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Justo Ponte Cruz
Se cumple 50 años del terremoto del 31 de mayo de 1970
Justo Ponte Cruz 65
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Día último del mes de mayo de 1970, mes del señor de los temblores. Fueron 7.9 grados de magnitud los que remecieron el Callejón de Huaylas. Recuerdo que había terminado el partido de apertura del mundial México 70 en el estadio Azteca, entre el local y la Unión Soviética, cuando la tierra tembló fuertemente en todo el departamento de Áncash, la costa y sierra del centro y norte de todo el País.
Según cuentan los sobrevivientes de esa tragedia nacional, diez minutos después del fuerte sismo, que alarmó a las 3:22 de la tarde gran parte del Perú, el glaciar desde el pico alto del norte del nevado Huascarán se desprendió, originando una caída vertiginosa de ese lote glacial, provocando un sonido estruendoso, que formó una avalancha de 30 millones de toneladas de lodo, hielo y piedras, que arrasó de la faz de la tierra, a la bella ciudad de Yungay.
La ciudad está protegida por un cerro, lo que impediría cualquier aluvión, pero fue tan radical y veloz vertiginoso la avalancha que saltó encima del cerro y sepultó completamente a una ciudad próspera y llena de negocios.
Numerosas ciudades del Callejón de Huaylas sufrieron la catástrofe, pero ninguna como Yungay, que desapareció del mapa nacional en unos minutos. A su vez, Huaraz vio destruida su catedral principal, sus colegios y plazas públicas. Un 95% del departamento ancashino quedó en ruinas. Las primeras noticias indicaban 5 mil muertos. Pero las cifras se agravaron con el pasar de los días.
Días después el gobierno nacional del Presidentes Juan Velazco Alvarado, informó oficialmente la muerte de casi 80,000 peruanos y más de 800,000 familias afectadas. Se declaró 08 días de duelo nacional.
65 Justo Ponte Cruz. Limeño de nacimiento. Sus padres son de la Provincia Mariscal de
Luzuriaga. Compositor, músico y escritor. Empresario- Contador – Relacionador Industrial.
1970 La hecatombe de Áncash 414
Según el instituto geofísico el epicentro fue a 80 kilómetros mar adentro, frente a Chimbote. Según el Centro Regional de Sismología para América del Sur, el sismo llegó a más de 8 grados, pero luego se confirmarían que fue de 7.9 grados. A través del estado llegaron ayuda humanitaria para los damnificados, entre ropa, alimentos, medicinas, que eran arrojadas desde el aire. Los países hermanos se solidarizaron con el país y enviaron ayuda económica, carpas, frazadas, medicinas, alimentos y apoyo con personal médico. Cabe destacar la presencia de médicos cubanos de apoyo.
Fue realmente una fecha trágica que enlutó a miles de peruanos. Todos comentan de las provincias Ancashinas, pero en la capital, también fue terrible el remezón. Lima, también se sintió afectada por este sismo de gran magnitud, cuyo epicentro fue el departamento de Áncash.
Mi experiencia en Lima
El recuerdo de esa fecha todavía perdura en mi masa gris. Tenía 13 años y era un domingo. Se jugaba el mundial dónde participaba nuestra selección y solo se escuchaba las incidencias del partido por el programa deportivo Ovación del periodista Pocho Rospigliosi. Por esa época nadie en el barrio teníamos televisión.
Estaba en el barrio del Pueblo Joven San Camilo del distrito de Independencia - Lima Norte, en la bodega con mi señora madre Caracciola Cruz y el vecino Bustamante que se refrescaba con una cerveza marca Pilsen. Era un señor muy alegre, conversador y tocaba su guitarra en afinación conchucano.
Eran las 3 de la tarde y minutos más, cuando empezó a temblar la tierra con un ruido fuerte que asustaba a toda la vecindad. Las botellas de los estantes de la tienda, se venían abajo, por el fuerte movimiento y en ese momento salimos despavoridos hacia la calle.
La casa de mis padres y en la que, actualmente, vive solo mi señor padre y hermanos, está situada al pie del cerro San Camilo del Ermitaño. De los altos caían las rocas hacia la parte baja y la tierra de la pista trocha que teníamos, se rajaba y se observaba las grietas.
El panorama era desbastador y en la inocencia de mi edad creía que era el fin de todos nosotros.
Mi vecina de nombre Julia de Díaz, estaba arrodillada pidiendo clemencia y perdón a Dios, rogándole parar el terremoto. Otros vecinos lloraban y rezaban por el cese del sismo. En cambio, yo me encontraba sereno y un poco asustado por las rocas que se venían encima de nosotros.
Felizmente no daño a nadie este alud de piedras, porque nos pusimos a buen recaudo en una zona segura. El ruido y remezón de la tierra paró, pero se sentía ligeramente como la tierra temblaba hasta cerca las 8 de la noche. Esa noche no conciliábamos el sueño, pensando que nuevamente podría haber una réplica del terremoto y sería tal vez el fin del mundo pensábamos en ese momento. Veía a los vecinos conversando hasta horas de la noche en la calle. Unos lloraban y otros oraban. Escuchaba a los vecinos. Recuerdo a un amigo de la infancia, Wilfredo Gonzales, de 16 años de edad, contando chistes de Jaimito y Quevedo, para bajar las tensiones y relajarnos del gran susto de nuestras vidas.
Después de este terremoto, los vecinos de mi barrio experimentamos también la llegada del condenado. Un personaje siniestro que seguramente tenía un entierro de riquezas en la zona donde estábamos morando. Cuando estábamos escarbando la tierra para poner los palos y esteras, se encontraron calaveras, ollas y telas del incanato. En la parte baja de la zona, había una hacienda llena de frutas.
Comentarios de los sobrevivientes, luego de casi 50 años
Hoy hay cerca de 300 yungainos que, de distintas maneras, lograron sobrevivir a aquel fatídico día para el país. Y luego de casi 50 años, siguen sobreviviendo a los invasivos recuerdos, al luto y al dolor. Algunos de los sobrevivientes perdieron a toda su familia. Cuenta uno de ellos:
– “Vimos que se derrumbaba el hielo. Dijimos ‘alud, alud’ y corrimos a un cerro. Volteamos y un manto blanco había tapado todo Yungay. Luego se llenó de un polvo negruzco”, recuerda reconociendo que a veces lo hace con rabia, y que tras lo vivido tenía que seguir adelante, porque ya no había lágrimas para llorar, porque todo estaba consumado.
El alud tardó en llegar 3 minutos a la ciudad. Quienes se salvaron se preguntaban por sus seres queridos. “Mi papá y mi mamá quedaron en la casa con la intención de dirigirse a mi chacra. No sé si llegaron
salir o permanecían todavía en la casa, porque después nunca más los he visto”, cuenta el amigo yungaíno. Agrega que se salvó por haber salido a pasear con varios amigos detrás del cementerio, y que con ellos encontró a más sobrevivientes con los que vivió en campamentos improvisados.
Otro de los sobrevivientes cuenta que, siendo un niño, recuerda corriendo cargando a su hermano de año y medio en un campo cercano a la ciudad. “Llamaba a mi mamá y no estaba. Es muy triste, pasamos por el barro y vimos restos de personas”, narra la señora que perdió a cinco hermanos.
Y así como algunos se salvaron en el mismo Yungay -entre ellos muchos niños por estar en un circo en el estadio, cercano a un cerrootros sobrevivieron fuera.
Dos días antes del terremoto, la Sra. Angélica Harada Vásquez, viaja a Lima para cumplir un compromiso y bueno celebrar su onomástico que era el 30 de mayo de ese año. Nos dice que el destino no estaba fijado para morir en su natal.
Después de varios días de ocurrido el desastre natural, muchos viajaron a la tierra natal y comentaron lo siguiente: “Encontramos todo devastado, era increíble, nos quedamos inmovilizados como un zombi. No teníamos reacción para nada decían”.
El resurgimiento de Yungay hermosura
Los años siguientes, todo tuvo que empezar de nuevo. A un kilómetro de la antigua ciudad se erigió el nuevo Yungay, con 70 mil habitantes en la actualidad y la agricultura como principal actividad. Pero, además, con el problema de tener una red de agua y desagüe en mal estado, un mercado y el único hospital colapsados. Así, Yungay sigue levantándose y emprendiendo y hoy es una ciudad prospera y turística.
Medidas preventivas para el departamento de Áncash
A raíz de esta experiencia vivida, hoy en día el peligro es latente y, la prevención es parte de la sobrevivencia de estos y de los próximos años. Hay muchas lagunas que representan un riesgo de desembalse, en caso ocurra el desprendimiento de un glaciar.
Un modelo de prevención -que se espera repliquen las autoridades locales- es el Sistema de Alerta Temprana implementado desde el 2011 para monitorear con cámaras -en tiempo real- el nevado Hualcán y la laguna 513, en Carhuaz, enviando información a una aún incipiente central en el municipio provincial.
Ello ha permitido sensibilizar a la población y establecer zonas seguras. En un caso extremo de avalancha en Acopampa y Carhuaz, la población tendría 32 minutos para evacuar y ponerse a buen recaudo.
En la Cordillera Blanca, unas 14 lagunas tienen un grado de riesgo y necesitan ser equipadas con este sistema para poder salvar vidas. Solo en Huaraz, los nevados Pulcaraju y Pucaranra, sobre la laguna Palcacocha, son un riesgo para 50 mil pobladores. Otra situación a tomar en cuenta es el retroceso de glaciares por el cambio climático, lo que forma nuevas lagunas.
Finalmente, estimados lectores, debemos de tomar en cuenta estas experiencias desagradables para evitar desgracias que enluten a las familias.