De migraciones y tierras...

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Revista de viajes y costumbres. Número 5. Noviembre de 2015. Edita: Publicaciones Imprecisas S.L. Fotografía: © Perec ( http://www.flickr.com/photos/xaman-ek ) Barcelona (España).

Prohibida la reproducción total o parcial. Es propiedad del autor.

Portada: Calle Karmelistkà, Praha (República Checa), 2014. Ver: http://www.prague.eu/en Contraportada: Ceviche peruano. Véase: https://www.facebook.com/bar7mars


DESDE LA EDITORIAL El aumento del tiempo libre por parte de los ciudadanos y los avances tecnológicos, determinan la concreción de un progreso, alumbrando así una nueva sociedad. Esas posibilidades se plasman en el ámbito de la economía, en las relaciones sociales y en el desarrollo físico e intelectual del individuo. Pero también conlleva riesgos: el acceso desigual de las oportunidades, la generalización del “ocio pasivo” o el consumismo alienante. En los años cincuenta del siglo pasado se vivía en países industrializados una automatización de los procesos productivos, prefigurando una nueva sociedad, pues el incremento del tiempo libre era una realidad, disminuyendo así el tiempo de trabajo. Andrè Gorz postulaba en una publicación del sector que... “la funcionalización y la tecnificación obligan a los individuos a buscar en otra parte que no sea en el territorio laboral unas fuentes de identidad y de pertenencia social, de posibilidades de desarrollo personal, de actividad cargada de sentido, por las cuales ganar la estima de sí mismo y de los otros...” Es entonces cuando el ocio adquiere toda su importancia y significado social, contraponiéndose al tiempo de trabajo, concebido éste como reino de la miseria y pesadumbre (El Capital, de Karl Marx) y aquél como el reino de la libertad. El trabajo, hoy día, no tiene una connotación de actividad coactiva, distinguiéndose entre tarea enriquecedora o aquella que embrutece a la persona. El ocio tiene un tremendo potencial como actividad liberadora. El ciudadano de países occidentales posee un optimismo intrínseco sobre sus perspectivas de futuro y la sociedad que le rodea. El significado de éste en la sociedad se identifica como medio a través del cual la persona puede desarrollar todo su potencial físico e intelectual. Ocio y trabajo son fenómenos contrapuestos y en otros casos, complementarios, condicionando la existencia del individuo.



Sumario:

"En el país de la integridad". O el aprovechamiento de todo (Burkina Faso, Africa occidental). Foto: Inmouchar (tuareg). Frontera argelino-tunecina, cercanías de Tamerza. "Una porción de recorrido". Silk road (Istambul-Anatolia Central, Turquia).


En el país de la integridad...

o el aprovechamiento de todo.

Vino a mi encuentro con decisión. Sin dudas. Ese "nasara" apartado de un grupo recién llegado a Pô en transporte colectivo, que merodeaba curioseando al lado de un puesto de frutas junto a la carretera, no era como para despreciarlo.

No intentó exigir nada ni solicitar el clásico "cadeaux", pero la ocasión le impulsó a venderme su población de un modo muy profesional. Issa, que así se llamaba, "gourounsi" para más señas, me mostró su propuesta mediante un decálogo de buenas intenciones que tenía escrito en una libreta que exhibía con orgullo, en la que destacaban las excelencias del valle del mismo nombre, las cualidades del pueblo donde habitaba, los intereses por conocer más allá de la simple vista por los alrededores y varias curiosidades más.


encantadora, intuí de 13 y 15 años, respectivamente. Una buena edad para un futuro esperanzador como agente turístico.

Me pareció muy honrada su forma de abordarme y en ese momento me dí cuenta del coraje que demuestran los habitantes de este país de hombres íntegros. Dialogamos sobre las ventajas que supone alojar recién llegados a la ciudad, condiciones... El turismo, ese depredador, puede ser fuente de ingresos y empuje cultural en según qué zonas de este territorio. Más tarde, fue la confianza lo que le llevó a presentarme a su novia. Una pareja

Burkina Faso, anteriormente denominada Alto Volta desde 1919, tuvo siempre la influencia colonial francesa, estado que implantó su tutoría cuando el imperio Mossi, étnia mayoritaria en esta geografía, cayó en 1896. El país de los hombres íntegros nace, pues, en 1984, y es el cuarto estado más pobre del mundo. Se identifica actualmente como


república, con un crecimiento estable y moderado, de vida tranquila y sosegada, mucha altivez y amplia sonrisa contagiosa. Alguna contradicción debe de existir, asimismo, cuando la sombra de un coronel libio se proyecta con forma de hotel en su polucionada capital.

De burocracia solemne, en ocasiones excesivamente lenta y ritualística, el país de los hombres íntegros presume de que su horchata es la más famosa del mundo _no en vano es primer

productor mundial de chufa_ , de que puede igualar al tráfico rodado de Vietnam y China en vehículos de dos ruedas _incontables a todas horas, condición y edad_, de atesorar una riqueza antropológica y religiosa sin igual _varias etnias y confesiones conviven sin menosprecio unas de otras_, en unos espacios naturales casi olvidados, manteniéndose vírgenes a día de hoy.

Con una esperanza de vida de 52 años, el cuarto país más pobre del mundo enfoca


su futuro con el optimismo de saberse en medio de una zona de influencia política notable, con suficiente riqueza industrial y excelsa materia prima. Atrás quedaron periodos históricos de corte comunista sankarianos que, pese a todo, han dejado huella indeleble en el corporativismo de los ciudadanos que se esfuerzan diariamente en dejar un sello de dignidad en sus actividades diarias, sean en los cruces sin semáforos o en la limpieza de sus calles.

La sociedad educada de los hombres íntegros es consciente de su negritud como sello de identidad, de que todo lo que llega a manos de sus ciudadanos se aprovecha, recicla y reutiliza, y que eso también es crecer. De algún modo, creo que de todo ello es consciente Issa y, espero, su futura esposa.



Una porción de recorrido...

Silk road.

Fui zarandeado de lo lindo. Un prudente tiempo de espera me introdujo en la asfixiante pero tranquilizadora atmósfera del hamam, algo genuinamente local, pero, no olvidemos, inventaron los romanos.

El culpable de todo fue un señor de unos setenta años que supo dirigir su dilatada experiencia hacia un cuerpo que ya había recorrido toda una serie de kilómetros y necesitaba un masaje reparador, colofón a un viaje de descubrimiento. Los quince minutos que pasé bajo su dominio, entre aguas de temperaturas alternas, friegas contundentes y dobleces musculares suficientemente enérgicos, me hicieron ver que el baño es más que una institución en Turquía.


Reconozco que la curiosidad viene de lejos. La razón la tienen los libros de historia y un caudillo de la Grecia clásica que se propuso forjar el imperio que su padre no consiguió, aglutinando todo territorio y habitante que estuviera al abasto de su amplio horizonte. Le llamaron el Grande. Su fama encandiló al mundo durante siglos e hizo crecer, desde entonces, nuestro idílico punto de vista sobre el Asia Menor.

"Eis tin boli",_ στην Πόλη_ (a la ciudad..., de ahí su nombre) que decían los antiguos griegos.

Metrópolis abigarrada de, oficialmente, quince millones de almas, transitadísima en su infinito tráfico, ruidosa en momentos culminantes y sosegada en otros más plácidos de rincones ocultos a la vista del visitante ocasional o accidental. La última parada obligada es Istambul, la célebre Constantinopla que fundó un emperador homónimo y culminó Teodosio I, la antigua


Punto neurálgico en la geografía mundial y bisagra en el mundo político del hoy y del ayer, donde se respiran todos los sabores posibles y las horas del día parecen no acabarse, donde se vive al unísono sin desfallecer el ajetreo y la cotidianidad más diversa en todas sus calles, plazas y bazares.

Ciudad intensa y populosa, dominio de visires, ventosa y salina, punto final del la denominada Ruta de la Seda, aquel periplo que iniciaran unos comerciantes orientales desde el mítico Cambaluc, otro símbolo ciudadano que tan bien describiera Marco Polo.

Parafraseando al ilustre Goytisolo, que no se ha escrito ya de la segunda ciudad del estado turco que se pueda decir, puente entre continentes, capital de un imperio cuyo bizantinismo nos ha legado un patrimonio arquitectónico y pictórico que debería conservarse con más ahínco, si cabe, so pena de caer en el deterioro más lastimoso para el nivel alcanzado en el tiempo.


Ciudad que posee una de las torres más antiguas del mundo conocido, que ha sido crisol de caminos, gobiernos, etnias y culturas. Urbe atractiva y soberbia, saqueada, invadida y envidiada, aunque siempre, por supuesto, en la cresta de la ola, salpicada siempre por extensas masas de agua desde todos los ángulos que la mirada puede alcanzar... Pero como dijo Adil, oriundo de origen persa, "...actualmente, ¿quien es turco en Turquía?..."


“No existen tierras extrañas. Es el viajero el único extraño..."

Robert Louis Stevenson (1850-1894), novelista, poeta y ensayista escocés.



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