Edición 278 | Enfoque de Oriente

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Resistir no es aguantar ¡Cesó la horrible noche! La libertad sublime derrama las auroras de su invencible luz. La humanidad entera, que entre cadenas gime, comprende las palabras del que murió en la cruz. Himno de Colombia, escrito por Rafael Núñez.

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esde lo más profundo de las entrañas en la tierra hasta la copa más alta del árbol del bosque, la memoria transita en un ir y venir. Olvidar se dice que también es un derecho, pero no tiene recuerdos quien nunca vio el alba por última vez, derramando su sangre por el suelo. Intacta está la imagen de las calaveras venir desde el horizonte del mar; un barco cargado de codicia armado por patrullas de presidiarios y genocidas descendió en nuestras islas. Después un millar de brutalidades. Pero el invasor no llegó a lo más alto y lo más lejos. No persistió donde la tradición se borda en hilos de resistencia, salvaguardando tradiciones y costumbres. No pudo borrar por completo de nuestros rostros la sonrisa del cacique ni de la tribu. No ha podido conquistar siquiera el lugar en el que prevalece el trabajo colectivo y comunitario, desde el apapacho, el mambe y el fuego, esa vida que nombran y asocian las élites y verdugos como terrorismo, queriendo encontrar en nosotrxs lo que ellxs provocan. De camino al presente nos topamos con un eterno retorno, como si el tiempo se hubiera detenido con el bastón de la barbarie haciendo de minutero cíclico y repetitivo; las invasiones de nuestras tierras, las defensas por nuestros territorios, el vertiginoso impulso de la modernidad avasallando nuestras

Directora: Mariana Álvarez López direccion@enfoquedeoriente.com Contacto: 3226693229 Diseñadorxs: Enfoque de Oriente Editora general: Manuela Betancur Pérez info@enfoquedeoriente.com

edades primarias. Este presente tan parecido a nuestro pasado nos deja siempre mordiendo nuestra propia cola como en el medioevo. El Ángel de la historia de Walter Benjamin lo describe mejor: “así es como uno se imagina al ángel de la historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irreteniblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso”. ¿Avanzamos? Avanzamos al no lugar de cuerpas militarizadas, sometidas a la cadena de reproducción humana para la guerra. Los ministerios de defensa son guardianes de la parca, acumulando plomo entre los huesos, astillando la paz y prometiendo el Edén en tierras nuestras custodiadas por el dios dinero. Dios murió y en Colombia sepultamos su cuerpo para que nunca resucitara, porque ya tenemos la estampa de su corazón en cada casa de los humildes bendiciendo y santificando la miseria y el abandono. Lo que se escribe en esta edición es un viaje al pasado sin abandonar el presente, una mirada por la ventana de atrás vista desde un espejo que refleja lo que ya pasó, está pasando y seguramente continuará. ¡Hay que romper los cristales!, los espejismos anuncian que vamos a morir pero cabe siempre la posibilidad de la defensa de nuestras vidas. Es posible mantener y recuperar de las cenizas las tradiciones perdidas, las historias no contadas, la valentía de la verdad. Es verdad que “el humo no vuelve del cielo”, nada podrá devolvernos al inicio; y ya nada nos devuelve la vida. Pero justo hoy, ahora en este preciso momento puede ser el principio. Sin olvido, porque el perdón es para los fraudes eclesiásticos y normativos. Seamos entonces poetizas y poetas como Quintín lame y recuperemos el inicio de nuestro tiempo, resistiendo y entendiendo que: resistir no es aguantar EO.

Colaboradores y colaboradoras en esta edición: Violeta. Valentina Zuluaga A. Juan Camilo Gallego C. Elizabeth Pavas. Hernán Castrillón. Joaquín. Carlos Mario Palacio. Anónima. Andrés Hoyos. Brisa Alfarera. Pirañas crew. Lucas Rendón M. Gabriel Marín. Andrés Felipe O. María Alejandra Franco. Colectivo Buena Siembra. Portada: Cafecito para el alma Foto: Milton Giraldo.

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Pantalones de libertad Por: Violeta.

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ionegro ha intentado estar a la altura de los tiempos, aún más cuando ha crecido con la idea de ser uno de los municipios más avanzados de la región; esto, no sólo por la voluntad y la búsqueda, también por su suerte geográfica y el enlace con los demás territorios. En ese mismo sentido, las prácticas, tradiciones y costumbres cómo se han configurado las familias y la relación de poder, género y liderazgo, también han hecho parte de la historia rionegrera. Este inicio de la historia es el de muchas: familias numerosas, mujeres hogareñas, hombres trabajadores, emprendedores, administradores de sus bienes y de la economía familiar. Juan* era un hombre carnicero, en ese entonces un trabajo muy bien pago. Tuvo 5 hijas con su esposa Bertha*, incluyendo un par de hombres. Él acostumbraba a comprar un pedazo de tierra casi al mismo tiempo en que nacía uno de sus hijos en un intento por asegurar su herencia material. La mayoría de las fincas estaban ubicadas en Llanogrande, el sector la Amalita, y en cada una de las fincas además de sembrar y cosechar alimentos, contaba con una extensión de tierra para que la familia completa montara a caballo. Aura* es la cuarta hija de Juan y Bertha, nació en el noviembre de 1935. A sus nueve años aprendió a coser sin que nadie le enseñara. En su casa, su madre, tenía una máquina de coser para remendar cualquier pantalón o algo parecido, hasta que Aura la empezó a utilizar para hacer muñecas de trapo, les hacía vestidos con retazos de tela, mientras construía sus cuerpos con las tusas de mazorcas y hacía sus caras y extremidades con medias veladas. En 1944, cuando la mayoría de sus hermanas iban a la escuela, algunas estudiantes del colegio de La Presentación, los vestidos de retazos en miniatura se cambiaron por las medidas de niñas adolescentes que necesitaban un nuevo uniforme. Su hermana mayor ultimaba los estudios para ser profesora y Aura le acompañaba los días que debía ir a la vereda, mientras tanto aprendía de más los asuntos que aún no alcanzaba a ver en su curso. Siempre inteligente, inquieta y creativa. La ascendieron de grado y estaba cada vez más cerca su destino como maestra, razón por la que se retiró Aura no quería ser profesora y luchó para no serlo, para dedicarse a lo que ya había encontrado le daba su propia felicidad y autonomía. Como en todo pueblo chico, la voz empezó a correr con la historia de la niña de nueve años que cosía, hacía uniformes, arreglos y vestidos. La gente se sorprendía de cómo una infante podría tener un dominio de la

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máquina y más aún la creatividad para coser vestimentas. Fueron pasando los años sin que la pasión y el talento disminuyeran. Al contrario, iban en aumento. Aura aprovechaba sus idas al pueblo para entrar al teatro y ver las películas mexicanas, las actrices con vestidos floridos, coloridos y estrechos, de ahí cosía los nuevos vestidos para ella y sus hermanas, haciendo que la moda del cine, de otros lugares, llegara a este punto pequeñísimo del mundo. Ahí empezó a tener la fama de una muy buena modista. Volviendo a las fincas familiares y las extensiones de tierra propicias para cabalgar, a Aura se le ocurrió hacer un pantalón de hombres para ella y sus hermanas; se los ponían debajo de las enaguas y la falda, y así se daban permiso -el mismo que les daba su madre- para montar a caballo con una pierna a cada lado. Montar de esta manera se fue haciendo cotidiano para la familia; sin embargo, para el resto de las gentes esto era algo incomprendido y escandaloso. ¡Cómo unas niñas, adolescentes, podrían estar montando a caballo de esta manera! El desconocimiento de aquel entonces hacía pensar incluso que así iban a perder la virginidad, lo que evidentemente constituía un imaginario y unos comentarios incompetentes y machistas para el Rionegro del aquel entonces. Aura cuenta este suceso como un logro, como algo en lo que fue pionera. Primero en la provocación de montar a caballo de una manera más cómoda y libre; y segundo, de tejer pantalones para mujeres, todo un vuelto a las tradiciones de las faldas, una contestación al género en un pueblo pequeño con aires de grande. Una vez se fue aceptando y permitiendo de manera cotidiana el uso del pantalón para las mujeres, otras mujeres iban adonde las Ramírez* para que les hicieran los suyos. Aura reproducía moldes en cartulina por tallas, tiros y estilos; los mantenía arrumados en la habitación donde cosía. Procuraba conocer qué se usaba en otros lugares para darle vida así a los pantalones bota campana, bota tubo, a los enterizos ceñidos a la cintura… Provocó un presente de la moda para Rionegro. En 1907, con $1.000 de oro inglés de capital, 12 trabajadores y 4 telares, se constituyó la Compañía Colombiana de Tejidos Coltejer, lanzando una camisa de franela “tan fuerte y de boca grande como la ruana”. Muchos fueron los avances de dicha Compañía a lo largo del tiempo. Para 1985, entró en producción la nueva planta de hilandería Open End en Rionegro, con capacidad de 20 toneladas de hilo por día. Posteriormente, inauguraron la planta de índigo en cuerda y crearon la Comercializadora Internacional de Coltejer que da comienzo a la exportación de prendas; y poco a poco fueron

perfeccionando sus procesos productivos y de despacho de prendas. Sin duda Coltejer fue una de las empresas que dio apertura y fortaleció la visión de un Rionegro industrial y comercializador. Coltejer contactó a Aura para que ofreciera cursos de costura a las esposas de los trabajadores de la compañía, ella accedió para encontrarse con alrededor de 30 mujeres, todos los días, en los horarios de ocho y diez de la mañana, del mediodía, y de las cuatro y las seis de la tarde. Las modistas de alta costura como Aura no eran mayoría en el Municipio, por lo que estos encuentros y compartir del aprendizaje posibilitó que más mujeres tomaran sus máquinas de coser para la fabricación de prendas propias y bonitas, más allá del remiendo. A la par, la casa de Aura, siempre de puertas abiertas, recibía a las mujeres que iban en busca de un curso, de un molde, de un consejo o de un vestido nuevo. Muchas de las visitantes eran novias, futuras esposas, queriendo un vestido blanco ajustado a sus medidas, hecho desde cero para ellas solas. Entre clase y clase, sus hermanas ya conocedoras de la costura y también de otras técnicas como el croché y el macramé, crearon su propio costurero familiar. Cada mes se reunían todas a tejer, a contar historias, a tomar el algo en las tardes, visitando una a una sus casas. La escritora española Irene Vallejo Moreu habla de su constante interés por la metáfora de la costura en relación al tiempo de la historia, de la cotidianidad. La relación cercana y particular cuando hablamos de los textos y los textiles, de aquello del tejer la memoria, el nudo de la historia, el desenlace de la narración, el hilo como relato, bordar un discurso, urdir una trama… Dice que las mujeres han sido las historiadoras desde el principio de los tiempos, aunque las tradiciones, las culturas y los sistemas desconozcan por su género el poder de su palabra, que es también el poder de su tejido. Aura construyó un relato rionegrero a través de su creatividad, de su búsqueda por ser libre, en el momento en que decidió qué no hacer, qué no ser; cuando se reveló a una tradición femenina, la de la delicadeza pura, y se atiborró en la comodidad y la rebelión que acarrean siempre las cosas nuevas. Para la década de los 50, que una mujer montase a caballo con una pierna a cada lado era una imagen precisamente inimaginable; la normalización de que así se pudiese es gracias a una mujer que a sus nueve años inició la construcción de su propio destino: el de la libertad. ________

Para la década de los 50, que una mujer montase a caballo con una pierna a cada lado era una imagen precisamente inimaginable; la normalización de que así se pudiese es gracias a una mujer que a sus nueve años inició la construcción de su propio destino: el de la libertad.

Cocorná

*Los nombres que corresponden a esta historia han sido cambiados para comodidad de las protagonistas de esta historia.


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Tía Adela: tradición y olvido Por: Juan Camilo Gallego.

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ay que verla agarrar de nuevo el bastidor, hay que verla pedalear en el torno, hay que verla mirando sus orquídeas, bromelias y geranios. Hay que verla tejiendo sus bolsos de cabuya. Hay que verla, insisto, porque al hacerlo recobra su emoción. Quién creyera que le tejió las tangas y el brasier a las reinas de la cabuya, que diseñó sus trajes de gala, que tejía la banda que el concejo les entregaba a los nuevos alcaldes, que exportó bolsos a Holanda y España, a Estados Unidos y México. Yo miro a la tía Adela y recuerdo a mi abuela Marta, su hermana, que murió en el 2017 ya sin recordar parte de su vida. Le decía, molestándola, que tenía manos de reina, que se le notaba que nunca había trabajado. Ya sabía su respuesta: me decía, siempre con indignación, que su vida fue difícil, que era mejor que los hombres trabajando la cabuya. Por eso miro a la tía Adela y recuerdo a la abuela. Solo ahora sé lo que fue la cabuya en la familia, por eso la tía me enciende. Su historia también es la mía. Mi abuela me hablaba de un pasado remoto, un relato tan lejano, que parecía ficción. La tía Adela se sienta al lado de una flor amarilla que llama cresta de gallo en su casa de El Sango. La tarde gris, el pasto refulgente. El pasado que parece presente. Sus papás, Marco Emilio López y María Ruth Gallego, mis bisabuelos, vivieron muchos años en Yolombal. Papito Marcos rodeaba con pencas de cabuya las seis cuadras de su finca, y los cultivos de maíz, frijol y papa. Fue por mamita Ruth que terminó el viejo metido en la cabuya. Los fines de semana salían de la vereda con un caballo y la carga para vender en el pueblo.

-Era la tristeza más grande del mundo venir a Guarne. En invierno, ¡cuántas caídas nos pegábamos! Llegábamos escurriendo pantano. No había carretera, caminaban seis horas, desde las dos de la mañana, por eso esta historia parece un invento. Pero no, desde los ocho años la tía Adela aprendió a trabajar la cabuya. Los hombres cultivaban y extraían la fibra, las mujeres hilaban y envolvían. Los hombres compraban la carne y las mujeres el mercado de tienda. La familia se dedicaba al mismo oficio. Fueron veinte hijos, pero diez murieron antes del primer año. De meningitis, dice. A los catorce años se fue de la vereda para el pueblo a trabajar en Noveltex. Por esos años conoció a Alfonso, un muchacho con el que cruzaba miradas. Cierto día acordaron verse en una heladería. La tía llegó allí y el tipo estaba con otra mujer. Le dejó de hablar nueve años hasta que una vez Alfonso le dijo que era el amor de su vida. Ese día se reconciliaron y el matrimonio llegó menos de un año después. -Me casé el día de la Virgen de la Candelaria, el 2 de febrero de 1970. Tuvieron dos hijos, Sandra y Jorge. Él recuerda tener a su papá en brazos, llorando, desesperado, el día que lo mataron, hace 35 años. La tía todavía llora cuando habla de Alfonso. Buscó trabajo en un restaurante al lado de la carretera que lleva a Medellín. Un domingo fue tanto el trabajo que terminó a las once de la noche. Sus hijos pequeños solos en la casa. Una hora después una tractomula, de camino a Bogotá, la acercó a la entrada de la vereda. Y la imagen la recuerdan


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los tres, los niños creían que iban a quedar solos, que mamá había corrido la misma suerte que papá. La tía renunció al trabajo, le dijeron que lo necesitaba para darles de comer a sus hijos. Era cierto, dijo, pero arriba de Dios no estaba nadie y que algo haría. No podía estar lejos de Sandra y Jorge. Los ojos inundados, un llanto que luego pasará. Cerca pasa una quebrada que se escucha como un arrullo lejano, los colibríes se acercan a las flores del jardín, las guacharacas encienden su algarabía a unos cuantos metros. La tía me sigue contando esta historia. Toma un costal del que extrae cabuyas multicolores que parecen pelucas, rojas y verdes, violetas y naranjas. La roja la convierte en hilo en un torno que heredó de mamita Ruth, pedalea con naturalidad y la rueda del torno despide un sonido irregular, a veces fuerte, a veces calmo. Luego lo intento y no puedo envolver la cabuya. Se veía tan fácil. Le sigue un bastidor. Es como el marco de un cuadro con clavos arriba y abajo. Amarra la punta de un hilo naranja y lo atraviesa de arriba hasta abajo, después pasa de un lado a otro, uno por encima y otro por debajo de los hilos verticales. A su lado un metro y unas tijeras. Le dice a Sandra que le entregue un peine para el cabello y con él desplaza las líneas horizontales hacia abajo. ¿Tendrá forma de algo ese cruce de hilos? A su técnica la llama el combinado. Hace un manojo de hilo violeta y luego lo atraviesa de un lado a otro, sobre las líneas naranja, luego utiliza el verde, luego un marrón. De a poco aparecen unas figuras que ella llama nubecitas, que ella llama paisajes y que son su invento, su marca, su técnica. En unos días será un bolso, pero ahora podría ser un tapete. Lo que en un principio era naranja empieza a ser multicolor. -Por la cabuya siento un amor grandote, por esto pude levantar a mis hijos.

Todo parece tan natural. Por esos días en los que no tenía trabajo vio por televisión a una gente que trabajaba en un bastidor. No sabe si era lana o cabuya, qué importa ya. Sabía hilar, pero no teñir, entonces se las ingenió con ramas y descubrió el morado: un morado de la raíz, otro del cogollo y otro de las ramas. Ensayó tinturas con carate, trompeto, sauco, carbonero, manzanilla y caléndula. -Eso me lo inventé en medio de mi desesperación de verme como estaba. Hizo un primer bolso negro, adornado con dos flores rojas. Hace un rato lo tenía colgado, me dijo que nunca lo quiso vender, para siempre recordar cómo comenzó. Pero después hizo otro que se lo regaló a una amiga de la vereda. Una hija de esta empezó a llevarlo a la Universidad de Antioquia y de allá vino el primer encargo: 30 bolsos. Vaya a saber cómo, pero en una semana hizo quince. Los encargos fueron y volvieron durante doce años con profesores y estudiantes. -Con eso tuve para alimentar a mis hijos, darles estudio, por medio de la cabuya.

Fotografías: Juan Camilo Gallego.


enfoque de oriente La tía dice que hay tres clases de cabuya. La que le gusta trabajar es la ceniza, pero la mejor para hacer los bolsos es la ‘bordo de oro’. La tercera es la ‘garra de tigre’, “que es como trabajar con alambre, es tremenda”. Entre hilos naranjas, marrón, verde y violeta la tía hace un nuevo bolso. Al final están las nubes que, como el cielo, no es uniforme: unas más gruesas, otras más alargadas. Siempre que ve una mochila o un bolso la tía los huele. Dice este sí, este no. La historia es de los tiempos en los que vendía sus bolsos en el Tutucán de Rionegro. Un tipo pasó de toldo en toldo tocando y oliendo, hasta que llegó donde la tía y dijo “este sí”, “este sí huele a manos”. Por eso la tía le da más valor a una prenda o mochila si las manos pacientes de alguien estuvieron detrás. Detalla la técnica, detalla el tejido. No para de aprender o, a lo mejor, no para de comparar con sus nubes, con su marca, con su técnica. La tía es una tradición. Sandra dice que su mamá es la única que trabaja esa técnica. -Conozco personas que trabajan con telares distintos y más mecánicos. En cambio, mi mamá cuando hace un paisaje nunca usa maqueta o boceto, va haciendo lo que le da la inspiración. Jorge dice que su mamá teje montañitas, como si pintara, que a veces incluye árboles o aves, incluso teje escudos de equipos de fútbol. Como mis bisabuelos, que les enseñaron a mi abuela Marta y a mi tía Adela a trabajar con la cabuya, la tía hizo lo mismo con sus hijos. No tenía quién más le ayudara. Sandra y Jorge le aprendieron a tejer y teñir. Jorge recuerda los años de niño en los que corría como loco a ver los operarios de las máquinas mientras sacaban la fibra de la penca. Ahora pienso que es cierto lo que me dice Sandra: la cabuya siempre fue una actividad familiar y no de personas. Y que por décadas la cabuya fue el oficio de las mujeres, su forma de vivir campesina, el sustento de muchas familias. -Mi mamá sí es un símbolo de Guarne porque ha mantenido la tradición y no ha dejado morir el uso de la cabuya desde lo artesanaldice Sandra. Muchas veces la tía ha dicho que va a dejar de hacer bolsos, pero cualquier día se levanta con una idea, con ganas de mover el torno, de templar la cabuya en el bastidor. Tiene 77 años y es una tradición de algo que ya no es, de un pueblo que no es cabuyero, de un pueblo que no ensalza la que fue su actividad económica. Guarne es un pueblo que dejó de ser, la tía sigue siendo una parte de algo que fue. Ese bolso que termina lo exhibe sonriente. En el bastidor cruza nuevos hilos multicolores para crear la correa. Qué será de la tradición en la familia cuando ya no esté, le digo. -Se acaba todo.

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Ilustración: Andrés F. Ospina / Colectivo Buena siembra.

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Dime dónde estás y te diré si puedes

Por: Hernán Castrillón Arias.

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n 2015 recibí de mi amigo José Bran una botella de cachaza Ypioca (digo la marca porque es válido reconocer todo el esmero y la técnica puesta en la elaboración de ese destilado). Recuerdo en la etiqueta la mención de los árboles de castaños donde había sido añejado; José llegaba a veranear a Colombia después de visitar el estado de Santa Catarina al sur de Brasil donde estudiaba su doctorado. Ese diciembre brindé con mis suegros sintiendo en cada sorbo el olor de los arrumes del bagazo, y me parecía sentir entre el paladar y la lengua un regusto que me salía por la nariz, como de humos y vapores de trapiche. Después supe que esa marca era de las más grandes y reconocidas del país, también de los miles de trapiches, y granjas, que mediante alambiques, que son artefactos de invención árabe que utilizan cobres, barro u otros materiales donde se cocinan los fermentados y se recogen los alcoholes que serpentean por túbulos que ondulan en él; en Brasil se produce, envasa y distribuye la cachaza por todo el territorio sin criminalización. La propiedad con la que los cachazeros hablan en todo Brasil sobre su licor y emblema nacional es muy alta, saben sobre todo el punto en donde las cañas concentran la mayor cantidad de grados brix o azúcares, para buscar que la cosecha sea más eficiente; saben el peligro que representan las primeras gotas de alcohol que salen de la destilación (estas son metanol y pueden generar pérdida de la visión y otros efectos colaterales); también descartan las últimas gotas porque disminuyen la calidad de los aromas y los sabores del destilado, todo esto mediante la utilización de aparatos como refractómetros y termómetros entre otros utensilios. Toda una industria antiquísima y artesanal que ha permitido la contribución de un producto campesino a su PIB nacional; el anclaje a otros renglones económicos como el turismo que animan a los viajeros a

conocer las diferentes fazendas cachazeras, a los lotes de siembra de las cañas, los molinos, al manejo de los guarapos, al proceso maravilloso de la fermentación microbiana, al destilado casi alquímico del jugo fermentado, que entre ollas y serpentines de cobres y bronces brillantes, se resume en la aparición de las mejores gotas de cachaza o “pinga”, como mejor la conocen en muchas partes de Brasil. Cada cachaza y cada alambique tienen su impronta, por la variedad de caña utilizada, por las particularidades ecosistémicas de la zona, por el tipo de suelo, por las variación en las labores agrícolas implementadas, por las diferentes maderas donde se da el añejamiento: unas claras, unas rojas, negras, amarillas, casi siempre con muchos taninos para transmitírselo al licor, y como si todo lo anterior fuera poco, cada lugar y región con detalles autóctonos que se adhieren a esta tradición como la música, el vestuario, la cocina, los acentos idiomáticos. Recuerdo también la libre producción y circulación con la que en Perú rueda el pisco, en México los mezcales y el tequila, claro está, con instituciones fortalecidas para la inspección, vigilancia y control de estos artesanos. Cuando en el mismo 2015 llegué a hacer parte del Parque Nacional Natural Las Orquídeas que es uno de los tres parques del sistema nacional de áreas protegidas SINAP en Antioquia, que tiene su jurisdicción en Urrao, Frontino y Abriaquí en Antioquia, de las primeras cosas que me prometieron dar a conocer mis compañeros era a la tapetusa de la “Fábrica de Licores de Venados”, si, así es como jocosamente se refieren ellos al alambique de Zoila, una señora que por transmisión oral del conocimiento se dedica a la producción de tapetusa, allí de caña, en otras partes de maguey o agave y en otras de maíz.


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enfoque de oriente Me llamó la atención con la que Zoila muy arisca, tomaba distancia de los recién llegados, y no era para menos, ya que sufrió aún en las selvas de Antioquia las más incesantes redadas y persecuciones de los guardias departamentales que enviaban las rentas legales y la oficialidad, para mejor decirlo, eran los inspectores del licor artesanal y quienes ponían en la cárcel a los alambiqueros. “El mico” o alambique se quedó allí en el cuartito más oscuro, ahumado y aislado de su casa, Zoila con tradición pero a tientas sigue produciendo un destilado con características muy variables y rozando en una línea muy delgada de la inocuidad del producto final. En un país como Colombia donde el negocio está exclusivamente permitido para las industrias licoreras departamentales que son oficiales, se relega, condena y arrincona a un saber patrimonial que en los pliegues más recónditos, inaccesibles y difíciles de la geografía nacional, agoniza. Toda esta historia la cuento para colorear dos temas sobre los que deberíamos saber más, pero saberlo con brevedad, para que perdure en la memoria: La ética y la moral, y esquivar al valioso y muy digno de rumiar Immanuel Kant. Volviéndonos a ubicar en el año 2015 en el que vi una charla llamada “Por qué tenemos doble moral?” en el marco de una serie de conferencias de la Universidad EAFIT denominada: Programa de integridad académica, allí participaron Claudia Restrepo, gerente del Metro de Medellín para la época; el sacerdote Jorge Mario Naranjo de la Orden de los Carmelitas Descalzos; el profesor de matemáticas, Javier Espitia; la estudiante de psicología, Monserrat Ordóñez y Juan Luis Mejía como moderador y rector de la institución y me quedo con algunas reflexiones allí planteadas: El sacerdote mencionó que la moral corresponde a lo exógeno, que siempre está dictada por códigos religiosos, legales, constitucionales, institucionales y por lo tanto podemos sumarle que puede cambiar de acuerdo a como nos ubiquemos geográfica e históricamente, además enfatizó en que no hay doble moral, que somos morales o inmorales, somos o no somos. Sobre la ética Claudia Restrepo diferenció su significado mencionando que corresponde al fuero íntimo de cada ser humano, esa que cuando estamos frente al código, solos, debería instarnos a reflexionarlo, aceptarlo, rechazarlo o modificarlo desde las apropiaciones, porque así sea moral, a veces puede ser inhumano; ella tocó la palabra coherencia: para ser más éticos a pesar de las renuncias, a pesar de la incomodidad, ya que sólo así tendremos estándares más altos como sociedad y menos laxitudes, mencionando que “Todos los imperios habían caído en los momentos de complacencia más altos”. Según Claudia, la moral es modificable de acuerdo a la relación de transformación que tiene la cultura y que para entender cómo lo hace, habló de Tucídides y su libro “La guerra del Peloponeso” y de cómo la guerra cambia el sentido de las palabras, unas como: amor, solidaridad, generosidad, compasión por eficiencia, efectividad, audacia, rapidez, porque son cursis o de menos valor; podríamos decir entonces que en el modelo económico imperante actual estas palabras y muchas más que tienen que ver con nobles expresiones humanas, también son cambiadas y refrendadas.

Este documento permite tener una mirada práctica en cuanto a la ética y la moral, que se relaciona con el caso concreto de la persecución en Colombia de los licores artesanales, que desde la oficialización de las empresas licoreras departamentales como fabricantes y distribuidoras legales del licor nacional, no ha cesado en la persecución de los artesanales, todo ello en contraste con el panorama en Latinoamérica de los mismos licores. Busca fisuras que permiten dar elementos para reivindicar toda una tradición muy antigua que recoge inmensos testimonios culturales de nuestro pueblo, ya que el Oriente antioqueño desde antaño también ha tenido una gran tradición alambiquera, con la tapetusa que es una bebida que ha sabido ambientar, economizar y sobre todo escabullirse y andar a la mansalva por la prohibición; todavía se produce y consume en muchos pueblos como Barbosa, Urrao, El Carmen de Viboral, Guarne, en festivales donde se entremezcla con el licor oficial. Colombia en sus pliegues de selva, bosques, montaña, valles, ríos y litorales tiene una inmensa riqueza de destilados, entre ellos el viche, el ñeque, el chirrinchi, el bolegancho y la candela, entre otros que muy sigilosa y casi anónimamente se continúan produciendo. La anterior Gobernación del Valle del Cauca, en liderazgo de Dilian Francisca Toro con su Secretaría de Cultura, marcó un hito con relación al Programa Memoria y Patrimonio 2019, que llevó a cabo en ese mismo año «el Primer Encuentro Internacional de bebidas ancestrales y artesanales del Pacífico” que en compañía de base social y del Colectivo Destila Patrimonio, que ayudó a reconocer el Viche/Biche como patrimonio esencial de la cultura afrodescendiente en la región del Pacífico, invitaron a varios países de la región a que contaran sus experiencias con los distintos destilados artesanales que ellos producen; este diálogo marca una senda importante en Colombia, ya que permitió tener una mirada de diversos e importantes enfoques en cuanto a las bebidas tradicionales, hablando así en los paneles de voluntad política, ancestralidad, identidad, espiritualidad, comercialización, legalización y entidades reguladoras del producto. A partir de las reflexiones planteadas en esta charla y de la historia de los panoramas para la producción de aguardiente artesanal, en dos países vecinos, siendo en uno toda una actividad de orgullo nacional y en el otro una actividad marginada y sombría, asevero: Que hacer cachaza en Brasil cumpliendo los estándares y la normatividad es ético y moral. Que hacer tapetusa en Colombia sin estándares y sin normatividad no es ético ni moral. Que hacer tapetusa en Colombia con estándares y por fuera de la normatividad no es moral pero sí ético. __________________________ Para saber más: Charla: “Por qué tenemos doble moral?” en el marco de una serie de conferencias de la Universidad EAFIT denominada: Programa de integridad académica. Claudia Restrepo, el sacerdote Jorge Mario Naranjo, Javier Espitia profesor de matemáticas, Monserrat Ordóñez estudiante de psicología y Juan Luis Mejía como moderador y rector de la institución. Octubre 7 del 2015.


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LA TRADICIÓN PANELERA DE UNA FAMILIA CAMPESINA Por: Carlos Mario Palacio. Fotografías: Andrés Hoyos.

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ocorná es un pueblo agrícola por vocación y panelero por tradición. En él, miles de familias campesinas han dedicado su tiempo y su vida a mantener vigente esa tradición que ha significado un medio de sustento económico para muchas de ellas, configurándose esta bonita actividad como legado histórico para cuatro generaciones. El padre de don Horacio Gómez, un sabio campesino quien es el mayor de la familia Marulanda, fue uno de los primeros paneleros de la vereda La Peña. Él, junto a otras personas ,construyó hace cerca de ochenta años la actual “ramada” como llaman al trapiche panelero, y lideró la primera generación productora de panela. Desde entonces y hasta el día de hoy, esta familia, numerosa de por sí, ha generado su propio patrimonio del que hacen parte abuelos, padres, hermanos, hijos, tíos y cuñadas que trabajan dos veces al mes para sacar entre cuarenta a cuarenta y cuatro pacas de panela, que serán comercializadas el día sábado en ASOPACO, Asociación de Paneleros de Cocorná. Aquí les contamos a través de fotografías cómo es un día de trabajo en este trapiche, bajo el ardiente y dulce olor que brota de la espesa miel de la caña.


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Los paneleros de la vereda La Peña se dedican durante toda la semana a recolectar grandes cantidades de caña que serán transformadas en libras, pares y pacas de panela.

Al fondo se puede observar el fogón del trapiche panelero alimentado con el bagazo seco que arroja la caña.


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Según la monografía de Cocorná a los trapiches antiguos los llamaban Matagente o Matayernos, pues en varias ocasiones eran los causantes de volarle partes del dedo y de la mano a los campesinos que se quedaban dormidos a raíz del cansancio producto de una larga jornada laboral.

Carlos Argiro Gómez es uno de los herederos de la tradición familiar panelera, quien trabaja en uno de los pocos trapiches construidos en barro que existen en su vereda.


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enfoque de oriente Don Horacio Gómez lleva toda su vida dedicado a la producción de panela. Hace parte de la primera de cuatro generaciones familiares que han trabajado en este trapiche panelero de más de 80 años de creación.

Una vez prendido el fogón, uno de los campesinos tiene la tarea de triturar la caña frente a un aparato mecánico que constantemente está dando giros y convirtiendo la caña en jugo.


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Dos veces al mes muelen la caña en este trapiche panelero. Todos los que allí trabajan conforman una misma familia: abuelo, padre, hijos, hermanos, primos, tíos y cuñadas.

La pujanza de un viejo que se levanta todos los días con el anhelo de salir adelante, esforzándose por conservar un legado que le han heredado sus hijos y nietos.


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Lo verdaderamente dulce de nuestra región: LA PANELA

Lo anterior reafirma que cada rincón de Cocorná tiene su partecita dulce: sus aguas, por ejemplo, transpiran esa dulzura que la hacen una tierra agradable y digna de defender; en sus montañas florece ese aroma dulce que brota de la caña, y qué decir de su gente campesina, tan dulce como un trozo de panela, un producto emblema de esta región.


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¿avanzamos

Por: Pirañas crew.

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a pregunta de ¿quién gobierna y para quién?, surge luego de leer encabezados que sugieren ‘equidad de género a partir de la obligatoriedad del servicio militar para mujeres’, o ‘mínimo vital para mujeres con hijos productos de violación’. Como ciudadanas, inevitablemente nos cuestionarnos a quiénes benefician las propuestas nombradas. De entrada sabemos que a las mujeres no. Este tiempo presente, más allá de atención y reflexión, nos solicita acción. Por eso nos dimos a la tarea de conversar para entender por qué a la fecha nos declaramos en Emergencia Nacional por violencia machista, en iniciativa impulsada desde Estamos Listas y respaldada por más de cuarenta mujeres y organizaciones en el territorio nacional, entre las que figura Pirañas Crew. El documento fue radicado el 20 de agosto en alcaldías y gobernaciones y ha estado acompañado por plantones realizados a nivel nacional, buscando visibilizar la situación y enfatizar que lo que está pasando no es “un problema de las mujeres”. Ante esto, Martha Restrepo del movimiento político de mujeres Estamos Listas, dice: “es un asunto público, social, político y económico que deviene de la dominación y explotación sistemática a la que las mujeres hemos sido sometidas históricamente y que hoy por hoy se recrudece a causa de la crisis de salud global”. El momento es crítico, sin duda. La crisis mundial golpea el orden establecido evidenciando la desigualdad que en términos de derechos humanos golpea más fuerte a las mujeres, cuando nos obliga a permanecer encerradas con maltratadores, violadores y abusadores conscientes de que sus acciones aberrantes no les traerán mayor consecuencia. Hablamos entonces de retroceso. Retroceso ante una crisis actual en la que vemos diluirse años de luchas y conquistas frente a un gobierno neoliberal en el que pondera la economía sobre la vida de las personas, el mismo que no ha optado por medidas con enfoque diferencial que acompañen y protejan a las mujeres víctimas de violencia. Propuestas como servicio militar obligatorio para mujeres, subsidio de violación a mujeres o cadena perpetua para violadores, no son más que la constante revictimización de las mujeres y evidente violencia institucional, que no remedia la situación, crítica por demás, sino que se inventa propuestas y medidas obtusas, deficientes y contrarias a lo que pretende la lucha feminista antimilitarista, cuya búsqueda de equidad ante la obligatoriedad del servicio militar aboga por mujeres y hombres en igualdad. A menudo, nos surge la idea de que las propuestas antes nombradas sobre la decisión de los cuerpos de las mujeres son inútiles, porque carecen de contexto por desconocimiento. Pero la realidad se sobrepone y una idea aterradora toma forma: no hay desconocimiento del contexto en absoluto. Lo que hay es una deliberada intención de imponer tales barbaridades. Y retroceder.

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Retroceder de modo que en los casos en que la ley le permite el aborto a las mujeres (en caso de violación, malformación del feto o peligro de muerte de la madre) la misma cuente primero con el ‘consentimiento del padre’, como propuso María del Rosario Guerra, senadora del Centro Democrático. Retroceder es que la ley obligue parir a una mujer violada, ante la hipotética negativa del padre violador. Y que (en serio, que las Diosas nos libren) después tenga que ser juzgada ante el hipotético “comité que valorará qué tan violada o violentada ha sido la mujer” para poder acceder a la tal ‘renta mínima básica’, propuesta por el senador John Milton Rodríguez hace un par de semanas. Un escenario hipotético, ciertamente. Pero muy cercano a la realidad de cientos de miles de mujeres reales, que a diario luchamos con problemas tan reales que nos tienen la salud mental y física comprometida ante tanta atrocidad y deficiencia de un sistema incapaz que nos tiene haciendo muchas preguntas como: ¿Dónde está la sentencia de cadena perpetua para los siete soldados que violaron a la niña Embera? La celebrada ley de cadena perpetua para violadores no es más que un evidente populismo punitivo que no resuelve el tamaño de problema que supone la violación, y en cambio magnifica la imagen de gobernantes inútiles a quienes la prensa los adjetiva como ‘trascendentales e históricos’. ¡Histórico y trascendental abolir! … Pero no estamos preparadxs para esa conversación. ¿Qué pasa con el problema de base? ¿Qué pasa con las instituciones que “nos protegen”? ¿Quién nos protege de ellos? ¿Retrocedemos? ¿Qué hacemos con una institución como la policía que no nos protege? ¿Tener más mujeres militares o policías arregla el problema? ¿Cómo es ser mujer al interior de la Policía? Ya es bien sabido que ser mujer participando en el escenario público y político no es nada fácil, pero, las instituciones se han caracterizado por encarnar un machismo mucho más crudo y avasallador, como lo son el Ejército y la Policía Nacional, y aunque cada vez hay más mujeres, sigue siendo raro verlas con el uniforme camuflado o verde oliva. Conversamos con la “Patrullero” Murillo* – patrullero, porque no está dentro del lenguaje de la institución decirle patrulleras a las mujeres; ella lo acepta y se refiere a sí misma en masculino –. Queríamos entender un poco las motivaciones de una mujer para ser parte de la Policía. Murillo es una mujer joven, no tiene más de treinta, su familia llegó a Medellín desde Urabá, desplazada por la violencia cuando ella era una niña. La ciudad tampoco los recibió con los brazos abiertos, fueron épocas duras y llenas de guerra, pero su familia hizo lo que pudo. Algunos años más tarde su papá las dejó, a ella y su madre, para empezar una nueva relación, ella ya era adolescente, no fue fácil, pero solas se la rebuscaron.


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Su mamá le pagó el colegio con muchos esfuerzos, siendo la señora del servicio en varias casas. Murillo, ya sabía antes de salir del colegio, que plata para educación superior no había, por eso ser policía comenzó a ser un sueño, para tener un trabajo digno, y garantizar siempre el poder ayudar a su mamá. También se entusiasmó con el servicio a la comunidad, se imaginó haciendo trabajo social en las calles de Medellín con el uniforme de la Policía. Una vez terminó el colegio, espero cumplir los 18 años para ingresar a la Policía. Para ella, sigue siendo una institución querida, pero relata con un poco de tristeza que esa idea que tenía de ser policía estaba bastante alejada de la realidad, tal vez, -nos comentaque el amor que aún le guarda a la institución es una suerte de esperanza de que se pueden hacer las cosas distinto. Nos afirma que como mujer se viven muchas opresiones al interior de la Policía; afortunadamente nunca ha sido acosada, pero sí sabe de casos de compañeras. Escalar en los grados de la Policía, siendo mujer, es triplemente difícil, y su vocación de servicio a la comunidad es algo que hace parte de su personalidad, pero que no es el común denominador de la institución. Sigue estando agradecida con la Policía, porque en su historia llena de vulneraciones y exclusiones, fue y ha sido la única oportunidad que tiene para seguir adelante con su mamá. Nos damos cuenta entonces, de que las motivaciones que tiene una mujer para ser policía es el cuidado, la protección y el servicio comunitario, a la vez que trata de resolver una serie de exclusiones, como el acceso a la educación superior. Pero también, nos damos cuenta de que no es fácil, y que pertenecer a una institución como esta no le permite proteger a otros, ni a ella misma. No descansaremos. Son tiempos complejos que nos exigen atención, presencia y acción. No descansaremos. Hasta que la ley nos permita decidir libremente sobre nuestros cuerpos: Aborto legal, seguro y gratuito para garantizar la autonomía de las mujeres de decidir si queremos ser madres o no. No descansaremos. Elevamos nuestra voz por la vida y la integridad de todas. El panorama es incierto pero hacia allá vamos. ¡Juntas avanzamos!

Ilustración: Pirañas crew.

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Así vistieron al indio Por: Gabriel Marín.

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e pusieron pantalones Quitándole el taparrabo. Le impusieron los colores A putos españoles malos. Hoy se ven en las aceras Como bichos y seres raros Interpretando un instrumento O Vendiendo sus tejidos O detrás de una moneda Para no sé qué carajos. La sabiduría por el suelo, Y nosotros simplemente Nos creemos civilizados Atropellando la naturaleza Nos llevó no más que el Diablo. Candela es lo que viene Por no cuidar un árbol Pues el indio bien lo cuida, Y por desplazar al indio , Y al igual por despojarlo, La vamos a pagar muy caro.

Ilustración: Lucas Rendón M. | Colectivo Buena siembra.


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Esquemas asociativos propuestos para el Oriente antioqueño Por: María Alejandra Franco Londoño, Valentina Zuluaga Aristizabal y Elizabeth Pavas Gómez.

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a organización territorial de Antioquia comprende nueve subregiones, con un total de 125 municipios. Una de estas subregiones es la que se encuentra ubicada en el suroriente de Antioquia entre el Valle de Aburrá y el Valle del Magdalena Medio. La subregión está compuesta por 23 municipios, los cuales han sido agrupados en 4 zonas a partir de dinámicas socio-económicas, culturales y físico-naturales homogéneas, estas son: Altiplano, Bosques, Embalses y Páramo. El Oriente es una subregión que tiene un papel protagónico dentro del desarrollo departamental, lo que lo ha posicionado como una zona estratégica. Además, es considerada el epicentro del sistema de generación de energía eléctrica del país, con seis embalses y cinco centrales hidroeléctricas (Playas, Guatapé, San Carlos, Jaguas y Calderas) que generan el 29% de la energía nacional y el 73% del departamento, según la Cámara de Comercio del Oriente Antioqueño, 2015. Asimismo, cuenta con un corredor vial que es la autopista Medellín-Bogotá la cual articula la capital de la República con las costas Atlántica y Pacífica, el Oriente y el Occidente del país. El proceso de industrialización en el Oriente antioqueño ha estado sujeto al crecimiento de la subregión y a un rápido desarrollo de infraestructura de servicios en las últimas décadas, principalmente en torno a la zona del Altiplano. Esta cuenta con aeropuerto internacional, zona franca, el Túnel de Oriente, sector industrial, agrícola y demás megaproyectos. “Esto da cuenta de los esfuerzos de la metrópoli de Medellín por generar la conectividad necesaria para aprovechar al máximo los recursos de la región metropolitana” (Muñoz y Botero, 2018, pág. 49). Sin embargo, en la década de los sesenta, el Oriente antioqueño era una subregión notablemente rural; solo Rionegro y algunos municipios aledaños mostraban cierta dinámica urbanística, pero por su ubicación estratégica entre el Área metropolitana del Valle de Aburrá y el río Magdalena, este territorio empieza a adquirir notoria relevancia en el ámbito nacional. El territorio cuenta con alta capacidad hídrica, fertilidad del suelo, variedad de climas que le confieren un valor importante a la diversidad de los recursos naturales y al alto potencial turístico que posee. Todas estas

Fotografía: vereda San José de Marinilla - Valentina Zuluaga.

potencialidades hicieron que esta subregión fuera blanco de las políticas desarrollistas de la década de los sesenta y setenta que permitieron la relocalización industrial, la urbanización de los poblados para equilibrar el crecimiento urbanístico de Medellín y el aprovechamiento de la mano de obra barata para la producción (Montoya, Carmona, 2018). La capital antioqueña ha tenido un crecimiento demográfico vertiginoso con una gran expansión territorial, lo que ha generado cambios en la configuración socio espacial del Oriente antioqueño. En consecuencia, se piensan e investigan diferentes tipos de asociatividad y organización del espacio, conformando alianzas estratégicas que impulsen el desarrollo autónomo y autosostenible de las comunidades. Desde esa misma perspectiva, el señor Juan Camilo Morales, concejal de El Carmen de Viboral dice: “En el departamento de Antioquia hace rato se viene hablando de los esquemas de asociatividad y si nos remitimos directamente al Oriente antioqueño, llevamos una década hablando de la necesidad de asociarnos como municipios, porque hoy somos la subregión del departamento de Antioquia con mayor desarrollo económico, cultural y social, después del Valle de Aburrá. En el año 2009 se creó una comisión con la idea de planificar el territorio y esta se llamó PLANEO, desde ese año se viene hablando de la necesidad de crear un esquema asociativo que permita que en la subregión se puedan desarrollar y realizar obras de infraestructura, equipamiento social, prestación de servicios públicos y demás que hoy necesita el Oriente; el tema no es nuevo, solo que en esta administración se está consolidando más la idea de conformar el Área metropolitana”. ¿Área metropolitana o Provincia administrativa y de planeación? “El Gobierno Nacional promoverá la conformación de esquemas asociativos a través de incentivos a las regiones administrativas y de planificación, regiones de planeación y gestión, provincias administrativas y de planificación, áreas metropolitanas y entidades territoriales económicamente desarrolladas, para que se asocien con las más débiles, a


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enfoque de oriente fin de hacer efectivos los principios de solidaridad, equidad territorial, equidad social, sostenibilidad ambiental y equilibrio territorial previstos en los numerales 8 y 15 del artículo 3° de la ley orgánica de ordenamiento territorial”. (Ministerio del Interior y de Justicia, 2011, pág. 19). Dos de los modelos asociativos que se están discutiendo actualmente para la planeación del Oriente antioqueño son el Área metropolitana y la Provincia administrativa. El debate entre Área metropolitana y Provincia administrativa no ha sido de corto aliento, desde el último año hay posturas encontradas frente a ambos modelos supramunicipales que permiten, dependiendo cada uno, consolidar proyectos que mejoren las condiciones de vida de la subregión de manera integral y sostenible. Para ejecutarse se debe contar con una consulta popular. Es así como la ley Orgánica de Ordenamiento Territorial 1454 de 2011 define las dos asociatividades. Menciona que el Área metropolitana es un esquema de integración para el territorio, funciona como mecanismo de articulación del desarrollo de los municipios, a partir de una cooperación entre dos o más instituciones de subregiones diferentes una de ellas siendo ese ente central que tiene mayor autonomía sobre las demás y atiende a liderar las responsabilidades y derechos específicos para dicha agrupación. (Congreso de la República de Colombia, 2011). Por su parte, define la Provincia administrativa y de planificación como un esquema que tiene como propósito trabajar conjuntamente con los mismos municipios de una subregión en la prestación de servicios públicos, la ejecución de obras de ámbito regional y el cumplimiento de funciones administrativas mediante convenios por los alcaldes respectivos con un modelo de planificación integral conjunto. (Congreso de la República de Colombia, 2011). Las nuevas exigencias que impone la lógica económica de crecimiento y expansión giran en torno a esquemas asociativos que sean apropiados para garantizar la adecuación de las dinámicas políticas, jurídicas y sociales de las mismas en el territorio del Oriente antioqueño, generando entonces una controversia no solo en los dirigentes de dichas municipalidades, también en la comunidad; por ello, se busca esclarecer la forma en la que estas asociatividades se quieren materializar en el territorio. De este modo, el académico Erney Montoya Gallego afirma que el esquema asociativo que tendría mejor armonía con la subregión en cuanto a su economía, sus diversos estilos y dinámicas rurales sería la Provincia administrativa, dado que “En el 2011, en la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial se trazaron unas posibles formas de asociatividad supramunicipal y aparece como tal el esquema de Provincia administrativa y de Planeación, aunque desde hace aproximadamente treinta a treinta y cinco años se ha estudiado este tema por todas las dinámicas que tiene el territorio en lo cultural, social, político y ambiental, por ello, desde este punto de vista histórico conviene más la Provincia” Para complementar un poco la postura anterior, Nelson Restrepo Ramírez de

la corporación Conciudadanía afirma que “los municipios del Valle de San Nicolás o Altiplano tienen unas necesidades más urbanas, pero no se puede desconocer que esta región es inmensamente rural, por lo que deben pensarse muy bien estas figuras asociativas en bienestar de la totalidad de quienes la integran”. En el Oriente antioqueño la ruralidad es un factor fundamental, sin embargo, hay una alta preocupación por el acelerado y desordenado desarrollo urbanístico de la zona del Altiplano, pues ha tenido una planeación territorial administrada desde las dinámicas que tiene el Valle de Aburrá, es por eso que desde allí parte la idea de implementar el esquema de Asociatividad de Área metropolitana, ante lo que Ramírez menciona que “para conformar un Área metropolitana basta con la voluntad de los alcaldes que la conformarían y la voluntad del anterior gobernador de Antioquia de quien fue la iniciativa, Luis Pérez Gutiérrez”. Por consiguiente, el funcionamiento del Área metropolitana como entidad administrativa y de derecho público tiene una personería jurídica y pública, lo que la hace autónoma en su funcionamiento, a partir de un Plan de Ordenamiento Metropolitano. Además, los proyectos en conjunto se pueden desarrollar ya sea por un municipio o toda la región. El Área metropolitana es establecida por la ley 1625 del año 2013, la cual manifiesta que para funcionar necesita de un municipio núcleo que sería el de mayor categoría, para el caso específico de la subregión es Rionegro, este se encargaría de asignar un gerente metropolitano y también de formar una junta directiva encargada de toda la planeación territorial aplicada en este esquema asociativo. En cambio, la Provincia administrativa funciona de manera mutua con los concejos y los alcaldes de los municipios que la conforman, planificando proyectos en conjunto sin necesidad de contar con una junta directiva o con un órgano externo que tenga que dar autorización para que aquellos procesos se puedan llevar a cabo.

El Gobierno Nacional promoverá la conformación de esquemas asociativos a través de incentivos [...] para que se asocien con las más débiles, a fin de hacer efectivos los principios de solidaridad, equidad territorial, equidad social, sostenibilidad ambiental y equilibrio territorial.

Ventajas y desventajas de estos esquemas asociativos Por un lado, el Área metropolitana como ventajas tiene la regulación de la prestación de servicios públicos para los municipios que la conforman y que hoy no tienen una buena prestación; además de un alto presupuesto para desarrollar obras de infraestructura en los otros municipios que no poseen los recursos para la gestión. En cuanto a sus desventajas, esta figura cobra un impuesto para poder financiar su ejecución, además se piensa para desarrollar lo urbano dejando a un lado la ruralidad de los territorios, y genera una relación de desigualdad en términos de poder político y económico en cuanto a los que la conforman, debido a que el municipio núcleo es quien tiene la mayor autoridad. Por su parte, la Provincia administrativa y de planeación se destaca por la equidad territorial que brinda, es pensada para territorios con dinámicas urbanorurales donde la conservación de la ruralidad es primordial, además, no cede su autonomía puesto que todos los alcaldes que la conforman tienen un mismo poder para administrar; sin embargo, no cuenta con un amplio recurso económico.


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enfoque de oriente Fotografía: vereda Roblalito de Sonsón - Maria Alejandra Franco.

No obstante, el concejal Morales comenta: “La actual administración del departamento considera que las Áreas metropolitanas son locomotoras del desarrollo y que proporcionan calidad de vida y bienestar a los ciudadanos que las integran. En el departamento de Antioquia se tiene una experiencia exitosa en materia de ese esquema como el Valle de Aburrá. Hay algunos temas que se le han escapado en materia de seguridad, transporte, desigualdad social y demás, pero ha demostrado ser eficaz y se debe a que tiene un presupuesto bastante grande, a diferencia de lo que no tendría el Oriente antioqueño. Hoy, el Área metropolitana del Valle de Aburrá funciona con más o menos un billón de presupuesto, sin embargo, la subregión no tendría esa posibilidad de funcionar con ese recurso, entonces no se sabe si realmente vaya a ser una locomotora del desarrollo o más bien va a impedir que los municipios puedan desarrollarse como lo vienen haciendo, de manera organizada y planificada en algunos casos. Podemos decir que la intención de Pérez ha sido una propulsora del desarrollo urbano dejando de lado el desarrollo rural que es también importante y de una u otra manera se está desconociendo el interés y la vocación agrícola de muchos municipios que la quieren seguir manteniendo” ¿Qué ha dicho un funcionario político? Luis Pérez Gutiérrez, citado por el periódico Oriéntese.co dijo: “Yo como ex gobernador y que además tengo fama de vivir como en el futuro, creo que tenemos la obligación de desarrollar procesos asociativos urgentes en el Oriente, que es un territorio de interés nacional y mundial porque es la región que más desarrollo va a recibir en los próximos quince años y fuera de eso, es la que más inversiones está recibiendo, como el Túnel de Oriente de un billón de pesos, la doble calzada desde la glorieta del Aeropuerto hasta Llano Grande y Rionegro, una inversión de casi doscientos mil millones, además de la carretera que se va adjudicar en doble calzada desde Sancho Paisa hasta El Tablazo. El Oriente no para de recibir inversiones y para eso tenemos que prepararnos”. En conclusión, la postura de Pérez está a favor del Área metropolitana, dejando claro que lo más próximo a permear el Oriente antioqueño son esas dinámicas que desde hace muchos años se han trabajado en el Valle de Aburrá, por lo que el territorio urbano rural que se habita en el Oriente cada vez más se va uniendo a esas acciones de crecimiento, lo que muchos llaman también desarrollo. Consideraciones finales Existe una ardua necesidad de comprender el fenómeno metropolitano y de provincia desde perspectivas económicas, teóricas, sociales y culturales, esto es necesario para generar instrumentos que promuevan la solidaridad y la equidad regional, perfilando alternativas que permitan solucionar la desigualdad estructural y evitar la reproducción de nuevos desequilibrios; de lo contrario, será poco efectivo mejorar las condiciones de vida de las poblaciones que habitan los territorios implicados. Es importante, que cualquier esquema de asociatividad sea una figura de integración territorial legítima para el Oriente antioqueño y que se conozcan las demandas del mismo para así implementar una construcción

social coherente con la vocación de los municipios, en la que la participación ciudadana se tenga en cuenta como el factor principal. Óscar Eusebio Gómez, columnista del periódico El Marinillo, dice que: “el Altiplano requiere un plan estratégico Metropolitano de Ordenamiento Territorial de forma integral para encausar adecuadamente el proceso cada vez más acelerado del desarrollo urbano. Bosques, Páramo, Embalses y Altiplano requieren con urgencia un plan provincial para la preservación de la realidad, sus recursos, el paisaje y principalmente la idiosincrasia de sus habitantes” (2019, pág. 25). Así pues, “en el Oriente Antioqueño, el fenómeno de la conurbación aún no se presenta, pero si se puede dar pasos de mayor integración urbanorural, especialmente en el Altiplano, de donde deben surgir respuestas con plena responsabilidad hacia los otros municipios más rurales y alejados, los cuales requieren la solidaridad de los más desarrollados. No tiene sentido que municipios con niveles de vida medios y altos, que están más al centro de la región, conformen una figura exclusiva como el Área metropolitana, dejando por fuera, en el ostracismo y el olvido a los más pobres y alejados. En una figura, como la Provincia, se acomoda la respuesta a esta situación y en ella caben como mínimo los 23 municipios, pudiéndose jalonar el desarrollo integral de la región, advirtiéndose que los municipios más alejados y catalogados como –pobres- son quienes tienen mayor riqueza en agua, suelo, aire, flora, fauna y biodiversidad” (2019, pág. 16) El objetivo de este reportaje es ofrecer un marco histórico de la planeación que se ha formulado para la zona del Oriente antioqueño desde diferentes opiniones de columnistas, políticos, académicos, corporaciones, medios digitales y periódicos, que permiten esclarecer un poco el debate sobre ambos esquemas asociativos. Y así, queda entonces la pregunta ¿cuál sería el esquema asociativo que resalta la importancia de las regiones y localidades en el desarrollo y la búsqueda de la competitividad territorial?

Referencias bibliográficas: -Cámara de Comercio del Oriente Antioqueño. (2015). Concepto económico del Oriente Antioqueño dos mil quince. Dirección de Competitividad y Desarrollo Empresarial, Rionegro, pp.1-71 -Cardona. G. (2019, agosto/septiembre). ¿Área metropolitana mata Provincia?, El Marinillo, pp. 17, N°57. -Documento en línea: Ley 1454 de 2011 http://www.secretariasenado.gov.co/senado/basedoc/ ley_1454_2011.html. -Erney Montoya Gallego académico de la Universidad Católica de Oriente. -Gómez,H. (2019). Área metropolitana del Oriente no es improvisada: Gobernador, obtenido el 15 de noviembre de 2019, desde: https://orientese.co/area-metropolitana-del-oriente-no-es-improvisadagobernador/?fbclid=IwAR01JixbOp_mIwhjQ46pFJKuscLl0lbv32ZGIIbOCErcEfuRTHdI0vqUjqo -Gómez, O. (2019, agosto/septiembre). El debate por Área metropolitana, El Marinillo, pp. 25, N°57. -Juan Camilo Morales concejal electo de El Carmen de Viboral. -Ministerio del Interior y de Justicia de la República de Colombia (2011). Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial. Imprenta Nacional de Colombia, Bogotá, pp. 1-32 -Montoya, E y Carmona, L. (2018). La planeación del oriente antioqueño: el camino hacia la gran región metropolitana, lectura territorial del oriente cercano antioqueño, pp. 17-36. Medellín, Colombia, Universidad Pontificia Bolivariana. -Muñoz, J y Botero, M. (2018). Metropolización del oriente antioqueño: más allá de la disputa por esquemas asociativos, lectura territorial del oriente cercano antioqueño, pp. 37- 64. Medellín, Colombia, Universidad Pontificia Bolivariana. -Nelson Restrepo Ramírez de la corporación Conciudadanía.


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Habitar LGBTI, la imposibilidad de descubrirse en libertad Por: Joaquín.

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uando pienso en los discursos de lucha alrededor de lo LGBTI, no puedo dejar de relacionar la ausencia de garantías, espacios o motivación, necesarios de reivindicar en el municipio de San Francisco, donde es lamentable escuchar inesperadamente expresiones como: “es que ser gay no está mal, sólo que esas locas bota plumas son muy alzadas, uno no les puede decir nada porque mejor dicho” o “pues ,es lindita, pero qué asco, ¿ustedes se imaginan uno por ahí borracho y terminar con ese payaso en tacones?” A esto se suman cantidades de situaciones y conversaciones escuchadas por error en alguna calle, empujones acompañando la frase ‘quebrate galleta’ que como cualquier manifestación legitimada en la violencia, pasa desapercibida simulando un juego de panas. ¿Cómo no sentir tristeza sumada a rabia e indignación? ¿En serio hay seres tan insensibles que llegan a decir y propinar tales ofensas tranquilamente, sin que se haga algo al respecto? Lastimosamente sí, y es el pan de cada día para muchas y muchos: comentarios denigrantes y desprevenidos que evidencian una homofobia viva y descarada, además del desconocimiento de esas otras formas de habitar los cuerpos. Comentarios y acciones que suman, escalan y se normalizan, pero que sin discusión alguna, sobran en nuestras cotidianidades; y, aunque el código penal colombiano en su artículo 134B, impone prisión y multas a quien hostigue o promueva actos y comportamientos que dañen física o moralmente por razones de sexo, orientación sexual u otras formas blancos de discriminación, la institucionalidad poco hace por cambiar los patrones machistas y violentos que permiten y forman personas dispuestas a lanzar tan desagradables actos y percepciones. Suena horrible y arcaico, y en nuestro Oriente antioqueño querido se escuchan cosas así día tras día; expresiones reprochables, desatinadas y ofensivas que responden a una lógica de odio segregante, catapultado en el menosprecio y la manipulación con la que instituciones estatales en un sistema capitalista como el nuestro -violento e insostenible-, abrazan a las gentes solo cuando necesitan vender o explotar. Dicen que respetan

Ilustración: Lucas Rendón M. | Colectivo Buena siembra.

todas las formas de existir y que importan todas las personas, pero ante la necesidad de que no se discrimine o de que en las familias se sensibilice al respecto, responden con una simple imagen publicada en Facebook haciendo alusión al día del orgullo, lo que no está mal, pero ¿qué es en concreto lo que está quedando en los planteamientos del gobierno local? O mejor ¿qué es lo que verdaderamente están proponiendo, ejecutando o planeando para reconocer y apoyar a la población LGBTI en los municipios del Oriente antioqueño? Porque si vemos en el Plan de Desarrollo Municipal de San Francisco 2020-2023, las palabras lesbiana, gay, bisexual, transexual, intersexual u otras similares no aparecen por ninguna parte. Al parecer para la administración “San Francisco, Es tiempo de crecer” basta con nombrar tres veces las palabras “diversidades sexuales” y con eso ya está resuelta la cuota, porque a ver, yo sí intento ser optimista, pero si se tardaron ocho meses para nombrar una persona que se dedique exclusivamente a asuntos de juventudes ¿cuánto tendremos que esperar para que incorporen verdaderamente lo relacionado a necesidades LGBTI? No quisiera tener que ver ni en San Francisco ni en ningún otro lugar, una violencia escalando a tal magnitud como lo sucedido en Sincelejo, donde a Luis Fernando Álvarez de tan solo 17 años, le cortaron su brazo con un machete después de muchos comentarios, hostigamiento e intimidación perpetuados por también menores de edad en su municipio. Un comentario a veces nos parece un juego sin consecuencias, pero lamentablemente tenemos este ejemplo, donde se normalizó una violencia verbal que era constante, y aumentó hasta ser una tragedia. Mientras las instituciones y gobiernos no se dispongan de forma real para acabar con la discriminación, habitar LGBTI seguirá siendo una resignación o la gallardía de enfrentarse a quienes violentan. La historia lo ha mostrado, y ojalá la ausencia de espacios, motivación o garantías no continúe siendo un esperar, y esperar, y esperar. O bueno, exigir y exigir, porque es lo que hacemos y así es como hemos logrado el poco respeto que tenemos. Es desgastante y da mucha impotencia, que


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para que nos respeten y nos permitan participar, tengamos que hacerles la tarea: llevar, discutir, investigar, exigir lo que en sí deberían estar pensando porque para eso se pagan, y para eso les elegimos. Aunque desde los años 40 en Colombia han existido grupos organizados desde la clandestinidad como por ejemplo los felipitos o, en los 70 el naciente Movimiento por la liberación homosexual, hoy, en 2020, aún parece que no existimos del todo en esta sociedad jerárquica y mojigata. Somos personas iguales como cualquiera y ojalá no nos tuviésemos que categorizar para exigir tratos diferenciales, respeto, o peor aún, garantías para seguir existiendo, porque a pesar de que nos encantaría vivir nuestras cotidianidades comunes y corrientes, nos hemos visto en la obligación de exigir, “hablar fuertecito” y en ocasiones huir para poder hacer nuestras vidas lo menos traumáticas posible. Pero bueno, dirá alguien que también está la posibilidad de seguir los roles que ya están dichos: vestirse así, caminar de tal forma, moderar la voz, rezar aquí y arrepentirse allá, unos pasos ya establecidos que nos han impuesto desde siempre. Pasos que lamento y reprocho, pues hay una gran cantidad de experiencias en las que esto ha hecho seres incómodos con sí, o insatisfechos de por vida. No sé ustedes, pero yo no veo violencias comparables con no poder descubrir y conocerse cada día en la libertad de los propios sentires y pensamientos. Es como si la constitución política en sus artículos 13, 15, 16, 18, 19, 20 y todos los que a libertades se refiere, estuviesen siendo pasados por la galleta. Reprocho tajantemente, que existiendo la ley 133 de 1994, ratificando a Colombia como un país laico, la sentencia C-577 de 2011 exhortando al congreso a legislar sobre el matrimonio de parejas del mismo sexo, y el 20 de junio de 2013 haciéndose real, en la ciudad de Cartagena, en agosto de 2020, un juez se opusiera al casamiento de Yulieth y Alejandra, manifestando que ‘prefiere agradar a su señor Dios todopoderoso antes que al ser humano’. ¿Cuánto más se empecinarán en rebajar y pisotear nuestros derechos? No es justo, y aunque cansadas y cansados, seguimos persistentes a la equidad y la exigencia de ser iguales ante la ley. En algún momento alguien me dijo que si no dejamos de joder solo por cómo nos vamos a nombrar, no vamos a tener verdaderos cambios, que la educación, la salud y otras cuantas muchas faltantes, quedaban ausentes en las reivindicaciones identitarias. Bueno, además he de confesar que alguna vez también así lo mencioné yo mismo, pero es que no entendía que si no logramos nombrarnos en la homosexualidad, seguiremos escuchando profesores en las escuelas tratándonos en

perversión y desviaciones infernales, asumiendo que todas y todos somos heterosexuales en las aulas de clase; no había pensado, que si no exigimos que nos nombren como trans, cuando vamos a una consulta médica seguirán pasando por encima de la decisión por ser él en lugar de ella; no tenía claro, que si asumo ser lesbiana tendré que recibir las mismas clases de educación sexual, que de por sí son mediocres, pero se explican sólo y siempre desde la heterosexualidad, en cómo un hombre penetra a una mujer con el mismísimo único fin de procrear y hasta ahí llegó el cuento. A ver, ¿quién dijo que con lo anterior no estábamos buscando los cambios necesarios y los derechos merecidos con relación a la educación, a la salud, y a otras tantas intenciones por expresarnos o liberarnos de culpas impuestas? El hecho de que en Argentina, a Emiliano Ivaldi, según él mismo en sus redes sociales: le rechazaran una donación de plasma para fines médicos, con la mención de que “las prácticas sexuales eran muy diferentes” argumentando con una teoría que según investigaciones personales de Emiliano, fue modificada de la ley de donación de sangre precisamente por su connotación discriminatoria y prejuiciosa, es el ejemplo vivo e indiscutible de que el reconocimiento y poder nombrarse libremente como homosexual, transexual o intersexual, es necesario para que las violencias y los tratos grotescos que se reciben con frecuencia, empiecen a cambiar y nadie se crea con la potestad de menospreciar y atacar la dignidad de alguien. En la constitución política de Colombia, señalando el derecho a la educación (artículo 67) dice explícitamente ‘La educación formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia’, así como también ‘(…) y asegurar a los menores las condiciones necesarias para su acceso y permanencia en el sistema educativo’, ¿y qué tiene que ver esto con ser LGBTI? En San francisco mucho, porque aquí viene otra anécdota: alguna vez regresé al colegio donde me gradué para expresar mi descontento con que un profesor le enseñase a alumnas y alumnos sobre la homosexualidad equiparada a la zoofilia, pedofilia y otras, me respondieron que cada profesor tenía la libertad para enseñar como le pareciese. ¡Por favor! Ha pasado un tiempo y no me lo puedo creer aún. ¿Saben quién me respondió eso? La psicoorientadora de la institución. Es completamente insensato, que a pleno 2020, aún haya profes que se paran en sus moralidades discriminantes y violentas dizque para formar el futuro del país, cuando parece que buscasen lo contrario, retroceder quién sabe cuánto tiempo en la historia de la humanidad. ¿Acaso puede ser la discriminación una condición

¿Ustedes creen que es justo cohibirse los sentimientos más sublimes o los deseos más viscerales, por culpa de una cultura montada en el pecado y la imposición de las prohibiciones?


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necesaria para permanecer en el sistema educativo? ¿O será discriminando como se respetan los derechos humanos, la paz y la democracia? Esto no sólo pasa por encima del derecho a la Educación, que viene siendo uno de los tantos derechos desdibujados por el actuar de planteles educativos como el de San Francisco, también por el decreto 410 de 2018 modificador del 1066 de 2015 con un capítulo completo a ‘Prevención de la discriminación por razones de orientación sexual e identidad de género’. Perturbador. Entre tantas situaciones insensibles que he experimentado en el pueblo, también recuerdo muy bien cómo una persona enviada desde la Gobernación de Antioquia para hablar de poblaciones LGBTI con enfoque de Derechos Humanos, ‘capacitó’ con expresiones como “no por ser lesbiana hay que vestirse como un machito”, refiriéndose a una amiga que nunca había hablado de su sexualidad y estaba ahí para empezar a reflexionar e indagarse al respecto. Lo que sucedió fue que después de ese fallido intento por crear un grupo LGBTI en el municipio, nadie quiso regresar. Claro, luego preguntaron que porqué no se dejaban ayudar, que estaban los espacios, pero no había participación ¿alguien querría volver a este tipo de procesos? Yo no, nunca. Y es que todo viene de instituciones que no desempeñan bien su labor y casi por consiguiente vienen cotidianidades desesperantes y molestas, a veces las nombramos como bobaditas, pero son una y otra, y una más cada vez. Y es que vivir así cansa, cansa mucho escuchar tipos en las calles gritándole “mariquita” o “partite galleta” a parceritos que van caminando tranquilos a lo que sea que vayan; y es que de verdad, con mucha rabia y paciencia de por medio, pregunto: ¿qué es lo que les afecta con el simple caminar de alguien? ¿Qué es eso que les hace convulsionar la fragilidad de ese machito exteriorizado con el que pavonean entre amigotes en las esquinas? ¿Cómo puede sentirse uno cuando un grupo de sujetos está gritándole cosas cuando pasa? Y sí, ellos responden con insultos y ‘no se la dejan montar’, pero es muy molesto, y nadie, NADIE tiene por qué aguantarse esto. Ni esto, ni las homilías homófobas en la iglesia, ni el comentario mal intencionado de la tía, ni la risa del hermano, ni nada que tenga que ver con ridiculizar u ofender a alguien porque le guste otra persona del mismo sexo o transite cambios corporales para estar más a gusto con sí. En ocasiones he mencionado que en lo personal, frecuentemente no me he sentido intimidado, violentado, atacado directamente o he vivido una experiencia que me genere molestias constantes al recordarlo, pero eso no quiere decir que no tenga inconformidades por manifestar o reflexiones al respecto. Y es que me entristece, me entristece mucho saber

que si vivo en San Francisco no sea aquí mismo donde pueda generar las reflexiones y los espacios que me hagan sentir seguro con las exploraciones que siento necesarias, y por el contrario, tenga que irme a la Universidad, colarme en clases con temáticas queer, leer e investigar por mi cuenta, indagar como pueda en mis propias sensaciones, sentimientos y pensares sobre mí y con quién o cómo me enamoro, además de refutar un constante recordatorio social hacia la heterosexualidad como norma y como única manera. Me entristece mucho saber que para encontrarme conmigo, para ser determinado en mi sentir y explorar lo que me ha venido en gana, haya tenido que hacerlo en otro lugar, en una ciudad donde no crecí, donde no tenía amistades de siempre, donde ni siquiera supe si hubiese sido necesario defenderme, si es que pretendían ofenderme como lo han hecho con algunos familiares que han pervivido en San Francisco. No digo que no me haya sentido feliz de haber habitado mis preguntas en otro lugar, es más, es probable que gracias a ello pude disfrutarme sin importar un qué dirán latente, pero me gustaría haber podido discutir más y con mayor apoyo que lo que decía el sacerdote sobre el imposible de dos mujeres que se aman y conviven, no era necesariamente el deber ser de la vida; que lo que insinuaba mi profesora de castellano con irse al infierno o estar errado por amar a otro hombre tampoco lo era, y que el escuchar en algunas tías sus insultos y menosprecios hacia familiares o externos sobre lo aberrante que era su sexualidad, sencillamente no tenía por qué ser así. Por eso me niego a no escribir esta rabieta, porque es lo que pienso y es lo que tiene que cambiar, lo que tenemos que combatir. Me niego a hacer como si nada cuando una maestra o funcionaria pública hace gestos burlones al ver pasar un parcerito que ha tenido la valía de enfrentarse a su madre con prejuicios incluidos o que ha tomado la decisión de no regresar a la iglesia porque se siente violentado en algunas predicaciones. ¿Ustedes creen que es justo cohibirse los sentimientos más sublimes o los deseos más viscerales, por culpa de una cultura montada en el pecado y la imposición de las prohibiciones? ¿Es justo que instituciones educativas y administraciones locales no hagan mucho por el simple hecho de no sentir presiones y exigencias al respecto? Justamente, son esas algunas de las preguntas que en ocasiones nos carcomen tanto la mente, que terminamos creyéndonos eso de que nuestras maneras de existir son indignas y deberíamos dejarlas guardadas o reprimidas para poder caminar tranquilas y tranquilos por un universo pensado en una vía inamovible, la vía de la heterosexualidad hegemónica, patriarcal, violenta y deshumanizante.


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Guía para superar un abuso sexual en Colombia

#lapáginavioleta

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Por: Anónima.

Ilustración: Lucas Rendón M. Colectivo Buena siembra.

L

a idea de crear esta guía surge porque cada vez que veo noticias de que violaron, mataron ahorcaron, abusaron a otra mujer, se revive en mí esta historia. Cada cosa que he vivido después de casi ocho años de que abusaran de mí. Soy de las chicas que en su vida normal viste de jean y camiseta, un poco despeinada, y de tenis para estar cómoda y poder caminar sin sufrir. Sé que el día que abusaron de mí, era un día como cualquier otro, un martes, cuatro días antes de mi cumpleaños. Pensé que me iban a robar, pero como buena universitaria no tenía mucho en los bolsillos. El pánico me invadió cuando me llevaron a un lugar abandonado, me quitaron la ropa y forcejeé para quitarme a esa persona de encima. Aunque cuando era pequeña estuve en clases de defensa personal y era nivel avanzado en artes marciales, nada te prepara para ese momento. Ese mismo día mi mente y cuerpo no asimilaba lo que había sucedido, estaba paralizada, en modo automático. Luego de llegar a casa me bañé, quería borrar el rastro de sus manos, el recuerdo de su rostro. Sólo quería llorar y olvidar. Fueron días horribles. No quería hablar de eso, quería que todo fuera una pesadilla. Pasé un mes sin salir de casa, con temor, no hablé del tema hasta que decidí que era suficiente y que debía continuar mi vida. El primer día que salí fui directo a buscar ayuda de un psicólogo. Me ayudó a poner la denuncia, me acompañó en un proceso de unos dos meses, y sí, hay que aceptarlo, no es nada económico o fácil buscar esta ayuda, sin embargo, me ayudó a hablarlo con mi hermana, a quien yo considero mi mamá, y a una compañera de la universidad, quien se conmovió; me recogía en casa y me llevaba a la universidad todos los días, para que no me expusiera al peligro. Pasaba el tiempo, el psicólogo decía que ya era suficiente, que me veía mejor, que no iba a tener más terapia, yo por dentro sabía que estaba destrozada, sin embargo, acepté su concepto y suspendí el tratamiento; supuse que tenía que avanzar sola. Llegué a pensar que no valía la pena vivir en un mundo lleno de injusticia, de violadores, donde quien hace el mal nunca es castigado. Sí, intenté suicidarme. Volví a buscar ayuda de un psicólogo. Trataba de alejarme cada vez más de ese episodio, al final, creí haberlo logrado.

Luego de un año tuve el valor de contárselo a mi mamá, me preguntó que cómo iba vestida, que a qué horas pasó, que por qué estaba sola en la calle. Simplemente cuestionó las circunstancias, buscando alguna excusa para darle créditos al agresor. Si te lo preguntas también: estaba al frente de la universidad, llevaba tenis, un jean, camiseta gris, tenía el cabello con una cola de caballo, era la 1:00 p.m. y salí por algo de comer mientras entraba a la otra clase porque ya llevaba más de seis horas dentro de la universidad. Cuando se lo dije a mi papá solo me ignoró como si le hubiera dicho que se me había quebrado una uña. Nunca comprendí si le parecía una situación normal, o simplemente no quería enfrentarlo. Me sentí muy sola y me alejé de mi familia, no podía creer que ese hecho ni siquiera les importara, ni tampoco cómo estaba. Pasaron tres años antes de volver a caer en la soledad, en pensamientos suicidas. Esta vez busqué otro tipo de ayuda, fui de forma simultánea al psicólogo y al psiquiatra, una mezcla de terapia y pastillas me mantenía embobada para no atentar contra mi salud. Las pastillas formaron un caos en mi cabeza durante dos años. Hasta que me perdí. Vivía sola, tuve una sobredosis de medicamentos, me desmayé y quedé tendida en el piso del apartamento. Pasó todo un día antes de que pudiera reaccionar, sin llamadas perdidas en el móvil, sin ni siquiera una persona que preguntara por mí. Estaba sola, endeudada por pagar tratamientos. Cuando acudí a la EPS, nunca me agendaron una cita con un psicólogo o un psiquiatra, siempre tuve que buscar ayuda particular. Es un servicio muy costoso y largo. Con la recaída, una tía me contó de un súper tratamiento con electroestimulación. Pensé en que no podía perder nada más, fui al examen inicial, con cámaras termográficas, electrodos, pantallas por todos lados. Y los resultados no eran nada buenos; detectaron todos los problemas que ya conocía y unos cuantos más. Fui a unas cuantas terapias con ellos. La verdad sí estaba mejor, y ya solo estaba tomando pastillas para poder dormir. Pero no tenía apoyo, debía viajar dos horas hasta el lugar del tratamiento y otras dos horas de regreso; cada sesión duraba otras dos horas, eso implicaba pedir permiso en el trabajo mínimo dos veces a la semana durante medio día; algo que para cualquier empresa es insostenible. Lastimosamente, hoy sigo sin tratamiento. Mis emociones como montaña rusa y mil conflictos sin resolver. La salud mental en Colombia no es garantía, y cada día hay personas que hacen daño a otras; hay violencia, violaciones, abusos, que si no llevan a la muerte, dejan marcas en nosotros, muy difíciles de superar. Hoy, cuento mi historia, pues vi una noticia de una mujer que fue violada por tres hombres, habitantes de calle, que estaban intentando matarla luego de violarla y quedó agonizando en una clínica con su cuerpo destrozado y su mente deseando desaparecer.¿Por qué a él no se le cuestionó su elección


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Yo le dije que sí

Por: Brisa Alfarera.

E

sta semana, las denuncias por acoso y abuso sexual sistemático cometidas por el cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, no tuvieron en redes y en tendencias digitales el despliegue merecidos, en tanto que debimos enfocarnos en actos de rechazo contra otra violencia sistémica y patriarcal: la de las fuerzas del Estado. No obstante, el acto valiente de siete personas deja un precedente: con una de nosotras que denuncie, se logra una diferencia sustancial, y que puedan conocerse las voces de otras mujeres que pasaron por situaciones similares. Al día de hoy, luego de conocer los testimonios de dos periodistas que interpusieron demanda penal por el delito de abuso sexual, hice un rastreo rápido en redes sociales, y doy fe de que van más de 83 denuncias de personas que afirmaron haber estado inmersas en el modus operandi del endiosado intelectual en mención: toques en redes, charlas a altas horas de la noche, invitaciones a eventos, citas en cafés, viajes, encuentros en hoteles, nudes no consentidas, compromisos de relacionamiento con círculos de influencia, y hasta invitaciones a su casa a leer textos de William Saroyan, Camus o Monterroso. Luego, lo que ya sabemos: la exaltación de la víctima, haciéndola sentir especial (él, desde su poder, su egocentrismo y deseo de posesión desbordado) y merecedora de todo su afecto y atención, para que crea que él y solo él “puede ayudarle”. Este sentir fue compartido por compañeros de clase de muchas de estas mujeres y corroborado por hombres y mujeres de círculos editoriales, literarios y periodísticos (no solamente en Colombia). Sin embargo, esta no es la novedad de este escrito, porque todas estas acciones ya las hemos reconocido como prácticas de abuso en él y en muchas otras figuras de poder. Lo diferente, en este caso, pretende llamar la atención sobre mi caso particular: Sí, yo le dije sí a Alberto Salcedo, y compartí mi vida sentimental con él por cerca de dos años. Sobre este hecho particular, quiero desarrollar reflexiones en clave feminista, y compartirlas con ustedes como el acto político de compromiso personal y colectivo que expongo para mitigar estas formas de violencia que nos asechan. La primera reflexión, propende por llamar la atención sobre los señalamientos y cuestionamientos como formas de micromachismos. Esta semana fui juzgada, señalada de complicidad, de solapamiento y

consentimiento, y atacada, por haber sido “la pareja formal” del acosador Salcedo. Ya se los dije: en mi caso, hubo consenso sexual. A mi favor, diré que yo también caí en el mismo modus operandi, y que este hábilmente se concreta al desprenderse de esa costumbre ciertamente aprehendida genética y culturalmente de la necesidad de que llegue un ser dominante a reafirmar nuestras inseguridades, y a hacernos creer que, por ejemplo, necesitamos su mano amiga y desinteresada “para escribir mejor”. En ese mismo modelo táctico resbalamos muchísimas mujeres como yo y como intuyo que son ustedes, críticas de los sistemas y poderes de opresión y subordinación, y en discordancia eterna con el patriarcado. Creí haberme enamorado. Quiero reafirmar en este punto mi abrazo para todas las mujeres que fueron acosadas y violentadas sexualmente por Alberto Salcedo, y a las que les creo. Habiendo entonces reconocido la lucha legítima de ellas, me permito elevar un grito por las que dijimos que sí, o las que caímos tácitamente y de manera aparente en medio del consenso. En primera medida, alzo la voz en salvaguardia de todos los juicios y señalamientos. Así como las mujeres de las denuncias no querían y se sintieron violentadas, nosotras, en nuestra plena autonomía como mujeres decidimos tener una relación. Y eso, no puede ser juzgado, y menos entre nosotras mismas. Otro asunto relevante es que, durante mi relación con Alberto, recibí toda clase de señalamientos y cuestionamientos: No fui vista como una mujer con una pareja, sino como una mujer oportunista, que no se relacionaba desde el amor. Por ello, yo necesito preguntar ¿Por qué fui yo la cuestionada dentro de esa relación? ¿Por qué era yo la que permanentemente vivía con culpa y vergüenza? En el repulsivo ghetto del periodismo narrativo de mi ciudad, fui vista con desdén, como una más, como la del momento. ¿Por qué no se miraba de la misma manera desdeñosa al cronista, que era quien cambiaba de mujeres como cambiando de reloj? ¿Por qué a él no se le cuestionó su elección por una mujer más joven, pero a mí sí por un hombre mayor? ¿Por qué se me increpó a mí por arrimarme a un hombre famoso, con influencias, y no a él por valerse de ellas para conseguir mi cercanía? Enlazo entonces dos aristas detonantes de mi queja: el primero, el señalamiento a quienes cedimos. La segunda, la condición innata y derivada de la incipiente resignficación de roles que tenemos en la sociedad, que cuestiona a la pareja (mujer, casi siempre) subordinada en la relación, y no al que ejerce el poder dominante.

¿Por qué se me increpó a mí por arrimarme a un hombre famoso, con influencias, y no a él por valerse de ellas para conseguir mi cercanía?


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Por demás, no puedo dejar de llamar la atención sobre otro asunto: las violencias machistas comunes en este tipo de personajes. A la violencia sexual que vivieron algunas, se deben sumar y reconocer también las denuncias por la violencia verbal, psicológica y emocional, contenidas en manipulación, malos tratos, humillación, minimización, diálogo unilateral, gaslighting, tonos de voz elevados y objetualización (por nombrar solo algunas). Estas son las situaciones que enfrenté en mi relación desigual con el cronista: una relación que yo idealizaba como bonita y particular, pero que vivía alimentada del miedo a “que me dejara por no ser suficiente”, a tener que obedecerle, a no llevar la contraria, a contestarle el teléfono siempre, a ser amable, a que reafirmara su poder sobre mí, a no entrar en conflicto o discernimiento, a reservar sentires y opiniones. Fueron momentos bellos que escondían bajo la alfombra el que me hiciera un favor al abrirme tiempo en su agenda, me gritara cuando quisiera, y que mis asuntos dejaran de importar (para ambos), porque lo único importante era su producción intelectual y su nombre de gran señor. Era el juego cíclico de los dos o tres segundos de ternura, y luego momentos de neurosis y agresividad. Entonces, pasé a convertirme en algo así como su objeto mostrable o no, de acuerdo con su conveniencia. En este punto, asumo responsabilidad total por mis acciones, porque abandoné a la suerte mis procesos personales de sanación, reafirmación como mujer y autonomía emocional, que al no estar resueltos, me volvieron presa fácil de una relación problemática, subyugada y compleja. Pero, de nuevo a mi favor, diré que esta personalidad machista, refrendada en el pedestal intelectual en que se encuentra su obra, y su poder reafirmado en la adulación mediática y en la complicidad social de los círculos periodísticos y mediáticos, parte de los cimientos mismos de una cultura que les ha enseñado a ellos que necesitan reafirmar su virilidad, su poderío y su fuerza. De nuevo, el patriarcado, sin distingo de género, cumpliendo su función social.

También, quiero generar una pregunta. ¿Qué implica el consenso, y haber dicho sí, en el marco de una relación sustentada en poder y posiciones desiguales? Debe existir un beneficio mínimo de duda de por qué se aceptan situaciones como las nombradas. Si parafraseamos a Weber, encontramos que el poder es la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad. Si no hay ninguna oposición real a ese poder, entonces, se permea y acomoda. Por ello, llamo a aquellos y aquellas que al igual que yo, siempre le llenamos de lisonjas, de aplausos y de elogios. Esos, que también le llamaron maestro, que le han abierto medios, editoriales, universidades y hasta prólogos le han escrito, para que impongamos esa barrera social y simbólica que permita menguar el poder, en tanto que la admiración y los recuerdos bonitos no pueden desconocer las realidades y lo sucedido las mujeres vulneradas. Solo cuando seamos capaces de decirle al amigo, al padre, al jefe y al hijo machistas la verdad y entrar en deconstrucción de lealtades sociales, derribaremos estructuras similares. Después de mi reflexión, solo me resta invitarles a que le creamos a cada mujer que denuncie acoso machista, y a que aquellas que hacen o que hicimos parte de relaciones basadas en disfuncionalidades de poder, nos abracemos en nuestra integridad, en nuestra consciencia, y que nos sintamos completas, para que de este modo nuestra reinvindicación y transformación de la violencia machista se desmonte e invalide desde el sentir individual, con miras a una resignificación colectiva: una con enfoque de derechos, y entornos de mayor protección y menos juicios y señalamientos. Yo dije que sí, y no deseo que ninguna de ustedes, si lo que hay es subordinación, también digan que sí.



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