Edición 279 | Enfoque de Oriente

Page 1


enfoque de oriente

#editorial

2

C

Culto al arte regional

uando hablamos de culto nos referimos aquí a la importancia de congregar manifestaciones de una comunidad cuyo propósito es la de expresarse por medio de diferentes formas de creación, para este caso artísticas y culturales; esto lleva una identificación directa con el territorio habitado, participando así de una construcción conjunta cuyo propósito es generar una lectura colectiva de las formas de ser, de cómo habitamos, coexistimos y a su vez, de cómo trazamos y conspiramos una autonomía popular en clave de nuestras experiencias, talentos y expresiones, contando con total derecho a transformarnos, construirnos y deconstruirnos. No necesitaríamos más que este pedazo de tierra si supiéramos que todo lo que atañe una canción, un camino o una trova está en el cañón. Esta tierra parece sin fin en sus lontananzas azules, como el caminito y esa paradoja de sentirnos y entonces no estar lejos del nido; el reconocernos en aquel resguardo para la memoria y en aquellos rasgos de los rostros indígenas, de los cuerpos que nunca encontramos, en los que nos identificamos con sus nombres perdidos. Esta tierra de libertadoras, de artistas, de músicos, de cantos y cuentos, de indígenas y campesinos, de teatreras y bailarines, de pintores y escultoras, de juventudes y mujeres, de disidencias y resistencias se ha contado entre carnavales y festejos aún cuando las balas se cruzaban de un lado a otro, entreviéndose por los arbustos, de montaña a cerro. Rendir este culto al arte significa volver a creer en la palabra en tiempos de palabras incumplidas, de diálogos desechados, de actos inconclusos con la excusa de que nunca las palabras terminan por definirnos, ni la poesía, ni el canto, ni la pintura, ni las imágenes, aunque sea cierto que son todas estas las expresiones más cercanas a esta búsqueda incansable por saber quiénes somos, a dónde carajo vamos. Esta sigue siendo una insistencia por leer y abrazar el territorio de manera colectiva, comunitaria, desde las aptitudes conquistadas, los talentos que nos bendicen y el arraigo que nos completa; es una insistencia concreta por la paz territorial, por la idea de que una región pueda decidir por encima de la vertiginosa fuerza cardiaca de la ciudad, de las maquinarias, de las imposiciones, de los carteles y muros

Proyecto ganador de la convocatoria Comparte lo que somos 2020 del Ministerio de Cultura

Directora: Mariana Álvarez López direccion@enfoquedeoriente.com Contacto: 3226693229

que amenazan e intimidan; palabras, relatos, historias, pinturas, imágenes, caminos, proyectos que permitan enfrentar el constante latir que agota a las personas, a los bienes comunes, a la memoria, a las distintas formas de ser, a las culturas en las distancias. En esta edición contada y narrada por diferentes lugares separados por apenas montañas, riachuelos, y nubes repletas de agua, se configura una identidad, unas identidades, todas tan mutables y cambiantes como la obra del artista que cambia una y otra vez hasta nunca ser suficiente. Reconocerse en la amalgama de este sincretismo de sonidos, sabores, colores, texturas, sensaciones, nos invita a reconocernos en el otro, en la otra, en aquella que es también aire, en aquello que es también tierra. Y entonces, nos resulta importante insistir que este ejercicio de rendir un culto al arte regional no entiende ni siquiera de determinismos demográficos. Sabemos que las palabras no nos alcanzan y por ello son infinitas como la posibilidad de encontrarnos para contarnos. Lo que queremos decir es que esta edición no se trata de entender la región desde el regionalismo, como aquella idea de la Antioquia Federal que se independiza, pero olvida su postura colonial y expansionista (por no decir imperialista), la misma que ha generado despojo y olvido de costumbre y formas de vida que bien pudieron identificarse como otras regiones. Esta es una apertura y posibilidad de comprendernos en las cosmogonías dadas alrededor del arte y de las manifestaciones culturales, así como la capacidad que tenemos como comunidades para transformar todo lo que pasa por nuestras manos; el arte lo deja claro y la mutación de las culturas igualmente. Es el despertar de la conciencia en lectura y defensa del territorio la que permite que las identidades se transformen en beneficio y urgencia no solo de la historia, de la memoria, también de las comunidades. Confrontar lo que nos hace daño es generar la fractura necesaria que nos hace humanamente vulnerables, y a su vez, humanamente responsables de lo que nos sucede. Este es un culto al arte, al territorio, a quienes le habitan y resisten para beneficio de todxs; un culto y reconocimiento a los y las artistas que creen y caminan por otros mundos posibles, los del ensueño y la vida tangible. EO.

Colaboradores y colaboradoras en esta edición: Lucas Rendón Muñoz. Luisa María Gallo. Yeison Cardona Sánchez. Natalia Montoya. J. Andrés Gómez Patiño. Diana Londoño. Edwin Arley Echeverri. Alejandro Trujillo Moreno.

Juan José Rendón Guapacha. John Gómez Giraldo. Fabián Gil Osorio. César Álvarez R. Valentina Hincapié Martínez. Yuliana Miranda Gómez. Alexánder Arboleda Bedoya.

Portada: Ilustración: Maribel González Berrio. Diseñadoras: Enfoque de Oriente

Editora general: Manuela Betancur Pérez info@enfoquedeoriente.com Facebook: Enfoque de Oriente Twitter: @EnfoqueOriente Instagram: @enfoquedeoriente info@enfoquedeoriente.com www.enfoquedeoriente.com Enfoque de Oriente es el espacio para la visibilización de los textos que se publican; sin embargo, quien los escribe es total responsable de lo que allí se dice.


enfoque de oriente

La paciencia de la artesana Por: Luisa María Gallo G.

El 3 de septiembre de 2020 el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Colombia aprobó la postulación de la cerámica carmelitana para ser incluida en la lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial. Esta crónica de oficio busca darle vida a lo que ocurre en su proceso de fabricación.

S

us manos están húmedas. Está sentada, su espalda está recta, sus piernas forman un ángulo de 90°. Frente a ella está el torno de alfarero. El sonido que este emite es casi imperceptible, hay que acercarse para notarlo. Gira de manera constante y es el pie derecho de Brigit, posado sobre el pedal, el que le da la intensidad. Tras él hay ubicadas, de manera organizada, bolitas de arcilla de 150 gramos, amasadas y pesadas, que esperan pasar por el torno para convertirse en un plato. Lentamente y midiendo la fuerza, Brigit va posando sus manos sobre el barro, dándole forma. Sus diez dedos juntos buscan el centro. Controladamente y casi sin tocarla logra que esa bola se vaya extendiendo sobre el círculo de madera que se incrusta en el torno. Sobre la arcilla se dibuja una espiral resultado de la fuerza que se dirige siempre hacia el centro. Brigit Gómez Franco hace parte de los artesanos que han mantenido a fuerza de bregas la cerámica carmelitana, que se ha constituido como tradición a lo largo de los últimos 100 años y que, según la investigación El jardín llevado a la loza, se instaló allí por dos razones: la abundancia de recursos hídricos que movilizaban la maquinaria para la producción y la disponibilidad de arcillas, tanto en El Carmen de Viboral como en La Unión y Rionegro. El paisaje rural de El Carmen de Viboral, ubicado en el Valle de San

Nicolás, está colmado de verde y de flores. Fue este paisaje el que motivó las exploraciones para darle color a la cerámica aproximadamente en la década del 50, un componente estético que permite que estas piezas tengan un valor artístico. Sobre las cerámicas reposan pájaros y flores, que conforman algunas pintas tradicionales como Cartago, Mayoral o Florelba. Con el paso de los años y con el fin de mantener esta expresión, se conformó en el 2013 la Asociación de Ceramistas Aproloza, en la que están reunidos varios talleres del Municipio. Algunas de las medidas que buscan salvaguardar la tradición son el sello de denominación de origen y la reciente admisión de la postulación ante el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural de Colombia que busca que la cerámica carmelitana sea considerada Patrimonio Cultural Inmaterial. “Este oficio implica el uso de los sentidos y otros detalles técnicos”, asegura Brigit, “porque exige ser muy impecable, si yo me equivoco pintando,

#CULTURA

3


4

enfoque de oriente Fotografías: Brigit Gómez Franco.

prácticamente ya perdí la pieza. Porque a veces se puede ocultar o algunos pigmentos permiten borrar un poquito, pero en general no pasa”. Sobre el oficio de la cerámica suele insinuarse que se trata de una tradición que se transmite en las familias y, aunque sucede, el caso de Brigit no se corresponde con esta experiencia. Su intención era estudiar Comunicación Social pero, en el 2009, los procesos de regionalización de la Universidad de Antioquia abrieron en la Seccional Oriente el programa Tecnología en Artesanías y su motivación cambió. Desde el 2014 construyó en casa de sus padres su espacio de trabajo: hecho de bambú, con piso de tierra y entrada de luz natural que, gracias a las amplias ventanas, inundan la mirada de verde. Allí tiene el torno, un lugar para la decoración a mano y el área de cocción donde está el horno eléctrico. En Grietas Taller, ubicado en la vereda Rivera del municipio, acompañada del canto de los pájaros crea sus piezas. Ser ceramista implica ser paciente. Ninguno de los procesos es rápido, además no se puede tener control sobre ellos. Muchas veces están ligados a la parte emocional, por ejemplo, cuando está ofuscada siente que no le va a dar y le toca parar porque está moldeando el barro con mucha fuerza, haciendo que pierda estructura. De acuerdo con sus palabras, en esta labor “es el barro el que lleva el mando, a veces uno quiere hacer un trabajo en un día, y el barro simplemente no se presta. A veces está muy seco y no se deja moldear, entonces toca parar para hidratarlo con agua y empezar a amasar para que se suavice”.

Una pieza cerámica bajo la técnica bajo esmalte pasa por dos quemas. Cada una puede durar aproximadamente 8 horas y se realiza usualmente a 1200°C. La manera en que se ubican las cerámicas en el horno también es notable. “Es como jugar tetris”, dice Brigit, “para optimizar los espacios, poner una cerámica aquí, un pocillo a este lado y usar los huequitos para poner otras piezas como las aretas”. En el horno el barro se va cociendo paulatinamente. Si se intentara acelerar el proceso la cerámica podría partirse y como el barro tiene memoria, así quiera arreglarse una fractura e intente remendarse, tarde o temprano volverá a partirse en la misma grieta. Luego de la primera quema se realiza la decoración a mano, que puede hacerse con pigmentos industriales o naturales elaborados por ella. Con unas pinzas, las piezas son sumergidas en un balde que tiene una mezcla de vidrio molido, que después de fundirse les da un reflejo vidrioso y elimina su porosidad para que puedan contener líquidos. Cubiertas de blanco ya no es posible ver la decoración. Estará oculta hasta que termine el proceso de la segunda quema, cuando llega el momento de descubrirse ante los ojos de Brigit que esperan ansiosos por su resultado. Cuando las quemas terminan no se puede abrir el horno sino después de pasadas 24 horas, porque el cambio de temperatura podría fracturar la cerámica y el trabajo de más de un mes. A veces pasa. La transformación de la cerámica tiene procesos y puntos de quiebre que hacen que sea una cuestión mágica, “es un proceso alquímico” dice Brigit. El aspecto suave de esta alfarera encaja con su labor en el torno que no se la lleva bien con el afán. También con la decoración que a pesar de parecer rápida, no es imprecisa. Implica claridad y seguridad en su trazo. Tiene una mirada limpia y sabe mirar a los ojos. Es de hablar pausado, evidenciando que piensa antes de hacerlo. Dice que la cerámica ha transformado su vida y la forma de habitar el mundo porque le ha dado enseñanzas. De ese modo explica lo que para ella es trascendental en su oficio: El barro es maleable, es similar al ser humano. Pasa por varios estados, se usa el agua constantemente para hidratarlo y lograr moldearlo. Pasa por el fuego para transformarse y, sin embargo, al salir del horno, tras haber obtenido la rigidez y la fuerza, se vuelve vulnerable.


5

enfoque de oriente Grupo musical Los Lomar. Fotografía: Cortesía Los Comunes.

La conquista de “Los Comunes”, construcción del campo artístico en La Ceja: de la tutela religiosa a la autonomía modernista

P

Por: Yeison Cardona Sánchez.

ara empezar, es innegable el relevante papel que jugó la Iglesia Católica en el desarrollo sociocultural de la población cejeña, al menos desde su fundación hasta muy entrada la mitad del siglo XX. El dominio cuasi único y significativo que la Iglesia Católica ejerció en la orientación de la subjetividad de la población debido no sólo a su gran “Capital simbólico”, del que ha gozado históricamente sobre la humanidad en general, sino, y, sobre todo, por la particularidad de su extensa ocupación física en el territorio, ya que este municipio fue epicentro de seminarios y congregaciones adscritas que se asentaron desde muy a comienzos de su fundación. Éstas han y siguen ocupando (hoy en día en menor cantidad) gran parte de su territorio. no es en vano que La Ceja sea conocida como el “vaticanito”. De igual forma las condiciones bajo las cuál la orientación sensible, encaminada a la formación artística, estaba marcada por la supeditación religiosa, reflejada luego en los contenidos de las primeras manifestaciones artísticas tales como la literatura, el teatro y la música; casi que la totalidad de estas manifestaciones obedecían y estaban orientadas bajo preceptos religiosos encaminados a formar buenos cristianos, pero, también, a impulsar la educación cívica de los cejeños. Por ejemplo, en el campo de la música, que se convierte en uno de los grandes referentes artísticos y culturales de la Ceja, iniciaría por intermediación del sacerdote Jesús Piedrahita quién fuera el benefactor en los estudios de música y se convirtiera en el gran organista y primer

director de la banda parroquial, Samuel Bernal. En adelante empezarían a emerger muchos músicos, entre ellos los López y lo Toros, que, generación tras generación, irían relevando los puestos de las bandas parroquiales pero que también posteriormente se proyectaría en otros ámbitos, fuera de lo religioso, tal como era la escena del folclor popular musical para entonces en el municipio. En el teatro y la literatura tendría sus inicios a partir de la enseñanza que impartirían los Hermanos Lasallistas, éstos eran una congragación de laicos al servicio de la Iglesia Católica que arribaron a La Ceja a principios del siglo pasado, que, aprovechando su posición de educadores, influyeron en la formación artística de muchos de sus alumnos; aunque bien aún bajo los preceptos religiosos, o al menos los necesarios para mantener y fortalecer la fe cristiana, sí, de allí nacerían grupos de oratoria, escritura y también teatro, aun así, el panorama de lo artístico fue muy incipiente durante mucho tiempo en el espacio social del municipio. En una monografía escrita en 1960 por Aurelio Patiño (Monografía de la Ceja; 1960), donde se hace referencia un sin número de personalidades cejeñas que lograron sobresalir por sus distintas labores; ninguno es destacado en aspectos artísticos; razón por la cual se da a entender la poca preocupación o desarrollo en la consolidación de un espacio artístico visible para la época.


6

enfoque de oriente Pareciera ser que la precondición a la formación del campo artístico sería el cambio en la economía cejeña, particularmente en el modo de producción, al pasar de una economía, en su mayoría, de vocación campesina, a la inserción de la agroindustria por medios de las floristerías que arribaron por allá a principios de los años 70. Este cambio traería consigo una serie de transformaciones sociales y culturales; uno de estos cambios de gran repercusión para la conciencia y sensibilidad artística sería la demanda por la educación pública que propició la apertura y masificación a las clases populares antes excluidas, pero, sobre todo, porque dicha educación ya tendría una fuerte connotación secular con respecto a la enseñanza religiosa que hasta el momento primaba. Las influencias culturales no se hicieron esperar, con una nueva clase social más propicia a la movilidad social y un pueblo con una gran inmigración de personas de diferentes lugares del país, poco a poco La Ceja fue permeada por todo tipo de influencias propias de un momento histórico convulso, entre estas las de carácter cultural, artístico y político como la revolución cultural y política de mayo del 68, el movimiento Hippie en EEUU y la revolución cubana empezaban a permear la conciencia, sobre todo de los jóvenes parroquianos cejeños que sólo para entonces empezaban a vivir y sentir estas convulsiones sociales que se venían irrigando por toda América.

Procesión Semana Santa. Fotografía: Cortesía Los Comunes.

Uno de los acontecimientos de gran repercusión e influencia de índole artística y cultural fue el primer festival Ancón de 1971 realizado en la Estrella Antioquia y que era una copia del festival Woodstock realizado en los Estados Unidos en el año 69 y que básicamente era una manifestación contracultural bajo un concierto que por varios días congregó a miles de personas alrededor del rock and roll y alguno que otro estimulante, pero que su importancia representa el momento histórico de grandes cambios culturales que venía sucediendo alrededor del mundo, pero en particular, en América Latina. Muchas de las personas que participaron de esta réplica al mejor estilo criollo, entre ellos extranjeros nómadas, alcanzaron arribar a aquel pueblito, que bajo las sotanas de la fe pareciera dormir en un letargo apacible, lograron generar una curiosidad y fascinación que terminó por cautivar a muchos jóvenes pueblerinos, pero, sobre todo, porque propició un acercamiento a nuevas formas de pensar y de hacer que, hasta el momento, en el ámbito artístico y cultural, no era muy clara para éstos.


57

enfoque de oriente

Ya desde el año 77, con el primer paro cívico del 12 de mayo, se expresaba un gran cambio en el carácter cejeño, principalmente su vinculación a la vida política. Muchos de los jóvenes que allí se manifestaron son los héroes de esta historia, encargados de iniciar y crear más adelante el grupo artístico llamado Los Comunes, este nombre en base al primer levantamiento popular contra el gobierno español en 1781 y, que, por analogía, para el contexto cejeño, representaba el alzamiento de una nueva conciencia frente a la tradición. Al estilo propio de la vanguardia artística, este grupo de intrépidos y curiosos jóvenes logran zanjar las bases que habrían de dar apertura a la formación de un “campo” artístico que hasta el momento era casi imposible para aquel pueblito parroquial y conservador, fuertemente anclado a los dogmas culturales de una tradición religiosa arraigada en la conciencia colectiva de los cejeños.

Grupo musical de los López y Toros. Fotografía: Cortesía Los Comunes.

Durante la década de los 80 hasta principios de los 90 del siglo pasado estos jóvenes, haciendo una buena lectura de su momento histórico, lograron sentar las bases de un espacio artístico de ideas modernistas y de ésta forma, aún por encima de la adversidad cultural de su momento, se abrieron paso con expresiones artísticas de vanguardia en el teatro, la música, la poesía entre otras pero, además, crearon la primera revista de contenido artístico y cultural que empezaban a reflejar todo ese espíritu rebelde y romántico. Con esto lograron irrumpir como un estruendo, expandiendo y proyectando así en el espacio social cejeño y por fuera de éste, lo que serpia el inicio de un “campo” artístico autónomo, nacido como una iniciativa contestataria frente al status quo artístico dependiente del clero y que, además, era una clara respuesta de las clases populares en su camino de encontrar su propia identidad. Según para el Sociólogo francés Pierre Bourdieu, es precisamente bajo esta autonomía o “autonomía relativa” en la que realmente se pueden constituir los diferentes Campos sociales, para nuestro caso, el Campo Artístico cejeño que, si bien, ya tenía una trayectoria artística, como Campo específico no se había consolidado debido al estrecho vínculo con la Iglesia Católica de la que tenía una fuerte dependencia y por tanto una precaria o nula autonomía.


enfoque de oriente

8

Fotografía de Fabián Rendón. Carnavalito, 2018.

El Carmen de Viboral, entre valientes, artistas, víctimas y verdugos

"Contra la muerte, coros de alegría". - Porfirio Barba Jacob.

Por: Natalia Montoya.

E

l Carmen de Viboral se envolvió en una obra de trágica comedia a mediados de los años 90s, las escenas varían entre el plomo y la fiesta, donde existen varios personajes con un discurso vehemente y apasionado por el arte; no lograron ser silenciados por el asedio de encapuchados que los amenazaban por ser diferentes, por ser homosexuales abiertos, por ser artistas; simplemente deseaban matar la mirada con voluntad. Cuando el gatillo juega a la ruleta rusa se da de baja a un campesino o a una mujer que llora y su lágrima queda sumergida en un baile singular o en el llanto de un velorio sin titular. Javier Naranjo, un hombre que ama la lectura, está con la cara llena de pliegues, los ojos brillantes, diferentes… un poco resfriado, carraspeando, pero esto no le impide mostrar sus buenos modales que no vienen de la etiqueta, vienen del tacto con el común. El exdirector de la Casa de la cultura El Carmen de Viboral, se sigue quejando de su gripa que lo tiene “llevado” y saluda dando un buen día a un par de colegialas que pasan cantando en esa casa, que pasó de ser un colegio de normas a una escuela de la vida. No sabe de fechas, habla de la época del 95, donde hubo varios años de violencia reiterada en esta zona marcada entre combates de los paramilitares y la guerrilla, y la comunidad en el medio, menciona, con voz sujeta al clima frío, que “esta situación no nos impidió nunca continuar, hacer cosas que teníamos que hacer”. Recuerda con pensamiento elevado sobre sus ojos como si tuviera que buscar un álbum de fotografías y se topa con la imagen indicada, encuentra el Carnavalito de Música Andina y Latinoamericana, evento que enaltece los

sonidos prehispánicos. Piensa y continúa. “Se hacía en el patio central de esta casa de la cultura, colocábamos antorchas en el piso para que la gente bailara, caminara, y no solo se hacía en este lugar. Una de las tradiciones era que salíamos con los grupos artísticos en coches de caballo, haciendo fiestas por todas las partes del pueblo, grupos de Perú y Bolivia que por falta de recursos se venían por carretera”. Pero, por lo general en ese tiempo la música y la muerte se besaban, se acariciaban, pues veían normal que se expusieran 6 o 7 carteles de difuntos en la Iglesia Nuestra Señora de El Carmen. “Hubo un tiempo en que llegaron grupos para el Carnavalito, y la noche anterior habían matado 6 personas y estábamos pensando qué hacer, decidimos salir montados con los grupos andinos en coches de caballo por las calles y parar una cuadra antes, una cuadra después donde habían velorios, allí se encontraban hombres borrachos con sus camisas abiertas y las mujeres con lágrimas negras bañadas por pestañina, los llantos desgarradores, pero mientras recorrimos el pueblo haciendo música, había fiesta y alegría, porque la vida es alegría, y la vida seguía en medio de los otros, recuerda. No se podían entregar al dolor así fueran cuestionados, pues acompañaban a quienes estaban dolidos por la muerte de los seres queridos y respetaban ese dolor, un dolor que estaba acompañado por el espíritu del jolgorio y del velorio. Y entre muertos que alzaban la voz y vivos que bailaban entre ruanas y charangos, iban tarareando…


9

enfoque de oriente “En un pueblo olvidado no sé por qué Y su danza de moreno lo hace mover En el pueblo lo llamaban Negro José Amigo Negro José. Con amor candombea el Negro José Tiene el color de la noche sobre la piel Es muy feliz candombeando dichoso él Amigo Negro José…” Ahora el Negro José, pareciera que se trasladaba con su alma difunta a continuar la parranda del carnavalito en el parque del glorioso “Simón Bolívar” al que parecía que se trasnochaba echando ojo para ver cuál de los que se pasaba por el parque se podría dar un paseo definitivo por el cementerio, además de desvelarse porque los grupos de aquel carnaval no se iban a dormir, ellos cogían su charango, su bombo y sus flautas, para seguir cantando y bailando con las almas desfallecidas. *** Y como quererse y morirse no tiene horario, ni fecha en el calendario, Javier, cuenta con voz desconsoladora y tratando de buscar en el aire la imagen de Helí Gómez, el Personero de “Verdad” y amante de la cultura. “Era un 26 de noviembre de 1996, mientras en mi oficina se organizaban las Fiestas de la loza, con algunos funcionarios de la Alcaldía , conversando de las actividades que se iban a realizar… Y… de pronto se oyeron unos disparos y… yo salí, interrumpimos la reunión, salí a la puerta de la casa de la cultura y estaba pasando un personaje, el personaje que había matado al personero Helí Gómez Osorio ‘la voz de los que no tenían voz’, me amenazó con un revólver y me dijo: Para adentro, hijueputa. Entonces yo cerré la puerta, les conté a los compañeros quienes ya se habían parado de la mesa por lo que había a acabado de suceder y les dije que algo había pasado, que había visto a este personaje corriendo; después de eso yo me paré yo fui a ver qué había sucedido y a media cuadra, estaba Helí en el suelo. Fue una conmoción impresionante”, dice que era un ser noble, un ser libre, un ser transparente, en ese entonces y reflexiona diciendo: “creo que ni hoy se puede ser demasiado libre, demasiado transparente, ni noble”. La apuesta de Helí y de mucha gente, era develar la alianza entre políticos y ‘paras’, y lo que había atrás de esos asesinatos que indagaba, pues eso, le generó lamentablemente su muerte a los 33 años. Hay muchas personas interesadas en silenciar esto. Javier Naranjo, Poeta y ex Director de La Casa de la cultura “Sixto Arango Gallo” El Carmen de Viboral. Fotografía: Fabián Rendón.

*** Continúa Naranjo haciendo un viaje al pasado, donde el arte sería unos de los mediadores para ayudar ante tanto dolor. “Íbamos a veredas y se nos aparecían estos personajes: los guerrilleros, a averiguar qué estábamos haciendo, hacíamos talleres a la comunidad, no nos lo impidieron, por fortuna nadie fue tocado o lastimado”. Habla con cierta duda sin saber discernir si eran amenazas o sugerencias. “Hubo algunas amenazas a los muchachos: córtese el pelo, esos peludos de la Casa de la Cultura, eh…, pero nadie lo hizo, nadie se cortó el pelo, ni paramos nuestra actividad. Y cómo no imaginarse que se afectó la ida a ciertas veredas porque estaban tomadas por los actores armados y en franca guerra, hacer eso no era prudente, una cosa es llevar la vida que tenés y otra cosa es ir a zona de guerra a buscar la muerte u otros problemas. No era una imposición era una sugerencia”, reitera. La cultura estaba en un movimiento interesante, se había ganado posicionamiento. El pueblo ya decía que muchas de las fiestas se las tomaba, ya no eran las fiestas de la Casa de la Cultura, si no las fiestas del pueblo, si le preguntas a un carmelitano, ¿qué fiestas siguen? Responde con voz de fandango: Las de loza, El carnavalito, El Gesto Noble, esto los fue defendiendo hasta de los actores armados. A continuación, Javier un poco cansado de su habla y sin agua que tomar, dijo como de la nada:


enfoque de oriente

10 “‘Chiruza’, un hombre que quería ser mujer, con las cejas tatuadas mal logradas y al su caminar lo acompañaban faldas de vivos colores; lo mataron porque era distinto, en esas cosas terribles de limpieza social. ‘Chiruza’ era gay, era una persona divertida. Él no le hacía daño a nadie, se declaró abiertamente homosexual y este pueblo supremamente conservador… Aunque hemos cambiado lentamente porque la diversidad es riqueza, se admitió lentamente por el trabajo cultural a los diversos, a los distintos, al teatro, a los peludos, al del tatuaje, al de los aros, ya convivimos; ello tiene que ver a medida con el trabajo cultural, generando sensibilidades desde lo heterogéneo y enriqueciéndonos mutuamente” Pero todas estas muertes no se podían aguantar a palo seco, por lo menos para acabar con la pesadilla era necesario una dosis de divertimiento, el “Carnavalito” cogió alas y en medio del vuelo la gente era asustada por la parca ebria, feliz por la fiesta. Retoma Naranjo, “era un ambiente de música ancestral, era una cosa bella de hermandad, de cercanía, de complicidad, de paz, nunca hubo un problema, no faltaba el borrachito, pero el asombro era muy conmovedor, ir en esos coches de caballos y explicarles a la gente que venían desde Cali, la costa, Bolivia o Perú lo que habían sucedido. Recuerdo una chirimía con su canción: "Taba la tortuga bajo del agua bajo del agua bajo del agua… haciendo su ruido como cosa mala Taba la tortuga bajo del agua bajo del agua bajo del agua… haciendo su ruido como cosa mala Taba la tortuga bajo del agua, taba la tortuga de corazón… Una fiesta lindísima donde le decíamos a los asombrados: Miren, hay que parar, porque anoche hubo 6 muertos en el pueblo”. *** En este momento, rayan las tres de la tarde, el sol comienza a despedirse, entro a la casa del gestor, Lucas Rodas, me encuentro con la sala y de milagro no está el cuadro del sagrado corazón con una quena en su boca, elaborada por este lutier de instrumentos prehispánicos. Me saluda amablemente con sus ojos achinados y comenzamos una conversación en medio de su taller. Comenta que 1988 empezó bailando y tocando tambores, “empecé a enamorarme de la música porque mis hermanas pusieron un casete de canciones andinas, no sé porque, pero a mí se me alimentó algo, yo había escuchado antes a peruanos y bolivianos que venían a recoger dinero en los parques, pero justo ese casete me despertó todo lo que pasó. Yo hice parte del grupo Teatro Tespys, y en 1992 hicimos una obra que se llamaba América libre, en conmemoración de los 500 años de este continente, toda la banda sonora era de música andina esto me hizo sentir más tocado ya escuchaba este tipo de músicas. Como seguía consumado por las melodías, tuve relación con el grupo Tierra de los Andes y no solo era tierra, también era montañas recuerda

que todos los domingos se reunían a las 11 de la mañana unos gomosos de la música andina y el lugar de encuentro era por los tanques del acueducto municipal. Ese era nuestro ritual todos los domingos a tocar, a enseñar, a compartir: Jaime Baena, el que toca guitarra en Querques, Fredy ex integrante de Teatro Tespys, y Nelson Zuluaga que es el tornero “Moresco”. Formamos el grupo Montañas”. En 1996 entre guerras, matanzas y parrandas, nace la iniciativa de un evento musical entre Jaime Baena músico, Kamber, teatrero y Mario Acevedo “Mario Piña”, retoma Lucas, no sé si en medio de tragos, y se preguntaron “¿por qué no hacemos un festival de música andina? Invitamos grupos y a Javier Naranjo, no le gustaba mucho esa música, pero le echamos el cuento y así como a regañadientes dijo: hágale, organícelo. Y empezaron a organizarlo, a convocar gente, a buscar grupos de música andina y se creó el primer carnavalito; tocó el grupo Montañas, Tierra de los Andes, un grupo de Marinilla que causó mucho impacto que se llamó Madre arcilla, estábamos en época de conflicto. Pero una cosa nos llevaba a la otra, en 1998 andábamos haciendo tomas culturales porque en ese tiempo, empezó a agudizarse la violencia, mientras los paramilitares y la guerrilla hacían tomas armadas, nosotros hacíamos tomas culturales, nos metíamos a sitios muy malucos”. Comienza Lucas a hablar de pormenores El Carnavalito de Música Andina y Latinoamericana es un evento que se realiza desde el año 1996, esta primera versión se realizó el 12 de octubre en conmemoración del Día de la raza; la inquietud de generar este tipo de eventos surge de dos gestores culturales: Carlos Mario Betancur (Kamber) y Jaime Baena.


enfoque de oriente

11

Helí Gómez, Personero de El Carmen de Viboral, amante a la cultura y un hombre altruista que luchó por los derechos de los más vulnerables. Fotografía: cortesía Corporación Jurídica Libertad.

de esa época: “Era muy fácil llegar a la escuela de la vereda y ponerse a jugar fútbol o básquetbol con los guerrilleros que transitaban porque eso era parte de la vida cotidiana, desde las 4:00 p.m hasta 5:30, soltaban sus armas las ponían al lado de la cancha y nos poníamos a jugar todos. Ese era el panorama, esa era la atmósfera de guerra y arte en los cañones inermes de El Porvenir». Pero la práctica de hacer difuntos no se acababa, había que hacer limpieza social, y el objetivo militar era los expendedores de marihuana o los que vendían marihuana —dice Lucas con voz apacible—, porque no podían fumar en la calle, después de las 10 de la noche no podía haber nadie afuera. Aunque no hallé registros fotográficos de estos encuentros entre el arte y la violencia, se cree que fue algo normal durante esta época. Era obvio suponer que las veredas más alejadas de El Carmen de Viboral, estaban habitadas por sus campesinos, pero también por actores armados hasta los dientes. Si, tal vez el juego en la cancha fue lo único que los hizo ver iguales, así uno de estos combatientes haya quitado la vida a uno de sus seres queridos. Pero no se trataba, de un sueño, se trataba de una pesadilla real, de situaciones muy confusas, relacionado con el impacto de la guerra en la cultura, en los territorios, en la naturaleza, en la vida misma. Expresa Rodas, “A mí me pasó en 1997, eran las 10 de la noche yo estaba llegando aquí a mi casa, justo yo tenía mi cabello tapado con un gorra de una chompa porque estaba haciendo mucho frío y justo aquí en la esquina del callejón , vi una camioneta y aceleraba, allí venía gente del F2 “Los feos”, llega la camioneta, acelera , yo en reacción lo que hice fue destaparme la cabeza saqué las llaves tranquilamente y en ese momento por la ventanilla sacaron un fusil y me apuntaron en la cabeza , yo actué naturalmente porque

yo no había hecho nada, yo no debía nada, yo no fui marihuano, no le vendí marihuana a nadie, saqué las llaves abrí la puerta y alguien dentro del carro dijo: ‘este no es’, pero el hombre ya tenía su fusil en mi cabeza y su dedo en el gatillo, era si no disparar y darme la bienvenida al cementerio”. Menciona que lo más terrible era escuchar el sonido de una camioneta, que era aterrador, cuando entró a su casa, lo primero que hizo fue cerrar la puerta en la casa a esa escena aterradora, que inmediatamente sus rodillas se pusieron blandas y dijo: casi me matan. Pero aun así la señora guerra no daba la espalda, además no dormía por vigilar quien andaba con quien, un día le dio por mirar a quienes transportaban en el pueblo, los ‘chiveros’ tenían carros Toyota y Nissan, “Allí trasladábamos los sistemas de sonido, el vestuario de teatro, los músicos, aparte de que transportaban artistas, también tenían que acarrear por su oficio en algún momento determinado a paramilitares o guerrilleros, porque los chiveros viajaban por todas las veredas, entonces cuando los paraban en una vereda de callejones estrechos, una tropa de paramilitares les decían “Ahhh… usted estuvo transportando guerrilleros, cierto, no era necesario que el conductor respondiera para traspasarle la carne con un balazo”. Estos señores conductores sufrieron mucho —dice Lucas— sin embargo, esto nunca nos frenó para que la Casa de la cultura siguiera con su labor de llevarles a la gente teatro, música, a que vieran una estudiantina, anexa con gran elocuencia “nuestras mejores armas eran las artes”, lo dice con una sonrisa. En El Carmen de Viboral, en medio de ese hervidero de violencia, nació una semilla que floreció, donde cada noche, los poetas, teatreros y músicos realizaron sus manifestaciones culturales sobreviviendo después de la caída, caída que fue sanada con la unión de varios «mechudos» que a través de sus expresiones lograron encontrar focos culturales para iluminar espacios que el terror había apagado, así renace El Carmen de Viboral entre memoria y fiesta.


12

enfoque de oriente

L

Etnohistóricas de la vereda Lejos del Nido Por: J. Andrés Gómez Patiño

Fotografías: J. Andrés Gómez Patiño.

ejos del Nido es una vereda ubicada en el municipio de El Retiro aproximadamente a unos 2.100 metros sobre el nivel del mar y con una población cercana a los 490 habitantes. Esta vereda es un referente importante del municipio, ya que muchas personas recuerdan el famoso libro —llevado también a la televisión — llamado “Lejos del Nido” escrito por el rionegrero Juan José Botero, lo que hizo que esta vereda fuera conocida y recordada no sólo en Antioquia, sino también en distintos lugares de Colombia. Este trabajo no se centró únicamente en la recopilación de datos históricos, también nos interesaron las problemáticas actuales de los habitantes del sector y por ello, es un estudio etnográfico, palabra que nos referencia el uso de métodos de investigación traídos de la antropología y a la que hace alusión el título de este artículo. La etnohistoria analiza el devenir del ser humano a partir de fuentes documentales y etnográficas, empleando como marco teórico los conceptos de la antropología. Este texto es, entonces, el rescate de la historia contada por los mismos habitantes de la vereda en una investigación realizada en el 2012. Este trabajo contó con el apoyo de la Acción Comunal de Lejos del Nido, la cual muy amablemente nos brindó su apoyo y especialmente su presidente de entonces, Jorge Blandón; también agradecemos a la Institución Educativa Rural Lejos del Nido y a su profesora, Dora Inés Pedroza Cardona por su apoyo. Por último, agradecemos a la asociación ambiental “Madremonte” por su importante acompañamiento. La vereda Lejos del Nido está ubicada al suroriente del municipio, limita con las veredas Pantanillo y El Chuscal. Se llega a ella por una vía destapada, desde la vía principal hacia el municipio de La Ceja hay unos 30 minutos caminando hasta el centro urbano, donde se encuentra además la Institución Educativa Rural Lejos del Nido, fundada en 1964 por las misiones religiosas que visitaban la región en esa época. La escuela ha servido como centro veredal: allí se reúne la JAC, se ofician misas, se realizan actos culturales y deportivos; en la vereda cuentan que en la escuela: “Se casó un señor y se bautizaron dos niños”. Otros lugares importantes de la vereda son los sectores llamados Palermo arriba, El Hueco, La Floristería, La Esperanza. Lo cierto es que la vereda Lejos del Nido tiene un excelente clima, tierras fértiles, gran riqueza ambiental principalmente por sus recursos hídricos y forestales, que han permitido que se desarrollen diversos proyectos productivos cómo granjas, huertas, floristerías, galpones, entre otros. En la actualidad, hay muchas fincas de veraneo que generan empleos en la vereda de mayordomía, pero que también están causando problemas sociales por la falta de espacios para la vida campesina y rural que caracterizó a sus habitantes tradicionales, así lo concluyó el antropólogo estadounidense Robert Dover y sus alumnos en una visita realizada con la Universidad de Antioquia en el año 2011, en la cual encontraron que las fincas de recreo y parcelaciones estaban encerrando a la comunidad y desplazándola de sus espacios de esparcimiento, lo que estaba generando problemas sociales como la endogamia y de identidad dentro de la vereda. Cuentan los habitantes de la vereda que esta, se iba a llamar por primera vez “EL VALLE DE MARIA” pero el padre Tarsicio Milán propone el nombre de “Lejos del Nido”. Aunque muchos otros dicen que el nombre procede del pasado étnico de los habitantes de la vereda, al respecto dice Dani Andrés Vallejo, Director del Museo municipal:


13

enfoque de oriente Gutiérrez -dice don Manuel- que quedan algunos de esos túneles. En esos tiempos lavaban las ropas en las quebradas, se alumbraban con “Conviene anotar que tres resguardos indígenas habían sido creados velas, lámparas de petróleo y caperuzas. Molían guarapo, sacaba cabuya, por la corona española en el Oriente de la Provincia de Antioquia: El cargaban mucha leña, vivían en ranchos de paja y cargaban el agua. No había Peñol, San Antonio de Pereira y Sabaletas. La comunidad de Lejos del Nido es entonces ni electricidad, agua ni carreteras, la gente caminaba por los montes. descendiente del pueblo indígena de San Antonio de Pereira. Su historia data de También recuerda las chozas de paja: con helechos o macana. Se hacían 1873, año en el cual son trasladados a El Chuscal”. cuatro esquineros de fique seco y los unían-amarraban con baritas de madera y De este traslado surgiría el nombre de Lejos del Nido, por el desplazamiento entre las jaulas que se formaban se vaciaban barros, pantanos y boñigas. Habla al que son sometidos. Aunque el pasado étnico de los habitantes de la de la “Maravilla” como una planta con flor hermosa y recuerda anécdotas dónde vereda aún es causa de discusiones y controversias, lo cierto es que aunque antiguos parientes se iban a la Pintada y se quedaban varios meses trabajando: en la actualidad hay es un mestizaje en la región con mayor presencia de “Llegaban flacos -nos dice Don Manuel- hoy día, en cambio, se trabaja mucho en campesinado, aún se pueden notar rasgos indígenas y costumbres asociadas las fincas cercanas”. con un pasado muy particular de esa comunidad. Don Manuel recuerda que empezó a trabajar por la comunidad por Otra hipótesis del origen del nombre de la vereda me la contó la maestra los años cincuenta del siglo XX, trabajaba en vacaciones para atender Dora Inés Pedroza que afirma “El nombre de Lejos del Nido, tengo entendido, la acción comunal. En la administración de León Cartagena se llevó energía a que es por lo del Libro de José Botero. Pues el dice que la niña creció lejos del Lejos del Nido, recuerda reuniones con el querido y hoy ausente Carlos Mauro nido, refiriéndose lejos del hogar”. Hoyos y Bernardo Guerra, quienes ayudaron con la construcción de la escuela. Según la maestra:“Los apellidos predominantes de los estudiantes y En la administración de Héctor Escobar se adelantaron trabajos del acueducto. padres son de origen indígena como Buriticá, Blandón, Villada Suaza, Román, Esa tarde y acompañados de una aguapanela ofrecida en el corredor de su casa Flórez“. ubicada, en un altico del poblado de Lejos del Nido, se venía la tarde-noche Vuelvo a la historia contada por los y Don Manuel nos seguía hablando de propios habitantes. La tradición oral de categorías clasificatorias como “Buriticaes”, “El nombre de Lejos del Nido, tengo la vereda habla de sus costumbres así: “Guasimales”, “Alticos” y “Dragos”; entendido, que es por lo del Libro de José Formas de vestir: Las mujeres haciendo alusión a la forma como se vestían faldas largas, pañuelo en Botero. Pues el dice que la niña creció lejos denominaban ciertos grupos de personas, la cabeza para el frío, los hombres nos habló de líderes comunitarios del nido, refiriéndose lejos del hogar”. usaban pantalón, hasta que cumplían como Tiberio Villada quien ayudó con Según la maestra:“Los apellidos la mayoría de edad, camiseta o camisa, el mejoramiento de caminos y de casas. predominantes de los estudiantes y padres unos usaban alpargatas y otros eran Finalmente, nos cuenta de tiempos en que “a pie limpio”. Comida: Sancocho con son de origen indígena como Buriticá, se iluminaban los caminos con vela de Maravilla —vegetal silvestre relacionado parafina (higuerilla) o “a tizón voliado.” Blandón, Villada Suaza, Román, Flórez“. con la papa— fríjoles petacos con coles y En la actualidad la Junta de Acción sidra, también hacían arepas de “maíz Comunal es liderada por Jorge Blandón pelao” y mazamorra molida en piedra; un joven atento y que trabaja mucho por las arepas las asaban en callanas(Vasija la comunidad, con un fuerte liderazgo, él menciona problemas como la falta tosca que usan los indios americanos para tostar maíz o trigo), sopa de bolo, de presión del agua de las tuberías lo que hace que llegue a veces en pocas chicha, sopa de aguacate, yuyos. El Chachafruto, maracuyá y el mortiño son otros cantidades; de la vivienda, donde hay un déficit de residencias habitacionales, alimentos tradicionales de la región. algunas necesitan mejoramientos y hay casas sin luz. A estas problemáticas Bailes: Eran con música de cuerda y los instrumentos que utilizaban eran la se le suma la necesidad de legalizar los predios de algunos habitantes guitarra, la lira y el tiple. de Lejos del Nido. Otro tema que le interesa a la comunidad es la Juegos: Trompo, pares y nones, golosa, cauchera, valero, yoyo, zancos, conformación de escuelas de danzas, coros y artes en general. montar a caballo de palo, montar en cartones, pisingaña, charrascales, gallina Es de anotar que en la vereda Lejos del Nido hay mucho potencial para la ciega. cultura y el arte, cuando los visitamos en Octubre del 2012 algunos alumnos Don Manuel Villada, líder local y uno de los más antiguos habitantes de hicieron bailes representando a los indígenas y otros más del folclor antioqueño, Lejos del Nidol habla del tema indígena sin incomodarse y con mucha madurez, también hubo danzas modernas como el break dance, además nos contaron la no niega que muchos de los habitantes tuvieron formas de vida muy historia de la vereda por medio de una trova interpretada por el joven Ricardo y similares a las de los indígenas, pero no le da mayor importancia a la su compañero Juan Diego, que decían así: influencia de esas manifestaciones étnicas en la vida de su comunidad, ni antes Hoy vamos a rescatar/ Una historia que pasó/ y mucho menos ahora. Hace unos sesenta años/ En esta bella región Don Manuel Villada recuerda las épocas de guerra en las cuales los nativos Dicen que son descendientes/ hacían túneles y se enterraban para esconderse de colonos, en la finca de los De un cacique Pipinta/ Que era perteneciente/ A los nativos de ahorita.


14

enfoque de oriente Vivían los Tahamíes/ Y el grupo de los Quiramas/ Es la tradición oral/ Que hoy a todos nos llama. Las viviendas son humildes/ Sencillas y muy pequeñas/ Ahora están rodeadas/ De fincas grandes y buenas (…) Finalmente, hablaremos del libro “Lejos del Nido” del escritor antioqueño Juan José Botero (Rionegro, 1840 – 1926), novela que ha sido muy ligada a la historia de la vereda. La novela ha sido muy leída en nuestras instituciones educativas y en distintos territorios del país. Desde su primera edición en 1924, han salido impresas por lo menos otras cuatro ediciones, sin contar con las miles de versiones piratas del libro que hoy día siguen circulando por las librerías del país. Obra fundamental del costumbrismo y de la novela indígena la cual ha sido analizada no sólo por sus descripciones históricas, sino también por los prejuicios étnicos que en ella abundan y que son evidencia de las mentalidades de la época, la forma como se pensaba al indígena en los comienzos del siglo XX, Juan Carlos Orrego, en su texto Prejuicios del nido, plantea: «Es preciso reconocer que el libro [Lejos del nido], ensamblado con las válvulas y palancas del folletín decimonónico, se deja leer con facilidad, produciendo aquella sensación de insaciable apetito deseada por cualquier lector. Pero en seguida saltan a la vista sus horribles baches. Prejuiciada como lo estaban las cabezas de los patricios de aquella época, la novela resulta ser otra más de las columnas que sostienen el siniestro edificio del desprecio nacional contra el indígena. Azotados por los impuestos ordenados por el “amo” Bolívar y reducidos por obra de las iniciativas de Rafael Uribe Uribe, ahora los pueblos amerindios se ven retratados con una desconsideración que, de lo demente, resulta inimaginable». Pero el libro ha tenido importantes críticas literarias a su favor, entre quienes resaltan el valor estético de la novela y equiparan a Botero con los autores más representativos del siglo XIX en Antioquia como Tomás Carrasquilla están, Samuel Velásquez y Pacho Rendón, destacando así su importancia histórica en la literatura regional. Aunque más allá de los análisis literarios nos importa aquí analizar las implicaciones sociales que tuvo la representación indígena de la novela en los habitantes de la vereda. En la actualidad es evidente que se ha formado en la vereda un tabú en torno al tema indígena. Ya hemos visto como hay costumbres, manifestaciones y otras pistas que nos muestran que un grueso de la población tiene ascendencia indígena pero en la actualidad no hay un autorreconocimiento de dicho pasado y se puede considerar algo ofensivo denominar a los habitantes de Lejos del Nido en una categoría indígena. Lo cierto es que actualmente la población tiene modos de vida más cercanas a la población campesina en general y su estilo de vida es más cercano a la cultura occidental por los avatares de la globalización y la modernidad, todo esto ha causado un crisis identitaria en sus habitantes, donde se hace necesario una reivindicación y un fortalecimiento de su cultura; para saber hacia dónde dirigirse y de qué modo afrontar la modernidad sin generar desestabilización social y poder planificar mejor su futuro y su vida como comunidad. La historia de Lejos del Nido sigue teniendo una fascinación especial por las múltiples variables que se pueden analizar, esperamos que este texto sirva no sólo como un breve compendio histórico sino como plataforma para abrir la reflexión acerca la manera cómo viven y se ven los habitantes de esta “Caja de Pandora” ubicada en las verdes tierras guarceñas.


15

enfoque de oriente

Fotografías: Casita rural.

Casita Rural: educación que pasa por el corazón

Por: Diana Londoño, Directora Casita Rural.

L

os recuerdos de la infancia se encargan de irnos esculpiendo, somos amasijos que van tomando la forma y las marcas del tiempo y de las personas que nos tocan. Una de las memorias que me acompaña desde niña es la del momento previo a los partos de las cerdas en mi casa, recuerdo que sentía una emoción rara que ahora no logro definir, porque la ternura de ver y contar a los recién nacidos se cubría con una especie de niebla cada vez que miraba a la cerda acostada en la paridera. Los cerditos buscaban el calor de la madre, inocentes de que podrían ser aplastados por ella; algunos eran ágiles y se lograban pegar primero de alguno de los pezones, otros en cambio se quedaban adormilados, como si les pesara la vida desde el nacimiento o como si presintieran los pasos del carnicero. A esas colitas, así se les llama a las crías rezagadas, las recogía para tratar de calentarlas contra mi pecho y alimentarlas con un tetero; quería hacerles su estancia más amable, aunque supiera que algunos no tendrían ningún chance de fortalecerse con la leche cansada de su madre. Las marcas que llevo impresas en mi cuerpo y en mi memoria hacen que hoy prefiera no comer carne de cerdo. Es extraño, pero cuando pienso en lo que hago en Casita Rural me descubro vagando otra vez en el recuerdo de la marranera y en esa intención de acompañar y de hacer más bella la vida. Eso es en principio lo que hacemos en la biblioteca y en las escuelas a las que llegamos: acompañar y tratar de que nadie se vaya quedando atrás. Mientras hacemos eso, que es nuestra base, nos vamos metiendo en la música, en la danza, en el teatro, en la escritura, en la fotografía y en lo audiovisual; exploramos los sentidos mientras desarrollamos lenguajes que nos permitan mirar al otro desde la curiosidad y la fascinación, no desde la competencia. Usamos el arte como un lugar más de encuentro y como un medio para expresar lo que nos cuesta nombrar.

Los niños que más dificultades tienen en la escuela son los que vienen de madres que también han sido confinadas en sus silencios, los abandonados, los que un día tuvieron que salir corriendo, los que no comen, los que no duermen, los hacinados, los que tienen en su familia algún asesinado, los que crecen solos porque sus madres tienen que trabajar turnos dobles para comprar el mercado, los de padres ausentes. En vez de ser un refugio para ellos, la escuela se les convierte con frecuencia en un suplicio porque a ellos todo les cuesta mucho y su esfuerzo no es reconocido. Estos niños, que nacen y crecen en desventaja respecto a otros, aprenden pronto a sentirse incapaces del logro más pequeño. En nuestro proyecto los acogemos especialmente a ellos para hacerles saber con nuestra presencia decidida que no están solos, porque cualquier cosa que les pase tarde o temprano terminará pasándonos a todos. No es cuestión de endilgarnos culpas mutuas, porque al fin y al cabo todos somos piezas de un engranaje que parece estar diseñado para que nos demos codazos para poder avanzar dos pasos. Nuestra propuesta consiste en atravesarle un palo en la rueda a esa máquina que nos arrastra por inercia para que así tengamos tiempo de mirarnos y de apreciar lo que tenemos a nuestro alrededor y lo que los demás hacen por nosotros sin que lo notemos. Queremos enriquecer el lenguaje de los niños a través del arte y levantar bibliotecas, escuelas y comunidades dándole fuerza a todo lo que nos produce emociones bonitas que se nos notan en los ojos y en la sonrisa. Trabajamos por una educación que se construya a partir de emociones y recuerdos bellos, por una educación que pasa siempre por el corazón.


16

enfoque de oriente

cuna del arte Por: Edwin Arley Echeverri.

A

Fotografía cortesía: Edwin Arley Echeverri - Obra: Juan Manuel Guiral.

caso no tiene arte el labrar la tierra, mirar el atardecer y disfrutar de un buen café, acaso no tiene la embera en su rostro arte, con pigmentos minerales que posa en sus mejillas para representar su historia y tradición. El arte en mi concepción del mundo eleva al alma, trastoca los sentidos, transborda la mente a otro tiempo, otro espacio donde habita la obra y el sujeto. ¿Qué fuese del mundo si no existieran campesinos, amantes y profetas?; ¿qué fuera de nosotros?, no tendríamos la oportunidad de contemplar el dorado de los campos del trigo y el verde del aguacate, no sentiríamos la necesidad de escribir a la amada o componer canciones desesperadas al amor, ¿qué fuese de nuestro existir sin esos profetas llamados artistas?, viajeros del tiempo que plasman su mensaje en lienzos, muros, madera, instrumentos y hojas, viajeros que dejan un fragmento de ellos para ser compartido al mundo, déjeme decirle amigo artista que usted se arma de empatía y coraje, para compartir una parte de su ser. Entre montañas, en una ciudad llamada Rionegro (Antioquia) catalogada como la cuna de la libertad, nacen semillas que han formado raíces, raíces que dan vida a la tierra, tierra que nos provee de un sinfín de frutos, frutos que salen de tallos fértiles, tallos que sostienen nidos donde reposa la golondrina y anida el barranquero, barranquero que deslumbra con su cola, cola que mueve como péndulo y detiene al observador lo introduce en un trance, soltándolo en su aleteo. En esta tierra, iluminada por los rayos del Oriente, nacen orquídeas, jazmines y aves del paraíso, nacen artistas plásticos como Juan Manuel Guiral, que con materiales metálicos realiza un homenaje a los zapateros, este homenaje se encuentra ubicada a una cuadra del parque de Rionegro, por la calle de la zapatería con carrera 50, nacen también grandes caricaturistas como lo es el maestro Ricardo Rendón Bravo y Luis Fernando Hincapié que nos proporcionaron aproximadamente 202 obras en estos tiempos de pandemia, pintores como Luis Fernando Zapata y su amor por la historia que se refleja en sus pinturas, además de esto, en mi ciudad nace un colectivo llamado buena siembra, un grupo de personas, del cual, tengo la fortuna de conversar con uno de sus participantes, Andrés Felipe Ospina, quien nos cuenta sobre la obra “Micelios” y la importancias de los símbolos con el territorio, esta obra se encuentra ubicada por la zona industrial de Rionegro, y cuenta con un recorrido de 850 metros cuadrados, en mi parecer estas obras muestran el desarrollo cultural del municipio de Rionegro, llenando las escuelas, parques, calles y esquinas de buen arte, arte que se fortalece de horas de estudio y trabajo, trabajo que refleja un gran amor por la vida, salvaje, silvestre y natural. Recordar quisiera para terminar, que el arte debe ser apoyado desde todas las entidades estatales y en todos sus ámbitos de manifestación, si deseamos que nuestra ciudad tenga un verdadero cambio, necesitamos invertir en la cultura, pensando en los niños, jóvenes y adultos, para que en vez de armas de fuego puedan empuñar lápices, pinceles e instrumentos musicales.


17

enfoque de oriente

Por: Alejandro Trujillo Moreno.

L

as prácticas y saberes de las comunidades rurales representan un entramado comunitario que logra tejer diferentes generaciones, son una clara representación de lo que significa la vida en comunidad y de la relación que se establece en el territorio, en las maneras de habitarlo y en los valores de identidad que se construyen de manera colectiva. Por esto al referirnos a las prácticas y saberes de las comunidades rurales de El Carmen de Viboral, estamos preguntándonos al mismo tiempo por las narrativas del territorio que las comunidades han construido históricamente. Estos elementos no solo generan un reconocimiento, valoración y defensa del lugar que se habita, sino que al mismo tiempo permite dar continuidad a ese entramado cultural y natural que es el territorio. Es así como en el año 2015 inicia un proceso de formación musical con los niños de la escuela de la vereda El Porvenir, del cañón del Río Melcocho, que años más tarde daría un primer fruto de este proceso, alrededor de la investigación “Entre el río y la montaña los hombres cantan para espantar la guerra: Caminando por las trochas de las músicas campesinas de El Carmen de Viboral, Antioquia”. Este trabajo indagó por las funciones de la música en el Cañón del río Melcocho de El Carmen de Viboral, generando reconocimiento, valoración y revitalización de estas músicas de carácter rural como parte del patrimonio local y regional y en la que se expresa una cosmovisión del “ser campesino” de las montañas de Antioquia, entendiendo la música como una narrativa viva de la memoria colectiva de estos territorios. Así, para el año 2018 como iniciativa de la Corporación cultural Nybram en alianza con la Junta de Acción Comunal de la vereda El Porvenir y los procesos de formación musical “Guitarras para educar”, nace “El festival de la montaña: Saberes y prácticas de las comunidades rurales de El Carmen de Viboral Antioquia”, un encuentro comunitario para el intercambio de saberes, el reconocimiento de las prácticas comunitarias como aspectos vitales del territorio y la celebración de la vida en comunidad desde la ruralidad. La música, la cocina, la agricultura, las festividades son algunas de las manifestaciones culturales que se quieren dinamizar desde el núcleo mismo de las comunidades, incluyendo dimensiones de formación, circulación, investigación y procesos de memoria, defensa y protección del territorio y el patrimonio natural.

Las dos primeras versiones del festival contaron con la participación de comunidades rurales de las veredas La Cristalina, Santa Rita, El Roblal, El Retiro, El Cocuyo, entre otras, a través del desarrollo de diferentes talleres y encuentros comunitarios en los que se tejieron narrativas principalmente alrededor de la música y la cocina. Si bien el festival se concibe desde una sede principal en la Vereda El Porvenir Cañón del Río Melcocho, también se propone una actividad itinerante denominada “A lomo de mula por otras veredas”, que teja espacios para el intercambio de saberes, experiencias y un reconocimiento de la diversidad cultural que habita otros territorios rurales, creando vínculos comunitarios entre diferentes veredas de esta localidad. Esta tercera versión que se realizará de manera virtual, presenta diferentes invitados que nos narran “Las trochas del maíz” desde el Cañón del río Melcocho, las veredas invitadas como la Palma, Camargo, Viboral, San José y algunas historias que habitan nuestras zonas urbanas pero cuya memoria es rural. Reconociendo en estos caminos la vocación agrícola de El Carmen de Viboral y su relación histórica con este alimento ancestral. Los contenidos audiovisuales son realizados por la Corporación cultural Nybram y otros por la Junta de acción comunal vereda El Porvenir, en un diálogo de saberes y una construcción colectiva presentada durante 5 días de emisión (26 al 30 de octubre) en los que nos acercaremos a los saberes y prácticas del maíz, maíz que se pila al ritmo de la música campesina y de sonoridades que cuentan la montaña y que podremos conocer a través de las redes sociales del festival y el canal local Viboral tv. Este ecosistema de saberes “Las trochas del maíz” se presenta desde 5 componentes: Enjalmando la memoria: Este componentereflexiona sobre aspectos de la memoria y la identidad campesina desde diferentes miradas. Acá se escuchará la voz de algunos invitados que compartirán su mirada, su experiencia y su saber. Desde este lugar se proyecta consolidar procesos de investigación desde la ruralidad. Serenatas montañeras: Las narrativas musicales son memoria viva de las comunidades rurales. Así en este espacio se presentan historias de vida de músicos campesinos, intervenciones musicales de grupos que habitan la ruralidad o que construyen su narrativa desde este lugar. Además de escuchar el


18

enfoque de oriente

Fotografía cortesía: Alejandro Trujillo Moreno.

cantar de los niños campesinos y sus nuevas formas de contar el territorio. Sabores de la montaña: La memoria de las comunidades rurales está en el alimento y en los conocimientos y saberes alrededor de la cocina campesina. La relación con la tierra parte de este principio vital que sustenta la vida. Este año conoceremos la memoria del maíz: sus preparaciones y sabores que son herencias antiguas de nuestro territorio. Cultivando un saber: Cultivar los saberes y prácticas rurales para que la memoria esté viva en las nuevas generaciones. Aprender un oficio, distinguir un saber, recordar una práctica, es parte de lo que significa habitar un territorio rural. Esta versión nos conectará al tiple desde su fabricación, acercándonos a este ancestral instrumento que ha sonado en estas montañas durante más de un siglo. En esta versión además, se incluirán narrativas del territorio rural desde las percepciones y vivencias de los niños en los que nos contarán ¿Qué significa el maíz?, ¿qué recuerdos tienen del maíz en la vereda?, ¿qué significado le da a la música campesina?, ¿qué le gusta de vivir en el campo? Las palabras de la montaña: La lectura en voz alta de poemas, mitos, cuentos es un ejercicio vital en la promoción de lectura y en la recuperación de la tradición oral. Encontrar las voces de la montaña, sus múltiples acentos e historias de la más antigua a la más reciente. Esta versión retoma aquellas poéticas del maíz para hacer memoria y agradecer su siembra. Además, de los contenidos anteriores el festival propone de nuevo la actividad «A lomo de mula».

Finalmente, y como parte de la interacción con otras miradas, se crea el primer concurso de fotografía “La siembra”, con este espacio se busca invitar a la comunidad a contar desde su mirada lo que significa sembrar, permitiendo crear así una historia contada por muchos que nos invite a conectar de nuevo con nuestras prácticas de agricultura y el cuidado de la naturaleza como fuente y madre del alimento. Hablamos del Festival de la montaña como un encuentro comunitario que invita a reconocemos desde las expresiones culturales de la ruralidad. Entendemos que la ruralidad no está separada de la vida urbana y que es justo en esta relación que podemos tejer nuevas posibilidades de vida. Reconocemos que la identidad está ligada a los procesos de territorialización, memoria y que es preciso crear nuevas perspectivas para nuestras comunidades rurales, advertir otras formas de habitar los campos desde una mirada ecosistémica en equilibrio con la naturaleza y recordar que ser campesino es una historia que debemos transitar para comprender lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos. Celebramos y sembramos la montaña, cultivamos los saberes que la habitan, agradecemos su alimento. Que canten los pájaros y que el río nos cuente sus historias, que la tierra florecida nos enseñe la bondad del alimento y que las manos del labriego nos recuerden el origen. La voz del labriego, la historia del monte, la palabra y el canto serán las huellas de otros tiempos.

Este festival 2020 fue ganador de la CONVOCATORIA DE APOYO A ENCUENTROS Y ESTIVALES ARTÍSTICOS Y CULTURALES DEL DEPARTAMENTO DE ANTIOQUIA 2020 del Instituto de cultura y Patrimonio de Antioquia. Además es apoyado por la Administración municipal de El Carmen de Viboral y el Instituto de cultura de El Carmen de Viboral. Es un tejido comunitario apoyado además por diferentes instituciones públicas y privadas y diferentes colectivos y espacios del municipio que se suman a estos andares en “Las trochas del maíz”: Viboral Tv, Carmelina parrilla, Carmelina Beer bar, Café teatro, Bohemia Café Bistro, La casa de Vero, Café Vivo Bar, El Barqueadero, Caffe Media Luna, Café Provincia, Corporación cultural Tespys,Estanquillo Licomás, Un desastre llamado Julia, Aleteos, Scuilo, Colectivo Antorcha, La píldora, Evolution, Hojarasca, Soul Rebe, Licomás, Enfoque de Oriente. Nuestra gratitud a todos los invitados que alimentan esta narrativa del maíz: familias participantes de la vereda El Porvenir Cañón del Río Melcocho, Casa Carrataplan Isaias Arcila, Granja los abuelos Doña Orfilia Velazquez, Raíces escuela Agrosocial, Jorge Gómez, María Judith Valencia, Ana Carmona, Fabián Giraldo, Nilton García, Buenaventura Granja Escuela, Israel Osorio, Granja Renacer Carlos Osorio, Empanadas bailables Reinaldo Álvarez, Casa Luthier Velazquez Obdulio Velásquez y Edwin Villa, Felix Trujillo, Robinson López, Niños de la vereda El Porvenir, Tradición Melcocheña y músicos Lucelida Martínez, Aldemar Hernández, Uriel Valencia, Odulio Patiño, Juan Gabriel Martinez, Arbey Martínez.


19 17

enfoque de oriente

Inobservancia de lo observado Por: Juan José Rendón Guapacha.

L

a construcción de una identidad territorial tiene como eje fundamental la realidad, desde esta se construye una identidad acorde a la vivencia de las personas con su territorio. El cuento Inobservancia de lo observado es un aporte a la identidad del territorio porque a través de su narrativa, expone personas, lugares y vivencias de una cotidianidad olvidada por muchos Rionegreros y forasteros que suelen visitar nuestro territorio (en este caso San Antonio) teniendo en cuenta que los aspectos del cuento marcan una diferencia con lo que hoy es el lugar. Resaltó también que los grupos del territorio son los que marcan la identidad al igual que los fenómenos percibidos, y el cuento destaca el valor de esos grupos y/o fenómenos que son olvidados por formas impuestas de vivir, es decir, se ve a San Antonio como un lugar turístico para ir a comer, tomar o “turistear”, pero no observamos el otro lado, se podría decir, la anticultura o lo borrado del mapa. Esta identidad está enfocada en la cultura y los comportamientos habituales de los ciudadanos en dicho territorio, donde se rescata a esas personas y situaciones del día a día para darles un plano principal en todo este acontecer histórico. En conclusión, Inobservancia de lo observado aporta a la identidad del territorio porque realza la realidad que hace peculiar este lugar, siendo deber de nosotros valorar e incluir a esos grupos y/o fenómenos en las cosas bellas que tiene el territorio.

Ilustración: Mariana Rendón Cardona.


20

enfoque de oriente

Es sábado y nadie descansa. En la placita están dos comerciantes, vacilando sobre cosas comunes de una persona corriente, divagando. Los fulanos llegan con mucha frecuencia a la placita embaldosada de manera rústica, antigua; en sus alrededores acompañan aquellos palos fuertes históricos, adornando con su belleza silenciosa. Junto a ellos la fuente donde las monedas no quedan, no porque metan la mano para sacarlas, sino por el hecho de no tener agua y sería poco placentero arrojar una moneda sin el *plop* para pedir un deseo; y en la mitad, el Libertador, con su sombrero de hace un siglo, postura rígida, erguida, testigo de todas las borrascas de los lugareños en tiempo de fiestas (de las empanadas) o de cada primer domingo del mes. El día taoscuro tocayo, ¿no le parece? Sí ome, pero no es nada, si supiera de Tulito, el hombre ahora no tiene casa, y anda buscando un arriendito, y nada. A veces buscamos en donde no es o ni miramos. No le entiendo tocayo. Es decir, las personas tienden a ser ciegas aunque tengan la mejor vista, por aquí pasan miles de fulanos a ojear las carpitas, pasando el tiempo, sin ver, debe padecer lo mismo el Tulito, es más, dígale que yo tengo un conocido arrendando una habitación, como en doscientos mil, baratico, y que deje de mirar donde no es. Hágale tocayito que yo le comento. Lo dejo pues tocayo que vinieron a ojear. La tarde cayó, suave, con sol al principio pero con ganas de volverse desolada, oscura y en aquel parque los fulanos sin cesar, buscando qué ojear para preguntar sin compromiso. En la silla al frente del Libertador, se encontraba el hombre escuchando la conversación de los comerciantes, atento a los detalles, mirando para todos lados, descansando. Al principio sudaba, venía a sentarse en la placita empedrada con sus baldosas hacia un lado, geometría particular y unas piedritas marcando la separación entre una baldosa de otra, nadie las miraba, igual que el guayacán (los guayacanes) o al mismo Libertador. Las personas aquí llegan como por momentos, la mayoría del tiempo todo está ocupado menos la fuente y el Libertador, es como si nadie los pudiera ver, alrededor solo fulanos, pero aquí está todo, un guayacán amarillo, gigante; a la izquierda mía una palma Payanesa hermosa; atrás de Córdova, un Tulipán africano, peludo, verde; y atrás de la fuente un árbol de familia Anacardiácea, la mayoría con sus letreros dañados, sin poder visibilizar el nombre; ahí están, dando aire, esperando un poco de atención, que los fulanos en uno de sus días acelerados puedan parar a observarlos-pensaba el hombre mientras abría un empaque de ponqué y se acomodaba la camisa, sudorosa.

Amoldando su cuerpo a la silla, dejando a un lado sus pensamientos inquietantes, motivándose a ir más allá y tocar fondo de por qué los fulanos no observaban las cosas bellas de la placita. Se notaba en él su figura congoja y unos ojos sin esplendor, así y todo, una que otra mujer lo miraban, quizá por estar sentado solo sin expectativas, asustado de tanta gente ciega y desmembrada de algún sentimiento para la placita generadora de respeto para él. Un pueblo recordado por su iglesia colonial mirada por los fulanos de reojo, dándose la bendición o esperando algún taxi, bus y en los días de fiesta, un “pirata”, eso sí, la belleza que desde su terminación en 1775 hasta hoy sigue intacta, un lugar perfecto para las palomas antes del primer campanazo del día. ¿Por qué se hacen a la derecha las palomitas? Él en medio de su pensar, observando a los fulanos, sudando, con las piernas temblando, casi tambaleando para sentarse y descansar; observó un grupo de jóvenes quejambrosos de los precios de algún lugar del país para ir en vacaciones, no caían en la cuenta del lugar que pisaban, inconscientes niñatos. Camisas de todo tipo, personas variadas, montando bicicleta o en bicicleta con ruedas para no caer, tratando de aprender a frenar, ¡ojo con la gente, frene con los dos, con los dos! -Le decía el abuelo a su nieto-. Justo al lado del hombre, disimuló entre aquel anciano, el niño y el grupo de jóvenes hablando de viajes y sitios costosísimos, ¿Lo podes creer?- fanfarroneaban-. Al mismo tiempo, cruzó miradas con una muchacha curiosa de ver al hombre ahí solitario, él volvió a su sitio, desencadenando una de sus muchas angustias, hasta que diagonal a él, un grupo de inmigrantes exasperados por no tener comida, por tener un litro de aceite y un kilo de arroz. Pero mira, solo tenemos esto, es tu culpa. ¿Mí culpa? qué va. Tratando de leer los labios, el hombre no percibió nada, solo dio con un niño paseando por el tulipán africano, inocente sin saber qué le depararía su vida, alejado de aquella discusión; nadie de la placita los ve ni escucha, no existen. La tarde caía, adornando el cuadrado de la plaza había ojeadores, unos enlazan mano, otros en familia y algunos después de misa. Nubes azules con un tinte negro despejado en la mitad del cielo se postraban a la luz de todos, los fulanos sabían lo que vendría. Aquí nadie repara, ni distingue lo que se encuentra a sus ojos, habitan siempre al azar y no ven lo verdadero, sincero o singular. Lo cotidiano observado sin interés, está ahí, unos plantados, con más de cien años y una altura que nadie se imagina; una estatua rígida, mirando los guayacanes; una iglesia colonial, pecaminosa; una fuente sin agua, vaya a saber por qué; las señoras de las fresas con chocolates de mil quinientos; el bailarín de break dance disfrazado de spiderman para muchos sinónimo de humor, con una historia atrás que pocos saben, nadie, solo él, ¿quién será?, ahí está, bailando con fervor, en confianza y otros están discutiendo por falta de comida, nadie los ve.

Aquí nadie repara, ni distingue lo que se encuentra a sus ojos, habitan siempre al azar y no ven lo verdadero, sincero o singular. Lo cotidiano observado sin interés, está ahí, unos plantados, con más de cien años y una altura que nadie se imagina...


21

enfoque de oriente

La oscuridad es inminente como la ida de las personas, en el cielo se ve la tristeza del sol y la alegría de la noche, expectante. Tocayo, nos va a echar esta lluvia. ¿Será? Siéndole sincero hermano, ya no hay fulanos, vea el Libertador nadie lo mira. Pues tiene razón, el que es sabio es sabio, sino mire el señor que viene allá. A lo lejos, mientras el hombre sentado en la silla oteaba al bailarín en su tempo y la iglesia con sus palomas, venía un viejecillo, parecía ya jubilado, con historias infinitas, unos ojos grandes, cara arrugada, acompañado de un perro blanco olfateando. Aquellos personajes honorables de la frase: “el perro es el mejor amigo del hombre”. A las tres del hombre de la silla, quedó postrado aquel viejecillo, sin gesto alguno, con canas que denotan sabiduría. Ahí están el viejecillo atisbando, enfocado no sé sabe en qué, esperando la noche que caía/ el viento que venía /las palabras que no decía. A los quince minutos, el primer campanazo alejó las palomas de la iglesia después de la llegada del viejecillo, y de inmediato, como por arte de magia, los fulanos por todos lados. Entraban por la fuente, por la carpa de los dos comerciantes, preguntando, ojeando y hasta por el lado de los “inconscientes niñatos”. Los fulanos iban a disfrutar un poquito, antes del sirimiri, casi que por no faltarle al campanazo. Las palomas volaron, el viejecillo cruzó sus piernas y caminaban por caminar, ojeadores sin cesar. El hombre se percató de la situación, entraban hasta por el cielo, unos sentados un rato en el Libertador y otros como robots, ojeando. Al lado del viejecillo, dos mujeres con batas blancas salpicadas de chocolate y un señor de acento extraño hablaban como conocidos de toda la vida, preguntando por un barrio. Ramosas, no, no así no es, Remiendos, menos, comienza con re... ¡Remansos! Yo vivo por allá, - se oyó una voz cálida-. Eso, eso, Remansos, es que yo soy nuevo por acá, vengo de Cali. Yo viví allá hace mucho tiempo, la ciudad de Cali, el barrio obrero, San Antonio. Sí, la loma es muy buena, tiene una vista envidiable, apenas para una tarde como esta ¿no le parece? No me quejo, en mis tiempos era diferente, tenía más energía, ahora descanso y observo, nunca tuve tiempo para eso, por cierto, la avenida sexta es buena para caminar, esa si sería para estos momentos. Claro, ahora ya no, redujeron la vía peatonal, y ampliaron eso gigante para los carros -hablando muy duro, parecía un cuentero-. Cuando la conversación no tenía nada de jugo, el cuasi cuentero, casi saltando: La tarde está cómo fría. Sí, igual que toda esta plaza.

Las palomas otra vez al lado derecho de la iglesia, moviendo muy rápido la cabeza, algunas como si tuvieran pulgas picoteaban, las demás ahí, quietas, igual al viejecillo. El hombre de la silla escuchó una conversación inesperada, al menos oyó la voz del señor que volvía a cruzar sus piernas, mientras le señalaba a su perro que fuera hacia el frente y el perro, en un acto de rebeldía se quedaba ahí junto a él, en un acto de confianza y adoración. Ahora el grupo de jóvenes, se veía atrás por el tulipán africano, hablando quién sabe de cuál lugar, menos ella, volvía a cruzar miradas con el hombre y esta vez, él la observó, tratando de penetrar sus ojos, ¿Le parezco raro? ¿Qué tiene de malo que esté aquí solo? – doblando el empaque del ponqué devorado-. De la nada, entre el cruce de miradas, una presencia se tornaba en aquella plaza, nadie la sintió, los fulanos caminaban después del campanazo y ni notaron aquella mujer acaeciendo por medio de todos los ojeadores, perdida, cavilando, sin modular ni hacer un solo gesto, la mano derecha en medio de su pecho sosteniendo una bata azul acompañando su vestido negro, paseando, quizá su vida no tenía sentido o andar por ahí mirando lo más extraño y particular era su hobbie, su vida. El hombre de la silla quedó muy intrigado por la mujer del vestido negro, quién sabe a dónde iba, sin prisa, acompañada del cielo con sus gotas próximas para mal del comerciante y bien del viejecillo conteniendo un frío, el frío. El frío estaba llegando, el hombre sentado en la madera con metal dura, respondiendo a sus cuestiones tratando de llegar a una síntesis del día: la plaza, un cúmulo de inobservancia, los fulanos ven pero no le dan su lugar a lo cotidiano, a la plaza; luchas incansables, pensamientos de personas extrañas, con vidas alborotadas paseando por aquí donde sus historias tienen receptores seguros- los altos y silenciosos árboles, la fuente, el Libertador; la iglesia colonial con sus palomas, lo cotidiano -. Sonó el celular del hombre de la silla, despertando al viejecillo que junto a su perro se levantó y salió a dar la última vuelta, quizá para volver a su hogar en Remansos, a descansar. Los dos comerciantes seguían sus conversaciones intermitentes, ahora sobre lugares. Pereira. No, no, Doradal es más caliente -se oía por el guayacán amarillo, la plaza estaba un poco deshabitada, y los de siempre ahí, de testigos. El segundo campanazo llegó, los fulanos ojeadores - no observadores de la señora desdeñada, el viejecillo y su perro, el spiderman bailando o aquel niño del tulipán africano- se habían ido y la plaza empedrada quedaba de nuevo sola, esperando al próximo día para la omisión de lo cotidiano. El hombre se levantó un poco más sereno después de lo visto, con algunas respuestas inconclusas, con unas respuestas a medias pero con satisfacción y tranquilidad. Al fondo estaba el bailarín disfrazado en su tempo esperando alguna mirada sincera como la placita, lo cotidiano que la rodea y los testigos. Después de unos metros recorridos por el hombre, lejos de la plaza, volvió a ver a la señora desdeñada con la mano en el pecho sosteniendo la bata azul admirando la única paloma blanca de la placita, inobservada por el hombre.


22

enfoque de oriente

Un viaje sonoro por Colombia Los puertos del Caribe colombiano vieron llegar en el siglo XIX los acordeones de las músicas populares europeas. Los poetas de las sabanas del río Magdalena los convertirían luego en sus más fieles compañeros, creando así una nueva tradición: El Vallenato. Aquí comienza nuestro viaje. Como a los juglares vallenatos, escuchamos a Viento Sur ensamble, un cuarteto de músicos del oriente antioqueño, que toma los instrumentos de cuerdas frotadas, durante siglos asociados al repertorio clásico europeo, y explora su límites para crear la sonoridad de “Mi presidio”, un paseo vallenato en un formato de cuarteto de cuerdas frotadas. El pizzicato del violonchelo suena a guitarra, y la caja de los violines, acostumbrada a resonar la melodía de las cuerdas, se convierte en caja vallenata para invitarnos a bailar al son del paseo. Nuestra siguiente parada es San Basilio de Palenque, donde la bulla de los tambores de origen africano de los esclavos escapados del puerto de Cartagena, le dan vida al bullerengue que celebra la conquistada libertad. Inspirados en esta base rítmica, De Chonta, un ensamble de Jazz del municipio del Retiro, interpreta “Sendero”, composición de Santiago Bedoya, baterista del grupo, en la que la percusión transita por diferentes ritmos de origen africano. Inicia con las tamboras del bullerengue, pero más tarde nos recuerda la clave del son antillano y llega a convertirse en el timbal de la salsa. El piano y el bajo, siguiendo estas bases rítmicas, improvisan progresiones de acordes cromáticos, a veces un poco disonantes, característicos del Jazz, estilo nacido también en el seno de las comunidades negras de Nueva Orleans en Estados Unidos.

Por: John S. Gómez Giraldo. Corporación Licania.


23

enfoque de oriente

Fotografía: Santiago Acevedo Castro, integrante del cuarteto Viento Sur. Tomada por: Juan Pablo Gómez Giraldo.

Desde las costas del Atlántico, atravesamos el Tapón del Darién hasta llegar a las costas pacíficas, más precisamente al Chocó, y con el ensamble de jazz De Chonta escuchamos un aguabajo que lleva el mismo nombre de la agrupación. La base es un ritmo festivo marcado por el redoblante y un piano que quiere ser marimba para sonar a la chonta de la selva húmeda del Pacífico. El saxofón soprano improvisa melodías que inventan un nuevo folclore, una música inacabada que reencarna en una nueva forma cada vez que es interpretada. Adentrándonos por el valle del río Cauca llegamos a las laderas de la cordillera de los Andes y subimos al cerro de Pacandé donde “vienen muchos descendientes de antiguas tribus guerreras” como canta la voz de la maestra Mildred Perafán, acompañante del ensamble Viento Sur en Tambores de Pacandé. Este sanjuanero, heredero de las tradiciones de las comunidades indígenas de estas montañas, nos recuerda las fiestas y el baile que se forma en torno a las tamboras y las flautas. Una tambora acompaña al cuarteto y su ritmo marca el sanjuanero, mientras los músicos con sus voces cantan la algarabía de una fiesta milenaria. Después de atravesar los bosques de la cordillera de los Andes, descendemos a los llanos orientales, a orillas del río Orinoco. Desde allí Viento Sur se atreve a tocar un pajarillo, uno de los ritmos más exigentes del joropo. En arreglo del maestro Santiago Acevedo, violinista del cuarteto, escuchamos Colombia del “Cholo” Valderrama. Los arcos zapatean las cuerdas del violín en un ritmo sincopado. El violonchelo marca los bajos del arpa, y el violista imita el hábil rasgueo de un cuatrero. Las cuerdas marcan un corte y se hace un silencio. La voz caucana de Mildréd Perafán llena el aire con unas coplas improvisadas, una tonada de notas largas que nos acompaña durante las labores del campo llanero. Vuelve entonces el alegre zapateo sobre las cuerdas, y los versos continúan dibujando a Colombia:

… en la costa esta la cumbia y el mapalé arrullador el currulao cadencioso bailado a golpe e’tambor y en sabanas vallenatas, está el mágico acordeón la caja, la guacharaca, la puya merengue y son y en las cúspides andinas, el bambuco es el señor pasillos y torbellinos llenos de paz y fulgor derrochando melodías en un tiple arrullador del llano brota una copla tejida en prima y bordón y un arpa que en su delirio, retoza con el sabor junto a un cuatro bullanguero y un capacho retozón afinando la garganta de un llanero cantador. Hay todavía una pausa hasta que el camarógrafo anuncia el final de la grabación. Entonces se escucha un efusivo aplauso entre los pocos miembros de la producción. Resuena el eco de los pasos al caminar sobre el escenario. Estamos frente a 700 sillas vacías, en el Teatro Regional Valerio Antonio Jiménez de Marinilla y acabamos de escuchar a dos de las ocho agrupaciones musicales que pasaron por “Licania: Sala de Conciertos Digital”. Desde el jazz y las cuerdas frotadas, dos formatos musicales tradicionalmente asociados a la academia y a las élites, los músicos del oriente establecen un diálogo con unas tradiciones que llegan a nuestro territorio después de largos viajes por la geografía y la historia. Los sonidos de nuestra región fueron laboriosamente tallados por las manos artesanas de nuestras montañas, pero también llegaron de este viaje por los puertos, envueltos en finos estuches unos, en las infernales galeras de los barcos negreros otros. Los artistas del oriente, toman estos antiquísimos sonidos, los llenan de vida y los invitan a emprender nuevos viajes que los llevarán a puertos desconocidos. Las luces del teatro se apagan. Solo queda esperar que esta sala digital se llene de una audiencia sin lugar ni tiempo para realizar este viaje sonoro a través de nuestro territorio y nuestra historia.


24

enfoque de oriente

N.N

Por: Fabián Gil Osorio.

E

n palabras de Alfredo Molano “el camino que recorre un muerto N.N. hasta convertirse en cenizas anónimas, lo convierte muy probablemente en habitante anónimo”. Las siglas N.N. refieren a nomen nescio o ningún nombre; En medicina legal los cuerpos que no son reconocidos son nombrados de esta manera. La configuración de la presente obra, se da en un proceso de investigación durante varios meses, revisando archivos de los registros fotográficos de los N.N., dibujando y acompañando los análisis forenses de diferentes cuerpos en medicina legal del municipio de Rionegro Antioquia. Se inicia indagando sobre el lugar de origen de muchos de estos, los cuales aparecen registrados presuntamente como procedentes de las disputas territoriales en la cordillera central, entre los municipios de Toledo, Ituango, Yarumal, Briceño y San Andrés de Cuerquia en el departamento de Antioquia, en los cuales participan diferentes grupos armados, siendo este uno de los corredores más estratégicos en la geografía colombiana para el transporte de droga y negocios ilícitos. En esta cordillera se realizaron recorridos etnográficos registrando por medio de fotografías, relatos y dibujos, algunas de las memorias de los cuerpos desaparecidos en el territorio; como trabajo de campo, se transitó por una montaña boscosa conocida en la zona por los lugareños como un lugar de fosas comunes, realizando muestreos de tierra y cenizas de algunas quemas durante los meses abril y agosto de 2018. Las cenizas se toman como metáfora del cuerpo y su condición etérea, al igual que se relacionan con el paso del tiempo en medicina legal, donde el cuerpo es transitado de diferentes formas desde la limpieza, hasta la preparación e investigación, buscando que este no sea registrado directamente como un nomen nescio. Como referencia directa de medicina legal se toma una pesa, que carga en si misma sus implicaciones simbólicas, utilitarias, históricas, culturales y políticas, para hacer una reinvención creativa, en la cual los órganos humanos son remplazados por cenizas de la montaña, material etéreo perteneciente al paisaje natural que aún se encuentra en disputa territorial; además de dos relojes que se mueven en ambos sentidos, estos presentan el tiempo como material constituyente del pasado y del presente; de esta manera se disponen dos tiempos simultáneos que refieren a la historia de nuestro país y la transición de los cuerpos sin nombre por dos contextos, medicina legal y los campos de disputa en el conflicto armado colombiano. Esta composición simbólica invita a detener la mirada en el pasado y en el presente, sobre los acontecimientos violentos del territorio, las formas de relacionarnos en él y la cultura de la muerte que se ha instaurado, no como un imaginario colectivo sino desde una realidad que nos transita a todos. Es pertinente revisarnos como sociedad y preguntarnos ¿qué nos pasó para hacer de nuestro paisaje una geografía del dolor?, como también es importante reconocer que cuando se hace presente un cuerpo que fue nombrado y que ahora transita los espacios sin nombre, genera una fractura simbólica en la identidad de un pueblo y de una comunidad.


25

enfoque de oriente

Lúdica

Por: César Álvarez.

E

n el 2015, cuando en una muestra de arte los adultos se paseaban por el salón con su copa de vino en la mano mientras comentaban las obras y departían con el artista, los hijos de algunos se sentaban en la pequeña sala de recepción con sus tablets y los celulares que sus padres les habían entregado para que se quedaran quietos y tranquilos. Este comportamiento me inquietó y preocupó como artista, fue el motivo que me inspiró a comenzar a pintar los juegos de mi infancia y/o mis memorias. De allí nació la serie Lúdica: niños jugando sin tecnología, con carritos de plástico o madera, elevando cometas, saltando la golosa o rayuela, trompos, canicas, encostalados. Finalmente, en el año 2016 presenté estas obras al público. El primer escenario fue la biblioteca pública del pueblo en el que residí por más de 12 años, ubicada a tan solo unos pasos frente a la escuela primaria a la que asistía mi hijo. En la inauguración, asistieron amigos y vecinos de la comunidad, padres de familia de niños que frecuentan la biblioteca, y de manera especial, esta vez, los niños se involucraron e interesaron por aquellas pinturas de vibrantes colores, mientras los padres comentaban entre sonrisas los recuerdos de su propia infancia.

Soy César Álvarez, nacido en Rionegro, Antioquia, con más de 30 años de experiencia en las artes plásticas. He incursionado en diferentes estilos; desnudos, retratos, paisajes, bodegones, y en cada tema y técnica he dejado, no solo mi firma y huella, sino mi alma, porque como dicen todos los artistas: cada obra es un hijo, y muchas personas se acercan al artista esperando que con su pincel pueda dejar plasmada para la eternidad fotografías de algún momento memorable. Son muchas las satisfacciones que el arte deja, exhibiciones, premios, viajes, pero sin lugar a dudas, hay una serie con la que me he sentido muy agradecido y esta es «Lúdica y Ternura». Esta obra fue una misión cumplida, con ella quise rescatar los juegos que en otrora nos reunían en las calles, o en un jardín y no requerirán de una pantalla y una conexión de internet, pero era tarea de los padres incentivar a sus hijos a jugarlos y hasta explicar de qué se trataban. Sentí que había cumplido mi parte: mover las fibras de la memoria de los adultos, recordarles su niñez y lo felices que fueron en esas épocas en que se hacían amigos mirándose a la cara, riendo, ejercitándose y rogando por cinco minutos más. Desde entonces, en mis exhibiciones siempre hay alguna obra nueva de esta serie y el público se me acerca y me reconoce como «el artista que pinta niños».


26

enfoque de oriente

¡Nos tejemos en el cerro!

Por: Valentina Hincapié Martínez

“Proteger la vida [ del cerro] para que el agua no se contamine, para que la tierra no quede desierta… Proteger la vida [ del cerro] para nosotros, para los pájaros y para todas las especies aledañas” (…) Que no se explote el cerro para que nadie más muera de sed (…) No más minería”.

P

almirita una comunidad campesina situada en el Centro Zonal Los Cedros del Municipio de Cocorná (Ant) no está dispuesta a sumar en su historia de vida comunitaria, un nuevo desplazamiento; ni material ni simbólicamente hablando Palmirita está dispuesta a destejerse, a desunirse y menos, cuando quién amenaza es el monstruo del extractivismo. Por esta razón, en un acto de co-creación, nos propusimos hacer un telar para tejer las historias que vinculan material y simbólicamente a esta comunidad con el cerro El Chaquiro. Es de vital importancia tener en cuenta que cuando nombramos la experiencia de defensa del cerro El Chaquiro por parte de los campesinos y campesinas de Palmirita, lo hacemos justamente porque consideramos que es un ejemplo de juntanza y resistencia comunitaria, así mismo como un ejemplo fáctico de las posibilidades de construir vidas inseparables de su forma. Sin embargo, esto no quiere decir que estos campesinos y campesinas tengan, a nivel individual y comunitario, todos sus problemas resueltos; se trata de una comunidad que sufrió los embates del conflicto armado colombiano y hasta nuestros días se encuentran en un proceso de recuperación material y simbólico – individual y colectiva -de los daños que ocasionó en ellos la violencia. Así mismo, por motivo del desplazamiento forzado que vivieron, muchos de ellos se vieron obligados, para poder regresar a su tierra, a hacer préstamos con entidades bancarias que hasta el día de hoy no han podido saldar; muchos perdieron la mayor parte de sus tierras, de sus cultivos y de sus animales. Aunado a este problema se encuentra, por ejemplo, el panorama incierto de la reparación a víctimas que debido a la negligencia

estatal, parece sumergir a las víctimas en un círculo de re victimizaciones, más que en un proceso real de reparación material y simbólica. Todo esto para decir que las experiencias que nombramos con mayor insistencia de Palmirita son una muestra de devenir comunitario a pesar de los estragos que ha dejado sobre sus cuerpos y sus territorios la violencia. Palmirita es una comunidad que se recrea constantemente, en este caso, en contra del extractivismo y del sin fin de violencias que están dirigidas sistemáticamente hacia los campesinos y campesinas. En el ir y venir de las madejas de lana que simulaban los colores y las texturas de la tierra y que nos iban vinculando a nosotros con las historias de otros, y a todos con la propia historia del cerro, nos dimos cuenta que los fines –por llamarlo de algún modo– que tiene la comunidad en vínculo con el cerro, son más bien unos medios sin fin (Agamben,2017,p 57), esto quiere decir, un contacto no utilitario, un contacto que rompe con el ciclo de muerte de la economía porque pone de manifiesto la importancia de la vida- del cerro mismo y de todos los vivientes que dependen de él- más allá de lo que de él pueda ser explotado y producido. Se trata de un contacto que desde una óptica marxista sí concierne a una noción de valor de uso ya que es explícita la necesidad que los campesinos y campesinas tienen del agua que nace en el cerro, pero esta necesidad exhibe un uso que es especial, pues los campesinos no buscan hacer del agua un objeto privativo porque la reconocen como bien común, bien común a todos los vivientes. Comenzamos por preguntanos por la historia del cerro y entre todas las palabras que afloraron, se hicieron comunes aquellas que referían, por un lado, el miedo ante el riesgo de la pérdida del cerro y del agua, y por el otro, los propósitos de juntarse en comunidad para propagar su defensa y con ello, su vida.


26

enfoque de oriente

Los campesinos y campesinas, al igual que el resto de vidas animales y vegetales de la zona, se nutren del agua que nace en el cerro, por ello, tanto el agua como el cerro tienen un valor de uso fundamental: nutrir la vida. Y esto nos hace pensar que los campesinos y campesinas le apuestan, como si se tratara de una apología de la inmanencia de las cosas, a una concepción del agua como bien común que está desprovisto de propiedad; al mismo tiempo en que es una propiedad de todos, disponible para todos los vivientes que es necesario preservar para que su ciclo nutritivo no acabe y se multiplique. Es paradójico que los proyectos de extracción minera tengan una concepción del tiempo a corto tiempo, pues estos llegan a los territorios, construyen sus plantaciones de monocultivo, sus microcentrales, producen el dinero que mueve sus deseos por un tiempo que bursátilmente ya está calculado y en cuanto se van, la vida de los lugares ha sido completamente socavada, casi que yace irrecuperable sin posibilidad de multiplicación de su ciclo nutritivo. Quizás esto tenga que ver con que los contactos con la tierra, mediados por el valor de uso que implica inegablemente su preservación, su cuidado, su defensa, se encuentran inmersos en el ritmo propio de la naturaleza, mientras que aquellas relaciones que se establecen con la tierra a partir de la usurpación económica – valor de cambio, valorización del valor- se mueven justo bajo el influjo del tiempo lineal de la economía capitalista. Este medio sin fin que exhibe el contacto de los vivientes con el cerro, también podría ser nombrado, apelando a Walter Bejamin (2001), como un medio puro. Pues la vida y su importancia no son desplazadas por ningún fin; más bien lo que se procura es que el contacto con este cerro –mediado por el valor de uso simbólico y material– no tenga fin; el contacto entre estos vivientes exhibe la nutrición que es propia de todo contacto de cuidado en donde la vida se conjuga para procurarse entre sí y seguir viviendo como unidad vital fundamental.

Si comparamos este valor simbólico y de uso común que tiene la comunidad del cerro, con la finalidad mercantil y privativa que tiene el Estado y las distintas instituciones que avalan los proyectos extractivos, nos damos cuenta que estos últimos representan el poder soberano de la máquina antropológica, pues operan económicamente utilizando la vida en sentido técnico y sólo en aras de la producción de plus valor –el dinero–, extendiendo el desierto, haciendo de la vida una nuda vida, imposibilitando su nutrición y su permanencia en el mundo. Esto nos lleva a pensar que una de las maneras en que la vida inseparable de su forma emerge cuando los modos de agenciarla no la desplazan del centro ni la usan ni la definen en sentido técnico o como algo expuesto a un fin económico. Tal vez una de las potencias vitales de los campesinos y campesinas de Palmirita que los aboca a la juntanza en pro del cuidado y la defensa del cerro, de sus vidas y de otros vivientes que lo habitan, tenga que ver con que justamente allí donde el poder soberano ha desplegado su fuerza destructora desnudando las vidas ( nuda vida), la vida emerge desviando el poder destructor, conteniéndolo con el poder erótico de la creación, la nutrición y la multiplicación. En torno a este horizonte podríamos asentir que las identidades campesinas del Oriente a esta altura de la historia de precarizaciones que han vivido sus habitantes, se están co-creando, tejiendo y retejiendo para no tener que abandonar nunca más sus territorios ni sus modos de vida campesinos, para desactivar los efectos destructores de la violencia soberana, para construir escenarios de digna rebeldía en los cuales el lenguaje son los gestos en tanto actos creadores de vida inscritos en una identidad polifónica y contextual que hoy se reviste de resistencia y lucha en contra de la minería.


28

enfoque de oriente

Los caminos y el monte Por: Yuliana Miranda Gómez.

D

esde hace unos años mi mirada ha deambulado por los paisajes del Oriente antioqueño, y a partir de los apuntes gráficos, pictóricos y fotográficos, he llegado a unas reflexiones, donde también el caminar, ha sido materia para desarrollar mi trabajo plástico, siempre evocando un romanticismo en la mudanza del paisaje, y esbozando con ello, la sublimidad de la tierra en la que yacemos. Pienso que ese mirar se ha dado en una función generalmente panorámica y ha estado dirigida por los caminos ya establecidos, pues siempre estuvieron enmarcados en los recorridos frecuentes de mi desplazamiento. Estas rutas, las carreteras para ser más precisos, han sido creadas por unas necesidades de trasladarse de un punto X a un punto Y, conservando, a veces un poco de su composición original, y por la otra parte creando un paisaje nuevo que es sometido a diseños que desvirtúan completamente su naturaleza. He creído que el paisaje es una construcción humana, que solo existe en la medida que es observado, presenciado o advertido por los sentidos, pues este no tiene una conciencia propia de saberse paisaje. Cada uno desde sus intereses y ayudado por el entorno, va habituando los sentidos para percibir lo necesario para sí. Entonces, la mirada se va volviendo más específica siempre en busca de lo que nos afana e incumbe, negando así la otredad. Algo así sucedía con las indagaciones acerca del paisaje que iba transformándose y a su vez edificándose; había limitado los ojos, poniendo un visor en frente. Había dejado de ver. Y eso ya me había desgastado; sin embargo, la práctica de caminar que siempre ha sido mi manera de recolectar, estaba (y está) vigente, pues ya lo decía David Le Breton, caminar es un método tranquilo de reencantamiento del tiempo y el espacio, caminar es una apertura al mundo. Caminar se vuelve ritual e implica una desaceleración del tiempo, es un detenerse y una hendidura a la contemplación. Y ya que

el cuerpo está todo dispuesto para ello, “… el verdadero y gran milagro empieza donde se detiene la mirada” (Maetertlink, 2014, 73) y los otros sentidos, pero la mirada prima en el aprehender de las formas y los colores. Me encontraba entonces desbordando los caminos, saliendo de su ribera, adentrándome al monte, entre la mal llamada maleza y las chamizas y los matorrales, mirando inquisitivamente, reconociendo un paisaje que había ignorado. Columbrar es vislumbrar e intuir. Columbro entonces el misterio y enigma de los matorrales, uno que no nos es revelado, porque pertenece a su propia naturaleza, unos secretos que, con el tiempo, como hijos de esta tierra, poseíamos, pero que hemos ido olvidando y de la que nos hemos ido desvinculando por buscar sublimarnos en banalidades. En asuntos estéticos, las visiones sociales, comerciales y estructurales nos han sugerido, o casi que instaurado, unos valores con los que aceptamos consensuadamente unos elementos y acciones, porque dichos valores proponen una armonía y la garantía de la experiencia de la belleza, tratando de mantener un orden y unos parámetros que nos llevan finalmente a consumir. Esto hace que la vista, y si se quiere los demás sentidos, estén siempre enfocados en los objetos que cumplen con este fin o en los que se ajustan a esas valoraciones, perdiendo de vista las otras caras del espacio habitado. Esto, aplicado en todo lo que pueda despertar el interés de unos oriundos y sujetos extranjeros sobre un territorio. La distribución espacial de una región nos determina el desplazamiento y así la disposición de los sentidos. Estás rutas están trazadas con la idea arriba expuesta, en función de asuntos comerciales que les dan forma a esas estructuras. Se vuelven vías principales, porque son más directas a esos centros urbanos, y que, por ello, seguramente son las que con más frecuencia utilizamos. Se hacen familiares y reconocibles estos caminos.


29

enfoque de oriente

Y como lo familiar es más cercano y en estos casos, más fácil, evitamos desviarnos, lo que genera entonces, ignorar otras rutas, y que suceda que los sentidos no estén siempre alertas y despiertos, sino siempre acostumbrados, cosa que no significa que no sea buena, pues cuando ese camino se hace rutina, ante más mínimo cambio, reacciona nuestra percepción. Estos caminos menos usuales, que no están tan formados desde lo urbano, muchas veces están bordeados por rastrojos, matorrales y todavía, algunas masas de monte, que guardan un poco de una vida campesina, acaso agrícola y la evidencia de la variedad de plantas. Es válido aclarar que el ejercicio del andar está muchas veces supeditado a aquellos que quieren detener su tiempo de las correrías del trabajo. Andar es un lujo, que a veces pareciera escasear. ¿Y para qué se camina? Para crecer, conocer, expandirse y como ejercicio espiritual. Andar es un descubrir y reconocer, permite trazar, así como la comisión corográfica permitió hacer la cartografía a la vez que un tipo de inventario de país, recogiendo también, por medio de apuntes, la riqueza paisajística, geográfica y cultural, ese que de alguna manera ha determinado nuestro clima interior como lo decía Fernando Gonzales en su viaje a pie; además de nuestro clima y formas corporales, porque no es el mismo quien nace entre montañas y que quien nace en las llanuras y sabanas. Caminar, presupone pues, una idea de nuestra

geografía, nos ubica en el mundo, y vuelvo y cito a Le Breton: “Caminar reduce la inmensidad del mundo a las proporciones del cuerpo” es decir, que nos permite aprehender nuestro territorio en una relación más íntima. Los caminos conducen, hacen las veces de una vertiente que contiene los códigos de las historias y vestigios de cómo se fundaron los pueblos con nuestros antepasados. Son la apertura, el umbral, que une un lugar con otro, lo que permite un constante intercambio cultural, formas de hacer, de pensar y de saberes. Este territorio del Oriente antioqueño es rico en montes y matorrales, aún podemos reconocer un sinfín de caminos de herraduras, y de los que también se desprenden bifurcaciones que se hacen para acortar los recorridos, caminos llenos de la historia de la región. Pareciera que todos los municipios se comunican por estas vías, que juegan a ser las terminaciones nerviosas de esta tierra. No obstante, el acelerado crecimiento demográfico y el perfilamiento de la región por su riqueza geográfica y demás, la han convertido en un punto señalado y atractivo para el desplazamiento poblacional y comercial desde las grandes urbes, provocando la pérdida o re- “organización” de estos caminos. Aún entre nuestros ocupantes, hay algunos que se aferran a la naturaleza de esta tierra, a la conservación de los verdes de los montes, del matorral, del paisaje, el agua, muy a pesar del gris progreso que desde hace años ha llegado arrasando las vistas del territorio, desviando y enmarcando las miradas con muros verticales. Son muchos, los que, como esbozaba antes, aman recorrer y se identifican con este gran pedazo de tierra, se dejan seducir bellamente por los montes, y las chamizas enigmáticamente entrecruzadas del matorral. La región compuesta por los municipios Rionegro, El Carmen, Marinilla, Guarne, El Retiro, La Unión y otros, son desde mi visión, un solo territorio, no existen fronteras, tanto por la cercanía, como por el compartir, y las redes que se han fraguado entorno a las diferentes manifestaciones artísticas y culturales: las colectividades, los festivales, la juntanza por causas específicas. Desde las divisiones geográficas que se establecen entre un municipio y otro, las fronteras parecen desdibujarse en los caminos veredales y zonas rurales. Los caminos que se comunican entre veredas a otros municipios, lo que están por fuera de las vías comunes, parecieran no tener como tal una pertenencia a un municipio particular. Desde San Antonio de Pereira de Rionegro, cruzando por Ojo de Agua, se llega a Cristo Rey y otras bifurcaciones que pertenecen al Carmen; desde Guarne, por las veredas la Ranchería, hacia Las Cuchillas, San José, Fontibón, para llegar al centro de Rionegro; esto solo por nombrar un par de caminos laberínticos del Oriente Antioqueño. Las características de estás rutas son muy similares, los bordes atiborrados de casas campesinas algunas, de cultivos, de matorrales y montes. La mejor manera de vivir el territorio está en el ejercicio de caminar.


30

enfoque de oriente

Tríptico de vida y muerte. Sobre y de repente… La noche (2015), de Juan Gabriel Medina Gómez

Por : Alexánder Arboleda Bedoya.

U

no de los hallazgos más interesantes que se hacen cuando se lee la poesía de Juan Gabriel, es el hecho de que revela una infinidad de lecturas, encuentros, canciones y clases que el autor felizmente ha compartido en su vida. Es una trampa directa al recuerdo, encuentros que llegan como cuando se organiza una biblioteca: notas ya agrietadas por el tiempo y el olvido, una flor seca entre páginas hace mucho no hojeadas. Leer a Medina es leer una biblioteca mediante la cual su poseedor se desenvuelve como solamente lo permite la poesía. Juan Gabriel fue docente de lengua castellana, y fue la primera persona que me hizo ver la literatura con ese cariño que acompaña a las cosas eternas, como el amor por la madre. Como profesor, siempre fue un tipo serio e ingenioso; a veces era difícil entender sus juegos de palabras. Luego, a partir de la amistad que él compartía con mi padre, pude conocerlo un poco más y comprender de una manera más cercana el mundo que nos proponía desde sus clases. Todo se trataba de leer, y si era poesía, mucho mejor. Medina es un personaje importante en el municipio de La Ceja, porque ha impactado a varias generaciones desde las aulas y desde el amor por la poesía. En sus cátedras hablaba de Quevedo y Jattin, y se sorprendía por la indiferencia de los adolescentes hacia la poesía de Epifanio Mejía. Su experiencia de lectura la intentó transmitir por medio de sus clases, y muchos de quienes fuimos sus estudiantes estamos agradecidos por ello. En ese sentido, felizmente fuimos testigos de una obra que es importante en nuestro territorio porque revalida la condición inherente de nuestras tribulaciones humanas con la búsqueda de lo poético. Es así como se publica el libro Y de repente… La noche, ganador de los Estímulos al Talento Creativo

2015, de la Gobernación de Antioquia. A manera de tríptico, el autor divide su libro en 3 momentos claves en su existentica. El primero, llamado El alorenzamiento de la vida, es una celebración feliz de la primigenia, de la vida concebida y asombrosa. Encontramos a un Juan Gabriel padre, totalmente asombrado y contemplativo ante el hecho de ser creador y a la vez creado por la vida: Lorenza, vas a inventarte una vida, / pues voy a nacer en tu alumbramiento. El segundo momento aún no ha terminado. El autor lo encasilla queriendo contenerlo, pero sabiendo que eso es imposible. Titulado Vita Brevis, es todo aquello que sucede entre el principio y el fin. Siempre asoma el amor en su versión más transparente –el desamor-, pero también el tedio, la cotidianidad, la bohemia, la docencia, la vida misma de Juan Gabriel. Chavela Vargas le ayudó, sin duda, a escribir estos versos: Nadie más será su propia tumba, Amor. / Tu eterno instante no volverá a pasar. El tercer momento tiene la fuerza desbordada del final. Titulado Stabant filii dolorosi, es el espejo del dolor de hijo tras la muerte de su madre. El mundo lloró la muerte de doña Gabriela, quien trajo al mundo a Juan Gabriel para que le escribiera esos versos. Su poesía la busca con desespero y con calma, con ese vacío mutable que bien sabe dejar la muerte. La busca por medio de la poesía clásica. Toda la tercera parte son sonetos a su muerte luego de la madre: ¡Es que duele, Señor, mi Madre ausente! / Sin antorchas, sin paz, busco su frente / para un beso final a su memoria. La poesía de Juan Gabriel tiene un valor significativo: en un tiempo de verso libre, él prefiere la composición clásica. Traslada su admiración hacia las formas poéticas a sus propias creaciones. En un tiempo en el cual la lectura poética es más que necesaria, casi como un bálsamo, el autor crea un sinfín de mundos a partir de sus experiencias más vívidas y sus clases más profundas. Tal vez, si tuviera que decir cuál ha sido el mayor aporte de Medina, fue que nos enseñó -a quienes nos interesaba- a leer poesía. Que es casi como vivir. Y de repente… La noche, Quiasimodo nombró así este poemario.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.