Contexto - Ed. 76

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PERIODISMO UNIVERSITARIO

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo

Medellín-Colombia

Nov.-Dic. de 2021 No. 76

ISSN 1909-650X ISSN 2711-3655 (versión en línea)

Distribución gratuita

Collage: Martín Villaneda

VEINTE AÑOS, MILES DE HISTORIAS Y UNA IDEA El periódico que dio vida a lo que es el laboratorio de periodismo de la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín llega a veinte años de su segunda época. Luego de sus antecedentes más remotos en 1968, otros nombres como Periodismo en acción, la aparición bajo el nombre de Contexto en los años noventa y la desaparición de la publicación hasta noviembre de 2001, cuando regresó gracias a un equipo de profesores y estudiantes motivados por dejar impronta sobre aquel tiempo y sus propias incertidumbres. Con historias sobre el papel de las mujeres durante estas dos décadas, un balance analítico del paso de las mismas sobre nuestra urbe, los retratos de su crecimiento

hacia el campo que la rodea en sus cinco corregimientos y una lectura detallada del fenómeno migratorio que la transforma, entre otras historias, celebramos estas dos décadas claves del presente proyecto universitario. Conformamos para ello equipos entre los que abrieron camino hace veinte años y quienes lo siguen hoy en ese empeño de entender la ciudad, nuestro primer contacto con el resto del mundo, para poder contarlo a los demás, cada vez bajo más variedad de formas. Qué mejor forma de ratificar ese compromiso que poniendo de nuevo el periódico en manos de sus lectores, luego de la ausencia impuesta por la pandemia.

Lea en Contexto

4y5

Rostros

Entre la “vista gorda” y la mano amiga Colombia y la migración transnacional

6 y7

Este tiempo

Corte de cuentas: avances y frenos del desarrollo en Medellín Dos décadas de cambios

12-14 Rastros

Urbanización sin ciudad Las transformaciones de la Medellín rural


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Opinión

“¿Cómo sabes que te gusta?” Xiomara Karina Montañez Monsalve* / redperiodismou@gmail.com

“¿Cómo sabes que te gusta?”, le dice un hombre a otro que mira al cielo y las estrellas. Este responde: “Porque no miré el celular mientras charlábamos”. Un meme, que tal vez habla del amor o del gusto por otra persona, me devolvió a la nostalgia. En pandemia, cuando supe que la edición impresa de Periódico 15 solo saldría dos veces al año luego de ser quincenal, empecé la maratónica labor de transformar

Es este un lugar seguro Camila Z. Taborda* /camilataborda86@gmail.com

Recuerdo, era noviembre de 2016. Era pasante en un periódico nacional. Acaso una semana me separaba de mi antigua vida universitaria. Había cambiado de ciudad, ahora trabajaba escribiendo noticias y cuando salía del diario, al anochecer, un gélido viento me extendía su bienvenida. Recuerdo esa noche: ocurrió un accidente aéreo, la tragedia de Chapecoense. Así titulamos un sinfín de artículos. Era nueva y me empujaba un deseo profesional, el afán de escribir historias estremecedoras y heme ahí, narrando con la urgencia del “Última hora” un hecho doloroso e impactante. Juntar palabras, armar metáforas y describir escenarios me era familiar entonces. Pero una cosa

Contexto, espacio de formación de periodistas universitarios Juan Carlos Ceballos Sepúlveda*/juan.ceballos@upb.edu.co

Pueden llamarse Carla, Natalia, Rosa, Carlos Mario, Lucas, Sebastián, Efraín, Andrés, Lina, Viviana, Juliana, Angie, Korina. Por alguna razón llegan a las reuniones del periódico de la facultad de Comunicación Social con un propósito: quieren hacer periodismo. Algunos fueron motivados por su profesora de Noticia, a otros el de Entrevista, otro más por el de Narrativa o ellos mismos, en sus conversaciones de cafetería, animan a sus compañeros para que hagan parte del equipo de redacción. Al inicio existe un reto: entrar en acción. Ya está bueno de recibir teoría sobre los géneros periodísticos, pirámides invertidas, estructuras, cuestionarios, maneras de acercarse a las fuentes, planear la reportería y el trabajo de campo, documentar. Ya creen

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los contenidos y llevarlos a lo digital en escenarios que tal vez no había pensado que serían útiles y formativos para un periódico universitario: las redes sociales. Al poco tiempo me di cuenta de que la falta de impresos en las universidades me empezó a mostrar un vacío en la formación de las nuevas generaciones. El antídoto de la pasión comenzó a escasear. La academia y los docentes creímos que un blog, una página web, un multimedia o un transmedia –tan de moda–, y ni qué decir de las redes sociales, reemplazarían las rutinas de un consejo de redacción, las correcciones con marcador rojo, la adrenalina del cierre, el placer de usar una cámara fotográfica, la disputa por la portada, la agenda informativa propia y la lectura en grupo al desempacar los ejemplares aún con olor a tinta. La realidad nos superó. Incluso nos sigue agotando cada día ante un auditorio detrás de pantallas o frente a los rostros con tapabocas que parecen no sorprenderse con el retorno a los salones de clase. Es la lucha constante por hacer que los estudiantes se preocupen por la formación que se les imparte y, de corazón, que se enamoren de nuestros laboratorios y medios universitarios.

Los estudiantes también están perdidos y no precisamente en la nostalgia. Las faltas ortográficas, el rechazo a la lectura, el “no me interesa” y la creatividad mediada y coartada por las aplicaciones gratuitas, los alejan de las aulas, del debate con argumentos, de la historia, del contexto, de lo práctico, de la pasión y de los mismos profesores. ¿Qué hacer entonces? Sin el ánimo de dar fórmulas, pero sí alternativas que nos lleven a mirar el firmamento y no simplemente el celular, reactivar la circulación de Contexto es un camino necesario. Al profe Joaquín y a sus estudiantes les digo que apuesten por la pirámide invertida, que retomen a los grandes reporteros y cronistas en lecturas en voz alta, que caminen por Medellín con libreta en mano y sin grabadoras. Lo cierto es que todo va a terminar en lo digital porque también es necesario, pero qué bonito sería que cuando hablemos de nuestro periodismo no tengamos que mirar el celular, sino evocar la experiencia y aprendizaje que nos deja el paso por un impreso universitario.

es el periodismo, ese clásico oficio romantizado de oficina y café, idealizado entre calles y voces, versiones, la página en blanco. Otra cosa es un avión que se cae del cielo, las muertes. Por suerte, ya me había probado antes en un espacio seguro. Tal vez no hay causa más digna para los periódicos universitarios que esa: prepararte para discurrir, para ser haciendo, para sentir aquel rito de comunicar lo ajeno con buen corazón. Tenía herramientas, experiencias, varias de ellas legadas por aquel Laboratorio de periodismo, por Contexto. Sabía que siempre hay una manera de llegar hasta otro, que en el otro vive una historia honesta y merecedora de palabras bonitas, que hay entrega y un mensaje dispuesto a calar en alguien todo el tiempo. Intuía que me formaba para una labor con ritmos tan llevados a su parecer que mis obsesiones y preguntas no eran únicas, y que las respuestas aguardaban en un relato atesorado por algo o alguien sobre la tierra. La práctica, finalmente, es lo que nos hace. Una y otra vez. Jugando a la formalidad con que se juega, también, en una sala de redacción. Invirtiendo la fuerza del que sueña dedicarse a un fin, haciendo retumbar un teclado mientras se desgrababa, escarbando la realidad para encontrar, actuar de sabueso, informar, pintar la escena y clausurarlo todo con ver-

se a sí mismo en una página impresa. Nombrarse. Tal acto vale lo que pesa su seria intención de publicar. Ese ejercicio, que celebra dos décadas en esta edición, me acercó al periodismo. Amansó los miedos escondidos detrás de las agendas noticiosas. Las faltas de ortografía, las fuentes mudas, los hechos frustrados. Entibió los calambres de la pena, semilló un discurso, la magia de un trato cálido, la maestría de la escucha. Toda esa práctica, que se torna sagrada dentro de un espacio universitario, no hizo más que avivar el gozo por las historias y el amor por las palabras. Atravesar con ideas colectivas el papel y materializar el tiempo, la realidad en hojas, edición por edición, es un quehacer que ilusiona al estudiante. Al que somos, ávido de respuestas, curioso como un gato, como un niño. En esa medida, la compañía de llevar a cabo un consejo de redacción, debatir, masticar una cuestión de ciudad, un problema de país, un desvelo personal. Se trata de una guía que afianza o abate la formación propia. Por eso, este testimonio solo da cuenta de la mano abierta, de las tablas listas para que actuara, de lo que significó para mí escribir en Contexto. ¡Qué siga, con su mismo carácter extrovertido, incubando soñadores!

saberlo todo (en teoría), ahora falta la confrontación con la realidad. Y qué mejor espacio para hacerlo que los medios universitarios, entre ellos periódicos como Contexto de la facultad de Comunicación Social-Periodismo de la UPB. Contexto ha permitido a los estudiantes iniciarse en el fogueo del periodismo, desde la asignación de los roles (jefe de redacción, periodistas, fotógrafos) hasta la formación del criterio periodístico para proponer los temas, las imágenes, las fotos de portada, los títulos y, sobre todo, para ir a la calle a confrontarse y enfrentar las realidades cotidianas que suceden en la ciudad, en ese encuentro con el otro que luego serán los personajes y las fuentes que darán vida a sus informes, crónicas, reportajes y entrevistas. En estos casos, un periódico ya no se piensa solo para que lo lean y evalúen sus profesores, sino para que otras personas, los lectores que están por fuera de los muros de la universidad, tengan la posibilidad de disfrutar aquellas historias y relatos escritos por los jóvenes periodistas. Esa podría ser la graduación como tal: lograr que alguien se interese por leer aquello que aparece impreso o se comparte por medio de alguna plataforma digital. Publicar el texto es de por sí una proyección a la sociedad, a los ciudadanos y a los lectores que quieren encontrar otros relatos diferentes a los que aparecen en los medios tradicionales. Por eso, emociona ver a un ciudadano leyendo el periódico en un bus del Metroplús o saber que cualquier persona puede acceder por las redes a los contenidos elaborados por los estudiantes. Esto marca otro reto propuesto desde el “periodismo de tablero”: ga-

rantizar que cada línea publicada tenga ese espíritu de entender que la información es un bien público. En esa medida, como lo enseñó el maestro Javier Darío Restrepo, el periodismo es un servicio público y es deber del periodista garantizar el acceso a ese preciado derecho a la información, para ayudar a comprender las complejidades sociales y, por qué no, tomar posición frente a las mismas a partir de la información recibida. De ahí que, más que pensar en los temas que “venden” (actitud cada vez más común en los medios de comunicación), los periódicos universitarios sirven de espacio para acercarse al otro, entender sus realidades, “ponerse en sus zapatos” Así, el periodismo universitario tiene el deber de acercarse y escuchar esas voces ignoradas o acalladas por la sociedad, esas que no ocuparán las primeras páginas ni los comentarios de los afamados columnistas y periodistas. Ese acercamiento permite a los estudiantes entender que el periodismo es un ejercicio comprometedor que se debe a una sociedad y, por ello, necesita espacios como los periódicos universitarios para que allí puedan foguearse, aprender y aportar los relatos que muestran su manera de entender y comunicar la sociedad de la que hacen parte. En pocas palabras, los periódicos como Contexto y otros medios universitarios tienen como propósito fundamental servir de espacio que contribuya a la formación de periodistas creativos y comprometidos con sus sociedades. ¡Bienvenidos quienes deseen ser parte de estos medios alternativos!

*Docente y directora Periódico 15 UNAB Coordinadora general de la Red Colombiana de Periodismo Universitario

*Comunicadora social – periodista UPB, Medellín.

*Ph.D. Profesor de Periodismo, exdirector de Contexto.


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Editorial

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A VEINTE AÑOS DE HISTORIA, UN REGRESO periodico.contexto@upb.edu.co

En diciembre de 2019 fue la última vez que nuestro periódico circuló por las calles, bibliotecas públicas y universitarias del país, centros culturales y estaciones del metro en Medellín. Meses después, bajo el rigor de la pandemia por la covid-19, enviamos a ustedes una señal de esperanza con una edición en formato PDF interactivo con la que nos abrimos a nuevas posibilidades en el auge de la virtualidad. Ahora, en una feliz coincidencia, a veinte años de su reactivación, vuelve a las calles el periódico Contexto. En el año 2001, un grupo de estudiantes, liderado por la profesora Beatriz Marín Ochoa, tomó la posta de la publicación que había cesado en la segunda mitad de los años noventa y venía haciéndose desde 1968 en la que

En noviembre de 2001, el periódico Contexto reapareció y abrió con una pregunta aún vigente. Conformaron ese primer equipo editorial: Karen Carmona, Diego Aristizábal, Tirso Benavides, Santiago Gallego, Carlos López, Carolina Mejía, Adelaida Múnera, Andrés Raigosa, Juan Carlos Restrepo, María Isabel Valderrama, Carlos Andrés Valencia, Uver Valencia, Katerine Betancur, Margarita Villada. Foto: archivo Contexto.

El periódico de los estudiantes de la Facultad de Comunicación Social - Periodismo

se denominaría Facultad de Comunicación Social – Periodismo de la UPB en Medellín. Periodismo en Acción fue uno de los nombres previos de ese proyecto que buscaba manifestar de forma concreta la idea de periodismo promovida desde esta escuela de formación que cumple 55 años de trayectoria y bajo el nombre Contexto ya se reconocía en los años 90 esa propuesta informativa que maduró hasta convertirse en una necesidad sentida ya no solo por los estudiantes, sino por los lectores de una ciudad de transformaciones frenéticas que pedía ser narrada. Desarrollos académicos desde esta casa de estudios refirmaban esa idea. La especialización en Periodismo Urbano de la UPB y el proyecto insignia Voces Ciudadanas ya habían demostrado que la ciudad es espacio de diálogo, encuentro e historias que deben ser contadas para fortalecer el papel activo de la ciudadanía y, con él, los valores fundamentales de una democracia. Bajo esas discusiones y preguntas se formaron los precursores de la que llamamos “segunda etapa de Contexto”, la que desde 2001 mantiene la circulación del periódico hasta hoy, la del giro definitivo hacia la ciudad, del periodismo hecho desde la universidad y promovido por la academia, en respuesta a la credibilidad que le otorga la sociedad y como aporte de la reflexión que se requiere en los afanes de cada época: hace veinte años, el auge tecnológico y los riesgos del inmediatismo; hoy, la posibilidad real de que las personas, los periodistas y los medios naufraguemos en el mar de información en el que debemos remar a cada minuto. Algunas de las personas que escribieron las páginas de esa nueva etapa de Contexto aceptaron volver a su primera casa periodística desde las salas de redacción de medios nacionales e internacionales, la academia y las áreas de comunicación organizacional, para hacer equipo con jóvenes periodistas que han sido pilares de este proyecto durante estos meses de pandemia, de retos inéditos.

Gracias a esa colaboración entre generaciones, en esta edición les proponemos una puesta al día con un pie en el pasado sobre cuestiones clave de la transformación de nuestra urbe, convertida en región por su crecimiento, escenario de la mayoría de nuestras historias y de la necesidad de información de quienes buscan leer nuestra propuesta para no solo saber lo que pasa, sino para entenderlo. En estas páginas reconocemos el papel multifacético de la mujer en los cambios de estas dos décadas con una selección de veinte reseñas sobre quienes los han promovido. Un ejercicio necesario, pero que reconocemos que es injusto con mujeres valiosísimas que quedaron por fuera de esa lista. Por eso, hemos decidido dejarlo abierto para seguirlo enriqueciendo en nuestras plataformas digitales. En este número especial analizamos las principales claves de transformación de la Medellín que se ha mezclado y crecido con otras nueve urbes en el Valle de Aburrá durante estas dos décadas, retratamos las luces y sombras del crecimiento urbano que llega también a la Medellín rural. Como signo de este tiempo en el que los problemas globales pueden manifestarse con fuerza en la puerta de nuestras casas, recorremos la realidad de la migración

transnacional en Colombia, fenómeno mundial que ha cambiado el paisaje de nuestra urbe, rutinas y mirada sobre los problemas del mundo. Vuelve nuestra apuesta constante por las historias de los nuevos periodistas de los tenis gastados por buscar relatos que fueron nuestra primera plana en 2001, quienes durante meses de encierro y restricción llegaron hasta nuevas historias sin salir de casa y van de nuevo por ellas, cuadra a cuadra y también clic a clic. Nuestro reconocimiento a quienes mantienen vivo este proyecto. Gracias a los egresados que vuelven a casa, a los jóvenes colegas y aprendices en esta experiencia, al grupo de la Editorial UPB que pone en manos de los lectores esta edición terminada y al equipo directivo de nuestra Universidad cuya confianza en nuestra labor criteriosa y libre seguiremos honrando. Gracias a los medios colegas de la Red Colombiana de Periodismo Universitario que ayudamos a crear y cuya colaboración nos da un norte y nos proyecta fuera de nuestras fronteras. Vuelve el impreso, porque los noveles periodistas, sus logros y reconocimientos, las historias de ciudad y los temas que necesitan entenderse nunca cesaron y por eso el periodismo universitario es un voto por el futuro.

CON EL REGRESO DEL PERIÓDICO CELEBRAMOS TAMBIÉN LOS 55 AÑOS DE LA FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL-PERIODISMO Y EL TRABAJO DE SUS ESTUDIANTES, QUIENES SON EL PILAR DE ESTE PROYECTO.

Miembro de la Red Colombiana de Periodismo Universitario • Rector: Pbro. Julio Jairo Ceballos Sepúlveda / Decano Escuela de Ciencias Sociales: Ómar Muñoz Sánchez / Directora Facultad de Comunicación Social-Periodismo: María Victoria Pabón Montealegre / Coordinador del Área de Periodismo: Juan Manuel Muñoz Muñoz / Dirección: Joaquín Alonso Gómez Meneses / Redactores en esta edición: Catalina Oquendo Bedoya • Juliana Gil Gutiérrez • Sebastián Carvajal Bolívar • Juan Manuel Cano Londoño • María Camila Ramírez • Natalia Tamayo Gaviria • María Alejandra Durango Mercado • María Alejandra Durango Mercado • Daniela Morales Medina • Estefanía Cardona Espejo • Juliana Duque Cardona • Liceth Torres • Daniela Uribe Naranjo • Federico Hoyos Gutiérrez / Imagen portada: Martín Villaneda / Diseño: Estefanía Mesa B. • Carlos Mario Pareja P. / Diagramación y corrección de textos: Editorial UPB • Jorge Santamaría // Universidad Pontificia Bolivariana • Facultad de Comunicación Social - Periodismo / Dirección: Circular 1a No 70 - 01 Bloque 7, oficina 401 / Teléfono: 354 4558 / Twitter: @pcontexto / Instagram: @contextoupb / Correo electrónico: periodico.contexto@ upb.edu.co / Edición Impresa: ISSN 1909-650X. Edición en línea: ISSN 2711-3655.


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ROSTROS

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Colombia y la migración transnacional

ENTRE LA “VISTA GORDA” Y LA MANO AMIGA Catalina Oquendo B., periodista de El País de España / Juliana Gil Gutiérrez, periodista de El Colombiano e investigadora adscrita al Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

Colombia es escenario de las dos migraciones más importantes de Latinoamérica, pero las está asumiendo de formas diferentes: integración con la venezolana y ‘dejar ver, dejar pasar’ con la haitiana, que considera un fenómeno en tránsito. Contexto se adentra en sus historias y desafíos. Desde Chile hasta Estados Unidos, pasando por Colombia, la diáspora de haitianos es asumida como una migración en tránsito, una de la que ningún Estado se quiere responsabilizar. El 13 de agosto de 2021, Irvens Norvilus partió de Chile, país donde se refugió de la pobreza que lo acechaba en su natal Haití. Después de cinco años allí sintió que esa ya no era tierra para migrantes. “Así es la vida”, suele decir en su español casi perfecto para resumir todo lo que ha enfrentado desde que salió desde Puerto Príncipe hasta República Dominicana y luego a Chile, donde trabajó como instalador de vidrios en vehículos. Antes de 2018, los haitianos podían regularizar su situación en Chile si conseguían un trabajo. Pero a partir de ese año, el presidente Sebastián Piñera exigió una visa consular para ellos. “La vida es así, es lo que tengo que hacer para vivir mejor”, insiste el haitiano, como si ese fuera su destino ineluctable al hablar del recorrido más azaroso que puede hacer un migrante en el mundo hoy: los 8 500 kilómetros que separan Chile de Estados Unidos, pasando por la temida selva del Darién entre Colombia y Panamá, con el enorme riesgo de perderlo todo y ser deportados a Haití. El todo por el todo de un éxodo desesperado. Su recorrido es también un viaje por las políticas de cada Estado frente a los migrantes: los que no les dan documentos y los expulsan, los que los dejan pasar esperando que el siguiente país absorba y se

El trabajo de las autoridades se enfoca especialmente en los niños, algunos de los cuales se quedan solos en el camino. Foto: Catalina Oquendo.

Migrantes de países del Caribe hacen fila en las playas de Necoclí para abordar un transporte que los lleve a Panamá. Foto: Catalina Oquendo.

encargue del fenómeno, los que dan mensajes ambivalentes que tienen efectos en la vida de miles de personas que buscan una vida mejor. Albañil, de 33 años, Irvens se apura a decir que Chile es un buen país, pero que allí los migrantes son vistos como personas de segunda categoría. Se cansó de “trabajar más y recibir menos por ser extranjero”, de sentir que jamás podría acceder a una vivienda y de ver que todos sus amigos empezaban a irse a México. El efecto de contagio y soledad del migrante sin red que se quedaba en un país donde aumenta la xenofobia, sacudió su cabeza y lo obligó a partir. Durante tres meses, este migrante ha contado sus pasos. Antes de salir de Chile, cuando se perdió el rastro de su amigo, el también albañil, Raymond Salomon, al parecer muerto en medio de la selva del Darién; al cruzar por Brasil, Ecuador, subir por Ipiales y llegar a Medellín. De su viaje a Necoclí y su pedido de auxilio, para que por favor avise a “derechos humanos o a alguien que pueda ayudarnos”, porque en este pueblo de Antioquia les cobran hasta 300 dólares por un tiquete de lancha que usualmente cuesta 70 000 pesos colombianos. De la decisión de atravesar la selva con su esposa. De los muertos que vio en el camino, del temor a que la violaran a ella, como le ha ocurrido al menos a 245 mujeres en esa trocha, de cómo ese recorrido lo cambió para siempre. “Estoy en Guatemala, amiga”, escribió un día triunfante tras varias semanas de silencio angustiante.

No son tierras para migrantes Lo que vivieron, sin embargo, refleja que tampoco Colombia ni Panamá quieren ser tierras para estos migrantes. “Me robaron 735 dólares y vi cómo mataban hermanos haitianos al frente de nosotros. La selva fue muy, muy mala”, escribió. Irvens se sabe un sobreviviente del Darién, como se conoce a las cien mil personas que han cruzado este año esa temible frontera. No existen datos certeros de cuántos se han quedado en el camino, pero las autoridades panameñas han recogido y sepultado a medio centenar de muertos. “No es fácil tampoco cruzar la frontera en Nicaragua y en Guatemala gastamos mucho dinero, pero lo peor son los delincuentes y la muerte entre Colombia y Panamá”, cuenta ahora desde México, donde tuvo que hacer un alto en su sueño americano. Las deportaciones de 129 compatriotas hasta Puerto Príncipe lo hicieron detenerse, al menos por un tiempo. Irvens está en Tapachula, en la frontera que divide a México de Guatemala y que se ha convertido en un enorme campo de refugiados donde se acumulan decenas de miles de migrantes. Esperan conseguir asilo o una visa humanitaria y no ser deportados. “Quiero esperar a que todo se calme para que no me devuelvan a Haití. Cuando tenga todos los documentos voy a intentar y, si me devuelven, me deportan a México”, calcula mientras espera y resiste. Ha gastado ya 6 000 dólares en este viaje y tendrá que esperar por lo menos hasta diciembre porque las citas


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A la fecha, ya poco se sabe del colapso de espacios y servicios en Necoclí. Los gobiernos siguen sin llegar a acuerdos concretos para garantizar seguridad a los migrantes en tránsito. Foto: Catalina Oquendo.

de Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar) están llenas. Pero el riesgo también es que los detengan y devuelvan a Guatemala. Los migrantes haitianos entregan todo a los traficantes o coyotes que les prometen pasarlos por rutas más seguras. Pero nada es seguro en este éxodo. “Tuvimos suerte en la selva, no nos cruzamos a ningún delincuente”, cuenta por WhatsApp Jean Enock Gedeus, otro migrante haitiano que está del lado guatemalteco. Él no teme a las deportaciones, pero esperará a llegar a México para calibrar la situación. Como sea, intentan llegar a Acuña, en Coahuila, y tratan de pasar a la ciudad tejana de Del Río, donde la patrulla fronteriza de Estados Unidos ha azotado a varios migrantes desde sus caballos, causando una enorme vergüenza para la administración del presidente Joe Biden. La decisión del mandatario norteamericano de ampliar el estatus temporal hasta 2023 a los haitianos fue leída por los migrantes como una llamada y una única oportunidad para ellos. “Siendo Estados Unidos el destino deseado por los distintos flujos migratorios, los países que atraviesan (estos migrantes) han estado adoptando medidas cambiantes dependiendo de la ubicación geopolítica del país, de las presiones externas y las relaciones con Estados Unidos y en función de los fenómenos coyunturales y las capacidades de respuesta”, explica Lorena Mena, especialista de Continente Móvil, consultora dedicada a los estudios de migración. Para esta doctora en estudios migratorios, México carga con la mayor tarea por su ubicación, ya que los países del sur del continente no se quieren hacer cargo porque los conciben como migrantes en tránsito. En efecto, la canciller colombiana, Marta Lucía Ramírez, ha dicho que no quiere ser un “sándwich” de la migración y ha culpado a Ecuador, “que los dejó subir”. Su homóloga de Panamá, Érika Mouynes, a su vez, se queja de que están recibiendo más de los migrantes acordados con Colombia. Las organizaciones de derechos humanos abogan por un corredor humanitario que salve vidas, pero ninguno se atreve por temor a generar un efecto de llamada a más migrantes. “Por esas políticas de ‘dejar ver, dejar pasar’, los traficantes son los grandes ganadores aquí”, explica la especialista y critica que no hay esfuerzos de nivel transnacional para intentar controlarlos, “como si fuera un terreno pantanoso, como si nadie se quisiera meter”. Mientras los Estados toman decisiones ambiguas frente a estos migrantes y ponen fronteras, los traficantes —dice Mena— ofrecen rutas paralelas y se aprovechan de que ellos no se niegan a abandonar su sueño.

migración internacional más grande del mundo, después del exilio de los refugiados sirios que huyen hacia Turquía y el resto de Europa. Esa ubicación envidiable del país, con los dos océanos, una punta en Centroamérica y otra que le conecta con Suramérica, fronteras con Panamá, Ecuador, Perú y Brasil, y un límite de 2 219 kilómetros con Venezuela, le hacen el epicentro de la movilidad de los migrantes, refugiados y colombianos retornados que buscan una nueva vida. La migración y la crisis de Venezuela están conectadas: al menos 5,6 millones de personas han salido del país, 94,5 % de la población que se quedó está en la línea de la pobreza, el salario mínimo ronda los dos dólares al mes, no hay garantía al derecho a la salud y tampoco a la educación; en 13 años el bolívar ha perdido 14 ceros en los intentos de frenar la hiperinflación y la debacle cambiaria, y gran parte de la población depende de las remesas porque el salario no alcanza. A ese cóctel de desequilibrios las organizaciones internacionales le llaman emergencia humanitaria compleja, el problema venezolano que empuja, y seguirá impulsando, la migración. Los Gobiernos de Colombia, por ahora, han mantenido un discurso de mano amiga con los migrantes, pero la tarea va más allá: integración e inclusión. Se implementaron el Permiso Especial de Permanencia (PEP) con sus diferentes capítulos y la Tarjeta de Movilidad Fronteriza, pero el tiempo mostró que esos mecanismos con términos de vencimiento eran insuficientes ante la llegada de una población que supera los 2,2 millones de personas, según el Dane. La migración proveniente de Venezuela tiene, en su mayoría, vocación de permanencia, por lo que aparecen retos para el acceso a la salud, la educación, los servicios públicos, el empleo, el sistema financiero, entre otras cuestiones. Justamente, como respuesta a esa realidad, Colombia creó el Estatuto Temporal de Protección a Migrantes Venezolanos, el primer mecanismo de ese tipo que se implementa en la región. Óscar Soto reside en La Calera, Cundinamarca, y el 13 de octubre se convirtió en el primer venezolano en recibir el Permiso por Protección Temporal por diez años, un documento que es la ruta para la integración e inclusión de esa población. En palabras de Soto, “es una llave que nos va a servir para pagar seguros, abrir una cuenta, estar legalmente en el país”. Que esa llave funcione requiere más que un documento de identificación. “La integración e inclusión comienza con la regularización y Colombia está haciendo un esfuerzo importantísimo con esa iniciativa, pero no puede ser el único paso, con el documento no se agota todo (...) hay que integrar a los migrantes

ROSTROS

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en las políticas públicas, pero también crear unas para esta población”, considera Ligia Bolívar, investigadora del Centro de Derechos Humanos de la Universidad Católica Andrés Bello. Más de 1,4 millones de venezolanos ya terminaron el Registro Único para Migrantes de Migración Colombia, lo que evidencia que cada vez son más los que se encaminan hacia la regularización. Pero, si bien hay una población importante en la regularidad, la mayoría de estos siguen en la economía informal. El camino a la integración está marcado por los desafíos. La Bitácora Migratoria del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario destaca que un pendiente de este proceso es intensificar la socialización de las oportunidades del Estatuto para que más personas se enruten en el proceso de regularización. Hay un desconocimiento, incluso, de los derechos que tienen los migrantes y refugiados. Ese es el caso de Carlos (nombre cambiado a petición de la fuente), un exintegrante de la Guardia Nacional, quien cruzó hacia Colombia con su hijo en brazos, en agosto, tras huir del régimen instaurado en los cuarteles. Después de la trocha, la ruta por carretera “pidiendo cola”, los pasos y los pies cansados, llegó a Medellín en una noche de viernes buscando refugio en un albergue, pero al llamar al 123 Social le respondieron que no podían darle abrigo porque su caso era una estancia corta. Su relato lo contó desde una esquina en la Comuna 11, mientras algunos vecinos buscaban cómo ayudarle. “¿Usted sabe que es un refugiado?”, le pregunté. Huyó de Venezuela tras escapar de la policía del régimen. Salió en cuestión de horas cargando solo el equipaje que lograba llevar a cuestas y no puede regresar por temor a retaliaciones, pero relata que los funcionarios que le respondieron el teléfono cuando arribó a Colombia le indicaron que no podrían atender su caso. “Lo sé y ahora lo que necesito es llegar a otro país donde puedan ayudarme”, respondió. Colombia dio un paso histórico para integrar a los venezolanos, una determinación que se quedará corta si no se revisa la implementación del Estatuto y se empodera a quienes residen en el país para entender y aplicar ese mecanismo. El colombiano es un territorio de movilidad humana: el país con más desplazados internos del mundo, refugio de quienes salen de Venezuela, punto obligado de tránsito de ciudadanos cubanos, africanos, y hasta postulado como lugar de acogida de los refugiados afganos; todas personas que se resisten a abandonar sus sueños, como los haitianos Irvens o Gedeus. Este último escribe despidiéndose por WhatsApp: “Me voy a encontrar con el guía para atravesar en la noche de hoy. Con suerte, amiga, todo saldrá bien”.

Integrar(nos) Seis años y contando. Ese es el tiempo durante el que Colombia ha sido protagonista del fenómeno de movilidad humana proveniente de Venezuela, la segunda

Para las familias migrantes, cada día es una posibilidad de quedarse a la deriva o encontrar un modo de subsistir. Foto: Catalina Oquendo.


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ESTE TIEMPO

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Dos décadas de cambio

CORTE DE CUENTAS: AVANCES Y FRENOS DEL DESARROLLO EN MEDELLÍN Sebastián Carvajal y Juan Manuel Cano, estudiantes de Comunicación Social - Periodismo*.

Un repaso por asuntos clave para la calidad de vida de quienes habitamos la ciudad, que evidencia logros, pero también desafíos y asignaturas pendientes. La historia de Medellín en los últimos 20 años es el resultado de evoluciones, resistencias, estancamientos, logros, alianzas, disensos y problemas estructurales que, pese a esfuerzos de distintas orillas y en diferentes momentos, no ceden y plantean nuevos retos. Dos décadas atrás, luego de sortear la crisis económica de 1999 e iniciar la recuperación, la ciudad puso foco en transformaciones urbanas y sociales, aplaudidas por unos y criticadas por otros, de la mano de unas instituciones públicas y privadas que recogieron aprendizajes de lo vivido al cierre del milenio pasado, incorporaron nuevos conocimientos y experiencias, y se plantearon diver-

sas formas de abordar problemas históricos como la pobreza, el desempleo y el acceso a bienes básicos. Pero al tiempo avanzó un proceso de urbanización complejo que acentuó las desigualdades entre las laderas del norte y del sur, mientras el narcotráfico y diversas estructuras criminales han mutado aquí y allá para pervivir a los esfuerzos oficiales por romper espirales de violencia con inversión social, de la mano de ingresos que otras ciudades no tienen, como las millonarias transferencias anuales de Empresas Públicas de Medellín (EPM). De esa manera, de la mano de mejoras en la seguridad ciudadana, la gestión municipal profundizó programas de cobertura social, mejoró la educación pública, generó entornos protectores para la primera infancia, construyó nue-

vas infraestructuras públicas, democratizó la cultura, entre otros. No obstante, desde el programa Medellín Cómo Vamos, que en 2006 comenzó a tomarle el pulso a la ciudad, su director, Luis Fernando Agudelo, señala que en el último lustro se ha presentado un estancamiento en la movilidad social de los habitantes de la ciudad: “antes de la pandemia y sus efectos, ya apreciábamos un desgaste en la forma de abordar desde las administraciones municipales los problemas de la ciudadanía, pues no se puede con las mismas políticas atender problemas que cambian a medida que cambian los territorios y las condiciones de vida de las personas”. Por eso, señala que para evitar que Medellín sea una promesa incumplida para sus habitantes, no solo es necesario mejorar la calidad de la ges-

tión pública, sino conocer mejor los territorios, propiciar el diálogo ciudadano y consensos con distintos sectores locales. También es fundamental una articulación más efectiva con los otros municipios del Valle de Aburrá y entender que los problemas de Medellín no pueden ser abordados sin tener en cuenta los del área metropolitana (AM). Y esto toma más relevancia cuando la pandemia profundizó desafíos estructurales e hizo perder terreno en asuntos clave como el empleo, la reducción de las brechas sociales, la cobertura en educación, y acentuó problemas como la salud mental y la seguridad alimentaria. De cara al futuro, siempre incierto, Contexto presenta una mirada amplia y general a los avances y frenos en temas fundamentales para el desarrollo de la ciudad:

Educación: cobertura y calidad En los últimos 20 años se destaca el aumento en la cobertura educativa en los diferentes niveles: desde la atención a la primera infancia, con el programa Buen Comienzo, pasando por la básica y media, hasta la educación superior. Ahora el reto para Medellín es disminuir los niveles de deserción escolar, sobre todo entre aquellos que hacen el tránsito a los grados décimo y undécimo, en secundaria, y de esta a la universidad: solo 43 de cada 100 graduados inician su educación superior. También es necesario fortalecer la calidad educativa de colegios oficiales: solo 19 % fueron calificados en categoría A o A+ por el ICFES en 2020. En educación superior se destacan iniciativas como el Fondo EPM, la creación de Sapiencia y la articulación de instituciones públicas del Municipio, pero es necesaria una mayor apuesta por la investigación científica y la diversificación de la oferta en programas técnicos, tecnológicos y profesionales.

Pobreza, desigualdad

Salud: alivios y desafíos Este tema es considerado el más importante para la calidad de vida por los medellinenses, por encima de la familia, el empleo o la seguridad, por lo que debe ser prioritario para la Administración Municipal. Medellín se ha beneficiado en las últimas dos décadas de avances en el sistema nacional de salud en cobertura, calidad e igualdad en prestaciones para los regímenes subsidiados y contributivo. Se suman mayores fortalezas en formación en salud, investigación, expansión de hospitales y articulación público-privada; que han dado resiliencia en la respuesta local a la pandemia tanto en camas como en telemedicina. Pero también emergen desafíos: preservar el nivel técnico de la red pública de salud, que incluye a Metrosalud y al Hospital General, consolidar servicios para atención de la salud mental, al igual que ampliar la protección integral de la primera infancia mediante Buen Comienzo.

y empleo bajo la lupa

Aunque se ha presentado una tendencia general de reducción

en los índices de pobreza, al igual que una mejora en el Índice de Gini (de desigualdad), Medellín no ha logrado avances significativos en la movilidad social de su población. Eso se suma a los efectos de la pandemia: al año anterior una quinta parte de su población era parte del Índice de Pobreza Multidimensional y 1.2 millones de los habitantes del AM vivían en pobreza monetaria. Jóvenes, mujeres y personas desescolarizadas son quienes presentan mayor dificultad para ingresar al mercado laboral, que se refleja en un aumento en los últimos años de la informalidad, que volvió en 2020 a niveles de 2014, por la covid-19. De hecho, la pandemia generó un retroceso de más de diez años en las tasas de ocupación y empleo. Por eso urge que se implemente en la ciudad el SISBEN IV, como herramienta de focalización técnica y transparente de inversión social pública, y en fortalecer su tejido empresarial, en especial, el de pequeñas y medianas empresas.

Enfoque de género: materia pendiente La agenda ciudadana de mujeres en Medellín ha sido impulsada por movimientos y organizaciones sociales que han propiciado que desde la Alcaldía se preste más atención a profundas desigualdades de género y limitaciones económicas, educativas, sociales y también culturales, consecuencia de un modelo estructural que aún persiste en ser patriarcal. Pero no es suficiente que exista una política pública para ellas, una Secretaría de las Mujeres o una representación directa en el Concejo local con Estamos Listas. A pesar de ser el 53 % de la población de Medellín, las mujeres afrontan enormes barreras para ganar autonomía económica cuando tienen más limitaciones en el acceso al mercado laboral. Sobre ellas recae el cuidado doméstico no remunerado y la pandemia acentuó la violencia intrafamiliar. Por eso, el mayor reto público-privado es crear empleos formales y unir voluntades en distintos sectores para lograrlo.


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Vivienda: a cerrar brechas Seguridad ciudadana: avances

significativos por completar

La reducción de la violencia homicida es uno de los mayores logros de la ciudad: pasó de una tasa de 174 por cada cien mil habitantes en 2001 –una de las más altas del mundo– a 14 en 2020. No obstante, los indicadores de homicidios contra jóvenes y los feminicidios se mantienen altos. También hubo una disminución considerable en delitos como el secuestro, pero han aumentado otros como la extorsión y los delitos contra el patrimonio. Las 350 bandas criminales –grandes y pequeñas que delinquen en la ciudad, según estudios de la Universidad EAFIT– continúan como actores armados de autoridad que hacen regulación social en distintas zonas. Se mantienen como principales desafíos implementar estrategias focalizadas por territorios contra el crimen organizado, la prevención y la atención integral en derechos humanos, así como ofrecer mayores oportunidades de empleo a los jóvenes, acompañadas de una oferta educativa y cultural.

Este sector ha contribuido al crecimiento económico de la ciudad en los últimos años. Esto se evidencia con un aumento en la oferta de vivienda para disminuir el déficit habitacional, que es de 6.2% cuantitativo y de 37% cualitativo, según los últimos datos disponibles a 2018. Sin embargo, los proyectos desarrollados no atienden a la población de menores ingresos y la demanda tiende a ser mayor que la oferta en los estratos 1, 2 y 3. Por eso, se debe apostar a cerrar brechas y desigualdades sociales en el acceso a vivienda. De cara al futuro es necesaria la creación de un Consejo de Política Habitacional que integre al Valle de Aburrá, los municipios del oriente y occidente cercano, para armonizar proyectos e integrar soluciones a problemas habitacionales de la región.

Cultura: hacia un incremento

Movilidad: conectando el valle

El transporte público ha crecido y evolucionado: metrocables, líneas de buses alimentadores, EnCicla, el tranvía de Ayacucho, el uso de la tarjeta Cívica, la regeneración de trenes y la inauguración de nuevas estaciones son algunos de los hitos que permiten al sistema realizar el 30 % de los viajes en el Valle de Aburrá. A pesar de esto, el parque automotor ha crecido exponencialmente: pasó de 295 mil vehículos en el año 2000 a 1.8 millones en 2020. Esto ha generado una congestión vehicular que aumenta el tiempo de los viajes e incide en la calidad del aire. Una mayor conciencia ciudadana y pensar en estrategias de gestión de la demanda diferentes al pico y placa son los principales retos. Con ellos, adelantar la implementación del Plan Maestro de Movilidad y proyectos estratégicos como el metro de la 80 y el tren multipropósito para el Valle de Aburrá.

de la inversión y el consumo

El incremento del presupuesto municipal y la unión público-privada han permitido que haya avances en fortalecer organizaciones comunitarias, consolidar la Red Pública de Bibliotecas y afianzar eventos de promoción de lectura. Además, se han impulsado las vocaciones de algunos sectores y la creación de distritos culturales y creativos como el de San Ignacio y el Perpetuo Socorro. La apuesta oficial ha sido más por realizar grandes eventos que por ejecutar políticas públicas, lo que explica por qué no se ha avanzado, por ejemplo, en el consumo cultural de teatro y danza entre los medellinenses. El subsidio de boletería tampoco ha permitido crear una cultura del pago en distintos espacios. Con todo, es necesario formular políticas públicas de mediano y largo plazo, al igual que una mayor inversión y ejecución efectiva del llamado Plan de Desarrollo Cultural 2020-2030.

Calidad del aire y medio ambiente, dos temas pendientes Si bien hay una tendencia en la disminución de partículas contaminantes PM 10 y PM 2.5 (nocivas para la salud), los indicadores no son suficientes para considerar que en el Valle de Aburrá se respire un aire de calidad, una situación en la que incide la geografía, el parque automotor y factores externos como los incendios. Un avance ha sido la monitorización del Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá (SIATA) y la pedagogía que ha realizado con la ciudadanía. Esto contrasta con la ausencia de medidas efectivas que restrinjan o limiten la circulación de automotores como fuentes móviles de contaminación, así como con menores avances en prevenir desastres naturales y habilitar espacio público verde en algunas zonas de la ciudad, especialmente en el norte. Por eso, se debe continuar la siembra de especies arbóreas nativas y ampliar alternativas como jardines verticales, techos verdes y huertas urbanas.

Seguridad alimentaria a recuperar terreno perdido Medellín había alcanzado logros importantes hasta antes de la pandemia por la covid-19. A partir de iniciativas como Maná y el Programa de Alimentación Escolar (PAE) se redujo la desnutrición infantil. Incluso, conceptos como el sobrepeso y la obesidad se pusieron sobre la mesa y ahora son relevantes para hablar de una alimentación balanceada. Iniciativas como los bancos de alimentos han ayudado a favorecer a las poblaciones vulnerables. Pero hay retos como preservar la seguridad alimentaria de la ciudad y Antioquia logrando un balance adecuado entre importaciones y exportaciones internas o externas. Además, existe una falencia para encontrar personas que se dediquen al cultivo de alimentos debido a desplazamientos y migraciones, por lo que es imperativo crear estrategias que mitiguen esta problemática.

Para este informe conversamos con Luis Fernando Agudelo, director de Medellín Cómo Vamos y Ph. D. en Estudios Políticos; John Jairo Posada Henao, especialista en Vías y Transporte, doctor en Ingeniería y profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional; Piedad Patricia Restrepo, vocera de la veeduría ciudadana Todos por Medellín; Sergio Restrepo, gerente Claustro Comfama y gestor cultural; Jorge Patiño, investigador postdoctoral de la Universidad EAFIT; Jenny Giraldo, directora de Mujeres Confiar; Carlos Julio Díaz, director de la Escuela Nacional Sindical; Andrés Aguirre, director general del Hospital Pablo Tobón Uribe; Miguel Silva, exdirector de Sapiencia; Javier Ramírez, director del Banco Arquidiocesano de Alimentos, y Luis Fernando González, profesor titular de la Escuela de Hábitat de la Universidad Nacional, sede Medellín. Fuentes documentales: Informes de Calidad de Vida y Encuestas de Percepción Ciudadana del programa Medellín Cómo Vamos de 2006 a 2020; Plan Maestro de Movilidad 2020 del Área Metropolitana del Valle de Aburrá; Informes Forensis del Instituto Nacional de Medicina Legal; Informe del ICFES Clasificación de Planteles Saber Once 2021; Política Pública para la Igualdad de Género de las Mujeres Urbanas y Rurales de Medellín 2018; Agenda Ciudadana de las Mujeres de Medellín 2019-2023; Estudio de Salud Mental Medellín 2019 - Universidad CES; Retos del hábitat: por la vida, la equidad y los derechos territoriales - Universidad Nacional; e Investigación Gobierno Criminal 2020 - Universidad EAFIT, Universidad de Chicago e Innovations for Poverty Actions. *Con la orientación de Juan Fernando Rojas, quien fue profesor de la Facultad de Comunicación Social - Periodismo y redactor de Contexto en los inicios de la segunda época.


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TRANSFORMADORAS DE MEDELLÍN EN LAS ÚLTIMAS DOS DÉCADAS María Camila Ramírez, periodista de El Espectador, estudiante de Comunicación Social – Periodismo; Natalia Tamayo Gaviria, periodista de El Espectador; María Alejandra Durango, estudiante de Comunicación Social – Periodismo.

Una historia de los últimos 20 años en Medellín y Antioquia estaría incompleta sin las mujeres que han sido partícipes en la construcción de sociedad, la generación de paz, la expresión artística, la creación de empleo y la apropiación del cuerpo y los espacios que habitan. En la conmemoración de dos décadas de labores, presentamos historias de 20 mujeres cuyas acciones abrieron camino para que las niñas, jóvenes y mujeres de la ciudad y la región cumplan sus anhelos. Piedad Córdoba, María Emma Mejía, Beatriz Quintero, Azucena Restrepo, Adriana Echavarría, Andrea Aldana, Ana María Jaramillo, Luz Mary Giraldo, Ana Cristina Navarro, Juana Francisca Llano, Lucía Atehortúa, Catalina Cock, Beatriz Rave, Ximena Restrepo, Caterine Ibargüen, María Teresa Uribe de Hincapié, Martha Elena Bravo, Dora Ramírez, Marta Liliana Herrera, Lucrecia Ramírez, Fabiola Lalinde… el grupo parece incontable. Son veinte años y muchas huellas para las que, naturalmente, el espacio se queda pequeño. Disfrute la selección aquí y lea los perfiles completos en nuestra página web.

Ana María Cano Posada, por un periodismo crítico

Foto: Periódico 15

“Medellín, extensa, poblada, contradictoria y exacerbada por movimientos y violencias sociales, fue (y es) un caldo de cultivo para germinar construcciones desafiantes y destrucciones aterrorizantes”, así describió Ana María Cano Posada (en 2020) a la ciudad en la que nació en 1956 y en la que resistió, pese al conflicto que atravesaba. En 1992 usó sus conocimientos en periodismo para llenar el vacío informativo que sentía en la Medellín de ese entonces. Por ello, fue cofundadora y directora de la revista La Hoja, un medio de comunicación que se la jugó “por un periodismo reposado/mensual con aprecio por aquellas personas y hechos que no cabían en la actualidad repleta de orden público y violencia”, dijo Cano. En 2002 nació La Hoja de Bogotá y ambas publicaciones circularon cada mes, hasta abril de 2008. En septiembre de 2021 recibió el Premio Silvia Galvis a la Trayectoria Periodística, el cual fue creado por la Universidad Autónoma de Bucaramanga.

Libia Posada, el diálogo interdisciplinar en el arte El sistema de salud, las enfermedades, la medicina ancestral, la salud, el dolor, el sentido de nación, las memorias y los olvidos, la violencia de género, entre

otros temas, se encuentran con el arte en la obra de Libia Posada, nacida en 1959 en Andes, Antioquia. Ella pone en discusión áreas del conocimiento que, aparentemente, no tienen mucho en común y lo hace por Foto: Facebook. medio de técnicas como Perfil de la artista los recursos plásticos, dibujos, mapas y cartografías, fotografías, videos, intervención de objetos. Posada es médica y artista plástica de profesión, se graduó de ambas carreras en la Universidad de Antioquia en 1989 y 1996, respectivamente. En el 2000 obtuvo el Primer Premio del Salón Regional de Artistas, ya había recibido el Segundo Premio del IX Salón Nacional de Artistas, de la Universidad de Antioquia, en 1998. En 2015 tuvo el Primer Premio en los Premios a la Creación Ciudad de Medellín y en 2017 fue conferencista en Health Humanities & Social Justice Conference: “Breath, Body, Voice” en la Duke University, en Carolina del Norte, Estados Unidos.

Laura Mora Ortega, el cine como medio para dialogar con la ciudad La ciudad, las personas puestas al límite y la huFoto: Haemmerli – Lic. manidad es lo que inspira CreativeCommons a Laura Mora para hacer cine, pese a las dificultades que ello implica, especialmente en lo relativo a la industria y al financiamiento, sea público o privado. En 2012 codirigió Escobar, el patrón del mal, de Caracol Televisión, que ganó Mejor Dirección y Mejor Serie en los Premios India Catalina de 2013. En ese año también dirigió No sos vos, soy yo. También escribió y dirigió la película Matar a Jesús, que recibió el premio del FDC en 2013. Dirigió Antes del fuego (2015) y terminó de rodar Los reyes del mundo en las calles de Medellín y varios pueblos de Antioquia. La cinta es sobre los marginados que buscan un lugar donde ser. Este largometraje es coproducido por La Selva Cine, productora que fundó con Daniela Abad.

Muchas de estas mujeres ya demostraron sus capacidades hace más de veinte años. Aún así, sus aportes fueron determinantes para las últimas dos décadas.

Pilar Cossio Tejada, la pasión por la física y las biomoléculas

Foto: Universidad Nacional de Colombia

“Soy apasionada por mi trabajo”, así se describe Pilar Cossio Tejada. Nació en Medellín en 1984 y estudió Física en la Universidad de Antioquia y se graduó en el 2007. Después hizo una maestría y un doctorado en Biofísica Computacional en la International School for Advanced Studies (SISSA), ubicada en Trieste, Italia. Pilar tiene en total 21 publicaciones en revistas internacionales y más de 30 artículos científicos publicados. También ha dirigido más de diez trabajos de grado y ha participado en 44 eventos científicos. Desde el 2016 lidera su propio grupo de investigación Max Planck Tandem, que está asociado a la Universidad de Antioquia y al Instituto Max Planck de Biofísica. Su trabajo ayuda a diseñar péptidos y moléculas afines a las proteínas, lo que, finalmente, incide en el desarrollo de vacunas y posibles medicamentos para el tratamiento de enfermedades infecciosas que prevalecen en las zonas tropicales.

María Patricia Tobón Yagarí, en búsqueda de la verdad para los indígenas

Foto: Comisión de la Verdad

Conocer la verdad para Patricia Tobón es un camino que tiene escollos, pero que no es imposible. Esa es su misión como comisionada de la verdad y, especialmente, siendo la líder del grupo de Enfoque Étnico de la Comi-


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sión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, desde 2018. Ella es indígena del pueblo embera de Colombia y habla dos variedades dialectales de esta comunidad. Es también abogada, se formó en derechos étnicos territoriales y es especialista en Derecho Constitucional. Nació en Medellín y ha sido, desde 2006, asesora y consultora de procesos organizativos étnicos. Además, en su trayectoria se ha enfocado en la defensa y promoción de los derechos de las mujeres indígenas.

LA LISTA QUEDA ABIERTA. ¡PARTICIPE! Son muchas más las mujeres que podrían incluirse en nuestra selección. Para este ejercicio periodístico se escogió una por cada año de la trayectoria de Contexto que celebramos con la edición actual. Es importante que historias así se conozcan, por lo que queda abierta la invitación a enriquecer este compendio, que se publicará con versiones aumentadas de estos perfiles en nuestra página web. Envíenos sus textos de hasta una cuartilla al correo electrónico periodico.contexto@upb.edu.co.

Patricia Nieto Nieto, el periodismo Débora Arango, que trabaja por la memoria desdibujando la moral Narrar a los otros (a las

víctimas del conflicto) desde el respeto, la investigación, el rigor, la verdad y la compasión: a eso se ha dedicado Patricia Nieto como periodista y cronista de medios de comunicación como El Mundo y La Hoja, aunque sus crónicas también fueron publicadas en la revista Cambio, Cromos, Soho y El Espectador. Foto: Hacemos Memoria Nació en Sonsón, Antioquia, en 1968, pero se formó en Medellín: es comunicadora social y periodista, con maestría en Ciencia Política de la Universidad de Antioquia. Es doctora en Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) y ha participado en la publicación de 15 libros. Fue reconocida con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 1996, el Premio al Mejor Libro Periodístico por Los escogidos, entregado por el Círculo de Periodistas de Bogotá en 2012, y el Premio LASA Media Award, otorgado por Latin American Studies Association, en 2019.

Mariana Pajón, la reina del BMX

Foto: Alejandro Montalbán. Lic. Creative Commons.

Nació en 1907 en Medellín y murió en 2005 en Envigado. Fue una voz de expresión desafiante a la tradición política y religiosa de la Medellín del siglo XX. También, la primera artista femenina en pintar desnudos, junto a obras dedicadas a temas políticos por las que recibió críticas y censura. Experimentó con la acuarela, el óleo y la cerámica. Aprendió del maestro Pedro Nel Gómez la pasión por el muralismo y la pintura al fresco, aunque no se le permitió expresarla. No obstante, recibió varios reconocimientos como el Premio a las Artes y Letras de la Secretaría de Educación y Cultura de Antioquia. Sus obras se exponen de forma permanente en el Museo de Arte Moderno de Medellín como una mirada desafiante y femenina sobre momentos históricos del país.

Ángela Salazar, la defensa de los pueblos

Foto: Policía Nacional de Colombia. Lic. Creative Commons.

En un mundo dominado por hombres, como lo es el del BMX (abreviatura para “Bicycle Motocross”), logró ser la reina gracias a su pasión por el deporte, su carácter indomable y el valor para alcanzar todo lo que quiere. Nació un 10 de octubre de 1991 y cinco años después ya estaba en competencias nacionales. Mariana compitió varios años en la categoría masculina y marcó un camino para que se creara una categoría femenina de bicicrós. En 2008 obtuvo el primer puesto en la categoría Junior Cruiser femenina del Campeonato Mundial de BMX, en Taiwán. Hoy tiene ocho títulos mundiales de la Unión Ciclista Internacional, oro olímpico en Londres de 2012 y Río 2016, y medalla de plata en Tokio 2021. En 2013 creó la fundación Pedaleando por un Sueño para acercar a la niñez del país al deporte.

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Foto: Comisión de la Verdad.

Entregó su vida a defender los derechos humanos, acompañar a las víctimas, velar por las mujeres y niños y niñas, y a luchar por la verdad del pueblo negro, afrocolombiano, raizal y palenquero en el marco del conflicto armado. Nació en Tadó, Chocó, en 1954, y murió el 7 de agosto de 2020. Fue criada y educada en Antioquia, donde estudió Trabajo Comunitario y Apoyo Social y se graduó como tecnóloga especializada en Gestión del Talento Humano en el SENA de Urabá. En los años ochenta alfabetizó a niños y trabajadores de fincas bananeras, impulsó proyectos comunales con mujeres, víctimas y excombatientes del conflicto en el Barrio Obrero de Apartadó. Hizo parte de la Comisión de la Verdad, y fue coordinadora de la Mesa Departamental de Víctimas de Antioquia.

María del Rosario Escobar, la apuesta por la cultura El centro de Medellín es el espacio con más diversidad cultural y etnográfica que existe en la capital antioqueña. Lo sabe ella, que nació el 7 de octubre de 1973 y hasta el 2004 vivió “en un barrio que se pelea entre lo comercial, lo político, las luchas de género. Esto hace que mi cuarto y las ventanas de mi casa sean una tribuna Foto cortesía de Maria de aprendizaje para mí”, del Rosario Escobar. según afirma. Descubrió la pasión por narrar en la Biblioteca Pública Piloto. Hoy, esta comunicadora, magíster en estudios humanísticos, especialista en semiótica y periodismo urbano, dirige el Museo de Antioquia, etapa más reciente de sus aportes al sector cultural y artístico, antes realizados desde la Universidad EAFIT, el periódico El Mundo y la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín.

Beatriz Restrepo Gallego, el valor de la educación En el libro titulado Convicciones y Magisterio, de la Editorial EAFIT, se recogen algunos de los ensayos y conferencias notables de esta filósofa. En uno de los apartados se lee que “el reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos es el fundamento o punto de partida de la vida moral”. Restrepo siempre se destacó por el compromiso ético de la formación humana, el conocimiento y el serFoto: El Colombiano. vicio a la comunidad. Nació en la ciudad de Barranquilla en 1941 y falleció el el 21 de julio de 2019. Esta escritora y humanista fue una de las primeras mujeres destacadas en el campo de la filosofía en Colombia. Se desempeñó como profesora y decana en la Universidad Pontificia Bolivariana, rectora encargada de la Universidad de Antioquia, secretaria de Educación del Departamento. Sus aportes fueron determinantes en iniciativas público - privadas como el Plan Estratégico de Antioquia y en los consejos o juntas directivas de EPM, Proantioquia, Fundación Bancolombia, Uniminuto, Eafit, el Centro de Fe y Culturas, el Programa de Asistencia a la Niñez ‒PAN‒ y la Fundación Secretos para Contar. Siendo columnista, propuso repensar la educación como ejercicio de autoformación integral y crítica del estudiante, con proyecciones al compromiso y la responsabilidad con la sociedad.


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Teresita Gaviria Urrego, aprender del perdón

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Rocío Arango, la encendedora de luciérnagas

Foto: Tatiana Tejada Foto: Jurisdicción Especial para la Paz, vía Twitter.

Nació el 9 de enero de 1948 y vivió una época de guerra: 13 de sus familiares fueron víctimas de grupos al margen de la ley, sin embargo, fue la desaparición de su hijo Cristian Camilo Quiroz Gaviria, el 5 de enero de 1998, a manos de los paramilitares, lo que la llevó, en el año 1999, a formar la Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria. Este grupo de mujeres se tomó el atrio de la Basílica de Nuestra Señora de La Candelaria. Con volantes y consignas exigían ser escuchadas, que el país supiera que los muertos y desaparecidos tenían familia y que los buscaban. Hoy, más de 1200 personas, en su mayoría mujeres, buscan aproximadamente a dos mil desaparecidos. La labor y el esfuerzo de las Madres de la Candelaria fueron retribuidos con el Premio Nacional de Paz en el año 2006.

construye como feminista y su trabajo le apunta a un Estado feminista. Es abogada de la Universidad de Antioquia, con estudios en derechos humanos. Se crió en familia de líderes y eso le labró camino para convertirse en la primera presidenta de la acción comunal de su vereda. Desde entonces, su trabajo ha estado dictado por la defensa de los derechos de las medellinenses y antioqueñas, bien sea como profesora, funcionaria, abogada y concejala elegida por Estamos Listas, primer movimiento político feminista de la ciudad y el país.

Dora Ocampo, la antioqueña de oro que le apuesta al campo

Judith Botero Escobar, por la defensa de ser libres

Twitter RocarangoG

Rocío Arango nació hace 35 años en un contexto de Medellín en el que se sentía como una ciudad inviable e invivible por las bombas, los secuestros y otros horrores que sufría el país. Pero tuvo una infancia feliz alrededor de sus amistades del Colegio María Auxiliadora y de libros amigos. A los 14 años le diagnosticaron ataxia de Friedreich , una enfermedad huérfana que ataca al sistema nervioso y muscular. En silla de ruedas asistía a fiestas, salía con sus amigas, tuvo novio y nunca dejó de soñar con ir a la universidad. “Tienes que aprender a vivir con la cabeza y de la cabeza”, le decía su papá. Estudió Ciencias Políticas en la Universidad Nacional y se hizo activista por los espacios inclusivos en la U. Fue becaria de posgrado en México, con la idea de trabajar lo social dentro de la ciencia, la tecnología y la innovación. Desde el centro para la innovación Ruta N se dedica a enseñar a los emprendedores que el desarrollo siempre va de la mano con lo social.

Pastora Mira, la mujer que le tendió la mano a sus victimarios Foto: Cortesía.

Foto: Maria Alejandra Durango.

Es defensora y activista por los derechos humanos y los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en Medellín y toda Colombia. Nació en 1947 y desde su formación escolar se interesó por maneras de concebir la educación sin moralismos, culpas ni sumisión. Es antropóloga de la Universidad de Antioquia y tiene una experiencia de más de tres décadas en el trabajo comunitario, político y académico. Es fundadora de la Red Colombiana de Mujeres por los Derechos Sexuales y Reproductivos, labor que mereció la Orden al Mérito Juan del Corral en grado plata. Al recibir el reconocimiento, relató: “Con el tiempo deduje que la obediencia saldría de mi vida y de las personas con quien convivía, ¡qué maravilla! Seres pensantes, nunca obedientes”.

Dora Saldarriaga, la concejala 100 % feminista Ella es del campo. Le pertenece al verde, a los árboles, a su gente que cultiva flores y al buen vivir. Habla de su vereda, Piedras Blancas, y su corregimiento, Santa Elena, como su patria. O más bien su “matria”, porque ella se

Dora Ocampo es una antioqueña de oro, aunque su trabajo nunca ha estado vinculado con la extracción de este material precioso. Es más, vive en una zona de vocación agrícola. Lo suyo, en cambio, son las frutas. En 2018, con el premio que le da aquel apelativo (Antioqueña de Oro), le reconocieron su labor por las mujeres, familias y campesinos asociados en Asofrutas. En 2014, esta campesina del corregimiento de San José, del municipio de La Ceja, llegó a gerenciar esa asociación de productores de mora, tomate de árbol y aguacates. Además de conseguir nuevos clientes y lidiar con los números, bajos precios de las cosechas y adversidades del clima, Ocampo ha apostado por sacar a las mujeres rurales de sus casas y darles la mano para que salgan de sus hogares en busca de sus propias realizaciones. Lo entendió desde los siete años cuando ayudaba a recoger moras y luego de que le tocara irse de La Ceja con su esposo, tras ser víctima de un atentado por parte de los paramilitares.

“Al toro por los cuernos”, le decía su abuela cuando era pequeña. Gracias a esa premisa de vida ha sido capaz de nombrar lo innombrable, de superar el dolor trabajando con víctimas y victimarios para dejar atrás la espiral de violencia que a todos convierte en huérfanos. Trabajó como delegada auxiliar de la Registraduría y en la Inspección de Policía de su natal San

La gestión social, la paz y la reconciliación, están entre los principales campos de acción de muchas de estas mujeres. Foto: Comisión de la Verdad


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Carlos, donde hacía convites para ayudar a las familias campesinas y pobres. Tuvo que dejar su pueblo por amenazas de paramilitares y guerrilla, y volvió luego de dos años en medio del abandono buscando liderar a las mujeres en el cultivo de las tierras que quedaron sin dolientes. Perdonó a los victimarios de su padre y su hijo, fue concejala y se dedicó a convertir a San Carlos en un centro de reconciliación y reparación. Tomó su dolor como su misión por la paz.

Claudia Restrepo, la que rompió un techo de cristal en EAFIT

La precede su experiencia como secretaria de Educación para la Cultura de la Gobernación de Antioquia, vicealcaldesa de Medellín, gerente del Metro, responsable de Personas y Familias en Comfama, entre otros cargos. Pero la clave está en su visión de futuro y manera de lograrlo: “Trabajando por un propósito superior que construya una sociedad más justa, más diversa y con un nuevo paradigma centrado en la sostenibilidad y la ecología de lo cotidiano”.

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Lucía González, la comisionada que busca la verdad a través de la cultura

Rocío Pineda, el referente para las feministas de Medellín La suya es la historia de las luchas y emancipaciones de las mujeres en la ciudad. A los siete años falleció su madre y “le correspondió a mi padre encargarse de mi formación. Me entrenó para ser autónoma. Aprendí a valerme por mí misma, a tomar mis decisiones. Esto propició el descubrimiento del valor supremo de la libertad que, para mí como mujer, es el mayor bien supremo”, le dijo Rocío a Contexto. Esa fue la base de su trabajo por las mujeres como voz clave para la Constitución de 1991 desde la Corporación Salud Mujer, la Escuela Nacional Sindical y la Secretaría de Equidad de Género de la Gobernación de Antioquia. Se jubiló, pero no se retiró: aspiró al Concejo de Medellín, asesoró la creación de la comisión especial de esa corporación para las medellinenses y acompaña la Instancia Especial de Mujeres para el Enfoque de Género en la Paz.

Comisión de la Verdad

Desde que fue elegida como uno de los once comisionados de la Verdad, entidad que nació gracias al Acuerdo de Paz, su trabajo en pro de la cultura y la transformación social que lideró desde Medellín y Antioquia ahora tiene un impacto en toda Colombia. Su experiencia en lo público y privado incluye la dirección del Teatro Pablo Tobón Uribe, la Orquesta Filarmónica, el Museo de Antioquia, el Museo Casa de la Memoria, el Departamento Administrativo de Planeación de la Gobernación de Antioquia, la Consejería para la Vida, Reconciliación y Convivencia de la Alcaldía de Medellín, el Proyecto Equidad en el Centro de Fe y Culturas, la delegación departamental de la Unidad Nacional de Víctimas y de la oficina del Alto Comisionado para la Paz y la Secretaría del Consejo Nacional de Paz, siempre tejiendo el arte y la cultura en favor de la paz.

Twitter RocarangoG

El Consejo Superior de la Universidad EAFIT quiso elegir a alguien con la misma capacidad de inspirar y hacer pensar a la comunidad académica que tuvo Juan Luis Mejía en sus 17 años en el cargo. La escogida fue Claudia Restrepo, una administradora egresada y filósofa, capaz de unir el mundo de la organización y la gestión con el de cuestionarse y contemplar. Por eso reparte su tiempo entre la rectoría y sus estudios doctorales en Filosofía. “Mi pregunta está dirigida hacia cómo generar un vínculo entre el humanismo y la técnica”, le dijo a El Tiempo.

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CONTEXTO No. 76

Nov.-Dic. de 2021

Las transformaciones de la Medellín rural

URBANIZACIÓN SIN CIUDAD

Daniela Morales Medina, egresada de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo; Estefanía Cardona Espejo, Juliana Duque Cardona, Liceth Torres y Daniela Uribe Naranjo, estudiantes de la Facultad de Comunicación Social – Periodismo.

Todos alguna vez hemos visto un mapa de Medellín, ese croquis que parece sin forma, pero que en las dinámicas cotidianas cobra sentido. La cabecera urbana de la ciudad se encuentra entre cinco corregimientos: Santa Elena al oriente y San Cristóbal, Altavista, San Sebastián de Palmitas y San Antonio de Prado al occidente, como una protección verde –del doble de su tamaño– a sus costados, mientras lo urbano continúa en Bello, Itagüí y Envigado. Sin embargo, la urbanización de Medellín no solo se ha limitado a la centralidad o a sus fronteras con otros municipios. Desde hace más de 50 años la forma de habitar el campo ha cambiado y, sobre todo, en Medellín. La idiosincrasia de la ruralidad en los centros poblados corregimentales y sus veredas se ha transformado en función de las nuevas posibilidades económicas que ofrece el desarrollo urbanístico. Para la coordinadora de la maestría en Urbanismo de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Pontificia Bolivariana, Diana Álvarez, “quizá el cambio más estructural en estos territorios sea la interpretación del suelo con valor de uso, propio de las economías agrícolas/solidarias, a un suelo con valor de cambio, propio de las economías de la sociedad industrial/capitalista”. La canalización de la quebrada de Santa Elena, la construcción del Metro de Medellín con sus intervenciones en el Tranvía de Ayacucho, el Túnel de Occidente y los metrocables de Santo Domingo, además del proyecto de Parques Bibliotecas en los corregimientos, han sido solo algunos de los tantos hitos en los que la ciudad ha conversado con la ruralidad de sus periferias, convirtiéndolas en receptoras de grandes poblaciones. Sin embargo, según Nelson Agudelo, magíster en Urbanismo, el actual Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la ciudad no tuvo previsto este fenómeno. Por el contrario, el modelo de ciudad propuesto en el POT del 2014 de Medellín se basó en la premisa de “crecer hacia adentro”, planteamiento que consiste en renovar todas las zonas y suelos subdesarrollados que no están generando grandes garantías para la ciudad, buscando convertirlos en espacios de vivienda. Incluso, de acuerdo con el arquitecto, la Administración municipal escasamente ha cumplido con el 30 % o 40 % del POT del 2014. Para Gloria Patricia Zuluaga, docente de Desarrollo Rural de la Universidad Nacional, una de las principales causas de esta problemática es la especulación urbana que genera el aumento acelerado de la población. Explica que, en parte, sí existe un fenómeno natural de migración de ciudadanos de diferentes partes de Antioquia, Colombia y otros países a Medellín, pero según la magíster, las parcelaciones y venta de lotes en los corregimientos han comenzado un incremento en el costo de vida y el comercio de los lugares. Lo anterior, no solo ha cambiado radicalmente las condiciones de vida de los habitantes rurales, sino también de los citadinos. Por ejemplo, históricamente, todos los corregimientos de Medellín han sido despensas agrícolas, cárnicas y lácteas del Valle de Aburrá, pero esta actividad se ha reducido y reemplazado por priorizar el aumento de los comercios, zonas de descanso y entretenimiento, lo que implica un riesgo en la seguridad alimentaria de toda la ciudad. No obstante, el ciclo no finaliza ahí. Según la docente, cuando los residentes urbanos de Medellín, “saturados y cansados de las denominadas disfunciones urbanas como el tráfico, la contaminación y la inseguridad”, deciden irse a vivir al campo, se mudan de residencia, pero no de actividad económica. No hacen el cambio porque quieran ejercer la agricultura, sino porque quieren ambientes de naturaleza para descansar. Aquí es cuando comienza, en palabras de Zuluaga, una “urbanización sin ciudad”.

Nuevas obras de infraestructura, valorización de predios, tributos más costosos y servicios públicos más altos son algunos de los cambios que ha generado la subdivisión predial. Es decir, una autorización previa para dividir materialmente uno o varios predios ubicados en suelo rural, en los territorios, y que se ha manifestado en el desplazamiento de familias campesinas, disfunciones en la seguridad alimentaria y aumento en la huella ambiental de la ciudad. Sin embargo, es importante conocer cómo han vivido estas transformaciones los habitantes de cada zona.

Palmitas, en un debate entre lo rural y lo urbano Autoras: Juliana Duque Cardona y Estefanía Cardona Espejo

Se suele creer que Medellín son solo edificios altos, largas filas de carros y bullicio en todos lados, pero cuando se empieza a dejar el centro urbano comienzan los matices y a sentirse el aire menos denso. Liliam Bedoya es residente de San Sebastián de Palmitas, líder comunitaria y presidenta de la Junta de Acción Comunal de La Volcana, vereda en la que siempre ha vivido. Ella resalta lo enamorada que está del campo, pero a su vez destaca que ha visto perjudicado su territorio porque, desde la construcción del Túnel de Occidente, según ella, se acabó con la vegetación y

San Sebastián de Palmitas. Una placa polideportiva entre los cultivos de pancoger. Foto: Wilson Caro.

la tranquilidad de los pobladores. El acortamiento de la carretera para llegar al corregimiento hace que las personas de la ciudad, con culturas y costumbres diferentes, se mezclen con los residentes de esta zona y traten, como lo indica Liliam, de cambiar lo que los habitantes por generaciones han tratado de mantener. Liliam dice querer un corregimiento con sentido de pertenencia, donde se busque arreglar lo que se ha dañado por la llegada de la urbanización y que las nuevas tecnologías sean aplicadas al enfoque rural para ayudar al medioambiente, a los cultivos y, sobre todo, a la educación.

Marañas de cables de energía y tráfico en las calles, escenas urbanas que contrastan con las montañas del occidente cercano en Palmitas. Foto: Wilson Caro.


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San Cristóbal, límites entre campo y ciudad

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Ser pradeño es sentirse campesino, pero también citadino

Autora: Daniela Uribe Naranjo

Uno de los proyectos más significativos en San Cristóbal en los últimos años ha sido el Plan Parcial de Pajarito, propuesto en el 2002 por el Decreto 602 como una alternativa de expansión del suelo urbano. El macroproyecto se conoce con el nombre de Ciudadela Nuevo Occidente. Liliana Uribe, manicurista, recuerda que al principio era un caos total y expresa que hay un choque con las formas de vivir: “Nosotros hemos sido más serenitos, calmaditos, más montañeros, por así decirlo. Empezando por la bulla, no respetan eso”. Mientras lo dice, se escucha a lo lejos la canción de reguetón Volverás a mí. La seguridad es otro factor de cambio. Janeth Muñoz, quien ha vivido toda la vida en la zona, recuerda que antes podía salir a conversar con el vecino y dejar la puerta abierta, pero ya no, precisamente porque la familiaridad y confianza en el territorio se ha perdido. Sin embargo, para Leyda Muñoz, tendera del lugar, “ahora hay más posibilidad de comerciar, pues hay una mayor circulación de personas”. En general, parece haber una resignación propia de lo que ya no se puede cambiar para enfocarse en lo bueno que han traído las edificaciones. A la par, persisten los intentos de conservar la herencia campesina y en algunas casas todavía se pueden apreciar pequeños espacios de cultivo de cebolla, espinaca y flores.

Autora: Liceth Torres

En el atrio de la iglesia, una señal de Pare. Los vehículos que van y vienen son parte del paisaje en San Cristóbal. Foto: Daniela Uribe.

Álex Betancur, docente de música, fotógrafo y trabajador social, es pradeño desde la cuna y desde los 15 años recorre las ocho veredas de su corregimiento con la intención de conocer y aprender de la identidad y las oportunidades culturales, deportivas y de desarrollo de San Antonio de Prado. Álex expresa que ser pradeño “es hacer parte de una de una mezcla extraña entre ciudad y ruralidad, y quienes hemos visto todo este cambio podemos decir con tristeza que muchos de esos valores y esa cultura tradicional se han perdido y que definitivamente en el corregimiento ya son más los que recién llegan que los de siempre. Pero aún esa presencia cultural y social de las familias y de los procesos (de organización comunitaria) que se han mantenido, ha hecho posible que se preserve el deseo de que San Antonio de Prado respire esa cultura, ese arte y esa pasión por vivir y por disfrutar de sus ocho veredas”. Sobre los cambios que ha experimentado el corregimiento, Álex Betancur manifiesta que los más significativos son el crecimiento poblacional y la cantidad de urbanizaciones construidas, y destaca como positivo que ahora ve en San Antonio de Prado un lugar diverso, repleto de multiculturalidad y oportunidades. Aunque los nacidos en San Antonio de Prado ya no puedan gozar de amplias vistas verdes ni ver a los campesinos con sus productos cultivados y cosechados en su corregimiento, Álex Betancur confiesa que esperaría ver en un futuro a Prado como una comunidad que respeta su ruralidad, con propuestas de desarrollo en las que cada vereda encuentre una vocación sostenible y sustentable.

Montañas color ladrillo en San Antonio de Prado. Foto: Alex Betancur.

Varios proyectos de vivienda de interés social han puesto edificios de apartamentos en el paisaje de San Cristóbal. Foto: Daniela Uribe.

Las calles de San Cristobal son punto de encuentro entre personajes del campo, del pueblo y la ciudad. Foto: Daniela Uribe.

Contrastes arquitectónicos que hablan de los recién llegados a Prado. Foto: Alex Betancur.


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Altavista, perdiendo la tradición campesina Autoras: Estefanía Cardona Espejo y Juliana Duque Cardona

En el sector de Altavista Central vive Marisol Zapata Garcés, una líder social y mujer dedicada a cultivar su huerta y a cuidar de sus animales, con los que convive en su predio. Ha vivido 26 años en el corregimiento y es muy enfática cuando describe a Altavista como un espacio acogedor que por su diversidad aporta variedad de culturas y costumbres al territorio. Además, tiene potencial hídrico y es considerado uno de los pulmones verdes de la ciudad. Marisol resume su estancia en el corregimiento con un “me ha dado paz”, pero a la vez manifiesta su preocupación frente a la manera en que lo urbano ha interferido en lo rural. La calidad de vida se ha vuelto más costosa, lo que ha llevado a que los territorios campesinos se acaben porque “sale más rentable vender que seguir cultivando”, indica Marisol. Esto ha traído consecuencias. Por un lado, las personas que llegan con una mentalidad de la vida en la ciudad cambian las costumbres y la cultura campesina. Y por el otro, esta construcción súbita de los últimos años ha generado que se termine con gran parte de la agricultura y con la producción campesina, pues indica que no se han gestado espacios para promover y proteger lo rural, lo que ha llevado a un desplazamiento de los campesinos a la ciudad. A pesar de todo lo anterior, Marisol sueña con que se genere una conciencia colectiva donde la urbe no opaque a lo rural, se vele por el interés del campesino y se cree un apoyo generacional en el que los niños y adolescentes de ahora quieran hacer parte de la comunidad rural. Asegura que “hay que ponerles ojo a estos casos”, pues de lo contrario, en unos cuantos años, “el corregimiento será un caos”.

La actividad agrícola y los bosques surten de alimento y agua a Medellín. Ambos encuentran cada vez más dificultades para preservarse en Santa Elena. Foto: Manuel Theo Dover Polanía.

Conocer cómo se siente perder una cosecha, entender el amor por las plantas medicinales y tejer como forma de autoterapia son algunos de sus descubrimientos en la vida rural. Actualmente vive con sus dos hijos y su compañero puertorriqueño, quien también se mudó del Caribe al frío selenita por su pasión de cultivar alimentos libres de tóxicos. Para esta psicóloga “es hora de cambiar mucha de la información que nos han dado desde pequeños y esforzarnos por ser soberanos del alimento, porque la seguridad alimentaria debe ser urgente”. De esta manera y con muchas ganas de educar, esta gran familia se aventuró a crear la huerta La Nube con el fin de compartir su conexión con el alimento y la protección de nuestro planeta.

Retratos de una ciudad viva… y que hay que cuidar Cubios o Mashua, especialidad boyacense cultivada en Santa Elena. Foto: Carolina Llanos.

Marisol mantiene su huerta para alimentarse, pero también para defender la tradición campesina de Altavista. Foto: Cortesía.

De la ciudad al frío selenita Autora: Daniela Morales Medina

Santa Elena es el único corregimiento que está hacia el oriente de Medellín. Una montaña madre que acoge la historia de indígenas tahamíes y aburráes, que actualmente resguarda a campesinos, artistas, citadinos y nómadas digitales. Carolina Llanos hace parte de las personas que aprecian la paz mágica de este rincón de Antioquia, necesitan menos de la ciudad y ennoblecen la labor del campo.

Huerta La Nube Santa Elena. Foto cortesía de Carolina Llanos

Las ciudades son territorios vivos. Para la muestra, vemos a una Medellín que sigue creciendo y cambiando. El proceso de transformación urbanística que atraviesa la capital antioqueña nos impacta a todos los que la habitamos, incluidos aquellos que por décadas han ocupado las tierras que cultivaron y cuidaron, como nuestros antepasados. Las raíces campesinas y arrieras de los habitantes de los corregimientos de Medellín peligran ante el acelerado crecimiento de las construcciones. Como explica Nelson Agudelo, Medellín tiene el espacio, un Plan de Ordenamiento Territorial (POT) y estudios de capacidad de soporte poblacional, pero no hay regulación por parte de la administración municipal. Según el experto, la ciudad tiene la capacidad de abrir espacios adecuados en el interior del valle para recibir a las personas, pero no está pasando. La situación actual de la población de los corregimientos es un reto, una invitación para que Medellín, como manifestó Gloria Patricia Zuluaga, se vea y se proyecte en toda su municipalidad. Además, que piense más allá de su núcleo urbano, articulando cada uno de los corregimientos como parte fundamental de un desarrollo sostenible Una ciudad que pueda seguir creciendo, pero cuidando su ruralidad y a sus campesinos.

Las ciudades son territorios vivos. Para la muestra, vemos a una Medellín que sigue creciendo y cambiando.


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Desde la raya

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Una historia del deporte blanco

CAMINANDO EN LA ILIQUIDEZ Federico Hoyos Gutiérrez / federico.hoyos@upb.edu.co

Historia de un profesional desempleado que se resiste a sucumbir ante el revés de la vida. A las cinco y treinta de la mañana, cuando la oscuridad agoniza, Diego Castillo Echeverri carga en su espalda un maletín Wilson azul oscuro trajinado por el sol y el agua. Camina lentamente. Además del maletín, lleva un carrito de supermercado con pelotas, conos, mallas, colchonetas, raquetas y bandas elásticas. Diego empieza la clase de tenis con puntualidad inglesa. Entre las seis y las nueve de la mañana, la cancha de fútbol del Parque Pinocho, ubicada en el barrio El Velódromo de la comuna 11 (Laureles - Estadio), se convierte en el Pinocho Stadium. Así bautizó Diego al espacio que le permite ganarse la vida. ¡Pum! ¡Pam! ¡Pum! ¡Pam! Diego observa desde los costados de la cancha cada punto del partido de dobles entre cuatro de sus alumnos: Marisela y David versus Néstor y Ricardo. No hay árbitro. Los jugadores llevan la cuenta del resultado. Ante un punto dudoso, prevalece la confianza. –Ustedes se tienen que creer, dice Diego. La cancha no es reglamentaria para el deporte blanco: es más pequeña, las líneas hay que dibujarlas con ladrillos, la malla no alcanza y hay que estar pendiente de no estrellar la raqueta contra los arcos de fútbol. La filosofía de Diego es simple: “Cualquier espacio es una cancha de tenis”. Lo que importa son las ganas de enseñar y el esfuerzo por sobrevivir. Castillo motiva a sus alumnos para que no pierdan el ritmo: –¡Vamos, Mari! ¡El aquí y el ahora! Concentrada pal’ servicio. –Saquen todo lo que sepan, ¡que vamos con todo! Celebra las lindas jugadas de sus estudiantes como si fueran suyas: –¡Qué buena respuesta de revés, Néstor! –¡Good service, Ricardo! –¡Qué buen rally*, David!– Así se le llama en el argot tenístico a una serie de golpes que se da a la pelota hasta lograr un punto.

Al observar un golpe mal hecho, Diego toma su raqueta y hace una demostración del movimiento correcto. Cuando el partido y el ánimo se enfrían, aplaude y les dice a sus pupilos: “¡Ojo, pues! ¡Que esto no parezca un partido de jubilados!”. Marisela, Néstor, David y Ricardo ríen al unísono. En el intermedio del partido, les dice: “¿Necesitan oxígeno, hidratación, potasio?” Diego saca de su maletín una bolsa con bananos para cada uno. Al entregarme el mío, dice a modo de broma: “Este es el que nos va a sacar a la fama”. De repente, pasa por los alrededores del parque un muchacho fornido, calvo y barbado. Grita con falso acento argentino: –Diego, ¡sos grande! –¡Mohamed Assad Mugrabi!, le responde Diego y el chico suelta una carcajada. El joven realmente se llama Jeison, pero Castillo lo apoda Mohamed por los rasgos árabes de su rostro. Diego se ganó el respeto de los visitantes del Pinocho. Ellos lo conocen como ‘El Profe’. “Yo no le caigo a nadie mal ahí. Por el contrario, están felices con el tema (las clases de tenis). Esa es la casa mía”: aquella pequeña cancha de cemento donde los pupilos llegan sin saber cómo empuñar una raqueta y, con el tiempo, superan a su maestro, quien a sus 55 años posee un estado físico envidiable. Los alumnos “aprenden y se van”. Diego Castillo es calvo, de piel trigueña, ojos cafés, nariz aguileña y 168 centímetros de estatura. Estudió Diseño Gráfico en la institución universitaria Colegiatura Colombiana. Sin embargo, vive del tenis y el rebusque desde hace nueve años, cuando fracasó su emprendimiento, del que todavía no es capaz de hablar. En 2016 se certificó como profesor en la Liga Antioqueña de Tenis. Pasó de tener la vida resuelta a buscar cómo resolver la vida. Se levanta sin saber cuánto ganará hoy ni cuánto ganará mañana. Diego aplica a la perfección el mantra de los budistas. “Vivo un día a la vez”, dice. Medita diez mi-

Autorretrato con Diego y sus alumnos. Foto: cortesía

Los domingos, entre las seis y nueve de la mañana, la cancha de fútbol del Parque Pinocho se transforma en una cancha de tenis, donde Diego ofrece sus clases. Foto: cortesía

nutos después de despertarse cada mañana: con eso “sereno el alma”. Al no tener un empleo formal, carece de un contrato de trabajo y, por lo tanto, no recibe las prestaciones sociales como el aseguramiento en salud y los aportes a la pensión. La informalidad es, para Diego, “un salto al vacío... un estado de permanente iliquidez”. Hay semanas en las que “no compro sino comida”. No tiene cuenta bancaria. Todo es en efectivo. –¿Cuántas clases te hacés al día? –La CIA me prohíbe dar ese dato – dice Diego con una sonrisa picaresca. –¿Es posible vivir del tenis? –Es posible vivir de todo lo que usted se imagine, con tal de que lo haga bien hecho. Diego es uno de los 377 000 profesionales desempleados que hay en Colombia según el reporte de Mercado Laboral del DANE para julio de 2021. En el mismo mes del año anterior, la cifra de profesionales desocupados estaba en 454 000 personas, lo que significa una reducción de apenas 1,7%. En 2020 la tasa de desempleo profesional se ubicó en un 14,2% para los hombres y un 17,7 % para las mujeres. En 2019 fue de 9,4 % y 12,4%, respectivamente. En 2018, 9 % y 11,2%; en 2017, 8,5% y 10,9%; y en 2016, 9,2% y 10,5%. Según la Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE, el índice de informalidad durante el segundo trimestre de 2021 fue de 48,6% en las 23 principales ciudades de Colombia. Cuando no hay clases de tenis, Diego se monta en su Renault Twingo color café. Recoge a amigos que necesitan hacer vueltas, otras veces transporta materiales de construcción o le ayuda a una amiga con los domicilios en una floristería. –En el carro mío meto lo que sea. –¿Vos te le medís a todo?– le pregunto a Diego. –Men, a lo que sea no. ¡A lo que sea legal! (ríe).

Pese a que muchos le dieron la espalda por su condición económica, dice que aún está “lleno de buenos amigos”. Sin embargo, sentencia una verdad que muchos saben, pero temen escuchar: “El dinero es el rasero con el que la sociedad mide a las personas”. “Yo no tengo nada... No tengo muebles ni inmuebles”. Vive en la casa de su madre y ni siquiera tiene televisor: lo vendió para pagar el SOAT del carro, que está escriturado a nombre de su mamá para evitar que el banco se lo embargue. “No tengo novia porque no tengo para invitarla a un café”.

Cuando las raquetas callan Nueve de la mañana. Finaliza el partido. Hora de estirar. “Muchachos, el nivel estuvo bueno. ¿Transpiramos?”, dice Diego con tono sarcástico al ver a sus alumnos sudar a mares. Acto seguido, se toma una foto con sus pupilos. Todos con cubrebocas. A petición de Diego, se toman otra. Esta vez, el profe se retira la mascarilla. “Sin tapabocas me veo más sexy”. Para Castillo, el humor es una forma de aligerar las vicisitudes de la vida. Al salir de la cancha, Diego se despide de Marisela, Ricardo, David y Néstor como sacerdote a sus feligreses: “Qué bueno haberlos tenido en comunión el día de hoy”. Con la satisfacción del deber cumplido, Diego se sienta en uno de los banquitos del Parque Pinocho. Bajo la sombra de los algarrobos se pone a contemplar el firmamento y a rememorar anécdotas de su juventud. –¿Qué te motiva todos los días a levantarte de la cama? –El temperamento no se puede dejar caer, porque no lo saca a uno ni el putas de ahí. Hay que bregar a ponerle motivos a la vida y pensar que siempre hay un camino.


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Una historia sobre la forma como el fondo

LAS CARAS DE CONTEXTO Redacción Contexto / periodico.contexto@upb.edu.co

El diseño de un periódico es una cuestión que va más allá de una simple presentación. Hoy se trata de un factor clave en ese objeto que adquiere un valor diferente dentro de la oferta informativa dominada por los contenidos digitales, esa opción por la cual los periódicos impresos ya no tienen tirajes masivos y circulan de otros modos. Sin embargo, siempre conservan verdaderos devotos. El siguiente es un recorrido visual por las primeras planas de lo que ha sido Contexto a lo largo de su historia.

La imagen para el debate El salto a la ciudad

Otras formas de la imagen La imagen de hoy

El divino desorden. Una primera plana en la que el equipo de reporteros se preguntó por la religiosidad y la espiritualidad de la juventud. Contexto circulaba con 3 000 ejemplares cuya financiación fue un reto, en medio de problemas de iliquidez que en ese momento atravesaba la UPB. Por eso, en sus páginas pueden verse avisos publicitarios Foto: archivo Contexto.

En agosto de 2006, Contexto llegó a nueve ediciones en la celebración de los 70 años de la UPB y cerca de los 40 de la Facultad de Comunicación Social - Periodismo, lo que motivó un cambio de imagen, mientras su apuesta editorial mantenía la mirada sobre los problemas de ciudad y retomaba los temas de la vida universitaria. Foto: archivo Contexto.

En noviembre de 2003 Contexto estrenó diseño. Su agenda pasó de ser una mirada local de los temas nacionales, a encontrar en la ciudad la principal fuente de sus historias, alentadas por las reflexiones sobre comunicación, periodismo y la urbe de la comunidad académica en la Facultad de Comunicación Social - Periodismo. Foto: archivo Contexto.

En marzo de 2013, Contexto ya acreditaba una trayectoria reconocida por varios premios y especialmente por su periodicidad bimensual. Para la edición 35, se abrió un concurso entre estudiantes de Diseño Gráfico que le dieron una nueva cara al periódico. Con diferentes colores en cada edición, esta es la imagen de Contexto, a veinte años de abrirse su segunda época. Foto: archivo Contexto.

Voces de veinte años de periodismo universitario

Un especial que recoge la historia del laboratorio de periodismo de la UPB en Medellín y su aporte al periodismo universitario. Escúchelo ahora y vuélvalo a escuchar. Busque en la plataforma ivoox.com a Contexto UPB.

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