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Las críticas a Prado
El 16 de diciembre se reunió en el Club Li te ra rio un nume ro so grupo de personas del fo ro, el comercio, las Cámaras y el ejército presidido por el doctor Juan Antonio Ribeyro, presidente de la Cor te Supre ma y el obispo Pe dro José Tordoya. En esta asamblea se nombró una comisión para que se entre vistase con el Presiden te y le pidiera el castigo de los culpables del desastre del sur, ofreciéndole el concurso de los bienes y de las personas de los allí con gregados para re cuperar Tarapacá; al mismo tiempo debía solicitarle el cambio del Gabinete por "su manifiesta ineptitud". Formaron parte de la comisión Manuel Francisco Benavides, José de la Riva-Agüero, Miguel San Román, M. Seminario y Váscones, Carlos M. Elías, José Ignacio Távara, Luis Carranza, Césareo Chacaltana y Julián Sandoval. Prado los recibió y escuchó con benevolencia lo que dijeron; pero no dio una respuesta terminante.
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LAS CRÍ TI CAS A PRA DO.- Se gún Prado en su manifiesto de Nueva York firmado en agosto de 1880, la di rección por él impartida a la gue rra, en sus prime ros meses, que dio lugar a la organización y a la reunión de las tro pas en el sur así como a la campaña naval, fue recibida generalmente con beneplácito. Pero agrega: "Los méritos adquiridos hasta entonces desaparecieron ante la pérdida del Huás car. Era necesario tener un don sobrenatural para batallar sin descanso y vencer siempre en la lucha imposible de un débil buque contra otros de gran poder. Los cargos más torpes, las versiones más ridículas encontraban cabida en el ánimo acongojado del patriotismo y hasta los hombres sensa tos, extraviados por la in tensidad de su dolor, cedían a la maléfica influencia de los eternos explotadores de las desgracias públicas".
Dice a continuación que dos días antes del desastre de Pisagua fueron tomadas disposiciones, y an tes del de San Fracisco se ordenó la batalla; por su par te, afirma, "hice cuan to me co rrespondía para prevenirlos y evitarlos" (los desastres).
Acusado de permanecer constantemente en Arica, se defiende porque ese puerto era el cuartel general del ejército aliado; porque tenía una situación central, apropiada y expedita para la comunicación, las disposiciones, las medidas y los movimientos que debía adoptar como Di rec tor de la gue rra; porque siendo el único pun to fortificado del sur, era el único al que podían arribar los buques peruanos; y porque era preciso cuidar las relaciones con el ejército boliviano y con Daza. No fue a Iquique (sigue explicando) como re sultado del hecho de que en Iquique se hallaba el general en je fe, y en Arica otro ejérci to a cuya cabeza estaba él. Se ignoraba por dónde iba a venir el enemigo y to da la zo na del sur encontrábase amenazada. Por otra par te (según su pun to de vista), "la misión del Di rec tor de la gue rra era combinar las operaciones y di ri girlas desde el lugar más apro piado no pudiendo a la vez estar en to das par tes, ni emprender marchas ni contramarchas que hubieran trastornado todos nuestros planes quitándoles su centro de acción. Además, es público y no to rio que sufro hace años una en fermedad que me impide viajar a pie y a caballo y que, a pesar de ella, re solví ir a Tarapacá del único modo que podía hacerlo, es to es por mar, para desembarcar en alguna caleta, pero no fue posible porque la Unión no estaba en Arica y ningún capitán de buque neutral convino en llevarme". Todo lo afirmado aquí podría ser analizado cuidadosamente; pero lo que, a primera vista parece evidente es que, si quiso hacer uso de la Unión, bien pudo hacer que viajara a Ari ca.
El re greso a Lima después del desastre de la campaña de Tarapacá fue otro de los cargos hechos contra Prado. Según él, en el manifiesto citado, hubo comisiones de Lima que reiteradamente se lo pidieron. "Me vi obligado a ceder (agrega) por la especialísima circunstancia de la gra ve en fermedad del general La Puerta, cuya muer te se temía de un momen to a otro. Comprendiendo entonces, por todo lo que se me comunicaba, que este deplorable acontecimiento podía ocasionar un cataclismo si no me encontraba oportunamente en la capital, resolví y ejecuté mi marcha, tan solo para atender a las mayores y más urgentes necesidades del servicio. SEgúN PRADO EN Su MANIFIESTO DE NuEvA YORk FIRMADO EN AgOSTO DE 1880, LA DIRECCIóN POR ÉL IMPARTIDA A LA guERRA, EN SuS PRIMEROS MESES, quE DIO LugAR A LA ORgANIzACIóN Y A LA REuNIóN DE LAS TROPAS EN EL SuR, ASí COMO A LA CAMPAÑA NAvAL, FuE RECIbIDA gENERALMENTE CON bENEPLáCITO.