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Néstor Espinoza Haro

Memoria del terremoto del 70

Néstor Espinoza Haro 77

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El terremoto del 31 de mayo de 1970, que destruyó casi totalmente a la ciudad de Huaraz, afectó parcialmente a las ciudades de Recuay, Casma; y que, seguido de un aluvión, borró absolutamente del mapa a la infausta ciudad de Yungay, fue una catástrofe terrible, por decir lo menos, con 70 mil pérdidas en vidas humanas.

Los que nacieron después del sismo y vinieron de otras partes del departamento de Ancash y del resto del país a residir en la actual y nueva ciudad de Huaraz no podrán tener la misma percepción del Huaraz de ayer, como los que lo habitamos y, entre sus blanqueadas paredes de adobes y rojizas tejas, paseamos nuestra niñez y amamos la primera vez en nuestra adolescencia y los que estudiamos en su glorioso Colegio Nacional de La Libertad.

Y, con nosotros, se irán los últimos recuerdos vivos de nuestro idílico Huaraz. Lo demás ya sólo será un conjunto de fotos, pero sin testigos. Dos de nuestros más entrañables amigos, Carlos Toledo Quiñónez, hijo mayor de uno de nuestros más inefables maestros, el profesor Julián Toledo y Juan Rodríguez Jara, compañero de promoción libertana, fueron testigos presenciales y sufrientes de este derrumbe tectónico de Huaraz y damnificados con sus familiares rescatados de entre los escombros de la ciudad. A ellos, con quienes comparto afecto e inquietudes literarias, va dedicado, con mucho cariño, este poema extracto de nuestro cuaderno poético palingenesia, publicado en mayo de 1970.

77 Néstor Espinoza Haro: Nació en Huacachi, Huari. Estudió letras y derecho en la UNMSM.

Escribe en diarios Expreso, La Republica y Marca de Lima. Miembro de AEPA, APLIJ, miembro de la Academia Regional del Quechua ARQA – Huaraz. Cuenta con más de 10 libros publicados y 6 inéditas.

1970 La hecatombe de Áncash 487

Eucaliptos y zorzales lloran por Huaraz

Los eucaliptos vinieron de tan lejos como Australia a avecindarse en Huaraz, a poblar tierras del río Santa y ser parte suya.

Desde entonces, decir Huaraz era decir aroma de eucalipto.

Pero la lluvia de Huaraz hoy está llorando sobre tejas y adobes caídos, sobre vigas de eucalipto yacentes.

Y los zorzales, que se salvaron de morir, y los eucaliptos damnificados son toda consternación.

También el río Santa pasa ahogado en su caudaloso llanto.

Y los eucaliptos, que de vigas, terrados y umbrales sostenían, con recia espalda, los techos de Huaraz; los eucaliptos, que cada día madrugaban, en grandes rajas, a lomo de piajeno, para atizar hornos y sembrar de aroma de pan el despertar de Huaraz; los eucaliptos, que de poste en poste jalaban los cables de luz eléctrica;

los eucaliptos, que se hacían mesas de cocina, sillas de pajizo asiento, mástiles de bandera, aleros, palos de puente, arado, yugo, garrocha, mazo, banco, cerco; los eucaliptos, buenos curanderos de bronquios y gripes; hoy yacen aplastados, bajo adobes y tejas desplomados, bajo polvo y silencio atroces, como si el cielo se hubiera venido abajo.

Los eucaliptos damnificados mascullan de pie su dolor y los zorzales a salvo pían su desgracia con riguroso luto, en torno a los escombros de Huaraz.

2 Los eucaliptos sobrevivientes están en asamblea comunal, y acuerdan levantar de nuevo a su ciudad de Huaraz, y a pie firme y con firme puño, dicen: Nosotros que hemos visto a Atusparia y Uchcu Pedro pelear y gobernar en quechua a Huaraz; nosotros que vimos también en otro tiempo al mariscal taita Luzuriaga gobernar Huaraz en favor de los indios, nosotros vamos a levantar de sus escombros a Huaraz y nos haremos como nuestros caídos, viga, terrado, umbral, leña, poste,

mesa, silla, alero, mástil, puente, arado, yugo, garrocha, mazo, banco.

Pero el eucalipto más anciano, de venerable gesto y rugosa frente, intervino con solemne voz: hermanos, anoche he tenido un sueño, un sueño que me sacudió como un sismo.

Desde aquí, veía grandes máquinas arar y aplanar el suelo de Huaraz, hombres de casco levantaban muros de ladrillo, hierro y cemento y decían: ya no más tejas, no más adobes, ya no más piajeno, empedrado, trébol, ya no más banderitas anunciando chicha en la calle, ya no más coca, quechua, misa nativa. Un aluvión de ómnibus y autos que decían inundaban a Huaraz construida de nuevo. Nosotros nos quedábamos arrinconados en nuestras laderas, para mirar ya sólo de lejos la ciudad.

3 Huaraz, Huaraz, Huaraz del eucalipto y las tejas, Huaraz del piajeno manso y el empedrado con trébol, en tu ayer se quedó mi encantada niñez, en tu ayer se quedó mi primera carta de amor y el primer beso de mi adolescencia. Yo también lloro por ti desconsolado, y mi corazón, como un pobre cántaro de arcilla, se desborda de pesar.

No te digo adiós, porque tú no te fuiste de mí, y mientras viva, siempre te llevaré conmigo.

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