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El misterio de las minas de Arica

POR DIFICuLTADES DE ORDEN TÉCNICO, POR ESTRECHECES ECONóMICAS, POR CARENCIA O INSuFICIENCIA DE LOS MATERIALES INDISPENSAbLES, LAS FORTIFICACIONES DE ARICA NO HubIERAN PODIDO NuNCA DAR LA vICTORIA A LOS DEFENSORES DE LA PLAzA.

El Mer cu rio pe ro con fun de a una ex plo sión de pól vo ra con las minas) y al ins tan te sin un se gundo de in ter va lo, se abre la tie rra, saltan los sa cos, se des qui cian las cu re ñas, sube al cielo un pe lo tón con fu so de hu mo, de tie rra, de tro zos de fie rro, de pier nas, de ca be zas, de ca dá ve res. Ha es ta lla do una mina. Han muerto veinte pe rua nos. Pero han muerto también diez chi le nos; allí están sus miembros mu ti la dos, sus carnes pal pi tan tes; aquella mina es ta ba des ti na da pa ra ellos. No hay cuar tel. La san gre pide san gre. Las mi nas, cor vo. Y todos son pa sa dos a cu chi llo".

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Por dificultades de orden técnico, por estrecheces económicas, por carencia o insuficiencia de los materiales indispensables, las fortificaciones de Arica no hubieran podido nunca dar la vic to ria a los de fenso res de la plaza. Las ba te rías emplazadas fren te al mar y el Man co Cá pac tuvieron en jaque en todo momento a la escuadra enemiga; pero habrían sido necesarios elementos más imponentes y tropas mucho más numerosas para contrarrestar, dentro de circunstancias favorables, la acometida de las fuerzas de tierra, por cierto muy numerosas.

EL MIS TE RIO DE LAS MI NAS DE ARI CA.- El alférez Francisco Gaviria Gómez (autor de una reseña inédita sobre el combate de Arica, gentilmente suministrada al autor de este libro por su hijo el ingeniero Manuel E. Gaviria) dice: "Con la dinamita (que Montero había mandado a enterrar y que, por orden de Bolognesi, el mismo Gaviria desenterró más tarde) se colocó gran cantidad de minas, de algún poder bien de terminado, en los distin tos pun tos donde era presumible que entrase el enemigo y, en algunos sitios, formando triple defensa. También se pusie ron en el Mo rro, en Ce rro Gordo y aun dentro de la población. Todas con sus alambres sub te rráneos hasta una oficina colocada jun to al cuar tel del Mo rro; de manera que de ahí era fácil manejarlas o, mejor dicho, hacerlas estallar a voluntad por medio del aparato eléctri co correspondiente. Estas obras de defensa constituían el principal medio por el cual creíamos que Arica sería inexpugnable; que antes que fuese tomada por la abrumadora fuerza enemiga, vola ríamos jun to con ella quitando a nuestra Pa tria más de 7.000 gue rre ros vic to riosos de las tres armas, soberbiamente equipados, con el pequeño sacrificio de 1.600 y tantos hombres que éramos nosotros. ¡Vana ilusión! Sí; cuando llegó el momen to, el día 7 de junio, de estar ya arrollados por el enemigo y volar juntos ¡nada! El encargado tocó los botones del aparato sin resultado; dio parte al jefe del Morro, comandante More; fue este en persona y… se conocía que habían sido cortados los alambres!". "Tan luego que el ene mi go avan zó (na rra el ecua to ria no J. Pé rez en el fo lle to ya men cio nado) la re suel ta voz del co man dan te Mo re hi zo oír la orden de 'Fuego a san ta bár ba ra'. Co rre el ope ra dor a obe de cer la; es este se cun da do por el ca pi tán Nieto pero sea que el ful mi nan te fa lló, sea que la pre ci pi ta ción del mo men to dejo algún re qui si to sin llenar en el de li ca do ma ne jo de la elec tri ci dad, o en fin, sea que el cir cui to se ce rró en el cuerpo de los ope ra do res pues es tos di cen haber sen ti do la con mo ción eléc tri ca al juntar los alam bres, lo cier to es que el de pó si to de pólvora per ma ne cía mudo".

El corresponsal de El Na cio nal de Lima en Ari ca dio cuenta de lo sucedido en los siguien tes términos: "Bolognesi había organizado la resistencia en las alturas –después de haber estado en lo bajo, en la ciudad– en el sitio donde se te nía el apara to para la explosión de las minas; había que ri do dar fuego a una y luego a la otra, sin que ninguna re ventara hasta que, con vencido de que no debía contarse con ese medio de defensa exclamó colérico: 'Estamos perdidos'".

En una carta que Teodoro Elmore dirigió a La Pren sa de Lima el 7 de junio de 1918 afirmó, sin embargo, que todas las minas del Mo rro estalla ron, así como las de los fuer tes. Pe ro en la carta a su madre an tes citada escri bió: "La de fensa estaba pre parada con una red de minas que no se ha hecho estallar; los polvorazos y la santabárbara tenían sus mechas, los cañones sus cargas para destruirlos, etc., etc. y solo un pol vo ra zo y unos cuan tos cañones han sido re ventados lo que, a buen seguro, no hubiera sucedido yo adentro".

Las minas eléctricas cargadas con dinamita habían sido colocadas en varios puntos estratégi cos del campo atrincherado y en tres luga res de la ciudad, uno de los cuales estaba a un costado del Hospital de San Juan de Dios. Los alambres destinados a hacer estallar estas minas partían del Morro, donde hallábase la planta eléctrica a la que estaban conectados.

Ge rar do Vargas acepta la opinión de Fermín Fe de rico Sosa, subprefecto de Arica, quien atribuía el hecho de no haber fun cio na do las ins ta la cio nes no a una falla del mo men to (co mo pa re ce creer Pé rez), sino a que los alam bres trans mi so res habían sido co lo ca dos a flor de tie rra en las calles de la ciudad y en los ce rros que la rodean, o sea al al can ce de ex tran je ros que pu die ron ma lo grar los. Ese tesis la defendió mucho antes de editar su libro, desde las co lum nas del pe rió di co El Mo rro de Ari ca, por él pu bli ca do en aquel puer to en una época en la que aún so bre vi vía el señor So sa.

Una de las versiones chilenas (no la única como se ve rá en seguida) afirma que, al ser capturado Elmo re, se le encontró con los planos de las minas. Un tele grama de Lynch a Santiago el 4 de junio contiene un par te de la Cova don ga transmitiendo por señales semafóricas la noticia dada desde tie rra: "Fue capturado un individuo que ayer por la mañana hi zo saltar una mina cerca del campamen to de los Carabine ros de Yungay. Se tienen los planos de los fuer tes y de las minas". Seguramente bajo el influjo de este dato, Gonzalo Bulnes afirmó en su libro Gue rra del Pa cí fi co: "El plano de las minas y las conexiones eléctri cas ca yó en poder de los chilenos". Cabe observar, sin embargo, que no era lógico que Elmore llevara documentos tan importantes cuando emprendió una aventura tan arriesgada, lejos de la pro tección de la plaza de Ari ca.

En una carta al dia rio de Lima La Pa tria inserta en el folleto que escribió para defenderse (y que repro dujo en 1902), Elmo re no mencionó nada sobre los planos sino se ocupó de desmentir la acusación de que él había revelado verbalmente el contenido de ellos. Acompañó testimonios en ese sentido de chilenos que in tervinie ron en su captura, entre ellos el ma yor Augus to Orrego (quien lo interrogó cuando fue tomado prisionero), el comandante Domingo de Toro y el je fe de ese ejérci to co ro nel Pe dro Lagos, así como cartas que no podían te ner sino el título de respaldo moral de peruanos, como el subpre fec to de Arica F. F. Sosa, el 2° je fe del Mo rro M. I. Espinosa, el jefe de batería de ese lugar Daniel Nieto y otros, desvirtuando la calumnia.

Afirmó Elmo re, además, que los trabajos dependían de cuatro personas distintas y que él no conocía sino lo que de él dependió; agregó que se re dujo a minar las dos eminencias de Ce rro Gordo y una cuchilla de su inmediación en trabajos de pocos días, simples taladros de dos pulgadas de diámetro por un metro ochenta de profundidad conexionados con trozos de viejo alambre de jarcia que halla ron botados en la aduana y aisla ron con papel y en grudo; re ve ló también que de su peculio compró tornos, baldes de fie rro, sogas, ace ro y otras cosas.

La tesis fundamental de Elmo re de que no re ve ló al enemigo nada de importancia fue aceptada por el historiador chileno Vicuña Mackenna, quien se basó en las declaraciones de Orrego y de Lagos. Vicuña Mackenna contradijo, pues, aquí a Bulnes.

Elmore afirmó, además, que sus declaraciones y las de su compañero Ureta "hicieron perder la confianza al enemigo e impidie ron que la plaza fuese to mada el 3 de junio, dando lugar a la resis tencia que se hi zo en los días 5 y 6 y con ella, a su glo ria".

Adujo que al gu nas de las minas llle ga ron a es ta llar en el com ba te; pe ro se ex pla yó pa ra re for zar la te sis de que "la for ti fi ca ción de Ari ca más fue moral que efec ti va, de modo que la pla za te nía que caer fá cil men te el día que se le ata ca se re suel ta men te con las tropas que los chi le nos le opu sie ron".

En resumen, los jefes chilenos que intervinieron en la captura de Elmore negaron que este hubiese revelado cosas de importancia. No se comprende por qué razón ajena a la verdad hubiesen hecho estas uniformes declaraciones. Ellos nada dijeron, en cambio, sobre la versión de que Elmo re fue hallado con los planos de las minas. Indiscutible es, por cier to, que los sitiados de Arica no tenían los materiales técnicos para forjar con eficiencia esa defensa. EL MORRO DE ARICA

Este periódico, que apareció entre 1891 y 1911, tuvo como línea editorial la defensa de la peruanidad en Arica, frente a las campañas propagandísticas de los diarios chilenos en aquella ciudad. Entre sus colaboradores, estuvo el escritor e historiador Gerardo Vargas Hurtado. En 1911, la imprenta donde se editaba El Morro de Arica fue agraviada por agentes encargados de la chilenización y este salió de circulación.

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