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RAÚL PORRAS BARRENECHEA (1897-1960
RAÚL PORRAS BARRENECHEA (1897-1960)
Como ya mencionamos, Porras no nos ha dejado un tratado general de la historia peruana, pero si una revisión historiográfica en Mito, Tradición e historia del Perú, publicado en 1951, cuyo texto de la segunda edición en 1969 nos sirve para comprobar que el maestro usa la voz colonia para referirse a los tiempos hispanos en América. Así consignará “etapa colonia” (74), “época colonial” (80), “historia colonial” (pp. 81, 82, 82, 84, 84, 86 ), “archivos coloniales” (85), “bibliografía colonial” (85), “episodios característicos de la Colonia y de la República” (85), “Garcilaso hombre de la colonia” (86), “medioevo peruano colonial” (86), “régimen colonial” (89), “en la que colaboraron (se refiere a la Revista Peruana) juntos la mayor parte de los colonialistas de la época: Mendiburu, Palma, Lorente, …” (89), “sociedad colonial” (90), “sociología colonial” (92), “historia colonial inmediata (103), “nación colonizadora (refiriendo a España) (91)”.
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No obstante, hay dos oportunidades en que usa el concepto virreinato:“Sin embargo de estas opiniones extremas, el análisis de las leyes y de las costumbres españolas del Virreinato …” (91) “Lima se convirtió durante el Virreinato en la capital política y cultural de América” (104). Notamos que para Porras prima el sentido sociológico y etnográfico, como capa semántica temporal de la época, que el mismo señala al hacer su crítica al pensamiento de Javier Prado (90-92), expresado en su discurso de 1894 titulado Estado Social del Perú durante la dominaciónespañola, que para Porras “significó una revisión de las instituciones sociales del Virreinato a la luz de las nuevas corrientes
históricas y sociológicas” (90). Presumimos que Porras no tenía el menor interés en confrontar y que el uso conceptual no fue su preocupación.
No queremos dejar el tema sólo en el lenguaje, porque a Porras hay que apreciarlo en varios otros aspectos sobre la peruanidad, y de manera especial, sus críticas a los historiadores del siglo XIX y XX, así como respecto a la visión lineal y general de la historia peruana. Si bien cuando hemos tratado a los pensadores anteriores hemos citado a Porras, aquí queremos extendernos. Para él, en los primeros años, desde la
Independencia, la historia “no se escribe, sino que se hace y se vive”. (73), así como, otra mención que realiza es en cuanto a la ideología criolla de esos años, que hemos llamado posvirreinales es “renegar de España y de sus años de dominación en América” (74), de lo que se desprende la confrontación con el periodo anterior y que axiológicamente es infravalorado para legitimar el nuevo tiempo republicano, por lo que no cabe mejor término que degradar esa temporalidad al nivel colonial y no de reino, ya que el primero legitima el proceso separatista, haciendo parangón con una Edad Media americana (75).
Siguiendo los tiempos, para mediados del siglo XIX ya hay una modulación de ese sentimiento antihispano, con Bartolomé Herrera y Sebastián Lorente, en este último representando la necesidad de generar una historia general que sirviera a los propósitos educadores, considerándolo como el pionero de ese esfuerzo. (80) Para el inicio del siglo XX señala la presencia de la inspiración de sociólogos contemporáneos en el trabajo de Víctor Andrés Belaunde El Perú Antiguo y los modernos sociólogos, con clara “aplicación de las nuevas teorías y experiencias sociológicas a las instituciones del Imperio Incaico” (93,94), lo que en el fondo nos indica es la aparición de esta tendencia a utilizar elementos sociológicos al pasado, ese anacronismo que en la segunda parte del siglo XX dominaría la historiografía.
Para Porras, hasta la publicación indicada (1959) “no hay una sola historia del Perú que comprenda las tres grandes épocas de nuestro pasado con una visión panorámica”. En otras palabras, no se habría escrito la historia del sujeto histórico Perú, como una unidad conceptual. En nuestros tiempos, y hablo del siglo XX, sabemos que este dilema entre virreinato y colonia tiene entre sus componentes una carga ideológica, axiológica y hasta política, por ello queremos terminar este análisis de Porras resaltando un párrafo de una obra suya con cuyo contenido nos identificamos:
“Pero la labor cardinal es la de unificar el criterio de nuestros historiadores en
la interpretación del pasado peruano, haciendo desaparecer de ella todas las tendencias disociadoras que impliquen parcialidad o exclusivismo, con un amplio sentido de comprensión y tolerancia, de aceptación de todos los legados anímicos y culturales de nuestra historia, sin prevenciones ni resentimientos, sin espíritu cantoral, con ese sentido unitario que preside toda la historia del Perú desde la época incaica, en que los dioses de los pueblos