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El futuro amazónico es indígena y es sostenible
El fut ur o am azóni c o es i ndígena y es sost eni bl e
El futuro del bosque amazónico no puede ser avizorado sin la participación indígena, como lo fue en el pasado. Hoy sabemos que los indígenas amazónicos lograron desarrollar sociedades y culturas avanzadas en el medio en que habitaron sin alterar severamente el entorno (como sí lo hicieron otros pueblos en otras latitudes), y de esta sabiduría debemos aprender hoy para buscar alternativas a modelos extractivistas y depredadores.1.
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Sin embargo, muy poco se ha invertido en apoyar el manejo de sus recursos forestales y de fauna, y menos aún en apoyar la agregación de valor y el mercadeo.
Existen, sin embargo, algunas experiencias muy promisorias de comunidades amazónicas que han logrado prosperar conservando sus costumbres y cultura, con un enfoque ambiental, económico y socialmente sostenible; es más, que basan su prosperidad en el manejo y la conservación “productiva” de sus bosques, sus lagos y sus ríos. Ellos son los pioneros de una Amazonía que soñamos sostenible e incluyente para las comunidades amazónicas. Muchas de estas comunidades hoy se encuentran sumidas en la pobreza y forzadas a la emigración o a las actividades ilícitas por falta de oportunidades.
Posada Amazonas de la comunidad nativa Ese Eja, un proyecto que da sus frutos.
Turistas de la posada Amazonas en el río Tambopata. El modelo, con diversas variantes pero con una misma lógica y visión, recupera y revalora la cultura y prácticas tradicionales indígenas, amigables con el ecosistema amazónico, y adopta elementos modernos como no podía ser de otro modo en este mundo cada vez más globalizado. Finalmente pone en práctica lo que tantas veces han expresado los indígenas en documentos y foros: “No nos oponemos al desarrollo, pero queremos un desarrollo en nuestros términos, que nos respete y respete nuestros valores y modo de vida, nuestra cosmovisión, nuestro territorio y a nuestra madre tierra”2.
Describiremos cuatro ejemplos, uno en Madre de Dios y tres en Loreto. Sabemos que hay más, pero estos cuatro casos han sido reconocidos con diversos premios a nivel nacional e internacional.
Comuni dad Nati va Infi er no, r ío Tambopata
El caso de la Comunidad Nativa Infi erno, en el bajo Tambopata, Madre de Dios, es muy conocido en la industria ecoturística. Hace 19 años esta comunidad, formada por indígenas Ese’eja y algunos colonos (unas 170 familias en total), fi rmó un acuerdo con la empresa Rain Forest Expeditions, para operar un albergue turístico “Posada Amazonas” en una parte de su territorio, contiguo a la Reserva Nacional Tambopata. Para ello acordaron separar 3 000 ha donde se comprometieron a no talar árboles ni cazar animales. En el acuerdo la empresa y la comunidad comparten puestos en el directorio y se reparten las utilidades (60% para la comunidad y 40% para la empresa). Los datos de satisfacción de los clientes son impresionantes (97%), lo que demuestra la calidad de los servicios.
Las utilidades son invertidas en proyectos comunitarios: salud, educación, nuevos planes productivos como piscigranjas, el nuevo albergue turístico Ñape (100 % operado por los comuneros), la administración de su concesión ecoturística (Lago Tres Chimbadas), entre otros. Una parte de las utilidades es distribuida entre la comunidad por ello:
ï Las familias tienen acceso a servicios que no son frecuentes en comunidades indígenas: electricidad, agua potable, televisión. ï Más del 80 % de los puestos de trabajo del albergue están en manos de comuneros, que reciben todos los benefi cios sociales. ï Muchos jóvenes de la comunidad se han hecho profesionales y están trabajando como guías de turismo, administradores, contadores, entre otras carreras que aportan al negocio comunal. ï Un importante porcentaje de productos y servicios se adquieren de la comunidad para la operación turística.
Hoy el albergue Posada Amazonas es un ejemplo mundial de responsabilidad social y ambiental. Recibe al año unos 7 000 turistas y genera ingresos excepcionales para una comunidad indígena, que ‘haciendo honor’ a su curioso e infernal nombre, se ha convertido en un paraíso de prosperidad para comuneros sumidos en la pobreza hasta hace pocos años (situación que prevalece todavía en la mayoría de las comunidades indígenas).
Mujeres kandoshi salando pescado.
Tradicionalmente las mujeres Kandoshi son las que se ocupan del cuidado de la reprodución de las taricayas en su comunidad.
Comuni dades Kandozi , r ío Pastaza
Las comunidades en torno al Lago Musakarusha (conocido también como Rimachi), estaban desengañadas de la extracción de la madera, que solo trajo más pobreza a sus comunidades, y acordaron impulsar el manejo de los ricos recursos pesqueros del lago, el más grande y productivo de la Amazonía peruana.
Los Kandozi recuperaron el control del lago a mediados de los 90, cuando lamentablemente se vieron obligados a expulsar funcionarios no indígenas que promovían la explotación comercial por foráneos, marginando a las comunidades. Pero la situación no mejoró mucho por varios años.
Al no estar capacitadas, las comunidades tenían que vender los derechos de pesca a pescadores no nativos (mestizos). En la última década, sin embargo, y gracias a algunos proyectos de cooperación, se formalizaron y comenzaron a ejecutar un plan de manejo pesquero con visión de mercado. También dieron mayor valor agregado al producto: de venderlo seco-salado pasaron a congelarlo, aumentando así el precio de venta y la calidad del producto.
Gracias a las medidas de manejo y al control férreo de la pesca ilegal por los vigilantes Kandozi, el pescado se ha recuperado de forma espectacular, como demuestra el testimonio de Oroshpa Hernando, pescador de la comunidad Chapara Cocha: “El manejo ha dado buen resultado y la cantidad de pescado ha aumentado bastante. Al principio había para que cada pescador saque 100 a 200 kilos. Después subió a 400 kilos, y
ahora cada uno puede sacar 600 a 700 kilos”.
Los resultados económicos saltan a la vista, porque junto al valor agregado del producto, ellos mismos comercializan el pescado. Los benefi cios para las comunidades se han incrementado notablemente, mostrando un aumento en las utilidades y en el capital de trabajo de la asociación.
Existe un indicador de prosperidad amazónica: el número de motores fuera de borda, los famosos “peque peques”. Antes del 2005 había apenas unos 20 en las comunidades Kandozi de Musakarusha, hoy hay más de 100. Estos motores son vitales para la vida cotidiana en la selva baja.
Otro caso emblemático es la historia de un grupo de madres Kandozi, que merece un espacio aparte. A diferencia de lo que ocurre con los Kukama de la Reserva Nacional Pacaya Samiria, el aprovechamiento de los huevos de la tortuga taricaya lo realizan tradicionalmente las mujeres, que hacen un manejo de las playas muy peculiar (exclusivo de este sistema lacustre, por sus características únicas). La señora Purunia Mashingashi (viuda de unos 60 años de la Comunidad de Puerto Requena) cuenta que el aprovechamiento de huevos de taricaya (conocido localmente con el nombre de “Charapi”) lo aprendió de su madre.
Según doña Purunia, su madre observó a una taricaya poniendo huevos en el nido construido con gran difi cultad en una orilla llena de vegetación. Entonces, para facilitar la colocación de nidos, se le ocurrió cultivar un pequeño sector de la orilla y, luego de unos días, quemó la hierba seca. Comprobó así que esto atraía a las taricayas, pues luego de dos días, al regresar a revisar su pequeña “parcela” (como ellas denominan a sus playas manejadas) encontró varios nidos del tímido animal. Así se estableció en Musakarusha una relación benefi ciosa tanto para las taricayas, que encontraron muchos más lugares aptos para poner sus huevos, como para las mujeres Kandozi, que incrementaron su cosecha de huevos de taricaya, un alimento muy apreciado en la Amazonía peruana.
Al inicio las madres Kandozi cosechaban todos los huevos, pero a partir del 2004, con apoyo de organizaciones como WWF, comenzaron a aplicar medidas de manejo, incubando una parte de los mismos en playas artifi ciales para asegurar la perpetuación de la especie. Gracias a la formalización del plan de manejo, hoy las mujeres Kandozi pueden comercializar la mitad de las crías nacidas en las playas de incubación, con lo que han incrementado signifi cativamente sus ingresos. El número de taricayas en Mushakarusha también ha crecido en los últimos años, así como los ingresos por venta de huevos y crías. Los benefi cios llegan a todos, a la naturaleza y a las personas.
Las ar tesanas del Tahuayo, r ío Amazonas
Las comunidades asentadas en las riberas del río Tahuayo, en Loreto, fueron de las primeras en organizarse a mediados de los años 80 para controlar y manejar sus recursos, acogiendo las recomendaciones de algunos científi cos que realizaban investigaciones de fauna y fl ora en la zona. La iniciativa estaba dirigida originalmente a frenar el saqueo del que eran objeto por pescadores, cazadores y madereros ilegales provenientes de la cercana ciudad de Iquitos. Posteriormente, con apoyo de algunos proyectos de cooperación, impulsaron actividades productivas orientadas a generar ingresos, todas ellas con base en los recursos de sus bosques y sus cochas.
Las comunidades habían propuesto y logrado la creación de una Reserva Comunal con el Gobierno Regional de Loreto en 1991. Pese a que la anulación de los gobiernos regionales en 1992 los dejó en un limbo legal, los comuneros continuaron trabajando por defender su cuenca, sus bosques y sus cochas de extractores foráneos, e implementando medidas de manejo para los recursos más importantes. Los resultados de este esfuerzo se aprecian en la abundancia actual de recursos de fauna terrestre y acuática, escasos en otras zonas, y también de fl ora (por ejemplo, frutos de aguaje y otras palmeras, hojas de irapay, entre otros). En los últimos años han recibido diversos reconocimientos y premios por sus logros.
Artesanas del Tahuayo, arte que pasa de generación en generación, utilizando los recursos propios del lugar.
En el 2009 las comunidades lograron cumplir el sueño de ver su área reconocida por el Estado a través de la creación del Área de Conservación Regional Tamshiyacu-Tahuayo. Protege un área de 420 000 ha, incluyendo las zonas de cabecera de ambos ríos, que se han convertido en “zonas fuente” que garantizan la sostenibilidad del aprovechamiento de recursos en la cuenca baja. Hoy los comuneros no necesitan alejarse mucho de sus casas para obtener la carne de monte o los frutos y hojas de palmera vitales para su economía. En la mayoría de las cuencas amazónicas estos recursos son muy escasos y alejados de las comunidades.
Evaluaciones recientes demuestran que la implementación de medidas de manejo y control de los recursos naturales ha contribuido de forma signifi cativa a la mejora en la calidad de vida de los pobladores de esta reserva: por ejemplo, se ha incrementado substancialmente el consumo de pescado y de carne de monte, la principal fuente de proteína en la dieta, y como consecuencia se ha reducido signifi cativamente la anemia infantil. La economía también ha mejorado substancialmente, especialmente debido al turismo (muchos pobladores trabajan en varios albergues que operan en la cuenca, atraídos por el buen estado de conservación de la biodiversidad), y a la venta de artesanías.
En este campo destacan en particular las artesanas de chambira. Medio centenar de madres de familia en varias comunidades cosechan sosteniblemente, procesan y exportan rentablemente a Estados Unidos hermosas canastas tejidas con fi bra de la palmera chambira. El aumento en sus ingresos se ha traducido en una mejora substancial de la salud y la educación de sus hijos, entre otros aspectos, como demuestran los estudios de percepción realizados.
Los Yacu Tai ta de El Dor ado, Reser va Naci onal Pacaya Sami r i a
A mediados de los años 90, la Reserva Nacional Pacaya Samiria, y la cocha El Dorado en particular, mostraban los impactos de una defi ciente gestión y de décadas de saqueo. Apenas quedaban algunos paiches en esta enorme y bella cocha, y las taricayas, gamitanas, arahuanas, y otros recursos importantes eran cada vez más escasos, la tala y la caza ilegales eran práctica común. Las autoridades del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas recibieron entonces un pedido sorprendente: un grupo de pescadores de la Comunidad Manco Cápac, situada al borde de la reserva, solicitó que les dejasen manejar los recursos de la cocha. No había un marco legal para ello, pero tampoco recursos para hacer vigilancia con guardaparques, así que “calladito callando”, como dicen en la Amazonía, accedieron a su pedido. Veinte años después esta experiencia se ha convertido en un ejemplo de éxito en manejo de recursos y conservación en áreas protegidas, y en un modelo de desarrollo sostenible para las comunidades amazónicas.
Los veintitantos Yacu Taitas (los “padres del agua”, en Kichwa), que así se llama este grupo de aguerridos pescadores de ascendencia Kukama, han logrado el milagro de recuperar no solo la población de paiches, sino de arahuanas, de taricayas y de otros muchos recursos de este maravilloso humedal. Hoy los caimanes, lobos de río, manatíes y charapas han recuperado sus antiguos predios acuáticos, mientras que los aires son surcados por bandadas de guacamayos y otras aves difíciles de ver fuera de la reserva.
El caso del paiche es quizás el más emblemático: de los cuatro paiches que había a mediados de los noventa en El Dorado, han pasado a más de 6 000 adultos y un incontable número de juveniles, según el último censo. Anualmente los Yacu Taitas aprovechan entre 30 y 60 paiches para vender a la ciudad su exquisita carne, dependiendo de las temporadas.
La recuperación de la taricaya ha sido también espectacular. Era una especie rara hace 20 años y casi todos los nidos en las playas eran saqueados por ilegales. Anualmente los Yacu Taita tienen permiso para comercializar unas 23 000 crías, al tiempo que liberan al medio natural unas 23 a 25 000 crías al año. En conjunto, los 40 grupos de manejo de taricaya de la Reserva Nacional Pacaya Samiria liberaron en la campaña del 2014: 499 668 crías y comercializaron 289 809. A esto hay que sumar cerca de un millón de huevos califi cados como “no viables”, que son consumidos localmente y vendidos a la ciudad.
Respecto a la arahuana, el bello pez amazónico que los asiáticos valoran tanto para acuarios por ser similar a su amenazado “pez dragón”, los Yacu Taita vendieron el 2014 más de 14 000 alevinos. Su sueño es poder vender un día directamente a los
Los Yacutaita en plena faena de pesca en la cocha El Dorado, Reserva Nacional Pacaya Samiria.
Paiche (Arapaima gigas) manejado con éxito por los Yacu Taita en El Dorado. acuaristas de Asia, con lo que sus ganancias se incrementarían signifi cativamente. En total, los 40 grupos de manejo de la Reserva Nacional Pacaya Samiria comercializaron 111 138 alevinos el 2014. Por cierto, los alevinos son cosechados de manera sostenible, capturando a los machos de arahuana que los transportan en su boca y liberándolos indemnes.
Tan importante es el comercio de alevinos de arahuana para su economía, que la Comunidad Manco Cápac celebra su aniversario justo al fi nal de la temporada de arahuana, cuando los grupos de manejo proveen los recursos necesarios para las celebraciones, y cambian la fecha conforme viene la temporada reproductiva del maravilloso pez dragón.
Los Yacu Taitas también operan un servicio de turismo comunitario de excelente calidad, con un albergue al borde de la Cocha El Dorado, que se puede califi car como el albergue del paraíso, por las espectaculares vistas y la impresionante fauna que se puede disfrutar en su entorno.
Los Yacu Taita, junto con los otros 39 grupos de manejo de la Reserva Nacional Pacaya Samiria, han conseguido el milagro de recuperar los ecosistemas, y en particular la fauna de forma tan efectiva que recientemente esta reserva ocupó el segundo puesto en el mundo, luego de las Islas Galápagos, como el mejor lugar para observar fauna silvestre.
Antonio de León Pinelo, que en su libro “El paraíso en el Nuevo Mundo” (1653), ubicó el Paraíso Terrenal en la confl uencia de los ríos Ucayali y Marañón, donde hoy se localiza la Reserva Nacional Pacaya Samira, hoy se mostraría satisfecho del milagro de la recuperación de este paraíso en manos de las comunidades locales.