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Ciencia y monoteísmo
Capítulo 14 Ciencia y monoteísmo
El concepto de Humanidad nace con el cristianismo. Por esa misma razón, “Occidente” será la civilización que se impondrá universalmente. Podemos hablar entonces de una “civilización monoteísta”. Este concepto monoteísta de Humanidad no lo tenía ni la China ni la India, ni las naciones originarias, ni las religiones politeístas, las cuales han sido en cierto sentido menos intransigentes. Desde una mirada europea estas culturas serán consideradas como “pasivas”, “infantiles”, en “estado de inocencia” …
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Es también importante señalar, que en “Occidente” surge por primera vez el concepto de sujeto como una entidad aislada y separada. El concepto de “sujeto” o de “individuo” no existía anteriormente al siglo XIV. Es significativo recordar que durante el siglo XVI, por primera vez, el concepto de trabajo adquiere una significación divina al relacionarse con la teología protestante induciendo como consecuencia la compulsión por el trabajo, la actividad frenética y ansiógena. A medida que avanza la tecnología, se separa cada vez más el concepto de naturaleza y de ser Humano, originando como consecuencia los desastres ecológicos posteriores. Por primera vez, el racismo adquiere carácter “científico” durante los siglos XVIII Y XIX.
La influencia monoteocéntrica ha generado como consecuencia un “monoteísmo científico”, es decir, los contenidos originarios de carácter religioso, se han transmutado y secularizado históricamente bajo formas científicas. Para Newton y Descartes el Dios único estableció las leyes inmutables e invariables del cosmos.
Comte, inspirado por estas mismas fuerzas cristianocéntricas y monoteocéntricas, supone una evolución que va desde un estadio teológico, realizando un recorrido lineal, ascendente, y consecutivo, pasando por el estadio metafísico hasta llegar a un estadio positivo. Europa se constituye en la cúspide de este desarrollo. De acuerdo a esta teoría, el politeísmo constituye a las religiones “bárbaras”, “atrasadas”, y “primitivas” en cambio el monoteísmo se irá aproximando a la “civilización” y el “progreso”.
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La sociología ocupará entonces un lugar hegemónico en el panteón de las ciencias. Recordemos que transmutación no es sinónimo de sustitución, no se sustituye abruptamente un contenido por otro. Los contenidos van tomando nuevas formas y llegando a diversos destinos distorsionándose y convirtiéndose paulatinamente en formas diferentes, pero conservando ciertos contenidos anteriores. Aunque se lograra “superar” los primeros estadios, el contenido monoteísta continuará latiendo y latente. En su propia teoría positiva, la idea de un único Dios se ha distorsionado bajo la manifestación de una única ciencia hegemónica. Los contenidos que conforman la unicidad divina continuaron presentes bajo la unicidad científica, de donde la sociología conservó ciertos componentes “divinos” ya secularizados. El monoteísmo impone lograr la unidad de todas las cosas sin respetar las diferencias entre ellas. Es incapaz de respetar las numerosas culturas autóctonas “extraviadas” porque tiene que imponer la única verdad en la Humanidad.
Tal es lo que la historia del género humano nos enseña —afirma Lastarria— La humanidad ha principiado por ser fetiquista y politeísta simultáneamente, esto es, por suponer regidos por otras tantas divinidades los fenómenos materiales, los intelectuales y morales; por suponer una fuerza superior en todos los objetos de una individualidad marcada, que parecía tener una voluntad y una fuerza que les eran propia: de aquí la adoración de muchos dioses – el politeísmo, y la adoración de los astros y de los seres naturales, -el fetiquismo. Desarrollada esta manifestación casi instintiva, el espíritu procedió a hacer abstracciones, suponiendo la existencia de entidades intermediarias, de esencias y virtudes que servían a los dioses para gobernar los fenómenos que regían respectivamente y de esta manera, desde el principio, el modo teológico de pensar y el modo metafísico coexistían en el espíritu , mientras que la creencia en las leyes invariables de la naturaleza que es la que constituye el modo positivo de pensar, se abría lentamente paso a través de los otros dos, a medida que la observación descubría primero en cierta clase de fenómenos, después en otro, las leyes a que están realmente sometidos. Este progreso en los conocimientos positivos fue el que principalmente determinó la transición del politeísmo en monoteísmo, en la concepción teológica del universo. La idea de un solo Dios se abrió camino lentamente, contribuyendo a su triunfo el modo metafísico de pensar, el cual servía de auxiliar poderoso al espíritu positivo en la lucha que éste sostenía contra la forma predominante. (Lastarria, 1875, pp. 40-41)
La influencia del monoteocentrismo en nuestra cultura, tiende a desconocer la multiplicidad, la diversidad, el multiculturalismo, los estados plurinacionales… podemos hablar de un eurocentrismo-monoteísta, donde se jerarquiza la unicidad, lo irrepetible, la cualidad de ser único por sobre lo diverso. Asi-
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mismo podemos hablar de un politeísmo cultural, el cual representa un duro golpe para el monoteocentrismo. Estamos transitando desde un monoteísmo científico, político, sexual, social, estético, hacia un politeísmo ideológico.
El análisis religioso-teológico es muy importante, las fuerzas expansionistas están fundamentadas sobre estos cimientos, por lo tanto si logramos modificar su estructura, podremos hacer tambalear todo un edificio de convicciones absolutas. En sus investigaciones sobre Moisés y la religión monoteísta, Sigmund Freud llegó a la conclusión que las tres tipologías monoteístas, han sido construidas por la influencia del monoteísmo egipcio, teniendo como intermediario a Moisés. Si su hipótesis fuera cierta, entonces las culturas de “Medio Oriente” y “Occidente”, estarían en cierta medida influenciadas por la cultura egipcia. Esto no nos debe asombrar, ya hemos mencionado en este trabajo, varios términos, lugares geográficos, y nombres egipcios que aparecen en la lectura de la Torá, o Pentateuco. Sin embargo, será una empresa difícil lograr que estas evidencias se tengan en cuenta, por el temor al derrumbe de toda una estructura de ideas consideradas como la única verdad. Se tendría que admitir, que nuestra civilización no hunde las raíces de sus conocimientos en ese proceso lineal que eclosiona desde un momento histórico helenocéntrico, y que se prolonga mucho más allá en el tiempo y en el espacio geográfico.
Del mismo modo que nosotros lo vemos en el monoteísmo hebreo, Freud ve en el monoteísmo egipcio fuerzas imperialistas, universalistas, exclusivas, e intolerantes. Freud afirma que:
Este imperialismo vino a reflejarse en la religión bajo la forma del universalismo y del monoteísmo, pues ya que la tutela del faraón comprendía ahora, además de Egipto a Nubia y Siria, también la divinidad debía trascender su limitación nacional, y tal como el faraón era el único e indisputado señor del mundo conocido por los egipcios, también la nueva deidad egipcia hubo de asumir ese carácter […] Amenhotep jamás renegó su adhesión al culto solar de On. En los dos himnos a Aton que nos han transmitido la inscripciones funerarias, y que quizá fueron compuestos por el mismo rey, ensalza al sol como el creador y conservador de toda la vida, dentro y fuera de Egipto, con fervor tal, que sólo tiene parangón, muchos siglos más tarde, en los salmos del Dios judío Jahve [. ..] Pero no haríamos justicia al rey si lo considerásemos como mero prosélito y fomentador de una religión de Aton ya existente. Su acción fue mucho más profunda, le agregó algo nuevo, que convirtió la doctrina del dios universal en un monoteísmo: el elemento de la exclusividad. En uno de sus himnos lo dice explícitamente: “¡Oh, Tú, dios único! ¡No hay otro Dios sino Tú!” Además recordemos que para apreciar la nueva doctrina no basta conocer su contenido positivo, pues casi igual importancia tiene su faz
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negativa, el conocimiento de lo que condena. También sería erróneo aceptar que la nueva religión surgió de pronto a la vida, completa y con todas sus armas, como Pallas Athene de la cabeza de Zeus. Todo indica, más bien, que se fortaleció gradualmente durante, el reinado de Amenhotep, adquiriendo cada vez mayor claridad, consecuencia, rigidez e intolerancia. (Freud, s.f., p. 3251)
Este monoteísmo no contempla la vida misma como una unidad indivisible, como una totalidad, unificada, gestáltica. La interpreta desde su única verdad absoluta, lo hace aisladamente, y estas características que le son propias, han tomado posteriormente otras formas. La visión del universo como un sistema mecánico, ha sido construida primeramente dentro de una estructura religiosa, y posteriormente ha pasado al dominio de las ciencias.
En Una dificultad del psicoanálisis artículo publicado en 1917, Freud nos habla de tres heridas narcisistas. La primera se produjo con el descubrimiento-para los europeos-del heliocentrismo por Nicolás Copérnico. La segunda herida por Charles Darwin, y la tercera por los descubrimientos del mismo Freud. En primer lugar los hombres y las mujeres tuvieron que aceptar que la Tierra no es el centro del universo, y por lo tanto ellos tampoco lo son. En segundo lugar que no nacimos por medio de una creación espontánea, sino que somos el resultado de una evolución, y que somos un animal más. Y finalmente, en tercer lugar, existe un inconsciente que mueve a los seres humanos sin la voluntad de ellos, de tal manera que no somos dueños de nosotros mismos.
Desde mi punto de vista, estos tres hechos históricos los cuales emergieron en el continente europeo, bajo la influencia judeocristiana, en cierta medida e intensidad hoy continúan siendo una herida dolorosa para la religión monoteísta y para su pretensión de única verdad. La primera herida narcisista fue un desafío al homocentrismo monoteísta, y a su concepto de centralidad. Se vio desafiada la idea de un Dios que puso al hombre como el centro de la creación.
La segunda herida narcisista es haber desafiado la creencia de la creación subitánea o espontánea la cual aparece en el mito del Génesis. Y por último, la tercera herida narcisista producto de las teorías freudianas, ha significado un desafío a la omnipotencia religiosa, a la fantasía que a través de una revelación divina, los Humanos pueden controlarlo y conocerlo todo.
A excepción de la teoría heliocéntrica, las ideas de Darwin, de Freud, y las ciencias del comportamiento han entrado en intrusismo con las antiguas ideas religiosas, que detentan la verdad. Ambas partes analizan los mismos fenómenos Humanos pero desde ángulos completamente diferentes. El psicoanálisis y la psicología son demonizados y descalificados con mayor intensidad desde los púlpitos protestantes y por las religiones reformadas. Recordemos que estas
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tres heridas narcisistas mencionadas por Freud, una vez que fueron expuestas, tuvieron, inmediatamente una intensa y hasta violenta oposición religiosa.
El mito monoteocéntrico de la creación está basado en el sometimiento, la obediencia, la autoridad, el juicio, la dependencia, la separación la distancia entre todas las manifestaciones de la creación. El concepto de seres superiores e inferiores ya estaba presente desde la creación bíblica. Las manifestaciones posteriores ya sean políticas, sociales, bajo la forma de racismo, sexismo, indigenismo o la contaminación, fueron el resultado de la transmutación fragmentaria “natural” y establecida en la Biblia hebrea por una voluntad divina.
La creación monoteocéntrica es piramidal. Dios tiene pleno poder sobre el hombre, el hombre lo tiene sobre la mujer y sobre la creación zoológica, botánica, y mineral. De la misma manera, hombres y mujeres deberán someterse incondicionalmente a toda manifestación de poder político porque éste ha sido establecido por Dios. Las ideologías imperialistas, patriarcales, mantienen una estrecha relación con el monoteísmo. Las escuelas de ecofeminismo han relacionado la opresión a la mujer con la depredación ecológica. La ecología guarda una relación estrecha con el politeísmo social, con la relevancia de la diversidad y lo heterogéneo.
Así como la madre amante da a sus hijos e hijas su amor, su alimento, su leche, su cuidado, protección y crecimiento, del mismo modo, la naturaleza alimenta a los seres vivos y cuida de ellos. Por lo tanto, la opresión y menosprecio hacia la mujer, expresará simultáneamente un sentimiento más general, de desprecio hacia la vida misma, hacia la naturaleza, la Pachamama que hace germinar la vida. La dominación a la mujer está relacionada intrínsecamente con la depredación ecológica. Los movimientos que procuran la libertad y que desobedecen al poder opresor, están dando un duro golpe a estas formas de monoteísmo cultural.
El Dios monoteísta es mecanicista, ordenado y armonioso, todo lo que ha creado lo puso en su lugar para que funcione como piezas de relojería. Este Dios guarda una relación bi-fragmentaria con la naturaleza; Cielo infierno, justos y pecadores, predestinados para la condenación y predestinados para la salvación, fieles e infieles, judíos y gentiles, buenos y malos, cristianos y paganos, y en sus formas transmutadas negros y blancos, razas perfectas y razas imperfectas, puras e impuras, naciones civilizadas y naciones inciviles, Destino Manifiesto y Espacio Vital, Viejo Mundo y Nuevo Mundo, este y oeste, norte y sur, naciones de centro y de periferia, desarrolladas y subdesarrolladas, de Primer Mundo y de Tercer Mundo. El antagonismo hombre -mujer, patriarcado -matriarcado, capitalismo- comunismo, objetivo- subjetivo, intuición- razón, ciencia -religión, mente -materia.
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No logra contemplar la vida como una totalidad unificada, la interpreta aisladamente. El influjo monoteocéntrico tiende a interpretar las relaciones sociales como una lucha competitiva. Nos da una visión fragmentaria y todos sus fragmentos se relacionan con las profundas crisis de nuestras sociedades.
Nos ha separado de la naturaleza —diría Capra— y de nuestros congéneres humanos. Ha generado una distribución enormemente injusta de los recursos naturales creando el desorden político y económico, una creciente ola de violencia, tanto espontánea como institucionalizada y un feo y contaminado medio ambiente, en el que la vida se ha hecho a veces malsana tanto física como mentalmente. […] Es fascinante ver cómo la ciencia del siglo XX, que tuvo su origen en la división cartesiana y en el concepto de un mundo mecanicista y que realmente sólo llegó a ser posible a causa de dicho concepto, supera ahora esa fragmentación y vuelve a la idea de unidad…” Contrastando con el concepto mecanicista occidental, la visión oriental del mundo es “orgánica”. Para el místico oriental todas las cosas y los sucesos percibidos por los sentidos están conectadas e interrelacionadas y no son sino diferentes aspectos o manifestaciones de una misma realidad última. Nuestra tendencia a dividir el mundo que percibimos en cosas individuales y separadas y a vernos a nosotros mismos como egos aislados se considera como una ilusión creada por nuestra mentalidad medidora y clasificadora. En la filosofía budista se le llama avidya o ignorancia, y es considerada como un estado mental confuso que se debe superar. (Capra, s.f, p. 1)
Para Capra, las escuelas místicas han jugado un papel marginal en “Occidente”, todo lo opuesto a lo que sucedió en “Oriente”. La ciencia “occidental” se fue distanciando de sus orígenes místicos, alrededor el siglo VI antes de nuestra era, donde en las raíces de las ciencias occidentales no existía separación alguna entre ciencia, filosofía y religión.
Los sabios de la escuela de Mileto, entre ellos Heráclito, no establecían diferencias entre lo animado y lo inanimado, entre el espíritu y la materia. Todas las manifestaciones de la existencia tenían vida propia, estaban llenas de dioses, eran orgánicas, monistas, emparentadas con la visión de la antigua filosofías de la India y de la China, similares a las de nuestras naciones originarias, donde todo está bajo un cambio perpetuo, un flujo continuo.
Esta unidad comenzó a fragmentarse con la escuela de Elea y con Parménides, asumiendo un pensamiento jerárquico, de tal manera que la unidad del universo, pasó a ser un dios inteligente, un gobernador mundial, separando el espíritu de la materia, dualismo que influyó en “Occidente”.En cierto sentido podemos afirmar que la escuela de Elea transitó desde un politeísmo a un
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monoteísmo científico filosófico y religioso, desde la unidad mística a la idea de unicida, de invariabilidad y estatismo.
Finalmente fueron los atomistas griegos los que aceptaron la fragmentación entre el espíritu y la materia a la cual creyeron inerte. El conocimiento científico antiguo fue organizado por Aristóteles quien tuvo una gran influencia en “Occidente” a través del cristianismo, jerarquizando el espíritu sobre la materia. Las ideas aristotélicas y religiosas fueron cuestionadas en el Renacimiento. René Descartes e Isaac Newton continuaron con estas ideas al fragmentar la naturaleza entre el reino de la mente y el reino de la materia, entre la mente y el cuerpo, el cual debía de ser controlado por la mente. Esto creó un cierto sentimiento de aislamiento y soledad entre los seres Humanos, la idea de ajenidad, donde lo otro no me pertenece, no forma parte, no es algo mío, lo puedo controlar y explotar para mi interés.
La visión fragmentada de la realidad ya se encontraba presente en el pensamiento religioso hebreo. Cuando el cristianismo se independiza del judaísmo por el siglo II y emerge como una nueva religión, se irá construyendo como la prolongación del monoteísmo judío, sus raíces continúan teniendo un contenido hebreo.
Para Capra, la visión mecanicista newtoniana del universo:
fue paralela a la imagen de un dios monárquico, [monoteísta] que gobernaba el mundo desde arriba, imponiendo en él, su divina ley. Así las leyes de la naturaleza investigadas por los científicos fueron consideradas como las leyes de Dios, invariables y eternas a las que el mundo se hallaba sometido”. “Del mismo modo, la imagen oriental de la divinidad no es la de un gobernante que dirige al mundo desde lo alto, sino la de un principio que controla todo desde dentro […] Cuanto más penetramos en el mundo submicroscópico, más nos daremos cuenta de que el físico moderno, al igual que el místico oriental, ha llegado a ver el mundo como un sistema de componentes inseparables, interrelacionados y en constante movimiento, en el que el observador constituye una parte integral de dicho sistema. (Capra, s.f, pp. 8-9)
Estamos transitando históricamente desde un monoteísmo científico hacia un politeísmo científico, desde una sociedad monoteísta a una sociedad politeísta en el sentido secularizado del término.