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Julio Villanueva Sotomayor
¿Por qué la naturaleza se enfurece? ¿Qué pasó el 31 de mayo de 1970?
Julio R. Villanueva Sotomayor 1
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La relación hombre – naturaleza
La convivencia entre el hombre y la naturaleza no ha sido, no es y no será de total tranquilidad y armonía. Muchos episodios demuestran que hay momentos de tensión, de desacuerdo e incomprensión. La naturaleza muestra su carácter y el hombre también.
Lo dicho explica que estemos en la tercera etapa de la evolución del hombre, luego de la extinción de los neandertales y los cro-magnones, pero es el hombre actual (sapienssapiens) el que con mayor vehemencia e irresponsabilidad ha respondido a los retos de su medio ambiente, practicando unas nefastas actitudes que, entre cosas, ha originado el efecto invernadero y el cambio climático.
A la naturaleza le debemos mucho, pero hay manifestaciones de ella que ocasionan verdaderas catástrofes que el hombre no ha estado, no está ni estará en condiciones de mitigarlas totalmente, porque pertenecen a la “naturaleza de la naturaleza”, a su esencia, su estructura, a su dinámica y su modo de ser.
La furia de los dioses
Ante la presencia de catástrofes, los humanos del pasado se hacían muchas preguntas, averiguando principalmente el origen de terremotos, maremotos, tsunamis, aluviones, aludes, huracanes, tifones, huaicos, llocllas, tempestades, etc. Los teólogos responsabilizaban al poder divino todas esas desgracias, con el agregado que era un castigo por indebidos comportamientos. Esta santa palabra fue dogma en muchos pasajes de la historia humana
1 Julio Rolando Villanueva Sotomayor. Es profesor de historia, geografía y literatura; ; obtenidos en la Escuela Normal Superior Enrique Guzmán y Valle y en la UNMSM. Con estudios de doctorado en Educación en la PUCP. Ha publicado más de 80 títulos entre textos escolares, cultura general, ensayos, novela, cuentos y poemarios.
1970 La hecatombe de Áncash 15
y al que la contradecía lo tildaban de hereje y era vilipendiado por la sociedad y sancionado severamente por los tribunales.
En la antigua Grecia creían que era obra del dios Poseidón, quien, decían: “Cuando quiere castigarnos golpea muy fuerte el suelo con su tridente”. No había flagelo natural que no se le atribuyera a él. En la Roma italiana o en la Roma imperial era el dios Neptuno (Poseidón redivivo) el que se portaba de esa manera. Los hijos de todos los dioses, la estirpe sagrada, creía y hacía creer al pueblo que esa divinidad era poderosa y castigadora.
Dios Neptuno (Poseidón), en bronce.
En nuestros Andes, desde Chavín hasta el Tahuantisuyo, reinaba Wiracocha, el dios supremo, hacedor de todo lo que existe y con potestad para dar y quitar. En sus manos siempre portaba unas waracas y las usaba para castigar con ferocidad al que le viniera en gana. Al final, hizo un pacto con el dios Inti, dúo bipolar, con muestras benevolentes, muchas veces, y malevolentes, en otras ocasiones.
Dios Wiracocha, tal como aparece en la Portada del sol (Tiahuanaco).
Pero, en todas las épocas de autonomía andina fue el dios Pachacámac el dueño de la naturaleza por tener el poder de administrar la energía telúrica, la que, de acuerdo a su voluntad, estaba dormida cuando quería, o despierta, con toda su brutalidad, cuando se trataba de mortificar a los mortales. Primero lo hizo desde la tierra y luego desde el mar, pero su hegemonía se mantuvo en todos los tiempos del Ande, hasta que el conquistador Gonzalo Pizarro lo destruyó en el año 1533. Pachacámac fue el hacedor y dador de terremotos y maremotos. En cambio, Mama Nina era diosa únicamente de fuegos y volcanes.
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Ídolo de Pachacámac esculpida en madera.
Otros dioses andinos tuvieron una vida temporal, como los casos de Rímac y Chaclla que dominaban la costa central andina. En una de esas épocas, sus súbditos se quejaron de una feroz sequía. Entonces Rímac, para dar agua a sus hijos, se convirtió en río, y Chaclla, con el mismo
objetivo, se transformó en intensa lluvia. Ambos, dejaron de tener categoría divina.
Wakon o Kon era hermano de Pachacámac. Tuvo desavenencias con él porque veía que Pachacámac era muy cruel con los niños a quienes odiaba y maltrataba con una serie de enfermedades. Kon protestó y el poderoso monarca de cielo y tierra lo expulsó. Kon se fue a las cordilleras y mostró su desagrado por esa medida transportando todas las aguas y convirtiendo en desierto a la costa.
Las especulaciones y los dogmas
Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.) en su obra: Meteorológica, fue uno de los primeros en tratar de explicar por qué se producían los temblores. Decía que en el interior de la capa superficial de la tierra existía movimientos envolventes de grandes masas llenas de gas, de aire caliente, la que era generada por la humedad que se filtraba en el subsuelo debido a la incesante descarga de las aguas de los ríos. Esos “vientos subterráneos” –como decía él- pugnaban por moverse como cualquier vapor y presionaban hacía arriba, hacía abajo y a los laterales, originando una fuerza endógena que soltaba energía y creaba los temblores.
Esta creencia duró muchos siglos, a tal extremo que en la España del año 1779 varios científicos propusieron hacer unos gigantescos pozos para extraer ese lodo caliente, liberar la energía y que no se produzcan los “vientos subterráneos”.
En el año 1665, un jesuita alemán, Atanasius Kircher (1602-1680) publicó su libro: Mundos subterráneos, donde manifiesta que en el interior de la tierra hay fuego producto de la existencia de elementos como el azufre, carbón de toda clase y petróleo, que se inflama y produce combustión, la que sale por cualquier hendidura para originar los volcanes.
Los dogmas de la Edad Media formaron un muro de contención contra las especulaciones filosóficas y los descubrimientos científicos. Por mucho tiempo la iglesia cerró sus puertas al razonamiento y determinó que todo lo que “pasa en la naturaleza es obra de Dios”, de tal manera que donde había un terremoto u otro fenómeno y se producía el
desastre era por “castigo divino”. San Emigdio (s.V), pináculo de esta creencia, dice: “Todo se hace con la omnipresencia de Dios”. Pero, como dice Albert Einstein: "La ciencia sin religión está coja y la religión sin ciencia está ciega", los jerarcas de las religiones fueron aceptando a regañadientes la verdad científica, pero, siempre afirmando que es el “soplo divino” el que en última instancia permite la realización de un hecho natural, incluido su furia y destrucción.
Por otra parte, los astrólogos vinculaban y todavía vinculan la furia de la naturaleza a lo que ocurre entre la Tierra y los astros, cuya posición, forma, color, tamaño y otras características “influyen” -afirman ellospoderosamente en la secuencia de desastres naturales. La aparición, por ejemplo, de un cometa en el espacio es motivo para explicar un terremoto o un tsunami. El calendario del zodiaco determina el destino de cada hombre. Los eclipses son aviso de malos momentos para la humanidad.
La deriva de los continentes
No fue sino hasta el año 1915 en que la luz de la verdad científica apareció ante los ojos de los hombres. El meteorólogo y geofísico alemán Alfred Wegener (1880-1930), publicó la primera versión de su libro: El origen de los continentes y océanos. Él plantea que hace millones de años había solo una sola tierra, la Pangea, “toda la Tierra”. Ésta se fracturó y los gigantescos trozos de tierra fueron desplazandose, unos al Oeste y otros al Este. Luego de un larguísimo proceso geológico dichos bloques han configurado los actuales continentes.
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Las pruebas de esta teoría de la “deriva de los continentes” son las siguientes:
- El delineado de los extremos de los continentes actuales coinciden entre sí. Por ejemplo, el litoral de la costa oriental de América del Sur
encaja con la figura del litoral occidental de África. La apariencia geográfica de los bordes continentales es como un rompecabezas que se puede armar fácilmente.
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Entre el viejo y nuevo continente, al fondo del océano, las huellas de la fractura de los continentes.
- La edad de las rocas entre un continente y los otros coincide en el tiempo, se han originado en la misma era geológica. De tal manera que una roca granítica de Europa es de la misma edad que otra de Norteamérica.
- El estudio de las rocas sedimentarias ha determinado que el proceso de su formación se produjo en las mismas situaciones climáticas, lo que significa que se realizaron cuando uno y otro trozo de la Tierra estaban juntos. Ahora, están separados por inmensos mares y enormes distancias.
Zonas de América del sur y África donde se han encontrado rocas de la misma estructura y edad geológica.
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- Los animales y vegetales tuvieron un origen común y prueba de ello es que Wegener y sus seguidores han encontrado fósiles, por ejemplo, del mamut, en varios continentes, lo que significa que esa especie se desplazó junto a su continente, habiendo tenido un origen común.
Tectónica de placas
En el año 1960 se difunde la teoría de la tectónica de placas por un equipo de científicos dirigido por Roberto Dietz (geólogo norteamericano, 1914 -1995), que sostiene que la litosfera, la parte rígida y superficial de la tierra, se desplaza gracias a factores o fuerzas endógenas producidas en el manto terrestre de la astenosfera, que es fluido.
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Mapa de las placas tectónicas y del Cinturón de fuego del Pacífico.
Las placas tectónicas, emergentes desde el talud marítimo, desde el fondo de los océanos, se desplazan en sentido contrario a las placas continentales, se introducen en sus bases, y en esa situación hay presiones encontradas de gran magnitud.
Puede llegar un momento que en las zonas de subducción se produzca fricciones, choques, deslizamiento de rocas muy grandes o vacíos de convergencia lo que motiva una gran liberación de energía y la formación de epicentros e hipocentros. La situación es todavía es más inestable cuando hay fallas o fosas marinas.
La placa de Nazca, por ejemplo, se desplaza de Oeste a Este y la placa sudamericana, de Este a Oeste. Todo el fondo del Pacifico que limita con el litoral, en Sudamérica está plagada de fosas. En el caso del Perú las fosas del Callao y Chimbote tienen una profundidad de más de 6 mil metros debajo del nivel del mar, lo que da más posibilidades a la
fricción entre ambas placas y, por consiguiente, a ser el origen de terremotos y maremotos.
La deriva de los continentes se debería, porque todavía no hay una explicación científica convalidada, a que el polo magnético de la Tierra va cambiando de lugar, de tal manera que el Norte no ha sido lo que es ahora y no será el Norte del futuro. Ha habido épocas geológicas en que el Sur de ahora era el Norte y el Norte de ahora fue el Sur, toda una vuelta completa, de 360 grados.
Placa de Nazca y Placa sudamericana moviéndose en direcciones opuestas.
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El polo magnético no solamente depende de las fuerzas o presiones de la Tierra sino también de las que rigen el sistema solar y el universo, de tal manera que es poderosísimo. Ese polo magnético, como si fuese un gigantesco imán, atrae a las rocas imantadas y éstas hacen que haya un gran dinamismo en el interior de la Tierra, moviéndola siempre al Norte.
El vulcanismo
Los volcanes son otro factor de inestabilidad en la superficie terrestre y el Perú está ubicado en el Anillo o Cinturón de fuego del Pacífico, donde las cordilleras o sistemas de montañas son continuadas y albergan a más de 400 volcanes.
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Zona de subducción y vulcanismo.
En el Perú hay muchos, pero los activos son 13: Sabancaya, Coropuna, Ampato, Chachani y Misti en Arequipa; Ubinas, Ticsani, Huaynaputina en Moquegua; Tutupaca, Yuamane, Purupuruni y Casiri en Tacna; y Sara Sara en Ayacucho.
La parte sur oriental del Perú, por la abundancia de volcanes, forma un arco volcánico y a ese sector de se llama cordillera Volcánica.
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Erupción del volcán Sabancaya.
El 22 de diciembre de 2011 salió una noticia en los periódicos de la capital con declaraciones del alcalde de Yauya, provincia Fermín Fitzcarrald, donde informaba que había en ese lugar emanaciones de gases tóxicos y humo, “posiblemente era un volcán”. Luego de las investigaciones correspondientes, el Instituto geofísico del Perú concluyó que no era un volcán y manifestó que en esa parte del país y en toda la zona central y norte del Perú era imposible que haya volcanes.
En general, la fricción de placas, los volcanes, el choque de asteroides en la superficie de la Tierra y las detonaciones subterráneas son las causas de los terremotos, sismos o seísmos.
¿Cómo se miden los terremotos?
Los movimientos telúricos se miden con unos aparatos que se llaman sismógrafos, mediante los cuales se determina el foco o hipocentro, lugar donde se origina el terremoto, y el epicentro, sitio en la superficie y que está en un punto perpendicular a aquel.
Un terremoto se mide por su magnitud. Hay micro terremotos, de apenas 3,0 de magnitud, “poco o nada” en intensidad ni en daños, pero los límites altos son cuando la escala sube a 7,0 o a 7,9 magnitud, es un terremoto mayor, donde el daño es “pesado, generalizado”, tal como lo llaman los geofísicos. El gran terremoto supera los 8,0 de magnitud, con un “tremendo daño”. El terremoto de Áncash del 31 de mayo de 1970 fue un terremoto mayor, de 7,9 en la escala magnitud de momento.
La medición del terremoto y sus consecuencias fue determinada gracias a las investigaciones científicas de Charles Francis Richter (Estados Unidos, 1900-1985), un físico del Instituto de Tecnología de California, quien había hecho observaciones de los temblores que se daban en esa zona y propuso que se manejara una escala local de dichos movimientos sísmicos, cuantificando la liberación de la energía, entre los 2,0 y 6,9 de magnitud, y los 0 a 400 km de profundidad.
De tal manera que en esa escala no se miden los terremotos por encima de los 7,0 de magnitud.
Para ello, Thomas C. Hanks, norteamericano, e Hiro Kamamori, japonés, propusieron el manejo de la intensidad de los sismos mediante la “escala de magnitud de momento”, que va hasta los 10,0, escala a la que no ha llegado todavía ningún terremoto en toda la historia de la humanidad.
El terremoto de Valdivia (Chile) del 22 de mayo de 1970 llegó hasta los 9,5 de magnitud de momento, siendo la intensidad más fuerte conocida hasta el día de hoy, con una fuerza equivalente a 290 millones de TNT.
El terremoto de Áncash tuvo 7,9 magnitud de momento, y liberó una energía de 5 850 000 de TNT.
La de Pisco, el 15 de agosto de 2007 fue superior, con 8,0 magnitud de momento y la liberación de energía de 10 120 000 TNT.
Situación del Perú
El Perú, ubicado en la parte occidental de América del Sur, está amenazado por tres factores.
1. Es integrante del Anillo o Cinturón de fuego del Pacífico, ya que la cordillera de los Andes es parte de una cadena de montañas que se ha formado en los bordes del Pacífico, en América, Asia y la Oceanía. Tal como hemos dicho, debido a los plegamientos o levantamientos, impulsado por la energía magmática u orogénica. Por lo tanto, los depósitos superficiales del magma han salido o pugnan por salir. Más ha sido lo primero que lo segundo. Ahí tenemos la cadena Volcánica del sur, Arequipa, Moquegua y Tacna con bocas de volcanes extinguidos o como los conos rojizos de la actualidad como el Sabancaya, Ubinas y otros. El mismo nevado Mismi, también en Arequipa, es un volcán, en cuyo cono hay hielo acumulado y es origen de una de las dos quebradas que dan sus aguas para formar el río Apurímac y, por tanto, el Mismi es el lugar de origen del río Amazonas, el más extenso del planeta con sus siete mil kilómetros de recorrido. Los antiguos habitantes del Ande temían mucho los terremotos, querían aplacar a los apus con sacrificios humanos. Evidencias de esto se han hallado en las cumbres del Ampato, Misti (Arequipa) y Llullaillaco (Bolivia- Argentina).
Preparaban a doncellas escogidas, los villaomas las llevaban, las hacían tomar un afrodisiaco y con un mazo las golpeaban en la cabeza hasta matarlas y las dejaban. Junto a ellas colocaban idolillos de oro y otros objetos. La Dama de Ampato es prueba de ello, así como las momias encontradas en el Misti y Llullaillaco. Lo curioso es que la doncella en este último lugar era cusqueña y tanto ella como los sacerdotes incas viajaron cientos de kilómetros para hacer el sacrificio. La historia peruana ha reportado varios de estos eventos de terremotos por origen volcánico, pero la erupción del volcán Huaynaputina (Moquegua), en el año 1600, fue la más devastadora porque arrasó con toda la ciudad de Arequipa y sus alrededores. Dicen las crónicas que la ceniza había tapado todas las casas y el humo había cubierto todo el sur del Perú por tres meses.
Fray Martín de Murúa (1540 -1618) ha dejado un testimonio sobre dicho terremoto y los efectos que hizo en Arequipa el 8 de febrero de 1600. En una parte de su crónica Murúa dice lo siguiente: “El sacudón
ha sido terrible, que parecía avenida de agua, y a modo de una corriente furiosa discurría por las heredades, llevándose por delante cuanto topaba y enterrándolo todo. Terribles y espantosos truenos les causaron tanto pavor y espanto. Estaba el pueblo confuso y absorto, con temor tan grande, que nadie tenía seguro de amanecer vivo, causando desconsuelo, tan prodigiosos y espantables efectos, este día fue de confusión, temor, lágrimas y suspiros. Tan horrible y espantosa tempestad, con qué aflicción de espíritu y amargura de corazón, esperando por instantes la muerte, la verdad de lo que pasaba, que es negocio temeroso, los rostros al parecer difuntos del desmayo, miedo y confusión, un ruido ordinario y espantoso, una inundación de ceniza más brava y temerosa. Esta desdichada y afligida ciudad sucedieron cosas monstruosas y notables y casi increíbles”. 2. Otro factor es la placa de Nazca que es emergente en el Pacífico y con desplazamiento contrario al del continente. El encuentro entre ambas placas genera acumulación de energía, la que puede activarse ya sea por un deslizamiento rocoso, por deslizamiento en zona vacía (al encontrarse con cueva subterránea) o por aceleramiento en la zona de subducción al confluir en mar o lago subterráneo o en una fosa marina.
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La placa de Nazca en proceso de introducción debajo de los
Andes.
3. Por último, el perfil transversal del Perú es muy accidentado por la desigualdad en altura y profundidad entre las fosas marinas y las cumbres nevadas. La fosa marina frente al Callao tiene más de seis mil metros debajo del nivel del mar y Ticlio, su contraste continental, está a una elevación de 4818 metros sobre el nivel del mar, lo que no permite un estable equilibrio isostático.
Cosa más notoria se da en el norte. La fosa de Chimbote tiene 6263 metros debajo del nivel del mar y la altitud del Huascarán llega hasta los 6768 metros, de tal manera que hay una pendiente de 13 031 metros, lo que es una brutal diferencia en una distancia horizontal solo
de unos 200 kilómetros en línea recta entre uno y otro hecho geológico.
Pero, lo que ocurre en la fosa es más expresivo de lo que sucede en los nevados andinos, referente a los movimientos telúricos.
El terremoto del 31 de mayo de 1970
El terremoto del 31 de mayo de 1970 se originó precisamente en la fosa de Chimbote. En el epicentro la magnitud fue de 7,9 MW en una escala magnitud de momento. Un poco más y era un cataclismo.
Las ondas sísmicas cubrieron un área de 450 kilómetros de longitud por 200 kilómetros de ancho.
El hipocentro estuvo al sur oeste de Chimbote, a 64 km de profundidad por una avería en la fosa, ya sea por el rozamiento de las susodichas placas, por el inesperado deslizamiento de rocas o por vacíos encontrados en el talud continental y que aceleraron la liberación de energía.
Las hondas energéticas se desplazaron al exterior y se expandieron por varios departamentos: Áncash, Lima, La Libertad y Huánuco, principalmente, pero se sintió en todo el Perú y en los países fronterizos.
En los siguientes pueblos se sintió fuerte el temblor: Santiago de Chuco, Piscobamba, Pomabamba, Chacas, San Luis, Huari, Trujillo, Huarmey, Huallanca, Aija.
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Más fuerte fue en Samanco, Casma, Chimbote, Huaraz, Carhuaz, Caraz, Yungay.
Huaraz fue destruido en un 97% y tuvo diez mil muertos, casi el 50% de la población. Fue cubierto por una nube negra por varios días.
En Chimbote murieron 2800 personas; Casma: 800; Huarmey: 2100; Bolognesi: 1800 víctimas.
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El Comercio del día 1 de junio de 1970 con información del terremoto en Áncash. Todavía no se sabía lo que ocurrió después.
Se estima que murieron 70 mil personas y 20 mil se dieron por desaparecidos.
Los hospitalizados y heridos llegaron a los 150 mil.
La cordillera Blanca fue un muro de contención para las ondas sísmicas e impidió que a la región de Conchucos llegara el sismo con toda su intensidad.
El alud aluvión de Yungay
Se utilizan ambas categorías de avalanchas porque fue un efecto combinado de alud-aluvión.
Alud es, según la Rae: “Gran masa de nieve que se derrumba de los montes con violencia y estrépito”. Eso ocurrió.
Aluvión, según la Rae, es: “Avenida fuerte de agua que arrastra grava, lodo, etc.”, lo que también ocurrió. En el Huascarán y en toda cumbre nevada hay acumulación de hielo sobre superficie rocosa. El glaciar se agarra en hondonadas y colinas, se sostiene en fallas. Tanto en las rocas como en las hendiduras se realizan procesos geológicos que en cualquier instante se pueden manifestar.
Lo que sucede es que el glaciar va carcomiento las rocas, formando morrenas o resquebrajándolas. La dilatación y la contracción de estos cuerpos, en fracciones milimétricas y en años mil, va quebrando el equilibrio y pueden desprenderse.
Las cornisas o salientes rocosas son las más inestables porque están sometidas a otras presiones, vientos fuertes, lluvias torrenciales, etc.
En ese etcétera está un inesperado movimiento sísmico, tal como ocurrió el 31 de mayo.
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El Comercio del 2 de junio de 1970 con la noticia del alud aluvión de
Yungay.
Afectó a la cornisa ya inestable del Huascarán y la hizo caer, con los terribles resultados que todos lamentamos.
La cornisa se desprendió del pico norte del Huascarán, llevando una carga de unos 40 millones de metros cúbicos de rocas, hielo y lodo.
La avalancha tenía un ancho de un kilómetro y medio de ancho y se desplazó a una velocidad de 200 a 550 km por hora, cuatro o cinco veces más que un automóvil de carrera.
Cubrió los 18 kilómetros de distancia en tres minutos.
Buena parte se desvió al sur e ingresó a Yungay para sepultar todo lo que había.
Se salvaron unas 300 personas, 92 de las cuales se refugiaron en el cementerio y unos niños que habían acudido al circo Verlina instalada a 700 metros de la plaza de armas.
El hielo se derritió recién después de dos semanas. El lodo se secó luego de dos meses.
El dolor subsiste hasta ahora
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