3 minute read
La herencia de Piérola
L
[ I ]
Advertisement
A HE REN CIA DE PIÉ RO LA.- El historiador chileno Francisco A. Encina dice lo siguiente en las páginas de su His toria Chi le na, volumen XVII, que lleva el mismo título de esta sección: "La situación que Piérola se echó sobre sus hombros era desesperada". "El poder marítimo del Perú estaba aniquilado y su extenso litoral con los valles transversales que alimentan al país, a merced del enemigo. La Unión solo podía hacer riesgosas excursiones furtivas para conducir algunos pertrechos. La traslación terrestre de tropas de un valle a otro era muy lenta y exi gía elemen tos de movilización que el Pe rú no te nía". "El ejérci to del sur (Encina habla de la situación en diciembre de 1879, o sea an tes de la campaña de Tacna y Arica) estaba reducido a los 7.000 hombres mal armados y casi desnudos que Montero logró reunir después de San Francisco y Tarapacá, y a 3.500 bolivianos enclavados en Tacna por carencia absoluta de elementos de transporte; y su socorro y refuerzo eran imposibles. El ejército de Arequipa no pasaba de ser un núcleo de reclutas sin disciplina ni espíritu militar cuya conjunción con Mon te ro nunca llegó a efectuarse. El de Lima, después de los comba tes entre González y de La Co te ra por un lado y Arguedas, Iglesias y el pro pio Pié ro la, por el otro, quedó reducido a unos 5.000 ó 6.000 hombres. Y estas diversas fuerzas estaban fraccionadas en forma que su concentración en un núcleo eficaz de resistencia era imposible". "Problema no menos gra ve que el del aumen to y disciplina del ejérci to era el de las armas. Las que traje ron el Ta lis mán, el Li ma, la Pilco ma yo y otros transpor tes duran te el gobierno de Prado se habían distri buido casi to talmen te en el ejérci to del sur y mucha par te de ellas se perdió en la dispersión de San Francisco y en la re tirada de Tarapacá. Las que queda ron en Lima en parte se dispersaron o destruyeron durante los combates del asalto al poder … Piérola estaba inerme ante un enemigo armado". "Pero tal vez el aspecto más pavoroso era el económico-financiero. El servicio de la deuda externa estaba suspendido y el crédito del Perú arruinado por la inmoralidad, el caos político y las de rrotas. Su gran fuen te de recursos, el guano, se hallaba en poder del enemigo. La exportación del azúcar había alcanzado en 1879 a 81.500 to neladas; más los destro zos de la expedición Lynch en los ingenios, los fe rroca rri les y los elemen tos de embarque, la iban a reducir a 62.000, en 1880. Las arcas fiscales estaban exhaustas, el bille te se depre ciaba cada día y bajaba a 11 d., los empleados impagos, el comercio paralizado, la agricultura desatendida, la miseria azotaba al pueblo y a la clase media y la pobre za empezaba a golpear a las puertas de los ri cos de otros tiempos”. "En lo moral, recibió un país de rrotado en mar y en tie rra; una voluntad gue rrera, si no aniquilada, herida; y un alma nacional disuelta en cincuenta años de revoluciones y trastornos, que no había logrado cuajar en un estado orgánico". "Finalmente, el tiempo necesario para dominar tan graves problemas dependía de la voluntad del enemigo. Si la obsesión de la política boliviana no embarga, providencialmente para Pié ro la, los ce re bros de Pin to y de Santa Ma ría, Lima habría caído en fe bre ro o en mar zo de 1880; la de fensa se habría desorganizado al nacer; y en vez de las grandes batallas de Tacna, Ari ca, Chorrillos y Miraflores, la guerra se habría reducido a las expediciones al interior que siguieron a la ocupación de Lima".