A diez años del PEC
El PEC y la agenda pública educativa en México Francisco Miranda López Coordinador de la Especialidad en Política y Gestión Educativa de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), México
La gestión escolar se ha convertido en un tema de especial importancia en las agendas públicas de la mayoría de los países del mundo durante la última década. La investigación educativa, los ejercicios de evaluación —nacionales e internacionales—, así como los diversos aprendizajes de política, permiten sostener, sin equívoco, que una buena gestión escolar es condición indispensable para mejorar los resultados educativos de los alumnos. La política educativa actual en materia de educación básica ha dado pasos importantes para fortalecer la gestión escolar de manera prioritaria. Desde el inicio de la presente década, el tema de la gestión escolar se ha sostenido como un componente importante de la política educativa que busca impulsar la gestión participativa y democrática como un marco que permita ampliar las oportunidades de aprendizaje para todos los alumnos y, por consiguiente, sus niveles de logro educativo. En un claro esfuerzo por definir una política de Estado en materia de gestión educativa se ha buscado desarrollar nuevas competencias de gestión en el personal directivo y docente que posibiliten la generación de ambientes innovadores de aprendizaje, trabajo colegiado y una educación inclusiva e intercultural democrática como eje de fortalecimiento, transformación e innovación educativa. Sin lugar a dudas, el Programa Escuelas de Calidad (PEC) ha sido el mejor instrumento de política pública para el fortalecimiento de la gestión escolar y, por lo tanto —debido a su crecimiento, sostenibilidad e impacto— un caso ejemplar de acción gubernamental con perspectiva de política de Estado. A través de este Programa se ha buscado promover la transformación de la organización y funcionamiento cotidiano de las escuelas de educación básica para asegurar que el personal docente y directivo de cada centro escolar asuma colectivamente la responsabilidad por los resultados académicos, establezca relaciones de colaboración entre sí y con el entorno social de la escuela y se comprometa con el mejoramiento continuo de la calidad y la equidad de la educación. Para el PEC, las escuelas son organizaciones que aprenden y son capaces de revisar los alcances de sus prácticas de gestión. Con ello ha buscado establecer estándares, criterios o normas que sirven de guías para orientar las acciones que emprende el colectivo escolar. La propuesta del PEC considera que si los maestros, directivos, alumnos y padres de familia forman una auténtica comunidad escolar, ésta tendrá la capacidad de identificar sus necesidades, problemas y metas realizables orientadas hacia la mejora de calidad del servicio educativo. En esta vertiente, es el primer programa educativo que en México establece criterios para mejorar la gestión escolar y contribuye a mejorar la calidad educativa por medio de la definición de estándares de logro. El mecanismo de fondo de subsidios que el PEC le otorga a la escuela es muy similar al utilizado en los fondos sociales, donde el dinero se envía directamente al usuario. La escuela se compromete
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a realizar un plan de mejora, el Plan Estratégico de Transformación Escolar (PETE), y un Programa Anual de Trabajo (PAT). Hacer el PETE o el PAT para las escuelas PEC no se traduce en un mecanismo de negociación de recursos adicionales; al contrario, se convierten en vehículos institucionalizados para ordenar sus objetivos, precisar sus estrategias y, sobre todo, hacer visibles los programas, trayectos y metas que dan sentido a su disciplina y compromiso explícito para enfrentar con éxito sus principales desafíos. Estas herramientas se transforman en mecanismos de autoaprendizaje y espacios técnicos de afianzamiento y cohesión institucional de las escuelas; complementan las gestiones rutinarias para resolver varios de los vacíos e insuficiencias que tienen estas escuelas para ser dignificadas: infraestructura física, materiales educativos, recursos tecnológicos, capacitación y equipamiento básico para el trabajo. Los resultados arrojados por el PEC en sus diez años de existencia ponen de manifiesto la importancia que tiene la mejora de la infraestructura y el equipamiento escolar y el papel trascendental que juegan los colectivos escolares, junto con la participación social, para impulsar la autogestión, actuar de acuerdo con las condiciones internas y las características de su entorno e impulsar proyectos de transformación escolar que se reflejen en la mejora continua de los resultados educativos de sus alumnos. Los aprendizajes generados por el PEC en las escuelas públicas mexicanas dejan muy claro el papel clave que juegan el compromiso y el trabajo de las comunidades escolares. Cuando
esto sucede, los centros educativos se convierten en verdaderas escuelas de calidad, en especial aquellas en las que, a pesar de las condiciones sociales adversas en las que se desenvuelven, muestran una capacidad sorprendente para organizarse, movilizar sus recursos disponibles, aprovechar mejor lo que el Programa les ofrece y generar una plataforma sólida de acción colectiva, cultural, simbólica y material puesta al servicio de la equidad y de la calidad educativa. Se trata, por supuesto, de verdaderas escuelas ejemplares, porque son capaces de resolver sus problemas, generar sus propios dispositivos de trabajo, de planeación, seguimiento y control, aprender, deliberar, corregir y potenciar. Y todo puesto en un ruta sólida para ofrecer a sus alumnos las mejores condiciones para el acceso al conocimiento y su formación integral, probando día a día, a propios y extraños, la eficacia y calidad de los resultados educativos que obtienen. Estas escuelas PEC forman parte de esa esfera pública que enorgullece a los mexicanos y a las comunidades a las que sirven. Lo que ha demostrado de sobra el PEC es que en la gestión escolar se ponen en juego factores cruciales para el buen funcionamiento de los centros educativos. Constituyen el locus básico para que el trabajo directivo, los colectivos docentes, padres de familia y alumnos, así como los diversos actores de la comunidad, generen las sinergias y estrategias de actuación fundamentales para organizar los procesos educativos, administrativos y sociales que permitan cumplir la misión de la escuela pública mexicana: lograr aprendizajes equitativos, pertinentes y de calidad.
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Por el valor supremo que tiene para las sociedades, la escuela pública y su adecuado funcionamiento constituyen una prioridad fundamental para los estados nacionales. Es por eso que la escuela debe ser el lugar de referencia central de la política pública. Si las decisiones y reformas que se definen desde las secretarías de Educación federal y estatales no llegan a la escuela o llegan tarde o tergiversadas, no pueden tener justificación alguna. En consecuencia, la razón técnica y política del Estado no puede tener mayor asidero institucional que los centros educativos: son ellos los que justifican cualquier reforma curricular, pedagógica, docente y organizacional que emane de la política educativa. La agenda pública nacional en el ámbito de la educación, en virtud de los aprendizajes generados por el PEC, debe seguir insistiendo en la necesidad de ubicar a la escuela en el centro del sistema y de las políticas educativas, pues es ella la que tiene la capacidad, la vitalidad —y sin duda el compromiso histórico— para hacer valer y realizar los derechos educativos de los mexicanos. Por ello, se justifica lograr las condiciones institucionales necesarias para que las escuelas tengan todo lo que requieren para que desarrollen sus tareas fundamentales. La razón de Estado en materia educativa —que es una aspiración máxima de la sociedad— debe buscar, como sin duda ha sido el esfuerzo institucional desplegado por el PEC, transferir recursos, objetivos, parámetros de actuación y los apoyos académicos, técnicos e institucionales básicos que reflejen el interés nacional hacia los centros escolares. Cuando los estados nacionales tengan la certeza de que esto se logra, podrán
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entonces responsabilizar a las escuelas por los resultados educativos, evaluarlas, pedirles cuentas y exigirles esfuerzos adicionales. En suma, el PEC ha dejado cuenta cabal de que el cuerpo institucional de las escuelas tiene en el liderazgo de las personas su corazón y su cerebro, y en la gestión, el andamiaje operativo y funcional. Mientras el liderazgo, a través del cerebro construye saberes y capacidades, y con el corazón bombea intuiciones y pasiones, la gestión hace posible el funcionamiento dinámico, la adecuación pertinente y el ajuste innovador para articular, movilizar, buscar, introducir las acciones y recursos necesarios para cumplir con las finalidades establecidas. La sinergia positiva entre liderazgo y gestión sólo puede construirse conjugando adecuadamente conocimientos y habilidades. Exige actualizar los saberes y aplicarlos, aprender en y de la práctica y retroalimentar los conocimientos, conjugar habilidades intelectuales y habilidades prácticas, así como generar modelos y sistemas de monitoreo recíproco y ajuste mutuo. La actuación sobre la práctica implica un “saber actuar”, que supone necesariamente un “saber pensar” y un “saber mirar”. Esto es lo que permite delimitar la realidad, reducir su complejidad, controlar la incertidumbre y subirse al furgón del cambio. Saber pensar, saber mirar y saber actuar ha sido, sin el menor asomo de duda, lo que el PEC le ha aportado a las escuelas. Este es su mejor legado y su aportación a la educación pública del país.