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4) El “Canaán simbólico”

317 Eurocentrismo, monoteísmo y epistemología de la descolonización

tinuo entre sí, comprometían a sus devotos en la misma lucha. Los adoradores de los perros no podían permanecer largo tiempo en paz con los adoradores de los gatos o de los lobos. Pero cuando no existían dichas razones, las supersticiones egipcias no eran tan incompatibles con las demás como comúnmente se imagina, pues sabemos por Heródoto que Amasis contribuyó con enormes sumas a la reconstrucción del templo de Delfos.

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La intolerancia de casi todas las religiones que han conservado la unidad de Dios es tan evidente como los principios contrarios de los politeístas. Es bien conocida la implacable estrechez de espíritu de los judíos. El mahometismo tiene principios todavía más sangrientos. Y aún hoy maldicen, aunque ya no queman o torturan con fuego a todas las otras sectas. Y si entre los cristianos, ingleses y holandeses han abrazado los principios de la tolerancia, este singular hecho se debe a la firme resolución de los magistrados civiles, en oposición a los persistentes esfuerzos de sacerdotes y fanáticos. Los discípulos de Zoroastro cerraban las puertas del cielo a todos, excepto a los magos. Nada obstruyó más el avance de las conquistas persas que el violento celo de este pueblo contra los templos e imágenes de los griegos. Y después de la caída de dicho imperio vemos que Alejandro, como politeísta que era, restableció inmediatamente el culto de los babilónicos que los anteriores príncipes (persas), como monoteístas, tanto se preocuparon por abolir. Pues aun la ciega y devota fidelidad de aquel conquistador a las supersticiones griegas no sólo obstruyó los ritos y ceremonia babilónicos sino que él mismo ofrendaba sacrificios de acuerdo con ellos.

Tan abierto es el politeísmo, que aun la mayor ferocidad y antagonismo que pueda hallar en una religión contraria difícilmente llegue a repugnarle y mantenerlo a distancia. (Hume, s.f, cap. IX)

4) El “Canaán simbólico”

Es necesario que el Dios monoteísta entre nuevamente a su tierra prometida, eliminando y desalojando a todos los pueblos “paganos” que allí se encuentren para ocupar su lugar sagrado. Ya hemos visto la intensa fuerza expansiva, teológica, política y colonialista que contiene el pensamiento monoteísta.

He denominado Canaán simbólico, al proceso de transmutación histórico del monoteísmo hebreo al monoteísmo cristiano, y finalmente al islámico. Cada monoteísmo irrumpió en su propia “tierra prometida” la cual debía de ser “conquistada”. Cada “conquistador” creyó haber sido encomendado como parte del “Israel espiritual” para llevar a cabo una misión evidente, reproduciendo en los hechos el relato bíblico. La pretensión de nuevas tierras prometi-

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