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competitiva”
República Aristocrática y sistemas electorales
1. La República Aristocrática entendida como una
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En el presente capítulo presentaremos y discutiremos los elementos más importantes que caracterizaron al sistema electoral durante la República Aristocrática. Debido a que dicho período ha sido bastante trabajado desde la historia y las ciencias sociales no vamos a detenernos en una narración de los hechos y procesos. Nos limitaremos a mencionar lo que sea esencial para la contextualización de las instituciones, que es lo que nos interesa. Prestaremos especial atención, sobre todo, al desarrollo normativo que se dio a través de múltiples reformas, viendo en qué medida dichas reformas implicaron un cambio en la manera cómo se desarrollaron los procesos electorales y en los resultados.
Como antesala del análisis, y a modo de hipótesis, seguimos la tesis de Víctor Peralta, quien afirma que durante el período de la República Aristocrática los partidos políticos se sirvieron del sistema electoral, entre otras instituciones políticas, para excluir al adversario. Se pensó en generar “alternancias pactadas”, en lugar de ir constituyendo una competencia política efectivamente democrática (Aljovín y López
2005). En ese sentido, nos parece fundamental caracterizar de manera provisional, salvo algunos momentos determinados, al régimen político de la República Aristocrática como lo que Robert Dahl (Dahl 1997) denominó “Oligarquía competitiva”, es decir, un régimen político donde existe cierta liberalización, pero con muy poca participación.
Recordemos las dos grandes dimensiones de democratización que menciona Dahl: “1. En el pasado y en el presente los regímenes divergen grandemente por la amplitud con que conceden abiertamente, aplican públicamente, y garantizan plenamente estas ocho oportunidades institucionales, cuando menos a algunos miembros del sistema político que quieran oponerse al gobierno” (Dahl 1989: 14); y “2. En el pasado y en el presente los regímenes varían también según el número de personas facultadas para participar, en un plano de mayor o menor igualdad, en el control y discusión de la política de gobierno: Participar, es decir, tener voz en un sistema de debate público” (Dahl 1989: 15). Como veremos, de lo que se va a tratar en este período de múltiples procesos electorales y sucesiones de mando entre civiles (salvo las ya conocidas excepciones que se mencionarán más adelante), lo cual implica cierta liberalización y posibilidad de debate público. Sin embargo, la participación devendrá bastante restringida, con lo cual los niveles de representación serán bastante bajos (y esta dimensión es fundamental para comprender y evaluar a un sistema electoral, como se mencionó en el capítulo anterior). Se trata pues de una oligarquía con cierto grado de competitividad. Un antecedente histórico análogo sería el caso del régimen parlamentario inglés con los clubes de notables, tal y como lo describe Manin al analizar los orígenes y principios del gobierno representativo (Manin 1998). De ahí que también pueda hablarse de una “república de notables”.
Es en este marco de discusión que podemos situar lo que dice Planas en torno a “lo aristocrático”, pues resulta muy pertinente: “el factor principal para esa tipificación ‘aristocrática’ sería la composición