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Reduciendo 3 g el consumo diario de sal, se evitarían 10.000 muertes anuales.

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La costumbre de salar abundantemente la comida puede tener consecuencias fatales a largo plazo. Recientes estudios demostraron que existe una relación entre el consumo excesivo de cloruro de sodio (sal de mesa) y daño cardíaco, renal y cerebral, independientemente del nivel de presión arterial. Varias sociedades científicas están considerando la posibilidad de incluir la sal dentro de la lista de factores de riesgos cardiovasculares, entre los cuales se encuentran el tabaquismo, la hipertensión arterial y el colesterol alto. La Fundación Cardiológica Argentina afirma que, disminuyendo en 3 g por día la cantidad de sal ingerida, se evitarían 10.000 muertes por enfermedades cardiovasculares al año.

Las investigaciones apuntan a la relación entre la sal y el óxido nítrico, una sustancia natural que protege la elasticidad y la función de los vasos sanguíneos, además de estimular al cerebro, destruir bacterias y otras funciones. El sodio disminuye los niveles de óxido nítrico y, por ende, un consumo excesivo aumenta el riesgo de daño vascular, cerebral, cardíaco y renal -órganos blancos de la presión arterial alta-. Este concepto revolucionó el campo de la prevención cardiovascular, ya que hasta el momento se consideraba que la sal era perjudicial sólo para las personas hipertensas. Los nuevos hallazgos señalan que existiría un beneficio en disminuir el consumo de sal para todos los individuos, más allá de su edad o condición, ya que la mayor cantidad de eventos cardiovasculares se observan en individuos que creen tener la presión normal.

Los argentinos consumen, en promedio, 12 g de sal por día, mientras que la recomendación es de aproximadamente la mitad: 6 g para las personas sanas.

Reduciendo 3 g el consumo diario de sal, se evitarían 10.000 muertes anuales.

Aunque ya desde los años ´50 se ha recomendado la restricción del consumo de sal para prevenir la hipertensión arterial y como una de las medidas básicas de salud pública, es difícil habituarse a vivir sin un sabor que ha acompañado al hombre desde el inicio de su evolución. Sin embargo, hasta el momento, esa renuncia es ineludible para quien quiera disminuir el riesgo de graves enfermedades.

Salud sin sodio

Según la OMS, se considera hipertensa a una persona que tiene su presión arterial en valores de 140-90 mmHg o superiores durante tres mediciones consecutivas (dependiendo de la edad del paciente). En la Argentina, el 23% de la población es hipertensa, aunque la mitad no lo sabe, ya que es una afección que no produce síntomas. Esta enfermedad causa 300.000 accidentes cerebrovasculares y ataques cardíacos por año: en nuestro país, cada 5 minutos mueren 12 personas por enfermedad cardiovascular.

Una de las formas de combatir la hipertensión es disminuyendo el consumo de sal. El sodio se relaciona con un aumento de la presión arterial, principalmente por la falta de dilatación vascular (por la disminución de óxido nítrico).

En investigaciones clínicas hechas con pacientes hipertensos, se mostró que al reducir unos 3 g el consumo diario de cloruro de sodio (sal de mesa), la presión arterial sistólica (la “alta”) baja 5 mmHg en promedio, y la presión diastólica (la “baja”) en 2,5 mmHg. Bajar 10/5 mmHg la presión diastólica permite reducir el riesgo relativo de accidentes cerebrovasculares un 38 por ciento, y el de enfermedad coronaria un 16 por ciento. bles”, cuyo equilibrio orgánico es afectado especialmente por la sal y tienden a sufrir un mayor daño cardíaco, renal y cerebral. Son personas condicionadas genéticamente que se vuelven más sal-sensibles a medida que envejecen. Por lo general sufren el “síndrome X” o “síndrome metabólico” -hipertensión, obesidad, colesterol alto y pre-diabetes, o tienen diabetes tipo 2.

En ellas, la ingesta de sal baja en exceso los niveles de óxido nítrico, fundamental para mantener el equilibrio de los riñones, y el sodio, al dilatar los vasos sanguíneos y aumentar la cantidad de orina (“natriuresis”). El desequilibrio lleva a una insulinorresistencia -una “pre-diabetes”- que a largo plazo puede desencadenar una diabetes. Como la parte interna de los vasos sanguíneos sufre una falla por la falta de óxido nítrico, padecen lo que se llama “disfunción endotelial”, una alteración que daña al corazón al engrosarlo (“hipertrofia ventricular izquierda”), y que perjudica al cerebro y a los riñones.

Quiénes se benefician si reducen el consumo de sal

• Hipertensos • Obesos. • Ancianos. • Personas con síndrome metabólico (sobrepeso, colesterol alto, presión arterial elevada, dificultad para procesar el azúcar, insulinorresistencia). • Personas sal-sensibles. • Población en general (la disminución del consumo de sal es considerada una de las principales medidas de salud pública).

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