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Capítulo III: Tercera regla Con la legitimidad garantizó su poder a largo plazo
Alan García Perez
mente un agitador revolucionario.
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En segundo lugar, el discurso tiene características y significación muy específicas. Al lado de la palabra, en el monosílabo o en la interlínea se expresan los descubrimientos de Copémico y Colón, la reconquista, la escritura y sobre todo la revelación religiosa y la salvación. Por cierto, Pizarro no tenía la formación ni el carisma oral de Cortés, quien en muchas ocasiones produjo emotivos e improvisados discursos ante su tropa. Pero el discurso noes solo oral, es también gestual, corporal. Gandhi, ante miles de seguidores permanecía sentado, en silencio, hilaba la rueca y al hacerlo expresaba su desafío al consumo forzoso de tejidos ingleses. Marchó también hacia el mar y recogiendo la sal derribó el monopolio colonial sin un disparo.
El discurso gestual supera muchas veces al de las palabras. Edipo respondió con argumentos y palabras la pregunta de la Esfinge, pero Alejandro, ante el nudo gordiano que le abriría las puertas del Asia, tomó su espada y lo cortó. Pizarro sabía sintetizar las actitudes y expectativas en brevísimos discursos gestuales, uno de ellos es el célebre episodio del trazo en la arena hecho en la Isla del Gallo, señalando muy claramente lo adversativo de la pobreza del norte respecto de la riqueza posible del sur. La escena es inmensa en significado, no solo para los cien soldados presentes o los doce que permanecieron con él. Todos ellos, y quienes los escucharon relatarlo, que fueron miles en Panamá y en Santo Domingo, supieron de la elocuencia del analfabeto. La raya en la arena separaba a Copémico de Tolomeo, al Dios judío de la idolatría, a la historia de todo lo conocido de lo desconocido, a la escritura de la oralidad, en fin, al oro de la pobreza y cómo no, a la gloria de un reino propio respecto de la servidumbre en la gleba extremeña.
Y el discurso gestual se expresa también en la célebre escena de la hostia compartida. Ella no ocurrió en Panamá, como la leyenda trasmite, sino mucho más adelante, cuando Almagro pretendió que el Cusco estaba dentro de su nueva gobernación. Pizarro viajó en solo siete días desde Lima y tras conferenciar con Almagro, comulgaron ambos con una sola hostia ante todos sus soldados en una espectacular ceremonia publicitaria.
La forma discursiva de definición y desafío la repitió en muchas ocasiones, una de ellas en el Valle de La Leche, actual departamento de Lambayeque en el Perú, antes de tomar la decisión de subir la cor-
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Pizarro, el Rey de la Baraja
dillera hacia Cajamarca, mientras otros capitanes le recomendaban continuar hacia el sur, hacia Pachacamac o hacia el Cusco para tomar el oro. Entonces, al igual que en la Isla del Gallo, supo plantear que la ascensión hacia Cajamarca era la ascensión a la riqueza en tanto que, continuar hacia los valles de la costa, era una evasión y una demostración de cobardía. Y tuvo razón. De haber continuado hacia Pachacamac o el Cusco la pasividad de espera de Atahualpa se habría convertido en acción con la confluencia de sus tres ejércitos (Cajamarca, Jauja y Cusco) contra Pizarro, y este, como veremos, requería atacar cuanto antes la cabeza de la estructura, evitando la unión de los tres ejércitos.
Además, su invocación frecuente y motivadora a los soldados es de tipo religiosa llamando al apóstol Santiago, y su oferta a los naturales es servir a la justicia repitiendo en varias ocasiones que está «en camino con la verdad y la justicia para ayudar a quien la tuviese», oferta ciertamente imprecisa pero que tuvo los efectos buscados tanto en algunos atahualpistas como en el propio Huáscar.
La cruz. Un símbolo sintético
Esa legitimidad comunicada en el discurso fue, a su tumo, expresada en un símbolo, lo que es el secreto de las legitimidades perdurables y ese símbolo fue la cruz. Como firme católico, en tanto hijo de una sierva del convento de Coria en Trujillo, Pizarro analfabeto firmó siempre con una cruz hasta que aprendió a dibujar mecánicamente su rúbrica. Además, aparece asociado a Luque y Valverde, al que envió ante Atahualpa llevando en una mano un breviario, no la Biblia y en la otra, una cruz, como instrumento de exorcismo. Llevó, él mismo sobre sus hombros, cuando tenía más de sesenta años una cruz de madera a la cima del cerro San Cristó- , bal de Lima para reponer la que había sido destruida por los naturales durante el sitio de Manco Inca. Y cuando fue asesinado en 1541, los testigos afirman que con la sangre que brotaba de su herida en la garganta intentó hacer una cruz en el suelo y besarla pidiendo a voces la confesión, momento que fue aprovechado por uno de sus asesinos para arrojar contra su cráneo una vasija de cerámica. ¡ Vae Victis!