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Fernando Bazán Blass
Socorro y Milagro, memorias del 31 de mayo de 1970
Fernando Bazán Blass 54
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¿Qué cómo pasan los años? Nunca se sabe, pero quien estuvo en pie ese trágico domingo 31 de mayo en que se dio el terremoto en Chimbote o en cualquier otra parte del departamento de Áncash, nunca se olvidará.
En la misma hora que empezó el terremoto, mi esposa dio a luz una niña en la vía pública, el trabajo de parto estaba empezando en una sala contigua a la calle, la profesional que había llegado momentos antes, y mi madre junto a ella, a su servicio, veía los insumos que se utilizan en estos menesteres.
¿Cómo sucedió? Eso es lo que quiero contar y trataré de recordar; estábamos a la espera de que mi esposa alumbrara un niño, el momento estaba llegando, hubiera querido que diera a luz el sábado 30 como era el pronóstico teórico, coincidiendo con la fecha de mi llegada al mundo un 30 de mayo de 1941, pero el hombre propone y Dios dispone, se pasó al domingo 31. Con el mismo proverbio bíblico antes mencionado al escribir estas líneas, esperamos llegar con vida al 31 de mayo que ella cumpliría 50 años; y yo, su padre, el 30, cumpliría 79 años, con su bendición dada situación que atravesamos.
Dos motivos importantes más se sumaban al acto, que se daban el mismo domingo 31 de mayo. Ese día, todo el país esperaba el debut de la selección peruana de fútbol que había logrado su clasificación al mundial de Méjico 70 y jugaría por la tarde con la selección de Bulgaria. El otro motivo, que ese domingo 31 empezaba el campeonato de la Liga Distrital de Fútbol de Chimbote, con un torneo relámpago organizado por el Círculo de Periodistas Deportivos de Chimbote que presidía por entonces el periodista Alex Torrejón; los equipos invitados por el Círculo se hicieron presentes en el gramado del campo
54 Fernando Bazán Blass. Docente cesante, 79 años. Ex director de la UGEL de Chimbote y Barranca. Autor de 20 libros sobre historia de Chimbote, publicados entre 1995 y 2019. Promotor cultural.
del Vivero Forestal acompañados de sus reinas y presidentes; José Gálvez FC, Unión Juventud, Sider Perú, Sport Marítimo y Lolo Fernández, si mal no recuerdo; todos ellos con pretensiones de ganar la Copa Perú e intentar su ingreso al futbol profesional. El juego empezó las 10 de la mañana, sería eliminación por sorteo con 20 y 20 de tiempo, previendo terminar a las 4 de la tarde para alcanzar a ver o escuchar el partido de Perú. En esta presentación cada equipo mostraría sus mejores contrataciones; como Unión Juventud equipo del barrio de la Av. Aviación que venía preparándose con un mes de anticipación bajo la batuta del entrenador Santana, conocedor del fútbol de Barranca, Huacho y Huaral e Ica.
Ese domingo, Chimbote estaba paralizado en todos los sectores de la industria, ni las máquinas del Ferrocarril se movieron de su sitio en la estación conocida. Los hinchas concurrirían por la mañana al estadio y por la tarde verían o escucharían el partido de la selección nacional en Méjico. Nosotros, digo nosotros por yo era delegado del Unión Juventud, esperábamos ese domingo inaugural; otro triunfo, el de la selección nacional en Méjico, y el triunfo mayor, el nacimiento de mi retoño, sea hombre o mujer; eran sobrados motivos para celebrar el domingo 31 de Mayo.
Vuelvo a repetir el proverbio bíblico, Dios no dispuso como esperaba , a las dos de la tarde cuando mi equipo donde jugaba de titular mi hermano Jorge Bazán de 22 años había ganado los dos primeros encuentros y se esperaba al ganador del partido en juego para definirse con nosotros al campeón, aproveché el espacio de tiempo para regresar a mi casa con mi hermano menor de 14 años Daniel (Tito) Bazán quien me acompañó para almorzar y saber si fue varón o mujer la persona que llegaba al mundo y retornar a culminar con mi trabajo.
Encontramos a mi madre con la partera instalados en un ambiente con salida a la calle, todos los preparativos listos, me indicaron que llevara por un momento a los demás niños para adentro, vi a todos y los junté en un cuarto cerca al comedor para tenerlos a la vista y me puse a almorzar, siempre mirando el reloj, los minutos pasaba y el corazón me latía esperando escuchar los gritos del nacido, serví mi almuerzo, Daniel mi hermano de 14 años se sentó a mi lado, no debía moverme cuidando a mis hijos, Alberto de 7 años, Rosa de 5, Clara de 4 y Ruth de 2 años.
En eso estaba cuando se escuchó de repente un estruendo espantoso y la tierra empezó a moverse con fuerza, corrí a sacar mis hijos del cuarto al patio, un palo de la cocina me cayó encima, las paredes de la casa eran de adobe cruzadas en forma de T, por eso no se caían, pero se movían y partían por las esquinas, la sacudida era demasiado fuerte e interminable, vi el cerro Negro del frente que se movía de un costado a otro y, el suelo empezó a abrirse a mi costado donde parado sobre el jardín interior tenía en brazos a Ruth de dos años, los otros se abrazaban de mis piernas, entre gritos y llamadas a su madre, creí que había llegado el fin del mundo… no sabía lo que pasaba con mi madre, mi esposa y la partera; cuando calmó de sacudir vi a mi madre ingresar para saber de nosotros y me dijo que ayude afuera. Salí por donde pude a la calle y vi a mi esposa de la mano de la partera buscando el mejor lugar ; entonces ingresé como rayo al cuarto donde estaba, saqué un colchón y sábanas, en la segunda los instrumentos de la partera, y así dos o tres veces más, sacando lo que pude, miré la base de la pared de frontal que el agua salía a chorros por toda la fila, a medio metro de altura por los golpes verticales y le peso del adobe, Chimbote está construido sobre la napa de agua del río Lacramarca que discurre por el sub suelo a dos metros de la superficie, generando pantanos y albuferas.
Dos vecinas, de todas que también estaban en la calle, ayudaron a la obstetra a tender a mi esposa sobre el colchón puesto sobre el suelo de tierra salitrosa, con las sábanas encima continuó el parto, la familia de al lado ayudaban en lo que sea, volví a entrar hasta el jardín y salí con mis hijos y mi madre a la calle, la partera quería irse, pero aceptó terminar su trabajo a ruego mío y de mi madre. Hasta que nació una niña, la envolvieron con una camisa nueva mía comprada para mi cumpleaños, nuevamente entré por la ropa de la bebé, y pañales del cajón que me indicaron. La Sra. Obstetra y su hija que la acompañaba y me dijo que se iban, que este parto fue un milagro con el socorro de todos, me dio una receta para buscar en la posta de la iglesia Virgen de la Puerta a pocas cuadras, fui en su busca y apuré el pazo pero los zapatos nuevos que llevaba puesto me apretaban horrible, al llegar a la posta encontré en el patio a un sacerdote gringo, alto que daba los santos oleos en el suelo a un moribundo accidentado, le conté, le enseñé la receta y me dio una ampolla y jeringa para aplicarle si venía hemorragia. De regreso con la medicina en la mano, me encontré con el presidente del Club Juan Gervasio, linda persona, que venía en su carro del estadio a su casa, le conté y le pedí que me ayudase a llevar a
mi esposa a un hospital, me respondió que lo espere en mi casa, que iba a ver a los suyos y volvería para llevarme. Seguí y llegué con el encargo, a mi hija y mi esposa ya la habían trasladado a una casa de material noble que no se había hecho daño, era la casa de la vecina Julia Quirós, ella trabajaba de enfermera y había improvisado un sitio para alojar a mi esposa y la bebe. Llegó el carro, de Juan, un Ford ancho de seis cilindros y con la ayuda de Vicente Villanueva, amigo y vecino mío, la subimos con colchón y todo, sujetando el colchón y a mi esposa, la llevamos al hospital de la Caleta, imposible, la gente en griterío repleta de heridos no se podía hablar con nadie; decidimos dar vuelta y llevarla al Hospital del Seguro, ingresamos por la pista nueva de emergencia que daba a la Panamericana, allí encontramos la gente tirada en el piso, heridos con sus familiares al lado esperando atención, se peleaban por entrar al tópico, Juan y Vicente la bajaron del carro la acomodaron en el piso de afuera junto a otros y se despidieron quedando yo agradecido. Dejé a mi esposa y como pude me abrí paso, al fondo pude ver a un médico amigo, el Dr. Raymundo Evaristo Yupanqui, alcé las manos y salió a mi encuentro, me puso las manos al pecho y sacudiéndome gritó que me calme, le conté, salió con migo al patio donde estaba echada mi esposa, me dijo que ingrese y saque rápido una camilla donde encuentre mientras él le conversaba a ella, felizmente hallé una vacía a la vuelta y la subimos ubicándola en un patio interior junto a otros pacientes que habían salido de sus cuartos con cama y todo, me dijo que él se encargaría de cuidarla mientras me encargaba que vaya a ver a su casa cómo estaba su familia y regresar con noticias, que acepté. Así me despedí de ella, le dije, Acá te dejo en la mano de Dios, voy a ver a los hijos y regreso para contarte como están, le di un beso, ella asintió; le dije que también llevaba un encargo del doctor Evaristo para su casa que iba a cumplir. Emprendí la caminata con los zapatos que ya dije , bajé por Ruiz, no se veía casi nada, la polvareda de la calle por las casas de adobe caídas era enorme, llegué a Pardo y por la izquierda caminé por esta ancha avenida sin asfalto hasta la Florida Alta, en el pasaje Almirante Guise, conocía su casa, llamé al fondo, su esposa salió a la reja, le di cuenta del encargo de su esposo y mi fortuita visita, me dijo que todo estaba bien; emprendiendo el regreso nuevamente por Pardo, paso a paso en la oscuridad hasta el Jr. Libertad entré a Espinar que ya estaba lleno de ranchos armados con palos y esteras para dormir, porque las réplicas se repetían, mi familia ya no la encontré se habían ido todos a la pampa del 21 de abril y pararon una ramada para dormir al frente de la casa de la familia Guzmán, los vi a todos bien, mi madre con ellos, le di
cuenta y debería irme nuevamente, mi hija nacida se quedó en la casa de la vecina cerca de nuestra casa. No había agua, ni en el hospital, quería llevar para seguir mi ruta al hospital, mi madre consiguió no sé de dónde una botella de agua hervida y cargué con ella rumbo a mi destino, eran las once de la noche cuando llegué, vi a mi esposa más tranquila al saber de sus hijos y la última nacida, la gente se movía por todos lados, encontré al Dr. Evaristo y le di el recado, nos agradecimos y me dijo que había recibido informes reservados sobre la posibilidad de un maremoto a las tres de la mañana, tuve que dejar a mi esposa. A los heridos que necesitaban internamiento los colocaban con camas en los pasillos del hospital que era antisísmico, los que debían quedarse o evacuar de urgencia les ponían un esparadrapo en la frente, a los que no, tendrían que volver en la mañana para llevar su familiar, mi esposa no lo tenía y el Dr. Del Águila me dijo que era un parto simple y que ya pasaron las complicaciones urgentes, que venga mañana para llevarla a mi casa Me despedí nuevamente y cuando estaba por medio pasillo, saliendo para la puerta principal vino una réplica que tuve que regresar a toda carrera y salir tropezado por un ambiente que estaba llena de cadáveres en el piso, al fondo miré una virgen, en segundos alcancé la salida al costado de emergencia; no volvería hasta el día siguiente, era las dos de la mañana; caminé esta vez, bajando por Gálvez hasta Olaya, por la izquierda a dar a la pampa del 21 de Abril a buscar a mi madre y a mis hijos. No había dormido, no había comido y había caminado casi toda la noche con zapatos nuevos apretados, así pagué todos mis pecados habidos y por haber. Al día siguiente, no sé si solo o acompañado con alguien saqué a mi esposa en un taxi y la llevé a mi barrio a la casa donde estaba la recién nacida, la recibieron y atendieron; hallé a mi madre que había bajado a ver cómo había quedado su casa.
Por la tarde me acerqué al, a las 17.30 hs. del lunes 1 de junio fue asentada la partida de nacimiento en los Registros Civiles de la municipalidad de Chimbote con los nombres de SOCORRO MILAGRO, que resumía todo lo ocurrido, firmaron como testigos el Dr. Alejandro Castillo Rumich que me firmó la constancia de nacimiento y el Ing. civil Raúl Sánchez Sánchez, amigos cercanos que trabajaban en el Hospital del Seguro y la municipalidad de Chimbote.
Mientras tanto, mi madre Gloria Blaz Ávila, que se había comunicado con Lima esperaba la llegada de sus hijos que venían en un carro contratado, y la llevaron junto con mi esposa e hijos menores; mis
hermanos Hildebrando y Fidel que estudiaban en la Universidad llegaron a auxiliarnos, levantamos un rancho frente a la casa, las réplicas continuaban a cada momento, pero ya la gente empezaba a mover sus escombros, también llegó mi padre que era militar y trabajaba en el Colegio Leoncio Prado, las cosas se aliviaron en materia de frazadas, ropa y comestibles, con agua de pozo y leña se hervía el líquido que fluía por sangrías del zanjón. Los aviones y helicópteros pasaban por el cielo, en ida y vuelta a la ciudad de Huaraz y el Callejón de Huaylas donde las cosas se pusieron graves con el aluvión del nevado Huascarán desapareciendo la ciudad de Yungay, Un barco vino de Chile repleto de pollo pelado congelado, las ayudas se distribuían por medio de la parroquia en coordinación con los jefes de cuadra y zona, que recogían con triciclos que es largo de contar, solo que vino ayuda internacional de la mayor parte del mundo.
Con la bendición de Dios mi hija Socorro Milagro cumplirá el 31 de este mes medio siglo de existencia en el mismo lugar, a diez escasos metros de donde nació, es maestra, goza del cariño de sus familiares, amigos y colegas; trabaja en educación inicial, se dedica en su taller a la enseñanza de pintura a párvulos. Con el auxilio de la Virgen del Perpetuo socorro, iglesia donde su madre Clara Rodríguez Quirós y yo Fernando Bazán Blass nos casamos recibiendo el sacramento de la mano bendita del padre Alberto Mitchel S.M. fundador de la Legión de María, en ceremonia muy especial siendo mis padrinos el Supervisor de Educación el Dr. Leoncio Escalante y madrina la señora Juana Flores de Vda. de Manrique, que en paz descansan junto a mi Madre, mi padre Mauro Bazán Matienzo y mi esposa Clara Rodríguez Quirós de Bazán.
SOCORRO Y MILAGRO, dos nombres que dejaron huella en mi alma de la presencia de Dios y que mis recuerdos alcancen el milagro y socorro que necesitamos en estos días difíciles.