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7) El ojo avizor monoteocéntrico
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mente. El concepto de “hereje” nace entre 1220 y 1250, y significa “partidista”, “sectario”, “yo abrazo un partido”, “yo cojo”, “yo escojo” (Corominas, 1997).
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7) El ojo avizor monoteocéntrico
Se lo concibe como un Dios exigente, celoso, que controla constantemente las acciones de los mortales, que arroja a los suplicios eternos aun a quienes no han tenido ni un atisbo de conocimiento de su ley. Se trata de un Dios espía, cuyos ojos están en todas partes, un Dios que todo lo oye, que todo lo ve, y que puede escuchar las conversaciones, sin ser visto por los mortales. Este modelo divino tiene la comisión de vigilar y castigar, y nos recuerda al dispositivo panóptico descrito por Michel Foucault. Creo que este dispositivo constituye uno de los destinos de la transmutación del ojo avizor en la cultura “occidental”. Considero que a pesar de su escepticismo en materia religiosa, Jeremy Bentham se vio impelido a reproducir su modelo carcelario inspirado por estas mismas fuerzas inconscientes monoteístas.
El Dios monoteísta no comparte su gloria con nadie. La creación es obra de sus manos, y sólo de las suyas, comprimiendo en sí mismo, una enorme fuerza expansiva, pronto a ser liberada. Sus contenidos han transmutado en el pensamiento científico, expandiéndose desde una única verdad religiosa hacia una única verdad científica y cultural, de tal manera que podemos hablar también de un monoteísmo político económico, científico.
Mientras el positivismo de Comte, celebra haberse despojado de todo concepto religioso, en realidad continuó su existencia bajo el influjo monoteocéntrico al contemplarse a sí mismo como la única ciencia verdadera. Los dispositivos piramidales, en cierto sentido conservan la influencia de estas ideas históricas que han sido inspiradas desde un principio partiendo desde concepciones religiosas-teológicas.
«El positivismo —escribe Gavilán Pinto— vio en esta ciencia [la sociología] la respuesta a todos los problemas del hombre y la sociedad, a tal grado que llegó a transformarse en una verdadera religión universitaria». El propio Comte llegó a señalar que el positivismo o la ciencia positiva es la única que podrá encontrar las leyes que gobiernan no solo la naturaleza, sino también nuestra propia historia social en función del progreso de la humanidad:
El nacionalismo, y más tarde el positivismo filosófico, con su creciente desarrollo de las ciencias, terminaron por imponer el pensamiento lineal
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en occidente. Un pensamiento lineal, casi siempre es abstracto y se plantea objetivos y desarrollos aislados e independientes del todo. No interactúa con las partes restantes de su entorno. El hombre de pensamiento lineal trabaja sólo en función de su propio objetivo sin importarle quien esté a su lado. (Pinto, s.f, pp. 46-47)
Volviendo a las naciones originarias que se han extendido desde Alaska hasta Tierra del Fuego, hemos de señalar la importancia de la vida comunitaria, la democracia participativa, la reciprocidad, la importancia colectiva del trabajo, el ritual, la comunión con las leyes del cosmos, el respeto por los ancianos que son valorados por su experiencia, por tratarse de guías y poseedores de sabiduría en la comunidad.
Más allá de la existencia de muchas naciones belicosas y guerreras, el concepto general de la tierra y la naturaleza son sagrados. La naturaleza posee vida en sí misma: sienten, oyen, respiran, de tal manera que podemos y debemos vincularnos con la naturaleza. Ella es un integrante más de la comunidad, se confunde con una misma realidad indivisible con el Gran Espíritu.
El sol es generoso, porque nos ilumina a todos por igual, y del mismo modo, el Gran Espíritu da su gracia a toda la existencia sin excepción. Por lo tanto, debemos valorar y cuidar a todo, ya que somos iluminados y cuidados por el Gran Espíritu, y si alguien tan poderoso nos cuida, nosotros debemos hacer lo mismo con los demás, siguiendo el ejemplo de la creación.
La luz que nos ilumina, desaloja la oscuridad de la noche, y nos trae la felicidad, nos permite ver la naturaleza inteligente, y al mismo tiempo ser vistos por ella. Así como tenemos ojos que nos permiten ver, el corazón tiene también la capacidad de ver. La naturaleza, el ciclo de la luna, la luz del sol, representan una fuente de inspiración que nos enseña, y nos hacen sabios. Todo tiene un significado, y existe con la finalidad de enseñarnos algo. La luz solar o la reflejada por la luna, la luz de las estrellas, cumplen la función sagrada de iluminar a la naturaleza.
El término “gente” es aplicado tanto a los seres humanos como a los animales. Este concepto indistinto, los induce a valorar la vida animal, y a tomar como consecuencia tan solo lo que es necesario para el sustento de la vida. En cada cosa esencial que extraemos de la naturaleza, estamos sacrificando una parte de ella para nuestro beneficio. Este pensamiento no deja lugar alguno para la depredación, es impensable para ellos dañar la naturaleza, ella posee una vida similar a la vida Humana, es capaz de ver, sentir, y oír, de la misma manera.
El universo debe ser tratado con respeto, porque existió antes de la llegada de las “gentes de dos pies”. En esto vemos la preeminencia de una existencia
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anterior sobre la siguiente, y un sentido de respeto por la preexistencia. De la misma manera, se tiene un venerable respeto por los ancianos. Ellos nacieron antes y por lo tanto tienen más experiencia que el resto de la comunidad.
La tierra es comparada con una mujer: la madre, o la abuela. Por lo tanto, ella nació antes que nosotros y merece ser respetada. La naturaleza matriarcal adquiere mayor importancia en el pensamiento autóctono, estando relacionado con la alimentación, el cuidado, el nacimiento, el vientre, la germinación, el florecimiento, el crecimiento, el parto.
En el pensamiento Quiché, descrito en el Popol Vuh, los dioses tienen características similares a los mortales: dialogan entre ellos, crean, consultan, meditan entre sí, se ponen de acuerdo, juntan sus palabras y sus pensamientos. En la creación maya no existe una única decisión subitánea, es colectiva. Son heterogéneos los dioses que dialogan, que se comunican entre sí, consultando meditando, “juntando sus palabras y sus pensamientos” para llegar a un acuerdo creador, mediante un proceso que demanda comunicación con un otro, y en el cual los dioses cometen errores y lo reparan, mediante un proceso creador de ensayo y error. Estos errores son colectivos, ellos reconocen su propia impotencia creadora y las trágicas consecuencias, de esa impotencia, lo que no sucede con el Dios monoteísta todopoderoso.
Los dioses necesitan ser reconocidos, recordados, alimentados, nombrados, necesitan del reconocimiento del otro. En cambio el Dios monoteocéntrico no necesita de su creación. Si bien es cierto que del mismo modo que el Dios monoteísta la frustración de los dioses los llevó a la violenta destrucción de la creación, sin embargo, éstos reconocen su impotencia, y destruyen lo creado porque no pudieron lograr que los seres «pensaran y hablaran con su Creador y su Formador, que los habían hecho, que los habían creado».
Este Humano creado por los dioses, será el resultado del diálogo y no de una decisión tomada unilateralmente. La creación de los dioses es participativa, un Dios construye junto con el otro. Por lo tanto la creación es el producto del diálogo, de lo colectivo, lo social. En la creación monoteísta, no es necesaria la participación colectiva, ya que las decisiones deíficas son llevadas a cabo por un único Dios. En cambio, los dioses son concebidos como “madre” y “padre”: «Decid, pues, nuestros nombres, alabadnos a nosotros, vuestra madre, vuestro padre» (Popol Vuh, 1991, p. 26).
Si bien los aspectos matriarcales no pueden excluirse totalmente del psiquismo humano, y además en la Biblia hebrea encontramos libros que presentan rasgos matriarcales, el Dios monoteísta es contemplado bajo una naturaleza patriarcal. El primer hombre y la primera mujer creados tuvieron un padre, pero no existe una representación femenina creadora. Esta realidad ha influido
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en el pensamiento “occidental”, ya que la ley, la justicia, y el amor condicional, propios de la naturaleza patriarcal, serán jerarquizados sobre el amor incondicional, y otros aspectos complementarios propios de la naturaleza matriarcal. Para los mapuches el Gran Espíritu del universo Ngen Fucha, creó primero a la mujer y luego al hombre. La mujer es protagonista y significativa en la vida mapuche, ella representa la fertilidad, la Madre Tierra, hombre y mujer se complementan.
Los dioses desean que se les adoren nombrándoles, pronunciando sus nombres. Este pensamiento contrasta con la idea del Dios monoteísta, ya que su nombre permanece tabuado, oculto a los mortales. El inefable nombre del Dios monoteísta hebreo, es impronunciable, y en su lugar se utilizan diferentes nombres que lo sustituyen, y que tienen como cometido aplacar la ansiedad y evitar el error de nombrarlo incorrectamente, cuya consecuencia es el castigo. Este Dios está lejos del Humano, es sumamente temido, y sólo se puede lograr cierta aproximación a través de sacrificios sangrientos o formas sustitutivas, mediadoras, mesiánicas cristológicas o sagradas. Se trata de un Dios celoso el cual prohíbe que los israelitas mencionen el nombre pagano de los dioses, y sin embargo no les revela su propio nombre. El “pueblo elegido” no deberá pronunciar jamás el nombre de otros dioses, pero tampoco podrá pronunciar el nombre de su Dios (Ex 23:13).
Este concepto contrasta notablemente con el pensamiento Quiché cuyos dioses establecen un vínculo más directo con su creación, donde el Humano creado ha de sostener y alimentar a los dioses originarios. Estos dioses no son autosuficientes, dependen de su creación, necesitan ser invocados, valorados, exaltados, reconocidos, alimentados (Popol Vuh, 1991, p. 28).
La creación Humana ha llegado a existir como tal, debido a una serie de ensayos y errores anteriores, por lo tanto el ser humano es producto de un proceso donde la equivocación y el acierto de sus dioses jugaron un papel muy importante. En cambio, el Dios monoteísta es autosuficiente, no necesitó elaborar ningún proceso previo porque no puede equivocarse jamás, y por lo tanto no precisa la cooperación de otros dioses o seres mitológicos para construir su creación.
Ese Dios eterno, no ha podido contemplar la inmortalidad de su creación, la maldición que encarna la mortalidad Humana no debe explicarse como un error de Dios, sino como la paga del pecado del ser Humano. El Dios monoteísta no comete errores. Siempre será justo, inequívoco, perfecto, mientras que su creación es culpable de su situación pecaminosa y mortal. Todo error es producto de la “naturaleza corrompida del hombre”, de su desobediencia, pero nunca de un error divino. Esta idea que nace en la teología monoteísta, se
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ha transmutado en el tiempo y espacio dando lugar al concepto “occidental” de una naturaleza Humana innata y depravada. La idea que el ser Humano es “malo” por naturaleza, responde a esta influencia (Salmo 14:3).
Esta forma de interpretar los hechos, genera un sentimiento de culpa, desconfianza hacia el mismo ser Humano, e incluso de intolerancia y fundamentalismo religioso, porque si existe una única verdad, y esa verdad pertenece exclusivamente a un único Dios creador, entonces, toda manifestación polímita, toda diferencia, será interpretada como “·herejía” como afrenta ante lo único verdadero.
Es importante considerar además, lo expresado por el profesor Juan Antonio Estrada:
La absolutización de las propias creencias, unidas a la inseguridad existencial del hombre y la implicación de las religiones en la constitución y mantenimiento de la sociedad, como canalizadoras y gestoras de la agresividad humana, es la que explica el potencial de violencia religioso. En este sentido, no hay diferencia entre las religiones monoteístas y politeístas ya que todas ejercen parecidas funciones aunque de modo diverso en la sociedad.
Lo específico del monoteísmo respecto al politeísmo no está en la ausencia o no de violencia, sino en la forma de gestionarla y en las distintas dimensiones que tiene en las distintas tipologías religiosas […] El politeísmo simbolizado por el panteón de los dioses tiene una mayor tolerancia y capacidad de diálogo respecto a las diversas creencias ya que todas ellas son asumidas, integradas y respetadas, rompiendo con la idea de una verdad monolítica y una. Hay aquí respeto de la pluralidad y de los rasgos específicos de cada tradición sin intentar sustituirla por la uniformidad. ( Estrada, s.f, pp. 293-294)
Existe una estrecha relación entre lo que podríamos denominar el surgimiento de un “politeísmo social”, y la tolerancia a la diversidad, a los movimientos ecuménicos, la multipertenencia teológica y la pluridimensionalidad. Griffiths se da cuenta de la marcada violencia que define a “Occidente” de “Oriente”. Según él la gente está dominada por la mente consciente, encerrados en su propio yo, donde domina el aspecto masculino, el poder racional, activo, y agresivo del espíritu, definiendo a la sociedad “occidental” como autómata.
Hay una especie de determinación fija en su espíritu que hace que sus movimientos y gestos sean rígidos y torpes y que todos tiendan a llevar los mismos vestidos monótonos […] Después de los años pasados en India, ésta sigue siendo mi más honda impresión. Hay mucha pobreza y miseria en la India, pero
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sobre todo en las aldeas y entre los más pobres, hay abundancia de vida y de alegría. (Griffiths, 1982, pp. 8-9)
Griffiths observa que el influjo violento de Occidente: puede llevar a la destrucción de las antiguas culturas de “Oriente”. Debo insistir que fue después de la Primera Guerra Mundial cuando surgieron pensadores que comenzaron a mirar a “Oriente” con mayor atención. Se consideró necesario comprender las causas de esta violencia, de estas catástrofes que trajo consigo las grandes guerras. Nuestra cultura europea, “civilizada”, industrializada, cristiana, y soberbia, destinada a llevar la vanguardia de sus progresos tecnológicos y científicos, pareció llegar a su final. Esto le inspiró a Griffiths a decir «Necesito descubrir la otra mitad de mi alma» (Griffiths, 1982, p. 8).
Como hemos visto, la creación monoteísta mantiene distancia con la naturaleza, la cual es en cierto modo “inferior” al “hombre” considerado como la cúspide de la creación divina, el centro y ombligo de lo creado. La preeminencia Humana, habilita de alguna manera, poseer la creación como su dueño. El agua, el aire, los animales y la vida son elementos secundarios, creados para servir al “hombre”, no poseen en sí mismos un carácter sagrado. La falta del elemento sagrado en la naturaleza habilitó la manipulación, el utilitarismo, la contaminación, e incluso la depredación de la vida.
El Dios monoteísta no permanece inmanente a su creación como un todo indivisible. Se proyecta por encima de ella, lo encontramos allá en lo alto, en las alturas por lo tanto podemos hablar de un “monoteísmo mecanicista”, donde la naturaleza está compuesta de distintas partes independientes unas de otras, y sustituibles.
Bede Griffiths se refirió al cristianismo entendiendo que «su teología es griega, su organización romana, y su expresión cultural europea» (Griffiths, 1982, p. 11). Cuando el pensamiento monoteocéntrico comparte la idea ecuménica, mística, tolerante e integradora, estará superando su rígida estructura fragmentaria. Desde mi punto de vista, el monoteísmo cristiano ha procurado inconscientemente encontrar en la creación de una doctrina trinitaria, en la introducción del culto mariano, en la mediación de una mujer como “madre de la deidad”, en la creencia de diversos mediadores y santos entre Dios y los seres humanos, una manera de “debilitar” la influencia patriarcal del monoteísmo hebreo, y un intento de construir la complementariedad cósmica que hacía falta. Griffiths advirtió esta carencia monoteísta originaria, y trató de hallar esa unidad cosmológica en el estudio complementario dando lugar a religiones orientales y de medio oriente, afirmando que «podría parecer que las iglesias cristianas tienen que recuperar esa perspectiva que es la del Nuevo Testa-
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mento si es que de verdad quieren recuperar su sentido en el mundo de hoy» (Griffiths, 1982, p. 35).
En la cosmovisión de nuestras naciones originarias, y en las religiones de Oriente —China e India— existe un principio femenino y masculino complementario e ndivisible. En la religión hindú, existe el principio activo Purusha, y el principio femenino Prakriti. Sin embargo, en el monoteísmo, y «en la tradición cristiana, ha habido muy poco reconocimiento de este aspecto femenino de Dios. Sin embargo, dios es Padre y Madre, y en la tradición oriental esto ha sido reconocido siempre» (Griffiths, 1982, p. 51).
Si bien es imposible escapar al principio matriarcal, el monoteísmo tiende a asfixiarlo, careciendo de una visión integral de la realidad. Por lo tanto, es necesario avanzar hacia el pasado, hasta encontrarnos cara a cara con la visión complementaria e integradora de las culturas que despectivamente han sido denominadas “salvajes” por la cosmovisión colonialista. Nuestra forma de vida “occidental” no podrá mantenerse en pie, sin un cambio en su cosmovisión.
No es el cometido en estos capítulos, entrar en detalles teológicos, sino el de realizar un análisis psicológico e histórico para comprender las grandes diferencias que han marcado ciertos rasgos disímiles tanto en “Oriente” como en “Occidente”. Sin embargo, no es sencillo realizar este trabajo, soslayando los aspectos teológicos a los cuales tenemos que acudir necesariamente para comprender los hechos. Hemos de tener presente que el análisis de los aspectos religiosos es sumamente importante para discernir nuestra realidad histórica actual. Ya hemos visto que la religión contiene un material prístino que ha transmutado en el tiempo y en el espacio bajo diversas manifestaciones sustitutivas, de tal manera que nuestros actuales pensamientos, son el resultado de una construcción de largos procesos históricos que se mudaron gradualmente teniendo como génesis el influjo religioso.
El Dios monoteísta se encuentra muy por encima de ese universo que él mismo ha creado. No lo hemos de hallar dentro o integrado en cada cosa creada. Es un Dios que ha construido una relación unilateral con su creación, un Dios que no necesita del ser Humano, éste nunca podrá ni deberá llegar a ser como Él, siempre necesitará de su creador sin ser necesitado. Como se trata de un Dios celoso, el Dios monoteísta exige la única devoción, pero al mismo tiempo no necesita del adorador.
En las diferentes religiones abrahámicas se manifiesta un conflicto por la preeminencia de un monoteísmo sobre el otro, por la exaltación de una verdad única sobre la otra. Sus diferentes tipologías litigan entre sí imponiéndose unas sobre otras. Resulta contradictorio que todos los Humanos defiendan una única verdad y al mismo tiempo sean tolerantes ante las ideas pluralistas.
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Ha de suponerse que cada monoteísmo contiene la verdad en estado puro y absoluto, por lo tanto, esa verdad expresa la voluntad del único Dios verdadero. Todos detentan la posesión de la verdad, por lo tanto ésta deberá ser astringida en cada una de las diferentes tipologías, y en sentido lato en el resto de la Humanidad.
Si hemos de suponer que existe una única verdad y que el Dios monoteísta, (cualquiera sea su tipología), es el único poseedor y el único medio para escapar de la mundana condenación pecaminosa, entonces esta idea exigirá el sometimiento incondicional y permanente. Una vez que ha tomado la decisión de creer, el Humano se verá exigido a permanecer sometido a esta única verdad para siempre. Si en algún momento se decide abandonarla deberá tener presente que quedará expuesto bajo la ira de Dios, porque fuera de esa verdad no existe lugar donde ampararse, ya que no existe otra verdad.
El Dios monoteísta se presenta compasivo y misericordioso, pero al mismo tiempo se ensaña contra toda la creación que no obedece sus preceptos al pie de la letra. Ama a los que le pertenecen, a los que se “someten” a su potestad, a sus fieles, sus predestinados, su Iglesia, su “pueblo”, sus creyentes, su comunidad; y los ama porque le obedecen, porque obedecen esa única verdad. Por lo tanto establece una ruptura entre él y los Humanos que no le pertenecen, entre él y los que están “fuera” o salieron de los límites del espacio sagrado. El Dios monoteísta exige una única adoración, se le debe adorar sólo a él porque es único, porque es capaz de crear sin la ayuda de nadie, porque no tiene copartícipes, porque lo puede lograr por sí mismo, porque es omnipotente, omnisciente y omnipresente.
Di: Él es Allah, la única divinidad Allah es el Absoluto de Quien todos necesitan, y Él no necesita de nadie. No engendró, ni fue engendrado. No hay nada ni nadie que se asemeje a Él.” [Sura: 112: 1-14]. “Dios no ha adoptado un hijo, ni hay otro dios junto a Él. Si así fuera, cada dios se habría atribuido lo que hubiera creado y unos habrían sido superiores a otros. Gloria a Dios por encima de los que le atribuyen. Él es el Conocedor de lo oculto y de lo manifiesto. Exaltado sea de lo que Le asocian. (Sura 23: 91-92).
El Dios monoteísta, es realmente la expresión de autosuficiencia, la declaración de guerra a lo diferente, es propiedad, exclusivo, sectario, soberbio, intolerante, arrogante y altivo. No sólo no necesita de su creación, no siendo esto suficiente, le exige al ser que ha creado, ese ser maldito, limitado y mortal, la única adoración, condenándolo si no lo hace.
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Esta idea trae consigo una profunda desconfianza e incredulidad en el trabajo colectivo con el diferente, lo heterogéneo, la solidaridad, lo integral. Observemos detenidamente que toda forma de oposición al pluralismo, a la diversidad, en el fondo se ve inspirada por fuerzas religiosas de carácter monoteocéntricos.
El otro pasa a ser un extraño del que debo desconfiar, sobre todo si no piensa de la misma manera y si no comparte la única verdad. Debo asegurarme que el otro piense igual que yo. El monoteísmo interpreta la unidad bajo la imposición de la fuerza, de la ley, la autoridad y el sometimiento. La unidad no se construye entre todos, se impone, es impuesta desde afuera por un Dios que desconfía en el ser que ha creado.
La autoridad debe recaer necesariamente en uno, el pensamiento diverso, no puede formar parte de esta unidad divina. Sólo se puede concebir un soberano y muchos subordinados, el poseedor de un único poder absoluto, y los que obedecen incondicionalmente a ese poder. La única manera que puede llegar a manifestarse el “orden” en el mundo, es a través de la existencia de un único Dios soberano… «Los seres no quieren estar mal gobernados. No es bueno que manden muchos, mejor que haya un solo señor» (Aristóteles, cita a la Ilíada en el libro 12 de su Metafísica).
Según Filón el Dios de Israel tiene pretensiones universales, es el Dios del cosmos, y su pueblo ha sido elegido entre los pueblos de la tierra. Israel es el sacerdote de la Humanidad. Sin embargo, en la medida que el monoteocentrismo pierda sus pretensiones de verdad única, de sacerdocio universal, se hará a sí mismo más tolerante ante las diferencias. Para que esto sea posible, dicho concepto deberá disiparse para entrar en armonía con otros credos diferentes, aceptando la existencia de otras verdades, lo que hace posible la discusión. Considero dos manifestaciones de dilución de esa verdad monoteísta, que facilitan su integración y lo prepara para una experiencia más tolerante ante lo diferente:
1. Dilución primaria: A través de esta dilución, el monoteísmo entra en concordancia con otras religiones también monoteístas, diluyéndose de esa manera en ambas tipologías, el concepto de única verdad. 2. Dilución secundaria: Esta dilución es mucho menos frecuente. El monoteísmo entra en concordancia no solamente con otras religiones monoteístas, sino también con religiones, filosofías “orientales” y muchos otros credos, diluyéndose mucho más su carácter de única verdad. El único Dios comparte ahora su verdad con otras verdades y deidades muy diferentes a la suya. Se ha diluido su carácter monoteísta para convertirse en una religión ecuménica. La disolución secundaria
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produce en mayor grado la modificación de verdad, adaptándola a diferentes realidades. En esta etapa los conceptos teológicos bíblicos no se interpretan más como literales, sino como simbólicos y míticos, conservando la fe en un Dios que no está sólo y cuya verdad no es la única. Bede Griffiths diluye en cierta medida las pretensiones universales del cristianismo, al integrarlo y complementarlo con el hinduismo.
Ya hemos visto que el monoteísmo practicado en su tipología protestante calvinista modeló el pensamiento de muchas naciones entre ellas los Estados Unidos. Los primeros ingleses al arribar por primera vez al “Nuevo Mundo” creyeron haber llegado a una tierra prometida ofrecida por Dios. Esta realidad ocurrió también con el imperio español. En el prólogo de la obra denominada Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colón del Conde de Roselly de Lorgues. Colón aparece como un Mesías, un profeta, un intermediario entre Dios y las naciones autóctonas del “Nuevo Mundo”: El Conde de Roselly comienza sus trabajos diciendo que:
Dios, al terminar su obra de la creación, dejó el universo sujeto a reglas fijas y exactas de las que no podía separarse, y al poner al hombre en posesión de todo lo criado, le impuso entre otros preceptos el de llenar la tierra. Paulatinamente a través de los siglos, quedó el globo poblado de generaciones.
Un día, el Hijo de Dios, el Hijo de Aquél que había mandado al hombre llenar la tierra, sabiendo que estaba ya cumplido el precepto de su Padre, dijo a los heraldos de su Ley: Id, y enseñad a todas las gentes. El precepto debía cumplirse porque era también Dios quien lo daba. Dispersáronse sus discípulos, y todo el mundo conocido oyó la voz de los mensajeros del Crucificado. ¿Había empero otras gentes a quienes enseñar? ¿Era totalmente conocida la tierra que debía llenar el hombre?...Nadie se preocupaba por ello. Nadie sospechaba que el inmenso lienzo de agua que bañaba las costas occidentales del África, estuviera limitado por las playas de otro continente más occidental […] ¿Estaba ya completo el precepto del Hijo de Dios? Quizás lo estaba en parte pero nosotros lo ignorábamos; debía cumplirse enteramente.
Ignorábalo la Europa; pero vio cumplido después el divino mandato, porque la palabra de Dios no pasa. Y la nación predilecta, la escogida para llevar a cabo esta colosal empresa, la mayor que se haya confiado a pueblo alguno, fue la española, por especial disposición de la Providencia.
Un hombre, un escogido de Dios, —pues de otra manera no podía ser.— soñará, delirará…; en sus sueños entreverá un mundo lleno de poesía, cuajado de portentos naturales, habitado por hermanos suyos… correrá de ciudad en ciudad toda la Europa, ofreciendo un Nuevo Mundo a los reyes y poderosos, y éstos y los reyes se reirán de sus sueños como se burlaron antiguos reyes de
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la Biblia de las visiones de los Profetas del Dios de Israel…Y cuando el hombre ,coloso por su genio, pero hombre, agobiado por los desengaños, extenuado por las fatigas, llena de amargura el alma, esté a punto de ceder ante el general desprecio , entonces surgirá un corazón magnánimo, una inteligencia privilegiada, una mujer fuerte, (Isabel I de Castilla) según la frase bíblica que le tenderá su poderosa mano, para que vaya a cumplir su misión providencial, a abrir un Nuevo Mundo a la civilización del Crucificado. (Roselly de Lorgues22, 1874, pról. )
Este impulso expansionista, que posteriormente tuvo el Destino Manifiesto como un nuevo evangelio, ha promovido la competencia como la única realidad establecida e indiscutible. El discurso de “uno contra todos” aparece reiteradamente en la vida cotidiana, las películas de Hollywood, en la sociedad, el deporte...
Hablando sobre la manipulación mediática, el psicólogo Gabriel Eira decía lo siguiente:
Desde esta perspectiva el carozo del asunto no reside tanto en si lo que se dice es falso o verdadero, sino en los procedimientos por los cuales tales cosas pasan a ser consideradas de una u otra manera. Dicho de otro modo, la verdad no radica en el acierto con el que un ejercicio enunciativo describe el universo sino el coeficiente de verosimilitud (la capacidad para ser considerado verdadero) del mismo. En estos procedimientos, el absurdo (insisto el mismo un constructo) posibilita el acceso a un analizador privilegiado, pues permite —al quedar descalificado por la incongruencia— atender a cómo este se instituye como verdad. De este modo puede ser visible el conjunto de procedimientos desde los cuales la verdad se erige como axioma (es decir, una verdad que no necesita ser demostrada). Y es que el axioma por tal, constituye certezas, éstas convocan adhesiones, y desde ellas se conforman los consensos que las legitiman. Es a esto último que llamo “efecto de verdad”. (Eira, 2000)
22 En ese relato podemos observar la idea que he denominado como Canaán simbólico al cual ya hice mención anteriormente, también la “urgencia expiatoria”, propias del colonialismo monoteocéntrico. Asimismo observamos la identificación del monoteísmo cristiano con el monoteísmo judío, por el cual el cristianismo como el “Israel espiritual” se adjudica a sí mismo haber sido inspirado divinamente por los mismos impulsos expansionistas que primeramente se manifestaron en el seno del “Israel elegido”. Se supone que Dios no cambia de parecer, por lo tanto sus leyes son fijas, eternas, e inmutables, de donde las leyes de la física como las leyes morales son gobernadas por la misma mano divina. Si el universo está sujeto a reglas fija, se concluye, se supone que el comportamiento Humano también lo debe estar.
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La representación del héroe estadounidense, encarna en sí mismo la idea de Nación elegida divinamente. Se trata de un ser mítico que no necesita de nadie para imponer su justicia, el héroe estadounidense se basta consigo mismo. Es la representación mesiánica, salvando a la Humanidad y entregando su propia vida por ella. Da su sangre y su vida por los desamparados, perseguidos, sufrientes y por su nación. Es capaz de matar de forma despiadada, y a la vez ser el más inofensivo y tierno de los seres Humanos. Puede combatir contra héroes mitológicos, seres extraterrestres, contra una multitud de enemigos más poderosos y derrotarlos. A menudo es acusado injustamente, pero logra escapar ileso a situaciones imposibles, tratando de probar su inocencia. Combate contra todos y los vence.
En función de la ideología de frontera, y el culto a los pioneros, los WASP han impuesto el modelo del hombre hecho a sí mismo y el sobredimensionamiento del voluntarismo, si lo deseas con la suficiente fuerza lo logrará. En contrapartida se erige como paradigma de lo denigrante el vocablo “luser” (perdedor) tal vez el peor insulto que puede sufrir el norteamericano medio (si es que éste puede ser definido de alguna manera). En la lucha por la supervivencia y para esta forma de ver las cosas- la condición del sujeto (conceptualizado como individuo) sólo puede ser producto de su propio esfuerzo y quienes no logren triunfar en la vida no pueden ser más que culpables de su propia haraganería; perdedores. El individuo está sólo frente al mundo, y será adorado, (aplaudido al final de la película) si logra imponer los designios de su voluntad, de lo contrario, está condenado a la humillación del fracaso. La competencia se impone así como la condición natural del hombre, única fórmula legítima de regulación social, único motor del progreso. No en vano el béisbol se impone como deporte nacional: un jugador, (el bateador) se enfrenta sólo a todo el equipo contrario; Johnny Self contra el mundo.
Estos procedimientos imponen estos efectos de verdad; la condición natural del hombre es la competencia, el hombre es un individuo en confrontación permanente con el mundo (y con los demás), la única forma legítima de evitar que esta lucha se convierta en una carnicería es a partir de la seducción de los incentivos (económicos) regulados de tal modo que redunden en beneficio de la realización personal. Corolario; el único paraíso posible se constituye a partir de la consolidación de la Ley de Mercado regulada por los acuerdos contractuales. Esta verdad se impone, como resulta lógico, no sólo hacia el interior de los EEUU. El Destino Manifiesto obliga a transformarla en Verdad Militante, los misioneros del Mercado la expanden (si es necesario a la fuerza) más allá de las fronteras. La libertad, en esta suerte de monoteísmo mercantil, no puede ser más que libre circulación de capitales y libre con-
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tratación. La propia condición los países del llamado Tercer Mundo corrobora esta hipótesis; son lusers, víctimas de su propia incompetencia. (Eira, 2000)
Según Mircea Eliade, cuando se toma posesión de un territorio, ya sea desde el punto de vista colonialista, se lo explora, y se realizan ritos que repiten simbólicamente, el acto de la creación, la zona inculta es primeramente “cosmizada”, luego habitada. De esta manera, el reinado celestial del Dios monoteísta, deberá repetirse simultáneamente en la tierra, mediante la representación Humana del monarca. Ese Dios guerrero y sangriento, que ha guiado a su pueblo “elegido” a conquistar la “tierra prometida”, debe procurar constantemente descubrir nuevas tierras prometidas para continuar sus conquistas, aniquilando, expoliando y expulsando de ella, a las naciones “paganas” que la habitaban.
Los acontecimientos terrenales, son elevados a una dimensión celestial. El rey, el héroe, o el conquistador terrenal deberán cumplir en este mundo, una misión similar a la realizada por un Rey que gobierna en los cielos. La guerra, a menudo reproduce una guerra que se libra en el cosmos que acontece en un plano superior, celestial, en el más allá, donde Dios se debate contra las huestes invisibles de maldad. Según Mircea Eliade, una conquista territorial se convierte en real, después del ritual de toma de posesión. El ritual es una copia del acto primordial de la repetición de la creación del mundo. Se renueva una acción primordial. Ya sea levantando un altar, ofrendando un sacrificio o realizando un ritual… Todo territorio que es ocupado para ser habitado, es transformado del caos en cosmos, convirtiéndose en real, en sagrado. La repetición de la imitación de un arquetipo celeste. Los templos, la ciudad, los ríos e incluso el territorio tienen modelos celestes. Es decir, un río puede llegar a tener su modelo en una estrella, las montañas o un templo tener un prototipo en el cielo, de manera que cada acción se presenta en su doble aspecto. La tierra puede corresponder a otra tierra celestial que representa la verdadera realidad. El hecho de tener un modelo celestial le confiere validez y realidad.
Un sacrificio cualquiera es la repetición del acto de la creación.
Los “conquistadores” españoles y portugueses tomaban posesión en nombre de Jesucristo, de las islas y de los continentes que descubrían y conquistaban. La instalación de la cruz equivalía a una “justificación” y a la “consagración” de la religión a un “nuevo nacimiento” , repitiendo así el bautismo, (acto de creación), a su vez, los navegantes británicos tomaban posesión de las regiones conquistadas en nombre del rey de Inglaterra, nuevo cosmocrator. (Eliade, 1985, p. 18)
334 Eurocentrismo, monoteísmo y epistemología de la descolonización
De esa manera podemos afirmar que existe un “monoteísmo celestial” y un “monoteísmo terrenal”. En el “monoteísmo terrenal” la violencia, la guerra, el colonialismo, el derramamiento de sangre, representa el doble aspecto de las guerras que se libran en los dominios celestes. Me refiero a las guerras constantes entre las huestes de maldad y las fuerzas espirituales comandadas por el único Dios.
Es precisamente en “Occidente” y “Medio Oriente” donde emergen constantes conflictos: El brutal colonialismo de las potencias europeas en todo el mundo, las Guerras Mundiales, Hiroshima y Nagasaki, la Guerra civil española, el violento racismo, el nazismo, el fascismo, el autoritarismo sistemático, la Revolución rusa, el genocidio armenio, la Guerra en Vietnam, la Guerra en Corea, la Guerra Fría, el intervencionismo militar estadounidense en nuestro continente, la guerra en el Golfo, la contaminación planetaria, la Guerra de Irán-Irak, la Guerra de Kosovo, la Guerra civil siria, las guerras en el Medio Oriente, la Inquisición, las guerras de los ochenta años en los Países Bajos, las guerras de religión en Francia, las Cruzadas Las diversas sectas religiosas que, a pesar de sus confusas y mezcladas creencias, en el fondo son influenciadas por estas mismas fuerzas monoteocéntricas de “Occidente”: la Orden del Templo Solar, la secta de los davidianos, la Puerta del Cielo, la Verdad Suprema, la secta del Templo del Pueblo de los Discípulos de Cristo, entre muchas otras cuya mención resultaría fatigoso…
El monoteísmo tiene cierta vinculación con los sectarismos y con el hermetismo religioso, Estrada afirma que:
Finalmente la tradición musulmana surge vinculada a la guerra santa del profeta y tiene una larga tradición guerrera, siendo actualmente uno de los factores más preocupantes para la paz entre los pueblos. Así se muestra en la violencia de grupos islamistas contra otras religiones en Asia, o en el potencial de agresividad y de destrucción que se ha desencadenado entre los talibanes de Afganistán, en Argelia o en algunas zonas de África. No cabe duda de que los monoteísmos han sido causa específica de violencia en muchas épocas de su historia y siguen siéndolo hoy. (Estrada, s.f, p. 277)
Los movimientos sociales por la diversidad, el pluralismo, la tolerancia y el respeto por las diferencias, la mudanza de lo singular en plural, pueden ser interpretados como el pasaje gradual de un monoteísmo a un politeísmo social y cultural.
335 Eurocentrismo, monoteísmo y epistemología de la descolonización
Desde la santidad de lo religioso en cuando que está vinculado con Dios, se olvida la contingencia e historicidad de las mediaciones humanas en que se encarna. Esto lleva a absolutizar la autoridad jerárquica, lo cual a veces, degenera en un auténtico culto a la personalidad. Se sacraliza también la institución religiosa desde el fundamentalismo de los orígenes el integrismo de la tradición y se legitima la violencia de lo sagrado, que asume formas milenaristas y mesiánicas. Hay una mutua implicación entre la concepción de Dios y el poder social de tal modo que según como se entienda a Dios, así también se percibe el poder, ya que hay siempre interacción entre la omnipotencia divina y las formas humanas de poder. En el caso del cristianismo, la historia ha oscilado entre la “hierocracia” que daba a los papas poder temporal en cuanto representantes de Dios, el soberano pontífice y el cesaropapismo en el que el monarca “elegido por la gracia de Dios” representa el poder divino en este mundo y se arroga competencias eclesiales y religiosas. Esta dinámica se repite en todos los monoteísmos bíblicos. (Estrada, s.f, p. 290)
Todo intento de cambio social, deberá procurar previamente un cambio en el terreno religioso. Se deberá modificar la idea que tenemos de nosotros mismos, lo cual genera fuertes resistencia. Las fuerzas expansionistas monoteocéntricas, se resistieron a las observaciones de Copérnico, luego a las teorías de Darwin y posteriormente al psicoanálisis freudiano. En la actualidad, la independencia afectiva del colonialismo, también ha de verse resistida por estas mismas fuerzas religiosas. La religión ha sido y aún lo sigue siendo una fuente de oposición a toda forma de cambio social, sexual, político, científico, cultural.