EL INSÓLITO CASO DE MARIANO CORONADO la soga en casa del ahorcado Corrían los primeros años del siglo XIX cuando por las calles de Valladolid era reconocible, con más frecuencia de la que pudiera imaginarse, el lúgubre sonido de unas campanillas a las que acompañaban reiterativas expresiones vociferadas, a modo de jaculatorias, emitidas por los hombres que las hacían sonar: «Hagan bien para hacer bien por el ánima de este hombre que sacan a ajusticiar». Se trataba de algunos de los trece diputados que la Cofradía de la Sagrada Pasión tenía destinados a este fin, que recorrían los puntos neurálgicos de la ciudad con platos limosneros para llevar a cabo el funeral y enterramiento de los reos ajusticiados públicamente. LA COFRADÍA DE LA SAGRADA PASIÓN Y SU LABOR ASISTENCIAL A LOS CONDENADOS A MUERTE Hay que recordar que entre los cometidos de todas las cofradías históricas vallisoletanas no sólo figuraba la participación en las procesiones de Semana Santa, sino también la dedicación a alguna actividad benéfica como ejercicio de una obra de misericordia. La llevada a cabo por la Cofradía de la Sagrada Pasión era especialmente dura y singular, puesto que se ocupaba de la complicada tarea de ayudar y consolar a los condenados a muerte, preparando y acompañando a los reos para afrontar tal trance con la mayor dignidad posible, desde la celda hasta el mismísimo cadalso. De igual manera, después de la ejecución y tras obtener el permiso de los alcaldes de la Sala del Crimen, la cofradía se ocupaba de amortajar, realizar el funeral y dar al cuerpo cristiano enterramiento en el Humilladero que disponía fuera del Puente Mayor, así como de conseguir ayuda para la desgraciada familia del ajusticiado, para lo cual aquellos trece diputados recorrían las calles pidiendo limosna. Como parte de esta lúgubre actividad, también era costumbre que en el denominado Domingo de San Lázaro la Cofradía de la Sagrada Pasión acudiera al Humilladero para recoger los huesos de los ajusticiados allí enterrados y después depositarlos, tras una procesión que recorría todas las iglesias penitenciales de Valladolid, en una capilla que tenía reservada para este fin en el convento de San Francisco, donde anualmente se celebraba en la dominica de Ramos una función general de ánimas por los difuntos ajusticiados12. La Cofradía de la Sagrada Pasión había sido fundada en 1531 en la parroquia de Santiago por iniciativa de Mateo Fernández, Cosme de Pesquera y Juan de Rojas, párroco, beneficiario y sacristán respectivamente de aquella iglesia. Era, por tanto, la segunda en antigüedad en la ciudad tras la Cofradía de la Santa Vera Cruz, teniendo como finalidad principal la celebración de la Pasión de Cristo, para lo que participaba con disciplinantes en la noche del Viernes Santo y, desde finales del siglo XVI y principios del XVII, en la procesión del Jueves de la Cena. Tras mantener sus primeras reuniones en el Hospital de Ánimas de la parroquia de Santiago y de aprobar su Regla en 1575, la Cofradía de la Sagrada Pasión pudo contar con una iglesia penitencial propia que fue inaugurada en 1581, con el altar presidido por la imagen de Nuestra Señora de la Pasión, talla realizada en torno a 1550 por Francisco Giralte. En 1661 la penitencial, adscrita a la parroquia de San Lorenzo, sería reformada por Felipe Berrojo de Isla y completada en 1672 con una fachada barroca realizada por los maestros Pedro de Exquerra y Antonio de la Iglesia.
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