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Eduardo Ayala Vera
Memoria ajena de una devastación
Eduardo Ayala Vera 51
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“Estuve en la chacra de mi padre, en Buenavista Alta, las rocas de los cerros salían disparados como balas, el Cerro “Cahuacucho”, parecía que se movía de su lugar original y mientras la tierra se abría a mi paso, los gritos desesperados de los vecinos del fundo de al lado, hicieron que el temor me inunde”… viene a mi memoria este testimonio que escuché desde muy pequeño a mi padre, y de sólo recordarlo me parece estar viviéndolo.
A pesar de haber transcurrido casi cincuenta años del fatídico terremoto de 1970, tengo la impresión de que muchas heridas en distintas familias de nuestra provincia de Casma, aún no se cierran. Y ello se siente, cuando en cada reunión que había – claro, antes de –siempre había alguien por ahí que evocaba distintos episodios vividos por todos aquellos ciudadanos que recuerdan cada momento terrible que pasó, producto del fuerte movimiento telúrico, que incluso trajo como consecuencia el aluvión y la desaparición de toda una ciudad, como lo fue, la antigua provincia de Yungay en el callejón de Huaylas; además de otros pueblos pequeños, y cuya fecha es tomada como referencia para recordar los desastres en el Perú y realizar los ya famosos simulacros.
La distinguida dama casmeña Rebeca Luna de Ridoutt, me comentó alguna vez, que estaba con ocho meses de embarazo e iba a nacer la penúltima de sus hijas (ahora radicada en Suiza con su familia), - y que, por cierto, llegó a tener doce hijos – y por haberse salvado de milagro le puso de nombre Milagros.
“A los minutos que terminó el movimiento, los cuales parecían eternos, una espesa nube de tierra que parecía neblina (las casas en un 90% eran de adobe), inundó todo el ambiente, parecía un bombardeo, no se podía respirar, todo alrededor eran espacios libres,
51 Eduardo Ayala Vera. Abogado, escritor y promotor cultural casmeño. Ha publicado: “La
Cintura de Afrodita”, “Alegoría de tu presencia”, “Escritos para Carmen”, “El Ocaso de los
Sentimientos”, “Los delirios de Themis”. Ganador de los Juegos Florales de la USMP.
1970 La hecatombe de Áncash 341
casas caídas, llanto, gritos, sangre, gente que pedía auxilio. Era terrible, desesperante. Muchos enloquecieron!!!”…. Son tantos los testimonios que he escuchado a lo largo de mi vida, que me parece haber vivido esos fatídicos momentos. Su sombra, en la memoria colectiva de los ancashinos, a la luz de los que vivieron en carne propia este desastre, se convierte en algo presente aún, reciente, fresco, que no parece haber transcurrido ya medio siglo.
Un testigo de excepción sin dudas, fue el señor Manuel Vigil Carcovich, de origen casmeño y croata, quien trabajaba en el ex Fundo “Carrizal” y radica actualmente en la ciudad de Lima; él me alcanzó detalles muy interesantes sobre este terrible episodio en nuestra ciudad, cuyos datos son un aporte trascendental para la historia regional y en particular a la evocación reflexiva de este desastre natural: “Un año que no había agua en el rio grande, llamado también “rio loco”, los agricultores se desesperaban, no sabían que hacer, es por ello que se había convocado a una reunión ese día para coordinar acciones, entre ellas la elaboración de un memorial dirigido al Ministro de Agricultura y así pedir ayuda al Estado, porque al ser el valle de Casma netamente agrícola, al no existir agua, no se iba a poder producir, y todos estaban muy preocupados por ello”. La principal actividad económica en Casma, como es sabido, es sin dudas la agricultura, la cual genera la mayor cantidad de puestos laborales, y cuando se produce la escasez del agua, la preocupación siempre cunde entre los productores agrarios, y ello ocurre desde tiempos inmemoriales, cuyos vestigios los encontramos incluso en restos arqueológicos que datan de más de mil años antes de nuestra era, como Sechín, Pampa de Llamas, Moxeque, etc… Don Manuel continua narrándome su experiencia: “Recuerdo que ese día se inauguraba el mundial de México 70, Perú iba por primera vez a un mundial, antes solo había sido invitado. La gente andaba entusiasmada porque nuestra selección había eliminado a la Argentina que a la vez, sería la primera vez que no asistiría a un mundial. El gran futbolista recientemente fallecido Pedro “Perico” León metió el gol del uno a cero en Lima, ganándole a la poderosa Argentina. Luego se empató 2 a 2 en su propia cancha, con goles de “Cachito” Ramírez, y el pueblo desbordó en alegría” debido a este acontecimiento deportivo mundial, un hecho trascedente para nuestro país, donde existen muchos seguidores del deporte rey, varios ciudadanos casmeños se concentraban en los lugares donde existía televisión, pues conozco también por referencias de familiares y
personas que vivieron en esa época, que en ese entonces era un lujo contar con ese aparato tecnológico. “Se vivía la dictadura de Velasco Alvarado. México jugaba con Rusia en la inauguración. A las 4 de la tarde se había programado la reunión de los agricultores. Pero, a la vez, fui invitado por mi tío Alberto Silva, a su casa para ver el partido, que terminó a las 3 de la tarde. Luego salí rápido al fundo para recoger unos papeles y preparar el documento para el Ministerio, entro a la oficina, recojo y cuando me dirigía a la reunión, luego de avanzar unos 100 metros para entrar a la carretera siento que la camioneta se mueve muy fuerte, temblaba bruscamente pensé que eran los pistones, pucha otra vez falla, dije…un chico grito como loco, se bajó y miró hacia el pueblo que una nube de tierra se elevaba al cielo, y los trabajadores se acercaban diciendo que era castigo de Dios, luego de un rato, me dirijo al pueblo. En una curva de 90 grados, antes del rio Sechín, habían caído unas rocas inmensas al suelo desde el cerro, el puente estaba movido, pero no caído. Del rio Sechín al ovalo todo era chacra, no había casas. Vi al empresario italiano Giovanni Greggio asustado con sus hijos en el grifo, y su casa se había caído. No se podía avanzar por la calle principal, se habían caído las casas, los pedazos de tierra por todos lados, la gente amontonada en las calles. Cerca de la Avenida Perú, en una urbanización que se formó en la chacra de los Ramos Arnao (familia del conocido Jurista y empresario casmeño José Ramos Arnao), quienes la proyectaron antes de la reforma agraria, una urbanización semi rústica, no había ni pistas ni veredas, un familiar mío había comprado un terreno de mil metros, nadie vivía, esto iba hasta la calle Magdalena. Mi casa que era alquilada, no se derrumbó, pero quedó inhabitable, bien dañada por el sismo, los trozos de pared se habían caído.
Luego regreso a casa de mi familiar que estuve antes, y me fui a mi chacra pasando la noche en mi camioneta. Y cuando amanece, se acercan y escuchan un ruido raro por el rio, unos trabajadores me dicen que el rio tiene un montón de agua. Las tomas de la parte alta se habían bloqueado, por donde irrumpe el agua. Buenavista Alta, estaba seca. El año cuyos todos los pronósticos lo daban como seco, y que se perdería las cosechas, se convirtió en un año verde, con la agricultura en progreso. Hubo agua todo el año, y se salvaron los cultivos. En pocas palabras se salvó el año agrícola. Al año siguiente, el gobierno mando maquinaria, apoyo técnico, etc. y vino más agua, y la agricultura mejoró su situación, justamente a raíz del terremoto,
y no fue necesario enviar, el memorial”. Aquí se podría aplicar muy bien ese dicho que dice: “No hay mal que por bien no venga”. Don Manuel me cuenta que en aquella época contaba con treinta y seis años, y recuerda que las autoridades dieron cuenta de aproximadamente 150 muertos en nuestra provincia, el cual se incrementó posteriormente, siendo el rescate al día siguiente lunes 01 de junio, y quedando de pie sólo 12 ó 14 casas, y que posteriormente llegaron a la conclusión que dichas casas habían sido construidas por ingenieros de la UNI, mientras que las demás por albañiles empíricos de la época.
Otro hecho destacable ocurrió el día martes 02 de Junio de ese año, se pudo apreciar que pasaban camionetas que venían del valle de San Rafael, de Buenavista, hasta de Tabón, con muchas cosas, sillas, muebles, esteras y palos, con el claro objetivo de invadir los terrenos de la familia Ramos Arnao, quienes antes del terremoto – como me indicara don Manuel - habían urbanizado sus terrenos agrícolas (proyectándose casas huerta de más de mil metros cuadrados, posteriormente se estandarizó en lotes de 160 metros cuadrados cada uno). Llegó mucha ayuda de Lima posteriormente, pero demoró, al igual que de otros países, como Estados Unidos de Norteamérica y sobre todo del gobierno chileno, quien apoyó a que se levantara un hospital de campaña en un terreno baldío, posteriormente es conocida la gran ayuda que significó la construcción tanto de la infraestructura de la Municipalidad, como del Colegio República de Chile, conocido antiguamente como “Los Chilenos” (precisamente por su origen), asevera Vigil Carcovich.
Continúa narrando: “El alcalde (Murriel) recibió a Velasco que llegó a Casma al día siguiente a las 3 de la tarde, es decir el 01 de Junio, el alcalde lo esperaba que llegara de Chimbote, a su llegada se entrevistó como media hora con el burgomaestre y según los propios agricultores, dio varios ofrecimientos”. “Había dos pozos en toda la ciudad, los cuales proveían del líquido elemento, uno en el fundo “La Máquina”, y el otro en lo que ahora es la avenida Reservorio, escaseaba el agua, después del terremoto repartían por baldes”. Rememora que no había agua potable en Casma, hasta el año 1951, siempre había pozos, las casonas contaban con ellos. El agua era bien escasa, no existían las duchas, la gente prácticamente “sólo se lavaban la cara”, esto ya desde antes y luego
del terremoto la cosa empeoró. Igual la energía eléctrica hubo luego de varios meses y se estableció en un horario, desde las 6 p.m. hasta las 12 a.m. y sólo en la plaza de Armas (alumbrado público), esto a los cinco días de ocurrido el terremoto”, culmina narrándonos don Manuel.
Una dama que recuerda como si hubiera ocurrido ayer aquel episodio terrible es la ciudadana Marina Margot Flores Sarrin, de 84 años de edad, me cuenta: “Yo vivía en la antigua calle Piura y me encontraba en mi domicilio con mis hijos Oscar, Jorge, Lilian y Hernán Fernández, y al momento del movimiento telúrico me encontraba en los servicios higiénicos y salí presurosa para poner a buen recaudo a mis hijos, mi esposo Hernán Fernández, más conocido como “Nancho” se encontraba como es costumbre en provincias como la nuestra, en una reunión de amigos libando licor” es decir formaba parte de otro de los grupos que se concentraban para apreciar el mundial de México 70, ella nos confirma diciéndonos: “más aún cuando ese día se jugaba el partido de futbol inaugural del mundial de México 70”, nos cuenta también que su esposo recientemente había adquirido un automóvil, en esa época se decía “de vitrina” cuando era un vehículo cero kilómetros, lo había dejado en la casa y salió a reunirse con sus amigos, a bordo de su camioneta “Ford” 100 del año 1954, el terremoto derrumbó completamente la casa de esta ciudadana, la pared frontal aplastó literalmente el vehículo nuevo, que se encontraba estacionado en la puerta de la vivienda. Hasta los años ochenta y noventa, se podía apreciar si se hacía una pequeña excavación a la altura de lo que fuera la bodega de la Sra. Amelia, donde existía un árbol y era fácil encontrar restos de lata que serían del mencionado vehículo. Ella nos cuenta que la tierra se abrió, que empezó a brotar agua bien turbia y media espumosa, lo que la alarmó y la puso en zozobra, la gente empezó a gritar desesperadamente. En esa época la mayoría de las casas eran de adobe, lo cual hizo que a la caída de estas se vea una nube de polvo, algo que confundió a los pobladores. Dentro de la ayuda que llegó, recuerda que llegó de diversas entidades públicas y privadas, del Estado mismo, que llegaban a dejar alimentos, luego también recuerda que las personas afectadas fueron reubicadas, siendo ella trasladada a la avenida Bolívar en la cuadra tres, donde funcionaba el mercado Municipal, el hotel “Royal” y la Comisaría. Recuerda además a sus vecinos de la calle Piura, por ejemplo, a don Fausto Luna quien llegó a tener una panadería, la familia de los hermanos Amelia y Pepe Alegre, don Juan
Espinoza, La Srta. Pelegrina, el Sr. Jorge López, don Domingo Hip que tenía una tienda de telas, y don Andrés Durand. Cuenta como anécdota que luego del terremoto reordenaron las calles, y la Sra. Carmen, esposa de Don Fausto Luna no quiso ceder una parte de su terreno que cogería la vía pública dentro de una esquina de la calle, impidiéndolo a la fuerza, por lo cual botó a palos al ingeniero encargado de la obra, quien había realizado los trazos para reconstruir la ciudad, en ese sentido actualmente se puede apreciar claramente que la continuación de la calle Piura, no armoniza en su estética moderna en esa esquina con la avenida Bolívar.
El ciudadano casmeño, abogado y ex miembro reconocido de la Policía Nacional del Perú, Marlon López Solís es otro testigo importante, pero con menor edad, pues siendo niño, vivió un episodio que me confiesa lo marcó para toda su vida, él me narra lo siguiente: “Me encontraba jugando con unos amigos, en la calle Mariscal Luzuriaga en Barrio Nuevo, jugábamos a las bolitas, uno de mis amigos de apellido Culli Parichi, y el otro no recuerdo, pero estábamos tan concentrados en el juego y de pronto sentimos un ruido que nos detuvimos y de un momento a otro, el suelo empezó a moverse de tal forma que no pude correr a mi casa, porque no se podía caminar…”, esto demuestra lo terrible del movimiento de tierra, y lo fuerte que fue este terremoto, considerado uno de los más devastadores en la historia de nuestro país. Su padre de Marlon, don Orestes López Córdova, ex combatiente del 41 y ex regidor provincial, que está a punto de cumplir los cien años este próximo 2021, al escuchar la narración del testimonio de su hijo, recuerda que en esa época se desempeñaba como subprefecto de Chiquián, en Bolognesi, tierra del gran Luis Pardo (Sierra de Ancash) y tuvo que venirse a pie hasta Paramonga, porque la carretera estaba bloqueada por las piedras que habían caído de los cerros, y obstruían el tránsito hasta de los peatones.
Nuestro testigo Marlon López, ciudadano casmeño e integrante de la Asociación de Abogados de la Provincia de Casma, hace memoria y nos refiere lo siguiente: “Mi amigo Culli, era un poco mayor que yo, siendo él quien nos ayudó a ubicarnos al centro de la calle, de repente vimos que las casas se empezaron a caer al mismo tiempo casi, causando un ruido ensordecedor. Era aterrador y traumante observar en ese momento toda esa escena, en verdad, parecía el fin del mundo. Todo se veía nublado por el polvo y la tierra como consecuencia de la caída de las casas. Todos nos quedamos rezando a Dios que pare de
moverse la tierra. Pasaron diez minutos y recién mi tía nos encontró, y nos llevó a mi casa que estaba a escasos veinte metros, ahí nos reunimos con toda la familia, pero el suelo siguió moviendo por el resto del día y la noche. Fueron momentos inolvidables que me dejó marcado, y desarrolló en mí una habilidad o como se le quiera llamar, ya que en la actualidad yo puedo percibir un movimiento sísmico, antes que realmente se mueva la tierra, y soy el primero en salir donde me encuentre” Ya me imagino, haberlo visto en esta acción con su uniforme de policía, sin embargo, no asombraría a nadie después de escuchar su testimonio y lo traumante de su historia.
El reconocido e ilustre casmeño, Marcial Apéstegui Malpartida, autor del libro “Personajes que Hicieron Casma” en su célebre crónica “Volver a Vivir” nos narra parte de lo que vivió en aquel momento, donde estuvo a punto de perder la vida, según narra: “Cuando calmó el movimiento terráqueo, dejó de remecerse el suelo, y el mostrador ya no era tal, sino pedazos de astillas de madera que me oprimían e inmovilizaban totalmente. (…)”; y de manera magistral, narra una aparente situación geográfica que describe la magnitud de la escena terrenal en ese instante: “(…) parecía que la tierra cambiaría de posición y que tal vez la ciudad se estaba yendo hacia otro lugar”. Imagínense la fuerza con la que se sintió el movimiento de la tierra aquel día, la magnitud de este sismo, dio lugar a descripciones casi apocalípticas, como la que se cita precedentemente.
Delia Céspedes Cuellar, conocida cariñosamente como “Teresita” es una casmeña radicada hace muchos años en Argentina, bajo su masticado “dejo” gaucho, ella me cuenta que estaba muy pequeña cuando ocurrió el sismo, me narra que venía de la chacra con su mamá, la cual se encontraba cerca de la antigua avenida Bolívar, cuando regresaban el terremoto se iniciaba: “el camino era un fango negro, mucho, mucho barro, y caminábamos como podíamos, saltando, caminando rápido, corriendo, para llegar a la casa”, y cuando llegaron a esta –me cuenta ella - era imposible reconocer donde estaba la misma, porque era todo tierra, todo adobe derrumbado, las construcciones en el suelo, mucho polvo…Uno de sus hermanos se había quedado adentro de su casa dormido, y se asfixió porque las paredes le hicieron como un túnel y al ser complicado de ubicar la habitación, no pudieron llegar a tiempo para rescatarlo y murió. “Como era pequeña, recuerdo que mi mamá me decía, tu hermano está durmiendo, porque lo recuerdo clarito, cuando lo encontraron él
estaba recostado en su cama, su cuerpo intacto, no tenía ningún golpe, como si estuviera dormido”. Y señala que fue muy feo, porque recuerda que no tenían para comer, la gente buscaba comida, en la cuadra se juntaban para hacer olla común, y compartir lo poco que tenían para comer.
Y dentro de todos los testimonios que escuché o leí, definitivamente el que más me impactó y me marcó es el de la Sra. Ana Reyes Utano, quien radica hace más de 20 años en Japón, testimonio que grafica lo que se vivió en aquel fatídico 31 de mayo en nuestra ciudad y he querido transcribir el testimonio tal cual, literalmente, para que las generaciones futuras sepan lo poderosa que es la naturaleza frente a nosotros, insignificantes y débiles seres, cuya existencia está sujeta a la voluntad de su fuerza, este es su testimonio: “31 de mayo, es una fecha que me duele el alma recordar, ese día se inauguraba el Mundial de Fútbol México 70, estábamos mi papá Pedro Reyes, mi mamá Elvira Utano, mi hermano Manuel , mi hermana Sugui (Eliana) y yo en la casa que teníamos en la Av. Magdalena (por cierto aún está aunque por circunstancias de la vida no es de nosotros) , pero acabado el partido de futbol inaugural volvimos al Restaurant café que tenían mi abuelita Ana y mi mamá en la tan recordada calle Tacna , por cierto mucha gente de esa época deben recordar aquella cafetería en dicha calle , allí mi papá y yo nos echamos a descansar en la cama de mi abuelita y mi mamá abrió el negocio y como de costumbre Sugui que siempre la seguía, estaba junto a ella.
Mi abuelita criaba a una sobrina que le decían Meche , hija de su hermana Antonia y justo ese día había llegado de Piscobamba para llevársela, así que estaban arreglando sus maletas; mi abuelita entró a la ducha a tomar un baño y casi momentos antes mi mamá la llevó a mi hermana Sugui donde estaba mi padre conmigo y la colocó en el otro brazo de mi papá en la cama diciéndole “Pedro las dos son tus hijas así que tienes que cuidarlas igual“ dejándola, salió a la cafetería a atender , a los pocos minutos se sintió el primer remezón, mi papá nos cogió a cada una en sus brazos , Meche se tocó de nervios y se abrazó con su mamá y comenzó todo con más fuerza , mi papá salía con nosotras dos cargadas y mi mamá entraba gritando ¡Pedro!, ¡Pedro!, saca a las chicas, terremoto!!!.... fueron las últimas palabras que escuché de mi madre y que se quedaron grabadas en mi alma, ella corría hacia adentro a buscar a su madre, salíamos con mi papá y el techo caía a pedazos; veía como se cuarteaban las paredes, caían
las botellas y demás cosas de los andamios, mi papá con nosotras salimos a la calle y no se veía nada, la tierra seguía temblando como loca, allí afuera mi papá vio a Edith Bracamonte ( su mejor amiga de mi mamá ) que con su esposo Roger tenían una casa comercial frente a la nuestra , le dijo que nos coja y corrió a intentar entrar a la casa para sacar a mi mamá , cuando iba a poner el primer paso dentro de ella la casa se derrumbó y encima siendo aplastada por las dos casas de al lado , un paso más y mi papá también quedaba allí , afuera no se veía nada , Casma no existía más , la mayoría de las casas eran con bloques de adobe y cayeron todos, traté de ver hacia la plaza de armas y sólo se veía las siluetas de los ficus , cuatro personas no salieron de mi casa : mi abuelita Ana , mi querida madre, mi tía Antonia y Meche.
Pasado escasos minutos aparecía corriendo entre la polvareda mi hermano “Mañuco” que al vernos comenzó a llamar a gritos a mi mamá y a mi abuelita, por cierto esos gritos escuchó su madrina Rosa esposa de don Artemio Trujillo que eran nuestros queridos vecinos y que había quedado enterrada dentro; con la suerte de que una viga cayó sobre su máquina de coser, haciendo un triángulo lo que salvó su vida y comenzó a gritar, posteriormente lograron sacarla.
Por más que gritaban y buscaban a mi madre ese día no fue encontrada, recuerdo que comenzó a llover y mi padre con mi hermano sacaron el sofá grande de la casa en Magdalena y con plásticos cubrieron como carpa para refugiarnos; mi hermano Mañuco seguía en la casa de Magdalena sin miedo a las réplicas que fueron muchísimas. Al día siguiente, apenas aclaró siguieron con la búsqueda cavando con palos, con las manos mismas, en una de esas acciones mi padre metió la mano por un hoyo que hizo y tocó la mano de mi madre que estaba con su aro, estaba con la mano hacia arriba como queriendo escapar, allí encontraron a las cuatro juntas, abrasadas en la cama de la abuelita.
Todo Casma era dolor y desesperación, comenzaron a decirnos a mi hermana y a mí, pobres las huerfanitas, no entendíamos , debo agradecer a Ángel que cuidaba de nosotras mientras mi papá, hermano y mi tío Jorge y Juan Suguimoto seguían buscando a mi mamá , nos llevó, recuerdo al hospital y afuera la gente estaba tirada con heridas de regular magnitud y por el lado donde está la morgue se amontonaban los muertos que luego serían metidos en bolsas
negras para ser enterrados , mi padre buscaba madera para improvisar cajones para mi mamá y mi abuelita , fue donde Aguirre. Se arrastró por entre huecos para sacar madera y así lograron hacer los dos cajones , mi papá nos tomó de la mano y nos llevó para despedirnos de mamá , ellas estaban velándose en la casa de los Mendiola ( Restaurant “Polochita” ) nuestros vecinos , el cajón de mi abuelita estaba cerrado no lo abrieron, no la vimos ; vimos a mi mamá pero no parecía ella estaba morada e hinchada , no recuerdo haber visto señales de golpes , en el carro de don Pepe Lomparte, papá de “Colegalgo” donde llevaron a enterrar a mi mamá y abuelita. Mi hermano mayor Kike llegaba a Casma trayendo suero y medicinas, él vivía en Lima, le habían dicho que mi mamá estaba herida, al llegar la familia Medrano lo esperaban y ellos le dieron la noticia, mi tía y Meche fueron enterradas en bolsas negras.
Debo agradecer a Edith, a mi familia Suguimoto, a la familia Mendiola, a los Oliden Altatorre que recuerdo nos ofrecieron un plato de sopa caliente en esa noche fría de dolor, a los Medrano, pero sobre todo a Ángel que como su nombre lo describe, eso fue para nosotros, cuidándonos y consiguiendo cosas para alimentarnos, ese fue el principio de otra vida llena de sinsabores, llegó mi tía Leonor de Lima y nos llevó un tiempo con ella.
El cuadro que se vio fuera del hospital erra aterrador, entre los heridos vi a Doña Teresa que era la obstetra de Casma con una pierna fracturada con el hueso expuesto. Son 50 años, pero para mí es aún una pesadilla del cual no puedo despertar”. Como se habrán podido dar cuenta, al leer los testimonios de personas que sufrieron directamente estos terribles momentos, las heridas al menos de los ciudadanos de esta parte de nuestra Región Ancash, que es nuestra provincia de Casma, aún no cicatrizan, pues por el contrario se han agrandado, se han profundizado, en estos últimos cincuenta años, la memoria está intacta frente a hechos que marcaron la vida de muchas personas; quizás en reportajes periodísticos, televisivos o escritos, o en los mismos libros de historia aparezca mayormente Huaraz o Chimbote como los lugares más golpeados con este fuerte terremoto que asoló nuestro riquísimo e histórico departamento o Yungay como la ciudad que fue sepultada junto a Ranrahirca, con el desprendimiento de una parte del nevado “Huascarán”; pero la provincia de Casma, nuestra provincia de Casma fue devastada, casi,
casi desaparecida del mapa y tiene una página triste en su pasado en cuanto a desastres naturales y los testimonios que aquí se plasman lo grafican así. Hay personas que les cuesta revivir estos terribles momentos, como la Sra. Ana Reyes Utano (a quien le agradezco infinitamente su aporte al presente, al igual que a todos los que accedieron a mi solicitud), quien perdió a varios miembros de su familia. Estadísticamente, el terremoto del setenta es considerado como el más devastador en la historia sísmica del Perú y ha creado conciencia a través de los años en cuanto a prevención y reflexión frente a este tipo de desastres naturales, siendo un referente en su género. Esperemos que después de estos cincuenta años transcurridos la conciencia ciudadana lleve al máximo extremo no solo en el tema material, sino principalmente en el tema moral y espiritual, los gobiernos deben asumir su responsabilidad y promover políticas públicas para la lucha y prevención contra estos desastres naturales, porque lamentablemente esta experiencia que estamos viviendo con la pandemia, nos demuestra que ante los desastres, el ser humano con poder y facultades es capaz de ahondarnos más en los problemas. Usemos nuestra memoria personal para evocar los errores del pasado y que la historia no se repita.