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El asesinato al presidente Sánchez Cerro
E
l aSeSINato del preSIdeNte SÁNcHeZ cerro.- El domingo 30 de abril de 1933 se
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efectuó en el hipódromo de Santa Beatriz (ubicado en el lugar donde ahora está el Campo de Marte) un desfile patriótico de treinta mil movilizables. El presidente de la República general Luis M. Sánchez Cerro, acudió a presenciarlo desde la tribuna oficial.
Después de que terminó el desfile, a la una de la tarde, más o menos, el presidente Sánchez Cerro salió, entre los aplausos de la multitud, en un automóvil Hispano-Suizo descubierto. Para un gobernante que, pocos meses antes, había sido víctima de una tentativa de asesinato en la iglesia de Miraflores, que acaso había tenido otras asechanzas y contra quien se habían sucedido varios movimientos subversivos, algunos de ellos muy cruentos, y numerosas conspiraciones, este gesto fue, cuando menos, imprudente. Acaso Sánchez Cerro quería demostrar, en forma pública, que no tenía miedo. Deliberadamente evitaba usar el automóvil blindado que tenía a su disposición y que hubiera salvado su vida.
A su izquierda tomó asiento el presidente del Consejo de Ministros José Matías Manzanilla y en los asientos anteriores se colocaron el coronel Antonio Rodríguez Ramírez, jefe de la Casa Militar, y el edecán mayor Eleazar Atencio. Como oficial de estribo cabalgaba, al costado derecho del carruaje presidencial, el teniente Elías Céspedes del regimiento Escolta. Para evitar accidentes y atropellos, Sánchez Cerro, a quien la gente aplaudía y vivaba mientras él saludaba con una mano, indicó al conductor del vehículo que avanzara lentamente, pues había muchas personas que atravesaban de un lugar a otro. En el automóvil siguiente, un Cadillac cerrado, iban los demás miembros de la Casa Militar: el capitán Alfonso Llosa,el capitán Marcial Merino, el mayor Luis Solari, el comandante Félix Vargas Prada y el capitán Peña.
Cuando el primer carro se encontraba más o menos a la mitad de la distancia de la entrada al hipódromo a la plazuela al frente de este y el segundo no había traspasado la puerta, un individuo, rompiendo la fila de gendarmes que abría calle al costado izquierdo, se abalanzó sobre el automóvil presidencial, seguido a pocos metros de distancia por dos gendarmes y un civil. El agresor se apoyó con la mano izquierda en la capota y, con un revólver, disparó a quemarropa, por la espalda del Presidente, varios tiros, tres según declararon los médicos Guillermo Fernández Dávila y Carlos A. Bambarén en el peritaje que luego practicaron. En esos momentos, el HispanoSuizo aceleró su marcha y con ella arrojó hacia el sardinel al asesino. Los edecanes que venían en el Cadillac lo hicieron detener, bajaron e hicieron uso de sus armas. Se oyeron disparos en varias direcciones. Uno de los gendarmes, el soldado José o Teodoro Rodríguez Pisco, que había perseguido al agresor, cayó muerto al suelo. Este también fue muerto por uno de los edecanes cuando su vida debió ser salvaguardada para que se pudieran descubrir luego los secretos del crimen.Recibió veinte heridas; de ellas cuatro fueron de arma cortante. Circuló la versión muy verosímil de que algunos civiles también hicieron fuego desde unos árboles, al mismo tiempo que disparaba la tropa. Quedaron heridos el subteniente Fortunato García Bedoya, los cabos Juan E. Núñez Lázaro y Juan Acuña Sonoco y los soldados Humberto Castillo Paredes y Julio Bustamante Saavedra.
El Presidente, el ministro Manzanilla, el coronel Rodríguez y el mayor Atencio siguieron en el mismo automóvil y se dirigieron al Hospital Italiano, situado entonces en la avenida Abancay.