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Julio Villanueva Sotomayor

Tiembla la tierra, azota el Huascarán

Julio R. Villanueva Sotomayor

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Tiembla la tierra, el suelo se parte, tiembla mi cuerpo, mi alma se quiebra.

El aire se llena de pánico, las tejas caen y gritan, las paredes cambian de espacio y lloran, el revoltijo manda, domina el susto. A los 50 años de la tragedia de Yungay

El Huascarán no espera, se disgusta, ruge, se abre, ordena: “¡Cornisa, afuera!”, ella se desplaza, con daga mortal.

Andanada de rocas gigantes, saltan, se elevan, bajan, ruedan, se quiebran, dispersan azotes por doquier.

Paquetes enormes de hielo chocan, multiplican sus impactos, sus horrendos picadillos hieren el suelo, dibujan zanjas con fuerza letal.

El barro, ¡ah!, el maldito barro, entrevera todo, engulle y acelera, con propia fuerza, con ajeno poder, precipita el terror, conduce la muerte.

Ya no tiembla la tierra…

Yungay está en trance de alivio,

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