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Carlos Garay Veramendi
A 150 años de creación política El mayor suceso que transformo a Huaraz
Carlos Garay Veramendi 19
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Empiezo con la necesaria aclaración, no pertenezco a la AEA, donde sí están las “Plumas Maestras de Áncash: Escritores y Aedas”, como expresa tan presumido el título del libro del escritor huaracino Olimpo Cotillo Caballero. Les cuento, mi pluma es modesta y escribo sólo por asesinar con gusto a la ociosidad, para no caer en eso de que no tengo nada que hacer, un vaguito de marras. Este artículo fue escrito a petición de Fortunato Medina Escriba, director de la revista Tahuantinsuyo de Huaraz, Año 2. Nro. 08. del mes de julio del 2007, con ocasión del sesquicentenario de la Provincia.
Ahora a invitación del aedo del cielo andino y Piscobamba, Juan Rodríguez Jara, y por el aislamiento obligado en defensa tenaz de la peste coronavirus, me animé dar los retoques para su probable difusión. Se me informó que la publicación virtual de la Asociación de Escritores Ancashinos (AEA), llevaría el título: Antología de la AEA “50 años del terremoto de Áncash”, con ensayos, testimonios, narraciones y poemas, sobre el sismo del 31 de mayo de 1970, ¿en homenaje a los que cayeron en esa espantosa catástrofe natural? Lógico. Ya está ad-portas de su cincuentenario. Aquí, el comentario.
Los pueblos con tanta sabiduría sintetizan su filosofía, y sus verdades eternas, en los llamados dichos, refranes, sentencias, adagios o máximas. Hoy, para nuestro comentario, nos valemos de uno de ellos, dice: “No hay mal que por bien no venga”, refrán apropiado para evaluar el cataclismo de mayor impacto social de entre los hechos felices y aflictivos ocurridos en el transcurso de los 150 años de creación política de la provincia de Huaraz.
19 Carlos Garay Veramendi. Nació en San Marcos, Huari. Profesor de educación primaria formado en la Escuela Normal Mixta de Chiquián y comunicador social por la UNMSM. Tiene publicados libros de cuentos, crónicas y ensayos.
1970 La hecatombe de Áncash 159
Entre esos sucedidos que dejaron señales notorias en la historia ancashina está el audaz levantamiento de Pedro Pablo Atusparia, apoyado por el minero Uchcu Pedro, el tres de marzo de 1885, esencialmente contra los abusos arbitrarios de la autoridad departamental. Un movimiento rebelde de carácter contestatario y no como errados consideran algunos plumíferos chovinistas de la tierruca, revolucionario. Atusparia no tenía la necesaria cultura política. Y tal insurgencia no tuvo plan político, ni ideario, ni estrategias para socavar, minar y trastocar el injusto sistema imperante, solo tenía carácter de protesta y de lucha reivindicativa contra la arbitraria alza de tributos a los nativos; más la prepotencia y atropellos, como la humillante mochada de la trenza jerárquica de Atusparia, por orden ultrajante del Prefecto. Por cierto, una justificada disensión con la valentía de los apus del entorno, y con derramamiento, como de costumbre, de sangre autóctona. Sí, una contienda de resonancia nacional.
Otro acontecimiento que dejó un costurón imborrable en la ya marchita piel de la añosa ciudad de Huaraz, y en el alma huaracina y como no también ancashina, fue el aluvión de 1941, que arrasó con furia incontenible, acaso como la de los unos de Atila, sin contemplaciones, la parte moderna de la ciudad, junto al río Quillcay, de la que por decenios de años no se resarció como se hubiera deseado, a pesar de los ofrecimientos in situ del presidente demagogo de entonces Manuel Prado y Ugarteche, quien nunca efectivizó la mentirosa ayuda ofrecida.
Pero la mayor tragedia para el atormentado pueblo huaracino, el callejón de Huaylas y los pueblos costeños y trasandinos de Áncash, llegó sacudiéndose salvaje y ruidoso, aquel fatídico 31 de mayo de 1970, a las 3:24 de la tarde para dejarlo derruido y borrado por completo del mapa a la antigua aldea de barro (adobes) Huaraz, de callecitas angostas, veredas ridículas o de mofa, y de tan alegre tejado pueblerino. Igual, Huascarán, su propio centinela blanquinoso, casi enseguida la enterró vivita y coleando a Yungay hermosura, y dejó como tristes cruces en panteón, valioso testimonio viviente en la ex plaza principal, algunos penachos de palmeras.
Después vendría un acontecimiento feliz, positivo y de algarabía para Huaraz y Áncash. El 27 de mayo de 1977, creación de la largamente ansiada Universidad Nacional, Santiago Antúnez Mayolo, la actual
UNASAM, como corolario de las luchas y la prolongada aspiración del pueblo, tantísimas veces desoída. Decía entonces, han transcurrido 30 años desde aquella fecha trascendental, empero no palpamos ni siquiera levemente, para nuestra desdicha, su benefactora irradiación cultural hacia la comunidad y la región, ni tenemos a la vista trabajos de investigaciones de tantos problemas agudos que nos aquejan, investigaciones: tareas básicas de universidades, materializadas en monografías al alcance de los ancashinos y el país. Son muy escasas sus producciones intelectuales (libros, revistas). ¡Ah! UNASAM, ya viene guiñándole al cincuentenario de su vida académica, ojalá con ese buen motivo se anime organizar su primeriza feria de libros de sus producciones investigativas. Y evidente, hasta ahora resulta la vida cultural huaracina y regional reducida solo a su diminuta expresión, por no decir a la inanición permanente, y de paso hondamente desalentadora.
¿Acaso la UNASAM solo vegeta? Pareciera un colegio secundario y nada más, donde los alumnos se conforman con simples resúmenes y separatas que les proporcionan sus catedráticos y ¿eso todo? Pues los estudiantes no investigan, ¿tampoco sus maestros?, y no hacen vida formativa, no asisten a eventos que entidades culturales propician a veces, como los colegios profesionales, entre otros. No llevan verdadera praxis de vida universitaria, y para decir con cierta rimbombancia, los catedráticos ni dictan clases con erudición, ni calidad académica, menos promueven la investigación con los alumnos, ni ellos mismos investigan sobre tantas cuestiones pendientes que continúan colgadas en ristres en nuestra Región. Tampoco concurren los estudiantes a las bibliotecas de la municipalidad, del INC Áncash y otras; casi siempre vacías de lectores, ¿por dónde andan los universitarios? Ni hay trabajos de campo, buena herramienta de preparación profesional en toda universidad. Se reitera, los resultados de esas investigaciones con temas de interés social que con prioridad deberían traducirse en publicaciones para poner en manos del público. Áncash es rica región minera, ahí, las mayores: Antamina y Barrick, que nos acarrean a carretilladas problemas: destrucción de paisajes, desecado de inmemoriales reservorios naturales sin indemnizar, como la laguna de Antamina; la excesiva contaminación ambiental, especialmente en nuestro caso, la contaminación visual con montañas de mierda minera -millones de toneladas (Ticapampa)- para decir sincero, sin eufemismos, con voz de Eduardo Galeano. ¿Hay estudios al respecto? Por lo que se sabe, aún
no hay. Aquí, un balance grosso modo, justo en el sesquicentenario de la provincia de Huaraz, una desilusión para muchos ciudadanos y pobladores de la Región, porque la UNASAM, aturdido con sus problemas internos, no logra a cabalidad hasta hoy la importante misión que el pueblo le encargó, ¿cuáles? Formar profesionales competentes, investigar, sí, investigar, es el atributo y el distintivo esencial de las universidades, e irradiar cultura en la zona de su influencia. ¿Cuándo logrará la UNASAM contentar a la Región ávida de ilustraciones y progresos culturales?
De estos hechos impactantes que hicieron en su momento noticia nacional e internacional, muy cierto, fue el devastador temblor del infausto 31 de mayo de 1970, el de mayor repercusión mundial, el que trastocó irreversible nuestra ciudad con su fuerza arrolladora que alcanzó 7.8 grados en la escala de Richter, y en tan sólo 45 segundos, literalmente, la arrasó a la chacuas ciudad de Huaraz, con derramamiento de mucha sangre y extremado dolor en almas sobrevivientes.
Se esfumó para siempre la presumida ciudad-aldea, con sus chocitas de adobes y tejas bermejas, y dejó cicatriz imborrable en corazones hipersensibles, en especial como en los de poetas, humanos líricos, nostálgicos y evocativos, entre ellos Marcos Yauri Montero, quien expresa ¿con alma desolada?: “De mi ciudad perdida solo tengo el recuerdo, lo que equivale a poseer la llave de una casa destruida”. La madre Natura dio a luz con parto súper doloroso a la hoy moderna ciudad, la metrópoli huaracina, con inmisericorde y violenta tributación de sangre de diez mil muertos, más las hondas tristezas de sobrevivientes que deambulaban como locos con rostros idos, desdibujados, pincelados con acuarelas penas inenarrables, y en algunos casos, como el de Hugo Romero Vargas, potenciado al cubo por haber perdido a todos sus seres queridos, amigos y a su amada ciudad-aldea, aparte de sus caras pertenencias.
En la actualidad, con una población aproximada de ciento veinte mil habitantes, y la ciudad engalanada, y envidiable en el buen sentido de la casta palabra, por cierto, con amplias avenidas y calles anchas aunque persisten todavía descontentos tardíos por el nuevo plano, varios parques, campos deportivos, su estadio de Rosas Pampa, y mucho más. Con algunos edificios, como la Torre de Babel, que aspiran tocar el cielo; con bancos modernos de amplias oficinas, prósperas
casas comerciales, hoteles para escoger calidades, recreos y restaurantes para el gusto de todo paladar; modernos edificios públicos: el local de INC, de la Municipalidad, Palacio de Justicia, Cámara de Comercio, colegios construidos con material noble, entre otras tantas comodidades.
En contrapartida, Huaraz, jalonea sudorosa y a refunfuños por sus calles llanas o clivosas los vicios y flagelos que agobian a las ciudades modernas. Sí, ya quedó desaparecida también de la vista y para siempre jamás la antañona aldea alegre de honradas callecitas empedradas y tan estrechas y con veredas de chanza, adheridas a sus costumbres rutinarias, tediosas y, como es tradicional, siempre apacibles, típicas características de modestas ciudades serranas de nuestra Región y del Perú.
Solo después de ese castigo apocalíptico de la poderosa diosa Natura, quien siempre nos da señales de vida, pudo dar salto enorme de progreso nuestra alicaída ciudad; en gran medida muy agradecidos, como personas gratas no podemos olvidar el oportuno y valioso aporte económico internacional para la pronta reconstrucción.
La tragedia nuestra tuvo la virtud de conmover a la conciencia humana y al espíritu solidario de los pueblos del mundo. Al respecto aún se comenta, de que los aportes recibidos pudieron haber servido para mayor avance y desarrollo de la ciudad. Claro, pero en este Perú de los eternos vivazos y avezados corruptos hasta en momentos tan dolorosos en los que se vivió especialmente en Huaraz y Yungay, y en los demás pueblos damnificados del departamento; y aún se especula, que hubo cutras que solitos fueron a parar en los bolsillos de los honradazos de siempre.
Ahora reflexionemos con calma chicha. De no ocurrir la devastadora catástrofe, hoy seguiríamos con nuestra acurrucada y alegre aldea serrana, sin saber que hacer por modernizarla a la antañona ciudad de barro, como Chan Chan pre-inca, pero se transformó de cuajo después del 31 de Mayo de 1970. Así nuestra humilde aldea se trastocó ipso facto en aquella mítica ave de fuego, Fénix; De sus cenizas volvió a la vida con mayor vigor y fuerza optimista, enfilándose hacia el progreso y la modernidad, a pesar de las zancadillas políticas y los infaltables galafates de cuello y corbata.
A posteriori al setenta se dio un amplio fenómeno migratorio. Tantos se fueron y otros tantos vinieron. Aprovecharon tal coyuntura, como peruanos con todo derecho elegir a libre albedrío el lugar de sus residencias, acorde con la Carta Magna. Así llegaron de otras partes del país tras mejor futuro, también los campesinos de los redores prestos se arrimaron a la ciudad; igual vino mucha gente de las provincias del departamento, sobre todo atraídos por la UNASAM, a echar raíces tras mejores gangas de vida, en especial para los hijos; cada cual remolcando sus quipichas repletas de usos y costumbres propios, sueños de imposibles, de mejoras culturales, sociales y económicas. Y hoy ya se ve ostensible el fenómeno del nuevo cruzamiento de razas. Europeos con sus felices morochas al lado o gringachas jalando a sus cholos panudos.
Con este nuevo proceso de mezcla racial y sociocultural, la ciudad de Huaraz, Paraíso natural, ya viene amasando feliz para remozar su personalidad sin xenofobias. Indudable, se enriquecerá con la importante hibridación que ya viene reactivándose.
¡Ojo!, nunca hubo por estas níveas tierras, verbigracia, las alfombras de lozanos pétalos en las procesiones, nunca antes hubo bailes impresionantes de Puno, tampoco de Huancayo y de otras ciudades; de la mezcla de todas estas costumbres e idiosincrasias, pronto aflorará el fruto, sí: la renovada identidad distintiva de Huaraz y la Región. Estos procesos evolutivos se dan por periodos, pues en el universo nada es estático, todo es cambiante dialécticamente. Sólo los ilusos conservadores pretenden que el statu quo social (referido a costumbres) siga tal como está o estuvo. No olvidar, hasta las palabras declinan y se mueren de viejas, y aparecen a su vez otras muchas. Acá nos llega el remate con el refrán de la apertura: No hay mal que por bien no venga.