10 minute read

El asalto del 7 de junio

manifestarles mi opinión por el carácter que en ese instante investía. Después de una detenida discusión en que todos los jefes manifestaron tanto brío como juicio, se acordó hacerme regresar".

El médico ecuatoriano de la ambulancia de Arica, J. Pérez, en su folleto Arica. Sus fortificaciones, asalto, defensa y ruina (Lima, 1880) dice: "El comisionado manifestó en pleno consejo sus impulsos, deseos y te mo res; cumpió con su cometido diciéndoles la verdad de lo que pasaba en el campamen to enemigo, en medio del que había estado cinco días mortales". El mismo au tor cree que “el honor se había salvado con los dos hermosos días de re sis tencia sin que, por consiguien te, hubiera nada que perseguir en lo sucesi vo". Pe ro (agrega) "la idea era una, la in tención la misma, la mirada inva riable entre los de fenso res; los halagos de la salvación, el brillo de la honra adqui ri da en dos días de fuego, la pérdida de toda esperanza del exterior, los temores del desbordamiento del enemigo, nada absolutamente nada, podía haber hecho cejar a ninguno de estos inflexibles patriotas"…

Advertisement

EL ASALTO DEL 7 DE JUNIO.- Al amanecer del 7 de junio de 1880 fue el asal to. Empe zó, de acuerdo con el plan chileno, en la retaguardia, por las ba te rías del Es te que confinaban con el valle de Azapa. Las tro pas asaltan tes se sor tea ron los pues tos de ma yor peli gro. En el fuer te de la Ciudadela ca yó, dando ejemplo de extraordina ria bravura, el anciano Arias y Aragûez, después de matar a cinco chilenos con su espada. La explosión del polvorín efectuada por el cabo Alfredo Maldonado hizo volar no menos de diez chilenos y mucho mayor número de peruanos. Empezó entonces una feroz matanza de prisioneros: "a la verdad (dice Vicuña Mackenna) según unos, de los 400 artesanos de Tacna escapa ron solo diez, según otros, solo un ne gri to…". En el otro fuer te del Es te ca ye ron luchando el jefe de estado mayor de la 7ª división Ricardo O’Donovan, comerciante y diputado por Trujillo, su ciudad natal, y Francisco Cornejo, segundo jefe de Los Cazadores de Piérola, encargado del mando de es te cuerpo, y también el patri cio Jo sé Joaquín In clán que a medio vestir salía de su tienda con un re vól ver en la mano para dejar cumplida su he roica pro mesa de sacri ficarse por su patria. El Mo rro había estado en silencia en los prime ros momen tos del comba te. No había allí sino un cañón abocado a tierra. More armó con rifles a sus artilleros y despachó a sus mejores capitanes. Adol fo King, figura pró cer del Ca llao y Cle to Martínez, a sos te ner los parape tos del Ce rro Gordo que servían como zaguán al Mo rro, con unos ochenta o cien hombres equipados a la ligera. Ambos capitanes perecieron. Alfonso Ugarte había corrido a caballo a traer su división, sacándola rápidamente de los fuer tes del Nor te. Pe ro al llegar los pri me ros grupos del batallón Iquique con Sáenz Peña y del Tarapacá con Ramón Zavala, cayó mortalmente herido este último distinguido jefe y prominente ciudadano, y cayó también su segundo, Benigno Cornejo. Igual suerte corrieron el jefe de estado mayor de la 8ª división coronel Mariano E. Bustamante y el segundo jefe del Iquique Isidoro Salazar. En los fuer tes del Nor te el comandan te Ayllón re ven tó los cañones y prendió fuego a los pol vo ri nes. Las explosiones no corta ron el asal to, pe ro enfu re cie ron más, en muchos casos, a los atacan tes y a la vez solían dañar a los pro pios peruanos. Los parape tos hechos con sacos de are na fue ron cortados con cuchillos y superados. La resis tencia final tu vo lugar en el Mo rro mismo, a donde las tro pas chilenas que habían ocupado el Cerro Gordo pudieron dirigirse sin subir ninguna pendiente. Allí estaban Bolognesi, More, Ugarte, Sáenz Peña, Armando Blondel, tacneño, hijo de un comerciante francés, con los res tos del Tarapacá, el Iquique, el Artesano y el Granaderos de Tacna. Eran unos pocos hombres contra muchos asaltan tes. Todo había concluido después de las ocho de la mañana. Blondel mu rió al pie del pabellón. El moni tor Manco Cápac fue hundido por su comandante José Sánchez Lagomarsino, si bien él y los demás tripulantes se salvaron. La lancha torpedera Alianza (llegada en la Unión) salió de Ari ca con el pro pósi to de escapar rumbo al nor te y fue perseguida y cañoneada. Sus tripulantes la vararon y destruyeron cerca de Ilo. La mandaba el teniente 1° Juan Fernández Dávila.

Los chilenos en sus documen tos oficiales, die ron como baja 474 hombres, entre ellos 5 je fes y oficiales muer tos (inclu yendo al comandan te del 4° de línea Juan José San Martín) y 18 he ri dos: 114 soldados muertos y 337 heridos. ARMANDO BLONDEL (1850-1880)

El militar tacneño luchó en el batallón Artesanos de Tacna N˚ 29, como sargento mayor. Tras la batalla del Alto de la Alianza, pasó a la defensa de Arica. Durante los primeros días de junio de 1880, Blondel fue destacado a la zona este de la ciudad, cerca del Morro. Allí luchó junto a Francisco Bolognesi, Juan G. More, Alfonso Ugarte, Roque Sáenz Peña, y a soldados de los batallones Tarapacá, Iquique, Artesanos y Granaderos de Tacna. Un balazo acabó con su vida durante la batalla.

PATRICIO LYNCH (1824-1886)

El marino chileno, veterano de la guerra de la Confederación Perú-boliviana, participó en la guerra del Pacífico al mando de las corbetas O’Higgins y Chacabuco. En 1881, luchó en las batallas de Chorrillos y Miraflores, y fue designado general en jefe del ejército chileno. Permaneció en Lima hasta 1884. Luego de la desocupación de la capital, Lynch fue ascendido a vicealmirante y nombrado ministro plenipotenciario de su país en España.

En su par te oficial fe chado en Ari ca el 11 de junio de 1880, Pe dro Lagos expre só, al re fe rirse a la fase final del comba te: "El 4° (de línea) lo gró apoderarse del fuer te del centro 40 minu tos después del pri mer dispa ro y apagó por comple to los fuegos del Mo rro 20 minu tos después", Luis So lo Zaldívar, comandante accidental de regimiento 4° de línea por haber muerto en acción su je fe el tenien te co ro nel Juan Jo sé San Martín, no indica en su par te tampoco que se hubiera cesado de luchar hasta el útimo.

Manuel Baquedano en el in forme general por él elevado al Mi nis te rio de Gue rra el 21 de junio de 1880, escribió: "Perdidos sus últimos atrincheramientos, los peruanos hicieron volar los fuertes del Nor te. La lucha había sido porfiada y san grienta hasta lo increíble. A las 9 a.m. la plaza era completamen te nuestra y la bandera de Chile se os tentaba en los fuer tes y en los edificios públicos"… "El enemigo perdió a sus mejo res je fes. El que no ca yó prisione ro, rindió la vida". De otro lado, en un despacho transmitido desde Arica en Patricio Lynch en Iquique, Máximo R. Lira afirmó: "En la Ciudadela la lucha fue te rrible. Creo que habrán escapado muy pocos de sus de fenso res, tan tos eran los muer tos. Nuestros caballos entraban la uña en los charcos de san gre. Luego ca yó el segundo fuer te, luego después el Morro, que estuvo haciendo fuego contra los anteriores ocupados por nuestras tropas".

El co man dan te pe rua no Ma nuel C. de la To rre en su par te fe cha do a bordo del Li ma rí el 9 de ju nio dio la si guien te versión: "Palmo a palmo y con em pe ño so afán fueron defen di das nues tras po si cio nes hasta el Morro donde nos en ce rró y re du jo a unos cuantos el do mi nan te y nu tri do fue gos del ene mi go más de una hora. Eran las 8.59 a.m. cuando to do es ta ba per di do: muer tos ca si todos los jefes pri sio ne ros los únicos que que da ban". La Torre cuidó men cio nar que fue "arria da por la mano del ven ce dor nuestra ban de ra". En tér mi nos pare ci dos se expresó Sáenz Peña (Ari ca, 9 de junio). El co rres pon sal de El Mer cu rio in clu yó en su cró ni ca, fe cha da el 7 de ju nio, las si guien tes frases: "Solo More y Bo log ne si con ti nua ron ha cien do fuego con sus revólveres hasta que un sol da do tendió muerto ins tan tá nea men te a este de un ba la zo que le atrave só el cráneo. El mayor Zal dí var (se re fie re al autor del parte ya men cio na do) se ade lan tó enton ces ha cia More in ti mán do le ren di ción; pero este en lugar de contes tar le hizo contra él un dis pa ro de re vól ver, y Zal dí var sa can do el su yo le dio uno en el pecho que le causó la muer te al ins tante". Luis Solo Zal dí var rec ti fi có esta no ti cia aseve ran do: "Cuando yo entré en esa for ti fi ca ción eran ya ca dá veres (Bo log ne si y More) y todos, ofi cia les y tropas de este regi mien to que allí se ba tie ron es tán con for mes en creer que ambos je fes cum plie ron ese día con su de ber". El co rres pon sal de El Ferroca rril de San tia go ex pre só: "Los ene mi gos se han ba ti do muy bien como que sabían que la co sa va lía la pe na, pues no se da ba cuar tel en el com ba te". El Mer cu rio, en el editorial des ti nado a ce le brar la vic to ria, no tu vo re pa ros para com pa rar a Bo log ne si y a Mo re con los más ce lebra dos héroes que Chile había pre sen ta do hasta entonces en la gue rra.

Sin embargo, Manuel I. Espinoza, comandante de la batería del Morro, en su parte fechado en la aduana de Ari ca el 7 de junio contradijo en la siguien te forma a los testimonios chilenos y peruanos mencionados y a otros emitidos en sentido similar: "Mientras tanto, la tropa que tenía su rifle en estado de servicio seguía haciendo fuego en retirada hasta que los enemigos invadieron el recin to haciendo descargas sobre los pocos que quedaban allí; en esa situación llega ron a la batería el señor coronel don Francisco Bolognesi, jefe de plaza, coronel don Alfonso Ugarte, el teniente coronel Roque Sáenz Peña que venía herido, sargento mayor Armando Blondel y otros que no recuerdo; y como era inútil toda resistencia, ordenó el señor comandante general que se suspendiesen los fuegos, lo que no pudiendo conseguirse de viva voz, fue el señor co ro nel Ugarte personalmen te a ordenarlo a los que disparaban sus armas al otro lado del cuar tel, en donde dicho je fe fue muer to". Y después de na rrar que transmitió la orden de hacer re ventar to dos los cañones de la ba te ría, agregó: "A la vez que tenían lugar es tos acon te cimien tos, las tropas enemigas disparaban sus armas contra nosotros y encontrándonos reunidos los señores coronel Bolognesi, capitán de navío More, teniente coronel Sáenz Peña, el que suscribe y algunos oficiales de esta batería, vinieron aquellas sobre nosotros y a pesar de haberse suspendido los fuegos por

This article is from: