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Preparando la superficie

Como ha señalado Protzen en otra ocasión, las herramientas no necesariamente tienen que ser más duras, sino tan solo más resistentes (es decir, no deben quebrarse con tanta facilidad) que la pieza de trabajo sobre las que se las está utilizando (1993, pp. 172-173). Sin embargo, imaginamos que para hacer el trabajo fino necesitaríamos un conjunto de herramientas duras, afiladas y puntiagudas. Las piedras que elegimos para nuestro grupo de herramientas incluyeron muchas calcedonias (pedernal, ágata y jaspe), obsidianas, grauvacas, cuarcitas y hematitas.

Preparando la superficie

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Como mencionamos antes, los bloques de construcción que todavía sobreviven demuestran que se realizó trabajo tosco y de acabados en un mismo bloque. Sin embargo, los motivos, acabados o no, siempre parecen haber sido tallados sobre una superficie aplanada, suave y acabada. Por motivos obvios, una superficie que es suave y plana resulta ideal para trazar un motivo con exactitud milimétrica. De lo contrario, cualquier abolladura o depresión en la superficie generarían errores graves. Para obtener una superficie uniforme, Nair utilizó percutores para desgastar un lado de la pieza de trabajo hasta convertirla en una superficie casi lisa. Golpeándola de forma continua y puliéndola con una piedra plana (un ladrillo refractario) y arena, logró obtener una superficie razonablemente plana y pareja. Esta, sin embargo, no logró alcanzar al prototipo tiahuanaco (figura 5.3). De hecho, Nair descubrió que las superficies que a la vista parecían ser planas eran en realidad increíblemente irregulares al tacto.

Figura 5.3. Herramienta de pulido (ladrillo de fuego) con matriz pulidora (arena que contiene silicatos).

Los mamposteros actualmente utilizan una regla, o de preferencia dos, para verificar la homogeneidad de una superficie. Utilizan la primera regla sobre el borde limpio de un bloque de construcción para evaluar la segunda regla ubicada en cualquier lugar de la superficie que hay que aplanar. Los antiguos mamposteros egipcios utilizaron un instrumento llamado «niveleta», que consistía de tres varas y una cuerda. Dos varas de igual longitud eran unidas en su extremo superior por una cuerda (figura 5.4). La tercera vara, también del mismo largo y sostenida por la cuerda tensada, se movía sobre la superficie (Clarke & Engelbach, 1930, pp. 105-106; Arnold, 1991, pp. 256-257).

Intrigado por esta posibilidad, Protzen condujo un experimento para ver si podría diseñar un método que le permitiera obtener una superficie plana sobre una piedra grande. Armado con una regla y mucha perseverancia, logró tallar una buena copia de una superficie plana y martillada al estilo tiahuanaco. Descubrió que usar constante y sistemáticamente una regla, que movía repetidamente en círculos concéntricos alrededor de puntos determinados, le permitía obtener una superficie plana y uniforme mientras martillaba. Por lo tanto, es bastante posible que esta fuese la técnica utilizada por los mamposteros tiahuanaco para nivelar las superficies más grandes.

Si bien no podemos afirmar de manera concluyente cómo fue que los mamposteros tiahuanaco lograron aplanar sus superficies, el experimento definitivamente demostró que se necesita una herramienta similar a una regla para controlar la planaridad de la superficie. El ojo humano, por sí solo no es suficiente. Como descubrimos en nuestro experimento, lo que parece plano a la vista puede revelarse como desigual al tacto. Pero si bien el tacto puede detectar irregularidades, no puede comprobar la planaridad: una superficie lisa, aunque ligeramente convexa o cóncava, puede parecer plana al tacto. Estas ligeras desviaciones no son detectables por el ojo humano.

Figura 5.4. Niveleta utilizada por los egipcios (dibujo por Jean-Pierre Protzen).

A falta de una regla, derramar agua sobre la superficie sí ayuda a revelar áreas cóncavas y convexas, siempre y cuando la superficie sea más o menos horizontal.

Técnicamente, las superficies perfectamente planas pueden ser obtenidas sin necesidad de contar con herramientas o agua, utilizando en cambio tres piedras relativamente planas y rechinándolas entre sí (S1, S2 y S3). El orden es el siguiente: primero S1 contra S2, luego S3 contra S1, y finalmente S3 contra S2. Si se repite la secuencia hasta que las tres piedras encajen perfectamente entre sí, se consiguen tres superficies perfectamente planas. Para esto, se necesitan tres piedras; utilizar dos implicaría que aunque estas encajaran a la perfección, el plano conector podría estar torcido. Si se utilizan tres, estos serán necesariamente planos: si la superficie S1 fuese convexa, S2 tendría que ser cóncava para encajar correctamente. En ese caso, para que S3 encajara tanto con S1 como con S2, debería ser a la vez convexa y cóncava, lo que resulta imposible (Gonseth, 1946, pp. 106-107). En la práctica, una de las tres piedras es la pieza de trabajo, y las otras dos piedras sirven para el desgastado que se aplica sobre dicha pieza, y son periódicamente frotadas una contra otra para realizar correcciones.

Los constructores griegos utilizaron una técnica muy similar a este método para acomodar las juntas de asentamiento del tambor de sus columnas, así como de otros bloques. Una par de «placas de pulido» («surface plates») —grandes losas de piedra sujetas por una rejilla de madera— eran frotadas entre sí para lograr un encajado perfecto (figura 5.5). Las dos placas (A y B) pueden no haber sido perfectamente planas, pero se complementaban entre sí; la concavidad de una encajaba con la concavidad de la otra. Si se verifica la homogeneidad de, por ejemplo, la parte superior de una columna con la placa de pulido A, y la parte inferior del tambor de la columna que se va a colocar encima con la placa B, los dos tambores de las columnas encajarán a la perfección. Las placas de pulido fueron cubiertas con un poco de pintura, lo que implicaba que, al comprobar la homogeneidad, los mamposteros solo debían que desgastar los puntos en los tambores de las columnas que estaban marcados con pintura hasta que toda la superficie estuviese marcada y se lograra el engastado final (Korres, 1995, pp. 106-109). Este proceso ayudó a visualizar las áreas desiguales y dirigir el proceso de la aplicación de las herramientas directamente en las áreas elevadas.

Sin embargo, incluso una técnica con piedras de pulido que logra uniformizar las superficies externas más grandes no sería aplicable a superficies o planos rebajados. Por ejemplo, no hubiese sido posible aplanar los planos interiores de un motivo con forma de cruz ya que no hay espacio para el frotado. Por ello, los mamposteros tiahuanaco deben haber utilizado alguna otra técnica, desconocida para nosotros.

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