Edición 282 | Enfoque de Oriente

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enfoque de oriente Edición N°282 - 2021 | ISSN 2539 - 1984


#editorial

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enfoque de oriente

¿Acaso tenemos que elegir? Por: Manuela Betancur Pérez.

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a mayor victoria de los que convierten en politiquería el ejercicio de la política ha sido hacernos creer que tenemos lo que merecemos y que además se lo debemos a ellos. El periodista francés Louis Dumur, planteó irónicamente que “la política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”. Por eso, es importante plantear la reflexión frente al tema gubernamental nacional e internacional del manejo de las vacunas contra el coronavirus y otros fenómenos sociales que se vuelven paisaje. A finales de diciembre del 2020, el Presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado, propuso la creación de un Comité Internacional integrado por los países latinoamericanos, para crear estrategias en la compra y distribución de las vacunas contra el coronavirus, llamado que fue desatendido por los gobernantes, visualizando lo que hoy es un hecho: Latinoamérica está rezagada en inmunización. Aunque países como Israel y Estados Unidos, que para el 11 de febrero había vacunado aproximadamente a 31 millones de personas, son líderes en inmunización, hay que recordar que México, por ejemplo, comenzó la vacunación el 24 de diciembre del 2020 y para el 17 de febrero, fecha en la que se aplicó la primera vacuna en Colombia, había aplicado al menos una dosis a un millón de mexicanos incluyendo al total del personal de salud. Por su parte, Chile con casi 19 millones de habitantes y acuerdos por 35 millones de dosis, es el líder latinoamericano en inmunización. Ahora bien, es cierto que para la fecha en que la vacuna llegó a Colombia solo 9 países de Latinoamérica la tenían, pero ¿es esto un motivo de consolación? No, es solo la muestra de un sistema inequitativo y desarticulado entre los gobernantes mundiales y las negociaciones bilaterales entre países ricos y los laboratorios. “El problema es que si no nos vacunamos todos en forma similar, lo que terminan haciendo los gobiernos es perpetuar los otros problemas, en especial dos formas de inequidad: la primera, entre países y la segunda, dentro de los países”, plantea Andrés Vecino, investigador de Sistemas de salud de la Universidad Johns Hopkins.

Directora: Mariana Álvarez López direccion@enfoquedeoriente.com Contacto: 3226693229 Diseñadorxs: Enfoque de Oriente Editora general: Manuela Betancur Pérez info@enfoquedeoriente.com

Sin embargo, la pobreza, la desigualdad y la corrupción nos han hecho creer que cuando los gobernantes cumplen con su trabajo, aunque sea a medias, nos están haciendo un favor. Ya lo decía Jaime Garzón, el de la risa negra: “Nosotros nombramos funcionarios públicos [...] para que les funcionen al público, y terminamos haciéndoles venias, es decir, todos sirviéndoles a ellos, es un absurdo”. Las sociedades colombiana y latinoamericana se han acostumbrado a ver lo más importante en el fin y no en los medios y en las consecuencias. Así, un trabajo sin las garantías mínimas “es mejor que nada”; como traer un hijo al mundo, bajo las condiciones que sea y con las carencias que sea, es mejor que no tener alguno; recibir la placa huella a medias, es mejor que no recibir nada; tener una hidroeléctrica, “que da trabajo” es mejor que el abandono estatal. Y así, la injusticia se vuelve paisaje porque en el deber ser es utopía. En el 2021, la tasa de desempleo aumentó 5,4 puntos y el porcentaje total es de 15,9%. En 2020, la pobreza aumentó un punto porcentual y pasó a 34,7%, lo que indica que 17,5 millones de colombianos se encuentran en situación de pobreza, por no mencionar otros datos, como los de desplazamiento forzado, cifra que para el mismo año aumentó un 96,8%; pero al menos llegaron las vacunas. Seguramente, escuchamos el nombre de Verónica Machado, la primera persona de Colombia en recibir la dosis de la vacuna contra Covid-19. Esta mujer es enfermera, jefa del Hospital Universitario de Sincelejo Sucre, y pone su rostro y vida al servicio de las personas que diariamente luchan contra este virus. A pesar de ello, Verónica tiene dos meses atrasados de sueldo y a comienzo de este año no lo recibió. Claramente, no tiene las condiciones laborales que por derecho merece y a pesar de esto, su ausencia no ha sido una posibilidad en esta lucha. Verónica reconoce que “no es un misterio o algo desconocido que todos los que hacemos parte del sector salud aquí en Colombia, sobre todo, cuando estamos vinculados al sector público, tenemos retrasos en los salarios”. “Pero al menos tiene la vacuna”, dirán algunos, y entonces me pregunto, ¿en qué momento tener que elegir entre nuestros derechos se volvió natural? No lo sé. Pero terminaré por decir, como lo dijo Lincoln en algún momento, “se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”. EO

Colaboradores y colaboradoras en esta edición: Lucas Rendón Muñoz. Juan José Macía. Liceth Zuluaga. Isaac Buitrago. Andrés Camilo Sierra. Joaquín. Mariana Álvarez López. Marsaurust. Portada: El campo y sus secretos. Por: Fabián Rendón Morales.

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El Prodigio, entre el lenguaje silencioso de las rocas y el grito de resistencia

#territorio

enfoque de oriente

Por: Lucas Rendón Muñoz.

Podrán talar un árbol y de seguro el bosque dará otro, pueden detener una quebrada y de seguro el río nos regalará otra, pueden cazar los pichones de la oropéndola negra y seguro volarán otras para anidar en nuestras montañas, pero arrebataran la memoria construyendo una autopista que pase por encima de vasijas, ahogue un río que corre libre represándolo y con ello borrando todo rasgo de nuestro pasado en las rocas, en ese caso, de seguro la naturaleza no podrá más que ver cómo nos volvemos olvido para otros tiempos.

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rnulfo Berrio me espera en su moto, me dice que es su mula y que hay que salir lo más temprano posible hacia El Prodigio, donde pretende enseñarme lo que ha construido en comunidad. Este lugar de nombre milagroso es un corregimiento del municipio de San Luis en el Oriente antioqueño, reconocido por su riqueza geoarqueológica y patrimonial. Comenzamos el viaje y Arnulfo acelera su mula de patas de caucho; va mordiendo el suelo que pasa de ser asfáltico en la autopista hasta adentrarse en carretera destapada. Comienzan las reflexiones y sin saberlo hablamos de arqueología. Un montón de rocas blancas llenaban baches en el camino, ya que una empresa, hasta hace poco, explotó parte de este territorio extrayendo piedra caliza para hacer distintos productos; una excavación que buscaba encontrar en las entrañas de la tierra material posible para su comercialización. Esta es imagen inicial, a este territorio llegan empresas e intereses políticos con miradas extractivistas como si los ríos, las montañas, los árboles, los animales y la memoria se trataran de despensas inagotables de recursos. “El Prodigio creo que viene de una palabra que habla de milagro, a lo mejor a los primeros colonos les pareció que eso que estaban viendo ahí lo era —me dice Arnulfo—. Mire, al fondo está el Magdalena, ahí se ven algunos pueblos portuarios. Mire hacia esas montañas, son un corredor kárstico que llega hasta Puerto Boyacá, y detrás de esa montaña está el Río Samaná”. Efectivamente, siento estar por un momento en algo que al igual que el milagro se presenta como una manifestación mágica. Hay hojas formando montes a distancias azuladas, un aire limpio y un aroma a bosque y agua que me hacen sentir un ensueño vaporoso, quizás puede ser esto o el hecho de que ya estamos a 400 metros sobre el nivel del mar.

Clic en el código QR y escucha un #EnfoqueSonoro de esta experiencia en El Prodigio.

Una hora y 47 minutos fue lo que tardamos en llegar hasta El Prodigio desde el casco urbano de San Luis. Durante el viaje, Arnulfo me pone en contexto de los aspectos culturales y turísticos del lugar, de su trabajo en el equipo de Vigías del Patrimonio del municipio y el acompañamiento desde la coordinación de turismo. Desde allí, busca promover y conservar este lugar en alianza con otras personas que sienten esa misma necesidad de cuidar y fortalecer las luchas por la defensa del territorio. Durante la visita a la Casa Cultural y La Esperanza, antes nombrada “la casa del terror”, se puede percibir la resiliencia; diferentes frases en las paredes dibujadas por la misma comunidad de El Prodigio hablan de reconocimiento y cuidado del patrimonio; en su interior aguardan algunos vestigios hallados en este corregimiento, dando muestras tangibles de otras manos creadoras en estas mismas tierras. Allí, en frente de una urna de cristal con fragmentos de nuestro pasado, Arnulfo se para en este presente como un guardián. ***


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enfoque de oriente La historia de Arnulfo con el primer encuentro comienza una mañana del 2009 cuando en un taller de artesanía trabajaba una semilla fuerte. Mientras la manejaba en una de las máquinas del taller, esta rebotó contra el piso y salió disparada hacia la nada. Al buscarla, Arnulfo se dio cuenta de que estaba intacta; hazaña que lo motivó a investigar la procedencia de dicha semilla. Durante la búsqueda se vio en un bosque escudriñando una palma justo donde se encontraban vegetaciones igualmente antiguas que cubrían las montañas de piedra caliza. Al encontrar esta planta se dio cuenta de que en una de las rocas estaba tallada una figura zoomórfica de aspecto animal. Desde entonces, Arnulfo decidió conformar un grupo de voluntarios alrededor del patrimonio, con el fin de defender este lugar que en muchas ocasiones se ha visto amenazado por la minería y que hasta el día de hoy tiene en disputa varios títulos mineros para la explotación de piedra caliza y cemento. Entre las empresas interesadas en la explotación de este mineral se encuentra Argos, Calina Ltda., Holcim Colombia S.A, las cuales son responsables directamente de la explotación de este importante lugar. Esto último se opone, finalmente, a lo planteado por el Ministerio de Cultura y Patrimonio que acreditó la ruta geoarqueológica desde el año 2020 y permitió hacer trabajo ecoturístico en la zona. *** Durante el viaje también me habla de la importancia de las comunidades, “casi siempre se imagina una sociedad ignorante que no se preocupa por sus costumbres y su pasado; el ganadero abriendo bosque para que pasten sus bestias, el campesino ocupado en su diario vivir y la juventud enfocada en cualquier cosa que provenga de otros lugares, Comenta Arnulfo,pero en este caso es distinto, son muchas situaciones en las que la misma comunidad busca entregar los vestigios que encuentran, ya que entiende la importancia de esto para su propia historia. Abrir caminos o defender bosques como muy bien saben hacerlo los colectivos y grupos de trabajo san luisanos son muestras de las resistencias que nos permiten seguir contando nuestra propia historia. Salimos de allí y me lleva rumbo al monte, abriendo paso entre alambrados. En aquel lugar, como un viejo grande y sabio, se encuentra una de estas enormes montañas de roca gris cubierta por una selva verde, una quebrada con su cantar y entonces me prepara para el encuentro con el lenguaje silencioso de las rocas. Las aves y los mosquitos me acompañan por donde voy, hacemos silencio para escuchar con atención este lugar que sin decirlo se muestra como sagrado. Cruzamos la quebrada de un salto y al frente tenemos una cueva formada hace millones de años; su textura se asemeja a un cráneo o cualquier esquema óseo del cuerpo humano. Este lugar me recuerda la cercanía con nuestro entorno, por eso el calcio de los huesos y la caliza en las rocas; el agua y la sangre; la piel y la vegetación. Al entrar en aquel lugar me señala la palmera, y justo abajo se encuentra una de estas piedras que emergen de la tierra, una figura en alto relieve tallada con formas espiraladas muestra lo que pareciese un búho, y como guardián, antecede a una gran habitación de hace más de 400 millones de años, cuando tal vez el mar ocupó ese mismo lugar. Ante ese escenario es imposible no sentir el embrujo, el chamán dentro de la caverna, los metates y vasijas afuera con las plantas maceradas, los alimentos y los frutos producto de recolectas y cazas. Por primera vez, reconozco la sensación del principio, ya no revestido por un imaginario de documentales donde los nativos van de taparrabos y usan flechas, sino aquella en la que somos habitantes místicos y sabios en profunda relación con la naturaleza. Siento lo que Arnulfo y muchas personas más buscan en El Prodigio: que a los habitantes del territorio se les cuide y se les respete la decisión de seguir habitado, cazando, cultivando, caminando, nadando y, sobre todo, teniendo la posibilidad de hablar con nuestros ancestros. Llegada la tarde salimos de aquel lugar dejando un enigma atrás que, a la vez, camina a nuestro lado como una gran pregunta que resuena siempre en toda la historia de la humanidad, ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, y ¿hacia dónde vamos con nuestro desarrollo?


En Malpaso, luchan justos por pecadores Por: Joaquín.

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usticia social y ambiental, una incansable consigna que en Colombia, y particularmente en el Oriente antioqueño, cobra cada vez mayor relevancia por la memoria de las luchas campesinas y pueblerinas con relación a las tarifas de servicios públicos, la privatización de acueductos comunitarios y las desmedidas injusticias evidenciadas en despojos y formas de movilidad humana que favorecen ideales de desarrollo, desarraigando tradiciones, como es el caso de los proyectos hidroeléctricos y las distintas problemáticas que traen como consecuencia. “Desde la vereda Malpaso, municipio de Granada, ¡no queremos más hidroeléctricas!”, son las palabras que expresan al unísono las personas que conforman la Junta de Acción Comunal de esta vereda. Y es que el Oriente antioqueño, como sabemos, es un oasis de aguas cristalinas que así como recorren paisajes y atraviesan montañas, también llevan consigo historias y relatos de familias que forjan tradiciones y experiencias, traducidas en comunidades fortalecidas que se complementan con el entorno; con el sonido de los pájaros, los destellos de las luciérnagas, los colores del firmamento y las siluetas de los “morros” a lado y lado, cuando la noche o la madrugada se disponen a extasiarnos con sus poses en presunción de grandeza y belleza. Y sumo en lo que coinciden doña Blanca y doña Nelly, una, Presidenta y la otra Secretaria de la Junta de Acción Comunal de Malpaso cuando manifiestan que: escuchar los animalitos libres, tirar baño, hacer sancochos comunitarios y pasarla bueno en el río, es en definitiva una de esas muestras de perfección rural. Sin embargo, sabemos que no siempre todo es tan perfecto, y me temo que son demasiadas las ocasiones en las que, sobre todo por dinero o falaces ideales de progreso, intereses lucrativos acechan para entorpecer las realidades campesinas que perviven a pesar de coexistir en un sistema institucional que no mira a la ruralidad, a menos de que necesite destruir la montaña poniéndole concreto o turbinas metálicas que desdibujan la tranquilidad natural y desplazan el rugir de los animales. “Pagan justos por pecadores” es un refrán repetido en los tiempos y aplicable a la situación de Malpaso, pues hay un poder burocratizado que se pavonea entre entidades, instituciones y empresas, ‘pordebajeando’ y anulando las voces de campesinas y campesinos, quienes no han tenido mayor pecado que existir, como siempre lo han sabido hacer, cultivando la tierra y conservando la vida del territorio.

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6 Sin permiso comunitario, la constructora INGY TOP S.A.S llegó a la vereda Malpaso con la pretensión de realizar una Pequeña Central Hidroeléctrica (PCH). Ante la confusión y preocupaciones de la comunidad al reconocer a integrantes de dicha constructora como ‘muchachos forasteros’, algunas personas se dieron a la tarea de buscar respuestas del porqué y qué estaban haciendo en su territorio. Así, entre llamada y llamada, se encontraron con una noticia nada alentadora: querían imponerles un proyecto hidroeléctrico, y aunque en las primeras especulaciones se mencionó que estas personas hacían parte de la Corporación Autónoma Regional, Cornare, finalmente, se concluyó que era una empresa que buscaba adelantar estudios de viabilidad para la Pequeña Central Hidroeléctrica – PCH El Tabor, y aunque lleva el nombre de esta vereda, veredas como Malpaso, El Tabor, El Edén, Quebradona Arriba y Quebradona Abajo serían afectadas por el proyecto, según la comunicación de la empresa a la Junta de Acción Comunal, el 15 de marzo del 2019. Con gran zozobra y falta de claridades, sumando la llegada de documentos impresos que anunciaron etapas de socialización de la PCH El Tabor (después nombrada PCH Granada) -la cual se ubicaría en el río Tafetanes, sector Malpaso-, la comunidad decidió enviar derechos de

petición a Cornare y a la empresa INGY TOP S.A.S, exponiendo el descontento con la forma poco transparente en que se llegó a esta vereda, y solicitando mayor información de las intenciones por intervenir el río, además de que se tuviese en cuenta su voz colectiva en contra de los proyectos hidroeléctricos en esta zona. ‘Casualmente’, ambas respuestas, tanto la de la empresa como la de la autoridad ambiental se fecharon el 9 de julio de 2019. Despierta curiosidad e intriga el hecho de que en la respuesta entregada por Cornare, se cita exactamente las palabras utilizadas en las consideraciones expuestas por la constructora: ‘En documento de respuesta enviado por el Representante Legal de LG INGYTOP S.A.S, se advierte que (…) “…También es necesario dejar en conocimiento de la Corporación Autónoma Regional para las cuencas de los Ríos Negro y Nare – Cornare, que se ha recibido apoyo de gran parte de la comunidad de la vereda Malpaso, evidencia de esto, es que se han realizado contrataciones con personas de la zona de influencia para desarrollar estudios, el personal profesional que se desplazó a la zona y que debió alojarse y alimentarse allí, lo hizo en casas de la zona de la vereda, donde nos alojaron con buena disposición y ayuda (…). Como dice doña Nelly, “es una falta de respeto que Cornare se atreva a responder que atender y prestar servicios amablemente, como toda buena campesina lo haría, es estar de acuerdo con un proyecto hidroeléctrico que lo que hará es destruir el territorio”. Con esta situación, por medio de la Junta de Acción Comunal, la comunidad de Malpaso emprendió la búsqueda de soluciones para lo que nombran una amenaza, y encontraron alianzas con personas y procesos de experiencias ya vividas que les permitirían seguir tejiendo una resistencia colectiva para defender su territorio. Tal es el caso de Yohana, una vecina de la vereda La Merced, también en Granada, quien en uno de los sancochos comunitarios realizados en pro de la defensa del río, expresaba no querer más hidroeléctricas en el municipio afirmando que “en mi vereda hay una PCH, -la PCH Calderas- y ha afectado mucho, tanto a los cultivos, como a la gente; río abajo prácticamente el río es muerto, entonces yo digo que eso afecta tanto a la fauna como a las personas, los cultivos y la economía de los municipios. No quiero más hidroeléctricas en mi municipio”. Estas palabras alentaron la necesidad de seguirse organizando, y por ello, permitir la reflexión en un recorrido territorial convocado para la realización de dos murales que, según cuenta doña Blanca, fueron borrados cinco días después. ‘Aguas intocables’ y ‘Aguas para la vida, no más hidroeléctricas’ son dos frases que no todas las personas de la vereda Malpaso compartieron, ya que también hay quienes están de acuerdo con el proyecto y como se conversa en la Junta de Acción Comunal, posiblemente taparon las frases para que al día siguiente, en una visita de Cornare, no se pudiese evidenciar el descontento mayoritario y comunal. Es claro que la comunidad de la vereda Malpaso es de esas colectividades campesinas que no sólo se atreve a hablar, sino que además se enfrenta a un sistema que quiere anularle; sin embargo, como lo muestra esta comunidad desde el 2019, la defensa del territorio es imparable y lo saben.


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Elogio a la radio Por: Juan José Macía.

Ilustración: Lucas Rendón Muñoz.

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recí escuchando radio. Bueno, no solo radio… también crecí escuchando las eternas conversaciones de mis tías en la sala de la casa mientras tomaban el algo en las tardes de los viernes; además de los pasillos y bambucos que sonaban a las 7:15 de la mañana indicando el inicio de la jornada en la escuela del barrio. Pienso en esas sonoridades que hacen parte de mi paisaje sonoro: las narraciones deportivas, ya sean de fútbol o ciclismo, el chirrear de la puerta de la casa de mi infancia o el fluir del río al bajar por su cauce; entre tantos sonidos no sé cuál es mi favorito. Quizá escuchar el canto desentonado de mi madre al ritmo de ese programa radial de músicas latinoamericanas que suena en el AM en las mañanas de los sábados. La radio. Siempre la radio. En medio de todo el universo sonoro de la vida la radio siempre está presente: la voz de Diana Uribe contando historias del mundo, Jairo Luis García y sus salsaludos en Latina Stereo, las cuñas radiales que salían en los partidos de fútbol haciendo publicidad a cualquier banco o marca de café, o el sofocante relato del paisita. ¡Aló, aló, colombianos en el exterior! ¡Aló, aló, colombianos en el exterior! A la una y treinta minutos del día nueve de abril de mil novecientos cuarenta y ocho fue asesinado por un policía conservador el doctor Jorge Eliecer Gaitán… Así anunciaba Rómulo Guzmán, locutor y seguidor de Gaitán, la muerte del caudillo liberal en un hecho que dio inicio al denominado periodo de La Violencia, en el cual la radio jugó un papel fundamental no solo en la difusión de la información, también en la transmisión de mensajes que animaban tanto a godos como liberales a los enfrentamientos y a la defensa de sus ideas. Ese 9 de abril de 1948 fue la segunda ocasión en la historia de la radio en que varias radioestaciones en distintos lugares del país se enlazaron para

hacer la transmisión. La primera de ellas fue el 24 de junio de 1935, cuando el cantante de tango argentino, Carlos Gardel, falleció en un accidente aéreo en inmediaciones del Aeropuerto Olaya Herrera de Medellín. Ese día Antonio Henao Gaviria, trabajador de La Voz de Antioquia, se encontraba en inmediaciones del Aeropuerto de Medellín donde ocurrió el accidente. A través de un teléfono le compartió información a Gustavo Rojas Isaza, director y locutor del radio periódico de esta emisora, otras radios a nivel nacional e incluso una radio de Argentina se enlazaron a esta transmisión. Ese momento es reconocido como el nacimiento del radio-periodismo en Colombia. Dos momentos trágicos de la primera mitad del siglo XX en Colombia. Las muertes de dos hombres queridos por el pueblo: Carlos Gardel y Jorge Eliecer Gaitán. Dos muertes que marcaron el nacimiento de una compañía que a partir de entonces está presente en los hogares colombianos: la radio. Gardel y Gaitán fueron el inicio de una historia con lo íntimo que permite el sonido y la soledad. Una compañía que ha hecho parte de la educación de los campesinos, la esperanza de los secuestrados, la información en medio de las tragedias naturales y de la guerra, la compañía de vigilantes y transportadores. Colombia es un país sonoro. La radio, por naturaleza, es testigo de la historia del país, y parte esencial en la construcción de un relato cultural en cada territorio o región de la geografía nacional. Siempre está ahí. Invisible. Con un aura de divinidad que cruza montañas, valles y llanos para esparcirse por el mundo y aparecer tras presionar un botón, mover la antena y girar la palanca. Es ahí cuando aparece la magia hecha voz, música o silencio. El 13 de febrero se conmemoró el Día Internacional de la Radio, esa caja mágica que nos hace viajar por el mundo, que narra nuestra historia, construye memoria y difunde nuestra cultura. En tiempos como los que vivimos, en medio de una sociedad hipervisual, la radio es resistencia y grita la necesidad de volver a escucharnos, de volver a encontrarnos a través del sonido. Este texto no es más que un elogio a la radio y una invitación a que cerremos los ojos y encendamos el dial, a que abramos los oídos y nos detengamos a viajar a través del sonido de la radio, del paisaje sonoro de nuestros territorios. ¿A qué suenan sus barrios, sus calles o veredas?,¿los parques de su pueblo o la plaza de mercado? ¿A qué suena el Oriente antioqueño? Cierren los ojos durante 30 segundos y piensen en el paisaje sonoro de sus vidas.


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#lapáginavioleta

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Por: Mariana Álvarez L.

Warmi

Kaypacha

*En quechua: mujer tierra.

urust.

Collage: Marsa

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a casa de mi abuela es un corredor largo que atraviesa la mitad de una cuadra. Ahora ella tarda unos minutos más en llegar hasta la puerta para abrirla, el peso de casi ochenta años se ha instalado en sus pies; ya poco funciona lo que antes menguaba el dolor: los remedios caseros, las yerbas aromáticas y el hilo amarrado en el dedo gordo del pie que alivianaba los calambres. Hace unos días hablé con ella de sus dolores. En algún momento, llegamos a hablar de los partos y del fuego que habita el cuerpo de la gestante que extiende su linaje y su sangre (tuvo 6 hijos/as y 2 abortos espontáneos), y mientras me contaba la particularidad del nacimiento de cada uno/a de sus hijos/as me dijo: “pero ese es un dolor con causa, en cambio este en los pies no me lo aguanto”. Lo único que se me ocurrió decirle fue: “abuela, ¿cómo más podrían estar tus pies después de andar tanto?” De ahí me habitaron muchas preguntas, entre tantas, las formas como mi abuela ha vivido su vida, su casamiento a los 16 años, su primer

hijo a los 18, su trabajo permanente en casa, al cuidado de todos y todas, su forma particular en cómo ella dice que expresa el amor alrededor de un plato de comida, y su insistencia en calmar los dolores con las plantas que viven por varios años en el patio trasero de su casa; esto último, de todas las cosas que mencioné y de las tantas más que pensé, es la que me emociona. Salimos a tomar el sol, tardamos unos dos o tres minutos mientras caminamos directo al patio, aunque estamos a solo unos 20 pasos como mucho; asumo que es así como se camina y se piensa cuando se sabe tanto de la existencia. Llegamos al patio y nos abraza el sol de las cuatro de la tarde. Hago un recorrido con la mirada mientras ella me habla de las plantas que tiene. “Mija, mire el romero, el limoncillo, el cidrón, la menta, la sábila…” Parece saber las propiedades de todas, casi que mientras me nombra alguna me dice para qué sirve. Siempre me ha causado emoción escucharla hablar y probar sus remedios para hallar el alivio; muchas veces he pensado que finalmente esto de la sanación con la medicina alternativa y sabedora es


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poderosa por varias razones: primero, porque la magia viene de ella, de su saber, de su experiencia; después, porque le creo y además confío plenamente en el poder de la naturaleza; y tercero, por el evidente amor de la tierra para ofrecernos todo como madre curandera. Con ello, creo entonces que la relación de las mujeres con las plantas ha sido una experiencia no sólo en conexión con la fertilidad y la comparación profunda de la tierra y el útero; de esa energía cuidadora, dadora, creadora; ha sido también la expansión de un linaje que puesto en favor de la naturaleza y de nosotras como parte de ella, ha favorecido el reconocimiento de los cuerpos como espacios primeros de defensa, de sanación, de exploración; ha sido la posibilidad de reconocer el cuerpo no estrictamente como la cárcel del alma, como lo enunciaba Platón; por el contrario, es una afirmación del cuerpo como templo para el alma, lo que significa que estar en conexión con él es estar en conexión con la tierra, ésta relación es recíproca: cuidar de la tierra es cuidar propiamente de mí, defender el territorio es defender propiamente mi existencia. He llegado hasta ahora a esta relación entre el cuerpo y el territorio, porque confío en que no son dos asuntos que puedan separarse; también porque ésta propia exploración de mi linaje, del camino que han trazado mis ancestras, mis abuelas, mi madre, mis hermanas, es una prueba leal de que buscarnos para encontrarnos, –más allá de las denominaciones a las que acudimos por conformismo– es una sensación que se completa cuando no me desligo de lo que le sucede a los demás seres; y cuando digo esto, quiero por favor que se me exima de cualquier responsabilidad en las definiciones, no solo porque carezco de ellas, también porque son apenas mis propias búsquedas, entre tantas, por ejemplo, me pregunto, ¿qué es ser mujer? La feminidad, como la naturaleza, así como la búsqueda del ser mujer, de comprenderse como humana en el mundo, son denominaciones y construcciones que varían, determinadas por los contextos, por el tiempo en que nacemos y las reflexiones a las que llegamos. Tal vez, lo que es ser mujer para mi abuela, puede no serlo para mí, y esto no es una sentencia divisoria, precisamente porque no es una búsqueda sencilla, ni resuelta a la primera; a veces esta pregunta es incluso el camino por el que transitamos pero no el lugar al que llegamos. Intentar comprender lo anterior, o a lo mucho compartir nuestras propias experiencias como mujeres en el territorio, en reconocimiento de nuestros cuerpos también como territorios, es la posibilidad de reflexionar sobre diferentes prácticas que nacen del vientre del capitalismo y el neoliberalismo, sistemas imperantes que, como pestes, contagian los cuerpos, viéndolos exclusivamente desde la productividad, la reproducción, la sostenibilidad de la vida en función del dinero, de la explotación, de la imposición de maquinarias

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que sobre nuestros territorios habitan de igual manera nuestros cuerpos. Sin preámbulos románticos escribo aquí lo que Maritsella Svampa, una socióloga e investigadora argentina, resume en la siguiente frase para dar cuenta de lo que el capitalismo, el neoliberalismo y el patriarcado ven en la naturaleza: «la naturaleza es una mujer que debe ser conquistada y que aunque se resiste, debe ser violada para que entregue sus secretos». Sé que es una sentencia fuerte y dolorosa, pero estaría mintiendo si quisiera omitirla. Las violencias estructuradas e impuestas en nuestros cuerpos son claras igualmente en la relación con el territorio; por ello, me siento en la obligación amorosa de reconocer la lucha de las mujeres en cada lugar, desde su cuerpo hasta la tierra, porque justamente han sido estas resistencias las que han permitido revelar las violaciones sistemáticas de los patriarcas, de los opresores, de quienes ostentan con el título de conquistadores, descubridores. Las luchas de las mujeres nacidas al calor de los movimientos sociales, de los barrios, los campos, las comunidades indígenas, de los salones comunales, de los centros rurales, de las aulas de clase, de los patios de sus casas, de las conversaciones sinceras alrededor del fuego y las yerbas, han posibilitado que la historia, y entonces la naturaleza humana, encuentre un lugar en el verbo para literalmente hacerse carne. En este sentido y en reconocimiento de la sabiduría de nuestras ancestras, es importante insistir en la admiración por las experiencias de las mujeres campesinas, indígenas, lideresas, madres y abuelas, quienes en ese encuentro fraterno con el territorio, y un vínculo sincero con la naturaleza, han comprendido la esencia realista de existir, eso de que soy porque somos, de que la tierra no es más que la extensión de un cuerpo común que respira, duele y siente en favor y correspondencia a lo que respiran, duelen y sienten quienes le habitan, le protegen, e incluso quienes le explotan. El territorio es un cuerpo que somatiza lo que le pasa al mundo; así como el cuerpo de mi abuela es un territorio que somatiza lo que el tiempo ha traído. Me he quedado mirando a mi abuela fijamente y capturé para mi memoria una de las imágenes que quiero que siempre me acompañe: ella aún respirando el aire, tocando la tierra e intentando agarrar la rama de un árbol para alcanzar más fácil una guayaba verde. Desde siempre, cuando tomo una bebida de yerbas huele a mi abuela. Que sea esta una oportunidad para dejar escrito en tinta negra que a ella y a todas las sabedoras de la tierra les pinto en el cielo, con el arcoíris, el color de la gratitud. Gracias por enseñarnos a tantas que ser mujer, resistir, defender y cuidar de nuestras propias cuerpas, es también gritar, resistir y defender el cuerpo colectivo y comunitario: el territorio, la tierra, el conjunto de bienes comunes que nos permiten encontrarnos con el antagónico del capital: la humanidad.


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Un juego de niños

Por: Juan José Macía.

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iernes. Cinco de la tarde. Salgo al balcón a ver la cotidianidad de mi cuadra mientras cae el sol Los niños juegan. Uno de ellos, de aproximados ocho años, se esconde tras un poste de luz, deja ver su brazo izquierdo estirándose mientras sostiene un palo en sus manos. Apunta al jardín de la casa del frente, allí se esconde otro niño de cabeza rapada que asoma la cabeza por encima de un pequeño muro, quien con su mano simula el lanzamiento de una granada. ¡Taque-Taque!, dice el uno. ¡Boooooom!, responde el otro. Esconden sus armas de madera, se mueven como queriendo esquivar las balas invisibles que salen de sus dedos. Los niños juegan. Hay guerra en mi cuadra. Un fuego imaginario cruza de un frente a otro en una batalla que a simple vista parece inocente. Hay guerra en Colombia. Otros niños no pueden jugar. El fuego –esta vez real- cruza cuadras, canchas, calles, barrios, ríos, montañas y veredas del país derramando sangre, creando zozobra y dolor. Pienso en Mambrú, ese personaje de rondas infantiles que tantas veces cantamos en nuestra infancia. Mambrú, el mismo que tuvo que ir a la guerra, que causó dolor y pena, y del que nunca supimos si volvió o si por el contrario se quedó engrosando las largas cifras de muertos y desaparecidos como las que ha dejado la guerra en este país. Mientras los niños juegan y en mi cabeza tarareo en bucle la letra de Mambrú, me surgen varias preguntas: ¿Cuántos años tendría Mambrú cuando se fue a la guerra? ¿A qué ejército perteneció? ¿Quería ir o lo hizo por obligación? ¿Tuvo otra opción? ¿Cuántos niños y jóvenes en Colombia fueron lanzados a la guerra al igual que Mambrú? ¿Es la guerra un juego de niños? Según la ONG Save the Children en el mundo hay 18 países donde aún existe el reclutamiento forzado de menores de edad. Solo uno de ellos está en América Latina: Colombia. La presión de grupos armados ilegales en zonas rurales, la desigualdad, la falta de educación y la intimidación de bandas dedicadas al microtráfico en las zonas urbanas, son algunas de las principales causas de esta forma de victimización. Es difícil encontrar una cifra exacta sobre el reclutamiento de menores en Colombia, debido a los subregistros que hay al respecto. Según las autoridades encargadas de llevar estos datos, como el ICBF o la Defensoría del Pueblo, uno de los principales obstáculos para tener cifras exactas sobre este delito es la falta de denuncia provocada por los temores infundados por los mismos grupos armados ilegales que lo cometen. Hace un rato les hablaba de la guerra que se libra esta tarde de viernes en mi cuadra… ¿la recuerdan? La misma de las armas imaginarias, pues hay noticias. Los niños siguen jugando. Cada vez son más. Parecen tener sus roles claros: mientras uno dirige, logro ver como un niño delimita con un arma-todo el territorio del ejército al que pertenece, y otro más calibra su cauchera. Las armas ya son reales.


Veo eso y vuelvo a recordar a Mambrú: ¿qué rol le tocaría cumplir en la guerra? Al buscar en la página de la Unicef me encuentro con que los niños –hombres- reclutados asumen funciones como combatientes, cocineros, raspadores de coca o mensajeros. Por su parte, las niñas –mujeres-, además de cumplir estas mismas labores, también son reclutadas con fines sexuales, iendo abusadas en medio del conflicto. Si bien el Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las FARC generó cierta esperanza de que los índices de reclutamiento forzado de menores se redujeran; la realidad –al día de hoy- es otra. La Unicef alertó que a raíz de la pandemia, el 97% de niños, niñas y jóvenes de América Latina dejaron de asistir presencialmente a las escuelas, lo que incentivó su reclutamiento por parte de grupos armados en especial en esos territorios con brechas sociales históricas. Según la Alta Consejería para los Derechos Humanos, departamentos como Antioquia, Cauca y Chocó, en ese orden, fueron los tres donde más niños y jóvenes pasaron a formar parte de grupos armados ilegales el año pasado. Antioquia encabeza la lista con 70 casos detectados; sin embargo –insistoestos datos son apenas subregistros. Durante los primeros cinco meses del 2020, el Ejército Nacional reportó 191 menores de edad que fueron recuperados del brazo de grupos ilegales; mientras que el Ministerio de Defensa reportó que tan solo 35 menores fueron desvinculados del conflicto. Cifras que evidencian la falta de consistencia en los registros oficiales de menores de edad vinculados a algún grupo armado. La Coalición contra la vinculación de niños, niñas y jóvenes al conflicto armado en Colombia, Coalico, alertó que regiones como el litoral pacífico y el

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Bajo Cauca antioqueño son donde más se da esta práctica. Allí, además de la presencia del ELN y disidencias de las FARC, hay otros grupos armados ilegales como Los Caparrapos, el Bloque Virgilio Peralta y las Autodefensas Gaitanistas. En este punto cabe aclarar que no todos los casos de reclutamiento de menores son forzados; pues hay situaciones en los que unirse a un grupo armado puede representar para niños, niñas y jóvenes una salida de la pobreza extrema, en especial en zonas con limitadas oportunidades de empleo y situaciones claras de inseguridad, en las que los grupos armados les proporcionan protección, comida y la posibilidad de una familia sustituta. Si bien los organismos gubernamentales tienen conocimiento de cuáles son los grupos armados con mayor número de menores reclutados, la situación en cuanto a la impunidad es preocupante. Según la Fundación Ideas para la Paz, desde el 2017, las autoridades no han condenado a ningún miembro de grupos armados ilegales por este delito, a pesar de la obligación que tiene el Estado de investigar, sancionar y reparar a las víctimas. Por su parte, la Fiscalía tiene un registro de más de 4.500 procesos por reclutamiento forzado abiertos entre los años 2000 y 2019 en el país. De estos, únicamente 47 llegaron a etapa condenatoria. Es decir, el 99% de estos procesos quedaron en la impunidad y sin una condena clara en contra de los victimarios. ¿Recuerdan al niño de las caucheras? En medio de esta guerra en mi cuadra le apuntó a la ventana de una vecina. Todos corren, se ríen y se esconden. La vecina enojada lanza un regaño desde el marco que dejó la ventana rota. En la casa de la esquina sale un niño pateando un balón, invita a los demás vecinos a ir a la cancha y cambiar de juego. Ahora no jugarán a la guerra, sino al fútbol. Parece que hay un cese al fuego en mi cuadra. Cierro los ojos y pienso: ojalá sea en todo el país. Los niños juegan. La guerra no es juego de niños.


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Explotación ambiental: una fiebre histórica Por: Liceth Zuluaga.

Ilustración: Lucas Rendón Muñoz.

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a dicotomía conceptual y academicista que se ha establecido entre naturaleza/cultura tiene todo que ver con la explotación de los recursos naturales que, hasta la fecha, hemos experimentado. La separación de la especie de su entorno y la ruptura con su unidad ha generado discursos de dominación y mercantilización que hoy podríamos problematizar. Para dar contexto alrededor de lo que hoy denominamos recursos naturales, se vuelve importante remitirse a la edad media enmarcada entre los siglos V al XV, donde la implementación de actividades manufactureras separa a las sociedades de las actividades agrícolas y, por ende, se hace necesario la construcción de espacios urbanos en contraposición al mundo rural; aquí, la pretensión central era potenciarlos como lugares de importante actividad económica, denominados posteriormente, centros para el capitalismo. Es ahí justamente donde el universo de lo urbano empieza a regirse por tres principios: primero, la propiedad privada; segundo, la acumulación individual; y tercero, el mercado, ¿y qué creen?, la naturaleza como principal proveedora. Llegada la Revolución Industrial, entre la segunda mitad del siglo XVIII, la demanda por el crecimiento y la promesa de desarrollo económico por medio de la industrialización, obliga al incremento exagerado en la extracción de recursos transformables y energéticos: fuentes madereras, hidráulicas, eólicas y fósiles, todo eso, para la elaboración y puesta en marcha de maquinarias y herramientas en función del desarrollo, es decir, en la reproducción del capital. Es así, como rápidamente puede presentarse el recorrido de nuestra especie y su relación con la madre tierra, enmarcado en tres grandes momentos: sociedades preagrícolas, sociedades agrícolas y sociedades agroindustriales, pero siempre dependientes del bien común, conceptualizado hoy como recurso natural. Se puede decir entonces que la edad media es el punto de partida a una explotación indiscriminada de la naturaleza, que abre caminos para la implementación del discurso que se instaló en la modernidad, estableciendo una separación entre humano/naturaleza para construir una relación de poder y dominación. Todo esto dio paso a una modificación severa del planeta, una sobrecarga en los ciclos de la vida de los ecosistemas por la explotación de los mismos, la quema de combustibles fósiles y el incremento desbordado de las actividades industriales y agroindustriales. Ya para el siglo XX, finalizada la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918), la problemática ambiental se instaló en el debate público y se entendió como un problema de orden económico y ecológico, que debía escalar a la discusión y regulación política. Pese a todo eso, las solicitudes que abogaban por la continuación del crecimiento económico seguían en marcha, todas ellas, motivando la expansión de la pobreza. El discurso del desarrollo, en pleno contexto de industrialización, se encontró frente a una realidad social: la pobreza como resultado de la privación al acceso de los bienes comunes para millones de personas. Hoy, pleno siglo XXI, nos encontramos frente a un panorama en el que los bosques, las aguas y las entrañas de la tierra, siguen siendo la fuente de vida, y también de reproducción del capital. Para el año 2019 según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales - IDEAM, las cifras por deforestación fueron de 158.894 hectáreas, esto representa 38.265 menos hectáreas deforestadas que el 2018; con todo y su disminución, la Amazonía sigue ocupando el primer lugar con pérdida masiva de bosques, seguido se encuentran el Pacífico y los Andes.

En un año, pasamos de una tala del 70% al 62%, los datos siguen siendo alarmantes a sabiendas que la reducción se presentó en un contexto de cuarentena obligatoria por emergencia sanitaria, es decir, mientras la ciudadanía colombiana se encontraba en sus casas, la deforestación no se detenía y los bosques en la Amazonía, el Pacífico y los Andes, ardían. Ahora, teniendo en cuenta que los bosques son un espacio para la circulación de la vida yde los virus, y que la deforestación facilita la transmisión de virus y bacterias entre animales salvajes y humanos, podemos acercarnos a comprender las otras funciones del bosque y cómo esas dinámicas terminan por protegernos. Instituciones científicas e investigadores sabían con anterioridad que el estallido de una próxima pandemia estaba cerca. Orlando Amaris Cervantes asegura que la pandemia es una expresión del impacto global del capitalismo en la biodiversidad y que tal como enfermedades anteriores (SARS y ébola), esto solo es una de las tantas consecuencias de un sistema agroalimentario industrial que ha ido lentamente invadiendo territorios que no están bajo su dominio y que son el hábitat de microorganismos que evidentemente no están en nuestro rango de control por su complejidad y además por la biodiversidad en sus ecosistemas. David Quammen, escritor y divulgador científico de ciencia y naturaleza, desde el 2006 había nombrado cómo un posible virus desconocido afectaría a la especie humana y que probablemente su procedencia era de un animal salvaje, además que su propagación iba a presentarse por un contagio de humano a humano, desencadenando una pandemia de carácter global. Naturalmente, esta narrativa podría estar más cercana a un escenario de ciencia ficción, pero los virus de origen animal son múltiples y han acompañado la historia de la especie. Sobre esto, Quammen narra que en una visita realizada al Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades, tuvo la posibilidad de entrevistar a científicos expertos en diversos virus como: el ébola y el Marbugo; el virus del Nilo Occidental en el Bronx y el virus Sin Nombre en Arizona; el virus espumoso del simio en Bali, transmitido por monos que saltan de los templos sobre los turistas; y la viruela del mono, que llegó a Illinois en ratas gigantes desde Gambia vendidas como mascotas; el virus Junín en Argentina y del Machupo en Bolivia; el virus de Lassa en África Occidental, del Nipah en Malasia, del Hendra en Australia y de los virus de la rabia en todas partes. Esto significa que la mercantilización de la naturaleza sigue poniendo en peligro nuestra existencia, que las actividades humanas están directamente relacionadas con el fenómeno que hoy experimentamos y que desarrollar la vacuna en contra del COVID-19, no nos deja por fuera de futuros riesgos que relacionan la salud pública con la explotación ambiental. La casa ilegal y la deforestación tienen al ser humano cada vez más cerca de virus mortales. ¿De verdad nuestra capacidad reflexiva sólo nos lleva a preguntarnos por la vacuna para combatir el COVID-19 cuando el problema de fondo es claro? ¿Cuándo llegará la vacuna contra la fiebre de explotación ambiental? Clic en el código QR y escucha el podcast Relato de una ruralidad en transformación una colaboración con el colectivo Pantágoras para #EnfoqueSonoro

#territorio

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#vozpópuli

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El Oriente: modelo mineroenergético vs. la digna juventud rabiosa

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l Oriente es variopinto, no sólo porque aquí se encuentra una gran diversidad de climas, paisajes, fauna y flora, también porque podemos encontrar una multiplicidad de personas que sienten suyo el territorio y desean ser quienes determinen el destino de sus veredas, municipios, charcos, ríos y todo lo que les rodea; lo que es apenas una aspiración democrática en el marco de la Constitución del 91, al menos eso dice el papel, porque la realidad ha sido otra. A las comunidades se les ha perseguido y señalado por querer decidir, expresarse y transformar su entorno. La riqueza de esta subregión la ha hecho ser considerada por mucho tiempo la despensa antioqueña. Para el año 2016 se reconoció como “un ecosistema estratégico para la seguridad alimentaria de Colombia. De hecho, la región es la más importante del departamento de Antioquia en la producción de alimentos, que abastece al 18% de la población colombiana” (OCDE, 2016). Pese a esta realidad, el destino trazado para el Oriente antioqueño por una dirigencia sin patria es otro. La gran diversidad de la subregión la convierte en un “botín” para empresas y grupos políticos cuya prioridad es la acumulación de tierras y de capital, entonces, en muchas ocasiones, terminan negociando con inversionistas extranjeros para quienes hacen leyes que les libran de impuestos, como también les “libraron” del campesinado mediante los paramilitares y el ejército. En este territorio “pacificado” o, para ser más preciso: de consolidación del proyecto paramilitar, pues el conflicto no ha cesado. Se presentó un silenciamiento de los fusiles que tuvo su máxima expresión en 2007, cuando se declaró que esta subregión era un “territorio de paz”; con ello las balas se convirtieron en licencias ambientales cedidas por la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los Ríos Negro y Nare “CORNARE” otorgadas como dádivas y sin el pleno apego a la ley, .Para enero de 2021 existen en el Oriente más de 40 Pequeñas Centrales Hidroeléctricas (PCH) con licencia ambiental, lo que demuestra que esta entidad más que ser una autoridad ambiental se convirtió en una aliada de las empresas y el desarrollo del modelo extractivista en la región. La proliferación de las PCHs solo es opacada por los más de 60 títulos mineros reportados por la misma institución.

Foto: Colectivo Pantágoras.

Por: Isaac Buitrago.

Estos dos grandes intereses no son los únicos conflictos socioambientales de la subregión, pero resaltan, sobre todo cuando el Gobierno nacional ha anunciado que mediante estos títulos va a buscar la reactivación de la economía. A todo lo anterior se suma un aumento exponencial sobre el valor del suelo, que ha sido incentivado por las administraciones municipales y el modelo de desarrollo urbano-rural que busca materializar al Oriente como el segundo piso del Área Metropolitana del Valle del Aburrá, de esto da cuenta los cada vez más costosos proyectos inmobiliarios que se han expandido por todo el Altiplano y que han empezado a llegar a las otras zonas, como el Páramo, haciendo referencia al municipio de Sonsón.

La alternativa a este modelo de “desarrollo” en la subregión está en la voz del movimiento social, que es tan variopinto como los paisajes y los climas, teniendo presente que está conformado por una juventud con liderazgos fuertes y cargados de memoria, lo que les permite reivindicarse tras la herencia de los movimientos sociales de la década de los 70 y 80 del siglo pasado, de la mano de las personas que en ese tiempo se aferraron a esta tierra y dejaron las semillas que hoy dan fruto en las calles. Esta digna juventud rabiosa cuenta con profesionales que en los libros han fortalecido sus raíces campesinas, montañeras y pueblerinas. No son pocos los debates al interior del movimiento social del Oriente, hay tensiones y diferencias, pero ¿podría acaso ser de otra forma? ¿No es esa diversidad su fortaleza? Es momento de buscar la unidad como discurso y práctica, creyendo en una nueva Colombia, donde tenga sentido la palabra patria.


Un protestódromo para Diego Molano Por: Andrés Camilo Sierra.

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l 2020 se presentaba como un año en el que las calles se seguirían llenando de dignidad y rebeldía, hasta que llegó el aislamiento social debido a la pandemia generada por el Covid-19. En un primer momento, todos los esfuerzos, capacidades organizativas y de movilización de estudiantes y profesores se centraron en ayudar a los compañeros y compañeras que pasaban hambre y necesidades familiares, pues en un país donde el rebusque, la desigualdad y la pobreza pululan, la movilización se ponía al servicio de llevar un poco de pan a la mesa de quienes la pandemia dejaba hasta sin techo. Este hecho junto conla huelga de hambre llevada a cabo por compañeras a las afueras de la sede central de la Universidad de Antioquia, exigiendo la matrícula cero, fueron las últimas dos grandes acciones que el movimiento estudiantil realizó antes de que el aislamiento social cercara la posibilidad de seguir organizado las fuerzas para el cambio del país. Ahora bien, frente a las posibilidades que la movilización social y estudiantil tendrá para el 2021,hay otro aspecto a tener en cuenta, tras la muerte de Carlos Holmes Trujillo el 26 de enero de este año, y es la llegada de Diego Molano como nuevo Ministro de Defensa. Molano que, a diferencia de los demás ministros, no había tenido un corte y cercanía tan latente con las fuerzas militares, sigue siendo un descendiente leal del Centro Democrático; se puede ver que el antes Director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (DAPRE) tiene el corte de los de “mano firme y corazón grande”. Durante el 2019, como sabemos, la movilización social permaneció activa en la universidad y en el país; primero, la Minga se hacía escuchar; después, el histórico Paro Nacional de noviembre le mostraba al país que la juventud, entre ella la universitaria, salía a las calles a reclamar paz con vida digna y justicia social. Fue en este escenario en el que Molano hizo una de sus más conocidas apariciones, proponiendo un protestódromo, ya que, estaba muy preocupado porque “en el último año, uno de cada tres días” habíamos estado en protestas que no dejaban ir tranquilamente al trabajo, porque uno tras otro, había un acto de vandalismo y violencia, que lo único que hacían era motivar la pérdida de impuestos a los colombianos de bien que sí querían hacer progresar

el país. Pero ¿qué pensará el Ministro de las nuevas formas de censura y autocensura que ha calado en nuestras gentes?, ya que en muchas ocasiones no es necesaria la represión policial, pues ahora el control es ejercido por la nueva normalidad y cualquier intento de encuentro entre las colectividades es visto como el más mezquino acto de irresponsabilidad, aunque se cumplan con todos los protocolos. Ojalá que otra magnífica idea salga por parte del Ministro para decir: protesta sí, pero no así. Tiene entonces, la movilización social dos panoramas inciertos: la “nueva realidad”, que nos motiva la pregunta de si, ¿será posible activar el movimiento estudiantil, más aún, el movimiento social y popular desde la virtualidad y el aislamiento social? Y el otro panorama, de un Gobierno de continuidad que no hace méritos para rellenar los huecos que Holmes ya había dejado en el tejido social. Además, hay que tener en cuenta que el rechazo y la estigmatización a la movilización social y estudiantil, no son las únicas joyas del nuevo Ministro de Defensa. Como ya lo han manifestado la mayoría de los integrantes de la bancada uribista, existe un rechazo a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y el sentir de Molano no es una excepción. El 16 de mayo de 2019 a las 6:09 p.m., Molano compartió en twitter un video de manifestantes que pedían la eliminación de la JEP, porque “JEP=FARC”, en el que escribió: “No más JEP, Colombia se respeta”. Ya son muchos los retos que tiene la comunidad estudiantil y las colectivas sociales con la pandemia y con el actual Gobierno, para poder seguir pensando un sistema educativo de excelencia, de acceso universal y popular, pero también en las exigencias del cumplimiento del Acuerdo de Paz, la eliminación de los asesinatos a líderes sociales, los desplazamientos forzados, el reclutamiento de menores, el aumento en la tasa de desempleo... Y ya que el protestódromo es una idea tan magnífica según Molano y los colombianos de bien, esperemos que puedan utilizarlo para salir con la bancada uribista a comentar por qué no coinciden con la JEP, especialmente después del reciente anuncio que deja en claro que en el gobierno de Uribe las víctimas por los falsos positivos fueron 6.402, casi el triple de los que antes se pensaba y que aparecían en los subregistros de la Fiscalía. Eso sí, si tienen tan poca vergüenza como mínimo que no se les ocurra violentar las normas, al menos las actuales, que no se atrevan a quitarse el tapabocas.

#movimientosocial

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Gráfica: Marsaurust.


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