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6) La construcción del hereje
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la extensión de “reino de Dios” en la Tierra, mediante la convicción de una misión universal evidente. Existe una “obligación urgente” que demanda la inmediata predicación y el combate a la “idolatría” para rescatar a las almas del suplicio eterno con la mayor premura posible. Este pensamiento cobra intensidad, al interpretar que la “salvación” sólo puede obtenerse por medio de la fe y no por medio de las obras.
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En la tipología católica, las obras también pueden llegar a ser un medio para alcanzar la salvación, y no solamente la fe, lo que atenuaría desde un aspecto psicológico el impulso expansivo y misionero, es decir, si la Humanidad también puede llegar a “salvarse” por medio de las obras, no sería necesaria la “urgencia expiatoria” con el fin expansivo de “salvación”, porque a través de sus propios esfuerzos tendría otra posibilidad para alcanzarla.
Para el monoteísmo protestante todos los mortales se encaminan inexorablemente a la eterna condenación, sin importar si han llegado a enterarse o no del salvífico mensaje redentor. Mientras una persona tenga vida, aún tiene posibilidades de redención, por lo tanto es necesario apresurarse, para expandir el mensaje de salvación por todos los continentes, con el fin de evitar su condenación inmediata. Comprender estos aspectos teológicos y psicológicos, es muy importante para entender la expansión colonialista, ya que estos mismos contenidos religiosos son los que han transmutado bajo formas políticas de donde la celeridad por expandir el mensaje “salvador”, religioso transmutó bajo formas sustitutivas mediante otros impulsos secundarios alcanzando diversos destinos. La política colonialista fue impelida por las mismas fuerzas expansionistas y monoteístas del pasado. Estas fuerzas ya secularizadas, no centraron su atención en salvar a las almas del fuego eterno, sino en “salvar”, a los “salvajes” de su propia “idolatría” despojándolos totalmente de su identidad, de donde la idea de una misión divina transmutó bajo la idea de “naturaleza”. Ya no será Dios o la Providencia el objeto de racionalizaciones o justificaciones, ahora lo serán las fuerzas naturales, la biología, el destino, la Nación… La celeridad expansionista monoteocéntrica se transmutó en celeridad expansionista política. La “urgencia expiatoria” se transmutó en urgencia imperialista.
6) La construcción del hereje
No nos sorprende que el concepto de hereje, y de heresiarca haya emergido desde una estructura de ideas, creencia, conceptos, afectos, e interpretaciones inspirados por el influjo histórico monoteocéntrico. Esta única verdad se resis-
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te a toda otra forma de creencia y opinión. Todo intento para modificar la verdad divinamente establecida, e inspirada, implica una afrenta ante la Providencia que la inspiró, y ante sus “hijos”: los “hermanos”, la comunidad de los fieles, los “elegidos”, los devotos, los predestinados, salvos…
En la medida en que el concepto de verdad se vaya disipando, irá perdiendo su carácter monoteoéntrico logrando cierto acercamiento al valorar, integrar, compartir, aceptar, respetar y trabajar con “otras verdades” tan legítimas como la suya. De esta manera se hará más tolerante. Podrá aceptar el pensamiento diverso sin tener la exigencia de ser la única, evitando de esa manera los debates interminables con la finalidad de señalar el error del otro. Por haberse disipado este concepto de verdad, se disipará al mismo tiempo, el concepto de “urgencia expiatoria”.
Todos aquellos que se apartan de la única verdad “divinamente” establecida y hegemónica, se convierten en un hereje. Desde el monoteísmo católico, San Agustín decía que no es hereje el que yerra en la fe, sino quien habiéndosele manifestado la fe católica, haya optado por resistirse a ella (Debaptismo 4, 16,23).
Las herejías pasaron desde un plano religioso a un plano político ya secularizado. Se transmutaron ya no como herejías religiosas, sino como herejías políticas. El dedo acusador ha cambiado de dirección, donde las “nuevas” herejías pasaron a ser los sistemas políticos que amenazaron la hegemonía de las naciones colonizadoras. El imperialismo debía evitar a toda costa, que las naciones de nuestro continente abrazaran estas ideas heréticas las cuales amenazaban sus intereses. En los Estados Unidos, los contenidos religiosos protestantes han bajado de los púlpitos para transmutarse en la política y continuar la construcción de nuevas “herejías” y “heresiarcas”.
La herejía no se presenta solamente desde una perspectiva religiosa, no sólo siguen siendo herejes los “idólatras” y adoradores de ídolos muertos esculpidos en la roca. El docetismo, el gnosticismo, el monofisismo, el nestorianismo, la doctrina pelagiana… representaban a los antiguos herejes de los primeros siglos de nuestra Era. Ahora los nuevos herejes pertenecen a los sistemas políticos que se resisten a las fuerzas imperialistas hegemónicas De ese modo podemos hablar de una política monoteocéntrica por haber recibido históricamente de la religión monoteísta el influjo de determinados contenidos absolutistas.
No debemos aceptar el término “herejía”, o” heresiarca” como universal, sino como una construcción propia del monoteísmo cristiano. Antes de la aparición del cristianismo no existía el concepto de “hereje”, este concepto nace con el monoteísmo. El “hereje” ha sido determinado como tal, por una verdad absoluta que exige el absoluto sometimiento de todos los mortales. Inexorable-