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ESTADO DE LA CUESTIÓN Y OBJETIVOS

importante de la historia, no solo peruana, sino de toda América Latina y sus mundos indígenas, que es el nombre del doctorado que aspiramos alcanzar con la presente tesis.

ESTADO DE LA CUESTIÓN Y OBJETIVOS

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Para entender el estado de la cuestión debemos dejar establecido que la presente investigación tiene con eje principal los conceptos virreinato y colonia, este es tanto se usan para identificar un segmento o periodo de la historia peruana, sobre lo cual en la historiografía no encontramos un estudio con esta especialidad, vacío que aspiramos a contribuir cubrir. Sin embargo, esto no nos exime, porque además resulta relevante, el estado del arte respecto del contenido de estos conceptos, lo que nos referimos en adelante.

El tema no es nuevo, ya desde mediados del siglo XX, Ricardo Levene (Las Indias No Eran Colonia)publicada en 1951 puso el asunto en discusión. Y terminando el pasado siglo y en los albores del presente, Fernán Altuve-Febres Lores (Los Reinos del Perú. Apuntes sobre la monarquía peruana) publicada en 1996. Sin embargo, no han cubierto todos los ángulos, dado que en ambas obras agotan solamente la visión jurídica y en el caso del segundo, algunos aspectos iconográficos, lo que deja espacios por llenar, principalmente desde el estudio de los dos conceptos en este dilema, que nos lleva a una visión política del tema.

No podemos dejar de mencionar a Guillermo Lohmann Villena con todos sus estudios sobre los tiempos virreinales y su militante actitud de rechazo al vocablo colonia para referirse a esta época. También destacamos los estudios de Margarita Suárez, a pesar de que personaliza el colonialismo como característica particular de la globalización que fija a partir del encuentro de los dos mundos, cuando, para nosotros, es un proceso de todos los tiempos y de todos los espacios. Sin embargo, encontramos meritorio el uso del sujeto histórico Perú inserto en la historia universal, de manera concreta en el ámbito atlántico, además de sus estudios sobre la vida social y económica durante los tiempos

virreinales. No podemos dejar de mencionar que incurre en un uso indistinto de los dos conceptos, tanto en los títulos como en el contenido87 .

El estudio de Fernán Altuve incluye alcances del derecho romano, así como un profundo estudio de naturaleza jurídico-política, resaltando la importancia de la iconografía, que para este autor aporta un “lenguaje emblemático que realza su condición de fuente histórica”88, rescatando con ello el aporte de Ramón Mujica Pinilla y su estudio Ángeles apócrifos en la América Virreinal. 89, a lo que se agregaría posteriormente Arte e identidad: las raíces culturales del barroco peruano y El arte y los sermones, publicados en el libro El Barroco Peruano compartiendo artículos con Pierre Duviols, Teresa Gisbert, Roberto Samanez Argumendo y María Concepción García Saiz90 .

Tanto, el trabajo de Levene como el de Altuve, datan de más de 65 años el primero y más de 25 años el segundo, que evidentemente no se hicieron a la luz de los nuevos aportes sobre la época en cuestión, sobre todo, por la incorporación de fuentes documentales, como testamentos, relaciones, probanzas y otras, así como iconográficas, que datan de los últimos años91 . Consideramos que, si bien, el tema netamente jurídico está bastante tratado en las obras de Altuve y Levene, más no el asunto de la evolución de los conceptos y el análisis del poder y sus relaciones, así como, la relativización con los espacios europeos de su misma temporalidad, conectando la historia peruana en la

87 Suárez Espinosa, Margarita María es autora de: Desafíos transatlánticos: mercaderes, banqueros y el estado en el Perú virreinal, PUCP/IRA/IFEA, Lima, FCE, México, D.F., 2001; Comercio y fraude en el Perú colonial: las estrategias mercantiles de un banquero, IEP/BCRP Fondo Editorial, Lima, 1995;

Las estrategias de un mercader: Juan de la Cueva (1608-1635), Lima: 1985, y otras publicaciones sobre los tiempos virreinales.

88Altuve-Febres, Fernán, Los Reinos del Perú. Apuntes sobre la monarquía peruana, Dupla Editorial, Lima, 2001, 12.

89 Mujica, Ramón, Ángeles apócrifos en la América Virreinal, Fondo de Cultura Económica, Lima 1990. 90 El Banco de Crédito del Perú publicó en el 2002, en su Colección Arte y Tesoros del Perú un extraordinario libro con artículos de los autores mencionados, muy bien ilustrados con imágenes de las mejores expresiones artísticas virreinales. 91 Basta con mencionar que cuando apareció la recopilación de los dibujos de Murúa, efectuada por Juan

Ossio y publicada en el 2005, Fernán Altuve no pudo tenerla en consideración. Las representaciones de Murúa sirven, como en general la iconografía de la época, para establecer los privilegios de varios referentes del poder que se aprecian en las pinturas, grabados, dibujos y otras expresiones iconográficas de la época.

historia de la Monarquía católica y en la historia de la humanidad. Tampoco en cuanto al uso adecuado del concepto para categorizar un segmento de la historia lineal del sujeto histórico Perú. Estos son los temas que aún están pendientes.

Cuando desarrollamos nuestra tesis de maestría, a la que ya hemos hecho referencia, tuvimos la oportunidad de participar en el III Congreso de Iberconceptos, realizado en la ciudad de Montevideo, invitado por su organizador Javier Fernández Sebastián, tomando contacto con ilustres historiadores cuya visión resultaba cercana a la nuestra. Así constatamos el trabajo que ha realizado Francisco Ortega Martínez sobre el tema, que contiene una visión netamente conceptual, cuyos aportes hemos recogido y más adelante utilizaremos. Otra publicación importante de este mismo autor es Colonia, nación y monarquía. El concepto de colonia y la cultura política de la Independencia en La Cuestión Colonial, editado por Heraclio Bonilla92 . También tenemos el trabajo de Enrique Tandeter Sobre el análisis de la denominación colonial que propone en cuestión el concepto de explotación colonial desde una mirada política y otra económica93 .

Lempérière frontalmente se opone al uso de las voces “colonia” y “colonial” que las coloca como una de las formas como se cosifican los conceptos, desconociendo el “carácter construido de las nociones y su utilización como categoría no-pensada y autóctonas en el campo de una disciplina”94, aplicando a épocas distintas en un extenso periodo con las mismas categorías, olvidándose de que los conceptos y las categorías no son eternas, sino fruto de un proceso histórico. En otra crítica señala que la mayoría de los historiadores al estudiar sistemas de trabajo, economía y fiscalidad: “sienten la necesidad de añadir el calificativo coloniala cualquier descripción”, de tal manera que se da el supuesto o hipótesis planteada en el sentido de que su uso es discrecional.

“En lo que destaca y que vemos en los historiadores peruanos una debilidad por asemejarse a la historiografía norteamericana que está fecundada por las

92 Bonilla Heraclio, La cuestión Colonial, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2011. 93Ortega, Francisco, Colonia, Nación y Monarquía, 109. 94 Lempérière, Annick, “El paradigma colonial en la historiografía latinoamericanista”, en ISTOR, Revista de Historia Internacional, año v, número 19, invierno de 2004, CIDE, México, 107-108.

llamadas trece colonias inglesas, por su propia historia colonial, sin advertir que estamos ante realidades totalmente diferentes.

Da otros argumentos, que no vamos a repetir, sino a recomendar su lectura, salvo una última cita que abona nuestra hipótesis de Todos reino o todos colonia: “La profunda injusticia de la colonización como dominación no negociada sobre pueblos extranjeros autóctonos no apareció –no sólo en Europa sino también en el mundo entero- hasta después de la elaboración de una serie de conceptos y principios enteramente nuevos respecto de lo que se concebía como la justicia y el derecho en las relaciones entre las comunidades humanas y dentro de ellas: igualdad de los individuos en elestado natural y ante las leyes civiles, derechos del hombre y del ciudadano, soberanía de los pueblos y de las naciones, derecho de los pueblos a su autodeterminación”95 .

Ahora bien, parte de los planteamientos de cualquier historia de conceptos comprende corregir los anacronismos con los cuales los sujetos del presente se acercan al pasado. Es común que los conceptos y categorías del pasado sean estudiados con los elementos de nuestro tiempo, como bien señala David Lowenthal, geógrafo e historiador, profesor de estas materias en la Universidad de Berkeley, en el University College de Londres y otros centros de mucha importancia y autor de El pasado es un país extraño, unasuerte de tratado sobre la percepción que el hombre tiene de su pasado, y coincidiendo con la escuela conceptual, cómo el pasado incide en el presente. Este trabajo lo hizo utilizando una serie de disciplinas que estudian el pasado de la humanidad, como la historia, la geografía, la antropología, la arqueología, la filosofía, la sicología y otras que se interesan en el tema. De allí recogemos:

“a lo largo de la mayor parte de la historia los hombres apenas han diferenciado el pasado del presente, e incluso se han referido a acontecimientos remotos, si lo han hecho, como si estuvieran ocurriendo”96 .

95 Ibíd., 116. 96 Nieto Soria, José Manuel, Medioevo Constitucional. Historia y mito político en los orígenes de la

España contemporánea, 1750-1814, 5.

Por ejemplo, entre las décadas de 1950 a 1980, estudios de tipo económico o estructural, influyeron en la historiografía peruana de la segunda mitad del siglo XX, aplicando, como lo hemos adelantado, categorías marxistas o estructuralistas que datan de marcos teóricos elaborados en el siglo XIX y XX a realidades históricas bastante anteriores.

Hemos percibido esta tendencia en Maurice Godelier, que amplia tanto el campo semántico del concepto colonización al extremo de incorporar todo significado que implique pérdida de soberanía. Le da absolutamente lo mismo si el objeto del proceso colonizador es expansión en territorio inhabitado y con la finalidad de incorporar nuevas tierras, con una conquista o cualquier otra forma de ocupación. Podemos decir que resulta hasta inaudito que aplique las experiencias del proceso de ocupación australiana (al que llama poder colonial) en Nueva Guinea ocurridos en el siglo XX como el de Nueva Guinea como elementos para categorizar la relación de América con España en los siglos XVI y siguientes hasta la Independencia. Una cita: “Qué es entonces colonizar: Es expropiar a los grupos locales, territoriales, tribus u otras comunidades que existen en un territorio y abolir su soberanía en un momento”.Esto sólo es posible en una visión estructuralista y anacrónica97 .

Felizmente, esta corriente historiográfica, que toma conceptos del presente para analizar el pasado, va dejando campo a esta nueva tendencia de estudiar la historia de los conceptos. Sin embargo, el aspecto de la evolución conceptual no es el único vacío, sino otro que no ha sido debidamente analizado, como elemento para determinar si pasamos por un virreinato o por una colonia, y nos referimos al poder y las relaciones que se generaron en torno a éste, lo cual hemos entendido a partir de las ideas de Michael Mann en su obra Las cuatro fuentes del Poder: Ideológico, político, económico y militar98 .

97Godelier, Maurice, “Colonialismo, cultura y política”, en Bonilla, Heraclio, ed. La cuestión colonial, 420.

98 Mann, Michael, Las Fuentes del Poder, Alianza Editorial, Madrid, 1997.

Sería injusto si no mencionáramos a Sebastián Lorente, o si sólo lo consideráramos como referente posterior al marco temporal que tratamos99, en virtud que su obra Historia de la Civilización Peruana (1879:314-316) toca en alguna forma los conceptos históricos fundamentales del Perú. Cuando entra a una división por épocas netamente políticas señala:

“la historia del Perú aparece naturalmente dividida en seis períodos: la época de los curacas, la de los Incas, la de la Conquista, la de los virreyes, la de la emancipación y la de la República”100 .

No se trata de un tema de vocablo, sustantivo o concepto, para aplicarlo a un periodo temporal del sujeto histórico Perú, sino de la impertinencia de usar el concepto colonia para la relación referida, porque es inapropiada en el tiempo, ya que el proceso de colonización de América y de manera particular de Los Andes, empezó varios miles de años antes de la llegada del hombre europeo, continuó con él y sus descendencias, mestizos y puros, y continúa aún. Colonización es poblamiento, que sólo es posible con el dominio sobre suelos y aguas, a partir de lo cual nacen los asentamientos humanos, que luego podrán dar a lugar a civilizaciones y sociedades complejas, iniciando la colonización física que casi nunca es estática, sino que en eltiempo va incorporando nuevas gentes, sea cual fuera la naturaleza de esa incorporación, que van introduciendo nuevas formas humanas de convivencia.

99 Sebastián Lorente: “Pedagogo e historiador español n. en Murcia (1813 – 1884). Desterrado de España por sus ideas liberales, se radicó en el Perú, y en Lima dirigió el Colegio de Guadalupe; fue también decano de la facultad de Filosofía y letras de la Univ. de San Marcos y se dedicó fundamentalmente a los estudios históricos. Autor de Historia del Perú bajo la dinastía austriaca (2vol. 1542- 1598 y 1598 –1700) e Historia del Perú desde la proclamación de la Independencia (1821 – 1827)”. Diccionario enciclopédico U.T.E.H.A, 1964, 6: 1185-1186. También del mismo autor son los libros Historia de la

Civilización Peruana (1879) e Historia del Perú bajo los Borbones. Para mayores referencias biográficas ver Diccionario Enciclopédico del Perú, II, 1955. 254. 100 Thurner, Mark, “Una historia peruana para el pueblo peruano. De la genealogía fundacional de Sebastián

Lorente”, en Thurner, Mark, comp., Escritos fundacionales de historia peruana, Fondo Editorial de la

UNMSM, Lima, 2005, 15.

Y por otro lado, tampoco espacialmente es correcto, ya que homologa todos los espacios del continente americano en una temporalidad dada, donde por cierto, las estructuras políticas, sociales, económicas, culturales y religiosas, que existieron con anterioridad al siglo XVI, en espacios como Los Andes o México, no pueden compararse con las nulas o poco significativas en términos políticos, en otros espacios, como el Caribe, la Norteamérica de Nueva Francia y otros lugares similares. Este aspecto lo resalta Von Ranke:

“La diferencia de carácter más general entre las poblaciones indígenas con que los españoles se encontraron al llegar al otro hemisferio consistía en que mientras unas se gobernaban por instituciones semejantes al estado, otras vivían entregadas al más completo salvajismo. Sería extraordinariamente interesante desde el punto de vista de la historia antigua saber cómo las primeras llegaron a adquirir aquella organización, pero difícilmente podrá averiguarse nunca; el hecho es que tal organización existía cuando llegaron a aquellas tierras españoles, y este hecho tuvo su importancia para la humanidad e incluso para los nuevos derroteros de ésta”101 .

Por ello atribuir la categorización colonia no responde a una caracterización histórica, sino proveniente de otras disciplinas, que por razones metodológicas homologan los espacios y los tiempos, que la gran mayoría de los historiadores más se han acercado y hasta mimetizado con la antropología y la sociología, abandonando a otras como la ciencia política y el derecho. No es una vuelta al hispanismo como mal se juzga

101 Von Ranke, Leopold, Pueblos y estados en la historia moderna, Fondo de Cultura Económica, México, 1948, 346. Von Ranke considera que por las características de la organización política de los espacios americanos organizados como verdaderos estados, fue que los españoles lograron “extenderse con tanta rapidez y de un modo tan brillante como lo hicieron. Sus éxitos se debieron en gran parte a la existencia de estados de una cultura bastante desarrollada y regidos por poderosos jefes que concentraron en sus manos la resistencia al invasor, pero sin estar en condiciones de contrarrestar las fuerzas militares reunidas contra ellos por España”. La obediencia que rodeaba a los príncipes indígenas, el orden implantado por ellos y sus antecesores allanaron el camino a la dominación del rey de España. La adoración tributada a los incas fue el mejor preámbulo para la gran autoridad impuesta más tarde por el rey de Castilla. El poder político y religioso formaban en el Perú una unión más estrecha todavía que en España”.

a quienes defienden tesis similares, sino es regresar a estas dos materias que acabo de mencionar, para apreciarlas desde el derecho y la política, lo que para unos podría ser una deformación, pero para otros una virtud de conocer las leyes y las relaciones de poder como la política, que permite darle otra interpretación, en adición a las existentes, al periodo histórico de presencia de la Monarquía católica en Los Andes en especial y en América en lo general, y no caer en la incongruencia de usar varias categorías para una misma historia lineal de un sujeto histórico, donde considero que el factor ideológico ha gravitado, tanto en el siglo XIX para legitimar la ruptura y el proceso nacionalista y republicano y en el XX con las nuevas visiones estructuralistas y marxistas.

Nos sentimos parte de una revaloración de la historia política, tan despreciada y hasta rechazada en el siglo pasado, especialmente por la historiografía de los Annales, como lo señala Roberto J. López, evidenciándolo con un texto de Jacques Julliard, que afirmó: “La historia política es psicológica e ignora los condicionamientos; es elitista, incluso biográfica, e ignora la sociedad global y las masas que la componen …”, y continúa con una serie de críticas, contra lo cual felizmente la historiografía modernista ha morigerado la distancia de la historia política y “los campos más desarrollados de la historiografía”102.Y otro texto: “La historia política ha sido sin duda uno de los campos de investigación modernistas que más se benefició de los procesos de renovación historiográfica que sucedieron desde los años sesenta y comienzos de los setenta del siglo pasado”103 .

El uso de este concepto por un gran parte de la historiografía tiene sus raíces en el nacionalismo que se impregnó en todo el siglo XIX, como forma especial de relievar el presente temporal sobre el pasado inmediato, mayormente la impronta independentista estuvo presente, desde la letra misma del himno patrio. Se denota un afán de formar una memoria histórica respecto del proceso de separación y creación de la nación peruana como unidad política autónoma.

102 López, Roberto J., “Política y Religión: La imagen de los reyes y de la monarquía en Galicia en el siglo

XVIII”, en La Corte en Europa: Política y Religión (Siglos XVI-XVIII), Ediciones Polifemo, Madrid, 2012, II: 841-872.

103 Ibíd., 841.

Sin embargo, con el correr del siglo XIX esa impronta se va diluyendo y empieza a levantarse ese pasado virreinal, corriente que continúa hasta las primeras décadas del siglo XX, cuyos autores son tildados de hispanistas, pasando al centro del debate, que no llega a resolverse en uno o en otro sentido, porque a partir de la cuarta década del siglo XX, con la influencia de la Escuela de los Annales en la historiografía, incorpora a las otras ciencias sociales, en especial la antropología y la sociología y por cierto la economía, dejando postergadas a las ciencias jurídicas y políticas que habían sido sus pilares en el estudio del poder, desde cuya perspectiva, principalmente de la primera, no cabe duda que el Perú de aquel tiempo era un reino o virreinato.

La fuente jurídica no admite duda, como bien lo expuso Ricardo Levene en su Las Indias no eran Colonias, que no se trata de un génesis interpretativo, ni de un adanismo jurídico, sino el fruto del trabajo de muchos juristas que en ese sentido siempre definieron de esta manera a las Indias en general. Bebe de las fuentes jurídicas de Alfonso García Gallo: La Constitución Política de las Indias Españolas; de Juan Manzano, La incorporación de las Indias a la corona de Castilla; de Rafael Altamira, Penetración del derecho castellano en la legislación indiana, y de los pensadores de los siglos XVI al XVIII, de los que nos ocuparemos más adelante.

El debate de aquel tiempo es fuerte pero no tuvo desenlace como ya lo dijimos. Los colonialistas reaccionaron furibundamente, pero no desde el lado del derecho, sino justamente desde el lado de las ciencias sociales, basándose en la organización social y económica, en los elementos de dominio y sojuzgamiento y en la injusticias cual lascasistas, haciendo anacronías, a lo que se sumó la fuerte influencia del marxismo en la ciencias sociales, sin embargo, estos mismos elementos no los aplicaban a las realidades europeas, porque de esa forma todos resultaban colonias, empezando por Castilla y muy de cerca Aragón y los principales reinos peninsulares, algunos de ellos sometidos a sangre y fuego y aun latentes por independizarse.

Todo ello producto de una visión centralista y segmentada, sin embargo, hay que rescatar que dejando el nacionalismo, apareció una historiografía posnacionalista, que cuestionaba los procesos republicanos, entre ellos la propia independencia, pero lejos de ahuyentarse del concepto colonia lo afirmaron más, pero con la salvedad que van volviendo las ciencias políticas, de la que no pueden apartarse las perspectivas económicas, y es justamente quienes desde esa disciplina llaman a la guerra de independencia como una guerra civil, que si bien mejora la visión histórica sólo ve los lazos de dominio para dentro y no holísticamente, que afectaba a todo el mundo occidental. Bajo esta mirada Heraclio Bonilla y Karen Spalding, le dan una visión económica y política, en este último aspecto, para determinar que no era una guerra entre estados, ni entre naciones, ni entre reyes o casas reales, sino una guerra civil entre los mismos americanos.

Llega el momento cuando ya no es solamente el nacionalismo, ni tampoco las ciencias sociales y entramos al siglo XXI, en que ya no vale el chantaje de acusar de hispanista ni renegado de raza o clase, y surge una generación que recupera a las ciencias jurídicas y políticas para el análisis, integrada por Fernán Altuve Febres y Rafael Sánchez Concha en Perú, Francisco Ortega y Natalia Silva en Colombia, Thanks en México, Míguez en Argentina, que va poblando la historiografía de mejores aplicaciones conceptuales y no dejándose llevar por la marea marxista ni por la de los Annales, que también relacionada con el antropologismo como Anick Lampèriere, van dando ponderación al tema y se preguntan si este concepto colonia es el aplicable, y responden, y finalmente se tiene personajes como Elliott que critica fuertemente a los colonialistas, Pablo Macera, quien tiene que aceptar que debe usarse virreinato colonial y Míguez, con quien concordamos en que los españoles liberales fueron los más interesados en que España se independice de América y no viceversa.

Finalmente, en abril de 2016 apareció el libro de Gonzalo Lamama Dominación sin dominio El encuentro inca-español en el Perú Colonial Temprano104, en el que cuestionala interpretación tradicional que nos ha llegado sobre la Conquista del denominado Imperio Incaico, sobre lo cual no nos vamos a referir in extenso, debido a

104 Lamama, Gonzalo Dominación sin dominio. El encuentro inca-español en el Perú Colonial Temprano.

IFEA/Centro Bartolomé De las Casas, Cusco, 2016.

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