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POCO PARA RESCATAR
Un año olvidable, a pesar de los precios
DEBIÓ SER UN PERIODO DE NOTABLE CRECIMIENTO PARA EL SECTOR, PERO EL ESTADO SE ENCARGÓ DURANTE EL 2021 DE ABORTAR TODOS Y CADA UNO DE LOS INTENTOS DE PROGRESO EN EL ÁMBITO PRIVADO.
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Por SUSANA MERLO ESPECIAL PARA CHACRA | contenidos@revistachacra.com.ar
Segundo año de cuarentena y dos años de la actual Administración Fernández. Segundo ministro de Agricultura, Julián Domínguez (detrás de Luis Basterra), y segundo secretario de Comercio, Roberto Feletti (detrás de Paula Español). Segundo año con sequía en muchas áreas. La lista es aún más larga, pero
no tiene sentido extenderse porque lo importante es que el sector agropecuario sigue sin
despegar. Y aunque el año que terminó promete agricultura récord para el ciclo 2021/22, eso se debe básicamente a los incrementos de rindes que día a día genera la tecnología, y al desplazamiento de un par de millones de hectáreas de soja hacia el maíz (de mucho mayor rendimiento), y no a un vigoroso y genuino crecimiento, que continúa postergado para el campo. Y eso que una particular coyuntura global ha determinado una notable mejora en los precios internacionales de varios productos del agro, en especial los granos. Hablamos de un escenario que perduraría al menos una campaña más.
¿Y ENTONCES?
Ahora bien, si los productos argentinos siguen teniendo buena demanda (granos, aceites, leche, carne, frutas, etc.), y a la vez aparecen con cotizaciones aumentadas, ¿cómo se justifica
la falta de reacción y de crecimiento genuino en el sector? La respuesta es obvia: la des-
confianza es casi absoluta. La inestabilidad de las reglas de juego, la inseguridad jurídica, las idas y vueltas y, últimamente, una cada vez mayor intervención en los ya toqueteados mercados (comenzando por el del dólar) estarían más que justificando la re-
ticencia de los productores para ampliar sus
inversiones productivas. La tolerancia de la mayoría ha sido vulnerada por la secuencia que incluye la prohibición de exportaciones (de carne), los “cepos” a cortes y categorías, y el grillete sobre los registros de ventas al exterior de trigo y maíz, ahora “blanqueado” con una insólita resolución por la que Agricultura determina
los volúmenes a exportar, anulando de un plu-
mazo el libre juego del mercado. A eso súmele las idas y vueltas con aranceles y retenciones (impuestos a la exportación), las fijaciones de precios, los cupos, y el desdoblamiento del mercado cambiario. Todo esto forma parte de la estructura central de los cuestionamientos. Y por si fuera poco aparece la propuesta de un “Consejo Consultivo”, que lleva a recordar el controvertido y costoso PEA (Plan Estratégico Agropecuario) de 2010-2011, que fracasó en aquel momento (aunque varios acumularon millas gracias a él). Obliga a desconfiar de una movida que constituye un intento de licuación,
tanto de las “cadenas” formadas hace unos
años por los eslabones privados, como del
más reciente Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), que verían desvirtuados totalmente el sentido y rol que venían teniendo. ¡BINGO!
La frutilla del postre de un 2021 olvidable para el campo ha sido la intención de reinstalar un
“fondo anticíclico” para subsidiar los precios
de algunos alimentos (harina, pollos, etc.) en el mercado interno, que se cargaría a la cuenta de los privados (seguramente la de los productores, como siempre) pero que, en realidad, además de una transferencia de recursos forzosa de un sector hacia otro, constituye una jugosa caja que manejará alguien que seguramente está muy cerca del poder de turno. Y es muy probable que decida de forma arbitraria. Casi tan alarmante como la reiteración de errores (si es que lo son), es la absoluta falta de creatividad y de respuestas de parte de los responsables de definir las políticas sectoriales, como para generar crecimiento genuino. En este contexto, las esperanzas de un cambio son cada vez más finitas e ilusorias.
PRIORIDAD ERRADA
A la Administración le caben además errores de diagnóstico. La carne es un caso emblemático. No es ella el problema, sino el muy bajo poder adquisitivo de la población. Y si se parte de un diagnóstico equivocado, naturalmente la solución no llega.