enfoque de oriente Edición N°284 - 2021 | ISSN 2539 - 1984
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enfoque de oriente
El día del idioma, una conmemoración inconstitucional en una nación plurilingüista Por: Liceth Zuluaga Narváez.
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l día del idioma en Colombia no es más que la conmemoración al español, institucionalizado por el Gobierno Nacional el 6 de agosto de 1960 bajo la ley 002. Aunque bien es una fecha importante para la discusión que se instala en términos lingüísticos, no es más que una muestra de la vigencia de las políticas y prácticas dominantes propuestas desde el año 1.500 D.C en el continente americano. El español/castellano, es entendido también como lengua propia o lengua madre: lengua limpia, fíjayda, esplendor: única, limpia y fija. Es así como ha sido definida en diferentes textos de la historia del castellano. Ahora bien, como lengua “propia” se instaló en Colombia hace más de 500 años hasta 1991, donde el discurso pluralista sobre los universos étnicos y diversidades culturales, asumido en la Constitución Política de Colombia, da cabida al reconocimiento de una nación plurilingüista que, entre otras cosas, sigue viendo desvanecer, entre las cortinas del olvido, las lenguas de las sociedades primigenias como resultado de un idioma impuesto. Para Marta Aliria Álvarez, multilingüista colombiana, el día del idioma en esta nación, no se trata de otra cosa que la conmemoración a la homogeneización lingüística del español en un contexto nacional de múltiples lenguas. Que, aunque bien en sus propuestas legislativas reconocen la diversidad, las acciones reflejadas como nación en la difusión monologuista, apuntan al exterminio de las lenguas nativas, negando la transmisión intergeneracional o la falta de procesos de mantenimiento y revitalización de estas. Hay una evidente inconstitucionalidad en la conmemoración del día del idioma. Homogeneizar, según la Real Academia de la lengua (RAE), es entendido como la acción de unificar algo que está compuesto de elementos diversos para mejorar la calidad de un producto, al mismo tiempo es empleado en diferentes campos, dentro de los que se encuentran las ciencias de la alimentación, la química, la biología celular, entre otras. Ahora bien, ¿podemos con la misma precisión y cuidado, homogeneizar la cultura? NO. ¿Puede una nación plurilingüista unificar su idioma? Claramente sí y lo demuestra nuestra historia. Sin embargo, no siempre lo legal camina sobre los senderos de lo legítimo, hay en esos dos asuntos grandes abismos de distancia que se traducen en ética y justicia, una justicia que aboga por la diferencia. En Colombia los diferentes grupos humanos han venido construyendo sus propias formas de ver, pero también de nombrar el mundo, sus mundos. Esto significa que antes y después de la instalación del español en el país, la población
Directora: Mariana Álvarez López direccion@enfoquedeoriente.com Contacto: 3226693229 Diseñadorxs: Enfoque de Oriente Editora general: Manuela Betancur Pérez info@enfoquedeoriente.com
indígena, afroamericana y sus descendientes: mestizos, zambos y mulatos, con sus códigos lingüísticos, construyeron sus propias cosmogonías, dieron nombre a su entorno y sentido a sus vidas, vieron nacer la forma de expresión de sus sentidos. Es en este contexto donde el español y las demás lenguas nativas, vienen tejiendo una identidad múltiple que no se corresponde con esa unificadora y homogénea que promueven las ideas nacionalistas. El Ministerio de Cultura en la actualidad, viene promoviendo autodiagnósticos sobre la vitalidad de las lenguas nativas y aunque bien es importante, se hace necesario desarrollar estudios de carácter sociolingüístico que permitan comprender las razones que han llevado a los pueblos indígenas al abandono de las lenguas, de la misma manera que lleve a construir rutas para su protección, entendiendo al bilingüismo en estas comunidades como una posible estrategia. Proteger las lenguas nativas es proteger nuestros universos culturales como nación. Por eso es importante transformar el panorama lingüístico colombiano que nos ha llevado a la desaparición de algunas lenguas como el betoi y el yahuna, pero que también tiene en latente riesgo al tinigua y el nonuya de los cuales existen pocos hablantes, y que según el Instituto Caro y Cuervo, no quedan sino ancianos que conocen algunas palabras. Por todo esto, abrir las siguientes preguntas no es más que una apuesta que propende por el reconocimiento, valoración y difusión de las lenguas nativas en Colombia donde el panorama que se presenta es su acelerada extinción. La extinción de las lenguas nos habla de la extinción de las tradiciones y sus gentes. ¿En qué lengua se habla Colombia? ¿En qué lengua hablamos nosotros? O, como también se preguntó Patricio Marchant e intentado parafrasearle, ¿el español o castellano es ancestralmente, históricamente, legítimamente, nuestra lengua materna? ¿Para quienes? Se ha dicho que el lenguaje es poder, entonces habrá que darle poder a los lenguajes, a los múltiples, a los diversos. A los que invocan Diosas desde la Sierra Nevada en bíntukwa; a los que entablan diálogos con jaguares en el Putumayo en Inga y Kamëntsa; a los que, al calor de las brasas del bosque deforestado, siguen escribiendo historias sobre paredes milenarias en el Guaviare, narrando a la antigua y la actual Colombia; a los que sueñan y hablan en wayuunaiki con el Juya en el desierto de la Guajira; a los que enaltecen en el Cauca a Quiwe, la tierra, en Nasa Yuwe; a los que cantan en kriol al son del mar en San Andrés; o a los que llorando y con cánticos emberá, se despiden de su tierra por el desarraigo, por el desplazamiento forzado del “progreso” que se prometió a Ituango. EO
Colaboradores y colaboradoras en esta edición: Karen Franco Liceth Zululaga Narváez Juan David Giraldo Juan José Macía Echeverri Sebastián Agudelo Naranjo María Paula Ochoa Yenifer Giraldo Pérez Mariana Álvarez López Kimberly Valencia Sebastián Giraldo Alexandra Zuluaga Un tal Juan Natalia Baena Yuber Torres Portada: Collage Lucha campesina Por: @marsaurust
Facebook: Enfoque de Oriente Twitter: @EnfoqueOriente Instagram: @enfoquedeoriente info@enfoquedeoriente.com www.enfoquedeoriente.com Enfoque de Oriente es el espacio para la visibilización de los textos que se publican; sin embargo, quien los escribe es total responsable de lo que allí se dice.
Por: Juan José Macía.
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Cultivos de muerte
no… dos… tres pasos. Suena un click-clack. El tiempo se detiene previo a la explosión. La paz del campo y los sonidos de la naturaleza se interrumpen por el estruendoso ruido de una mina instalada en un sitio que baja de la escuela al río, la cual acaba de ser activada por Esteban mientras trataba de rescatar un balón. Colombia es el segundo país del mundo, después de Afganistán, con el mayor número de víctimas de minas antipersona. Según cifras de la oficina del Alto Comisionado para la Paz, cerca de 12.000 personas han sido víctimas de estos artefactos en territorio colombiano; 2.327 fallecieron. En 1997, la Organización de Naciones Unidas firmó un tratado en el que se prohibía el uso de este tipo de arma en cualquier conflicto bélico del mundo. Al tratado se acogieron 150 países; entre ellos Colombia; sin embargo, se siguieron –y aún hoy se siguen- usando. En nuestro país, son diferentes los territorios rurales epicentros de estos cultivos de muerte. Muchos pensarán, al igual que yo antes de sentarme a escribir este texto, que las minas antipersona son cuestión del pasado y que los casos que ocurren hoy en día son fortuitos o aislados. Pues no, la Cruz Roja registró que en los primeros tres meses del 2021, 104 personas fueron víctimas de explosión de mina. Es decir que durante este año, en promedio, cada día alguien resulta afectado por estos artefactos. Las minas antipersona siguen ahí. Son cosa de hoy. En regiones como el Urabá antioqueño, Chocó, Cauca y el Catatumbo aún se siembran estos artefactos en los campos donde alguna vez se cultivó banano, chontaduro, café o lo que se puedan imaginar. Aún hoy el verde de la montaña se sigue tiñendo con rojo sangre. Este tipo de artefacto sigue siendo usado, principalmente, para cercar cultivos de uso ilícito o restringir el paso de ejércitos enemigos a otras zonas. En su mayoría, son instaladas en caminos rurales, que son utilizados tanto por grupos armados, como por población civil, por lo que las víctimas en muchas ocasiones son personas que no conforman ningún grupo armado.
Las afectaciones ocasionadas por las minas antipersona no son solo físicas, sino también sociales. Las comunidades negras e indígenas que habitan zonas de conflicto, en muchas ocasiones terminan desplazadas o confinadas debido al temor generado por las amenazas de presencia de estos artefactos. Durante las primeras semanas de abril, diferentes medios de comunicación registraban el confinamiento de alrededor de 1.500 indígenas en zona rural de Frontino, Antioquia, por el temor generado ante la presencia de minas antipersona en los caminos de ingreso y salida de sus resguardos; lo que imposibilita que se movilicen hacia el casco urbano de esta localidad del occidente antioqueño. “Desde finales de 2019 hasta la fecha, tenemos 15 incidentes con minas antipersona que han llevado a la muerte a siete integrantes de la comunidad Embera, y en los cuales han resultado heridos de 9 a 10 personas… todos ellos indígenas” explicaba Jorge Hugo Elejalde, alcalde de Frontino, en una entrevista radial sobre el tema. En el Oriente antioqueño, municipios con altas afectaciones por el conflicto como El Carmen de Viboral, Sonsón, Nariño, San Carlos, Cocorná y Granada han sido declarados libres de sospecha de minas; además de Rionegro, Abejorral, Guarne, Concepción y Argelia, donde según organismos del Estado, en la actualidad no hay presencia de esta arma en sus campos. Aunque en diferentes zonas rurales del país se adelantan labores de desminado humanitario, hay otros territorios donde aún se siembran; a esto se suma el riesgo que implican las minas ya sembradas y que a pesar del paso del tiempo, el conflicto y la vida en el campo, ellas siguen ahí. Presentes. Esperando el click-clack para detener el tiempo previo a la explosión.
#conflictoypaz
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4 de abril, día internacional de información sobre el peligro de las minas antipersona.
Foto: Pacifista, 2015
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Abajo y a la izquierda están los feminismos Por: María Paula Ochoa Vargas.
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ucha rabia, mucho fuego y mucho frío nos ha atravesado el corazón desde que decidimos nombrarnos en plural, en la decisión radical, extrema e irrenunciable de vivir reclamándonos mujeres, a pesar de que ese sustantivo sagrado parece condenarnos a la muerte. Muchos soles nos han curtido la piel como obreras, esclavas, cuidadoras, y tanta o más sangre de la nuestra hemos derramado, y hemos llorado. Y entonces nos hemos reconocido, no solamente como las oprimidas del oprimido, sino además como las rebeldes de entre la rebeldía; las negras, las proletarias, las campesinas, las indígenas. Nosotras, las otras dentro de los mismos, dentro de los nadie, las que actualizamos el grito y lo diferenciamos, pero lo unimos al resto de las rebeliones, de los reclamos, porque le apostamos a la vida de las nuestras y los nuestros, a la paz para nuestros pueblos, a la defensa de nuestras tierras y aguas, y a la dignidad para los y las que hemos parido, para quienes amamos y abrazamos. Los feminismos no nacen del odio, ni versan sobre los antagonistas. Nacen, por supuesto, desde muchas rabias de corazones con lugares en el mundo distintos que se reconocen, juntas y abrazadas; pero, antes de ellas, nacen del amor, de pasar por el corazón y lo sensible, una realidad que nos reclama rebeldes como mujeres, que no es sólo femenina, sino que se rebela en nombre de todos y todas en la Plaza de Mayo. Dolores que se gritan mientras caminamos por la verdad. Un reclamo por la tierra para el y la que
“Al azar agradezco tres dones: haber nacido mujer, de clase baja y nación oprimida. Y el turbio azul de ser por tres veces rebelde.” María Mercé Marçal
la trabaja. Un reclamo armado, revolucionario e insurgente. Las militantes de los feminismos somos la enfermedad pandémica, que nunca dejó de afectar las instituciones de opresión, la crónica que nunca ha dejado de contar, y que nunca dejará de vencer y salvar vidas del patriarcado, el neoliberalismo y sus cómplices. Es, por lo anterior, en extremo valioso reconocer nuestras vidas valientes en la política nacional, sus banderas, y preguntarse por los esfuerzos que actualmente presenciamos de juntanza. “Me hace estar hoy la rebeldía que me caracteriza como mujer afrodescendiente (…) El compromiso por parir una política que dignifique la vida, que dignifique la paz, que se piense con nosotras en la diversidad”, entre muchas otras palabras suyas, igual de certeras, negras y llenas de rebeldía, se encontraban hace unos días, el cinco de abril en la Convención Nacional Feminista, estas enseñanzas necesarias de Francia Márquez. Una Convención que celebramos porque cada vez somos más, cada vez más la política y la sociedad tienen los ojos puestos sobre nosotras, sobre las posibilidades que planteamos y exigimos en las agendas políticas de nuestros territorios. Un encuentro que además nos pone en el escenario de preguntarnos por las estrategias y posibilidades político-electorales de los sectores alternativos en este país. Este espacio hacía evidente, además de la profunda intención de las mujeres de pensarnos la realidad, la multiplicidad de sectores asistentes, movimientos políticos de diversa índole que se podían examinar con la presencia de personalidades como Francia Márquez y Ángela María Robledo, antes simpatizantes y militantes de la Colombia Humana, respectivamente, la primera de ellas expresando su cercanía vigente a este movimiento y la segunda poniendo sobre la mesa la posibilidad de conversar con la Coalición por la Esperanza liderada por sectores de “centro”, como el Partido Verde en su tendencia afín a Sergio Fajardo. Por otro lado, también
asistentes del movimiento Estamos Listas, con curul en el concejo de Medellín declaradas en coalición de gobierno. Y asimismo, personalidades como María José Pizarro, militante de la Colombia Humana, cuya apuesta principal es el Pacto Histórico, para la unión de los sectores y la derrota definitiva del uribismo y la política de la muerte en nuestros pueblos. Algunos de estos sectores y personalidades femeninas, habían tenido ya un acercamiento en un espacio que se vivió un mes atrás en el Oriente antioqueño, a propósito de la visita de María José Pizarro a varios de nuestros municipios, el cinco y seis de marzo. En ambos encuentros hay varias cuestiones que se ponen de manifiesto y que son realmente trascendentales para la lectura política que inevitablemente hay que plantearnos como mujeres, y especialmente como feministas a la hora de apostarle a una u otra estrategia electoral. El Foro, promovido por el movimiento de la Colombia Humana en el Oriente, nos dejó algunas reflexiones que es necesario revisar para repensarnos nuestro papel en la realidad nacional. 1. La sororidad es un concepto crítico y político para reconocer a la otra, no es nunca un amor soso, lejano de la reflexión Ante un escenario de tantos sectores políticos encontrados, y de mujeres tan valiosas para la vida política del país, que han tomado sus decisiones siempre respetables sobre el camino a seguir; hay que partir de plantearnos que la sororidad es un concepto político y crítico, y no es un amor desaforado a cualquier compañera que conozcamos por el hecho de ser mujer. Si bien parte de la empatía, de sentirnos atravesadas por un mismo cuerpo, por experiencias de violencias y de opresiones similares; la sororidad trata de reconocer a la otra como sujeta política, reconocer sus opiniones y experiencias desde la validación y la posibilidad de discusión y oposición. En esa vía, para nadie es un secreto la discusión vigente sobre la decisión de Ángela María Robledo de retirarse de su militancia en la Colombia Humana. Las mujeres de este partido han reconocido y validado su decisión y sus opiniones, y sin embargo, como María José Pizarro lo mencionó en el Foro, también han reafirmado la decisión de seguir militando como feministas en el partido, y configurando las agendas políticas, partidarias y electorales desde las asambleas internas. Desde la sororidad, las compañeras de este sector también se oponen a la descalificación del partido y a la pretensión de pintar como un movimiento de medias tintas a los feminismos. Sería una contradicción discursiva profunda apostarle a movimientos de la esperanza, que actúan desde la descalificación diciendo “ni derecha ni izquierda”, desconociendo las luchas, puesto que esas mismas ideas son las que propugnan que “ni feminismo ni machismo, igualismo”, o “feminismo sí, pero no así”. Las luchas no se condicionan, se construyen popularmente, se validan desde una sororidad política y crítica. 2. La apuesta electoral es transitoria; la agenda feminista es necesaria y urgente, y será permanente en nuestra construcción y ejercicio de poder “(…) Que se reconozca el liderazgo y la voz femenina en nuestro país, pues bueno, yo pasaré al Senado de la República; y espero que esta curul pueda multiplicarse. Si no logramos multiplicarnos es porque no hicimos del todo bien el trabajo”, decía María José Pizarro en el encuentro que tuvimos en el Oriente antioqueño. Se declaró además abierta a construir con todos los sectores desde su curul, poniendo esta a disposición desde la lectura de la realidad política. En ese sentido, hay que entender que hay multiplicidad de sectores en la apuesta del pacto histórico, con sus propias exigencias, haciendo sus propias renuncias para construir algo mayor. Ha quedado más que claro que las mujeres estamos listas para gobernar, pero no somos las únicas, en
tanto mujeres. También las indígenas, las campesinas, las negras, las exguerrilleras en sus reclamos como sector, están listas. Un pacto histórico abre la posibilidad y pone sobre la mesa la necesidad de asumir la discusión como la mejor herramienta contra la dispersión. La derecha asesina y paramilitar nos sigue ganando, y no por los mínimos irrenunciables y absolutamente trascendentales necesarios para una unión alternativa, sino porque no hemos entendido que tanto los feminismos, como la defensa del territorio y las aguas, como la apuesta por condiciones dignas en las cárceles, como las necesidades de las comunidades indígenas, como todas las luchas, se necesitan juntas, en apuesta alternativa para construir nuevas posibilidades en Colombia. No hemos entendido, además, ni las mujeres, ni los demás sectores, que pensar que la presidencia es la única apuesta, es una herencia del fetichismo presidencialista de los gobiernos tradicionales latinoamericanos. En nuestro país hay necesidades no sólo de un poder ejecutivo feminista, también de apuestas legislativas y judiciales desde nosotras y para todas. Además de los gobiernos locales. 3. Los feminismos están abajo y a la izquierda, porque la rabia, el amor y la rebeldía pasan por el corazón El poder y la alegre rebeldía que nos dejó en los corazones violetas la llegada de Estamos Listas al Concejo de Medellín es profunda. Las palabras de Dora Saldarriaga, Concejala por Estamos Listas, son siempre certeras, necesarias y llenas de dignidad. Así, en el encuentro que se realizó en el municipio de Rionegro, del foro “Mujeres y Política”, convocado por Oriente Humana, proponía cuestiones trascendentales necesarias para la agenda política del país entre las que resaltaba la necesidad de una Justicia Feminista en las instituciones y en las calles, desde el escrache, la redistribución del poder y la economía, basada en el cuidado. Sin embargo, es difícil entender por qué ante la invitación a unirse al pacto histórico que le hacían desde el público, ella respondía que su apuesta no es de izquierdas, derechas o centros, sino que es el feminismo. Esa es ciertamente nuestra bandera, pero es un desconocimiento profundo para el movimiento desligarlo de las luchas sociales, de la realidad política, y descalificar todas las ideas de las que se ha alimentado para darle una fachada de falsa neutralidad. No, el feminismo no es neutral, los feminismos están desde siempre y para siempre abajo y a la izquierda, con las obreras, las negras, las indígenas, las campesinas, para la justicia social, el reconocimiento y la redistribución económica y del poder. Los feminismos necesariamente caminan por la izquierda, y resignifican los espacios: los sociales, como el movimiento feminista de la Colombia Humana, como Estamos Listas; también los espacios de rebelión armada contra el Estado como el feminismo Insurgente, las luchas de las mujeres rurales recogidas en el feminismo comunitario y el ecofeminismo que lucha a favor de la vida. El feminismo no es y no será neutral, ni despojado de banderas porque parte de la diversidad, y porque la rabia, la rebeldía, el amor, y así, el feminismo, nacen del corazón. Para terminar, empecemos. En definitiva, hemos tomado esta decisión radical y profunda de nombrarnos mujeres. Una apuesta siempre fundada en el amor, y por supuesto en el reconocimiento de una historia de medias tintas a la que le urge empezar a nombrar las cosas por su nombre. Bien nos ha enseñado Amelia Valcárcel que «del feminismo siempre se dice que es recién nacido y que ya está muerto» Es necesario entonces que empecemos a reclamar la vida y la vigencia, no como un movimiento aislado, sino en todos los rincones que nos han negado, de la política y, por supuesto, del poder.
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Tacuara: la guadua es la raíz Por: Mariana Álvarez López.
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ay quienes dicen que la guadua conserva su memoria familiar; es decir, si hay una planta hija que es sembrada en otro lugar, lejos de su familia, y algún día su madre enferma, o su guadual muere, ella también lo hace. Es curioso y hermoso a la vez cómo aquello que nos ha acompañado en momentos de la historia, busca su propio camino a la manifestación y la recordación del porqué sentimos un vínculo extraño con lxs otrxs seres, proviniendo entonces la explicación. Es como si en el fondo nos resistiéramos a creer lo que cuentan los libros de historia, cuando narran, por ejemplo, que era 1806 cuando Alexander Von Humboldt y Amadeo Bonpland, los reconocidos médicos y botánicos francés que participaron de la expedición a América, vieron una planta en Colombia que denominaron Bambusa Guadua; la misma que, posteriormente, sería nombrada por el botánico alemán, Carl Sigismund, como Guadua Angustifolia, el bambú colombiano por excelencia. Aquella resistencia es consecuencia de la conexión con nuestra propia historia. Es una pulsión sincera a lo que sabemos que somos, y no a lo que otrxs apenas descubrían en nosotrxs. Es una confrontación con la fractura impuesta por una conquista invasiva; una exclamación visceral que busca rescatar del olvido a nuestrxs primerxs pobladores: el fuego, la tierra, los abuelos y abuelas, lxs animales, las plantas, los ríos y mares; y entre tantas, la guadua. La guadua crece en todos los continentes, excepto en Europa. Es la planta nativa representativa de los bosques andinos; crece en los países de Iberoamérica, a excepción de Chile y las islas del Caribe; se expande desde las zonas tropicales de México hasta el sur de Argentina, en donde la nombran tacuara.
En Colombia se han reconocido más de 51.000 especies de plantas, lo que permite distinguirla como una de las cinco matrias megadiversas del mundo. En América, en diversidad de bambúes, Colombia ocupa el segundo lugar, después de Brasil, con 18 géneros, cinco variedades y 105 especies, de las cuales 24 son endémicas. 212 años después de que los franceses vieran la planta que se atrevieron a bautizar, Colombia cuenta – a riesgo del subregistro – con 55.000 hectáreas de guadua, de las cuales, entre el 95 y 97% son cultivos naturales, es decir, que nadie ha sembrado, lo que permite reconocerle como un bien natural sostenible, además de generoso. Tacuara es también el nombre con el que un grupo de jóvenes rurales, habitantes de la cuenca del río Arenal, entre San Rafael y San Carlos, crearon una colectiva que teje puente con la guadua y sus mensajes, compartiendo así sus propiedades, regalos y posibilidades de creación. “La guadua es un elemento, un espíritu, una energía que se materializa por medio de un material que tiene muchas bondades, que aporta soluciones de cambio que estamos necesitando como humanidad. Es un elemento muy sensible, que responde a la forma en cómo tú lo tratas, lo manejas, te acercas a él”, comparte Urabá del Sol, integrante del colectivo. “No hay nada que no se pueda hacer con guadua” asegura Camila Duque, también integrante de Tacuara. En el periodo que se denominó el siglo del Bahareque (XVIII – XIX), más de 1.000 pueblos se fundaron en guadua, en Antioquia, el Valle del Cauca, el Quindío, Risaralda y Caldas. Además, este fue el material que, por excelencia, en épocas precolombinas, las comunidades indígenas y campesinas utilizaron para la creación de herramientas de cacería y pesca, además de instrumentos musicales, viviendas, puentes… Era 1999, cuando un terremoto sacudió el Eje Cafetero. Es justo a partir de esta alteración natural que se incluye la guadua en las Normas Colombianas de Diseño y construcciones Sismorresistentes (NRS-98), pues sus cualidades y, en sí, su fuerza, dejaron ver el potencial de dicho material ante movimientos
telúricos, sumando razones para llamarla acero vegetal. Entre las infinitas posibilidades de creación que obsequia la guadua, la construcción de viviendas ha dado grandes lecciones para el país, tras años de estar relegada en la legitimidad de la norma y la marcada indiferencia al leer nuestros propios contextos, que en otras palabras es volver a nuestras raíces. En el caminar de Tacuara, después de diseñar artesanías, entre amplificadores, lapiceros, cubiertos, bicicletas, bases de cama… muchas fueron construcciones a gran escala las que realizaron. Arquitecturas cuadradas, con techos casi perfectos no fueron suficiente para seguir conectando con los materiales propios del territorio, y mucho menos con los mensajes que como susurros la naturaleza comparte. Pasaron entonces a construir espacios con formas más orgánicas, circulares, sin esquinas, asimétricas y aun así, perfectas; recordando lo que la guadua les ha enseñado el trabajo minucioso, desde una tapa de lapicero hasta el arco y tejido de un techo que parece moverse como hojas en el viento. “De forma personal, siento que trabajar la guadua es una conexión con la energía de la tierra, y que es una gran maestra de cosas como que uno debe trabajar unido, que si uno quiere florecer y aportar a otros, tiene que confiar en quienes hay alrededor; que finalmente, cuando crecemos, debemos de ser flexibles, resistentes; que lo que hagamos sea una huella bonita, que aportemos al bien; que las raíces siempre están en la familia, en la comunidad” comparte Urabá. Andar por la cuenca del Arenal y reconocer el trabajo comunitario en favor de preservar la naturaleza, sus formas, linderos y tejidos, produce una sensación innombrable. Es como si aquella pulsión encontrara abrigo, como si llegara a casa; una casa grande, sin puertas ni ventanas; a cielo abierto para ver las estrellas y las formas de hojas que a veces hacen de techo y nacen de la unión de esterillas. Dan ganas de devolver el tiempo, derrocar a los españoles que masacraron a los pueblos de Pantágoras y Tahamíes, los mismos que contaron mitos de la guadua como la feminidad protectora del agua. Es como si de los pies salieran raíces, se abriera la caja que guarda las múltiples lenguas, de los distintos seres, y de repente, crees comprenderlo todo. ¡Así debió de sentirse esta madre antes de la conquista! En la naturalidad de lo que somos: ciudadanxs del mundo que se encuentran para abrazarse, contarse los secretos que la tierra ha confiado en la mañana y los aprendizajes que ha donado en la tarde. En otros términos, los guaduales son familias que se reúnen alrededor de la planta madre; ella dona de su saber, su agua, sus propiedades y fuerza para que, alrededor, sus hijxs nazcan fuertes, crezcan alto y libres siguiendo la luz del sol. Esta relación propone examinar las razones por las que la bioconstrucción es un encuentro especial entre las comunidades, quienes más allá de las estructuras físicas y sobremontar materiales que terminan siendo más que casas, hogares, trabajan en equipo y comprenden que la herencia indígena de las mingas recobra el sentido de lo que siempre hemos sido y somos: seres solidarixs, dispuestxs a compartirnos con el mundo, desde los saberes, las maneras de observarnos en naturaleza y recibir sus regalos, ofrendando igualmente nuestros cuerposterritorios. Como humanxs, sería un descaro añadido reducir todo esto que aquí se ha dicho al misticismo con el que relacionamos las casualidades; o a las maneras coloquiales que tenemos de normalizar lo que por naturaleza siempre ha sido mágico, poderoso e increíble; estaríamos desconociendo todo, incluso lo que sembramos, lo que cosechamos, lo que comemos, lo que escuchamos, también lo que leemos. Lo que la tierra y lxs tantxs seres nos cuentan. No corramos más el riesgo que siempre hemos creído, de creer solo en lo que vemos, o de legitimar aquello en lo que la ciencia no escatima. Somos un pueblo gestado en el vientre de la tierra, de otra manera, igual que la guadua, nuestra resistencia y capacidad de movernos orgánicamente en favor de un mundo diferente no tendría explicación. Lecturas inspiradoras en: Agronegocios.co - revista.ibp.co.cu – Humedal, tejido del viento.
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enfoque de oriente Paro Nacional, 28 de abril 2021. El Peñol, Antioquia. Foto: Sebastián Giraldo.
Foto: Juan Pablo Tobón.
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Elogio sin tierra Por: Un tal Juan…
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í, buenas paisano, soy Juan, Joao sem terra, Juan cualquiera, a lo Piero: Pedro Nadie. Perdón, Nadie… Juan. Nadies somos muchos y muchos como nadie; entonces somos mayoría y sin ninguna deshonra, porque los nadies no somos, pero estamos por montones. Florece el sol en todas las hojas, nace la mañana, cosecha la montaña la tierrita de su ombligo y el campesino vive así, sin más tierra que la del ombligo. Con su parcela le basta para soñar y vivir las cosechas futuras. Eso es resistencia… En las manos de mis paisanos se anudan “los trabajos y los días”; en nuestras trojas anidan memorias milenarias que de mano en mano perviven y colonizan: las semillas. Eso es resistencia… Y así son nuestras memorias, sencillas pero profundas; la montaña nos da de beber, de comer y también nos da de soñar en sus horizontes, del suelo nacen los frutos con la complicidad del cielo, y en ellos se disponen nuestras penas y sueños. Así, arrimados a la tierra, resistimos ajuntados entre bestias y montes. Eso es resistencia… Tenemos la tierra embarrada en el alma y aún así nos condenan, nos recriminan de fantasías que desde la ignorancia maquinan, porque el campesino no conoce otra ideología que la que la siembra le enseña. No se da cuenta el tirano que el campesino es simiente y cuando vuelve a la oscuridad del suelo, como los 21 hermanos “sin tierra” masacrados en el Carajas, como los miles de campesinos y campesinas
exterminadas de nuestra tierra Kariba, serán cuerpos sembrados para volver a la vida. Muchos de mis paisanos han caído bajo el yugo de la mala muerte, del despojo interesado y genocida; pero a muchos de los que ya no estamos nos queda el consuelo de que aunque nos quitaran las tierras no nos quitarían los amores ni las ganas de volver a ser raíces vivas. Y con el infinito del monte y la parcela en la mirada partieron miles a ser semilla para las nuevas generaciones, porque el suelo tiene memoria, porque a los paisanos no se nos olvida que de la oscuridad nace la semilla. Mientras nuestros hermanos “civilizados” nos vean como bestias no podrán disfrutar de los dones y saberes que no caben en los libros ni en las enciclopedias. Mis hermanos civilizados le ponen precio a la tierra pero ignoran, los compadritos, que la tierra no tiene dueño, la tierra no tiene más señor o señora que quien la abraza sin pretenderla. Y para mis paisanos sensatos del campo, la pretensión y el dinero son penas y apuros de palmo a palmo se gana una tierra pero de gota en gota se pierde un río; porque la naturaleza da sin saber a quien. Que mis paisanos no se duerman con ilusiones liberales de propiedad privada porque de contar la tierra se vuelve escasa y no hay peor mal entre familia que el egoísmo, además la tierra es rebelde y esquiva, no hay más dueño promisorio de la tierra que el que usa su herramienta. Las herramientas del pico, las garras, los colmillos, las
colas y los azadones, las extensiones naturales del cuerpo porque el paisano de animal algo tiene de ellos aprendieron la maestría de la siembra, del servicio. ¿Para quién canta el pájaro la tonada? ¿Para quién siembra el guatín la almendra del árbol? ¿Para quién hace el armadillo su nido? Para otro ser sin tierra que busca cobijo... Eso es lo que la tierra nos enseña entre tantas vueltas y revueltas, que el monte es la casa que “somos para la tierra” que los campesinos sabemos y queremos que la vida sea libre, trepando de rama en rama, eso es resistencia... Resistencias humildes porque esas no se las lleva nadie, brotan de la tierra y de nuestras manos campesinas. Esto es un elogio sin tierra porque no lleva destino, anda errante como la semilla que de mano en mano prospera, como el río que fluye sin que la piedra lo ataje. Y en nuestras labores está nuestra esencia que no es otra que ser fecundo y fuerte como la tierra que no hay saber más grande que el que vemos y sentimos de los dones de este mundo; y que no hay más cielo que el que podamos cultivar y defender en esta tierra en memoria de los luchadores y luchadoras campesinas, sembradas en estos campos orientales, que sean luz y fuerza para las futuras generaciones.
Un viaje a pie al Cerro de la Vieja Páramo de Sonsón
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legamos al Hostal del Páramo de noche y nos cuesta comenzar a pestañear en la cama. La imagen de la montaña, que es más oscura que el color de la noche, siembra un miedo niño a lo desconocido bajo las pesadas cobijas que doña Liz, la dueña del hostal, nos dispone para luchar contra el frío de la casa de más de doscientos años. Y pienso por primera vez, que para esto camino: para experimentar la pequeñez, la libertad en el movimiento, la fragilidad frente a ese gigante dormido que es la montaña, que si le dieran ganas de aplastar esta esquina del parque donde dormimos, lo haría. Pero no lo ha hecho, porque ya son las cinco de la mañana y no he pegado el ojo. A las seis, salimos hacia la vereda, por una de esas carreteras baratas antioqueñas, por las que palpita la adrenalina y la aventura, los jeeps y el abandono del Estado, porque la misma gente mantiene las carreteras transitables. Todo es rústico en el Páramo, pero de esas mismas manos
de corteza, nos reciben dos campesinos con tinto en aguapanela, y entonces nos sentimos fisiológicamente felices para sembrar camino. Inicio Eran las siete cuando comenzamos a trepar la montaña. Al principio, el camino se bordeó de llanuras onduladas, de cultivos de granadilla, tomate de árbol, papa y aguacate. Cada uno de nosotros tiene un ritmo pa’ caminar, el mismo que, supongo, tenemos para trabajar y para amar. En la retaguardia, Karen y Toche disparan las cámaras a todos lados, caminan lento y buscan el detalle, la esencia del paisaje, se educan los ojos y posan frente a las vacas, los cultivos, los paisajes; nos capturan descuidados, nos hacen recuerdo. En el medio, el resto va con Óscar, a quien no quiero llamar guía, sino amigo. Un amigo que sabe caminar a todos los ritmos, que espera y entiende los caprichos de todos y que teje historias del pueblo con las nuestras, que se ríe y está presente.
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Por: Yuber Torres.
«La vida no es un sueño, es un viaje: un viaje a pie. Y para viajar hay que estar despierto ¿no? » Gonzalo Arango. Me encuentro con varios tipos de caminantes. Una es Julieta, que ansía llegar pronto a la cima y se adelanta, pero experimenta la abrupta soledad del páramo y espera en alguna piedra. El que se queda atrás porque necesita más tiempo para contemplar: los fotógrafos en este caso; pero también el integrante con amor de madre que cuenta si estamos completos. Es en uno de esos momentos que me devuelvo y encuentro a Karen, con una hoja grande y amarilla en la mano, parece hipnotizada y le digo que vamos pues, que no se quede, y ella me muestra la hoja que se confunde con los ríos que surcan la palma de una mano.
Luego cruzamos un pequeño riachuelo. Antes de dar calor al estómago, encontramos una pequeña cascada. El olor a tierra húmeda aumenta, el agua es fría y limpia, paso mi mano sobre ella y Toche me pide que la deje ahí, hacia arriba, y el agua resalta esos surcos de los que hablaba Karen y recuerdo esa frase de “el olvidado asombro de estar vivos” del que habla Octavio Paz; personas que adquieren esta naturaleza de reflejarse en todo lo que la montaña ofrece, ven formas en todos lados, encuentran belleza en una hoja muerta, una raíz suelta o el cadáver de una mariposa que se destine sobre una piedra. Entonces nos entregamos al aire puro y Óscar nos regala de a una granadilla. Anlly, la novia de Óscar, nos propone un círculo energético antes de comenzar la alta montaña. Al quedarnos en silencio nos sentimos vigilados por los fantasmas del Páramo, hojas que caen, que se quiebran; angustias que viajan desde atrás de la montaña y se chocan con las nuestras.
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Mientras los hilos de agua se detienen en los líquenes y los musgos del páramo, Anlly nos habla de respetar la montaña, y nos pregunta qué queremos dejar allí y qué esperamos recoger. La mayoría busca dejar la ansiedad, el cansancio, el estrés del encierro y del trabajo, las energías pesadas, para que la montaña las haga hojarasca y abono, agua. Caminar para recoger-SE. Los sentidos se despiertan a medida que caminamos y nos movemos para no perder el calor animal. Los músculos empiezan a tensarse y la montaña nos exige flexibilidad, nos pide ritmo, pero también nos regala sus raíces para agarrarse y trepar las paredes inclinadas sobre las cuales se filtra el agua. Las nubes descienden rápido y no se ve nada, sentimos que el sol nos calienta por segundos, pero de nuevo el viento arrastra la niebla hacia los repechos y se enreda en las ramas de los árboles. - ¿Y entonces viene mucha gente por acá? - Parce, en Semana Santa pueden subir hasta cien personas, y yo no estoy de acuerdo con eso. - Claro, me imagino la basura que dejan y no falta la señora que se quiere llevar la matica pa’ la casa El Frailejón pa’ la sala [jajaja], comento sin que nadie me escuche. - Vos sabés que Sonsón es un pueblo muy conservador, dice Óscar. - ¿Ah no?- se ríe Steven - Con solo ver la súper pancarta del amigo Uribe viniendo para acá, tuvimos - Jajaja - Sí, ¡qué pena!, en nombre de nuevo turismo Sonsón, les pedimos disculpas. Todos reímos y Óscar nos contó que la cruz que está en la cúspide del Cerro de la Vieja, la subieron puros buenos cristianos; cada uno llevaba una piedra a manera de ser absuelto de pecados, otros llevaban barillas y así fue que hicieron esa “obra” que se alcanza a ver desde el parque ¿Qué hubiera pensando Fernando González si se encontrara esta cruz en la cima del Ruiz?
Este camino es amor y muerte Estoy sentado en una piedra esperando al grupo. Abro los ojos y me doy cuenta de que este camino es amor y muerte. Toche abraza a Antonia porque se ha golpeado en la cabeza, la consiente, la mima como a una niña, se le hace imposible imaginarla herida. Steven apoya a Julieta subiendo una piedra, Óscar le echa una mano a Anlly para que no termine en un charco de lodo; un águila paramuna rompe los fuertes vientos y sigo su trayectoria mientras pienso en lo inhóspita que es la vida en este lugar, porque estamos acostumbrados a definir la vida en el movimiento de los insectos, los animales, los seres, y es lo que menos vemos aquí; pero nos sentimos salvajes de nuevo: subimos, nos estiramos como simios para alcanzar una rama, saltamos, nos arrastramos, recolectamos semillas, piedras, hojas, esperamos a los otros para no morir de soledad, nos conectamos para recuperar la vitalidad que nos quita cumplir a la sociedad. “Todo se concentraba en la necesidad del regreso” Los pies alcanzaron donde apuntaba la mirada en la madrugada. El cansancio se graba en los rostros de todos. La sensación de libertad que da estar en la cima desata algo en nuestros espíritus, que ponen ahora los ojos en montañas con forma de calderas que soplan bocanadas gigantes de nubes para que luego el viento recoja y suba hasta este lugar, cubriéndonos la mirada un segundo y al siguiente bajando hasta el pueblo lleno de murmullos de pájaros y ruidos humanos: los nuestros. El regreso es diferente y los ojos se llenan de abismo, de vértigo, buscan el suelo; diferente al ascenso que se concentró en mirar a la altura de las manos. Hay una lentitud en los movimientos de todos, el descenso nos desgasta las rodillas porque debemos saltar o bajar resbalando por las piedras. Parece que se acabaron las historias, los chistes y las cumbias que alegraron el ascenso, y una desolación con pequeños gemidos quejumbrosos se quiebran en nuevos silencios. Experimentamos una sensación de mortalidad, de fatiga, de humanidad; y sobre todo: de reflexión: un viaje al interior de nosotros mismos.
- Es que Sonsón tiene mucho poder, no más vea la diócesis. - ¿Y La Danta qué? la cantidad de plata que genera el mármol y Sonsón que no lo suelta.
Fotografía: Karen Franco @karen_franco_lopez_ Y Juan David Giraldo @Juangiralcast
COCORNÁ LO ESTÁN VENDIENDO LOTEADO
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Por: Sebastián Agudelo Naranjo
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l loteo indiscriminado que se viene dando en el Oriente antioqueño es una gran amenaza para el desarrollo de la región. Si se continúa con este ritmo de loteo, los campesinos se van a ver obligados, muchos, a abandonar sus tierras por el encarecimiento, otros, a racionar el uso del agua para tener que compartirla con nuevos usuarios que vienen desde las ciudades. Aunque es un tema que incomoda a los que hacen fortunas sacrificando la calidad de vida de quienes habitan el territorio, es necesario hablar sobre ello: ¿la tierra para el foráneo o para el campesino? Cocorná es un municipio con una ubicación estratégica a 40 minutos del Aeropuerto José María Córdova, a solo hora y media de la ciudad de Medellín y atravesado por la autopista Medellín-Bogotá. Además, Cocorná está bañado por 5 ríos, infinidad de quebradas y una belleza natural deslumbrante a los ojos de los turistas que quieren establecer en este territorio sus fincas de recreo o comprar la tierra solo porque es un negocio muy rentable. Aunque esto parezca inofensivo, rompe de manera radical, primero, con la ley, porque no se puede construir ni lotear en cualquier territorio pasando por encima de la reglamentación establecida en el EOT (Esquema de Ordenamiento Territorial); segundo, con las formas de vida y producción campesinas: las personas foráneas llegan a generar ruidos, a invadir linderos, a llenar los caminos veredales de basura, entre otras afectaciones que mencionaré más adelante.
Estos conflictos se evidencian en el testimonio de los habitantes de una vereda del municipio, que no mencionaré por razones de seguridad. Un foráneo que estableció su finca de recreo en la vereda fue “corriendo la cerca”, como se dice coloquialmente cuando el propietario quiere anexionar a su tierra la tierra del vecino. El vecino indignado por la pérdida de su terreno desenfundó un machete contra el foráneo, a lo que este respondió desenfundando una pistola; ya se podrán imaginar quién lleva la ventaja en esta situación, el campesino terminó con un tiro en la pierna. Recorriendo las veredas y escuchando a las comunidades, se encontraron situaciones del mismo estilo. Procedo a enumerar una serie de afectaciones que el loteo está generando y generará a futuro en Cocorná y el Oriente antioqueño. Varias de estas afectaciones son transversales a lo ambiental, lo económico, lo sociocultural y a la prestación de los servicios públicos. Espero que la visibilización de estas afectaciones pueda servir para nutrir la discusión de la propiedad de la tierra y dar voz a las comunidades que están en riesgo de perder sus terrenos y su tranquilidad: • La venta de lotes que se está haciendo en el municipio no cumple con la reglamentación establecida en el EOT, según la cual una hectárea en el campo solo se puede dividir en 3 lotes o 4 parcelas para asegurar la vivienda y producción agropecuaria de las familias campesinas. Es decir, en el espacio
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14 que subsiste una familia campesina, las empresas lo están dividiendo en 10 o más lotes de tierra improductiva dedicada al disfrute de sus dueños durante los fines de semana, lo que ocasiona un cambio en la vocación del suelo y desplaza la cultura campesina. • Las constantes fiestas con altos niveles de volumen generan problemas de convivencia entre los habitantes de la vereda y los foráneos, los habitantes de la vereda están acostumbrados a dormir temprano después de una larga jornada de trabajo. • Las fiestas también generan dinámicas de prostitución y drogadicción. • El aumento desmesurado de construcción de viviendas colapsará los servicios de los acueductos veredales, que no están pensados para la cantidad de gente que va a llegar. Los campesinos deberán racionar el agua que antes usaban para los cultivos, el ganado y la subsistencia diaria. • Otra consecuencia de la construcción de viviendas en toda la tierra es que el cemento le quita el espacio a zonas de fauna, flora, tránsito de animales y destruye el paisaje natural. Los animales van a “invadir” los terrenos y es probable que sean cazados ilegalmente. • Cambio del uso e identidad de la tierra: de agropecuario al campestre recreativo. • El loteo de la manera en que se está desarrollando promueve la informalidad de la tierra en un país donde, según el DANE, el 60% de la tierra no está titulada. A los nuevos compradores que adquieran lotes por menos metros cuadrados de lo que establece el EOT no se les puede dar escritura pública, es decir, frente al Estado esa tierra no les pertenece, le pertenece a la empresa que posee la escritura general de todo el predio. Esto representa un problema jurídico para los compradores informales y para el Estado. • Las nuevas viviendas tendrán que poner pozos sépticos porque la zona rural no tiene red de alcantarillado, si a estos pozos no se les hace un mantenimiento adecuado, como es común, va a aumentar la contaminación sobre las fuentes de agua de las veredas (ríos, quebradas, nacimientos).
• Las carreteras que tanto trabajo les han costado a las comunidades y que han construido a fuerza de convites comunitarios, se van a desgastar por el paso constante de vehículos hacia las fincas de recreo y el mantenimiento de estas vías va a recaer sobre las comunidades. • La gran cantidad de basuras que generan los visitantes representa un problema de salud pública: las basuras se dejan regadas en los caminos, generando gases y expuestas a los animales, porque las fechas en que los foráneos entran y salen de las fincas regularmente (fines de semana) no coinciden con los horarios de recolección de basuras (entre semana). Las administraciones no han sido eficientes en hacer cumplir los lineamiento de los POT, PBOT y EOT. Empresas y particulares están construyendo en el territorio y cambiando las dinámicas de vida de las comunidades. No se trata solo de construir en cualquier lugar y con cualquier intención, las administraciones tienen que hacer cumplir el planeamiento territorial para que no nos convirtamos en una tierra de extranjeros, una tierra donde los campesinos que ancestralmente la han trabajado tengan que salir de ella. ¿Cuál es el beneficio de toda esta venta indiscriminada de tierra para los cocornenses? , ¿de que nos corten el territorio en pedacitos para la gente de afuera?, ¿nos imaginamos a un Cocorná campesino o un Cocorná que se convierta en una gran finca de veraneo? El imaginario de que el progreso consiste en construir con mucho cemento está acabando con nuestro Patrimonio ambiental y desplazando a las comunidades ancestralmente asentadas en el territorio. A Cocorná lo están vendiendo por lotes, por pedacitos, lo están cortando y desangrando según los intereses de las empresas y particulares. Para terminar, no estoy diciendo que el que viene de afuera, llega para hacernos mal o daño, en absoluto, pero creo que el problema está en el no cumplimiento de la ley, el que no exista control sobre los vendedores, compradores y constructores en nuestro campo, lo que está generando unas afectaciones importantes en nuestro territorio. Si todo lo anterior lo hacemos cumpliendo la norma, podemos unirnos con ellos para mejorar. Por esto, este texto es un llamado a Cornare ya la administración municipal para hacer un control riguroso sobre este tema que es fundamentalmente, el cumplimiento estricto de la ley.
ESQUIRLA: Cornare se comprometió desde hace 3 años a hacer un estudio sobre la capacidad de carga de nuestros ríos, con el fin de saber si pueden soportar más hidroeléctricas. ¿Cuándo van a realizar ese estudio? ¿Cuándo ya todos los ríos estén secos por la construcción de muros para las hidroeléctricas? ¿Cuándo el daño sea irreversible? Cornare, hagan ese estudio ya, no jueguen con los habitantes del oriente antioqueño.
1er Encuentro Interregional de Mujeres defensoras de los territorios: Tejiendo luchas para nuestra autonomía “Pudiste sembrar los hijos, amamantar la tierra y parir un hombre que amara el reverso de tu piel, pero no te alcanzaba. Saliste a gritarle al viento y tus palabras mancharon los espejos de los poderosos y mojaron de savia nueva las manos de las gentes buenas; tu voz hizo camino y brillo en otras gargantas que hoy silban tu nombre como bandera de justicia” Luz Cassino, homenaje a Berta Cáceres. Por: Yenifer Giraldo Pérez, Kimberly Valencia y Alexandra Zuluaga.
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ntre los días 13, 14 y 15 de marzo de 2020, en el municipio de Támesis, Suroeste antioqueño, cerca de setenta mujeres provenientes de las regiones del Nordeste, Oriente, Suroeste y Valle de Aburrá de Antioquia, nos encontramos para llevar a cabo el Primer Encuentro Interregional de Mujeres Defensoras de los Territorios del Nordeste, Oriente y Suroeste de Antioquia: “Tejiendo luchas para nuestra autonomía”. La fuerza del movimiento feminista y de mujeres alrededor del mundo y su participación política, social y comunitaria; así como la violencia feminicida, los asesinatos y persecuciones de líderes y lideresas sociales y ambientales; las políticas extractivas y la explotación de los territorios, entre otros, se convirtieron en las razones movilizadoras para crear una juntanza entre mujeres lideresas de los distintos territorios de Antioquia, como un ejercicio de (re)conocer las experiencias mutuas, en rostros de quienes resisten, transforman y crean en los distintos territorios alternativas para la vida digna. Así, nos encontramos mujeres diversas, pertenecientes a diferentes organizaciones sociales: por el Oriente antioqueño: El Movimiento social por la vida y la defensa del territorio –MOVETE-, La Red de Acción frente al extractivismo –RAFE-, el Movimiento de mujeres de La Unión, Colectiva Awa, Asociación María Martínez de Nísser, Asociación Campesina de Antioquia –ACA-; del Nordeste antioqueño: ASOVISNA: Memoria y dignidad, COCOSOP; del Suroeste antioqueño: Cinturón Occidental Ambiental –COA, colectivo Jóvenes por la defensa del territorio –JODETE-, del Valle de Aburrá: Colectivo Princesas Menstruantes, la Batukada Estallido Feminista y la Corporación Jurídica Libertad –CJL-, con el objetivo de posibilitar el diálogo e intercambio de experiencias entre diferentes mujeres que
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vienen luchando por la defensa de sus territorios, el agua y la vida; para fortalecer acciones y construir estrategias conjuntas que visibilicen el papel estructural de las mujeres en las luchas territoriales. Nos encontramos mujeres adultas, adolescentes, niñas, afrodescendientes, indígenas, campesinas, estudiantes, universitarias, mujeres trans, emprendedoras, investigadoras, madres, aborteras... Esta diversidad posibilitó reflexiones alrededor de lo que implicaba ser mujer y ser defensora en los territorios, y también de cómo nos estábamos organizando a partir de los procesos comunitarios, de nuestras prácticas y saberes. Reflexionamos, así mismo, sobre lo que implica ser mujer y a su vez ser indígena, campesina o afrodescendiente, y cuáles son las diferentes violencias que se ejercen sobre nuestros cuerpos-territorios. No obstante, para comprender la complejidad de estas reflexiones, la planeación metodológica del encuentro, resultado de 8 meses de diálogo y concertación, la cual estuvo liderada por mujeres jóvenes del Oriente y el Suroeste, permitió la interacción tanto intrarregional como interregional, en donde las mujeres de las diferentes subregiones pudieron conversar acerca del contexto local-municipal y a su vez enlazarlo a lo regional por medio de una cartografía territorial y corporal, lo que posibilitó entender nuestros cuerpos como el primer territorio en donde se ejercen violencias pero también como el primer lugar a defender; nos permitió afianzar que el territorio, desde una perspectiva más integral, como lo hemos señalado en otras publicaciones, no sólo implicaba un espacio material, identitario y ecosistémico, también atraviesa las corporalidades que habitamos. Nos reconocemos como guardianas de las semillas, los ríos, las montañas, la vida y la diversidad que habita en la tierra y en nuestros cuerpos. Reconocemos la importancia de tejernos como compañeras y defensoras de lo que habitamos, desde el reconocimiento de la otra, de los diferentes contextos, luchas y resistencias. Recuperando la memoria de defensoras como Betty Cariño (México), Macarena Valdés (Chile), Marielle Franco (Brasil), Berta Cáceres (Honduras), Ana Fabricia Córdoba (Colombia), Viviana Cuéllar (Colombia), y reconociendo la labor por la defensa de la vida, que llevan a cabo en el país, Francia Márquez (Proceso de Comunidades Negras –PCN-) y Aida Quilcué (Consejo Regional Indígena del Cauca –CRIC-), conectamos nuestras resistencias a las luchas globales y nacionales, con el reconocimiento de mujeres latinoamericanas que han sido víctimas de feminicidios políticos, y otras sobrevivientes de agresiones, amenazas y hostigamientos, por su labor en la defensa territorial y los derechos humanos de las mujeres. Además de liderar las luchas territoriales abogamos por la recuperación de espacios donde
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16 históricamente hemos sido invisibilizadas, pues somos parte de los espacios asamblearios, comunitarios, y organizativos, resaltando la importancia de generar autonomía en la toma de decisiones y el manejo de economías propias como base para una vida libre y digna. El nombrarnos desde distintos lugares de enunciación, a partir de nuestras vivencias y cotidianidades, nos dio lugar a comprender y reconocer el lugar de las otras, sus contextos, luchas y resistencias. Un ejemplo es que a la hora de reconocer las diferentes formas y manifestaciones de organización territorial, encontrábamos que las mujeres más adultas están organizadas alrededor de procesos productivos, potenciando la autonomía económica, mientras que las mujeres más jóvenes se están organizando alrededor de procesos formativos y de movilización social. Sin embargo, hay algo que encontramos que es un común denominador en todas las organizaciones, en su mayoría mixtas, de las cuales somos parte: nuestra participación sigue estando supeditada a roles que históricamente han sido asignados a las mujeres y que han sido feminizados; somos las que realizamos el trabajo “de hormiga” en los procesos comunitarios, y estamos expuestas al desprestigio de nuestro liderazgo cuando exponemos situaciones de violencias al interior de las organizaciones, en las que encontramos una respuesta limitada o nula a esta problemática, pues se considera que hay otras luchas más urgentes. Sumado a lo anterior, en la mayoría de las veces, son los hombres de las organizaciones, quienes adquieren los liderazgos y representan los espacios; frente a esto, muchas de las mujeres de los procesos organizativos manifestaron que no habían tenido la posibilidad de estar en un espacio liderado por mujeres y para mujeres, lo que les parecía valioso para generar redes de apoyo y confianza en el rol de liderazgo. Además del reconocimiento del contexto, de los procesos organizativos en los que participan las mujeres, sus luchas y resistencias, para cerrar el encuentro, realizamos una movilización por las calles del municipio de Támesis. Desde la juntanza carnavalesca, comunicamos, exigimos, mani-festejamos y denunciamos, al son de consignas, batuques, bailes y cantos, que:
Fotografías: Natalia Baena.
• Las políticas extractivistas y minero-energéticas están arrasando con la vida y la salud de los territorios, generando desintegración de los tejidos comunitarios, recrudeciendo las violencias estructurales contra las mujeres, los niños y las niñas. • El incremento de políticas que le apuestan al exterminio de la diversidad y la libertad de pensamiento, tienen como consecuencia la normalización de la violencia contra las mujeres y el alza de feminicidios y transfeminicidios en los territorios. • La concentración de la propiedad de la tierra en Colombia excluye a las mujeres, las revictimiza como principales víctimas del conflicto armado, y pone en peligro su autonomía económica y la posibilidad de una vida digna, violando los derechos a la reparación integral y las garantías de no repetición. A poco más de un año, reconocemos que, si bien este no es el primer encuentro subregional de mujeres - pues históricamente las mujeres del Nordeste, Oriente y Suroeste antioqueño han gestado espacios de participación política y ciudadana -, sí fue el primer precedente de un encuentro interregional de mujeres defensoras del territorio en el Departamento, en el que dignificamos el encuentro y la juntanza como nuestra forma de organización política lo que nos permite expandir una fuerza colectiva para la defensa de nuestros cuerpos y nuestros territorios, comprendiendo la relación de la violencia contra las mujeres y el extractivismo, reconociendo que las defensoras están expuestas a unas situaciones especiales de riesgo debido a su labor y que esta violencia es estructural. Urge entender que para instalar el sistema capitalista hubo que someter a las mujeres y que, junto con los sistemas de dominación como el racismo, clasismo y sexismo, se sostiene este modelo económico de muerte, lo que nos permite concluir que hacer procesos de defensa del territorio sin un cuestionamiento sobre las formas patriarcales que someten a las mujeres en la sociedad y la cotidianidad, y que se replican también en los movimientos sociales, es funcional al saqueo de los territorios. Exigimos entonces, tal como lo concluimos en nuestro manifiesto, que ni las mujeres, ni la tierra somos territorio de conquista.