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Deysi Aurelia Mori Domínguez
Cuatro palmeras
Deysi Aurelia Mori Domínguez 72
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Había una mujer muy bonita, se llamaba Yunher, tenía un rostro angelical, terso como una rosa, sus mejillas sonrosadas, sus ojos claros con pupilas grandes, rodeadas de un verde pacay, su nariz aguileña, unos dientes cual, si fueran choclos tiernos y lechosos, su cabellera era ondeada que semejaba a los rayos del sol, su talla delgada, con una cinturita de avispa, unos pies ligeros y graciosos que cualquier hombre se quedaba extasiado al contemplar, tamaña hermosura. Un buen día el Cóndor de los Andes de la Cordillera Negra, corpulento, majestuoso, con la mirada al frente, llegó al callejón de Huaylas, distraído volaba por diferentes provincias.
Llegó a Recuay que Antonio Raimondi la llamó “Ladronera”, porque a todos los que llegan a esas tierras les roban el corazón, luego pasó a Huaraz, que la llamó “Presunción” porque la mujer Huaracina camina con garbo, elegancia y con mucho ritmo, más tarde pasó a Carhuaz que la llamó “Borrachera” porque sus tierras virginales producían mucho maíz, al que le pusieron por nombre Waratambo; con este maíz se
72 Deysi Aurelia Mori Domínguez. Natural de Yungay. Estudio educación en la Universidad
Nacional José Faustino Sánchez Carrión de Huacho. Promotora cultural con muchos reconocimientos.
preparaba la Jora y con ella el líquido sagrado y venerado por los Incas, cuyo nombre era la Chicha; una noche de luna llena llegó a Yungay que Raimondi le puso el nombre de “Yungay Hermosura”; porque tenía una belleza sin par, por sus paisajes, porque sus mujeres eran muy hermosas, semejantes a unas princesitas andinas.
El cóndor quedó sorprendido, al observar una estrella lejana que brillaba, cual sol refulgente en la mañana… ¡poco a poco! Se acercaba y sentía que sus pupilas se agigantaban, que su corazón latía con más violencia, no sabía ¿Qué es lo que estaba mirando?... de pronto se dio cuenta que al frente suyo, se encontraba una mujer escultural, con una sonrisa de niña y fascinante. Ella interrumpió… ¡Hola caballero! ¿Qué hace usted por estos lugares?, por su porte es usted forastero… ¡Si señorita!, vengo desde las altas montañas, atraído por su belleza, bien sabía que por estos valles encantados existía mujeres misteriosas.
Ella se ruborizó y sintió que le quemaba las venas y de pronto reaccionó, ¡Gracias caballero! No pensé que usted sería tan amable, al pronunciar esas palabras tan lindas y agradables al oído… ¡No son simplemente palabras que el viento se las lleva señorita! Son voces internas que salen de lo más profundo de mi corazón.
En esos momentos aparecieron las estrellas refulgentes, los grillos empezaron con su canto lastimero, la lechuza muy lejana empezaba con su canto fúnebre, ¿Quién sabe señor? De repente caminaba un alma en pena, que algún día desaparecería de la tierra… ¡La señorita se llamaba Yunher!
Yunher, anonadada sentía que el fantasma del amor la aprisionaba fuertemente, que su corazón latía aceleradamente, entonces balbuceando algunas palabras, desesperadamente se despidió diciendo… ¡Joven mañana nos vemos tengo que irme! El Cóndor casi sonámbulo accedió; pero con la esperanza de que pronto la volvería a ver.
Al día siguiente, amaneció suavemente, el Cóndor muy temprano se levantó, toda la noche no pudo dormir porque el fantasma del amor lo tenía desesperado. Salió a la plaza de armas, en esos momentos no
tenía nada, solamente algunas plantitas que estaban esperando al rey del universo, para darle el beso de los buenos días.
El Cóndor inquieto volteo hacia el Huascarán y observó que un rayo de sol, muy risueños se asomaba por medio del coloso, entre esos picos hermosos que semejaban dos brazos abiertos, esperando a todos los visitantes. El Cóndor quedó extasiado al ver esta maravilla y siguió mirando ¡Como esos rayos de sol, salían apresuradamente!; mientras tanto Yunher soñaba plácidamente en los brazos de Morfeo. Poco a poco, lentamente el sol aparecía sonriente para bañar, a la ciudad con rayos dorados y encima abrigadores; nuestro amigo el sol esperaba en medio del hielo y pronto siguió un calor abrigador, las doncellas salían ufanas a dar un paseo, los varones con sus lampas se dirigían al campo, las señoras con sus canastas se iban al mercado, las beatas sonámbulas se perdían en las gradas de la iglesia colonial, cuyo retablo de Mama Llusha, lucía ufana su estilo barroco; el sol sonriente derramó con furia todo su esplendor, el Cóndor nuestro amigo, solo tenía ojos para Yunher ¡Que le importaba lo demás!
Los alumnos bullangueros corrían apresuradamente y se perdían en sus pórticos pequeños de su colegio “Santa Inés”, otros corrían al 360 y 370 escuela de los varones, y las niñas corrían al 362 y 371; pero los que ¡más desesperados corrían! Eran los santainesinos y se perdían en la puerta pequeña del colegio que los esperaba con mucho amor.
Entonces el cóndor, al percatarse que Yunher no aparecía empezó a caminar por las diferentes calles de Yungay, así como la calle Villòn, llegó a la calle Sáenz Peña, pasó a la calle 28 de Julio, Comercio y llegó a la calle 28 de octubre, avanzo de pronto hacia el Huascarán y encontró al hermoso Puquio, de donde brotaba agua Cristalina, un poco azulada, sin manchas, sin impurezas, así como el alma de Yunher. Ese puquio se encontraba al fondo al lado del río Calicanto, que para llegar a ella teníamos que bajar por una infinidad de gradas y al fondo como si fuera el centro de la tierra nos esperaba el agua bendita, tenía cuatro caños y cuando no había agua en la ciudad se formaba cuatro colas de gente, con baldes, bidones, ollas y otros, de este lugar misterioso y atractivo aparecía el resplandor de una mujer, cuya cabellera hacia pelea con los rayos del sol, sus ojos refulgentes como dos estrellitas luminosas se posaban en la imagen robusta y atlética del cóndor; éste al contemplar tamaña hermosura se desmayó cayendo al suelo y rodó de grada en grada hasta el fondo del puquio y se detuvo al
pie de la hermosa mujer, quien con sus manos acarició al señor, este de su profundo sueño fue despertando poco a poco; quedando como si fuera una criatura en los brazos de Yunher.
Así nació un profundo amor, puro y eterno entre el Cóndor y Yunher. Tomados de las manos caminaron por todas las calles de Yungay y luego llegaron a los caminos de Llanganuco, se perdían entre peñascos, flores silvestres azulinas, entre retamales amarillas de la buena suerte, llegaron a la nieve y formaron un nido en medio del Huascarán, quien con un frío abrigador les dió la oportunidad de tener un calor de hogar. Los dos felices vivieron año tras año, tuvieron muchos hijos, quienes nacían todos los años, porque había mucho amor. Eran tan traviesos y a medida que iban creciendo se iban a Yungay, caminaban por un camino dócil, fragante, iluminado por las estrellas del cielo; el olor a retama era lo mejor; llegaban a la plaza de armas y se quedaban bien parados en los jardines, sabiamente diseñados por los antiguos Yungaínos.
Posteriormente como eran hijos de Cóndor y mujer, y como nacieron en medio del hielo, de hojas, ramas, plantas, quenuales; se convirtieron en unas hermosas palmeras que ufanas crecían y crecían, hasta querían llegar al cielo. Eran más de cincuenta palmeras, hermosas que sonrientes daban sombra a los yungaínos… pasaron año tras años y Yungay lucia hermosa, con las palmeras misteriosas. Mientras el cóndor y Yunher contentos los miraban de las elevadas cubres del Huascarán, quien hasta el momento les daba amor y cariño. Los dos envejecían sin traición, sin mentiras, sin engaños, sin hipocresías, sin llanto, sin dolor, sin mezquindad, envejecían igual porque los dos se conocieron en la flor de la juventud; los dos eran hermosos; el Cóndor con su figura varonil y ella con su figura de niña hermosa.
Las palmeras ya habían crecido; todos los años ¡El 28 de Octubre!, se vestían de gala, se recortaban sus cabellos, se ponían pantalones blancos, la plaza de armas se ponía muy bonita, sus jardines con rosas y achiras de color rojo, que semejaban a nuestra bandera nacional; el bicolor del Perú. Luego llegó el año fatal, año en que volaron más de 50 mil almas al cielo y San Pedro, todavía no los había llamado, porque todavía no era la hora, la hora todavía no había llegado; año en que la vida se recortaba, día por día, hora por hora, minuto a minuto. Yungay era la distracción de todos los hombres del mundo, crecía a cada
momento, había más contradicciones, la gente reñía a cada momento, unos querían que se destruya el templo viejo, el templo virreinal, querían que la plaza de armas tenga salida hacia el Oeste; y destruyendo la reliquia más antigua de mi Yungay, querían atropellar la casa donde la Mamá Llusha vivía con su niño hermoso y juguetón, niño hiperactivo y travieso.
Yunher y el Cóndor miraban a sus hijos desde lo más alto del Huascarán, contemplaban la alegría de Yungay hermosura, donde las palmeras muy alegres jugaban, donde todos los jóvenes corrían por las calles muy contentos, las niñas recogían flores y cazaban mariposas de multicolor ¡El aire silbaba una melodía muy rara y a la vez misteriosa! Las hermosas palmeras, las engreídas palmeras jugaban en la plaza, se inclinaban de un lado a otro; movían sus cabellos, sus manos, sus ojos; sonreían y cantaban; sus padres muy contentos los miraban, contemplaban extasiados tamaña alegría. En Yungay había paz, tranquilidad, el alma era divina; pero las autoridades habían decidido destruir la capilla de la patrona del pueblo, Pero ella no quería perder su hermoso hogar, porque era pequeño y muy abrigado; Yunher decía: “Yo soy muy amiga de la virgen y ella me ha dicho que quiere mucho a su vieja casona, porque es más hermosa, más atractiva, más acogedora; porque su retablo es el más hermoso del “Callejón de Huaylas”, el cóndor contestó: ¡Sí, yo también he escuchado, según dicen que la mama Llusha le ha dicho a la viejita que no voten su templo viejo, porque si lo votan, hará sentar al Huascarán en medio de la plaza!... huy ¡Qué miedo! Y ¿Nuestros hijos? ¿Cómo quedarían? Eso es mi preocupación.
Quiera Dios que no sea cierto ¡Ojalá las autoridades no lo hagan, ojalá no voten el templo! Eso digo mi adorado esposo, ahora estamos contentos, contemplando a nuestros hijos ¡Que hermosos crecen! ¡Mira¡! Que altos, que robustos y nuestras hijas tan bellas, tan bonitas, ¡parecen las estrellas del cielo!, Si Yunher… ¿Qué sería de nosotros si Mama Llusha se enoja y cumple lo que ha amenazado? Hay esposo mío no hables, a veces tus palabras pueden ser saladas. ¡Sí! Mejor callémonos que mañana es otro día.
Mientras en Yungay, no habían hecho caso a los comentarios de la gente, incluyendo al cura del pueblo, quien despreciaba el comentario; decía: ¿Cómo la virgen le revelaría a una vieja” y a mí que soy su ministro no me ha dicho nada? A pesar de que un hombre historiador
pedía que respeten la obra de arte, no porque era casa de la virgen, si no, porque era una reliquia histórica; las autoridades habían decidido en una reunión multisectorial, destruir el templo viejo que se llevaría a efecto el 1 de junio de 1970; entonces la viejita gritaba, se desesperaba y decía: No voten el templo porque la virgen me ha dicho, que en el templo nuevo tiene mucho frío… que los huesos le duelen, que corre mucho viento allí, también me ha dicho que si votan su templo, el Huascarán se sentará en la plaza de armas.
Las autoridades no le dieron importancia se reían a boca abierta de la noticia que eran ¡Tonterías, zonceras!, ¡Como la virgen revelaría a la vieja! una vieja, señorita mona. Entonces todo terminó, el acuerdo terminó y el 1 de junio estaría pasando el Caterpillar, destruyendo la casa vieja de la virgen; pero como dicen el hombre propone y Dios dispone. Se firmó el acta y todos salieron festejando, el pueblo indiferente no decía nada; solo una viejita llamada “Señorita Mona” sufrió por la decisión.
El 30 de mayo, en Yungay había mucha fiesta, había tanta alegría que todos bailaban alegres; Yungay se había vestido de gala, todos se pusieron sus mejores vestidos y mostraron sus mejores joyas, en la noche el baile daba su último grito, los yungaínos alegres cantaban el Alizal, un huayno muy hermoso, Yunher y el Cóndor también escuchaban el canto y contentos cantaban su última canción, sus hijos, las palmeras en medio de la plaza cantaban y bailaban tan alegres, parecía que presentían que la muerte llegaba.
Yunher decía: Que hermoso día, que lindos nuestros hijos, que alegres los veo, ojalá que este momento no pase y que se quede así para la eternidad; pero la ley de la vida es que todo pasa, los momentos tristes y los momentos alegres, todo pasa, Sí, dijo el Cóndor, tengo el presentimiento que algo va a pasar, el corazón llora con eterna amargura, no se ¿Por qué en Yungay ¡Tanta alegría! no entiendo el porqué de tanta algarabía?, creo que algo malo pasará, porque no podemos abusar de tanta risa a veces decían, que nos reímos porque pronto lloraremos, ¡Cóndor, no digas eso, parece que llamas a la maldición, no, no debe pasar nada, claro nosotros estamos seguros; ¿Pero nuestros hijos? ¿Qué pasaría con nuestros hijos?, no, no quiero ni pensarlo. Sí Yunher, mientras ellos bailan, nosotros rogaremos a Dios que todo pase igual y que la vida nos sonría siempre. Mejor debemos dormir, el Huascarán y el Huandoy están muy blancos, los
caminos a Yanama, todos los campos están fríos, las avecillas duermen en sus nidos, las plantas se abrigan y duermen con hielo, miremos bien a nuestros hijos y debemos dormir pronto, mañana es un día muy agitado.
Entonces los dos esposos muy amorosos y enamorados se durmieron, abrigándose con las brisas del Llanganuco y del Huascarán, mientras las estrellas los alumbraban constantemente.
Pasó la noche en forma fugaz, amaneció prontamente y llegó un nuevo día que era el 31 de mayo de 1970; Yunher y el cóndor se quedaron dormidos, por la preocupación que tenían, de pronto, despertaron y observaron, desde las cumbres del Huascarán a un Yungay Hermoso (Yunher) resplandeciente, risueño, cariñoso; desde las altas montañas veían al caminar tranquilo de la gente, los niños sonrientes, jugueteaban era domingo, día de descanso, día en que la gente visitaba el templo, el templo nuevo, recién construido con su forma excepcional, tenía la forma de una cruz, nunca antes visto en ningún sitio, el brazo derecho se comunicaba con el colegio “ Santa Inés”; tenía una puerta grande, atractiva, su brazo izquierdo se Comunicaba con el antiguo templo que querían destruir, también tenía una puerta y por el centro se encontraban sus pies que se comunicaba con la plaza de armas, al medio se encontraba el corazón de Jesús crucificado, un corazón que sangraba, porque ya sabía lo que pasaría en algunos momentos y al fondo hacia el este se encontraba su cabeza, sangrando por la corona de espinas que todos le habíamos puesto, muchos señores visitaban la iglesia, participaban en la misma de las 7 de la mañana y de las 10 de la mañana.
Los esposos miraban a sus hijos tranquilos, el aire levemente acariciaba la cabellera de las palmeras, avanzaban las horas, la preocupación y el presentimiento del corazón crecía. Yunher tenía miedo por Yungay, por sus hijos, ella solo caminaba como una niña, poco a poco, paso a paso avanzaba y llegaba al medio del inmenso universo, ellos miraban que la gente desaparecía de las calles, poco a poco ingresaban a sus casas, era la hora del almuerzo, unos comían los mejores manjares, otros pobremente solo comían su papautsu, otros papacashky, otros guisado y bistec; existían muchas diferencias económicas, mientras algunos eran ricos otros eran pobres, Yunher miraba sorprendida, las palmeras, sus hijos tenían sueño, los pobladores no salían de sus casas, se disponían a reposar, porque
recién habían almorzado, algunos niños se dirigían al estadio Fernández, solo con sus empleadas a disfrutar del circo, era matiné, sus padres se quedaban a dormir, Yunher sorprendida dijo: Cóndor, esposo mío tengo un dolor en el corazón, una punzada en el pecho, esto es mal agüero ¿Qué pasará?, nuestros hijos, que bien duermen, están cansados, seguro se fueron al baile. Sí Yunher, yo también tengo un presentimiento muy grande, tengo los nervios crispados.
¿Qué hora es?, parece que ya es las 2:30 de la tarde, mira el pueblo, qué lindo duerme, sus calles hermosas, la calle más hermosa que se observa es la del 28 de Julio, nace por el cementerio tan hermoso y termina en Cruzcucho, es la calle más derecha, mira ¡Qué bonito se ve el templo! La casa de Mama Llusha, el hospital “San Ignacio de Loyola”, el colegio, las escuelitas, el tenis, el estadio; ¡Sí! Yunher, parece misteriosa, veo que el pueblo llora, veo lágrimas doradas, ¿Qué pasará?, poca gente camina, veo en la plaza de armas a algunos que duermen, ya es las 3 de la tarde, siento un ruido, aquí en el corazón del Huascarán, ¡Yunher! Si yo también siento ¿Qué será?, no veo nada, sigue el ruido, un ruido que lastima.
Los dos esposos se treparon a la cumbre más elevada del Huascarán y observaron que vomitaba, vomitaba rabioso agua y lodo; los minutos avanzaban y el pueblo no se percataba de nada.
¿Qué estará pasando abajo?, parece que nuestros hijos bailan, la gente corre arriba, corre abajo, ¡cóndor!, ¿Tú ves?, ¡Sí Yunher!, ¿Qué estará pasando?, mira la gente se jala los cabellos, se arrodillan, se reúnen, se cruzan las manos, y las levanta; ¿Qué pasa con el Huascarán?, también se mueve y se mueve… ¡Agárrate Yunher!, no te vayas a caer, mira el Huascarán sigue vomitando, pareciera que vomitara fuego, piedras y hielo. Mira cóndor más abajo, el lodo, los palos, las casas se caen; ¡Dios! ¿Qué está pasando?, ¡protege a mis hijos!, mira como corre y desaparece la gente, desaparece en el lodo, ya está llegando a la plaza de armas, mira el templo ya se cayó, un templo tan grande… ¿Qué le estará pasando al Huascarán?, ¿Quién le habrá hecho año?, sigue vomitando, su rostro ya no es hermoso ni inspira cariño, ahora es feo e inspira terror. Si Yunher, ¿Qué hará con nosotros?, ¿Nos votara?, no creo, es tan grande el Huascarán, y no podrá votarnos.
De pronto el cóndor y Yunher, miraron caer a sus hijos, uno por uno caían, Yungay se llenaba de lodo, palos, hielo, piedras, gente muerta;
¡Yunher clamó!: “Madre mía, virgencita, Mama Llusha, perdona a tu pueblo… ¡No cumplas tu palabra, tu dijiste que el Huascarán se sentaría en medio de la plaza! y ahora veo un Inmenso hielo encima de mis ojos aplaca tu ira y tu rigor, ruega a tu Hijo Jesús, que calme la furia del Huascarán”.
El ruego fue oído, y el Huascarán dejo de vomitar… ¡¿Pero ¡¿qué Pasó con Yungay?!, ¡Cóndor, mira, Yungay ¿Dónde están nuestros hijos?¡ No veo nada, las tinieblas llegan a lo lejos, escucho voces que claman clemencia, se escucha el silencio de la muerte, se escucha el silencio del dolor, el silencio de la desesperación; Yungay, ¿Dónde está Yungay?, ¿Dónde nuestros hijos? Escucho el ruido, Cóndor siempre escucho el ruido. Sí Yunher, yo también lo escucho, parece que el Huascarán de nuevo se pone mal, parece que de nuevo sigue Vomitando, la noche avanza y el Huascarán sigue lastimando a nuestros hijos.
Y al fin el cansancio y el dolor agobió al cóndor y a Yunher, dormitaron un rato; de pronto despertaron, el sol de nuevo salía por medio del Huascarán, divisaron a Yungay, Yungay había desaparecido y solo quedaron ¡Cuatro palmeras¡palmeras misteriosas, mudos testigos del dolor y la muerte!