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Juan José Alva Valverde
El Estrella Roja y el terremoto del 31 de mayo de 1970
Juan José Alva Valverde 56
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¡Temblor! ¡temblor! Alcé la mirada y vi al frente, donde se encontraba mi viejito Juan de Dios rodeados de mis hermanos menores; él miraba hacia atrás, donde la pared inmensa de adobe amenazaba caerse y aplastarlos; estaban ubicados en la tribuna cerca de la entrada al estadio de Jircán, que colinda con el coso; yo estaba en la tribuna que colindaba con la casa del papá de mi amigo y promoción, Edgar Alvarado Vicuña y la entrada del lado oeste del estadio; estaba sacando de mi maletín mis implementos deportivos, esa tarde del 31 de mayo de 1970, el equipo de fútbol Estrella Roja, fundado por don Pascual Palacios, papá del amigo Román Palacios; integrada por muchachos que frisábamos los 15 años; entre ellos Román Palacios, Rodolfo Minaya, José Yábar Ruiz, Mario Yábar, el amigo Limay; éste humilde pechito, y otros amigos que se han perdido en mi memoria por la distancia del tiempo, que pasa inexorable, y nos va dejando heridas, en el cuerpo en la mente y en el alma; nos enfrentábamos al equipo Los Heraldos negros; salté de la tribuna y corrí lo más rápido que pude, jalé a mis hermanos que caían a mi alrededor, y estirando los dos brazos le dije a mi viejito que bajara hacia mí, me dijo cómo; mi temor era que la pared cayera y nos aplastara a todos; lo cogí de ambas mangas del saco y lo jalé hacia mí; no sé de dónde tuve fuerzas para sostenerlo y bajarlo junto a mí y a mis hermanos que lloraban asustados; con esfuerzo nos trasladamos lejos de la tribuna y del peligro del derrumbe de la pared, que literalmente se balanceaba.
Alcé la mirada y vi como el cerro donde los 1° de junio de cada año, los muchachos del glorioso Colegio Coronel Francisco Bolognesi de Chiquián querido, izábamos el pabellón nacional; se movía irrealmente, produciendo a su vez, ruidos atronadores, y se veía polvaredas por diversas zonas del cerro; el suelo bajo mis pies no
56 Juan José Alva Valverde. Natural de Chiquián, provincia de Bolognesi. Técnico administrativo de salud con diplomado en Administración de Salud, servidor del Ministerio de Salud. Cuenta con innumerables relatos de hechos que protagonizó en su vida juvenil.
1970 La hecatombe de Áncash 374
cesaban de moverse, como si convulsionara; estirando mis brazos lo más que pude, abracé a mis hermanos y a mi viejito; el fin del mundo me dije a mis adentros, y quizás esperaba que todo desapareciera.
Cuando por fin calmó de sacudirse el suelo, nos dirigimos hacia la tienda de mi viejito, en la calle comercio, a media cuadra de la plaza de armas; al entrar vimos que tosas las cosas de los estantes, estaban regadas en el piso; es ese momento sentimos un temblor, nos dirigimos a la plaza de armas; allí había numerosa cantidad de personas, agrupadas en las bancas de madera y otras en los filos de las veredas; todas rezaban en voz alta, implorando misericordia y que se calmara la ira del señor: ¡aplaca tu ira señor! ¡misericordia señor! Las avecillas que se acurrucaban en los antañones sauces de la plaza, con trinos entrecortados hacían eco a las exclamaciones de las personas compungidas.
La polvareda producida por el derrumbe del techo de la iglesia se dispersaba lentamente, produciendo una oscuridad tétrica en el cielo; los temblores se repetían felizmente con menos intensidad; luego de una noche entrecortada con sobresaltos, el sol de junio salió opaco por encima de las cimas del Yerupajá y sus colosos iguales; los pichuichancas de Racrán y Oro Puquio, trinaban saludando un nuevo amanecer.