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Nelly Villanueva Figueroa

Huaraz cincuenta años después de terremoto

Huaraz: una lección de resistencia para el mundo

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Nelly Villanueva Figueroa 13

Una constante en nuestra historia, son los desastres naturales que van cambiando la fisonomía de nuestra ciudad y van dejando huellas profundas en la mente y el corazón de los que la habitamos. Desde siempre, terremotos y aluviones interrumpen nuestra evolución hacia el desarrollo y el progreso. Están, por ejemplo, el terremoto de 1725, el aluvión de 1941, el sismo de 1970.

El sismo del 70 fue uno de los más destructores, no sólo por la magnitud de 7,8 grados en la escala de Richter, sino también por la cantidad de pérdidas humanas. No se sabe con exactitud la cantidad, porque muchos cadáveres eran enterrados sin previa identificación, por el estado de descomposición y por el temor a las epidemias. La Plaza de Armas, único espacio libre, se convirtió en triste depositario de cadáveres.

La ciudad se cubrió de un manto negro de polvo y los sobrevivientes pasamos en la intemperie, una noche de terror, debido a las sucesivas réplicas. A esta desesperación se sumó, la escasez de agua potable y alimentos. Las viviendas quedaron destruidas, la Hidroeléctrica quedó afectada, la Panamericana sufrió grietas profundas, dificultando la entrega de apoyo; pero, sobre todo, se abrieron grietas en el corazón del pueblo.

En segundos, nuestra trayectoria histórico-cultural se vino abajo. El sismo cambió para siempre nuestras vidas; pero la gravedad de la tragedia no se llevó el espíritu del pueblo que pervive en nuestras tradiciones y costumbres. Todavía podemos contar cómo fue el Huaraz de ayer y al hacerlo, hay nostalgia; pero no lamento, porque los

13 Nelly Haydee Villanueva Figueroa. Polifacética docente huaracina, escritora y promotora,

Regidora Municipalidad Huaraz, el Ministerio de Cultura la reconoció como Personalidad

Meritoria. Autora de varios libros, ex integrante de AEPA, integrante de ARS VERBA y otras instituciones culturales.

hombres y mujeres de esta tierra, constituyen para el mundo, una lección de resistencia, un ejemplo de triunfo de la vida sobre la muerte. No nos hemos rendido. Aunque el frío nos quemaba, aunque el miedo nos mordía, había fuego en el alma, vida en nuestros sueños; porque cada día era un comienzo.

Es verdad que, de golpe, se interrumpió nuestra vida apacible, nuestro despertar tranquilo en cada amanecer. Es verdad que volaron nuestras más queridas presencias; pero estamos vivos para cumplir una misión: Dar continuidad a nuestra historia, pero abriéndonos a la modernidad.

Estanos aquí, para pasar de la tristeza a la alegría y al colorido de nuestras danzas y canciones; para pasar de pobreza a la abundancia, fruto de nuestro trabajo bendecido por el Señor de la Soledad.

Estamos aquí, para encarnar, en el mundo de hoy, los valores que nos son propios: La solidaridad o retribución que nos hace ser generosos con el hermano, con el vecino que lo necesita; la hospitalidad para el viajero que viene a probar nuestro típico pan, la hospitalidad para el amigo, que atraído por el olor del “cuchi canca”, quiere compartir nuestro plato.

Estamos aquí para cumplir los Decretos de Luzuriaga, para cuidar el ornato y limpieza de nuestra ciudad.

Estamos aquí, para continuar la lucha de Atusparia, por la dignidad y permanencia de la cultura andina.

Estamos aquí, para cantar y bailar “Dolores”, “Cenizas”, “Huarupampina”, “Warmi Juicio”, “Capitalina”,… hasta romper zapatos junto con los soledanos.

Estamos aquí, para revivir las serenatas y el lenguaje del amor y de la amistad.

Estamos aquí, para abrazarnos citadinos y campesinos, sin rencores, como antes; para cohesionarnos niños, jóvenes, adultos y ancianos, en pos de un objetivo común: Hacer de Huaraz, el mejor lugar para vivir y visitar.

No estamos vivos para quejarnos, para quedarnos en el olvido. Estamos vivos para ser un recuerdo siempre, con un nuevo perfil, con una identidad renovada, pero con la misma esencia del ayer, con el espíritu de nuestros ancestros que nos enseñaron a renovar en cada aurora, a la luz del Warak Koyllur, el compromiso de brindar nuestro esfuerzo y consecuencia, al desarrollo de “La Muy Generosa Ciudad de Huaraz”.

Este es el verdadero homenaje que podemos rendir a nuestros muertos, cuyas voces todavía permanecen en el aire, pidiéndonos seguir adelante.

Cincuenta años de reconstrucción continua

El 31 de mayo de 1970 siempre será una fecha significativa en nuestro diario transcurrir. Siempre nos conmociona el recordar que ese día, Huaraz voló raudamente, con todo lo que tenía, dejándonos sumidos en la tristeza; pero también será una fecha de reflexión en la capacidad de recuperación que todavía no termina. Han pasado cincuenta años y todavía seguimos buscando el rostro perdido. Todavía aduermen en nuestros cerros, las voces milenarias de nuestros antepasados. Todavía seguimos restañando nuestras heridas.

El 70 marca la hora cero para Huaraz: Un antes y un después. Un antes de vida plácida, de hermandad y costumbres conservadoras; un después de vida bullanguera, desordenada y dispersa, con débil identidad y desafecto por la tradición y valores propios y distintivos. No podemos olvidar muchos gestos de solidaridad que atenuaron el dolor de la tragedia. No quedamos del todo solos. Como dice Abdón Dextre, “llegaron muchos ponchos de colores de bondad humana llenos”. Ante la gigantesca proporción del desastre, también fue gigantesca la ayuda universal que, incluso, cobró vidas, al transmontar el mar y las montañas. Por haber motivado el encuentro de los pueblos del mundo, nuestra ciudad se convirtió en “Capital de la Amistad Internacional”.

De la ayuda externa son destacables, el hospital que establecieron los rusos y la donación de Cuba, con lo más precioso que tiene un pueblo: la sangre de sus hijos.

A nivel interno, “El Comercio” puso a disposición su sistema radial, para superar la incomunicación y aislamiento. Docentes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donaron un día de trabajo. El Sistema Nacional de Pesquería, entregó cien millones, con los aportes de las poderosas empresas de harina de pescado. La Selección Peruana de Futbol, que participaba en el mundial de Méjico, envió once mil dólares, reunidos con las primas de cada jugador; además de la significativa señal de duelo con la negra banda en el brazo, cantaron con la mano en el corazón, como señal de solidaridad con los pueblos sufrientes. Por imitación, hasta ahora, los peruanos lo hacemos, al cantar el Himno Nacional, como símbolo de amor a nuestra Patria.

Huaraz estuvo signada por la tragedia de la naturaleza y de los hombres, que vieron en la desgracia, la oportunidad para la ambición y corrupción. Se instaló CRYRZA y luego ORDEZA, para la reconstrucción sólo física, con más burocracia, dejando de lado los valores que hasta entonces nos habían mantenido unidos. Fruto de ello es el crecimiento lento y desordenado que hoy tenemos. Muy bien se dijo que CRYRZA, (Comisión para la Rehabilitación y Reconstrucción de la Zona Afectada) constituyó un “sismo sobre sismo”. La caída de la cúpula de nuestra catedral, a golpe de dinamita, todavía nos duele intensamente.

Lejos de tomar parte activa en la reconstrucción, muchos optaron por alejarse. Ante el éxodo masivo, Manuel Vise Aparicio invocó, enérgicamente; “¡Ancashino, no abandones tus fronteras!”. Fuimos pocos los que nos quedamos para compartir la suerte y el destino de Huaraz herido y doliente. Esto permitió que extraños de otros lugares arribaran y ocuparan viviendas, puestos de trabajo, comercio y manejo integral de la ciudad. Temerariamente, los escombros se convirtieron en asentamientos humanos. La falta de mantenimiento del monumento dedicado a los rusos y a la memoria de su ayuda humanitaria nos habla de la frialdad e ingratitud de pieles extrañas brotadas en nuestra comarca.

No hemos recogido las lecciones de estar preparados para enfrentar un desastre que puede surgir intempestivamente. Prueba de ello, es el ataque imprevisto del coronavirus, un enemigo mundial que obliga a desarrollar capacidades de prevención, planificación, organización, y emprendimiento, para responder con eficacia y salir pronto, por

nuestros propios medios, de la situación de emergencia. Seguimos siendo vulnerables. No sabemos respetar las leyes de la naturaleza. La contradecimos, quitándole sus árboles y vegetación, la contaminamos y abrumamos con ruidos ensordecedores.

Lo positivo del sismo fue que la estructura piramidal de clases sociales se convirtió en horizontal y democrática. Otra consecuencia positiva fue la creación del Sistema Nacional de Defensa Civil, en 1972. Otro impacto positivo fue el desarrollo del turismo. Nos convertimos en el segundo destino turístico, después del Cuzco. Nuestros nevados y demás atractivos naturales despertaron el interés de los viajeros. Por el turismo masivo se formaron guías y auxiliares de Alta Montaña. Inicialmente quedamos aislados, pero el desastre obligó a habilitar el aeropuerto y a mejorar la carretera de Pativilca.

Fuimos la primera experiencia de descentralización; pero perdimos la oportunidad de sostenerla.

Ya no tenemos la imagen de Huaraz de los colores patrios: Techos rojos y paredes blancas; pero el color azul de su cielo seguirá flameando en su bandera. Sus callecitas estrechas y empedradas que anidaban amistad se han abierto a la modernidad populosa y encementada; pero queda el espíritu hospitalario y generoso, heredado de nuestros abuelos.

Desde el fatídico 31 de mayo de 1970, ha pasado muchas cosas en el nuevo Huaraz: Otoños e inviernos ensombrecidos; pero también primaveras y veranos luminosos. Poco a poco, estamos recuperando el equilibrio material y espiritual. “¡De pie!”, estamos recuperando las relaciones de amistad, de cooperación mutua, de cordialidad y armonía, únicos caminos que nos llevarán al futuro de paz y grandeza que todos soñamos. Termino con este:

Canto a Huaraz, la siempre viva

Canto a Huaraz, la siempre viva Érase una ciudad en calma generosa a raudales, tierra de libertadores. Princesa del Ande, llena de encantos, con la magia de su risa y la frescura de su aliento, albergaba, chaposa serranita, a cuántos venían a verla y a cuántos saboreaban su pan . De pronto tembló aterida y con ella, tembló su pueblo. Disipado el polvo de su rostro sólo dejó ver escombros rodeándole. Ahí se quedó mi alma aprisionada y por muy lejos que me vaya vuelvo a ella y me mojo en su recuerdo. Cómo dejarla desolada y triste, la alcé y cuidé, herida avecilla. Ahora ha tomado vuelo. Tiene nuevo rostro y ropaje nuevo. Aunque añoro sus apretadas calles, sus alegres plazas y coloridas retretas, he aprendido a querer su renovada presencia.

Huaraz de mis amores:

Me he quedado aquí para volar contigo, paisana hermosa y presuntuosa, gorrioncito travieso y piador. Cubre amorosa a tus hijos caídos, cuyos latidos llegan a nosotros, en cada aurora, en cada canto, en cada oración. ¡levántate, levántate y vive para siempre!

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