Revista de viajes y costumbres. Número 4. Septiembre de 2015. Edita: Publicaciones Imprecisas S.L. Fotografía: © Perec ( http://www.flickr.com/photos/xaman-ek ) Barcelona (España).
Prohibida la reproducción total o parcial. Es propiedad del autor.
Portada: Panorámica desde la Sierra de Collsacabra en el Torrente de la Rotllada, Cantonigros (Osona-Barcelona). Año 2007. Contraportada: Paella marinera, típico plato de la región mediterránea. Ver: http://hotelterramar.com/
DESDE LA EDITORIAL
En un terreno tan incierto y poco previsible como es el ocio, aventurar futuros no es aconsejable, aunque debe ser un ejercicio de rigor puntual. El ocio reparte tiempo de trabajo para que cada individuo pueda llevar a cabo acciones voluntarias y gratificantes. En el siglo pasado, este tema suscitó que muchos autores hicieran prospectiva, siendo la realidad actual muy distinta de lo que se vaticinaba. Guy Aznar, en tu título “Trabajar menos para trabajar todos”, postulaba sobre los cambios que se avecinaban. El ser humano necesita expresar su identidad en un tiempo de libertad. La vida girará en torno a la actividad humana, siendo ésta la principal, sin pautas ni costumbres determinadas, incluyendo en ella la angustia del denominado tiempo vacío. En unos momentos como los actuales, de reconocida crisis laboral, parece que pase desapercibida la crisis del ocio. Este concepto, comprendido como descanso, se abre a nuevos significados y nuevas generaciones plantean y conceden a este término un nuevo valor, centralizado en el propio individuo. El mundo del ocio se mueve en un terreno ciertamente resbaladizo entre intereses públicos y privados. Por un lado, la industria turística, de diversión y espectáculo junto con los grandes negocios de ciudades de vacaciones, el deporte y el consumo cultural. En otro orden de cosas, el bienestar social, la atención a la tercera edad, la preservación del patrimonio vegetal y animal y la etnología. Tanto en uno y otro caso, deben ser comprendidas, desarrollando unos cauces de entendimiento para un mejor aprovechamiento cognitivo que beneficie al entorno y la persona.
Sumario:
"Oppidum". Huellas del pasado (Catalu単a). Foto: Feriante. Muestra ciudadana en la ciudad de Gerona. ( http://www.girona.cat/turisme/esp/ ) "La fiesta del Charco". Fervor campestre junto al mar (Gran Canaria).
entraban en contacto con las poblaciones que habitaban el entorno de esta geografía. Por los griegos sabían que se denominaban “íberos”, habitantes de la costa mediterránea en la llamada Edad del Bronce, aunque los rasgos comunes diferenciaban los individuos del interior con los de la ribera marítima.
"Oppidum"
Huellas del pasado.
A medida que las legiones romanas se adentraban en el espacio peninsular en pos de ampliar su imperio,
Lo componían multitud de clanes tribales, organizaciones jerarquizadas complejas (jefaturas) de carácter principalmente agrícola, pero de casta guerrera.
Estos colectivos se ubicaban en zonas altas de fácil defensa, pero también se asentaban en colinas suaves, edificando aldeas.
Los pueblos iberos se diseminaron por una territorio ciertamente extenso, desde la conocida ciudad francesa de Beziers hasta lo que conocemos hoy como la comarca de la bahía de Cádiz, profundizando, si cabe, en la provincia de Albacete, y limitando al norte con Navarra. Aunque la influencia fenicia y griega se hacia notar, se considera que tenían una autonomía y
cultura propias: una civilización en toda regla de la cual todavía no ha sido descifrada su escritura, verdadero enigma en la actualidad. Hasta el siglo XIX, la arqueología no comenzó a separar lo romano de lo íbero, fenicio o árabe (1867. Almedinilla, Córdoba).
En Cataluña, los idigetas, cosetanos, ilergetas y ausetanos, entre otros, configuraron un esquema civil estructurando un urbanismo primitivo “de calle central”, y sedentarizando la población en núcleos
habitados por agricultores y ganaderos, principalmente, sin descuidar las funciones militares ni la intencionalidad comercial, metalúrgica o ceramista. En la composición de sus espacios familiares, las casas eran rectangulares, de madera y piedra, dotadas de granero y pozo de agua, lo que da idea de la funcionalidad del conjunto humano.
Un ejemplo de anteriormente expuesto podemos encontrar L'Esquerda. Roda de (Barcelona) acoge la
lo lo en Ter
singularidad de lo ibérico en el periodo del Bronce Final (siglo VIII a.C.). Situado en un paraje de excepcional belleza, a 426 metros de altura s.n.m. y a unos 52 sobre las aguas del serpenteante río Ter que forma meandro en ese punto, este yacimiento arqueológico expone las características de un clásico “oppidum”, poblado fortificado (muralla de piedra seca del siglo II a.C.) y centro neurálgico de los antiguos pobladores ausetanos (de ahí el nombre de la comarca: Osona).
Los restos de dos torres macizas, simétricas, franquean la entrada a una villa original de particular urbanismo de “calle principal” (orientada de norte a sur), seccionada en sectores de producción, ágora y comercio. Estratégicamente ubicada y poblada hasta el siglo I a.C., la antigua Ausa fue sitiada por las tropas romanas en el 218 a.C., según cuentan las crónicas del historiador Tito Livio.
Este yacimiento arqueológico, de unas doce hectáreas, cuyas actuaciones ya se iniciaron gracias a la labor de grupos locales de carácter cultural e identitário,
comenzaron a hacerse extensivas a partir de 1977, aplicándose unas prospecciones programadas y métodos afines a la disciplina científica, dirigidos por un equipo multidisciplinario de la Universidad de Barcelona.
La fiesta del Charco
recuento oficial contabilizaban unas diez mil personas, entre aldeanos y foráneos. Incluso parecía increíble que el sinuoso, serpenteante, aunque atractivo e impresionante trayecto desde Agaete remilgara al más pintado. Pero la devoción lo puede todo; al fin y al cabo es un acto de fe.
Fervor campestre junto al mar.
Era día laborable, pero como si este detalle no tuviera importancia. Las habladurías y el posterior
El rito de "El Charco", una laguna adyacente al inmenso océano situada en La Aldea de San Nicolás (Gran Canaria), aglutina toda la pasión que se espera de un
acto de carácter antropológico donde los ancestros tienen mucho que ver y mantienen en alto el espíritu festivo. Es toda una tradición histórica de origen pagano la que pervive en un espacio urbano ciertamente reducido que habitan actualmente, según opinión ciudadana, unas cien personas a lo sumo.
Me contó Domingo, vecino y asiduo a esta celebración, que cuando el "volador" da la señal es preferible para los
profanos no estar cerca de la línea que separa el manto de agua de tierra firme. Puedes verte arrollado por el ímpetu, las ganas y el fervor de una horda humana que invade materialmente toda una extensión acuática en pos de unos ejemplares que, hasta el momento, permanecían tranquilos en su medio.
Las comparsas, los grupos, se "invitan" mutuamente al agonismo más deportivo en la consecución de aquellas y exhiben su indumentaria más convencional en la celebración de un acto que,
dicen las buenas lenguas, se está convirtiendo en algo de interés nacional.
No en vano, los antiguos pescadores prehispánicos canarios se las ingeniaban para conseguir su sustento del modo más original. En septiembre, cuando las acometidas de las mareas se hacen más intensas, cualquier remanso costero (pocos hay en esta parte de la isla), se puede convertir en una piscina natural llena de lisas, sabroso bocado de litoral. Antiguamente se "embarbascaban", se adormecían las piezas con productos naturales de la tierra, para así facilitar esas capturas.
Hoy en día son las parrandas improvisadas, el vecinaje más intrínseco, amenizadas por las bandas de música pertinente, las que, con esta excusa, transmiten un jolgorio increíble desde primera hora de la mañana, perpetuando, así, la sabiduría de los antepasados y evidenciando una identidad muy singular de este rincón geográfico.
"Un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte, que nos es ofrecida en el interior de la otra. AprovechĂŠmoslo." Paul Morand (1988-1976) DiplomĂĄtico, dramaturgo y poeta francĂŠs.