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Helí Ocaña Alejo
Mi tierra y las huellas del terremoto del 70
Pablo Helí Ocaña Alejo 11
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El extremo nororiental de Ancash que une el noroeste de Huánuco y el sur de la provincia de Pataz, de la región La Libertad se llama Tres Tullpas, lugar por donde cruza el caudaloso rio Marañón, llevando entre sus aguas, las penas y glorias de los pueblos que habitamos los valles de los Conchucos de Ancash. Se llama así, porque los cerros rocosos de las tres regiones parecen formar un fogón de una inmensa cocina de leña. La tullpa es calor, comida y unión familiar, y el humo es señal de vida.
Cerca de las Tres Tullpas, se asientan varios pueblos del distrito de Parobamba, de la provincia de Pomabamba, Ancash. Parecían estar lejos del epicentro del terremoto de 1970; pero no, sufrieron también del dolor y los daños que dejó.
La población de la zona se informaba a través de radios como Unión, La Libertad, Sol, Radio Habana, Radio Martí y Radio Moscú. Mi padre solía sintonizar una emisora y colgaba el radio en las vigas de la casa, para escuchar con claridad. Cuando se descargaba la pila, lo recargábamos hirviendo en agua o colocando al sol. De esa manera, estábamos informados de la realidad nacional y mundial; entre tanto, a nivel local, la población estaba luchando para liberarse del gamonalismo.
Antes de 1970, Shumpillán, seguía siendo víctima del “gamonalismo”. Premiot Chuquino, me cuenta que, a sus 7 años, en 1964, vivió la amarga experiencia del abuso de los gamonales de Huanchayllo, quienes, secundado por la policía, quemaron sus “chucllas” de Carcá. Unos meses antes, los shumpillinos tomaron esas tierras, invocando ser propietarios en base al título que data del s. XVII.
11 Pablo Helí Ocaña Alejo. Natural de Pomabamba. Educador con amplia experiencia dirigencial estudiantil, sindical y popular. Con importantes cargos en diferentes sectores, Autor, con el Dr. Wilfredo Kapsoli Escudero, de libro Áncash: capital cultural y educación.
1970 La hecatombe de Áncash 102
Luego del acto de provocación, se desencadenó una batalla campal y desigual entre los Shumpillinos y los gamonales protegidos por la policía. Piedras y balas cruzaron, llevando la peor parte Claudio Murillo y su hijo Mardonio, ellos fueron heridos de bala y los hacendados los cogieron, llevándolos a Huanchayllo, donde ambos fueron brutalmente torturaron, y al cabo de 2 días de agonía, los asesinaron y enterraron, sin permitir a sus familiares que le dieran sepultura.
Según Premiot, este hecho revivió el mito del “castigo divino”, y que pronto llegaría. Shumpillán, lloraba a sus dos héroes y rogaban al patrón San José y Mama Llusa. En octubre de 1968, Velasco Alvarado decreta la reforma agraria, y por fin, casi a los 150 años de independencia de la patria, llegaba la libertad para cientos de “colonos de las haciendas de Huanchayllo, Changa, Shuypillay y Huasicañay”. La gente pasó a vivir su “libertad”, sus ex patrones, por primera vez en su vida salían a buscar pasto, a trabajar en la chacra y buscar leña al campo. “Gringuitas de manos blancas, suaves y tiernas, aprendían a prender la tullpa por el hambre y falto de sirvientes”, “el “castigo” estaba llegando”, dice aliviado Premiot; pero, añade, el “castigo divino” aún no llegaba, “la gente rogaba”, “Pero hermanito nunca imaginamos de un terremoto”. Con resignación dice, “Pensábamos que era el fin del mundo, que el castigo por nuestras peleas y cosas terrenales había llegado”, “wawqi tsuqpakurkur makiyta wagakuyara” (hermano, cruzando nuestras manos lloramos). Recuerda que las abuelas lloraban sin consuelo; y que en cada repique de campana miraban al cielo como esperando una mano salvadora.
Premiot continúa locuaz, “felizmente todo pasó. Las casas, la iglesia y la escuela estaban de pie. Los estudiantes podíamos para seguir estudiando”. Le recuerdo del coronavirus, y me dice, “hermano es
peligroso, igual que el terremoto, no respeta la condición económica, hemos vuelto al 70”.
En 1970, yo tenía tres años, no tengo memoria de los hechos, pero mis hermanos mayores me narran escenas entrañables. Sostienen que mayo es el mes más hermoso del año, por el verdor del campo y las cosechas. Allá se produce maíz, habas, trigo, cebada, lentejas, alverjas, frejoles, y otros. El fatídico 31 de mayo, mi familia se encontraba cosechando maíz.
Explican que entre los tallos del maíz “calchado”, se hacían montones de maíz, y luego ataban las mazorcas formando las “wayuncas”; lo que a gana-gana, eran llevados por mis hermanos al segundo piso de la casa del abuelo. Apolinar, con memoria fotográfica recuerda, que yo también les ayudaba llevar las “wayunkas”, llegando a tientas a entregar mi carga para ser pilado a las “puywas”. Como es costumbre, toda la familia y varios vecinos estaban en la cosecha. Sentados igualaban los colores, tamaño y grano de las mazorcas para hacer las “wayuncas”. Por momentos, comíamos el dulce “wiru”.
La intensidad del calor del sol ya atenuaba, era media tarde. Todos trabajaban entre bromas, cuando de pronto se sintió “un ruido arrollador, como un trueno ensordecedor, de movimientos bruscos”, imposible explicarte, me dice mi madre.
“¡Achachay! ¡achachay! gritaba mamá mirando a la casa del abuelo” dice Daniel, y continúa, “yo pensé que las culebras que veíamos en los libros se habían salido para treparse a la casa del abuelo”, “pensé que esos animales habían cobrado vida, hasta que comprendí que era un terremoto. Claro, yo no sabía lo que era un terremoto, nunca antes lo había vivido”, reitera sonriendo con sutileza sobre su ignorancia infantil, “es que yo andaba mirando las imágenes de las culebras que aparecían en uno de los volúmenes de la enciclopedia universal Barsa, que papá había comprado”. “Cosechábamos el maíz, por momento nos sentábamos a mascar la caña, para luego ir a colgar las “huayuncas” al segundo piso de la casa del abuelo Antonio”, y continúa Ishaco. “Por muchos años quedó en mi memoria la imagen del terremoto, lo que lo relacioné con una canción que estábamos escuchando en Radio Libertad. No recuerdo en qué momento se me borró de la memoria”, y continúa, “la gente lloraba, las vacas mugían, los perros ladraban y alguien tocaba la campana. De pronto el pueblo quedó cubierto de polvo. Todos llorábamos con mucho miedo. La radio seguía cantando, y más tarde escuchamos las noticias, que Huaraz y Yungay habían desaparecido del mapa. Que la cordillera se había derrumbado causando un gran huayco. Esa noche no pudimos dormir. No conocíamos el Callejón de Huaylas, pero papá como presidente de la comunidad campesina
viajaba mucho a Huaraz, y nos contaba de la belleza, de los negocios y de su desarrollo”.
Apolinar sostiene, que Shumpillán, es una comunidad asentada en un terreno movedizo producto del desplazamiento de masas de tierra ocurrido hace millones de años, Carcá también. “Son grandes sedimentos de tierra que con fuertes movimientos telúricos tienden a deslizarse y derrumbar, tal como ocurrió en el terremoto del 70 con Allpamayu, Iskugaga y Mapaygaga, las que generaron la inmensa polvareda que cubrió la comunidad”, y añade, “el movimiento afectó las partes bajas, porque, los sedimentos de esas zonas son las que se debilitan con más facilidad. Felizmente el terremoto, no afectó a las viviendas ni locales públicos, a pesar de que eran de adobe”. Las noticias de Yungay y Huaraz, que se difundían por radio, eran desgarradoras. Rogábamos que ningún paisano haya estado en la zona. “En aquellos años la gente viajaba a Lima vía Chimbote, embarcándose en Palo Seco o Pasacancha, en camiones, para llegar a Yungay Pampa, de donde se viajaba en tren”, puntualiza Apolinar. “Las noticias reportaban que la línea del tren había sido destruida, lloramos de pena y miedo. Yo recuerdo mis viajes en tren, con mamá y papá. Perdimos una gran obra, el gobierno militar no quiso rehabilitarla”, lamenta Apolinar. Luego del terremoto, en Shumpillán se intensificó los derrumbes y deslizamientos. Grandes extensiones de tierras se perdieron. La gente buscaba un lugar seguro. Y, fruto de años de juicio, se reivindicó el título de propiedad del S. XVII. Los jueces ordenaron la devolución de una parte de la propiedad de las tierras. Carcá volvió a manos de la comunidad, donde se funda Nuevo Shumpillán. A la par, la población antes sometida a las haciendas consolidó su libertad, y en ellas se crearon las escuelas. La migración a Lima y Chimbote se multiplicó, y las relaciones socio culturales y económicos de los pueblos sufrieron algunos cambios.
Surge el boom de Uchiza que, frente a tanta pobreza y falta de trabajo, se vuelve atractiva. La gente empieza a migrar allá. Muchos no retornar por las muertes a causa de las enfermedades tropicales, el narcoterrorismo, la aventura senderista y el nefasto papel de las fuerzas militares y policiales. Recapitulando, el terremoto y la reforma
agraria, cambiaron la vida de los pueblos; pero la inexistencia de proyectos que apalanquen su desarrollo les mantiene en la pobreza.
La desaparición del gamonalismo como una fuerza social conservadora, la creación de las escuelas y programas de alfabetización con maestros de la universidad de Trujillo, La Cantuta y la escuela normal, no tuvieron la fuerza suficiente para cambiar el mapa cultural y económico de los pueblos.
Nuevo Shumpillán, tierra de mis ancestros, se empezó a repoblar en 1985. Se hizo un estudio, un plano urbanístico y consulta popular. Se repartieron más de 300 lotes y aún quedan más de 1500. Cuenta con servicio de luz y agua, posta médica, local escolar, iglesia, campo deportivo, plaza, carretera, un clima benigno para árboles frutales diversos y fortificada por dos profundas quebradas: Trankaraqra y Shogoshraqra. Ventajas incomparables y envidiables.
Era 1986, mi padre inició la construcción de su casa. Yo dibujé un plano (aún conservo), elaboramos adobes, acopiamos piedras, asentamos los cimientos, llevamos maderas; pero su salud se fue quebrantando, obligándole abandonar la tierra, y el proyecto. Las paredes se cayeron y los hijos terminamos lejos; pero siempre con la ilusión colectiva de volver. El sueño de nuestros ancestros y la lucha libertaria y de justica de Claudio y Mardonio Murillo están intactas. Recapitulando, el terremoto del 70 y la reforma agraria fueron fuerzas coadyuvantes que intervinieron en el destinó de los pueblos. El camino al desarrollo sigue esperando, cual tres tullpas para unir a los pueblos como si fueran una mazorca de maíz.
Glosario de términos:
Calchado .- Tallos de maíz cortado que quedan como pasto Chuclla .- Choza hecho a base de palos delgadas e hichu Colono .- Gente dedicada al servidumbre de los hacendados. Makiyta .- Denota propiedad de la mano, “mi mano”, “nuestras manos” Puywa .- Cantidad de wayunkas superpuestas que cuelgan de una soga. Es la forma tradicional del agricultor andino para guardar sus cosechas de maíz. Tullpa .- se dice del fogón. En la zona andina está compuesto de 3 piedras para sostener la olla o cazuela. Tsuqpakurkur .- Cruzar las manos en señal de ruego pidiendo piedad: “cruzamos”. Wayunkas .- Atado de un par de mazorcas de maíz usando su propia panca. Wagakuyara .- Del verbo llorar, denota “llorábamos” en plural en tiempo pasado. Wawqi .- Hermano Wiru .- Tallo verde y dulce del maíz, que se come para extraes el zumo y calmar la sed.