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El maní
El Maní
En la colección de cerámica moche del MNAAHP de Lima, existe una conocida vasija de extraordinaria calidad y valor estético que representa a un maní o cacahuate (Arachis hypogaea), con rostro humano, que toca una quena. La posición del personaje es de costado, sobre su lado derecho. Es un fruto de maní cuyo rostro humano brota de uno de los extremos, el personaje no muestra extremidades inferiores, solo los brazos y las manos que tocan la quena. La cáscara del maní ha sido magistralmente expresada con la típica forma “arrugada” de la cáscara de este fruto. La cabeza del personaje está cubierta por la unión de las dos partes de la cáscara que en este punto pone en relieve una línea lisa que sobresale hasta la parte delantera sobre la frente, generando una forma en punta y curvada.
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Como es conocido, la cerámica lambayecana y chimú, heredan del viejo estilo moche no solamente varias expresiones plásticas, diversos contextos míticos, además de ciertas tecnologías, de modo tal que en la cerámica lambayecana aún se observa un “aire” o el espíritu moche (Zevallos 1989). Como parte de esta continuidad cultural y a propósito del tema, podemos decir que el maní antropomorfizado también es parte del corpus mitológico lambayeque y que básicamente reúne los mismos rasgos moche. Desde nuestras observaciones, podemos identificarlo de la siguiente manera:
Está siempre de costado, preferentemente sobre su lado derecho (Fig. 219), sin embargo, tenemos registros de cerámica que lo muestran sobre su lado izquierdo. Generalmente está tocando una quena o una antara (Fig. 219, ML021212/220, ML 021213/221, ML021210/222, ML021215). En algunos casos, no toca ningún instrumento, sin embargo, sus rasgos son inequívocos (Fig. 223, ML022869). El tocado se condiciona a la forma de la cáscara del maní, adoptando siempre una forma en punta y sobresaliente. La cerámica puede ser negra, roja o tricolor.
El personaje puede estar sobre una base de forma rectangular o circular, sin embargo, a veces descansa sobre su propio cuerpo. Siempre muestra no solamente los brazos y las manos que tocan la flauta, sino además las piernas que están recogidas con las rodillas hacia el abdomen. Luce generalmente un collar alrededor del cuello, del cual se desprenden a veces un colgajo redondeado que parece ser una pinza. A veces tiene un cinturón sencillo. A veces tiene una almohadilla a la altura del hombro sobre la cual apoya también la cabeza.
Fig. 218
Fig. 219
Dioses de Lambayeque Quizás los vainas de maní más famosas han sido las encontradas en la forma de collares en la tumba moche del Señor de Sipán, en la que el collar expresa una división en mitades, oro a la derecha y plata a la izquierda. Una lectura inicial hizo pensar de que se trataba de: “un simbolismo referido a la dualidad, pues al encontrarse el cuerpo del Señor orientando (sic) de Sur a Norte, el lado derecho se asociaba al naciente y el izquierdo al poniente, recordándonos que en muchas referencias de crónicas y mitos sobre el antiguo Perú invariablemente el oro se vinculaba al sol y la plata a la luna” (Alva s/f, 58), sin embargo, el autor no hace
Fig. 220 referencia a la importancia y el simbolismo del maní para haber sido representado en metales preciosos. En el mismo contexto de las tumbas de Sipán, se han reportado también collares solamente de oro representando al maní (Alva, 2008: 84). Es reconocido el rol alimenticio del maní que va al lado de su extraordinario sabor, por ello debió haber jugado un rol de importancia en la producción agrícola. En este sentido debemos destacar algunos aspectos que le son bastante peculiares, por los cuales tal vez merecieron la atención de la nobleza moche, para ubicarlos en objetos del mayor valor religioso. Un aspecto relevante que los agricultores conocen en el cultivo del maní, se observa desde el momento de floración de la planta, pues posteriormente al proceso de polinización, las flores buscan el suelo y se hunden en él, de modo que el fruto en la forma de una legumbre de desarrolla bajo tierra, por lo que recibe el nombre técnico de indehiscente. Es por eso que se debe aporcar la planta para proporcionar mayor cantidad de suelo suelto para facilitar la producción. En el contexto de las legumbres en general, los frejoles se reproducen mediante plantas trepadoras, que generalmente se abrazan del maíz y producen con él, haciendo una alianza significativa que los agricultores reconocen hasta hoy día. Los frejoles producen una gran cantidad de nitrógeno, que permite una mayor fertilidad del suelo, propiedad que comparte con el maní. El maní, por su lado, es una legumbre que penetra en el suelo y genera una vaina distinta, pues es una corteza que alberga el fruto. Esta cualidad muestra a la cáscara seca, que alberga a la semilla fresca del interior y de alguna forma muestra la irregularidad de las formas, cualidad de las representaciones “tuberculiformes” de la costa norte, en especial de la época moche, relacionadas con el complejo mundo mítico subterráneo (Golte, 2009, 131-150). Este poder de florecer y luego penetrar dentro de la tierra para fructificar, debió ser uno de los elementos más notables en la observación de esta planta, pues genera inmediatamente la idea de un tinkuy con el mundo subterráneo, al cual también penetran los muertos, como una semilla que luego dará sus frutos. De otro lado, la relación del maní con la música es particularmente importante, pues parecería que le es inherente y puede ser una forma de expresar la generación de la vida misma, como una expresión animista pues puede mostrar su fuerza vital, el espíritu inherente, que ha sido considerado como el camaq, o el camaquen, por algunos investigadores (Taylor, 2000). Es conocida la relación de la música y el sonido en general como parte de los mitos de creación en muchas culturas a lo largo de la historia universal. Precisamente, en el vaso B de Denver hemos registrado una escena dentro de una de las burbujas de la deidad serpiente que muestra a un hombre que tiene un tambor en una mano y al mismo tiempo sujeta con la otra mano un círculo, una burbuja o esfera de creación con un crustáceo en su interior. Por alguna razón particular, el “espíritu” del maní se expresa y brota de la ejecución musical de quenas o antaras.
Fig. 222