de Talca, emplazado en la precordillera y cuyos dueños son Pedro Hurtado y Constanza Burr, es actualmente uno de los más exitosos de la hípica nacional. En sus praderas han nacido y se han criado múltiples vencedores de los principales clásicos de la hípica chilena, entre otros, Solaria, Full of Luck (ambos ganadores de El Derby), Southern Cat, Wow Cat (St. Leger) y los ganadores de El Ensayo Veedor, El Farrero y Wapi. También destaca la magnífica Dacita, ganadora de cinco clásicos G1 –entre ellos Las Oaks–, dos G2 y la misma cantidad de pruebas G3, Campeona Dos Años Pasto Temporada 2014 y Campeona Tres Años Pasto Temporada 2014/2015. El mejor padrillo que registra el haras ha sido Scat Daddy, que sirvió allí entre los años 2009 y 2011, dando múltiples campeones y siendo ganador de la estadística de padrillos con primera generación en 2013 y de la estadística general y de la generación en los años 2014 y 2015. Lo sigue en importancia Lookin at Lucky, actualmente en servicio, padre quizás de la mejor hembra en la historia del Hipódromo Chile, la invicta doble coronada Wow Cat, ganadora de seis G1 y exportada a Estados Unidos donde en noviembre del año 2018 llegó segunda en el Breeders’ Cup Distaff (1.800 metros, arena, 2 millones de dólares en premios), además de varios otros ejemplares ganadores de G1.

Il Campione (2011) Hijo de Scat Daddy y Global Gold, por Pleasant Tap. Criado en el haras Paso Nevado.

Si al momento de abrirse las puertas del partidor del Hipódromo Chile, Héctor Berríos, jinete de Il Campione, inmenso favorito en St. Leger del año 2014, no hubiese caído debido al tropezón sufrido por el hijo de Scat Daddy en la salida, con toda seguridad estaríamos hablando de otro ejemplar triple coronado de la hípica nacional. Una lástima, pues el defensor del stud Alvidal55 fue por lejos el mejor caballo

54 Dushyantor (c. 1993, EUA, Sadler’s Wells y Slightly Dangerous, por Roberto) llegó al haras Matancilla a fines del siglo pasado y tuvo su primera generación el 2001. Ya en sus primeros años de servicio comenzó a destacarse, obteniendo en 2007 y 2008 tanto la estadística general de reproductores como la de la generación. Padre de numerosos ganadores clásicos, entre otros, Cefalú, ganador con autoridad en El Derby del año 2005. Pero, sin duda, el mejor ejemplar producido por el nieto de Northern Dancer ha sido la yegua Belle Watling. 55 Stud de Arturo Vidal, considerado uno de los mejores jugadores del fútbol chileno de toda la historia, perteneciente a la llamada “generación dorada”, denominación otorgada a los integrantes de

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que estar atento a los lugares secundarios, puesto que el primero ya estaba asegurado con mucha antelación. Un gran campeón, que le hizo honor a su nombre y también a su padre, Scat Daddy, magnífico padrillo que estableció una marcada hegemonía en la hípica chilena en el primer lustro de la segunda década del presente siglo, revalidando sus bondades reproductivas como Líder Semental Debutante de 2011 en Estados Unidos, y que en tierras nacionales, además de ganar todas las estadísticas al respecto, dio numerosos ganadores de clásicos G1, varios de ellos correspondientes a la Triple Corona Nacional. Lamentablemente murió muy joven, a los 11 años, estando en el Ashford Stud de Kentucky.

Il Campione, hijo de Scat Daddy, el mejor padrillo del presente siglo en la hípica chilena, fue un aventajado representante de este insigne reproductor: logró la Triple Corona del CHS gracias a sus aplastantes victorias sobre sus rivales en las tres etapas que la conforman y solo un lamentable accidente en el St. Leger lo privó de la Triple Corona Nacional. Por su parte, Robert Bruce (página derecha) partió a la hípica norteamericana habiendo ganado todas las pruebas que disputó en Chile, campaña que lo hizo acreedor de la Cuádruple Corona del Club Hípico de Santiago. Junto a la extraordinaria Wow Cat, invicta en el Hipódromo Chile, ganadora de la Triple Corona palmeña y recientemente segunda en la Breeders’ Cup Distaff, son en la actualidad los ejemplares chilenos de mayores éxitos en las pistas norteamericanas.

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Robert Bruce (2014)

Y la verdad es que en el país del norte ha continuado con su notable campaña. En su primera salida a la pista, mayo de 2018, se impuso en el Fort Marcy Stakes, prueba G3 en tiro de 1.800 metros y disputada en Belmont Park. En este hipódromo perdió su invicto en el Woodford Reserve Manhattan Stakes, carrera G1 en distancia de 2.000 metros donde remató sexto. En su tercera presentación, conducido por Irad Ortiz Jr., logró el triunfo más importante de su campaña hasta la fecha al prevalecer, ante ocho rivales, en los 2.000 metros del Arlington Million Stakes, prueba G1 dotada con un millón de dólares en premios, realizada en agosto de 2018 en Arlington Park. En noviembre de ese año remató séptimo en los 2.400 metros de la Breeders’ Cup Turf, prueba corrida en el hipódromo de Churchill Downs, Kentucky, y que fue obtenida por la crack europea Enable, doble ganadora consecutiva del Arco de Triunfo y primer ejemplar en ganar en el mismo año estos reputados clásicos de la hípica mundial.

Hijo de Fast Company y Lady Pelusa, por Orpen. Criado en el haras Convento Viejo.

El hijo de Fast Company, criado en el haras Convento Viejo, preparado por Patricio Baeza, ganó las seis carreras que disputó en el Club Hípico de Santiago: una condicional, cuatro clásicos G1 y uno G2. Con sus victorias en 2017 en el Alberto Vial Infante, la Polla de Potrillos, el Nacional Ricardo Lyon y El Ensayo, obtuvo la Cuádruple Corona del Club Hípico de Santiago.57 Números contundentes, que señalan que en Chile no tuvo rivales y explican también por qué sus responsables decidieron que continuara su campaña en Estados Unidos, la hípica más fuerte del mundo.

57 En todas estas pruebas fue conducido por el jockey Jorge A. González, quien en 2017 obtuvo doce clásicos G1, logro inédito en la hípica chilena y que le significó el reconocimiento del Círculo de Periodistas Deportivos de Chile, gremio que lo premió como el mejor jinete del año.

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Este libro fue impreso en los talleres de Ograma Impresores en febrero de 2019. Para su diseño se utilizó la familia tipográfica Brioso Pro.


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