Contexto Edición 43

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PERIODISMO UNIVERSITARIO

ISSN 1909-650X

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo Medellín, Junio-Julio de 2014 No.43

Distribución gratuita

MEDELLÍN:

Foto: Cristian Camilo Castro.

Mientras la vida sigue su curso

FIN DEL JUEGO

Las emociones antes, durante y después de un gran evento deportivo como el Mundial de Fútbol, hacen pensar en los elementos del deporte, especialmente en la afición por el mismo y su presencia en la vida diaria. Desde las pasiones desbordadas, hasta las posturas apáticas frente a las mismas, son la manifestación del lugar del deporte en nuestro tejido como sociedad y las rutinas que lo conforman. La popularidad del fútbol es la excusa para reflexionar sobre los motores de los gustos desmedidos, dejar que la historia de un jugador muestre las facetas del mundo del fútbol profesional y señale con claridad que hay mucho más allá de él, adentrarnos en las discusiones de género en nuestro entorno con un reportaje sobre el fútbol

femenino y conocer las rutinas y los rasgos del balompié que se juega en los barrios de Medellín por puro gusto, por puro honor. Pero escribimos sobre fútbol, incluso para quienes no gustan de él, y por eso el dossier especial de esta edición muestra, a propósito de los triunfos recientes en las montañas italianas, las historias detrás de las carreras de grandes ciclistas consagrados y en ascenso, así como los valores humanos que sustentan sus arduas rutinas de entrenamiento. Fin del juego. ¿De verdad termina? ¿O permanece incorporado en nuestra forma de vivir la vida?

Lea en contexto Págs. 5 - 9

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Reportaje

Naranjal: un oasis en la Medellín rediseñada Ruedas de cambio y olvido.

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Crónica

Tres caras de la misma Colombia Pesonas que hacen de la memoria una artesanía manual.

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Crónica

¿Yo con qué corazón me iré? Texto del taller Memoria y conflicto con el periódico De la Urbe de la Universidad de Antioquia.


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Opinión

UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014

carta DE amor David Corrales Rodas / davidcorralesrodas@gmail.com

En esta edición de Contexto, a propósito del espectáculo del fútbol que, como cada cuatro años, cambió la rutina del mundo, compartimos con ustedes un texto que declara el amor por lo que es para muchos más que un deporte. El columnista invitado en esta edición de Contexto es Comunicador Social-Periodista, Especialista en Periodismo Electrónico y Medios Web de la Universidad Pontificia Bolivariana. Además de producir contenidos para medios digitales, es escritor de dos libros de poesía y acaba de presentar el e-book de cuentos El otro lado del fútbol, de cuya inspiración comparte en este espacio la siguiente carta de amor. Finalmente, y como siempre en cada domingo, llegué ansioso a nuestra cita e ignoraba cómo lucirías esta vez. Recordé aquellas tardes en las que me había deleitado con tu compañía. A mi mente también llegaron esas noches de sudor y pasión en las que adoraba tocarte y, a pesar de tus infinitas facetas y disfraces, siempre encontraba en ti aquella libertad tan anhelada y buscada. Aún tengo grabada en mi cabeza la primera vez que te vi… y es que yo era sólo un niño. Un ingenuo infante que apenas retozaba entre loncheras y barquitos de papel. Un inocente chiquillo que simplemente soñaba con cometas y crayolas, un pueril retoño que no poseía aún las nociones de aquello llamado amor. Y te vi… allí, reposando en el pasto, tan tranquila y delicada, tan cautiva y serena. Una divina y angelical llena de pecas que con su sola presencia hacía recordar las más dulces golosinas. Y que me perdonen los enojados dioses y que me condenen los traviesos demonios pero, con todo y a mi corta edad, yo sólo quería tocarte. A tu lado fui un pequeño hombre y un virtuoso guerrero. Sólo bastó una mirada y un suave roce contigo para quedar prendado de ti. Y claro, los demás niños se disputaban ansiosamente tu compañía y yo apenas pude atinar a comprender, en mi confundido corazón, que nunca serías sólo mía. Y heme aquí de nuevo, esperándote. Silente y enfermo por acariciarte una vez más, mi ajena amiga. Y no reprocho tu pasado ni condeno tu presente. Sé, como lo supe antes, que inevitablemente rodarías por otras pieles, que entregarías tu alma a otros extraños igual de trastornados por ti y por tu magia. Pero ya nada podía hacer y, atado a ti, me había quedado, firmemente anclado, sin miedos ni reproches, a tu gitana existencia. Me hallaba algo nervioso… cosa usual en mí. Me dispuse a esperarte mientras contemplaba el horizonte y los miles de rostros estáticos en esta vida. Como siempre, llegué cargado de silencios, de pesares y mundanos cuestionamientos otorgados por esa infame vida que me consumía la mayor parte del tiem-

po… tiempo en el que no te veía, tiempo en el que desesperadamente te extrañaba. Y sé que no conoces completamente mi vida ni yo la tuya. No me preguntas dónde he estado ni con quién, y yo tampoco lo hago contigo. Es un acuerdo tácito, una neutra complicidad ante la irrefutable realidad de tus muchos amantes. ¿Y quién podría culparlos por desearte? ¿Quién soy yo para reprochar a aquellos extraños que sólo buscan tocarte? Es este un amor enfermizo... lo sé. Pero es que… ¿quién más que tú para drenar mis ansias, calmar mi dolor en ocasiones, saciar mi sed de victoria y apaciguar mi alma? Tú me das vida y una extraña sensación de inmortalidad… una terrestre gloria. Contigo se pierden en el olvido las muchas trivialidades del vivir. A tu lado desaparecen las extenuantes tribulaciones de este mundo sin sentido… así sea por diminutos ratos que, en ocasiones, se hacen eternos gracias a ti. Me haces olvidar todo el dolor. Incluso, haces olvidarme de ella, de ellas, de las supuestas bellas. Tu silencio es voz estridente y ensordecedora. No necesitas hablar, no es necesario ya que tú comprendes y entiendes esa pequeña y agonizante faceta del hombre llamada libertad. Estoy listo… aguardando al igual que muchos otros esperan con ansia tu llegada. Sé que arrastras tras de ti muchos amantes, pero te juro que a veces te quisiera solamente para mí. Te presentas mayestática, casi insolente, y a tu arribo todo el mundo acude a tu presencia. A mirarte, a sentirte… a buscarte. Intentando parecer displicente, aguardo impaciente por ese breve resquicio temporal que me permita abrazarte y robarte aunque sea sólo por un par de segundos que apaguen mi sed de ti. Pero eres ajena… lo comprendo. Saludas a varios admiradores y cariñosamente te ensalzas en un jugueteo con estos cleptómanos de mi mundo. No hay espacio para los celos, únicamente para los crecientes latidos que indican tu proximidad.

Sudo por tenerte, preciosa… Sé con resignación que me has convertido en un carnal seguidor de tus curvas, en un admirador voyerista de tu andar. Y finalmente llegas a mí. Y recordamos viejas glorias, pasiones bajo la lluvia e infinitos atardeceres de lujuria y sol… de sudorosos jadeos de ayer y de siempre que acompañaban nuestros encuentros. Siento 1.000 miradas sobre mí, inoportunos e impacientes ojos clamando por su turno de tenerte. Es entonces cuando me doy cuenta de que ha llegado la hora. De que ha arribado el momento de, una vez más, entrar en perfecta comunión. De escribir otra página entre la pecosa y yo… la dulce y pecosa pelota. Que comience el romance. La mágica orgía. ¡Qué comience el partido!l

Me haces olvidar todo el dolor. Incluso, haces olvidarme de ella, de ellas, de las supuestas bellas. Tu silencio es voz estridente y ensordecedora. No necesitas hablar, no es necesario ya que tú comprendes y entiendes esa pequeña y agonizante faceta del hombre llamada libertad. Estoy listo… aguardando al igual que muchos otros esperan con ansia tu llegada. Sé que arrastras tras de ti muchos amantes, pero te juro que a veces te quisiera solamente para mí.


Editorial

CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014 UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA

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NI ‘OLÍMPICAMENTE’ NI ‘A LAS PATADAS’ /periodico.contexto@upb.edu.co

¿Qué tiene el fútbol que cada cuatro años el mundo no puede dejarlo pasar desapercibido entre todas las cosas que ocurren, mientras la tierra da giros sobre sí misma? ¿Qué tiene que entre amores y odios logra que todos lo tengan presente? En Contexto nos inclinamos a respondernos por proximidad, por los rasgos de la competencia deportiva -y particularmente del fútbol como el deporte más reconocido y que más aficiones despierta- que están presentes en nuestra vida cotidiana. Los triunfos especialmente, pero también las derrotas y otros acontecimientos en torno a los equipos de la ciudad durante la primera mitad de este año, han sido las circunstancias que nos han mostrado cómo los valores del juego y también de la competencia se trasladan a la rutina de nuestros días, a la vida con los demás que es inevitable en el contexto de una ciudad o incluso de una remota comunidad rural. Romper la marca en el tiempo para salir a estudiar. Mejorar la reacción a la luz verde en el semáforo, llegar primero que todos, pero también amanecer radiantes con la victoria o amargos con la derrota y reflejarlo sin intención y sin remedio en la actitud que acompaña la jornada y los detalles que la delatan, son situaciones recurrentes, naturales como el aficionado que expresa la ilusión de ganar con una camiseta o una banderita. Medellín, por ser cuna de grandes futbolistas, sede de grandes gestas del deporte no sólo de ‘la redonda’, entre otros factores que atraviesan ámbitos diversos de nuestra cultura local, es un escenario propicio para ver cómo las vidas del vendedor de fresas en un semáforo y el alto ejecutivo que camina presuroso a almorzar, se encuentran en los colores de un mismo equipo, en la ilusión del triunfo o en la noticia de una hazaña. Porque ese es el tema que ameniza una carrera en taxi al centro, una espera en el banco o en el consultorio, la salida de la misa o los minutos previos a la clase. En el deporte encontramos motivos de alegría, dichas de otros que tenemos la libertad de tomar prestadas para alimentar nuestra propia ilusión o, por el contrario, dar rienda suelta a la frustración. Por eso, porque detrás de la afición, del deporte, hay algo tan humano como competir, algo tan genuino como jugar, es que nunca dejarán de fascinar las historias en torno al deporte, las que

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social- Periodismo

están especialmente ‘detrás’ de él, en las sombras, en sus ángulos menos expuestos y, por ende, más humanos. Esa es la mirada que en esta edición de Contexto hemos querido preparar sobre el deporte de multitudes; de multitudes de aficionados o detractores: el fútbol. En reconocimiento a la alegría reciente de los triunfos de nuestros ciclistas en el Giro de Italia, el que es considerado por algunos conocedores, el triunfo más importante en la historia del deporte colombiano, también hablamos de ciclismo, de las personas que lo practican, de los valores que los hicieron aficionados, deportistas en ascenso, campeones a pleno o figuras históricas. Nos preguntamos por el fútbol y las mujeres y cómo esa relación echó abajo los prejuicios de una tradición mandada a recoger como la pelota que queda dentro del arco tras un golazo de antología. Nos damos cuenta que la pelota habla de muchas feminidades, de una sociedad en pleno cambio y, precisamente por eso, enfrascada en debates, en este caso, en torno a la figura de la mujer. Nos preguntamos por los motivos de la afición al fútbol y sus matices. Les preguntamos a quienes llevan la delantera en esa reflexión. Contando un partido en un barrio cualquiera queda ‘pintada’ otra parte importante de las respuestas a las preguntas por el fútbol y también las principales características del jugador de barrio, del arenero que levanta polvaredas y sueños de campeonato.

No todo es fútbol y es un futbolista quien, con su historia de vida, lo demuestra con más claridad. Por eso, y en nuestro proceso continuo de desarrollo como un medio para la práctica periodística, esta edición de Contexto se abre a otros temas. Además del dossier sobre el tema central en torno al fútbol, publicamos otros trabajos que giran en torno a ejercicios de memoria sobre las personas, sobre los territorios y los conflictos. Presentamos las historias de tres personas dedicadas a elaborar retratos en un esfuerzo por preservar diferentes caras de la memoria. También incluimos una historia sobre el barrio Naranjal, el sector que atraviesa la transformación urbanística más radical en la Medellín de hoy, que se debate entre su imagen innovadora y su vocación tradicional. Queremos destacar la publicación de una crónica de tres periodistas que representaron a Contexto en el taller Memoria y conflicto al que fuimos invitados por nuestros colegas del periódico De la Urbe de la Universidad de Antioquia. La experiencia fue la ocasión para proponernos trabajar conjuntamente en el fortalecimiento de la experiencia que cada medio ofrece a los estudiantes como escenario de experimentación y práctica periodística. Todo sobre la base del respaldo institucional con el que cuenta cada medio y especialmente el compromiso de los estudiantes que conforman los equipos de trabajo. Los estudiantes han sido actores clave para que Contexto dé sus prime-

ros pasos en el ciberespacio. Mediante plataformas digitales y, gracias al compromiso de un equipo dedicado para ello, consolidamos nuestra comunidad de lectores y colaboradores. Sabemos que tenemos mucho por hacer y aprender, pero tenemos un equipo que nos da confianza en la tarea. Las inquietudes de los estudiantes animan una edición como esta con un tema como el fútbol, precisamente cuando acaba el campeonato mundial y, al cierre de esta edición, el desempeño de nuestro equipo nacional ya es histórico. Esas inquietudes son capaces de darle nuevos aires a un tema que parece manido y agotado y que, dada la cantidad de puntos de vista que presentamos en estas páginas, merece revisarse con seriedad.

Encuentre nuestros contenidos también en Internet: periodicocontexto.word

Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decana Escuela de Ciencias Sociales: Érika Jaillier Castrillón / Director Facultad de Comunicación Social-Periodismo: Juan Fernando Muñoz Uribe / Coordinador del Área de Periodismo: Juan José García Posada / Director de Contexto: Joaquín Gómez Meneses. / Jefe de Redacción: Daniela Ruiz Lozano. / Fotógrafos: Juliana Gil. • Mateo García • Laura Montoya • Laura Bayer Y. • Daniela Ruiz L. • Laura Mejía M. • Mariana Bohórquez U. / Redactores: Daniela Ruiz L. • Juliana Carvajal C. • Melissa Álvarez C. • Laura Mejía M. • Juliana Gil G. • Daniela Gómez T. • Esteban Arango • Mateo García. • Juliana Gil G. • Sarita Jaramillo R. • Mariana Benincore • Juan Pablo Sepúlveda • Mariana Bohórquez U. / Foto portada: Cristian Camilo Castro. / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación: Editorial UPB / Impresión: La Patria // Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social- Periodismo / Dirección: Circular 1ª Nº 70 - 01 Bloque 7 / Teléfono: 354 4558 / Twitter: @pcontexto / Correo electrónico: periodico.contexto@upb.edu.co / ISSN 1909-650X.


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Opinión

El bus de la Victoria Juan Pablo López / soyjplopez@gmail.com / Twitter: @iHedonismo

Es muy fácil subirse y hacerse a un triunfo ajeno. Los políticos como cocodrilos, como los mejores depredadores, esperan hambrientos cualquier victoria de un buen deportista colombiano, que nunca recibió una ayuda del Gobierno, para lanzarse encima del momento de júbilo, sacando pecho y reclamando crédito.

Virus sin antídoto Rubén Hoyos / ruben_hoyos@live.com

Cada cuatro años aparece un virus que afecta la población y sobrepasa las fronteras. La copa mundial de fútbol siempre se presenta como el evento capaz de unificar en cuestiones de religión, etnias y cultura, a los cinco continentes, gracias a que, por un mes, este deporte se convierte en la base de la cultura universal. En su edición número 20, el magno evento organizado por la FIFA tuvo aspectos nunca antes vistos, entre ellos, la participación de un nuevo país, Bosnia y Her-

Carta a un joven que va por alguna vía de Colombia detrás del próximo partido del equipo de sus amores Foto: Sílaba Editores

Guillermo Zuluaga Ceballos* / guillermozuluagac@gmail.com

Hola Juan Camilo. Si estuvieras acá, te diría que desde que saliste para ir a dar una vuelta por la canchita cerca de tu casa, tu madre y tu padre no han dejado de pensarte. Al principio imaginando que pronto llegarías, pero con el paso de las horas comprendieron que ese amor por tu equipo, de nuevo había sido lazo que apretó

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Me crispé con el que fue el triunfo más importante en la historia del deporte colombiano por lo que representó en conjunto: el Giro de Italia. Aconteció que justo después de la conquista de Nairo Quintana, algunos líderes políticos salieron a decir que gracias a su gestión, el de Cómbita logró su título. El más increíble sugería que el alza en el IVA a las telefonías celulares en su gobierno, permitió tener a Nairo como campeón, ya que él pertenece a un equipo patrocinado por una empresa de telecomunicaciones. Yo sé. Da una rabia inconmensurable. No se puede entender cómo se aprovechan de hombres que jamás recibieron una mano del Estado o de sus gobernantes. Por el contrario, Rigoberto Urán creció con la cicatriz de la guerra, su padre fue asesinado en Urrao por paramilitares y Nairo, hijo de una familia campesina, desde temprana edad se vio obligado a contribuir económicamente en su hogar, tal como sucede con miles de niños colombianos a los que les toca cambiar el lápiz por un azadón.

El aporte reciente del Gobierno en el ciclismo fue el Team Colombia, pero ni Quintana ni Urán son producto de dicho proyecto, y ahora resulta que todos han apoyado el ciclismo desde siempre. Se acabó el Giro y al otro día comenzó la Vuelta de la Juventud en nuestro país, y qué creen, ¿algún político salió a respaldar con el mismo ahínco la vuelta de los futuros campeones colombianos? Mientras el deporte de nuestra tierra ha hecho lo que la política jamás podrá (unir al país así sea por momentos), ellos, los que se disfrazan de cuello blanco para velar por intereses propios en vez de intervenir por los del pueblo, seguirán tratando de hurtar el esfuerzo individual de toda una vida para hacer proselitismo. Y es lo normal, porque la hipocresía es de sus cualidades más naturales, y les alimenta ese deseo de poder que, parece, hasta los excita. Y, entre tanto, los gobernantes se suben campantes al bus de la victoria, al pueblo le toca entender con cierta resignación que la política no se vive, la política se padece.

zegovina, uno de los tantos que surgió luego de la división de Yugoslavia. También sobresalió la presencia de 6 países de la Conmebol por cuanto Brasil es el anfitrión y la FIFA decidió mantener el quinto cupo por repechaje para Suramérica. Lo que más emocionó, por lo menos a los colombianos, fue el regreso de la tricolor a un mundial, después de 16 años de ausencia y del fracaso de tres procesos de consolidación de los seleccionados nacionales. Y esta vez la ilusión de hacer un buen papel en la competición fue más una realidad, si se tiene en cuenta que hacer un buen papel significa superar lo hecho en las participaciones anteriores. El virus llamado Mundial se esparce más rápido de lo que se piensa y hace su aparición con el álbum oficial de la FIFA. Grandes, chicos, hombres y mujeres empiezan a llenar el mosaico de imágenes, en el que está casi todo lo relacionado con el evento deportivo más relevante en el ámbito internacional. A diferencia de cualquier otro año normal de fútbol, los años mundialistas nunca pasan desapercibidos. En estos años, mujeres y hombres se ponen de acuerdo para estar en la misma tónica respecto al fútbol. Dejan

a un lado sus diferencias y posturas sobre el fútbol y lo disfrutan sin excusa. Este virus se irriga hasta en los países renuentes a su protagonismo, como Estados Unidos. Ni los norteamericanos pueden resistirse a esta pandemia y a un lado quedan sus intentos por desprestigiar el fútbol, al que llaman soccer. Incluso ellos mismos ahora se cuestionan llamar football a un deporte que se juega con las manos, algo impensable hace menos de diez años. Y no se pueden desconocer los eventos precedentes al certamen mundial de Brasil. Protestas, obras inconclusas, sobrecostos, que aparecen como peros a la cita orbital y que lograron que la opinión mundial pusiera interrogantes sobre sus proporciones. Pero nada puede parar el fenómeno inexplicable del fútbol. Sí, las situaciones sociales previas al mundial quedaron en un segundo plano. Pero esto es más que una ‘anestesia’ a la conciencia colectiva. Hay que revisar con más detenimiento e incluso seriedad qué es lo que pasa cuando, en medio de todo, viene el pitazo inicial, hay once en la cancha, miles en las tribunas y millones alrededor del mundo para jugar. Tal como acaba de ocurrir en Brasil, tal como ocurrirá dentro de cuatro años.

más fuerte que el que te unía a tu familia, tu natación y tus estudios. Te contaría –si estuvieras acá– que tu madre ha vivido días muy aburridos y noches largas añorándote. Pensando que quizá fue muy madre o, por el contrario, muy dura. Que tu padre de nuevo se ha embriagado en la tristeza porque aún no retornas. Si estuvieras, seguramente te invitaría a ver un partido del Mundial, sé que querías ver a Falcao en la Selección y si bien no jugó nuestro equipo va bien. Si estuvieras, Chavelito –como muchos te decían–, seguramente te invitaría a una arepa con carne desmechada y guacamole y mientras la compartíamos te hablaría de fútbol. Ese deporte que a mí también me apasiona. Te diría, por ejemplo, que para mí es –además de un deporte– una excusa para recrear tardes añejas pintadas con los colores de la nostalgia. El fútbol nos ayuda a creer que con nuestros golazos ganamos tantos partidos cuando realmente perdimos casi siempre por goleada. Y la ventaja es que nadie nos desmiente. Porque todos andamos en el mismo juego: construirnos un pasado glorioso que nos ayude a evadir los tiempos presentes cuando se ponen duros. Porque como dijo Albert Camus: “la pelota no llega siempre por donde uno la espera”. Y, sin embargo, a diferencia de la vida, da tantas revanchas. Juan Camilo: quisiera contarte que me ha dolido ver a tu madre esperando que estés aquí. Te diría que tus hermanas ahora sacan banderas, corean y alientan tu equipo como una forma de evocarte. No han querido fiestas familiares porque sienten que les falta un pedazo que sigue ausente. Imagínate que en un partido hace poco creyeron que tu equipo ganó en las últimas, gracias a que vos ayudaste. ¡Cómo te parece! Así es el fútbol. Ayuda a que la gente cree mitos. Te contaría que tu madre aún tiene que responder por deudas y compromisos que hace poco no tenía y que tu partida obligó. La lucha por tu regreso la dejó

enferma, cansada y con muchos números en rojo en su saldo. Si estuvieras Juan Camilo, te diría que en los viajes de trabajo ella no hace más que mirar a través del cristal del bus, esperando verte a la vera de algún camino. Sabe cómo te gustaba estar en esas vías. Pero no estás y la vida de muchos se ha trastocado. Desde que decidiste salir, llevando una muda de ropa y algo de comida en tu morral, tantos asuntos han cambiado. No voy a reprocharte, no tengo derecho. Sólo te digo que, tristemente, desde que te fuiste sólo por ver un partido de tu equipo contra otro de mitad de tabla y esa rama te tumbó del camión container al que ibas aferrado, todo perdió sentido para la gente que más te quería. Como sentido ha perdido la vida de otras tantas familias. Sos uno más en la lista de casi 30 que han muerto piratiando en la carretera por ir detrás de un equipo de fútbol. Con dolor te lo digo: ninguno de los 30 han merecido siquiera una nota de condolencia de esos equipos o colores por los que se jugaron la vida. Y ustedes jugándose por ellos. Te fuiste Chavelito a tus 14. Qué rabia pensarlo. Cuando tu viaje, el verdadero, el significativo, recién comenzaba. Y tu madre y quienes te querían sienten desánimo para jugar el segundo tiempo de sus vidas, porque nada vale tanto como una vida. Qué vaina que no lo hubieras entendido. Con aprecio, Guillermo Zuluaga Ceballos

*Guillermo Zuluaga Ceballos es periodista, autor de varios libros en torno al fútbol. El más reciente es Mi Medallo. Una pasión cosida al alma. Es miembro de la Mesa de pedagogía y convivencia de la ciudad de Medellín.


reportaje

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Ruedas de cambio y olvido

NARANJAL: UN OASIS EN LA MEDELLÍN REDISEÑADA Laura Bayer Yepes / lauradesdibujada@gmail.com / @LaLau5972 Juliana Gil Gutiérrez / julianagil95@gmai.com / @JuliiGil

Cerca al centro de la ciudad hay un barrio que tiene condiciones envidiadas por muchos sectores de Medellín: topografía excelente, alta accesibilidad, buena ubicación geográfica y cientos de espacios por explotar. Este, el barrio Naranjal, se encuentra cercado por decenas de talleres de mecánica, algunas tiendas de esquina y los llamados paleros, personas que se ubican cerca a la estación Suramericana del Metro en busca de trabajos en construcción o para recoger arena y otros materiales. Este paisaje cambiará muy pronto gracias al Plan parcial nuevo Naranjal. Medellín verá en el año 2016 la primera entrega de un proyecto que consta de cinco unidades residenciales, cuyos apartamentos tendrán un promedio de 69 a 115 metros cuadrados, con un costo mínimo aproximado de 246 mil millones de pesos. Además, aspira integrarlos en un espacio comercial y recreativo que le dé una nueva cara al lugar. La renovación del Naranjal fue el primer Plan parcial que aprobó la ciudad como una herramienta de planificación que logrará los objetivos del Plan de Ordenamiento Territorial (POT). No obstante, surge un “quiebre urbanístico” que afecta directamente el precio de los suelos; lo que hasta el 2000 se definía en una relación entre propietario y normas, ahora el costo de un lote se define a partir de criterios que tienen poco que ver con la cantidad de metros cuadrados. El primer factor es la ubicación: existe mayor valor cuando se está a sólo minutos de los puntos centrales de la ciudad. El segundo corresponde a las condiciones naturales del lugar: si el suelo es plano o montañoso. Según John Jairo Hurtado, urbanista y economista antioqueño, no sólo se compran determinados metros cuadrados de terreno, también se compra la posibilidad de hacer un edificio de 21 pisos o de construir una casa de tres.

Naranjal como lo conocemos hoy

El Naranjal es un punto de cruce en el que confluyen cuatro vías rápidas de Medellín: la Avenida San Juan, la Regional-Autopista sur, la calle 47D y la calle 65. Cuando las dos últimas se encuentran es fácil ver el sistema de transporte público más reconocido de la ciudad: el Metro. “Naranjal es un sector en el que la tierra es exclusiva, estamos parados en lo mejor de Medellín”, describe Humberto Correa, habitante del sector desde hace 40 años. “¡Eso es lo que no nos quieren pagar! Estamos ubicados donde van a levantar la mejor construcción de Medellín, pero ¿para quiénes van a hacer eso? Para estratos 5 y 6. ¿Y nosotros qué? A los que llevamos toda la vida acá nos van a excluir sin derecho a nada”, sostiene. “Direccionar con criterio social todas las acciones y proyectos que se de-

Producto de la “colonización” de la ribera occidental del río Medellín, Naranjal encierra una historia con rasgos que contrastan con el entorno urbano que lo rodea. Foto: Juliana Gil

riven de la aplicación del Plan parcial, de manera que se logre una transformación que beneficie al conjunto de las comunidades que habitan o laboran en el sector”, es uno de los objetivos principales del Plan, entendido desde el modelo de ocupación establecido en el Decreto municipal 1284 del año 2000. Humberto Correa, quien además es líder del Comité de protección de los trabajadores del Naranjal, dice que el precio por metro cuadrado es más alto para los “más poderosos del barrio”: “se los están pagando a mejor precio, dos millones quinientos, pero los que somos más descapitalizados, nos pagan a 700 mil el metro cuadrado. A mí me lo pagan a un millón 380 mil pesos, pero aun así creo que no es justo, no sé por qué nos pagan diferente si son casas que están hasta en la misma cuadra”. Según la Empresa de Desarrollo Urbano –EDU–, el Plan parcial contempla reubicar a los habitantes en el proyecto que interviene al barrio vecino Arrabal, donde se harán apartamentos de interés social y comunitario, teniendo como prioridad las personas que originalmente hacían parte del Naranjal. Pero, por otro lado, los habitantes señalan que la labor de la EDU ha sido dividirlos para que los lotes no puedan venderse agrupados y de este modo salgan más baratos.

namiento Territorial de los años 50, por las constantes inundaciones y espesas mangas en las que se encontraban unos cuantos naranjos y muchos mangos. Para los 60 la presencia de industrias emergentes, como Gaseosas Lux y Tejicondor, llevó a que este punto de la ciudad se asimilara a un área industrial. Junto a la fábrica textil bajaba la quebrada La hueso, canalizada tiempo después de que permeara con sus aguas gran parte del Naranjal. En los 70 eran pocas las casas que poblaban el barrio, de naturaleza obrera, mientras que en los 80 surgieron los primeros negocios de mecánica. Más tarde, se comenzaron a aprovechar los espacios como bodegas de reciclaje, cafetines y parqueaderos. También llegaron los vendedores ambulantes y las improvisadas cantinas. Al frente del parqueadero de Jumbo, donde hoy se encuentra la sala de ventas del proyecto Nuevo Naranjal había naranjos y muchas pesebreras, que a veces eran un lugar de juego para los jóvenes de la época. El nombre de barrio Naranjal surge de una gran cantidad de plantaciones de la familia de los Medina, quienes eran dueños de la tierra de Bolivariana, y la familia de los Atehortúa, quienes tenían una finca con plantaciones de naranjas agrias. En este territorio abundaban los árboles y pastizales y sólo había unas cuantas vacas.

El antiguo lote de naranjas

Resistiendo al olvido

El sector centro-occidental de la ciudad fue “invadido”, se fue poblando poco a poco y sin control, por no ser tenido en cuenta en el primer Plan piloto de Orde-

Deisy Gómez, trabajadora del barrio, cuenta sentirse mal con respecto a los cambios que ha sufrido y sufrirá la zona y dice estar afectada por su situación. Para

la joven, “lo lindo del barrio es la gente, en sí misma…la gente. Casi todos llevamos muchos años acá”, afirma. Aunque poco recuerda del paisaje, sí sabe que su negocio ha sido el mismo desde hace 50 años y que las personas son quienes le dan vida al lugar y hacen que Naranjal exista. Carmen es una tendera del sector, quien tiene su negocio en Naranjal desde hace más de 20 años. Además de la nostalgia por tener que decir adiós al barrio donde ha conseguido para vivir durante más de dos décadas, a la señora Carmen la invade una tristeza más: ella no es propietaria del local en el que trabaja, sino que paga arriendo. “Yo creo que aquí lo que vale es el tiempo que uno lleva trabajando, vamos a ver si eso me lo tienen en cuenta”, declara con un lejano tono de esperanza en sus palabras. “Todo esto eran mangas y casas viejas de Tejicondor. Yo llegué al barrio para trabajar latonería y pintura, pero de cuenta mía, no era empleado de nadie. Yo trabajo por mi cuenta, pero no soy dueño de un negocio porque local no tengo, sino que trabajo y pago arriendo”, recuerda El Chavo, quien trabaja en Naranjal desde hace 54 años. “A mí no se me ha ido la clientela porque es clientela de muchos años y ellos me van trayendo otros clientes”, afirma El Chavo, quien está a la espera de saber qué será de su negocio luego de la reubicación. De acuerdo con Claudia Avendaño Vásquez, historiadora de la Universidad Nacional de Colombia: “Naranjal concentra la tendencia de construir un lugar mejor y abrirle la puerta al progreso, mientras que -al mismo tiempo- se está aniquilando la tradición.


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CRÓNICA

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Personas que hacen de la memoria una artesanía

TRES CARAS DE LA MISMA COLOMBIA Por: Daniela Ruiz Lozano / daniruizlo93@gmail.com

bre una carreta de metal verde que se apoya en dos llantas y cumple la función de soporte, de porta sombrillas y de mesa. Sobre la tabla de madera, empotrada en la carreta, ella pone una carterita blanca de tela en la que guarda los carboncillos, colores y lápices que le dan vida a Pastrana, María Cecilia Botero, Hugo Chávez y a todos los personajes que, sin quererlo y sin saberlo, están mirando una calle del centro de Medellín desde la lejanía y planicie de su ausencia y desde la cercanía y realismo de sus retratos. La vida de Amparo entre los retratos y las celebridades es la carne de esos rostros, de ese país que se cuenta en una pared del centro, de ese país que, además de presidentes, modelos, cantantes y políticos, tiene un siglo de guerras y una maraña de dificultades que encara la gente como Amparo, esa que sueña y no logra aparecer en la televisión.

El campo El primer retrato que pintó Amparo fue el de Sergio Fajardo, porque a sus 43 años se enteró que en Colombia además de celebridades hay alcaldes, gobernadores y presidente. Foto: Daniela Ruiz

En medio del asfalto y el gris anaranjado de los edificios del Valle de Aburrá resaltan, como guayacanes en medio de un bosque verde, los paisajes, retratos y cuadros de artistas empíricos que cuentan lo que es Colombia. La desnudan, la dibujan y la presentan como un libro abierto. La calle y los espacios públicos han sido para estos artistas las galerías para contar a una Colombia de contradicciones, de famosos y desaparecidos, de políticos y campesinos, de vagabundos y pintores.

El poder y la fama Era un día caluroso en el que el sol pegaba directo en las paredes del ranchito, con una intensidad tal sobre los vidrios de la casa que parecía el momento perfecto para incendiarla. Ese día, que fue cualquiera, en cualquiera de los 120 meses que ella llevaba trabajando en el mismo lugar, Amparo Zapata pensó prenderle fuego a su casa, a ver si así los medios de comunicación centraban por una vez su atención en ella. Pero después recobró la cordura y pensó que valía más su ranchito que salir en la televisión. A las siete de la mañana, de lunes a viernes, los ojos penetrantes y expresivos de expresidentes, presidentes, paramilitares, políticos, guerrilleros y celebridades miran incesantes hacia la avenida La Playa y se quedan sin parpadear. Observan el tráfico y a ratos los ojos de los espectadores, hasta las 7 de la noche, cuando Amparo Zapata descuelga de la pared, aledaña al edificio Furatena en el Centro de Medellín, los

retratos de todos los personajes a los que ilustra. El paisaje que conforman los rostros que la retratista pinta, permite observar a Colombia en su compleja mezcla de banalidades, corrupciones, ilusiones y esperanzas. Al lado de Natalia París está Álvaro Uribe, luego Falcao y más allá la carita sonriente de un niño afrodescendiente al que parece que protegiera del sol el retrato de Gabriel García Márquez. Pero entre tantos y tantos rostros conocidos por la televisión, la prensa y demás, está el de Amparo, en el centro de todos, con los párpados lánguidos y pesados que recubren casi hasta la mitad un par de pupilas concentradas en el lienzo. Ella es la foto principal en medio de la pared. “Aquí la gente viene y me pregunta que yo por qué pinto políticos, y es que yo los pinto no porque los quiera o los odie, sino porque aquí en este espacio yo muestro el país que somos. Pero la verdad es que también los pinto porque tengo la esperanza de que algún día un político o periodista pase por aquí, vea su retrato y me ayude, apoye mi arte. Eso es mejor que incendiar la casa”, cuenta Amparo, entre risas. Nació en San Carlos, Antioquia, lejos de la televisión y de los personajes que pinta. Hija de don Jonás y doña Aura, como llama a sus padres, y hermana de una gran camada de hijos. Don Jonás –cuenta– le pegaba a doña Aura cuando no quedaba embarazada y el sopetón de golpes iba acompañado de la palabra ¡bestia! Por eso, si algo aprendió Amparo en sus primeros años de infancia fue que las mujeres tenían que dar hijos para no ser unas bestias.

A los diecisiete años se vino para Medellín con doña Aura, pues ella, cansada de los moretones, cogió sus hijos y abandonó a don Jonás. En la ciudad, Amparo conoció a Leonardo, un pintor, que se convirtió en su esposo y con él aprendió dos cosas: lo que sentía doña Aura cuando don Jonás le pegaba y a pintar. “Un día, cuando Leonardo no estaba, yo vi una cartulina limpia y una foto de una mujer con el cabello largo y la cabeza ladeada. De la nada, esa foto me dio ganas de pintar, lo que yo nunca había hecho. Entonces me senté, cogí el Mirado 2 en la mano y decidí que hasta que no acabara no me paraba de la silla”, cuenta. No hubo más qué decir, Amparo quedó convencida de la premonición y con un banquito pequeño, una base, lápiz, sacapuntas y cartulina, se fue para la carrera 70 a ofrecer sus servicios de retratista. Pero la felicidad no duró tanto, pues con los dibujos vino la experiencia y con ésta el mejoramiento de su técnica. Al ver esto, Leonardo, que al principio la había impulsado, cambió de opinión y decidió que había que encerrar a esa mujer en la casa, hasta que se le olvidara pintar, porque ella estaba pintando mejor que él y eso era inadmisible. Un día, cansada de su situación, salió al centro y vio la pared verdosa y vacía aledaña al edificio Furatena, y allí, parada en medio del bullicio del centro y del afán de la ciudad, recordó que los golpes no lograron hacerla olvidar el dibujo. En el año 2004 se instaló a pintar en la calle donde hoy continúa. La cartulina blanca le sirve a la retratista de lienzo y está recostada so-

De la pared donde Amparo cuelga sus retratos, basta con tomar un bus para conocer una historia similar: la de León Mejía, un paisajista enamorado de retratar el campo, de sus planicies y montañas, de los charcos, los ordeños y los portones. El taller de León parece un lugar salido de sus pinturas: un sendero de madera bajo el que pasa un riachuelo y sobre el que se alzan imponentes árboles que se juntan en lo más alto de sus copas para no dejar ver el cielo. Según León, las iguanas y los dos perezosos del Jardín Botánico son sus musas inspiradoras. “Yo miro esta naturaleza y recuerdo cuando en el campo mi mamá me decía: echá ojo a ver si la gallina ya puso y por ahí derecho traes la leña pal fogón”, explica León. Los olores a humedal hacen que León recuerde que en su niñez visitaba con frecuencia la finca de su abuela en Titiribí y todos esos lugares que acostumbraba visitar en su infancia se le quedaron grabados en la mente como una nostalgia tremenda, de la que sólo ha podido deshacerse cuando pinta.

La calle y los espacios públicos han sido para estos artistas las galerías para contar a una Colombia de contradicciones, de famosos y desaparecidos, de políticos y campesinos, de vagabundos y pintores.


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“La pintura es una poesía y yo pinto para declamarle a los extranjeros lo que es nuestro campo. Aunque también a la gente de aquí, porque nosotros subvaloramos al campesino, creemos que esa es gente sucia que nada tiene para decir y mentiras, yo que he vivido en el campo, y soy de la ciudad, puedo asegurar que en los campesinos está el futuro, por eso los pinto”, sostiene León. Cuando tenía 26 años León decidió irse para el Pueblito Paisa en busca de turistas que quisieran conocer cómo es el campo antioqueño. Allá se dedicó a dibujar con acuarela lo que recordaba: casitas de colores, con tejas de barro y tapias abiertas, mujeres descalzas que ordeñan y hombres con sombrero que podan helechos. Tras ellos el sol que nunca es de un solo tono de amarillo, y las montañas del campo antioqueño con sus gamas de verdes y anaranjados. “Un día, ya trabajando en el Jardín Botánico –cuenta León– pasó un campesino desplazado y una de las pinturas lo conmovió tanto que me dijo “hombe, amigo mío, en esa misma casita viví yo”.

La guerra Esa otra parte del campo, que no es el paisaje apacible que pinta León, donde la tierra ha sentido los pasos asustados del desplazamiento y ha probado la sangre de los campesinos víctimas del conflicto armado, la retratan Beatriz Agudelo y Natalia Agudelo, dos hermanas de San Francisco que vivieron con miedo el paso de todos los agentes armados por su tierra. La casa de doña Berta siempre fue el lugar de encuentro: antes de la guerra hacían allá las reuniones vecinales, durante la guerra fue el escondite y después de la guerra fue el lugar para tejer la memoria. En octubre de 2011 Beatriz Arias, docente enfermera de la Universidad de Antioquia, visitó San Francisco con una mirada distinta, esa

vez fue con la motivación de hacer algún trabajo comunitario con las mujeres del municipio. Motivada por su investigación en salud mental y violencia política, decidió realizar un taller de tejidos, pues ella, costurera además, creyó que el tejido iba a gustar a esas mujeres. Pero con el tiempo, las reuniones del costurero dejaron los bolsos y las colchas, pues en tanto comenzaban a tejer, afloraban los recuerdos del carro bomba que puso la guerrilla en el comando de Policía, del día que comenzó a disparar el helicóptero del Ejército sobre las casitas y cuando los paramilitares se instalaron como Pedro por su casa en el pueblo. Por San Francisco pasaron todos los actores armados, legales e ilegales. En 1970 estuvo el ELN, a finales de 1990 llegaron las FARC y al año se instalaron los paramilitares. Tres años después, en el 2003, se realizó la Operación Marcial del Ejército Nacional, que buscaba acabar con la guerrilla en el oriente antioqueño. De conversación en conversación, los tejidos fueron cambiando de forma. A la casa de doña Berta ya no llegaban sólo las mujeres del costurero sino que iban niños a escuchar las historias de la guerra y hombres de la vereda para recordar con ellas esos días tristes. Fue así como Natalia y Beatriz Agudelo, comenzaron a liderar el proyecto que Beatriz Arias les propuso: tejer cuadros para sanar las heridas de la guerra y construir memoria. Mientras las mujeres que no tejían hacían el chocolate, Beatriz Agudelo separaba cada una de las telas que iba a dar forma al cuadro “Junto pero no revuelto”. Entre todos acordaron que allí se iba a plasmar, cuando los niños estaban en la escuela y en medio de la jornada llegaban hombres armados a interrumpir las clases, se sentaban con ellos y les preguntaban: cómo están, a quién han visto raro por la vereda y les decían que no contaran que ellos habían ido. Todas las noches de octubre de 2011 hasta octubre de 2012, en las

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El campo que ha sido la inspiración para un hombre citadino, León Mejía. Foto: Daniela Ruiz

De conversación en conversación, los tejidos fueron cambiando de forma. A la casa de doña Berta ya no llegaban sólo las mujeres del costurero sino que iban niños a escuchar las historias de la guerra y hombres de la vereda para recordar con ellas esos días tristes. veredas San Isidro, El Pajúi, Jardín Matecaña y La Esperanza, de donde son Natalia y Beatriz, se volvieron noches

“La intención no era terapéutica, pero sin duda ayudó a sanar lo que hirió la guerra” Beatriz Arias. Foto: Daniela Ruiz

para crear memoria. Allá, en la casa de doña Berta se encontraban siempre a la misma hora a hacer lo mismo, recordar familiares asesinados, traer a la mente el miedo, escuchar de nuevo los sonidos de las balas y luego reproducirlos con hilos y retazos en los cuadros. “Cada recuerdo común se plasmaba en el cuadro y eso era como un alivio para tanto dolor”, afirma Beatriz Agudelo. La imagen de la Operación Marcial, cuando un helicóptero llegó a disparar sobre las casas en busca de guerrilleros y la del desplazamiento forzado que la prosiguió quedó tan vívida en la mente de las mujeres de San Francisco que dio fruto a 13 cuadros más, realizados con recortes de ropa de sus familiares asesinados y desaparecidos por la violencia, que les permitieron retratar el rostro del país más triste, el país de la guerra. Los 14 cuadros conformaron una exposición itinerante que ha viajado por Medellín, Bogotá y Barranquilla. Además, cinco de estos cuadros fueron elegidos para la muestra ‘Basta ya’ y se encuentran expuestos en el Centro Nacional de Memoria Histórica, en la sala llamada Resistencia. Los retratos de fama y poder de Amparo, el verde apacible de León y los colorcitos que cuentan las historias de la guerra son tres de los mil rostros que tiene la misma Colombia compleja e inconclusa.


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crónica

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¿yO CON QUÉ CO

Daniela Ruiz Lozano / da Daniela Gómez Tamayo Laura Mejía Moreno / la

Siete mujeres, siete cantaoras. Voces desplazadas desde el Chocó hasta Medellín. Voces que vuelven a encontrarse para cantar sus raíces. Arte contra el olvido.

una pluma de sus alas, para yo poder escribir. Rooorro, mi niñito lindo, de mi corazón. Tu padrino y madrina que te echen la bendición, que te la echen bien echada, que te llegue al corazón..

Oilando, uuoi ven subiendo y bajando, iioo ven déjame entrar al monte, déjame echar sueñito, y en tu regalada cama, iioo ven… Oscuro está el teatro y oscura es la piel de las siete mujeres del grupo Kambirí que se tongonean sobre el escenario. Ellas tienen al frente un público que les pide al unísono que canten con sus voces del Pacífico, con su ritmo chocoano: ¿Con qué corazón? Cuando se formó el grupo, eran ollas, tenedores y tapas de metal las que marcaban el ritmo de las canciones. Ahora, en medio del escenario, los implementos culinarios se cambiaron por tambores de madera recubiertos por pieles de chivo y vaca, tocados con baquetas al compás de las manos de Esneda Quinto. Las cantaoras lucen vestidos blancos, de cuello tejido, que les cubren el cuerpo hasta las alpargatas naranjadas que combinan con el turbante. Un chorro de luz blanca las baña en el centro del escenario del Teatro Camilo Torres Restrepo, en la Universidad de Antioquia. El fuerte sonido de la lluvia desaparece cuando Rosalba Martínez entona con vigorosidad: “¡Ay!, ¿con qué, con qué…, con qué corazón me iré?”, como si en esa oscuridad que envuelve a su audiencia viera el campo que dejó cuando los grupos armados la desterraron. Entre los aplausos del público, todas mueven sus caderas al ritmo de sus cantos. Rosalba, con sus lentes cuadrados y una voz que se aleja de lo común, orienta a sus compañeras mientras se desplaza en zigzag, pasando por

Cada presentación, cada ensayo es un ejercicio para la memoria. Foto: Stiver Peña. Periódico De la urbe.

delante y por detrás de las otras seis cantaoras. Llega un momento en el que pareciera que el meneo de su cadera y la agitación de su respiración guiaran los aplausos del público, como si las almas de esas siete mujeres se les hubiera robado, por un instante, el espíritu a los jóvenes que, atónitos, las miran como celebran con sus cantos. Parece como si, en medio de la función, ellas se sintieran de nuevo en su Chocó querido. Esneda, antes de comenzar a tocar su tambor, trae a la memoria: “Yo recuerdo que mi papá nos hacía muñecas de madera y nosotras, cuando nos motilaban, cogíamos el pelo que nos cortaban y se lo pegábamos a las muñecas; quedaban hermosas”. En Riosucio, Chocó, donde quedaba su finca, Esneda se acostaba to-

das las tardes en la hamaca a recibir la fresca, mientras los pájaros Mochileros Baudó, propios de la región, le dedicaban sus trinos desde las copas de los árboles. Junto al ave, el sonido del mar creaba una melodía que la arrullaba hasta que llegaba el cielo estrellado de la costa Pacífica. “En el Chocó -cuenta- se acostumbra que la madre le componga una canción al hijo que está por nacer; son arrullos que cantamos durante todo el embarazo. Luego, cuando el niño nace, se la cantamos para que se duerma. Mamá no nos compuso a todos el arrullo porque éramos 10 hijos, de los cuales 9 fuimos desplazados y uno desaparecido”. A los ángeles del cielo, esto les vengo a pedir,

UNA BÚSQUEDA COMÚN Contexto asumió con rigor la invitación hecha por nuestros pares de De la Urbe de la Universidad de Antioquia para participar en el taller ‘Memoria y conflicto’, un ejercicio de producción y otras prácticas periodísticas en torno a este tema que es clave en el contexto actual del país que nos proponemos narrar. Producto de esa invitación es esta versión del texto producido por tres de nuestras periodistas que publicamos a continuación y que aparece completo en la edición 69 de De la Urbe. A partir de esta experiencia, ambos medios universitarios hemos declarado nuestras intenciones de continuar colaborando

mutuamente, en una relación que, mediante el intercambio, alimente una búsqueda que compartimos y que cada uno de los involucrados mantiene con elementos particulares: los aportes y los logros que deben buscarse con el periodismo hecho desde la universidad, como un laboratorio de prácticas periodísticas, pero también como un escenario para la información y el debate sobre las cuestiones del entorno; algunos de los elementos de los que consta esta idea del periodismo universitario, que es la búsqueda en la que nos hemos encontrado con De la Urbe y en la que proponemos encontrarnos con otros medios pares de la ciudad y del país.

Kambirí continúa la presentación con un gualí, el canto fúnebre para despedir las almas de los niños chocoanos. Los niños, muertos por la enfermedad y por la guerra, se cubren con un trajecito blanco y se rodean con flores, para que sus almas suban directo al cielo. En los rituales, la flor principal es la de Pico, que se pone dentro de la boca de los niños para que quede allí su última saliva que, según la costumbre, dicen que es bendita para curar heridas. El pasaporte a la otra vida son los cantos y en ese trayecto hacia el cielo, los pequeños van dejando atrás su niñez. Frente al escenario, está Lorna Beltrán, quien fija la mirada estupefacta en cada uno de los movimientos de las siete mujeres que se bambolean en la tarima porque sueña verse ahí transmitiendo su alegría. Así como presenciaba los gualíes en el campo, a Lorna también le tocó presenciar cómo a sus hijos se los arrebató la guerra. —Deme todo lo que tenga —dijeron los hombres encapuchados. —Qué le voy a entregar si yo no tengo nada. —Entonces, ellos entraron y revolcaron la casa. —No hable. Y si lo único que tiene es esta casa, entonces, ¡entréguemela! —Pero, señor... —Que no hable, le dije. No quiero verla más aquí. Tiene cinco minutos para irse. Y si no, ya sabe... La casa de Lorna era de paja y madera; tenía un baño, una pequeña cocina y un fogón. Allá la tierra le daba todo lo que necesitaba, y lo que no le daba la tierra, se lo daba el mar. En la tarde del desalojo, ella estaba haciendo el almuerzo cuando llegó el encapuchado con sus hombres y devastaron la única habitación de la casa. Cuando a uno le dan un tiempo para desalojar, no es sólo para irse de la casa; es para salir del territorio. Algunas veces te dan 24 horas, y eso parece mucho tiempo; pero si uno vive en el campo, 24 horas es muy poquito para caminar y escapar. ¡Si 24 horas es poquito, cinco minutos es nada! Lorna salió y vio, al lado de su ranchito, dos filas de hombres armados, iguales al que entró y la ultrajó dentro de su casa. Sin mirarlos a la cara salió corriendo hasta que la voz del mismo hombre la detuvo para decirle: “Callada, que ya sabe lo que le pasa si habla”. Aquella amenaza, efectivamente, la calló por casi 10 años, hasta el 2004 cuando la denunció en Medellín. Lorna no sabe aún cuál grupo armado la desplazó.


crónica

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ORAZÓN ME IRÉ?

aniruizlo93@gmail.com / daniegota@gmail.com auramejia93@gmail.com

Algunas compañeras suyas afirman que fueron los paramilitares, pues como recuerda Aidé, madre de Esneda, “uno sabía cuándo era la guerrilla y cuándo los paracos porque los últimos no tenían barba y olían bien”. Pero lo cierto es que no tuvo tiempo ni de llorar porque si una sola lágrima rompía el silencio que le habían impuesto corría el riesgo de escuchar el sonido de un disparo sobre su cuerpo. Padre mío, San Antonio, que predicas desde Roma, por tu santa religión y tu bendita corona, por una muerte que debes, a mi padre lo van a ahorcar, por un falso testimonio que le quieren levantar... Silencio. Una señal de respeto se apodera del recinto teatral. Silencio y más silencio. Aunque hay algo más que sólo entienden quienes lo han vivido. El aire se llena de una tensión que no es incómoda, sino que, en cambio, sugiere melancolía. Aquellos asistentes que no notan la nostalgia en el canto, murmuran e intentan descifrar la magia oculta que esconde el alabao. Apenas un puñado del público, que es afrodescendiente y que está sentado en el centro del auditorio, siente el peso histórico sobre sus hombros. El alabao representó, para el negro africano esclavizado en la selva tropical pacífica, una forma de cantarle a la vida y a la muerte, una forma de traspasar el hierro de las cadenas, de curar los latigazos, de sobrellevar la añoranza de la tierra perdida y nunca más recuperada.

Pero estas mujeres, en este viernes lluvioso, no sólo le cantan a su historia africana. Ellas alzan su voz en el escenario y parece como si en sus ojos, más que en su alabao, se dibujara el sufrimiento que simbolizó el hecho de convertirse en un número más de las 325.579 personas desterradas del Chocó entre 1985 y 2014. Al desarraigado lo persigue un karma, un castigo. Su vida se vuelve un eterno recorrido, un círculo en el que todo lugar al que llega es ajeno y todo espacio que lo recibe es hostil. Pero el peor de los temores es el de que la guerra vuelva a violar, sin escrúpulos, su recinto sagrado, su hogar, su cuerpo, y que los desplace de nuevo. El afán de la ciudad, que en nada se parece al cantar del Mochilero Baudó, el vaivén de las olas del mar y el cricrí de los grillos del campo, no fue lo único que sorprendió a Lorna. Después del desplazamiento forzado, por casualidad o infortunio, llegó a Medellín sin conocer ningún citadino, con las manos cargadas de niños y nada en los bolsillos. El trayecto entre matorrales, ríos y carreteras que la llevó de Chocó a Antioquia y que la hizo cruzar este departamento hasta Medellín, no terminó en el pequeño lote que consiguió en el barrio Caicedo para vivir con sus hijos. Allá sólo fue la mitad del camino. Su desplazamiento la forzó a pedir limosna de Belén a Robledo, pasando por el centro de Medellín y, de vez en cuando, haciendo una parada esperanzadora por la Secretaría de Derechos Humanos y la Defensoría del Pueblo para conseguir ayuda.

Qué bonito van bajando los que subieron ayer, rom, rom, mi canalete, chan, chan, mi recatón. Qué bonito van cantando los que callaron ayer, rom, rom, mi canalete, chan, chan, mi recatón. Como Lorna, después de llorar sus tierras y sus familiares desaparecidos, decenas de mujeres desplazadas del Chocó fueron adquiriendo fuerza para llegar a una ciudad ajena, a un lugar desconocido, donde su cultura ya no era la misma. Medellín fue el destino de muchas porque el camino las condujo o porque tenían un familiar o algún conocido que les podía dar posada mientras se acoplaban a su nueva vida. Desde que llegaron, buscaron ayuda en personas que tuvieran sus mismas raíces. Por esto se establecieron en algunos barrios y puntos de encuentro de afrodescendientes como Mano de Dios, que hacía parte del barrio Enciso, en la Comuna 8, o como el Parque de Berrío, lugar de encuentro sagrado los domingos, o el Parque de San Antonio, donde surgió una economía negra con restaurantes marinos, sopas de pescado y bares de champeta. El anhelo de encontrar personas que comprendieran por lo que habían pasado, las llevó a toparse con la Red de Mujeres Afrocolombianas, institución que promueve la organización, participación y desarrollo de las mujeres del Pacífico. Allí pudieron revivir sus costumbres, afianzarlas, reencontrase con vecinas y conocer otras mujeres que también habían pasado por situaciones parecidas.

En el 2010 decidieron crear un grupo de canto y baile que enseñe la cultura chocoana. Así nace Kambirí, este grupo de mujeres que marca con la fuerza de su canto el sufrimiento que representa afrontar el desplazamiento forzado. La mujer que dio la idea del grupo es Rosalba Martínez, y, como buena maestra, siempre se lleva el protagonismo porque, a pesar de sus 74 años de edad, compone la mayoría de las canciones y les enseña a sus compañeras a bailar, cantar y componer. El alabao, para ella, es un pasaporte para cambiar de vida y los grupos de cantaoras del Chocó son, antes de la pachanga, un espacio para alejarse del pasmoso ambiente de la ciudad y volver a sentirse como en la familia que les quitó la guerra. Lo que Esneda, Rosalba, Lorna y todas las cantaoras tienen en común, además de la piel achocolatada y las imágenes de la guerra a cuestas, es la iniciativa de renacer con el canto para revivir por unas cuantas horas, en un escenario de Medellín, el calor del Chocó, la fertilidad de la mano campesina, el culto a sus muertos y la parranda propia de la tierra negra colombiana. Esas voces, lejos del pescado atrapado con lombriz, de los tambores, de los hijos y hermanos desaparecidos, recrean el rostro de un departamento olvidado como es el Chocó, una esquina de esta Colombia —que tiene casi 48 millones de habitantes y 5.576.168 desplazados—, de los cuales siete mujeres cantan arrullos, gualíes y alabaos, en medio de un teatro que apenas supera los 100 espectadores.

El canto de estas mujeres tiene un significado que supera las formas de la música y se afianza en los elementos de la cultura chocoana. Foto: Stiver Peña. Periódico De la urbe.


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Reportaje

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Un panorama del fútbol femenino en Medellín

No es un pecado ponerse los guayos Por: Mariana Bohórquez Uribe / mar.b.uribe@gmail.com / @mar07buribe

El fútbol es el deporte de conjunto más jugado en todo el mundo, en él participan aproximadamente 270 millones de personas, durante muchos años fue exclusivamente practicado entre hombres. El fútbol femenino lleva menos de 25 años de actividad reconocida y, además de cambiar los paradigmas, está generando hasta debates que calan en la identidad de la sociedad antioqueña.

El desarrollo de los aspectos técnicos y tácticos es uno de los progresos más notorios del fútbol femenino a nivel competitivo en Medellín. Foto: Mariana Bohórquez Uribe

El fútbol de mujeres en Medellín comenzó en el año de 1991 con torneos “piratas”, es decir, sin el aval de la Liga Antioqueña de Fútbol o la División Aficionada del Fútbol Colombiano –Difútbol–, según Margarita Martínez Betancur, coordinadora de clubes deportivos del Inder Medellín, exfutbolista y primera entrenadora de fútbol femenino de la ciudad: “En esa época las mujeres que jugaban fútbol eran mujeres, entre comillas, eran llamadas “marimachos”, puesto que el biotipo daba para eso; yo rompí esos paradigmas, no fue fácil, salir a las concentraciones era complicado, puesto que los mismos hombres no confiaban en la mujer como jugadora. Antes la mujer no era tan femenina para jugar, ahora sí”, expresa Margarita. El fútbol practicado por mujeres era rechazado, primero por las familias deportistas, luego en el barrio y así se extendía esa idea en el resto de la ciudad, explica Luz Estela Zapata Jaramillo, coordinadora del club Formas Íntimas y exfutbolista. “Cuando una mujer hace algo distinto la señalan. Cuando es distinta, las personas se impresionan, a las mujeres de nuestra cultura les enseñaron a ser amas de casa y a los hombres

a ser ‘meros machos’”, comenta Liliana Zapata Sierra, presidenta del club Formas íntimas. Según Liliana, quien también fue futbolista, las mujeres han sido muy maltratadas, humilladas y estigmatizadas por la sociedad simplemente porque practican un deporte que “supuestamente” es de hombres; a ella le tocó en su juventud ser llamada “marimacho” y que sus equipos fueran sacados de las canchas. Liliana Zapata se considera una militante de igualdad de género, quiere acabar con la discriminación y considera que las mujeres futbolistas no obtienen de la población el respeto que se merecen, porque para Liliana ser futbolista es una profesión y en ella la mujer pierde su condición: “La feminidad ya va en la individualidad del ser“, comenta. “La mujer dio mala imagen del fútbol, terminábamos un partido y nos sentábamos a tomar y a bailar con él que pasaba. En los 90 las mujeres que practicaban fútbol eran consideradas unas “borrachas”… Y quién no iba a pensar mal si mis compañeras terminaron mal, unas están en la cárcel, otras en el cementerio y otras son madres de

diez hijos sin papá”, menciona Liliana Zapata. Para la Liga Antioqueña de Fútbol el balompié era para hombres, en 1991 comenzaron a fomentar el fútbol de mujeres con el primer torneo departamental en el que la inscripción costaba $150.000, requisito difícil para equipos que no contaban con apoyo y que provenían de barrios pobres; en esa época no había patrocinadores. Actualmente existen cinco clubes femeninos de balompié en la ciudad

de Medellín: Nacional, Formas íntimas, Nuevo Milenio, Juveantioquia y el Club Mar-Mar (Margarita Martínez), que se dedican a la práctica competitiva. Por otro lado, existen otros equipos que poseen una propuesta más estética que deportiva como las Diosas del Balón y las Divas del Fútbol. Sandra Milena Sepúlveda Lopera, jugadora activa de Formas Íntimas, afirma: “Con todo el respeto que las chicas se merecen, a mí me parece que lo que ellas hacen es un insulto al fútbol femenino, porque ellas realizan un espectáculo para que los hombres miren. Son modelos con cuerpo bonito, con cara bonita, que se meten a una cancha sin saber nada de técnica del fútbol, de táctica, de preparación física. Nos hacen quedar muy mal a las que de verdad jugamos por pasión”. La búsqueda de los equipos de exhibición es demostrar que la belleza y el deporte van de la mano, no entrenan para ser deportistas de alto rendimiento. Sin embargo, participan en certámenes como el Día del fútbol antioqueño y en eventos benéficos en favor de organizaciones como la Fundación Hogares Juveniles Campesinos, uno de los grandes beneficiarios de la actividad de Divas del Fútbol. De este equipo hace parte Cindy Mesa, modelo, estudiante de Negocios Internacionales en la Universidad de Medellín y presentadora de los canales Cosmovisión y CNC Medellín. Cuenta que siente una pasión muy grande cuando entra a la cancha de entrenamiento, lo define como un momento en el que se olvidan todos los problemas, como una manera de mantenerse bien física y mentalmente. Cindy explica que Divas es un equipo que pretende mostrar feminidad a la hora de jugar fútbol, cuestión que en años anteriores no era muy marcada por las primeras jugadoras de los años 90. Cuenta que realizan eventos de exhibición, pero al mismo tiempo el equipo tiene una escuela de fútbol donde se empieza de cero y se va aprendiendo con el tiempo. No obstante, jugadoras de equipos de competencia como Isabela Echeverry Restrepo, de Formas Íntimas, quien afirma: “Equipos como Diosas o Divas dejan el fútbol femenino por el

El fútbol femenino no tiene remuneración económica, no es el negocio de millones que corren en torno a los hombres. La lucha por el profesionalismo la abanderan personas y equipos como Formas Íntimas desde hace 10 años.


reportaje

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También con fines recreativos y en eventos de exhibición, algunas mujeres juegan al fútbol. Según quienes participan en ello, esta es una manera de promover su práctica. Foto: Mariana Bohórquez Uribe

suelo y lo convierten en un tema de entretención visual para los hombres”. En su condición de ex futbolistas, Luz Estela Zapata, Margarita Martínez y Liliana Zapata piensan que es imposible jugar bien al fútbol si no se comienza desde una edad temprana. Según ellas, así Diosas y Divas, además del equipo de exhibición, y con escuela de fútbol, no están en capacidad de entrenar niñas o mujeres para competencia. “Puede que Diosas del Balón y las Divas del Fútbol tengan profesores; pero motrizmente, para jugarlo bien, se debe enseñar a jugar desde pequeñas, antes de los 10 años, de los 12 a los 14 nunca lo harán tan bien”, afirma Liliana. Juliana López, estudiante de Contaduría Pública de la Universidad San Buenaventura de Medellín, integrante de Divas del Fútbol hace tres años, confirma que Formas Íntimas es un equipo de competencia que posee un alto rendimiento y que son jóvenes que se preparan para competencias en el ámbito nacional e internacional y que comienzan desde muy pequeñas con su formación. En contraste, señala que Divas no es un equipo de competencia y no pretende serlo; disputan torneos internos y compiten entre ellas mismas, simplemente con el deseo de jugar fútbol. A su turno Ana María Giraldo Restrepo, de Diosas del Balón, indica: “Diosas del Balón en sí es una escuela para aprender, obviamente no es el mismo nivel de Formas íntimas, porque ellas están entrenando para competir”. Los equipos femeninos de fútbol de China, Noruega, Suecia y Brasil tienen ya reconocimiento internacional. En Colombia también hay grandes avances en la competencia internacional; la selección femenina de fútbol de Colombia obtuvo el subcampeonato sudamericano de 2010 en Ecuador, con el que clasificó por primera vez al Mundial femenino de 2011 en Alemania y al torneo de fútbol femenino en los Juegos Olímpicos 2012 de Londres. Colombia es la primera selección campeo-

En su arraigo en la tradición, la sociedad medellinense durante años no vio con buenos ojos el fútbol femenino, sobre el cual recaen todavía prejuicios, muchas veces infundados. na del Sudamericano femenino sub-17 realizado en Paraguay y subcampeona en el Sudamericano femenino sub-20 de Uruguay. En lo nacional, sólo existe un torneo de ligas que se repite cada año, no hay una competencia nacional interna importante. En Colombia no existe una liga profesional de fútbol femenino. Guillermo Montoya Callejas, periodista deportivo y conductor del programa “Buenos días deporte”, de Múnera Eastman Radio, dice: “hasta que Colombia no vea triunfos reiterativos en este campo no se logrará lo deseado. Colombia es a la inversa, no es el país de los procesos que toman deportistas y los van acompañando hacia el éxito, sino que los toman después del éxito. Cuando Colombia deja de ganar, los temas se enfrían y regresan cuando los personajes vuelven a ganar”. En su arraigo en la tradición, la sociedad medellinense durante años no vio con buenos ojos el fútbol femenino, sobre el cual recaen todavía prejuicios, muchas veces infundados. “Las niñas no son más mujeres porque jueguen voleibol, ni el niño por jugar fútbol… A mí me llegan los papás preocupados diciendo que no le han podido quitar ese “vicio” a la niña de jugar fútbol, ‘yo creo que se me va a torcer’, me dicen”, cuenta Liliana Zapata. Sin embargo, en la actualidad hay padres de familia como Juan Carlos

Saldarriaga, quien promueve la práctica del fútbol en sus hijas. Para Luis Camilo Páez Marín que su hermana practique fútbol no tiene ningún inconveniente y explica que es una distracción educativa, que se deben dejar los estigmas y prejuicios hacia las mujeres. Según Liliana Zapata Sierra el problema del fútbol femenino en Medellín, y en general en otras ciudades de Colombia, es una cuestión más de fondo que de forma: “Los niños son tranquilos, el problema son los adultos, son los papás y las mamás los que me insultan a las niñas. Lo que está de moda en los colegios privados es jugar fútbol, pero la sociedad no las deja o los padres tienen miedo que sus hijas se vuelvan lesbianas, pero eso pasa jugando o no fútbol, pero las personas no entienden eso”. El fútbol femenino no tiene remuneración económica, no es el negocio de millones que corren en torno a los hombres. La lucha por el profesionalismo la abanderan personas y equipos como Formas Íntimas desde hace 10 años. Pero los parámetros de la FIFA para un equipo profesional son altos y exigen por ejemplo tener un estadio, un equipo de 25 jugadoras, que estén afiliadas a una EPS, que tengan contrato de trabajo y que se les pague mínimo dos salarios mínimos. Guillermo Zuluaga Ceballos, periodista, historiador y escritor de libros

de fútbol plantea que el fútbol femenino es un punto de quiebre para esta sociedad. El hecho de que haya mujeres practicando un deporte masculino demuestra que la ciudad se está abriendo hacia las nuevas ideas. “En Colombia falta mucho para profesionalizar al fútbol femenino. Las mujeres no juegan igual que los hombres, ese es el pensamiento mayoritario, ya que el juego no tiene la misma intensidad o emoción”, comenta Zuluaga. Del mismo modo, asegura que Diosas del Balón y Divas del Fútbol evidencian que seguimos siendo una sociedad de la imagen donde el qué dirán y el estarse mostrando significa mucho. “Ellas no sienten el fútbol sino la necesidad de seguirse mostrando, contrario a las que sí lo practican de verdad, desean colonizar espacios que han sido de los hombres para llamar la atención”, expresa Guillermo. Luis Arturo Henao Calderón, periodista deportivo del canal UNE argumenta que Antioquia ha hecho un buen aporte al fútbol femenino. Sin embargo, en Bogotá y en el Valle hay más avance y desarrollo de este deporte, puesto que las mujeres han logrado, a través de la velocidad y la técnica, realizar un fútbol interesante. “Un hombre en años anteriores se extrañaba un poco al saber de una mujer que jugara fútbol, ahora es más normal y no hay tanto prejuicio. Hace 30 años el 5% del estadio era población femenina, ahora es como el 40%; el fútbol es un deporte universal, le faltaba el toque femenino y ya lo tiene”, añade Luis Arturo. En lo que coinciden las jugadoras de Divas del Fútbol, Diosas del Balón y Formas Íntimas es en invitar a las niñas, mujeres jóvenes o adultas a que demuestren su gusto por el fútbol sin miedo y sin tapujos; como dice Sandra Milena Lopera: “Ponerse los guayos no es pecado” y como expresa Cindy Mesa, “no hay que dejar que los demás opinen de uno mismo. La mujer ha demostrado que también puede jugar fútbol igual o mejor que el hombre”.


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Reportaje

UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA CONTEXTO No. 43 Junio-Julio 2014

Ciclismo: cuando el esfuerzo y el sacrificio son más que discurso

HISTORIAS DE LOS ESCARABAJOS COLOMBIANOS Esteban Arango / estebanarango77@gmail.com / @EstebanA08 Juliana Gil Gutiérrez / julianagil95@gmail.com / @JuliiGil

El ciclismo es uno de los deportes que se practica en Colombia. El rótulo de “deporte bandera” se debe a la gran cantidad de triunfos conseguidos para el país. Tan nutrida es la historia del ciclismo en Colombia que en ella se encuentran deportistas en diferentes géneros, categorías y épocas que han probado las mieles de la victoria, no sólo en el ámbito local y regional, sino en las diferentes competiciones y pistas internacionales con destacadas participaciones. La geografía es el punto clave para que nuestros deportistas exploten sus capacidades y se preparen a la medida de las condiciones que se exigen en las competencias en Europa. Nuestras montañas han logrado preparar a miles de ciclistas a través de los años hasta el punto de presentar al mundo el perfil del escarabajo: el deportista luchador, de estatura baja y contextura delgada que desde niño se enseña a escalar las diversas cordilleras que le proporciona el ambiente donde vive. Benjamín Laverde, más conocido como Mincho, entrenador de ciclismo de fondo y semifondo en las juveniles de Antioquia, dice que “contar con tantos espacios en el territorio para practicar el deporte sirve como una especie de garantía, ya que los deportistas, desde pequeños, se preparan con las mejores condiciones”. Para Mincho, “el velódromo hace parte importante de esta preparación, porque es un complemento de la ruta”. Mientras más esté el deportista en el velódromo y más practique la parte técnica, se van perfeccionando detalles que hacen la diferencia, porque “la pista le sirve a los corredores de ruta para mejorar la contrarreloj, la técnica de bajada, de grupo…’’.

Santiago Botero, salido de los esquemas

Cientos de vueltas a un velódromo, horas diarias de entrenamiento, ascensos por diversas montañas, constantes pruebas de acondicionamiento físico, extensos chequeos y trayectos de muchos kilómetros son apenas algunos de los factores que componen el itinerario del escarabajo colombiano, una particular especie en aumento que, con su esfuerzo, inserta el nombre del deporte nacional en la élite mundial. práctica: el ciclomontañismo, que apenas se introducía en el país. A medida que superaba los semestres en su pregrado, también fue haciendo lo propio en las distintas carreras en las que participaba con fines recreativos, hasta que el ciclismo ganó y, finalmente, Botero se inclinó por el profesionalismo con el equipo español Kelme. Victorias en la París-Niza, la Vuelta a Andalucía, además de un par de etapas en Vuelta a España y Tour de Francia no serían suficientes para el ciclista, quien dio un giro de 180 grados al folclore ciclístico del país por triunfar en una modalidad que poco había dado frutos y que se distanciaba de las proezas logradas en los años 80 por los escarabajos boyacenses: la contrarreloj. Su año fue el 2002. Botero se alzó con dos etapas del Tour de Francia. La novena, la de la contrarreloj individual, entre Lanester y Lorient, escenario donde derrotó al estadounidense Lance Armstrong, favorito en la competencia y vencedor en las anteriores ediciones. Terminó de imponer su sello al coronarse campeón del mundo en la contrarreloj de Bélgica, en la que se posicionó como uno de los grandes referentes de la historia y catapultó la versatilidad del escarabajo colombiano en el mundo. Santiago es el contrarrelojista por excelencia del ciclismo colombiano. Ahora hace parte del Orgullo Antioqueño, el equipo de ciclismo que patrocina la Gobernación de Antioquia,

y participa en labores administrativas y también se toma su tiempo para entrenar a los futuros ciclistas y aconsejarlos en su camino al éxito. Para él ‘’es una gran forma de apoyar el ciclismo en el departamento a través de lo económico. Los proyectos y los recursos son un incentivo para los jóvenes que buscan abrirse paso en el deporte’’.

Valentina Paniagua Areíza, ciclista élite “Mi primer entrenador me decía que seré campeona mundial y aún me la creo”. Valentina Paniagua es una joven ciclista que con sólo cuatro años de entrenamiento sobre ruedas ya tiene su cupo en la selección Colombia femenina de pista y es la Campeona nacional de ruta de 2014. Desde muy pequeña fue una apasionada del deporte: entrenaba atletismo y en sus tiempos libres montaba bicicleta, pero un accidente obstaculizó su carrera como atleta y la llevó a dedicarse al deporte de las dos ruedas, accidente que- años después- terminaría agradeciendo porque la convirtió en la gran sorpresa del ciclismo femenino debido a que en la primera competencia nacional en la que participó fue la ganadora, batió un record nacional y -posteriormente- la marca que ella misma ha-

bía impuesto. “Cuando a uno le va bien le gusta más”, afirma Paniagua Areíza. Para Valentina el ciclismo es un deporte de muchos detalles “no es sólo salir y montar en bicicleta, uno de verdad tiene que entrenar bien. La técnica y ubicación en la carrera son muy importantes”, cuenta y agrega que: “No hay una clave, son muchas cosas, lo fundamental es perseverar y ser constante”. En relación con su triunfo en el Campeonato nacional de ruta asegura que: “la ruta es muy dura y muy gratificante, ¡eso es un solo dolor!”. Dice que cuando se está en el punto límite de una competencia se elige entre dudar y hacerlo con toda la energía, “yo lo hice con toda y gané, es como apostar a todo o a nada”, concluye. En su carrera como deportista sabe muy bien que hay una fuerza ajena al deporte que influye en sus resultados: “mi único agüero es echarme la bendición y entregarle a Dios la carrera”. Además, en su maleta de viaje no puede faltar un escapulario, “de resto todo se me puede quedar”.

Ansia de gloria, sacrificio y no perder nunca la ambición, son importantes en el ciclismo.

“Lo más importante en el ciclismo es la pasión”. La historia de Santiago rompe con varias tradiciones del ciclismo colombiano. De allí que su figura en el mundo ciclístico se haya hecho más grande con el transcurrir del tiempo. Nacido en Medellín, en 1972, Botero no se interesó por la bicicleta hasta los 18 años, cuando lo usual es que el ciclista comience a foguearse desde los 13 ó 14 para ascender entre categorías. El mismo deportista reconoce que el inicio de su carrera se dio de manera distinta: ‘’un caso atípico, salido de lo común, ya que empecé por lo que termina normalmente la gente, que es el ciclismo recreativo’’. El proceso de exploración por el deporte y sus modalidades se dio entre sus estudios de Administración de Negocios en la Universidad Eafit de la mano, o mejor dicho, del pedal, de otra

Valentina Paniagua Areíza dedica extensas jornadas de entrenamiento para afianzar una carrera deportiva que avanza hacia la meta de ser campeona mundial. Foto Juliana Gil


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reportaje

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Las rutinas de entrenamiento de los ciclistas competitivos comprometen casi la totalidad de su agenda diaria. Foto: Juliana Gil

Julián Arredondo Moreno, ciclista profesional ¿Usted qué siente por la bicicleta? Es amor, creo yo. Su forma de correr es explosiva y fuerte. Escala como muy pocos logran hacerlo y sus triunfos son únicos, escasos, como aquellos que muchos ciclistas anhelan, pero que no logran en medio de la competencia. Durante el pasado Giro de Italia, él llegó solito a la meta y se coronó como rey de las montañas italianas, portó la camiseta azul con todo el orgullo de haber hecho bien el trabajo y fue uno de los competidores colombianos que sobresalió entre decenas de ciclistas de todo el mundo. Sobresale en el equipo Trek, ¡cómo no! si su escalada sobre las ruedas de su bicicleta ha sabido conquistar una de las montañas más desafiantes que puede enfrentar un ciclista profesional. “Ser ganador de una etapa del Giro de Italia es un logro personal, la recompensa a todos estos años de entrenamiento y saber que se están haciendo las cosas bien”. Arredondo llegó al mundo del ciclismo gracias a su padre, quien lo llevaba a las carreras recreativas que corría y luego -aproximadamente a los 11 años de edad- entró al equipo de ciclistas de su natal Ciudad Bolívar, la de su orgullo y su nostalgia: “para mí Bolívar es el mejor pueblo del mundo”, afirma. Años después ingresó al Centro deportivo de alto rendimiento de suroeste, donde entrenaba con Carlos Quintero, Rigoberto

Urán y otros corredores, muchos de los que ahora se encuentran en grandes equipos profesionales. Julián Arredondo Moreno comenzó a estudiar Administración de Empresas Agropecuarias en una universidad de Medellín, pero se dio cuenta de que debía decidir entre sus estudios y el ciclismo porque: “Combinar el estudio con la bicicleta era muy difícil. Era una cosa o la otra porque estaba haciendo las dos a medias y uno algo lo hace bien o no lo hace”, argumenta Julián. Arredondo cuenta que el mayor obstáculo que se ha encontrado en su carrera fue cuando cumplió seis años de estar fuera del país y sentía que no había conseguido alguna de sus aspiraciones en el ciclismo. Pasó por equipos de Italia y Japón, hasta que llegó a Estados Unidos, donde ha encontrado las primeras grandes victorias de su carrera. “Poco a poco fui creciendo y logré superarlo. La constancia es lo más importante, quien es constante algún día alcanza”, cuenta Julián Arredondo y resalta que “se puede tener la mente muy fuerte, pero si físicamente no se está preparado, es imposible”, concluye el ganador de la camiseta de montaña del Giro de Italia 2014.

Martín Emilio “Cochise” Rodríguez, exciclista “En Colombia se muere más la gente de envidia que de cáncer”. “Yo empecé en el ciclismo por necesidad. Venía de una familia de estrato bajo, que había perdido el padre cuando

yo tenía 16 días de nacido. Mis hermanos eran mayores que yo, fueron ellos quienes intentaron sostener la casa por un largo tiempo”, cuenta Cochise, para referirse a sus comienzos en el mundo de las dos ruedas. J. Henrique Ríos, amigo suyo, le ayudó a conseguir un puesto de mensajero en la farmacia La Botica de los Isaza, que quedaba en el centro de Medellín, y fue él quien le impulsó a correr por primera vez. Su primera competencia fue una doble a Barbosa (ida y venida) con una bicicleta de mujer, que no era apta para él. Luego, con un préstamo de 70 pesos que le hizo la farmacia donde trabajaba, compró una bicicleta de turismo con la que obtuvo sus primeros triunfos. Cuando consiguió su primera bicicleta profesional, el número de victorias aumentó. En la primera Vuelta a Colombia que corrió fue galardonado con el título de Campeón novato y en la segunda quedó como subcampeón; los dos años siguientes fue campeón y, luego de perder en la quinta ocasión, recuperó su título en su sexta Vuelta a Colombia. Su gran especialidad se dio en el ciclismo de pista, en la modalidad de persecución en 4.000 metros. “El Dr. Echeverry me vinculó para que corriera en esta modalidad y quedé de campeón departamental, nacional, bolivariano, centro americano, panamericano, gané dos títulos mundiales y obtuve el récord mundial de la hora. Además, fui campeón mundial en Italia. Cochise goza de ser el primer ciclista en la historia de Colombia que participó en un Giro de Italia. “Me de-

clararon profesional a la fuerza y prácticamente me fui para Italia a abrirle las puertas a los colombianos”. En el Giro ganó dos etapas en los años 1973 y 1975, respectivamente, mientras que sus pedalazos abrían camino. A sus 72 años Cochise es el ejemplo de muchos ciclistas jóvenes y profesionales que hoy sueñan con correr las grandes carreras ciclísticas del mundo. En la ruta, sus ruedas dejaron marcas imborrables en las montañas del mundo, mientras que en la pista, su velocidad se convirtió en el viento que impulsó a los corredores que, muchos años después, seguirían los rastros de sus ruedas y conquistarían glorias similares. Pedaleos, ascensos, carreras contra el reloj y muchos otros elementos, conforman uno de las historias más ricas del deporte en Colombia. Las proezas de los ciclistas nacionales continúan, no con palabras, sino con cada kilómetro que descuentan de la línea de meta y con las emociones de millones de compatriotas convocados en torno a la figura de los escarabajos colombianos.

Hablar del éxito del ciclista colombiano remonta la historia a finales de la década del 40, cuando el equipo colombiano se colgó la medalla de oro en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1948.


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análisis

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Un fenómeno que está más allá de las barras

CUANDO SUBEN LOS TONOS DE LA AFICIÓN Melissa Álvarez Correa / meli.korrea@gmail.com

El fútbol es un deporte tados a lo que la cultura que congrega personas les está ofreciendo y se muy distintas en torno convierten en la expreal espectáculo deportisión de lo que están revo. Los motivos de esa cibiendo”. Una pregunta afición son igualmente clave es ¿qué están recidiferentes y tienen una biendo? relación muy cercana con el contexto social de la misma. ¿Qué dicen sobre nuestra sociedad las formas de nuestra afición? Un campeonato mundial de fútbol es la mejor manera de constatar que, aunque es un deProhibir la entrada de la porte universal, el fútbol parafernalia, suspender no se vive de la misma la entrada a un partido, forma. Cuando es uno de prohibir el uso de la calos equipos de la ciudad miseta oficial, ¿son soel que está en el momenluciones útiles? Si bien to estelar de una comla reglamentación es nepetencia y en el estadio cesaria, para Diego Lono frente a los televisores doño, coordinador del se escuchan los gritos de programa de Deporte y gol, es evidente que no convivencia, desde un todas las personas dejan ámbito educativo como ver su afición del mismo hoy en día lo hace el InPara muchos, el estadio es una muestra de la sociedad en que se ubica. En Colombia, incluso elementos de la identidad modo. der, se puede lograr más. regional se cruzan con la afición que muchos profesan por el fútbol. Foto: Joaquín Gómez Meneses El fútbol tiene seEn sus palabras “la transguidores de todo tipo: desde el aficionaformación real de la cultura es la educado que siente gusto por el deporte y lo muertes encarnen un sentir frente al Sin embargo, influyen otros facto- ción de base”. conoce, pasando por el hincha que ex- fútbol. La pregunta es ¿por qué matar- res como el económico, el cultural, el po“Hay que formar al joven para presa una simpatía por un equipo en la se por una camiseta? Las opiniones han lítico y el social en los actores del fútbol. que respete al otro, independiente del competencia; el barrista que, además, se estado divididas y, aún más, de acuerdo Para Gonzalo Medina “es algo que está contexto en el que se encuentre con él. reúne en un grupo y con cánticos “alien- con el lugar desde donde se mire: la si- inmerso en un plan de desarrollo y unas No es “yo me comporto bien en un esta” al equipo, o el fanático que busca los cología, el pensamiento del ciudadano o políticas, entonces sí tiene qué ver. Hay tadio”. No”, asevera Diego. Por su parte, extremos para dejar claro el amor por su la sociología, por ejemplo. muchachos que lo ven como una for- en defensa del fútbol, Gonzalo Medina El contexto es fundamental para ma de resistencia a la situación”, afirma plantea: “el deporte debe ser una esdivisa. Medellín conoce las consecuen- interpretar los fenómenos sociales y, cuando alude a los que se han involucra- cuela al aire libre para la formación ciudadana”. cias de esta última faceta de la afición. El como tal, el de las agrupaciones de se- do más al tema de seguir un equipo. En conclusión, el reto es no deproblema no es reunirse. Los problemas guidores del fútbol o las barras no es la En lo que sí coinciden totalmenestán surgiendo cuando un seguidor no excepción. Los factores que influyen en te ambos estudiosos del tema fútbol, jar de lado que los actores implicados sabe afrontar el hecho de que haya una las prácticas violentas pueden ser diver- medios y barras, es en que el irrespe- en la situación de violencia derivada de idea contraria o un gusto diferente al sos, pero las problemáticas colombia- to a la diferencia es otra cosa que se ve la afición por el fútbol no sólo son los suyo. Según Diego Londoño, coordina- nas no se pueden olvidar en nuestro en- en las barras pero que no es exclusivo seguidores, sino todos los ciudadanos, dor del programa Deporte y convivencia torno. Por esto, Diego Londoño, desde de ellas. Según indicaron, la sociedad los medios y los actores del mundo del del Inder, “el tema es qué pasa y cómo su experiencia como periodista depor- experimenta en gran medida “la exclu- deporte. Medina explica para qué: “hay asumo yo la otredad, el que no está en tivo y psicólogo, sostiene que “las ba- sión sólo por pensar distinto, por ser de que hacer un trabajo pedagógico con este grupo, porque yo puedo ser muy rras son solamente un síntoma de una un color diferente”. Londoño opina que la gente, con los medios, porque si no, solidario internamente con los que tie- enfermedad cultural. En el estadio vas es muy común llamarles desadaptados no se acaban esos estereotipos sobre lo nen una preferencia igual a la mía, pero a observar algo que sucede en un nivel cuando en realidad “están muy adap- que realmente es una barra”. cómo asumo el encontrarme con una mucho más amplio en el ámbito social”. preferencia contraria o distinta”, afirma Si de la ciudad se trata, se evidencia que para hacer referencia al fanático, grado “Medellín sigue teniendo o padeciendo un contexto de violencia en distintas superior de un seguidor del deporte. Se habla de la pasión y el fanatis- manifestaciones, entonces las barras esmo como contraposiciones. Por un lado, tán inscritas ahí, se ubican ahí”, explica está la pasión por un equipo que, según Gonzalo Medina. Las barras y los seguidores del Gonzalo Medina, magíster en Ciencias Políticas, conocedor y estudioso de los fútbol no se deben satanizar porque espectadores del fútbol, es cuando un se presenten episodios de violencia o equipo “me inspira esa pasión y como daños en la ciudad. Según Medina, hay tal yo por él siento esas fuerzas, vibro que entender el contexto y reconocer con él”, pero, por otra parte, el fanatis- que esas situaciones también se viven mo compromete algo más de la vida; en otros escenarios y con actores de según Medina es cuando seguir a un diversas edades. Lo que cabe preguntar equipo “le amarra la vida y le condicio- es: ¿Debe atribuirse la responsabilidad na la vida, por ejemplo, a unos colores, única a la sociedad? Diego Londoño, desde la psicología social, expone que: a una camiseta, a un equipo”. No obstante, el tema ha ido más “tenemos discursos violentos en la ciuallá. La identificación, la pasión desbor- dad, (…) en el país, desde la misma casa dada y la extrema filiación han llegado le dicen al niño: ¨es que si lo van a ataal deseo de que las agresiones y las car, usted no se vaya a dejar¨”.

¿Cuál es la solución a la problemática?

BARRAS CON MÁS BANDERAS QUE LAS DEL EQUIPO

Durante Brasil 2014, las autoridades anfitrionas tuvieron el reto de impedir que aficionados argentinos de diferentes equipos cumplieran con el cometido anunciado incluso a través de versiones de prensa, de enfrentarse a los hooligans ingleses como un episodio más de una vieja rivalidad que mezcla fútbol y política y que tiene como antecedentes el triunfo argentino contra los ingleses en México 86 y el conflicto en torno a las Islas Malvinas que recientemente revivió en el contexto diplomático internacional. Aunque la FIFA promueve con ahínco la separación de cualquier otro asunto del fútbol, la realidad es que la afición se ‘fogonea’ con motivos que están fuera del campo de juego.


CRÓNICA crónica

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No se hace por deporte, se hace por pasión

CRÓNICA A DIEZ GOLES Mateo García Agudelo / mateogarciaa25@gmail.com

Aquí no hay lugar para “piscineros” ni “teatreros”. Se juega sin camisa. Las reglas del juego nadie las impone, ya están establecidas y todos las conocen. El partido no se acaba con el tiempo, se acaba con los goles. El partido iba a realizarse en una cancha de arena, una de las muchas que se encuentran en los diferentes barrios de la ciudad y que poco a poco se están convirtiendo en canchas sintéticas, esta vez sería en la comuna cinco. La cita se había hecho días antes. Se acordaron el lugar y la hora, el número de jugadores y cuánto se apostaría. La cancha, donde pueden jugar 11 contra 11, está rodeada de casas y árboles, además, tiene cerca un parque-gimnasio. El viento levanta la arena y transporta las hojas de los árboles, convirtiéndolo en el lugar apropiado para elevar cometas en los meses con más viento. Cuando llegó la hora del partido, el sol comenzaba a desaparecer. Poco a poco fueron llegando los jugadores de ambos equipos, lo único que llevaban consigo era la plata de la apuesta. Los que no tenían pantaloneta con bolsillos, tenían la plata dentro de sus zapatos, sin importar que las monedas les tallaran, ese era el único lugar donde iban a estar seguras. Mientras llegaban todos, los equipos hacían la “charla técnica”, dibujaban la alineación sobre la arena. Los jugadores recordaban que eran un equipo, que eran amigos y si había necesidad de “sacar la cara” por un compañero, no se podía dudar ni un minuto. Para decidir si el balón era el apropiado, lo rotaron por todos los jugadores, quienes aprobaron el Mikasa número cinco, un poco acabado, pero con la cantidad precisa de aire. Los dos equipos ya estaban listos para comenzar. Algunos iban a jugar con tenis, otros, más profesionales, lo harían con guayos, desgastados en el sueño del gran futbolista. Estaba decidido jugar hasta los diez goles pero no sobre qué equipo se quitaba la camisa para distinguirse en la cancha, pero nadie quería jugar sin ella. Para eso están las reglas, las reglas del fútbol del barrio: “al gol, la camisa”. Pero no es tan simple: se decidió que el primer equipo en hacer gol la iba a conservar, pero la anotación no se tendría en cuenta en el marcador. No hubo necesidad de “picarla”, era un partido programado, era un “desafío” y los equipos estaban convocados y armados. Previamente se acordó que no se harían cambios y que se apostarían cinco mil pesos por jugador. Se dijo que la plata debía ser casada antes de comenzar el partido, para evitar inconvenientes al final, pero esto no se cumplió. Un equipo estaba a la espera de su arquero, pero debido a la presión de sus contrarios decidieron iniciar sin él. Debían determinar quién comenzaría tapando mientras el portero llegaba, así que para no poner a tapar al más “malo”, la elección se hizo de la manera más democrática posible: “piedra, papel o tijera”. El perdedor comenzaría tapando y cuando les hicieran un gol cambiarían de arquero, con la única condición de que el portero no se dejara hacer el gol para no seguir tapando y salir a jugar. Lo único que faltaba era que alguien diera la orden para iniciar. A falta de árbitro, innecesario aquí, de entre el grupo salió un grito de “juegue”, en remplazo del pitazo inicial. El saque no se hizo desde la mitad de la cancha, sino desde el arco del que tenía el balón. Cuando ambos equipos comenzaban la carrera para disputar la primera bola, se escucharon gritos de ambos lados, eran gritos de apoyo a sus compañeros y a sí mismos. Porque no sólo era un partido de barrio, era un partido donde estaba en juego el honor y cinco mil pesos, así que nadie estaba dispuesto a perder, sobre todo por lo segundo. Y con el juego vino el toque de misterio. Luego de la euforia por el comienzo del partido, los únicos que

diferenciaban a los jugadores de cada equipo, eran ellos mismos entre camisetas de Medellín y Nacional, de importantes equipos europeos, de escuelas de fútbol de la ciudad y de la selección Colombia, por supuesto. Minutos después, luego de varias oportunidades, llegó el primer gol. El simbólico, el que sólo servía para determinar quién jugaría sin camisa. Rápidamente comenzaron las críticas, un reclamo al central que no rechazó el balón. Éste “gambeteó” el enojo de sus compañeros con su respuesta: no rechazó el balón porque con el gol los otros se iban a confiar, dijo además que se sentía más cómodo jugando sin camisa. El equipo que metió el gol era el que no tenía arquero, pero al parecer esa desventaja no lo iba a afectar en la delantera, a pesar de haber cambiado de arquero durante todo el partido porque el titular nunca llegó. Tras varias discusiones para determinar goles dudosos, de roces que se iban a empujones rápidamente disuadidos, de faltas que se cobraban porque quienes la cometían aceptaban su imprudencia, se había terminado el primer tiempo. Al llegar a los cinco goles, los equipos cambiaron de “arquerías” y siguieron jugando hasta llegar a las diez anotaciones. El partido continúo con la misma energía con la que había comenzado. Se sentía el vértigo de ver un término al “desafío”, faltaban cinco goles para ganar o perder. A la cancha llegaban integrantes de otros equipos, quienes, al ver que el partido se iba prolongando, preguntaron a los que estaban en pleno partido si querían jugar un triangular. No faltaba mucho para terminar, además, había una apuesta en juego, fueron las respuestas, razones de peso para que los que esperaban siguieran haciéndolo. Éstos, sin embargo, para no hacer tan larga la espera, abandonaron la gradería pintada con los colores del Inder e invadieron la cancha para hacer algunos toques de pelota en las zonas de la cancha donde no había juego. Cuando el balón salía del campo, lo recogía quien lo había tirado, no sólo porque quien bota la pelota debe recogerla, sino porque se juega el saque, pues quien la recoge, saca. Los equipos se desesperaban, unos por definir rápido el partido y ganar la apuesta, mientras que otros hacían lo posible por prolongar el partido e intentar ganar. Caía la noche y había poca luz en la cancha, poco a

poco se hacía notar la iluminación artificial, compuesta por faroles no muy potentes. Todos estaban cansados, secaban el sudor de su cara con la camiseta, escupían para sacar la arena de su boca y sentían que las piernas no daban más. Sólo faltaba una anotación para terminar. Con el décimo gol, los ganadores gritaron eufóricos, los perdedores se culpaban entre sí y se reunieron para juntar la plata. Varios, confiados en el triunfo, no llevaron dinero y tuvieron que pedirlo prestado. Los ganadores comentaban todas las acciones del juego, los goles, las oportunidades perdidas y hasta las peleas. Hasta que los capitanes de los dos equipos se reunieron y fue entregada la plata de la apuesta. Unos, rumbo a la tienda para comprar una gaseosa lo suficientemente grande para repetir ración y otros, cabizbajos, hacia sus casas, aquello no terminaba, la revancha quedó acordada para la semana siguiente.

El fútbol al calor del barrio En los barrios de Medellín cientos de jóvenes juegan día a día en canchas de cemento y arena. Muchos de estos jóvenes aspiran a ser profesionales. Aunque el Área Metropolitana es una cantera de jugadores para los equipos, existen barrios que son cuna de futbolistas como La Floresta, Campo Amor, Castilla y Manrique. En el fútbol de barrio priman las individualidades y la fuerza, muchas veces el juego en equipo y la integridad de los contrarios quedan en un segundo plano. En el barrio no existen árbitros y por eso no se cobran faltas. De allí que las entradas fuertes terminen en peleas. Según Alejandro Restrepo, director técnico de la selección Antioquia juvenil, el jugador de barrio “tiene una indisciplina táctica, es decir, no tiene responsabilidades con un técnico ni con un equipo. Es un jugador que siempre quiere jugar, sin importar las lesiones ni la sobrecarga de entrenamiento. Muchos jugadores que hoy están en grandes equipos muestran características típicas de un jugador de barrio, siempre se les ve el sacrificio y la entrega”. No obstante, según el entrenador, la cuestión no es sólo de talento. Cuando los jóvenes comienzan a jugar en equipos profesionales, deben adaptarse a parámetros tácticos y físicos de un técnico y de un equipo. En los equipos profesionales, estos jugadores deben usar su calidad al servicio del equipo.

En los barrios, el fútbol pervive entre las luces y sombras no solo de las canchas, también entre las del contexto social de la comunidad que lo practica. Foto: Mateo García


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perfil

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Jaime Barrientos: una vida que muestra el mundo del fútbol

“YO FUI EL QUE DECIDIÓ JUGAR FÚTBOL Y YO FUI EL QUE DIJO NO MÁS” Por: Sarita Jaramillo Ramírez saritajllor@gmail.com

El desarrollo de muchos deportistas no se dio por completo en canchas de fútbol, courts de tenis o cuadriláteros. Muchos también han pasado gran parte de su vida en las aulas haciendo una carrera universitaria, incluso mientras obtenían triunfos deportivos. El boxeador mexicano, Marco Antonio Barrera, estudió Derecho; el basquetbolista de los Chicago Bulls, Michael Jordan, se graduó en Geografía; la tenista Venus Williams se las ingenió para ganar torneos al mismo tiempo que los exámenes de Diseño. Pep Guardiola es fisioterapeuta, Hugo Sánchez es odontólogo, Emilio Butragueño es administrador de empresas, Fernando Redondo es arquitecto y la lista es larga.

Desde que tenía cuatro años comenzó a atrapar el balón. Sus ídolos fueron claros desde el principio: Julio César Falcioni, el Gato Fernández y Jean Marie Pfaff. Su padre le chutaba el balón y él era el arquero. Así se enamoró del arco y del fútbol. Jaime Alejandro Barrientos Posada fue arquero en 6 equipos colombianos, en unos cuantos extranjeros y en la selección de nuestro país. Ahora es Comunicador Social y está encargado del mercadeo, la comunicación y la responsabilidad social en la Liga antioqueña de fútbol. Él sólo tenía 6 años y jugaba con niños de 15. En 1990, con 10 años, entró a la cuarta categoría de la Liga antioqueña, sus compañeros tenían 13 y 14. “Hice todo el proceso en la Liga y quería ser jugador de fútbol profesional. Ese era mi sueño, quería ser el arquero del Real Madrid, quería ser el mejor del mundo”, cuenta Jaime. Siempre combinó las dos cosas: estudio y fútbol. La jornada del colegio era por la mañana y el entrenamiento por la tarde. “La tenía muy clara, no iba a dejar nunca el colegio.”, asegura el arquero que prestó servicio militar y ese mismo año fue selección Colombia sub-17. Luego, vino el Envigado profesional y con él, la universidad. “Empecé a estudiar Comunicación Social

Jaime Barrientos participó en una generación de jugadores cuyo trabajo fue la base de muchos de los logros que le han dado nuevo lustre al nombre de Colombia en el fútbol internacional. Foto: Cortesía

y Periodismo en la UPB. Mi idea con la Comunicación era hacer algo con periodismo deportivo, veía que iban de la mano”. Jaime pasó por altas y bajas, idas y venidas, estudio y juego. “Me la pasaba entrenando y estudiando y seguía pensando que como sueño quería ser el mejor jugador del mundo y ya era jugador profesional. Iba a clase, entrenaba, volvía a la universidad, entrenaba. Quedaba muy cansado”. Jaime pasó a jugar en el Deportivo Independiente Medellín. La opción de jugar y estudiar no estaba en la mente de los directivos de la institución. Le dieron un ultimátum: o juega o estudia. Con 19 años, Jaime no aceptó esta opción y se fue a debutar en Pereira. “Ahí empecé a sufrir lo que me llevaría a dejar el fútbol más adelante”, explica Barrientos. El incumplimiento con los pagos, la falta de seguridad social, las irregularidades y el desorden. Por eso llegó al año siguiente al Bello, equipo profesional de la B, cuyo apoyo le permitió estudiar hasta que llegó una propuesta del Deportivo Pasto y la posibilidad de llegar a Italia. Regresó y a los 22 años cumplió parte de su sueño. “Me encontré con los técnicos del Nacional. Toda la vida había soñado con jugar para el equipo. Me dijeron que tenía la posibilidad de ser el tercer arquero para 2003 y yo dije que de una”. En 2003 volvió a la universidad con menos materias. Lento, pero no quería dejar la costumbre ni el hábito del estudio. Cuando llegó el fin de año no se renovó su contrato. “Jugar en Nacional había sido mi sueño de toda la vida y yo sentí que había pasado con más pena que gloria”. Aun así, Jaime pasó también por Estados Unidos y México y otra vez con el Envigado. Jaime terminó siendo un referente de ‘pelea por los derechos de los futbolistas’ y eso en el gremio del fútbol no es bien visto por los directivos. “Te volvés un sindicalista. Y no era nada de eso, simplemente les decía que me pagaran si yo estaba trabajando. Yo me fui cansando de todo eso. Al Pasto lo demandé, del Bello salí mal y me quedaron debiendo plata, en Medellín también, del Pereira igual. En Colombia jugué en 6 equipos y salí peleado de 4”. Allí dejó de ser jugador profesional. Tenía la posibilidad de seguir estudiando y esa desilusión lo llevó a comprender que el fútbol no era su única opción, o al menos no como jugador. Podía llegar a él de otra manera. Luego de graduarse y desempeñarse como comunicador en el ITM, llegó a Londres para mejorar el inglés y se le iluminó la vida. Encontró un curso para técnico en la federación inglesa y después un curso para entrenador de arqueros. “Yo siempre supe que tenía mucho para aportarle al fútbol. Primero pensaba que era como jugador, pero las cosas fueron cambiando”. En la Liga empezó como entrenador de arqueros de las selecciones Antioquia hasta 2012. Su primer trabajo en fútbol, no como jugador. Al año siguiente, montó su propia academia de arqueros. “Todo encajó para

Desde la Liga Antioqueña de Fútbol, Jaime Barrientos ahora participa en el desarrollo de futbolistas cuyo proyecto de vida en torno al fútbol esté respaldado por su formación integral como personas. Foto: Cortesía

estar donde estoy ahora. Sí le puedo aportar mucho al fútbol desde mi saber como futbolista, como entrenador y comunicador”, comenta Jaime. Muchas veces lo ven por la calle y lo distinguen, cada vez más poquito, reconoce Barrientos, y cuestionan su decisión. “¿Vos no eras el arquero?”, “¿Qué te pasó hombre?”, “Vos eras mejor que aquel y mirá ya donde está. Te hubiera ido mejor”. Y el que fue arquero por más de 10 años les responde que así es la vida. Que algo tuvo el otro de más para estar donde está y él estar acá. “Yo fui el que decidió jugar fútbol y yo fui el que dijo que no más. A mí en una selección Colombia me tocó enfrentar a Ronaldinho y ¡ya dónde está! Cada uno hace sus caminos. Lo más seguro es que si hubiera perseverado y me hubiera aguantado eso que no me gustaba puede ser que estaría jugando. Pero yo no me arrepiento”. Barrientos dio la vuelta, pero es claro que su pasión lo movió siempre. La Liga tiene tres selecciones Antioquia masculinas: sub 14, sub 16 y sub 17, con más de 16 mil deportistas que sueñan con ser futbolistas profesionales. De esos 16 mil, el 0,2% llegará a ser profesional. La proporción es mínima. El que fue entrenador de arqueros añade que “tenemos que utilizar el fútbol para el bien de la sociedad. El fútbol como diversión y como entretenimiento es muy bacano, pero tenemos un producto muy bueno para aprovecharlo en el aspecto social”. “Acá pensamos que el estudio va en contravía del deporte y es todo lo contrario. Es un complemento. Tenemos mucho para hacer”. Es por eso que la Liga tomó la determinación, hace ya unos años, de que para jugar en ella, los menores de 16 años tienen que estar estudiando. “Juegue pero estudie, tenga siempre la otra opción. Hay que explicarles a los que entran que van a ser muy poquitos los que progresen, haga el esfuerzo para que sea usted, pero ese esfuerzo también hay que canalizarlo a otras cosas”, concluye Jaime Barrientos. El deporte se debe convertir en una política como tal, para educar y entretener. “Si logramos que esos 16 mil que juegan dejen de botar basura a la calle ya estamos haciendo algo. Que asocien la cancha con la calle. Que trasladen el deporte a la vida, ya estamos ganando”.

“Cuando se combina el estudio y el fútbol se abre la mente y te cambia el mundo. A veces el ambiente del fútbol se vuelve pesado y uno estudiando puede conocer otras personas y crecer más”.


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