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Política agropecuaria
VUELTA LA BURRA AL TRIGO La expresión era usada antaño para graficar escenarios insólitamente repetidos. Como si alguna vez hubiese sido una idea exitosa, se vuelve a hablar de precios artificialmente fijados. Las probables consecuencias son harto conocidas.
Por SUSANA MERLO ESPECIAL PARA CHACRA | contenidos@revistachacra.com.ar
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El Gobierno ha lanzado el “congelamiento” de determinados precios por un período de seis meses para lo que considera “artículos sensibles”, y entre ellos los alimentos tienen un lugar preferencial. Si hay algo en lo que la Argentina está particularmente especializada, es en los temas de intervención de mercados y controles de precios en todas sus vertientes: desde la mera “sugerencia” y los “precios orientativos” hasta los “máximos”, “fijos”, y toda la gama que se quiera imaginar. Con excepción de los noventa, desde mediados del siglo pasado la economía contemporánea incluyó siempre alguna de esas vertientes. Los resultados son ampliamente conocidos. De ahí que cuando algunos funcionarios voluntaristas comenzaron a hablar sobre el “riesgo” de la suba de precios de los alimentos para el control de la inflación, inmediatamente a varios en el sector agropecuario se les encendieron las luces de alerta. No es para menos, después de lo ocurrido con los impuestos a la exportación (retenciones), su “recorte” a 0% (la eliminación debe ser por ley) en diciembre de 2015, y la posterior reimplantación en septiembre pasado, por razones de “extrema necesidad”, quedó en claro que los principios, al menos en materia económica, tienen muy poco que ver cuando los resultados de las malas decisiones aprietan. Pero además, si la “creatividad” para buscar alternativas es nula y las decisiones se
van tomando casi al calor de los sucesos diarios, el cóctel resulta menos que recomendable. De locos Pasa el tiempo y no aprendemos. Como si los hechos hubieran sido hace 100 o más años, los entusiastas de ahora parecen no recordar que la Argentina dejó de exportar energía en este siglo XXI, perdió un cuarto de su rodeo o llegó a la menor área de trigo en una centuria, solo por mencionar algunos casos, justamente por intervenir en los mercados, fijar precios, cupos, ROE, registros obligatorios y todo lo que uno pueda sospechar. Vale recordar también a esta altura, que
semejante batería justificó asimismo una de las mayores irregularidades impositivas que se tenga memoria e impresionantes monumentos a la corrupción, como por ejemplo la ONCCA, que llegó a tener más de 4.000 empleados y un presupuesto mayor al de la propia cartera de Agroindustria, y solo para “controlar” los mercados, los precios y la evasión en ellos. La remanida frase: “Loco es aquel que espera resultados distintos haciendo siempre lo mismo”, fue lanzada por alguien nacido a fines del siglo XIX, el científico Albert Einstein. A pesar de la enorme lógica de esta expresión son pocos los que la aplican para entender por qué pasa lo que pasa.
Los dólares no son públicos Los responsables del gobierno no deberían perder de vista que en un contexto de aumentos en los servicios, subas periódicas en los valores de los combustibles (con su consecuente efecto cascada sobre toda la economía a raíz del impacto en el transporte) e inflación desbordada, es imposible que los precios de los alimentos no aumenten en la misma proporción. Pretender lo contrario suena descabellado.
No menos cierto es que tratar de encorsetar los precios por la fuerza, sólo consigue un efecto olla a presión que en algún momento se descontrola y arrasa con todo a su paso, o directamente se va dejando de producir, como ocurrió durante la “Década Ganada”. Todo indica que desde el lado oficial no se sabe o no se pueden manejar las principales variables, pero
FANTASÍAS AJENAS
Es probable que el campo esté a punto de superar los 140 millones de toneladas de cosecha. Es notable cómo a los ojos de muchos el sector resulta bueno para algunas cosas (recaudar, por ejemplo), y malo o inexistente para otras. La sensación de que “una buena cosecha salvará al país” se esgrime desde tiempos inmemoriales. ¿Por qué volver a poner sobre las espaldas del campo semejante responsabilidad cuando ninguno de los otros sectores, ni productivos ni políticos ni comerciales, debe afrontar lo mismo?
insólitamente se pretende que el sector privado, que sufre las consecuencias de esas políticas, absorba los costos para que la economía general se “acomode”. La reflexión viene a cuento porque este desfase conceptual no es privativo del Gobierno sino que se está generalizando en el conjunto de la sociedad. Es moneda corriente considerar al agro como un negocio con beneficio público e inversión privada. Ese desatino ha llevado a consecuencias muy negativas para el país en un
pasado reciente. ¿Cómo se llamaría, si no, al terrible embate mediático y social que viene presionando al campo para que “venda” su cosecha casi en forma inmediata, en la ilusión de tener controlado al dólar? ¿Acaso los privados van a hacer lo mismo con lo que tienen en el colchón? ¿Dónde quedaron aquellos principios constitucionales de propiedad privada y libertad de comercio para comprar y vender a lo largo de todo el territorio argentino? POLÍTICA AGROPECUARIA | COYUNTURA