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César Ropón Torres

Las revelaciones de la virgen del rosario

César Ropón Torres 38

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Unos meses antes de que ocurriera el sismo-alud del 70, los pobladores de Yungay comentaban que muy pronto la hermosa ciudad sería arrasada por una gran catástrofe.

Un vecino, cuya vida era la embriaguez, contó que en sus sueños se le había aparecido la Virgen. Él estaba en el bar libando con unos amigos. Ella bajaba del cielo entre flores perfumadas, mientras les decía: “Señores, pórtense bien. Cambien de actitud. Porque sino algo terrible va a ocurrir en este pueblo”. Una anciana, que vivía sola en Utcush, también afirmaba que la Virgen le había revelado tomando la forma de su hija. La santa había aparecido en el sueño con el rostro resplandeciente y oliendo a flores, y le decía: “Mamá, dile a tus amigas y amigos yungaínos que Dios está molesto y, que, si no cambian de comportamiento, algo trágico va a pasar en nuestro pueblo”. El rumor se expandía por todos los rincones de la ciudad. Los pobladores disimulaban su gran temor. Ya no hacían ningún comentario, solo se callaban y bajaban la cabeza como resignados a la decisión de la Providencia Divina. Cada vez que escuchaban una noticia más sobre revelaciones, algunos se satiguaban silenciosamente; otros le llevaban flores y velas a la Virgen.

Unas semanas antes del sismo, cayó una intensa granizada acompañada de vientos furiosos. La ciudad se cubrió de gruesas capas de hielo. Fueron arrasados muchos sembríos. La gente, asustada, salió a las calles y rompió con sus hachas los macizos hielos.

Un día domingo, el párroco el pueblo, el reverendo Gómez, anunció ante la feligresía que la Virgen del Rosario le había revelado que dentro de pocos días Yungay sería destruida, y, que una inmensa roca se asentaría en la Plaza de Armas, porque el pueblo era muy pecador y no

38 César Ropón Torres. Nació en Yungay. Docente de profesión. En la actualidad, es director de la I.E.P.E. “Santa Inés” de Yungay.

1970 La hecatombe de Áncash 265

quería cambiar de actitud, ni menos se arrepentía. Una puñalada había traspasado el corazón de los feligreses. Pero, recuperando fuerzas, idearon que para calmar la furia del Señor era necesario hacer una misa a la Virgen y luego sacarla en procesión.

La mañana del 31 de mayo de 1970, todo el pueblo se volcó a la iglesia. Llenó de fe y con lágrimas en los ojos clamaron a Dios y a la Virgen para que los salvaran de una posible desgracia. Antes de finalizar la misa, el padre Gómez les había dicho que si ocurriera una tragedia, él se iba a parar en el altar del templo esperando la muerte.

Ya casi al mediodía sacaron la efige en procesión.

De pronto el ambiente festivo se transformó tempestuosamente. El cielo se tiñó ligeramente de gris oscuro, el sol parecía eclipsarse; los ánimos se morían. El rostro de la Virgen enrojeció, ardía de cólera, y así permaneció hasta el final. Nunca esa Virgen había sido sacada en procesión. Era la primera vez.

Al final, el pueblo entero se retiró a sus hogares, timorato y con el corazón henchido de pesar. Solo dos horas más tarde, a eso de las 3:23 p.m., la hermosa ciudad de Yungay fue borrada completamente del mapa por un sismo-alud.

Yungay antes del terremoto (Foto: Internet)

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