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El nombre del Perú, Raúl Porras Barrenechea

provecho de los indios que le son confiados, mientras que la Corona debe velar, teóricamente, por la suerte de todos sus súbditos.

Cronológicamente, se manifiesta una evolución en las diferentes formas de tributo (aunque de manera confusa e irregular):

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1. De 1532 a 1548 (hasta el final de las guerras civiles): no hay tasa oficial que fije las obligaciones de los indios; como lo afirman los testigos de Yucay, continúa el sistema anterior, simplemente los españoles sustituyen al Inca. Pero esta continuidad no comporta por eso menos elementos de ruptura: el encomendero impone el despotismo, no se contenta con el beneficio del trabajo de los indios y exige además productos en especies, ya sea agrícolas (no sólo maíz, sino también trigo), o artesanales (no solamente tejidos, sino además artículos hechos con fibras de agave, arneses, etc.)

2. De 1549 a 1570 aproximadamente: bajo la presidencia de La Gasca, hacia 1550, se oficializan las primeras tasas oficiales; generalmente éstas comportan además de la leva de “mitayos” numerosas obligaciones diversas: maíz, trigo, papas, carneros, cerdos, aves de corral, huevos, pescado, frutas, coca, sal, tejidos y objetos artesanales diversos, etc.; a menudo los indios no producen tal o cual artículo y tienen que procurárselo por trueque. A partir de este período, aparecen algunas veces obligaciones en plata, pero su monto es todavía muy limitado con respecto al resto del tributo. Sin embargo, las tasas evolucionan poco a poco en el sentido de una simplificación de los pagos (desaparición de los artículos de interés secundario, tales como aves de corral, huevos, pescado, etc.), con el aumento del tributo en plata (que siempre es la menor parte del tributo).

3. Década de 1570: el virrey Toledo sigue una política de uniformización del tributo y aplica nuevas tasas después de la visita general que ordena para todo el Perú. Aunque todavía incluye trigo, maíz o tejidos, así como la entrega de “mitayos”, el tributo en plata se hace predominante.

Aquí surge una pregunta fundamental: ¿qué representa el tributo español con respecto al tributo incaico? Cuantitativamente se nos escapan las medidas exactas. Sin embargo, hemos encontrado en Huánuco, Chucuito o Huaura un hecho lleno de consecuencias: los españoles se apropiaron de las tierras del Inca y del Sol, reservadas en otros tiempos para el tributo: el resultado es que el peso de éste se encuentra transferido a las tierras comunitarias de los indios. Amenudo, las tasas mismas, tanto bajo La Gasca como bajo Toledo, confirman explícitamente que los contribuyentes deben cosechar sus obligaciones de maíz o trigo en sus propias tierras. Es cierto que luego de la caída demográfica los indios son menos numerosos y que, generalmente (a pesar del ejemplo de Huaura), no les faltan tierras (aunque hayan perdido las mejores); pero, por el hecho de ser menos numerosos tienen más trabajo. Por eso no sorprende que el tributo español parezca mucho más pesado que el tributo incaico: las indicaciones de que disponemos respecto al tiempo consagrado al pago de obligaciones al encomendero (en Huánuco o en Huaura) son testimonio de la explotación intensiva sufrida por los indios. Por otra parte, sería ingenuo creer que los beneficiarios de las tasas las respetaban al pie de la letra: innumerables documentos ilustran los abusos, los cobros ilícitos, la violencia que ejercían. Sabemos que en Huaura reinaba un déspota inescrupuloso. Citemos nuevamente, volviendo a la región de Huánuco, el caso de Sebastián Núñez del Prado, que durante nueve años exigió trescientas canastas de coca al año, en vez de las ochenta prescritas y que, para cobrar el tributo textil, hizo encerrar a cierto número de indios en un corral donde trabajaban sin tregua. En cuanto a su vecino, García Ortiz de Espinoza fue condenado a restituir mil pesos a sus contribuyentes e incluso fue enviado a la cárcel por sus malos tratos. Pero rara vez se castigaba los abusos de los encomenderos.

Es sobre todo cualitativamente que se ve arruinada la ideología que justificaba el sistema incaico: en el mundo dominado por los españoles no tienen sentido las nociones de reciprocidad y de redistribución o, para ser más exactos: el sistema español utiliza aspectos del antiguo sistema. La reciprocidad desempeña todavía un papel en las relaciones entre el ayllu y los curaca, y éstos aseguran la relación con los nuevos amos; mientras que la reciprocidad daba lugar a una rotación de riquezas (ficticia o

desigual) entre el ayllu, el curaca y el Inca, la dominación española provoca una transferencia de los bienes en sentido único, de los indios a los españoles sin contraparte. Recordemos algunos hechos significativos: en Huaura, los contribuyentes no reciben ni alimentación ni herramientas para el trabajo; en Huánuco, los chupachos se quejan unánimemente por ser obligados a proporcionar el algodón del tributo textil; en Chucuito, mientras que el curaca todavía les da a los indios la lana para que le tejan sus vestidos, el rey no da nada a cambio de las mil piezas de ropa que percibe; y los 18,000 pesos que se pagan a Su Majestad en modo alguno se redistribuye entre los indios. El español ha tomado el lugar del Inca, ha heredado su función centralizadora sin mantener la redistribución de las riquezas en beneficio de todos. En definitiva, mientras que el tributo inca funcionaba según una estructura equilibrada y circular, el tributo español se caracterizaba por su estructura desequilibrada y unilateral.

La moneda

La Conquista introduce la moneda en un país donde ésta no existía en absoluto. Es cierto que durante el siglo XVI la economía del Perú no se basa totalmente en intercambios monetarios; por el contrario, la actividad indígena sigue orientada hacia la autosubsistencia y los mismos españoles a menudo recurren al trueque. Pero los indígenas se ven frente a un sistema que les era desconocido, y pronto soportan todo el peso de la producción de las minas de plata. Por eso nos vemos obligados a plantear dos cuestiones: 1. ¿Qué representa la moneda en la mentalidad indígena? 2. ¿Qué consecuencias acarrea el pago del tributo en dinero?

En tiempos del Inca, el oro y la plata eran, sin duda, objetos preciosos. Entraban en el sistema de dones y contradones; por ejemplo, el curaca le ofrecía joyas al Inca y recibía de éste vestidos con incrustaciones de oro, así como mujeres, yana o tierras. Pero tengamos en cuenta el significado del don en el sistema de reciprocidad: es resultado de la generosidad del donante, pero quien lo recibe se ve obligado a corresponder con un don igual o superior. El don aparece así como libre y obligatorio. Entran en juego nociones tales como el prestigio, el poder, la generosidad, la ley social; las relaciones económicas se impregnan de connotaciones morales y religiosas. Pero el metal precioso no desempeña, como en la economía monetaria europea, el papel abstracto y específico de equivalente universal; no sirve para medir el valor de los productos, simplemente es una riqueza más.

Esta representación mental determina, después de la Conquista, la incomprensión de los indios ante el sistema español. Garci Diez nos da sobre esto un ejemplo sorprendente: se trata de las ventas al crédito a los indios. Los comerciantes españoles recorren la provincia: ofrecen a los indígenas diversas mercancías, tales como vino, coca o herramientas de origen europeo. El precio de estas mercancías es mucho más alto que su valor real, pero los comerciantes no exigen nada al contado. Los indios aceptan todo lo que les ofrecen, aunque no lo necesiten, como si se tratara de regalos generosos. Concluidas estas “ventas”, los comerciantes esperan el vencimiento de la deuda y entonces apelan a la justicia española para obligarlos a pagar. En la mayoría de los casos, éstos están imposibilitados de hacerlo: entonces se les confisca sus pertenencias y se les encarcela si es que no huyen.

En cuanto a los intercambios entre indios, casi siempre revisten la forma de trueque. Como en tiempos del Inca, los productos de la sierra los cambian por los de los valles cálidos. En Chucuito, ciertos indios confían a sus vecinos la confección de sus vestidos: por una “manta” le dan al trabajador, aparte de la materia prima (la lana ya hilada), dos vellones de lana, coca y productos comestibles. Sin embargo, hay un hecho significativo: Garci Diez precisa que en las ventas a crédito de que son víctimas los indios, éstos adquieren productos españoles y no mercaderías locales. Existe pues una especie de dicotomía. Anivel de las representaciones mentales, debemos distinguir dos sectores diferentes en la economía peruana del siglo XVI; uno de productos indígenas, donde los intercambios se hacen directamente por trueque; y el otro de productos españoles, en que los intercambios pasan por el intermediario abstracto de una evaluación monetaria (esté o no presente la moneda).

Ahora bien, la difusión del tributo en plata obliga a los indios a salir del sector que les es familiar. Esta difusión tiene lugar en la década de 1560 y sobre todo en la de 1570, bajo el gobierno de Toledo.

Todavía en 1562, los chupachos de Huánuco no le entregan a su encomendero sino contribuciones en especies. Pero el ejemplo de Chucuito demostró una clara evolución, a partir de 1559, en el sentido de una agravación constante del tributo en plata. Las “Relaciones Geográficas” nos permiten elaborar un cuadro de las obligaciones hacia los años 15821586: en esta fecha constatamos que si el tributo comporta, según las regiones, trigo, maíz, papas o ropa, menciona también el dinero. ¿Cómo hacen los indios para conseguirlo?

En Chucuito, en el sur del país, hemos visto que los aymaras van a ganarlo a las minas de Potosí y que a este salario añaden el de los transportes; pero el dinero no permanece en sus manos, no les sirve para empresas comerciales: es absorbido por el curaca y por los españoles. Las sumas acumuladas en el sector indígena no permiten el nacimiento de un capital: se trata, al contrario, de una “proletarización” de los indios. Las “Relaciones Geográficas” describen una situación análoga en las otras provincias. Así en la región de Jauja, en el centro del Perú, para pagar su tributo, los indios se ven obligados a trabajar en las minas de mercurio de Huancavelica.

Al norte, en la región de Cuenca, los indios se alquilan al servicio de los españoles (para trabajos domésticos, rurales o para tareas de transporte) y también van a trabajar en las minas (las de oro de Zamora). El tributo en dinero obliga a los indios a adoptar actividades nuevas, en detrimento de las tradicionales, puesto que quienes van a las minas o a lugares lejanos abandonan el cultivo de sus tierras y a menudo no regresan. La difusión del tributo en plata agrava la desestructuración del mundo indígena. Según Santillán se trata de la carga más penosa. La preocupación por conseguir dinero se hace general al sector indígena, pero se trata de una necesidad impuesta desde el exterior, no de una adopción espontánea. Se busca la plata como objeto precioso exigido por los españoles, y no como un instrumento de cambio. La introducción de la moneda no transforma la economía indígena en economía monetaria: desempeña solamente un papel destructor y negativo.

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